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Copyright © RAFAEL MONTES GUTIÉRREZ 2013
Tema 11
El estado moderno en Europa
Rafael Montes Gutiérrez
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PROFESOR DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
www.rafaelmontes.net
Copyright © RAFAEL MONTES GUTIÉRREZ 2013
TEMA 11: El estado moderno en Europa
La crisis de los siglos XIV-XV es el contexto histórico en el cual aparece el
Renacimiento, son siglos de hambres, pestes y guerras, de conflictos sociales y
decadencia económica. Sin embargo, donde nosotros vemos crisis muchos
contemporáneos veían modernidad, como muestran los partidarios de Ockham que
proponen el divorcio entre Razón y Fe, o la música del siglo XIV que constituye el Ars
Nova, y es que el paso a la modernidad se hará con dolor. La aparición de una
economía monetaria vinculada al comercio a larga distancia, la aparición de una
nueva clase social, la burguesía, y la sanción jurídica de las Monarquías Autoritarias
son la clave del paso de la Edad Media a la Edad Moderna. Son muchas las causas que
explican la aparición del Renacimiento en Italia y no en otro país europeo, para
empezar el desarrollo de las ciudades-estado que competían entre sí mediante la
creación de manifestaciones artísticas y que permite el ascenso social de la burguesía
(mecenas de los artistas) y el despegue del capitalismo. La caída de Bizancio en 1453
llevó a Italia, y en particular a Florencia, muchos sabios portadores del bagaje cultural
clásico, sin olvidar la cercanía del clasicismo del Antiguo Imperio Romano.
TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS
Para comienzos del siglo XIV, las ferias de Champaña y de Medina habían
creado rutas terrestres estables y más o menos seguras que recorrían Europa de
norte a sur (en el caso castellano siguiendo las cañadas trashumantes de la Mesta, en
el caso francés enlazando los emporios flamenco y norte-italiano a través de las
prósperas regiones borgoñonas y renanas, todas ellas salpicadas de ciudades). La
Hansa o liga hanseática estableció a su vez rutas marítimas de una estabilidad y
seguridad similar que unían el Báltico y el Mar del Norte a través de los estrechos
escandinavos, conectando territorios tan lejanos como Rusia y Flandes y rutas
fluviales que conectaban todo el norte de Europa, permitiendo el desarrollo de
ciudades como Hamburgo, Lübeck y Danzig, y estableciendo consulados comerciales
denominados kontor. En el Mediterráneo se llamaron Consulado del Mar: Mallorca
(1343) y Barcelona (1347). Cuando el estrecho de Gibraltar fue seguro, se pudieron
conectar marítimamente ambas Europas, con rutas entre las ciudades italianas (sobre
todo Génova), Marsella, Barcelona, Valencia, Sevilla, Lisboa, los puertos del
Cantábrico (Santander, Laredo, Bilbao), los del Atlántico francés y los del Canal de la
Mancha (ingleses y flamencos, sobre todo Brujas y Amberes). Todo ello desarrolló un
incipiente capitalismo comercial con el incremento o surgimiento de la economía
monetaria, la banca (crédito, préstamos, seguros, letras de cambio), actividades que
mantuvieron siempre recelos morales. Florencia era en el siglo XV un hormiguero de
bancos de toda clase, especializadas en préstamos semanales, dedicados al tráfico de
joyas, etc. Luego estaban los cambistas, que especulaban sobre la diferencia en curso
de las múltiples monedas. Finalmente aparecían los verdaderos mercaderes–
banqueros.
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TRANSFORMACIONES SOCIALES
Las ciudades se convirtieron merced del desarrollo del artesanado y del
comercio, en grandes fuentes de creación de riqueza para unos cuantos (banqueros,
comerciantes, burócratas, etc.). La burguesía era el nuevo agente social formado por
los mercaderes que surgen en el entorno de estas ciudades, estaba interesada en
presionar al poder político (imperio, papado, las diferentes monarquías, la nobleza
feudal local o instituciones eclesiásticas) para que se facilitara la apertura económica
de los espacios cerrados de las urbes, se redujeran los tributos de portazgo y se
garantizaran formas de comercio seguro y una centralización de la administración de
justicia e igualdad de las normas en amplios territorios que les permitieran
desarrollar su trabajo, al tiempo que garantías de que los que vulnerasen dichas
normas serían castigados con igual dureza en los distintos territorios. Aquellas
ciudades que abrían las puertas al comercio y a una mayor libertad de circulación,
veían incrementar la riqueza y prosperidad de sus habitantes. Los burgueses podían
considerarse como hombres libres en cuanto estaban parcialmente fuera del sistema
feudal, porque no participaban directamente de las relaciones feudo-vasalláticas: ni
eran señores feudales, ni campesinos sometidos a servidumbre, ni hombres de
iglesia. En Italia la concentración de riqueza trajo consigo la del poder político,
concentrado en trono a los Albizzi –miembros de la lana y grandes terratenientes– y
los Strozzi o los Médicis, banqueros. Y cuando no ejercían el poder directamente lo
hacían a través de miembros afectos.
TRANSFORMACIONES POLÍTICAS
La pérdida de poder que los dos grandes poderes de la Europa medieval,
Imperio y Papado, habían sufrido en el decurso de los siglos, provocó que las
incipientes monarquías feudales fueran convirtiéndose, paso a paso, en Estados
nacionales con entidad política propia, independientemente de relaciones
vasalláticas. El término Estado proviene de la voz latina status, que significa
“condición”, “poder” u “oficio”, y era utilizada para referirse a las facultades del
gobernante (potestad, dignidad, ingresos, etc.). A finales del siglo XIV comenzó a
emplearse con carácter general para hacer referencia al conjunto del cuerpo político,
lo cual avala la tesis de quienes sostienen que el Estado es una realidad política
moderna con características específicas, surgida en Europa como consecuencia del
Renacimiento y la Reforma, y elaborada teóricamente por los teóricos de la época.
Nicolás Maquiavelo (1469-1527) fue el fundador de este pensamiento político
moderno, y defensor de la creación del Estado moderno que caracteriza al
Renacimiento. Fue el primero en describir la realidad sociopolítica al margen de todo
planteamiento ético. Según Maquiavelo, el hombre, al que la naturaleza ha dado una
ilimitada capacidad de desear, no ha sido dotado, en cambio, de un derecho
semejante, y sólo por necesidad aceptará someterse a un orden. Así surge el Estado
porque ofrece al hombre la seguridad que necesita. A lo largo de su principal obra El
Príncipe, inspirada en la figura de Fernando el Católico, habla de cómo tiene que ser
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el gobernante renacentista para conducir a un pueblo a la fundación de un Estado
moderno, este camino dependerá siempre de ciertas premisas tanto políticas,
económicas, sociales como culturales en las que viva su pueblo. Al llegar los tiempos
modernos, entraron en juego tres fuerzas: la monarquía, la nobleza y las ciudades.
Allí donde triunfó la monarquía autoritaria, se impuso el Estado moderno, son los
casos de España, Portugal, Francia e Inglaterra. En los territorios donde mantuvo su
poder la nobleza, como Alemania, no pudo establecerse un Estado moderno. Y allí
donde triunfaron las ciudades, caso de Italia, se formó un mosaico de ciudadesestado independientes.
ENFRENTAMIENTOS POLÍTICO RELIGIOSOS: LA REFORMA
Ramos Medina en su obra Historia Moderna. Siglos XVI-XVII considera que la
necesidad de una reforma en la Iglesia Católica era sentida desde la Baja Edad Media
tal y como habían mostrado personajes como John Wycliffe en Inglaterra, en el siglo
XIV, y Jan Hus en Bohemia, a comienzos del siglo XV, que mostraron claramente su
desacuerdo con las teorías de la Iglesia Católica convirtiéndose en movimientos
heréticos. No se trataba de una mera reforma de las costumbres, sino de una reforma
del dogma.
Son muchas las causas explicativas de la Reforma, la historiografía tradicional
insiste en la corrupción, ignorancia y relajación de las costumbres del clero. Sin
embargo, con ser cierta esta situación, la revolución moral no se convierte por sí sola
en revolución popular. La historiografía marxista insiste en coordenadas económicas,
ve en la Iglesia Católica un baluarte del orden feudal y en la Reforma un exponente
de la economía capitalista. Se puede argumentar en contra de esta tesis que el
capitalismo es anterior al siglo XVI. La historiografía contemporánea tiende a afirmar
la complejidad de causas y se orienta hacia el cambio de la mentalidad colectiva
vinculado al Renacimiento y al Humanismo.
La creación de la imprenta favoreció la rápida expansión de las ideas de Martín
Lutero y otros reformadores. Los principales reformistas, de vasta cultura teológica y
humanista, se consideraban a sí mismos fieles cristianos que aspiraban a regresar a
las doctrinas apostólicas y a renovar la Iglesia cristiana en la práctica y doctrina. Juan
Calvino estudió en la Sorbona, Lutero era monje y profesor universitario, Zuinglio era
sacerdote y humanista, Thomas Cranmer arzobispo de Canterbury reformó la Iglesia
de Inglaterra, John Knox estableció una comunión Calvinista más radical en la Iglesia
de Escocia. De acuerdo al programa de los humanistas, buscaron en las fuentes de la
antigüedad cristiana las bases para una renovación. Releyeron las Sagradas Escrituras
y a los Padres de la Iglesia, especialmente a San Agustín, interpretando una visión de
la fe y una doctrina más bíblica y cristocéntrica, despreciando, por otro lado, toda la
tradición cultural y religiosa acumulada por la Iglesia. Las doctrinas de las diversas
ramas protestantes varían, pero son prácticamente unánimes al defender una
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relación personal directa del individuo con Dios sin ninguna institución de por medio
y la Biblia como autoridad última en asuntos de fe, conocida como Sola scriptura.
LA REACCIÓN CATÓLICA: LA CONTRARREFORMA
En opinión de Duchhardt en La Época del Absolutismo medio siglo antes de
que Lutero publicase las 95 tesis sobre las indulgencias e iniciase de ese modo la
ruptura del catolicismo, la Reforma Católica (un movimiento consistente en dignificar
la doctrina católica y sanear el nivel formativo y moral de los miembros de la Iglesia)
había comenzado, aunque tímidamente, en Italia y España. El proceso sólo cristalizó,
sin embargo, bajo el pontificado de Paulo III, cuando la obra del Concilio de Trento
extendió la Contrarreforma por todo el orbe católico.
En Italia surgieron a lo largo del siglo XV asociaciones de laicos, bajo el nombre
de oratorios o hermandades, dirigidos casi siempre por miembros de órdenes
mendicantes dedicadas a fines caritativos. Un ejemplo es el de San Bernardino de
Feltre que fundó en Vicenza, en 1494, un Oratorio, cuyos miembros visitaban una vez
por semana a los enfermos y pobres. Además de practicar la caridad se aspiraba al
mismo tiempo a la perfección de sus miembros mediante ejercicios comunes de
piedad.
Dentro del seno de la Iglesia nacieron, coincidiendo con el Cisma y la Reforma
luterana, algunas órdenes religiosas católicas en la primera mitad del siglo XVI.
Precisamente, la fundación de la orden de los teatinos, una sociedad de clérigos
sobre la regla de san Agustín, confirmada oficialmente en 1524, partió del oratorio
romano. Los barnabitas, una congregación sacerdotal cuya finalidad era el apostolado
por medio de misiones populares, fue fundada en 1533 por el médico y sacerdote san
Antonio María Zaccaria. Para el ejercicio de la caridad y la atención a los niños
huérfanos, san Jerónimo Emiliani fundó en 1540 una orden religiosa (los somascos).
Relacionada con el Oratorio de Brescia está la fundación de las ursulinas por santa
Angela Merici, en 1535, para la educación de niñas abandonadas. Las órdenes
mendicantes italianas y españolas también fueron renovadas. Los objetivos
perseguidos por los responsables de las reformas fueron en todas partes los mismos:
restablecimiento de la vida monacal, cuidadosa formación moral y teológica de los
clérigos regulares y recuperación de la disciplina monástica. La reforma de los
dominicos, cuyo impulsor fue fray Diego de Deza, agustinos, trinitarios y mercedarios
siguieron parecida suerte. En España, finalmente, tuvo su origen la Compañía de
Jesús, la orden religiosa que más empeño y más ideas puso y aportó a la reforma del
catolicismo universal, el instrumento más eficaz de la renovación de la Iglesia.
Los fines principales de la Contrarreforma eran: recuperar para el culto
católico a la mayor cantidad de fieles posibles de aquellos que se habían rendido a las
nuevas ideas defendidas por Lutero, Erasmo de Rotterdam, Calvino, Zwinglio y otros
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reformadores; frenar la difusión del pensamiento protestante en aquellas zonas de
Europa que aún permanecían fieles a la Iglesia de Roma; volver a definir y a fijar la
doctrina cristiana católica para destilar así las partes que coincidían con la verdad
revelada por Jesucristo, expresada en las Sagradas Escrituras, y procurar de este
modo distinguir ésta de la contaminación que se le había ido adhiriendo a causa de
las herejías medievales y por el contacto con las ideas de los reformadores;
reorganizar la disciplina interna de la Iglesia Católica, especialmente la que afectaba a
las costumbres de un clero demasiado inculto en muchos casos (sobre todo en lo que
se refería al bajo clero); acabar con la corrupción presente entre las altas jerarquías
de la Iglesia, en particular con la simonía (venta de cargos y beneficios eclesiásticos) y
el nepotismo (favoritismo en la concesión de bienes y cargos).
La Contrarreforma fue promovida con el concilio de Trento, cuyas sesiones se
celebraron entre las ciudades de Trento y Bolonia en diferentes períodos entre 15451563. Quizá debido al excesivo retraso con el que se convocó, el concilio no llegó a
alcanzar su primer objetivo: lograr la unión de los cristianos. Sin embargo sí
confeccionó un catecismo en el que proponía a los fieles una doctrina clara y
elaborada. Además, desde este momento comienza una reforma que afectaría al
clero y a las jerarquías eclesiásticas, y que conseguiría como resultado unos pastores
más dignos para la Iglesia. El renacimiento religioso originado en el concilio encontró
una rápida bienvenida en lugares como Italia y la península Ibérica, mientras que sólo
a lo largo del siglo XVII fue recibido en Alemania, en los Países Bajos, en Bohemia, en
Polonia y en Francia, todos ellos países donde la influencia de las ideas protestantes
de distinto signo había sido mucho mayor.
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