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UNED SENIOR XÀTIVA
MODULO DE HISTORIA - LAS CRUZADAS
TEMA 6: LA SEGUNDA CRUZADA (1147-1149). LAS ÓRDENES DE
MONJES GUERREROS.
En 1144, el atabeg de Mosul y Alepo, Zengi, culminó el continuo hostigamiento
a que se había sometido por parte de los Selyúcidas al condado de Edesa con
la toma de la capital. Edesa había caído en manos feudales en 1098 y se
retuvo por un total de 46 años. El papa Eugenio III emitió en 1145 una bula
convocando a una nueva cruzada Quantum praedecessores. La predicación
corrió a cargo de Bernardo de Claraval. Sobre Bernardo de Claraval hay que
destacar que fue el promotor principal de la orden del Císter, pero además, y
esto es lo que resulta importante para nosotros, Bernardo era sobrino de André
de Montbard, uno de los nueve caballeros que en 1127 fundaron la Orden del
Temple, cuyos estatutos fueron redactados por Bernardo de Claraval (aunque
posteriormente, se modificaron en Jerusalén). Esta relación de Bernardo de
Claraval con los templarios es muy significativa de la percepción en Europa de
que los territorios de Tierra Santa estaban en grave peligro, por lo que
representó una movilización sin precedentes, desconocida hasta la fecha
puesto que los caballeros que se adherían al Temple perdían su condición laica
y se convertían a su entrada en la orden en monjes.
Pero no solo fue el Temple la única orden de monjes guerreros ni tan solo la
primera, la más antigua fue la orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, fundad
por los caballeros que tomaron la ciudad en 1099. Posteriormente se creó la
orden de San Juan o de Malta, los famoso Hospitalarios, en 1104. La tercera
fue la orden del Temple y resultó ésta la que tuvo unas connotaciones más
controvertidas en Europa, al margen de sus actuaciones en Palestina.
La orden del Temple se organizó en dos partes, por un lado existía una
estructura militar, que se dedicaba a las acciones armadas contra el Islam en
cualquier ámbito pero especialmente en tierra Santa. La otra parte, consistió en
un soporte político y económico sobre el que el conjunto de la orden mantuvo
su independencia respecto de las monarquías occidentales. Todas las órdenes
tuvieron ese denominador común (de hecho, en la actualidad la sede de los
Hospitalarios en Roma, tiene estatuto de extraterritorialidad, idéntico al de una
embajada) pero fue la del Temple la que consiguió organizar una verdadera
independencia respecto del resto de poderes de su época, exceptuando el
papado.
La base económica sobre la que funcionó la orden tuvo dos partes definidas,
por un lado existieron numerosas donaciones desde su fundación, la orden
tuvo prestigio y por ese prestigio recaudó cantidades considerables en dinero y
en tierras. Con estas cantidades en metálico organizó una flota privada que
conectaba Europa con Palestina, mantuvo sus efectivos en Palestina y
además, le quedó dinero para prestar, supliendo durante un tiempo a los judíos
en este cometido ya que los intereses templarios fueron más bajos que los
aplicados por los judíos. Como además, participó en el comercio desde
Palestina hacia Europa y tuvo un cierto papel en la venta de reliquias, el
poderío económico fue enorme. La necesidad de realizar pagos a distancia les
llevó a crear el primer sistema de este tipo en Europa, la letra de cambio, cuyo
primer ejemplo es una letra templaria.
La otra parte de la economía de la orden está constituida por las posesiones en
tierras. Desde donaciones iniciales, los templarios tuvieron la sagacidad de
organizar posesiones territoriales que funcionaron exactamente como feudos
de la orden, estas posesiones fueron extraterritoriales, podían estar en Francia,
Aragón, Inglaterra o en cualquier parte de Europa y siempre estaban dirigidas
por el mismo consejo de templarios que dirigía la orden, lo que significa
literalmente, que crearon un gran estado dentro de las monarquías europeas. A
esta circunstancia se ha de añadir el hecho de que en su papel de banqueros
prestaron dinero a las monarquías, con lo que resultará fácil deducir que muy
pronto acabaron siendo atacados por los reyes, puesto que gozaron de
poderes mucho más amplios que los de muchas monarquías y además, con
una economía más saneada que la de las principales casa reales de Europa.
Esto derivó en su persecución bajo diversos pretextos desde 1306, fecha en la
que se desató la persecución en Francia (el reino más endeudado) y
posteriormente en el resto de reinos occidentales.
Respecto de la función que cumplieron en Palestina, fueron los grandes
suplentes del colonato. Actuaron en la práctica totalidad de acciones desde su
presencia a comienzos del s. XII durante la segunda Cruzada hasta la caída de
San Juan de Acre en 1291. Junto a los Hospitalarios fueron las organizaciones
más activas en la defensa sobre el terreno de los feudos latinos en oriente,
aunque, como hemos señalado, su actividad fue básicamente defensiva ya que
tras la segunda Cruzada, la ausencia de control del terreno por los principados
latinos obligó a un estado permanente de guerra para cuyo mantenimiento
hubieron muchos problemas por la falta de efectivos y de financiación, lo que
derivó en un cambio general del panorama militar en el cual, los árabes y los
turcos tomaron la iniciativa que acabaría por la recuperación de casi todas las
posesiones cruzadas antes del fin del s. XIII.
En 1147 partieron desde Europa tres columnas o grupos de cruzados, en esta
ocasión, la composición social fue diferente respecto de la primera Cruzada,
Luis VII de Francia y Conrado III del S. I. R. Germánico acudieron a la llamada
del papa. Desde Inglaterra se formó otro gran grupo que se trasladó por mar.
Franceses y alemanes fueron por la misma ruta terrestre hacia Bizancio, pero
los ingleses, escoceses y flamencos fueron por mar. En la escala de Oporto
fueron convencidos por los portugueses para que les auxiliaran en la toma de
Lisboa, tal y como hicieron, siendo arrasada la ciudad en 1147 y
posteriormente entregada a Alfonso I de Portugal. A su paso por la península
Ibérica también actuaron en la toma de Almería y Tarragona en 1148. En estas
acciones tuvo un papel destacado la orden templaria, muchos de sus miembros
quedaron en Portugal llegando a tener un papel muy destacado en la formación
y consolidación del reino portugués. En el área del bajo Ebro se asentaron
diversos grupos templarios que acabaron comprando y ampliando las
posesiones que el conde de Barcelona les había cedido, con lo que formaron
en el sur catalán una auténtica provincia propia que actuó coordinadamente
con la monarquía pero bajo la premisa de su propia independencia.
A Bizancio llegaron primero los alemanes de Conrado III quien pasó a Asia
Menor rápidamente a atacar por su cuenta a los turcos. Dividió su ejército en
dos secciones y ambas fueron derrotadas por separado por los turcos con sus
tácticas, bien conocidas de los cruzados que ya estaban en Palestina pero
completamente nuevas para los alemanes. En la segunda batalla de Dorilea de
1147 derrotaron a la primera sección y en 1148 fue derrotada la segunda en
una zona muy cercana a la frontera con Bizancio. Los franceses llegaron a esa
misma zona días después de la derrota alemana tras lo que emprendieron la
marcha hacia Antioquía hostigados constantemente por los turcos.
Desde Antioquía, sin perder tiempo, se marchó directamente a Jerusalén,
donde se reunieron con los ingleses, escoceses y resto de cruzados que
habían llegado por mar. En ese momento de 1148 se planteó tomar la iniciativa
para girar la marcha de las campañas militares, desfavorables a los
occidentales. Se decidió en Jerusalén el ataque a Damasco (en ese momento
aliado de los latinos contra los turcos Selyúcidas) al parecer por decisión
personal del rey Balduino III de Jerusalén, del emperador Conrado III y de Luis
VII y además, con el beneplácito de los templarios, presentes en el consejo y
activos en la toma de decisiones. El sitio de Damasco fue un rotundo fracaso a
pesar de haber rechazado ataques durante el asedio, al parecer y aunque
existe cierta división de opiniones entre los historiadores que han estudiado en
profundidad este tema, la retirada sin haber tomado Damasco se pudo deber a
un problema de graves disensiones internas. No se ponían de acuerdo sobre
quién sería el titular o propietario de la ciudad tras su toma por lo que se
impuso la vuelta a Jerusalén.
Tras el fracasado proyecto de Damasco se planteó la toma de Ascalon,
llegando a presentarse Conrado III ante la ciudad aunque se volvió a producir
la misma situación, Conrado estuvo esperando sin que le llegara ningún
refuerzo, nadie quiso ir a colaborar porque en el caso de Ascalon, Conrado
sería el titular de ese señorío, por lo que, aplicando la lógica feudal de forma
rigurosa, sin Conrado quería Ascalon, tendría que tomarla por sí solo.
En 1153, unos años después, Balduino III de Jerusalén volvió a sitiar
Damasco, que pidió ayuda directamente a Egipto, desde donde se delegó en
Nur al Din atabeg sucesor de Zengi. Nur al Din fue el primer general musulmán
en conseguir una sonora derrota de los cruzados cuando atacó el principado de
Antioquía en 1149, venciendo en la batalla de Inab a Raimundo de Poitiers al
que le cortó la cabeza para enviarla al califa de Bagdad (su jefe directo). Tuvo
la habilidad de poner las cosas difíciles para los cruzados en Damasco y fue
uno de los factores que convencieron al califa de Bagdad para que aceptara a
Saladino como sultán de Egipto tras la intervención de los cruzados de la
segunda Cruzada en El Cairo, ciudad que sitiaron y esta vez, tomaron en 1160.
Saladino pudo recuperar Egipto por completo, quedando tras la muerte de Nur
al Din en 1174, Siria y Egipto bajo su mando. El convencimiento por parte de
Bagdad de que convenía unificar el mando de los efectivos islámicos fue
determinante para dar un giro a la situación militar en oriente Próximo.