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Aurelio Tello
(c o o r d in a d o r )
La música en México
BIBLIOTECA
MEXICANA
Panorama del siglo xx
L A M Ú S IC A E N M É X I C O
Panorama del siglo xx
A u r e l io T ello
(coord i nador)
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA
Y LAS ARTES
Primera edición, 2010
Tello, Aurelio
La música en México. Panorama del siglo XX /
Aurelio Tello. — México: FCE, Conaculta, 2010
760 p p .: ilu s.; 21 X 14 cm — (Colec. Biblioteca Mexicana)
ISBN: 978-607-455-332-1
1. Música — México — Historia — Siglo XX I. Ser. II. t.
LC ML210
Dewey 780.972 T755m
Distribución mundial
Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero
Coedición:
C o n s e jo N
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D. R. © 2010, C o n s e j o N a c i o n a l p a r a
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ISBN: 978-607-455-332-1
Impreso en México • Printed in Mexico
JAZZ MEXICANO: EL ENCUENTRO CON SU HISTORIA
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standards de jazz como Bluesette y Softly. Estas extraordinarias ver­
siones musicales rompen con la obviedad del tema y aportan búsqueda y creatividad propiamente jazzísticas, logrando un sonido
de grupo donde destacan los solistas, revelados por una escritura
fina y clara de los contracantos, de las estructuras, de la variedad
rítmica y los despliegues melódicos.
Durante la década de los sesenta se conformarían grupos, ban­
das y combos de jazz que marcarían la historia musical nacional
por sus grabaciones o por la documentación que se ha rescatado de
sus actuaciones en la capital. Algunos de los músicos de jazz más
sobresalientes de esa época son Chilo Morán, Tino Contreras, Leo
Acosta, Pablo Jaimes, Héctor Hallal, Max Nava, Ricardo Lemus,
Luis Arcaraz, Enrique Orozco, Luis O'Cadiz, Tomás Rodríguez y
Mario Patrón, entre otros.
Fue hacia finales de los años sesenta y principios de los seten­
ta que se darían las primeras visitas a México de algunos genios del
jazz. A Bellas Artes, por ejemplo, serían invitados desde Louis
Armstrong hasta el Modern Jazz Quartet, pasando por Dizzy Gi­
llespie, Thelonious Monk, Dave Brubeck, Stan Getz y Duke Ellington
entre muchos otros. En ese entonces, sólo los privilegiados grupos
de Chico O'Farrill, Tino Contreras y Chilo Morán tendrían esa mis­
ma oportunidad, inexplicablemente no repetida hasta la fecha.
Algunos desfases estilísticos y anacrónicos han marcado y estig­
matizado el jazz mexicano desde la década de los cincuenta hasta
hoy. Sin embargo, veremos que a lo largo de su evolución, los cami­
nos se revelan lógicos, naturales y definitivos. A principios de este
nuevo siglo, podríamos ya adelantar que México es punta de lanza
en la vanguardia latinoamericana, donde el jazz es un arte propio y
original.
Años setenta y ochenta: baches y topes de la resistencia
El entorno político-social post 68 tiñó de una manera muy particular
las manifestaciones artísticas de esa época. En un contexto general.
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GERALDINE CÉLÉRIER EGUILUZ
los movimientos estudiantiles mundiales de finales de los sesenta
provocaron una liberación de hábitos y costumbres que también se
expresaron con fuerza en México. Como bien sabemos, ésta también
fue una época donde se desarrolló el jazz underground, por debajo
del agua, con creatividad, perseverancia y resistencia, en espacios
nocturnos o de índole cultural. Por otra parte, el poder sindical, se
dice, obstruyó e incluso mutiló la carrera musical de algunos músi­
cos por no alinearse políticamente con el sistema establecido.
En los años setenta y ochenta las producciones discográficas de
jazz en México eran costosas y no representaban beneficios comer­
ciales para las empresas, como en décadas anteriores el rock, y en
épocas posteriores el pop, dedicadas a satisfacer las demandas de
un mercado que responde a parámetros ajenos al arte del jazz.
Musicalmente, en los Estados Unidos, Miles Davis creó el jazz
rock o jazz fusion que atrapó asimismo a numerosos jazzistas mexi­
canos. Paralelamente, el free jazz, creado por arfistas de la talla de
Ornette Coleman, Charlie Mingus o Cecil Taylor, por nombrar al­
gunos, iba de la mano con posturas políticas e ideológicas progre­
sistas, teniendo sus seguidores mexicanos. Ambas tendencias fueron
retomadas y desarrolladas en México hasta el día de hoy, mezclán­
dolas con géneros como el blues, la trova, la canción y modalidades
musicales de raíces indígenas.
Por ejemplo, durante la década de los setenta surgió el grupo
La Nopalera, que incluía a más de 20 músicos como los hermanos
Toussaint, Arturo Cipriano, a la vez que rockeros o cancioneros
como Maru Enríquez, Cecilia Toussaint y Gerardo Bátiz . La música
de este singular y efímero grupo fue inspirada por muchos estilos
y fuentes distintas, haciendo una mezcla de tendencias y logrando
una síntesis sonora única y original, que a su vez desembocó en la
creación de nuevos conjuntos y solistas.
Dentro de la tradición de la interpretación de standards de jazz,
durante esa época se creó el grupo Blue Note con los hermanos
Toussaint y el contrabajista Roberto Aymes. A raíz de éste se for­
maron los grupos llamados Palmera y Sacbé, desarrollando hasta
la actualidad un universo de composiciones originales. Si bien su
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música merece también un amplio auditorio, se puede afirmar que
la tendencia oscila entre elementos modales (uso de pedales, trabajo
de atmósferas), la fusión con el rock (ritmos binarios, que desenca­
denan con facilidad a los solistas virtuosos) y una música ''comer­
cial", con un color inspirado en la música californiana actual, que
''gusta de gustar".
Si durante los setenta Cipriano fue parte de La Nopalera, en
los ochenta también participaría con el grupo Astillero y el brasi­
leño Manduka, para finalmente desembocar en los noventa con El
Mitote, grupo creativo que invita a jazzistas de distintas tendencias,
y mezcla poesía, música y humor en una singular demostración de
festejo, arraigado en las culturas amerindias. En este tono surgirían
también el dúo del percusionista Antonio Zepeda y Eugenio
Toussaint en los teclados, el grupo Tierra Firme, o El Duetto, con
Miguel Peña y Víctor Ruiz Pasos, entre otros.
El grupo Astillero, a lo largo de 20 años, ha buscado con integri­
dad reflejar el encuentro con sus orígenes individuales o culturales.
Ante el aislamiento que su actividad musical suscitó en el medio
profesional, sostuvieron su proyecto con base en perseverancia e
imaginación, siempre abriendo brecha, llevando su música a todos
los rincones del país y más allá de las fronteras de México. Su obra
tiene el olor a humo y a maíz, colores de cuentos, poesía y letras,
juegos de niños; está impregnada de su propia vida, apartándose
categóricamente de cualquier cliché. Exponen su sentir natural por
la música asumiendo con integridad sus fragilidades y limitaciones.
Algunos jazzistas han logrado imponerse con maestría en la
interpretación, arreglo y composición. Varios de ellos son líderes
en distintos géneros. Enrique Nery, pianista y compositor cuya mú­
sica denota un carácter íntimo, a solo o en dúo; Cristóbal López,
guitarrista y compositor, quien logra una particular alquimia meló­
dica, tímbrica y armónica entre standards de straight and fast swing, la
bossa feel, y las baladas bolero de su inspiración, colaborando con
múltiples personalidades del jazz nacional; Héctor Infanzón, pia­
nista y compositor, explosivo y contundente, que destaca lo mismo
por sus personales interpretaciones de standards, latin jazz y de sus
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GÉRALDINE CÉLERIER EGUILUZ
composiciones como solista virtuoso, que como integrante del trío
Antropóleo, junto al contrabajista Agustín Bernal y al baterista
Tony Cárdenas, o en una de sus últimas grabaciones jazzísticas Nos
toca, con Armando Montiel en las percusiones, Waldo Madera en
la batería y Rodrigo Cárdenas en el bajo.
Como lo mencionamos anteriormente, el pedagogo y compo­
sitor Francisco Téllez inauguró en 1978 el primer taller de jazz en
la Escuela Superior de Música, convirtiéndolo en 1994 en la prime­
ra licenciatura de su tipo en América Latina. Su persistencia en el
ámbito académico (y burocrático) ha permitido que centenares de
jóvenes tengan acceso a una enseñanza pública que ofrece conoci­
mientos musicales básicos para tocar jazz. Ahí estudian y se forman
generaciones de músicos que han concretado lenguajes propios.
Además, si bien Francisco Téllez también se ha visto aislado en el
ámbito profesional, ha realizado sobre todo una prolífica obra mu­
sical, íntegra e introspectiva. Sus grabaciones, escasas e inéditas,
revelan creatividad y frescura. Téllez ha sido uno de los precursores
d el fr ee jazz en México, pasos que seguirían distintas agrupaciones
posteriores como La Banda Elástica, Zózimo Hernández, Tritonía,
Rodrigo Castelán, Germán Bringas, SA de CV, Marcos Miranda,
Remi Alvarez, Cráneo de Jade, Pablo Salas...
Entre 1970 y 1990 se escuchó con frecuencia a Francisco
Mondragón, Fernando Barranco, Henry West, Alejandro Campos,
Heberto Castillo, José Luis Chagoyán, Olivia Revueltas, Salvador
Merchand, Rodolfo, Popo Sánchez; Betsy Pecanins, Patricia Carrión,
Orbis Tertius, Gerardo Bátiz, Margie Bermejo, Roberto, Betuco
Arballo, Montage, Alain Derbez y Ana Ruiz.
Algunos músicos mexicanos "cultos" de la primera mitad del
siglo XX hacen breves alusiones al jazz dentro de su propia obra
aunque no dejan de ser anecdóticas: Higinio Ruvalcaba escribiría
fox trot y Carlos Chávez emplearía el ragtime. Sin embargo, hoy en
día, la fusión de lenguajes entre música denominada culta y popu­
lar, a la manera de Stravinsky o Gershwin, aborda el discurso dife­
rencial entre culto y popular que, desde mi punto de vista, ya en el
siglo XXI es insostenible. En México, en el ámbito de la música con­
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temporánea, y a partir de los primeros logros de la música electroacústica, a fines de la década de los setenta y principios de los
ochenta, compositores de distintas generaciones y ámbitos diver­
sos convergen en el uso de lenguajes modernos. Entre ellos, algunos
desprecian o bien se nutren del lenguaje popular usando, sin duda,
el rigor de la música escrita, entre ellos Arturo Márquez, Eugenio
Toussaint, Rodrigo Sigal o Javier Alvarez. Sin embargo, uno de los
primeros compositores cultos de jazz que ha dado nuestro país es,
sin duda, el chiapaneco Hilario Sánchez del Carpio. Aunque no es
tema de este texto la discusión obsoleta sobre culto y popular, sería
interesante realizar un estudio comparativo musicológico para de­
mostrar cómo y por qué la música de estos compositores vivos
reúne características rítmicas, melódicas y armónicas hermanas
naturales del jazz.
Los noventa: el renacimiento
Por primera vez, todas las generaciones de jazz de los últimos 50
años están activas al mismo tiempo. Se crearon nuevos vínculos
entre músicos de diferentes épocas, beneficiando el enriquecimien­
to y el desarrollo creativo del jazz mexicano. El encuentro de ge­
neraciones abarcó rangos de edades que fueron de los 20 a los 50
años: escuchar a Astillero junto a Remi Álvarez y Santiago Derbez,
aportó una vitalidad contundente al grupo; Eduardo Piastro grabó
con el contrabajista Luri Molina y el baterista argentino Hernán
Hetch; el contrabajista Agustín Bernal toca con el pianista Mark
Aanderud y el baterista chileno Gabriel Puentes; también apareció
una grabación de Juan José Calatayud acompañando a la cantante
Verónica Ituarte, con el contrabajista Arturo Luna; Héctor Infanzón
se reunió con el percusionista Armando Montiel y el bajista Rodrigo
Cárdenas; el guitarrista Cristóbal López tocaba igual con los pianis­
tas Miguel Salas o Enrique Nery con el bajista Aarón Cruz; Magos
Herrera se hacía acompañar de Enrique Nery; Iraida Noriega, de
Roberto Aymes o Chilo Morán y Héctor Infanzón.
o hay momento ni lugar en que la música no esté
presente en la vida de los m exicanos; México ha
reservado un espacio singular a las manifestaciones
sonoras, cantando o tocando instrum entos, indi­
vidual o colectivamente; con sentido religioso, cívi­
co, sentim ental, lúdico o puramente estético; por
el solo disfrute, por la necesidad de trascender el
lenguaje verbal, por ayudar a crearse una identi­
dad, por expresarse como sociedad o como pueblo,
los mexicanos nunca han existido sin que la música
acompañe sus vidas.
Los ensayos aquí reunidos versan sobre la crea­
ción m usical m exicana, cuyo recorrido inicia con
las Formas indígenas, pasando por las m an ifes­
taciones m usicales que fueron fruto de distintos
momentos históricos: las canciones y los corridos
en los albores de la Independencia; el rock m exi­
cano, el jazz, los principales aspectos de la música
de concierto, el papel de la m ujer en la vida musi­
cal de nuestro país, la ópera, y la rica aportación de
los com positores españoles exiliados en México,
asuntos que han tenido y tienen presencia signifi­
cativa en la vida de los m exicanos y en su música
a lo largo del siglo xx.
CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES
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