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I. Una época clave de la historia: 1848-1868
Javier Pérez Siller
Una época clave en la historia
l
z El 12 de junio de 1864, en medio de muestras de algarabía y fiesta, llegaron los emperadores
Maximiliano y Carlota a la ciudad de México. Las principales calles por donde pasaron engalanaron
sus balcones y levantaron arcos triunfales. Uno de ellos se encontraba en la esquina de Plateros y
Alcaicería. Era el arco de los Potosinos, hecho de follaje, con trofeos en las pilastras y la estatua de
San Luis rey de Francia por remate. Eugène tenía casi diez años de estancia en el país y había visto
cinco cambios de régimen, ¿qué actitud tendría ante ese espectáculo que pasaba frente a su casa?
L
Javier Pérez Siller
E
l contexto en ambos países
El periodo que va de 1848 a 1868 es una
época clave de la historia: se define el futuro
del modelo de régimen —monarquista o
republicano— que dividió la escena política
de Occidente durante el siglo XIX. Francia
transita de la Segunda República al Segundo
Imperio, y de éste a la Tercera República.
Mientras que en México, guardando las
diferencias, sucede algo similar. Las historias
de los dos países corren paralelas hacia ese
proceso de maduración política y quedan
unidas por la fracasada intervención francesa
1
en México. En la lucha por dar forma a esas
direcciones, sus pueblos comparten, sin
embargo, sensibilidades políticas comunes y
1
afirman modelos culturales semejantes.
Ambas sociedades van hacia el progreso y
procuran alcanzar un estadio superior de
“civilización”.
La revolución de 1848, “la primavera de
los pueblos”, se expandió por Europa. Con
ella llega a su fin la época que inició con la
Restauración y el tratado de Viena, 1815 —
que suprimió las conquistas de la Revolución
francesa—, y se abre un periodo donde las
luchas sociales y políticas buscan más igualdad
y mejores condiciones de vida. Como
trasfondo las revoluciones materiales: en la
industria, los ferrocarriles y los bancos. Y la
expansión de las potencias. En ese 48 inicia en
Francia la segunda República, cuyo presidente
electo fue Luis Napoleón Bonaparte. Al fin
Los franceses prefieren calificarla de “Expedición”.
Una época clave en la historia
l
de su mandato, Bonaparte exige continuar en
el poder; como no lo logra da un golpe de
estado, el famoso 2 de diciembre de 1852;
instaura el régimen Imperial que le confiere el
título de Napoleón III (calificado por Víctor
Hugo como Napoleón “el pequeño”), con un
régimen monárquico y hereditario; aplica una
política represiva al interior —que provoca
el destierro y exilio de miles de republicanos,
anarquistas y comunistas—, fomenta el
desarrollo económico y la modernización del
país, y aplica un expansionismo —para
recuperar el poder que tenía antes de la
Restauración— que se tradujo en guerras de
conquista o intervenciones políticas en los
2
cinco continentes. Con una economía
floreciente, hacia 1865 el Imperio se torna
“liberal”, más flexible frente a la presión de
republicanos y socialistas, pero sucumbe ante
la guerra contra los prusianos. Instaurada el 4
de septiembre de 1870, la Tercera República
francesa tardará algunos años en consolidarse
y durará hasta 1940.
Mientras tanto, en el Nuevo Mundo la
expansión viene del norte. La separación de
Texas, 1836, la invasión de México por
Estados Unidos, con la guerra y la pérdida de
la mitad de su territorio, 1847-1848, dejó muy
debilitado al gobierno centralista. La pujanza
de los conservadores que veían en la
monarquía y la tutela europea la única vía para
gobernar el país y frenar la expansión
norteamericana, ganan terreno. En 1849, éstos
obtienen la mayoría en las Cámaras y
conquistan el Ayuntamiento de la ciudad de
México. Ya consolidados, aprovechan un
2
pronunciamiento en Guadalajara, septiembre
de 1852, para exigir el cambio de gobierno y
de Constitución. Así, una vez más, el general
Antonio López de Santa Anna regresa al
poder en abril de 1853, establece una
dictadura, con un gobierno dirigido por Lucas
Alamán, líder del partido conservador, y
aplica una política represiva —lleva al exilio a
numerosos liberales— e instaura un remedo
de “monarquía” que confiere a Santa Anna el
título de “Su Alteza Serenísima”. A la muerte
del ilustre Alamán, la dictadura se torna
militar. En respuesta, a principios de 1854, los
liberales proclaman el Plan de Ayutla, al que
se adhieren numerosos gobernadores, y
logran derribar la dictadura en agosto de 1855.
Con el triunfo de la Revolución de Ayutla
se cierra un ciclo de la historia mexicana:
termina el orden establecido desde la entrada
del Ejército Trigarante a la ciudad de México,
el 27 de septiembre de 1821; la generación
que luchó por la Independencia se va; queda
la vía libre para las nuevas generaciones de
conservadores, ahora fervientes monarquistas,
y de liberales, republicanos convencidos. Así,
el periodo que se abre de 1854 a 1867, se
caracteriza por una intensa lucha para enraizar
un modelo social y político —inspirado en la
historia francesa y norteamericana—,
construir en el interior una autoridad
reconocida en todo el país y conquistar en el
exterior el respeto a la soberanía nacional.
Este proceso tiene tres fases: la Reforma
1855 a 1857, donde se aplican leyes dirigidas
a secularizar la vida social, se llama a un
constituyente y termina con el establecimiento
En Europa: Crimea, 1854-56; Italia, 1859; Polonia, 1866; Alemania, 1866 y España, 1869. En África:
Argelia, 1857; Senegal, 1862, Obok, 1862; y el Canal de Suez, 1869. En Oriente: China 1857-1860, Saigón,
1862; Camboya, 1863; y la Conchinchina, 1867. En el Pacífico, Nueva Caledonia, 1853. Y en América:
apoya financieramente a los Confederados del sur, e interviene militarmente en México, 1861-1867.
L 12 Javier Pérez Siller
Vista aérea del puerto de Veracruz. Desde el Virreinato, el puerto de Veracruz fue la puerta de entrada. Trescientos años
mantuvo el monopolio del comercio, por lo que se construyó como ciudad amurallada. En el siglo XIX mantuvo su
preponderancia y siguió siendo el lugar donde llegaban los emigrantes.
de una nueva Constitución: liberal,
republicana y federalista. La guerra de tres
años, 1858-1861, que inicia con la reacción
militar de los clericales contra la Constitución,
se enfrentan dos gobiernos y termina con el
triunfo de los juaristas y la separación de la
Iglesia y el Estado. Y la tercera etapa, 18611867, donde conservadores y clericales
favorecen la intervención francesa y la
instalación del efímero Segundo Imperio
contra el cual lucharán, con apoyo de los
Estados Unidos, los republicanos. Este
momento ter mina en drama, con el
fusilamiento de Maximiliano en el Cerro de
las Campanas; en algarabía, con la entrada
triunfal de Juárez a la ciudad de México, el 17
de julio de 1867; en restauración, con el
restablecimiento del gobierno y de las
instituciones republicanas; y en
reconocimiento externo a la soberanía
nacional. Momento que los mexicanos de la
época no dudaron en calificar de “Segunda
Independencia”.
La vida de Eugène Latapi en México,
1854-1868, coincide con ese torbellino cuyo
vértice y vórtice se dio sin lugar a dudas en la
ciudad de México, y sus alrededores, lugares
donde se instaló nuestro personaje.
I.-Viaje de Veracruz a México.
¿Qué podría percibir un emigrante francés que
llegaba a México a fines de 1854?, ¿cómo era
la vida entonces? Embarcado en el Havre,
Eugène llegó a Veracruz entre la numerosa
tripulación del vapor Léontine a fines de
noviembre. Al acercarse a las costas del Golfo,
como todos los viajeros de su época, se
levantó de madrugada para ver con asombro
el magnífico Pico de Orizaba, llamado por
los nativos Citlaltépet, más alto que cualquiera
de las montañas de su querido valle de Ossau
o del famoso Mont Blanc. Pocas horas más
tarde, entre el revoloteo de los pelícanos, notó
la pequeña isla de Sacrificio y más adelante el
sólido fuerte de San Juan de Ulúa, justo frente
Una época clave en la historia
13
l
a los embarcaderos de Veracruz. A lo lejos,
percibió una línea recta del muro de la ciudad
por encima de la orilla del agua, y visibles sobre
ésta, los tejados planos de las casas, las torres
y cúpulas de muchas iglesias. “Todo de piedra
gris, sólo resaltaban las losas de colores
españolas en los techos de las iglesias, y una o
dos banderas en el puerto. No se veía ni un
3
fragmento de vegetación”.
Una chalupa lo transportó al muelle y, junto
a otros tripulantes desembarcó entre
numerosos bultos. Caminó entre una multitud
de cargadores descalzos, vestidos con
pantalón blanco de manta y el dorso cubierto
con un cuero de borrego, que llevaban en sus
espaldas pesadas pacas de algodón y, rápida
y silenciosamente, las depositaban en largas
filas frente a la aduana. Todo era calma y
algarabía, novedad y déjà vu por su experiencia
en la Guadeloupe. La majestuosidad del
puerto le impresionó. Como impresionó a su
compatriota Ernest de Vigneaux, quien en su
relato Viaje a México describe así la sorpresa:
Veracruz se ha desarrollado poco, pero reina en
ella cierto aire de opulencia que contrasta singularmente
con su poca animación. Sus casas son grandes,
elegantes, bien alineadas; hay algunas muy ricamente
ornamentadas, balcones cubiertos de ligeras galerías
cimbradas y sostenidas por graciosas columnitas,
gárgolas gigantescas y curiosamente trabajadas. Sus
calles son anchas y bien empedradas, generalmente
flanqueadas de portales. El cuidado de su limpieza
que no deja nada que desear, está sometido a esos buitres
negros y zancudos llamados zopilotes […] Por las
noches se posan en las cornisas de los edificios de la
3
manera más singular del mundo. Desde las ventanas
de la fonda nos complacíamos todas las tardes en verlos
colocarse sobre la cúspide de la catedral y en la torre
del palacio del gobernador, dos viejos edificios de
fisonomía morisca, situados en la plaza mayor.
La plaza del muelle no es fea; sobre todo está muy
animada, siendo la puerta que abre sobre el muelle la
única comunicación con la rada. Este monumento,
visto desde el mar, produce cierto efecto en medio de la
aduana y la tesorería; parece una especie de arco
triunfal, cuyo pórtico principal está flanqueado por
cuatro puertas bajas, rectangulares, coronadas de
escudos o bajorrelieves, y separadas por pilastras que
sostienen el entablamento. Enfrente está la fonda de
San Carlos o Gran Sociedad, la principal después de
4
la fonda de las Diligencias.
Veracruz, fundada en la región donde Hernán
Cortés desembarcó, fue el puerto que guardó
el monopolio del comercio con España. Y
durante la primera mitad del siglo XIX todavía
concentraba cuatro quintas partes del
intercambio mercantil. Por su importancia
estratégica estaba rodeada por una muralla.
Las defensas, como las murallas, los
monumentos y la mayor parte de las casas,
fueron hechas con piedra madrepórica,
llamada de múcara, que existía en las cercanías.
Solamente la cortina de San Fernando que se
levanta frente a la ciudad para su protección,
cuenta de Vigneaux, “es de piedra dura traída
de España poco a poco, según se dice, en la
época de la construcción del fuerte, por los
barcos de comercio, a los cuales imponía el
5
gobierno este gravamen a título de lastre”.
El fuerte de San Juan de Ulúa, completa la
E. Burnet Tylor, “Anáhuac o México y los mexicanos, antiguos y modernos”, en Cien viajeros en Veracruz.
Crónicas y relatos, T.VI, 1856-1874, Veracruz, Gobierno del Estado de Veracruz, 1992, p. 13.
4
E. de Vigneaux, “Viaje a México”, en Cien viajeros en Veracruz. Crónicas y relatos, T.V, 1836-1854, Veracruz,
Gobierno del Estado de Veracruz, 1992, p.319-322.
5
E. de Vigneaux, Op. cit., p. 232.
L 14 Javier Pérez Siller
Una de las primeras vistas aéreas de la ciudad de México, tomada desde un globo en 1855. Dibujo editado en el taller del
famoso litógrafo Joseph Decaen. La ciudad contaba apenas con 200 000 habitantes, se dividía en cuarteles y el clima político
era muy activo; los liberales iniciaban la discusión para crear las leyes de Reforma.
vigilancia y es la llave del puerto, como éste
fue la llave de todo el país.
Su población, numerosa a fines del siglo
XVIII, se había reducido a la mitad, “menos de
6
diez mil almas”. Radicaban muchos
comerciantes extranjeros, en su mayoría
españoles, franceses e ingleses, numerosos
corredores de bolsa, propietarios, y algunos
hacendados o dueños de fábricas de textiles.
Si bien era necesario arreglar sus asuntos en el
puerto, el clima tropical invitaba a los
extranjeros y gente adinerada a radicar una
temporada del año en ciudades cercanas. Por
su contacto con el exterior, los veracruzanos
tenían el privilegio de enterarse de las noticias
y adelantos antes que el resto del país. Muchos
de ellos se inclinaban por el liberalismo y
mantuvieron una participación activa y
determinante en la política nacional: Santa
Anna, Lerdo de Tejada y Payno fueron algunos
ejemplos.
Como todos los turistas, Eugène se dirigió
a la Casa de las Diligencias para pasar la noche.
Era “un verdadero palacio”, con un patio en
medio rodeado por un andén con columnas
de mármol. Desde ahí partían los carruajes
6
Según Juan N. Almonte en 1852, Veracruz tenía 8 228 habitantes, mientras que Antonio García Cubas, la
calcula en 9 647 para 1856. Ver: INEGI, Estadísticas históricas de México, México, inah, 1986, T.1, p. 31.
Una época clave en la historia
15
l
hacia la ciudad de México. “Sus aposentos,
están bien pavimentados y muy altos —
comenta de Vigneaux—, viéndose en todo
una limpieza admirable”. Este viajero,
aristócrata bordelés, había sido secretario del
famoso y desgraciado conde Gastón Rousset
de Boulbon, quien al frente de doscientos
mercenarios intentó varias veces apoderarse
de Guaymas y proclamar la República de
Sonora, pero fue derrotado y fusilado, ese
mismo año de 1854, por el general José María
Yánez. Una historia más de filibusteros e
invasores que seguramente se comentaba con
lujo de detalles en ese tiempo entre los
numerosos turistas del hotel.
Durante la espera, Eugène aprovechó para
ver los más notables edificios del puerto: la
aduana, la comisaría, la tesorería, el teatro, el
mercado y el muelle. Y se enteró de que
contaba con una línea de telégrafo, instalada
en 1851, que lo podía comunicar a México,
así como de un pequeño tramo de ferrocarril
de veinte kilómetros. Por la noche se
sorprendió con la iluminación de gas que le
permitió admirar algunas iglesias maltratadas,
constatar el estado desastroso de los
conventos —el dominico, el franciscano, el
agustino y el mercedario— y ver con sorpresa
la solidez de varios hospitales, como el del ex
convento de Belem, convertido en uno de los
mejores lazaretos del país.
Desde los años 1830, dos médicos
franceses, Chavert y Castagné, habían sido
encargados por Santa Anna de estudiar y
combatir el vómito negro y la fiebre amarilla
que, en la estación cálida, diezmaban la
7
población cada año. Esta circunstancia y las
continuas guerras que asolaban al puerto,
7
fueron el origen de la crisis demográfica, y
hacía que los miembros de la clase adinerada
pasaran una temporada en ciudades más
clementes como Jalapa, Orizaba o Córdoba.
Y aunque la plaga era más peligrosa de junio a
octubre, cuando Veracr uz merecía el
sobrenombre de ciudad de los muertos, no era
muy recomendable para los extranjeros
detenerse mucho tiempo en ese lugar.
Las diligencias salían todos los días hacia
México, excepto los domingos. Los viajeros
debían pagar 35 pesos con 4 reales por un
asiento que les servía de refugio durante los
tres días y medio que duraba el trayecto. A las
cuatro de la tarde, movida por ocho caballos,
la diligencia salía de Veracruz, y sin detenerse
en ninguna parte más que para cambiar
monturas, llegaba a Jalapa al día siguiente, a
las siete de la mañana. Allí almorzaban los
viajeros, y a las diez continuaban el viaje
rumbo a Perote, donde llegaban entre las
cinco o seis de la tarde para pernoctar. Al día
siguiente, a las cuatro de la mañana, continuaba
la diligencia a Puebla, para llegar a las cuatro
de la tarde, no sin antes haber almorzado en
el pueblo de Nopalucan. En Puebla se dormía,
y el día siguiente a las cuatro de la mañana
partían nuevamente para almorzar en Río Frío
a las diez y media, y llegar a las cuatro de la
tarde a la ciudad de México.
Los viajeros aprovechaban el trayecto para
recibir noticias sobre los lugares por donde
pasaban. Se enteraban que, por la exuberante
vegetación favorecida por su clima, Jalapa era
calificada de “pedazo de cielo bajado a la
tierra”. Un turista inglés decía que ahí “la
naturaleza, madre de todos los arquitectos, ha
concebido todos sus modelos de árboles más
Sobre estos médicos ver J.Ch. Demard, Une colonie française au Mexique, 1833-1926. Río Nautla. Etapes d’une
intégration, Langres, Dominique Guéniot, éditeur, 2000.
L 16 Javier Pérez Siller
En el Zócalo de la ciudad de México están representados
todos los poderes: religioso, en la catedral y el arzobispado;
político, en el palacio nacional y el del ayuntamiento;
económico en los establecimientos comerciales instalados
en los portales de las flores, diputación, mercaderes y las
calles aledañas; y popular, con la masiva presencia de
personajes representativos de la diversidad étnica y cultural
del país.
8
exquisitos”. Al pasar por Perote admiraron
la montaña de pórfido basáltico, de más de 4
mil metros, coronada con una roca cortada
por la naturaleza en forma de cofre. Y visitaron
el castillo; un basto paralelogramo flanqueado
por cuatro bastiones y ceñido por un foso,
situado en medio de una llanura. En su capilla
se guardaban las cenizas del emperador José
de Iturbide, fusilado el 19 de julio de 1824, a
9
su regreso del exilio.
La impresión fue más honda al llegar a
Puebla: ciudad que disputa el segundo puesto
con Guadalajara. Al llegar, los pasajeros ven
numerosas cúpulas o campanarios de iglesias
y conventos que dominan majestuosamente las
azoteas. Sus calles son anchas, rectas, limpias,
cuidadosamente empedradas con guijarros
redondos, dispuestos simétricamente y
flanqueadas de buenas aceras. Las casas son
altas y bien construidas; muchas fachadas, así
como habitaciones particulares, y
monumentos públicos o religiosos, están
adornadas con azulejos. Ciudad industriosa,
en ella se fabrican objetos de barro, de cristal,
de cerámica, así como jabón y, sobre todo,
textiles: hilos, telas, mantas y estampados
confeccionados con máquinas movidas por la
10
fuerza hidráulica, las más modernas del país.
Su población era de setenta mil
11
habitantes. Existían numerosas órdenes
religiosas, archicofradías y cofradías como la
de artesanos, orfebres y sastres, y una nutrida
clase acomodada, formada por activos
comerciantes, hacendados, clérigos y militares,
muchos de ellos muy cultos, ya que, desde la
colonia, se caracterizó por sus excelentes
centros de educación. Por sus tendencias
políticas, las familias ricas se parecían a las de
los países europeos: católicas, de ideas
avanzadas, algunos militaban por las ideas
conservadoras, otros por las liberales, incluso
pertenecían al clero o tenían algunos hijos en
el ejército o en el convento. La fama de
Esteban de Antuñano era conocida por todos
los extranjeros. Nativo de Veracruz, hijo de
un comerciante español, estableció en Puebla
una tienda de telas, fundó la fábrica más
moderna de México: La Constancia, y el
primer banco de Avío para financiar a la
industria. Tenía varias haciendas y, no obstante
8
R. A. Wilson, “México y su religión, con incidentes del viaje por ese país durante parte de los años 18511854”, en Cien viajeros en Veracruz. Crónicas y relatos, T.V, 1836-1854, Veracruz, Gobierno del Estado de Veracruz,
1992, p. p.300.
9
E. Vigneaux, Op. cit., p. 314.
10
E. de Vigneaux, Op. cit., p. 312.
11
INEGI, Op. cit., p. 30.
Una época clave en la historia
17
l
sus relaciones con el líder conservador Lucas
Alamán, con quien compartió su celo por
crear una industria, se inclinó por el
12
liberalismo. Sin embargo, numerosas fueron
en Puebla las familias acomodadas que
apoyaron a la Iglesia y que le heredaron
cuantiosas fortunas. Por ello a la ciudad se le
13
calificaba de “la Roma mexicana”.
Corrían proverbiales las historias de
asaltos a las diligencias al pasar por Río Frío.
Los extranjeros eran bajados a punta de
pistola, los curas y mujeres maltratados;
saqueadas sus pertenencias y, en algunas
ocasiones, hasta despojados de sus vestiduras.
Si al bandido le gustaban las botas, exigía que
se las entregaran. Cuentan que mientras
estaban desvalijando los baúles de una
diligencia, un artista francés se puso a dibujar
a los miembros de la banda. Advertido, el
cabecilla le arrancó los dibujos y al verlos, en
lugar de reprenderlo, le pregunto con buenos
modales cuánto le costaría uno de tamaño
entero... la respuesta fue: dejar pasar la
diligencia sin pérdidas. Negocio concluido,
todos partieron alegres.
La ciudad de los Palacios
Los viajeros y escritores de la época describen
la entrada a la ciudad de México de manera
apoteótica. Dejemos que uno de ellos, el
arqueólogo y fotógrafo francés, Désiré de
Charnay, nos guíe a su llegada en 1857:
Al abandonar Río Frío, pasaje culminante de la
cadena que separa Puebla de México, el viajero no ve
sin aprehensión la diligencia lanzarse a triple galope
por la terrible pendiente que lleva a la gran meseta del
12
Anáhuac. En medio de terribles sacudidas, lanzados
de atrás hacia adelante y de adelante hacia atrás, los
desdichados pasajeros atraviesan estos peligrosos
desfiladeros gracias a prodigios de equilibrio, á la
protección muy especial de la Providencia y terminan
deshechos, molidos, listos para entregar el alma. Pero
el primer claro entre los pinos indemniza ampliamente
al turista de los sufrimientos pasados. Desde ahí, los
ojos dominan todo el valle y éste es, les aseguro, un
magnífico espectáculo.
A la izquierda en segundo plano, por encima de
los pinos de la montaña, el Iztlaccíhuatl deslumbra
con el resplandor de su reverberación; el pico se haya
por lo menos a cuatro leguas y sin embargo, parece,
gracias á la pureza de la atmósfera, que podría tocarse
con la mano. Más lejos, en el mismo lado el
Popocatepetl, la cima más alta de México […] Más
abajo se ve Chalco, contemplándose bajo el sol en las
aguas de su laguna; á nuestros pies, Córdoba, Buena
Vista y Ayotla. El Peñón, la gran calzada que separa
la laguna de Ayotla del lago de Texcoco. En fin,
después la reina de las colonias españolas: la ciudad
de México, cuyas murallas brillan al sol y cuyas
cúpulas centellean.
Arriba, la mirada se pierde en los ribazos donde
se extienden San Agustín, San Ángel y Tacubaya;
un poco á la derecha, el velo de Nuestra Señora de
Guadalupe se desprende del fondo negro de la montaña
y, atravesando el lago, la sombra de la gran Texcoco
nos arranca la última mirada. Por todos lados hay
pueblos, villas, lagunas; un panorama espléndido, un
reflejo increíble, una riqueza de líneas inaudita. Sobre
todo, un sol brillante desparrama profundos tintes que
harían desesperar a un pintor. En una palabra, se
trata de una avalancha de colores que deslumbran los
ojos y alegran el alma; agreguen á esto que estamos por
14
llegar.
J. Bazant, Los bienes de la Iglesia en México. 1856-1875, México, Col-Mex, 1971, p.47.
Según J. Bazant, en Puebla la Iglesia poseía la mitad de todos los bienes raíces. Op. cit., p. 50.
14
D. de Charney, Ciudades y ruinas americanas, México, CONCACULTA, 1994, p.50-51.
13
L 18 Javier Pérez Siller
Fatigados por tres días de ruta, los viajeros
llegan por detrás del zócalo de la ciudad, dan
vuelta frente a palacio, cruzan el atrio de la
catedral hacia el poniente y el carruaje se
interna por la calle de Plateros (hoy Madero),
para dar otra vuelta al sur en Coliseo (Isabel
la Católica) y depositar a los pasajeros en el
majestuoso Hotel Iturbide, propiedad de
Manuel Escandón, promotor de la compañía
de las Diligencias Generales. La carroza se
interna en la casa de las Diligencias (16 de
Septiembre y Gante), a un costado de la
inmensa propiedad del convento de San
Francisco.
En ese año, la ciudad tenía 200 000
habitantes en el casco viejo, 250 000 con todos
15
los alrededores. Un Manual de viajero de
1857 nos dice que “se divide en 8 cuarteles
mayores, 32 menores, 245 manzanas, 304 calles,
140 callejones, 12 puentes, 90 plazas y
plazuelas, 12 barrios y cuenta con 4 100 casas
16
de piedra”. A principios de los años 1850
se hicieron muchos trabajos: se introdujo el
agua entubada a lo largo del acueducto de San
Cosme; se reconstruyeron los mercados de
Iturbide y de Villamil; se inauguró el de Santa
Catarina. También se embelleció el Palacio
Nacional con balcones de bronce, en
sustitución de los de hierro. En fin, a pesar de
que ya había muerto su iniciador, el señor de
la Granja, en 1854 la red de telégrafos ya
conectaba la capital con Guanajuato,
Querétaro, Celaya e Irapuato e iniciaba la
conexión con Morelia.
Calle de Roldan. En el siglo XIX la ciudad de México seguía
siendo lacustre. Existían numerosos canales por donde
transitaban canoas que traían las mercancías hasta el centro.
Algunas convertidas en puestos de verduras y flores traídas
desde Xochimilco o Texcoco. Uno de esos canales,
bautizado acequia real (hoy calle 20 de Nov.) se adentraba
en la ciudad y terminaba 20 metros antes del zócalo.
México se ganó el calificativo de Ciudad de
los Palacios por los numerosos y ostentosos
edificios civiles y religiosos que se encuentran
en su casco principal. Entre ellos destacan
numerosas iglesias, conventos, seminarios,
escuelas, etc. Muchos construidos durante los
siglos XVI, XVII y XVIII, y pertenecientes a
órdenes religiosas que se establecieron durante
el virreinato. Entre ellas destacan la de los
Franciscanos (1524), los Dominicos (1526),
los Agustinos (1579), los Dieguinos (1579),
los Carmelitas (1585), los Mercenarios (1593)
y la Compañía de Jesús que, expulsada varias
veces, fue restablecida por Santa Anna el 19
de septiembre de 1853, un año antes de la
llegada de Eugène. También había numerosas
congregaciones como la de San Vicente de
Paul, establecida en 1844 y la de San Felipe
15
En 1852, Juan N. Almonte la calcula en 170 000, para 1856, Miguel Lerdo de Tejada da la cifra de 185
000, Mientras que Antonio García Cubas la pone en 200 000, para 1857 y 1862. En 1869, da una cifra de
230 000. Ver: INEGI, Op. Cit., T.1, p. 24.
16
Marcos Arróniz, Manual del viajero en México, París, Librería Rosa y Bouret, 1858, edición facsimilar, México,
Instituto Mora, 1991, pp. 40-41
Una época clave en la historia
19
l
Neri (1697). Además de veintidós conventos
de religiosas, entre ellos los de las clarisas, de
Santa Isabel, de Corpus Christi, de San Juan
de la Penitencia, de Santa Catalina, las
Hermanas de la Caridad, entre otros. Así, del
mismo modo que las órdenes religiosas
competían en la riqueza y monumentalidad de
sus templos, conventos, colegios y
monasterios, los prósperos mineros, los
comerciantes ricos y los nobles de la incipiente
aristocracia criolla o mestiza hacían lo mismo
con sus mansiones y palacios.
La traza urbana era también digna de una
gran metrópoli que desafiaba su realidad
lacustre. El manual citado describe:
El aspecto que presenta la ciudad es hermoso […]
Sus calles tan rectas que se descubren en muchas de
ellas allá muy lejos los árboles del campo y las
montañas del anchuroso valle; á los lados del transeúnte
casas hermosas de arquitectura sólida y pintadas de
colores muy claros, que por órdenes gubernativas tienen
obligación sus dueños de renovar á menudo.
Describe además algunos personajes que
poblaban las calles, plazas y plazuelas:
Las elegantes señoritas mejicanas que por la
mañana salen á cumplir con sus devociones á los
templos, y cuyo breve pié se mueve con gracia; y muchas
van volviendo á renovar el uso de la graciosa mantilla
que les da al mismo tiempo un aspecto grave y recogido.
Los grupos de indios vendedores con sus trajes de lana
azul; los aguadores con el suyo propio original; los
rancheros con arreos de campo y sus caballos que lucen
la montura mejicana que tiene alguna semejanza con
la árabe; todo contribuye a dar un aspecto de grata
novedad.
17
Y se detiene en una de las más lujosas calles
del centro:
En la calle de Plateros se hallan los cajones o
tiendas de objetos de más lujo y de las últimas modas
francesas, ostentándose en hermosos aparadores de
cristales para tentar el apetito de las elegantes damas.
Allí también lucen su habilidad en escogidas muestras
las hábiles modistas francesas en tiendas notables por
el buen gusto. Las peluquerías despliegan en la misma
calle sus pomos abrillantados de esencias y pomadas y
todas las curiosidades propias del tocador, y también
pertenecen a franceses. A cada rato cruzan por allí
elegantes y estrepitosos carruajes en que graciosamente
reclinadas muestran sus encantos nuestras bellas
paisanas, pero se pierden rápidamente como las
ilusiones desvanecidas, de esperanza y amor; en México
es tan necesario un coche a la aristocracia como en
17
Venecia una góndola.
El trazo de la calle de Plateros, que continúa
con el nombre de San Francisco (actual
Madero), la hace atravesar la ciudad en línea
recta de oriente a poniente; fue el eje que unía
el Palacio Nacional con la Alameda y, para
1864, con el Castillo de Chapultepec,
residencia imperial. Esa calle fue al mismo
tiempo centro urbano del poder, símbolo de
la opulencia económica y de modernidad
cultural. En ella Eugène instaló sus estudios
de fotografía durante varios años.
Al inicio de la calle se encuentra el famoso
Palacio de Romero de Terreros, conocido
como Monte de Piedad. Frente a su estudio
también se encontraba el Hospital del Espíritu
Santo y, a un costado, sobre la calle del mismo
nombre (hoy Isabel la Católica), la iglesia del
Marcos Arróniz, Manual del viajero en México, París, Librería Rosa y Bouret, 1858, pp. 40-41
L 20 Javier Pérez Siller
Mercado de Iturbide. La vida del México profundo se agita en
los mercados. Desde su llegada al poder en 1853, Santa
Anna inició un programa de obras públicas que incluyó la
pavimentación de calles, renovación y creación de mercados.
Eugène debió haber visitado alguno de ellos, como este
de Iturbide, y admirado la variedad de productos que ahí
se exponían a la venta.
Espíritu Santo. Ambas fueron fundadas por
los Hermanos Hospitalarios, o de San
Hipólito. Orden que fue suprimida en 1820.
Entonces, el edifico se destinó a una escuela
primaria, bajo la dirección de Luis Octaviano
Chousel, y luego la ocupó la excelente imprenta
18
de Vicente García Torres. En 1853, por
decreto del 6 de julio, el general Santa Anna
confiscó esa propiedad y la entregó a los
padres de la misión de San Vicente de Paul,
de origen galo. Por un tiempo, la iglesia se
convirtió en centro de oración para muchos
inmigrantes franceses.
A un costado, en la esquina con Espíritu
Santo (actual Isabel la Católica) se encuentra
el Palacio de los Condes de Miravalle. A
principios de los años 1840, en esa casa se
instaló el Ateneo Literario, asociación fundada
por don Ángel Calderón de la Barca, primer
ministro plenipotenciario de España después
de la Independencia. Su esposa, Fany, animaba
las reuniones a las que asistían Juan N.
Almonte, Andrés Quintana Roo, y muchos
otros. Fany Calderón de la Barca fue cronistas
19
de esa época.
Entre los mercados y tianguis que los
extranjeros visitaban, destaca el de El Volador,
renovado en 1853. Todos asistían para
comprar víveres, conocer las frutas coloridas,
las extrañas verduras, los insectos comestibles,
la variedad de flores y frutas. Pero iban sobre
todo para admirar el gigantesco mástil de más
de 25 metros de altura, en el que se subían
cinco indígenas, ricamente ataviados, para
alcanzar una diminuta cruz, clavada en su
punta, acomodarse en cada extremo y saltar
al vacío, al ritmo de la flauta y un tambor,
amarrados de una cuerda que se desenredaba
y los depositaba boca abajo en el suelo, sin
desnucarse.
Como hombre letrado, Eugène no se privó
de conocer las escuelas y colegios que había
en la ciudad. Visitó el colegio de San Ildefonso,
el de San Juan de Letrán, admiró el de Minería,
la famosa casa de los Mascarones o de
Nilpantongo, así como la Escuela de
Medicina, en Santo Domingo, y la Academia
Nacional de San Carlos donde se realizaban
exposiciones anuales de pintura, escultura y
grabado. Como fotógrafo y pintor, Eugène
apreció el trabajo que Pelegrín Clavé y el
maestro de grabado Jaime Baygally realizaban
en la Academia. Seguramente vio algunas de
sus obras en la Séptima Muestra, inaugurada
en enero de 1855, donde se presentaron, por
18
Algunas viñetas y tipos que utilizamos en este libro fueron copiados del catálogo que usó García Torres en
esa época.
19
La Marquesa Calderón de la Barca (Frances Erskine Inglis) mantuvo una correspondencia muy nutrida
con su familia, de la que editó un libro: Life in Mexico, del que se han inspirado muchos autores.
Una época clave en la historia
21
l
segunda vez, los trabajos de grabado: una
novedad en México. En ella había muchas
obras de artistas franceses, entre los grabados
en dulce, “La educación maternal”, de De la
Roche, artista de l’École des Beaux Arts de París
que presentó, además, grabados en lámina
donde están “simbolizadas, dice un crítico en
un artículo periodístico aparecido en enero
de 1855, las diferentes épocas del arte: la
griega, la romana, la gótica y la del
renacimiento; y los hermosos grupos de
personajes históricos”. Entre los paisajes
destacó “El brillante golfo de Nápoles”, del
artista francés M. Lapite, así como un cuadro
de doña Paz Cervantes que es una vista del
Molino de Flores, hermosa posesión de su
20
familia que se encuentra cerca de Texcoco.
Tampoco debía desconocer el Museo
Nacional, ubicado en el primer piso de la
Universidad, a un lado de Palacio. Desde 1854
los objetos que se presentaban —de historia
natural y antigua: cuadros de figuras
jeroglíficas sobre la emigración de los aztecas;
manuscritos en papel de maguey; armas,
utensilios, objetos para el culto, ídolos, joyas,
adornos, etc.- habían sido remodelados por
el conservador José Fernando Ramírez, quien
les dio un “verdadero y científico arreglo”.
El corazón de la metrópoli
Imaginemos un recorrido de Eugène hacia las
oficinas de correos para enviar una carta a su
padre Jacques. Acostumbrado al ruido de los
caballos, del rodar de los coches y del crujido
de los carros, del caminar de los paseantes y
curiosos que transitan numerosos por la calle
de Plateros en dirección a Palacio o a la
20
Alameda, en el zócalo lo invaden los ruidos
de los vendedores ambulantes que gritan a
todo pulmón y con timbre destemplado, sus
mercaderías y los frutos de todas las
estaciones. Desde el alba hasta el anochecer
en ese lugar se oye el estruendo de mil voces
discordantes de personajes vestidos con trajes
tradicionales y multicolores que los distinguen
unos de otros. Temprano se escucha a los
carboneros: Carbosiú (carbón, señor), a las
indias que vienen de los establos, mantequía...
mantequía de a rial y dia medio...; los carniceros,
¡Cecina buena! ¡Hay sebooooooooo!!! A las indias
que intercambian, Tejocotes por venas de chile!!...
tequezquite por pan durooo!!!
Al pasar por la puerta de catedral un
pordiosero con voz mortificante grita
blasfemias, mientras un ciego parafrasea una
canción por un pedazo de pan. En las esquinas
de catedral, señoras gordas de reboso
ofrecen: ¿Gordiiitas de horno calieeentes,? Y a un
lado se encuentran los poblanos que traen sus
manufacturas, Petates de la Pueeeebla!.... jabón de
la Pueeeeeebla!, mientras que los indios de
Xochimilco les compiten: Petates de cinco
vaaaras! Petates de a media y tlaco! Al doblar la
calle de Seminario le sorprende una india que
le rasga los oídos cuando anuncia: Melcuiiiii!
(melcocha), y el quesero que con la fuerza de
su gaznate publica: Requesooon y melado
buenooo!... requesón y queso frescooo! Casi por
alcanzar el Palacio, el meloso clamoreo del
dulcero, que según su nomenclatura particular
ofrece a dos palaquetaaas!... a dos condumiooos...
caramelos de espelma... bocadillo de coco... Y, en la
calle de Moneda, al llegar a las oficinas de
correos, entonces administrada por Guillermo
Prieto, se topa con la trémula y aguardentosa
El Universal, México, enero de 1855, en I. Rodríguez Prampolini, La crítica de arte en México en el siglo
México, UNAM, 1997, T.1, pp. 378-410.
L 22 Javier Pérez Siller
XIX,
voz de un portador de fortuna que le ofrece
hasta por medio real el último billete que me ha
quedado para esta tarde...
La ciudad con sus ruidos, la ciudad con sus
olores, la ciudad con sus colores, la ciudad con
sus personajes o tipos mexicanos que fueron
verdaderas atracciones para los visitantes.
Entre ellos tenemos: el aguador, el charro, el
indio, el jaulero, el panadero, la frutera, el
cargador, el pollero, el aguador, el velero; los
diferentes vendedores: de petates, cabeza de
horno, fruta, comida, carbón; así como los
policías, el sereno, la china, el ranchero y los
vendedores de café que se establecen en los
arcos del portal de las Flores o de Diputación.
Sin faltar las numerosas religiosas que pasan
con hábitos y cofias distintivas de cada orden,
así como los párrocos, curas, frailes,
seminaristas y monaguillos vestidos
impecables. Durante el siglo XIX, las imágenes
de estos personajes fueron reproducidas en
figurillas de barro para los turistas, así como
en grabados y en litografías. Ya en 1860
algunos fotógrafos las retomaron a profusión
21
en las novedosas cartas de visita.
Esa heterogeneidad de personajes, a la que
se agrega la variedad de etnias indígenas que
existían en esa época y pululaban en la
metrópoli, fue vista por algunos viajeros y
literatos de la época de manera más
estructurada. Es el caso del viajero y novelista
francés Lucien Biart, quien señala:
El ojo menos avezado habría distinguido, entre
los transeúntes, las tres clases en que tan marcadamente
se divide la nación mexicana: las gentes decentes,
Para ningún extranjero pasaba desapercibida la composición
multiétnica de la sociedad mexicana. Algunos artistas la
expresaron en dibujos y figurillas de barro donde
representaban los tipos y trajes más llamativos que
calificaron de “mexicanos”. Desde fines de los años 1850
los fotógrafos también los incluyeron en sus temas.
Destacan las tarjetas de visita realizadas por Antioco Cruces
y Luis Campa.
vestidas á la francesa, bastón en mano, calzados y
enguantados como lechuguinos parisienses; los
artesanos, de chaqueta, sombreros de anchas alas y
envueltos en mantas de abigarrado aspecto, y,
finalmente, los indios y los mestizos, en calzones, sin
camisa ni zapatos, envueltos en jirones de tela
22
horriblemente sucios.
Por los mismos años 1850 otro observador,
de origen vasco español, Niceto de Zamacois,
también articuló la sociedad en grupos o clases
según su trabajo y los comparó con los
españoles, lo cual resulta ilustrativo:
Los indios: corresponden a lo que en
España son los leñadores, carboneros,
pastores y peones ínfimos en labranza. Son
gente tosca y sin instrucción [...] los léperos:
21
Al respecto ver: ¡Las once y serenooo! Tipos mexicanos. siglo XIX, México, FCE, 1994.
Lucien Biart, La tierra templada. Escenas de la vida mexicana, 1846-1855, citado por J.E. Covarrubias, Visión
extranjera de México, 1840-1867, México, UNAM/MORA, 1998, p.134.
22
Una época clave en la historia
23 l
equivalen á los gitanos de otros países [...] la
clase artesana: á la altura de la correspondiente
europea en cuanto á su ilustración. Clase de
los rancheros o labradores: gente robusta,
honrada, digna y patriota. La alta o “fina”:
sociedad muy educada, excelente en su
23
trato”.
La heterogeneidad de la sociedad a la que
llegó Eugène era tan amplia, que podemos
preguntarnos sobre el medio social en el que
se insertó. Y al conocer su origen, su cultura y
su idioma, inferir que, al menos en los
primeros meses, se relacionó con sus
compatriotas, miembros de lo que entonces
se denominó “la colonia francesa”.
II. El paisaje de franceses en México
Aunque gozaba de gran prestigio y algunos
de sus miembros habían logrado colocarse en
sitios estratégicos, la “colonia francesa” nunca
fue numerosa. A fines del Virreinato contaba
tan sólo con 800 miembros, pero ya para 1830
su número se había multiplicado y alcanzaba
los 6 mil; llegó entonces a ser la primera
minoría extranjera del país; los españoles
habían sido excluidos de la administración
23
pública, perseguidos y expulsados, por su
complicidad con los intentos de España por
24
recuperar su antigua colonia.
En el decenio siguiente las cosas cambiaron:
la famosa “Guerra de los pasteles” 1838-1839
y las expulsiones de que fueron objeto,
provocaron la disminución de galos. Un Registre
de la population française levantado por la
Legación en 1849 indica que residían en la
25
república 1775 jefes de familia. Desde
entonces hasta 1860 su número se estabilizó
en 3 mil individuos. Esas cifras son, sin
embargo, conservadoras; sólo incluyen a los
que fueron reconocidos oficialmente, ya sea
porque se inscribieron en la legación —para
obtener protección de las autoridades
francesas— o tramitaron su carta de seguridad
en las oficinas mexicanas, y dista mucho de
cubrir la totalidad de galos que radicaba en el
país y que se puede calcular en el doble o triple:
26
de seis a ocho mil miembros. No obstante,
en 1855, el ministro de Francia en México
avanzó la cifra de 12 mil a 15 mil, que resulta
27
exagerada. En todo caso, después de la
española, la “colonia francesa” era la minoría
28
extranjera más numerosa.
N. De Zamacois, Historia de México, citado por J.E. Covarrubias, Op. cit., p. 149.
En la década de 1820 el gobierno español, unido a la Santa Alianza, trató de recuperar las colonias y no
reconoció la independencia hasta 1836. Ese clima provocó una reacción en los gobiernos nacionales que
primero limitaron a los españoles el derecho a trabajar en puestos públicos, confiscaron sus bienes y terminaron
por emitir los decretos de expulsión.
25
J. Pérez Siller (Ed.), Registre des Français au Mexique au 31 avril 1849, Puebla, ICSyH, 2003.
26
En un informe al ministro francés de Relaciones exteriores, el embajador en México, André Levasseur,
indica que la cifra de 1737 franceses registrados en la legación en 1849 “no es, a mi parecer, ni la mitad del
número de nuestros nacionales que habitan el país”. Ver la introducción al Registre des Français au Mexique au
31 avril 1849, Puebla, ICSyH, 2003, p. 15.
27
J. Covo, “Un grand jounaliste français au Mexique au XIXE siècle: René Masson et Le Trait d’Union”, en
Caravelle, Cahiers du Monde Hispanique et Luso-brésilien, Toulouse, Université de Toulouse-le-Mirail, No. 78,
2002, p. 109.
28
Según algunas fuentes en 1855 vivían en el país: 5 141 españoles, 2 048 franceses, 615 ingleses, 581
alemanes, 444 norteamericanos y otros sin definir. Lo que nos da una idea de su importancia entre los
inmigrantes de otras nacionalidades.
24
L 24 Javier Pérez Siller
La actividad comercial de la ciudad se concentraba en el
zócalo y sus calles aledañas. Desde 1830, algunos franceses
establecieron en los portales sus cajones de ropa que, en
los años 1850, se transformaron en tiendas. A ellos acudía
lo más granado de la sociedad.
Con base en el Registre... citado se puede
hacer una radiografía socio-geográfica de los
miembros de la colonia francesa, unos años
antes de la llegada de Eugène a México, que
comprende: origen, profesión, estado civil,
número de hijos y lugar de residencia. En
cuanto al origen, esa fuente indica que si llegan
provenientes de todo el hexágono, la mayoría
es nativa de tres polos: la Haute Saône y la
Côte d’Or, 5%; París y sus regiones aledañas,
12%; y la región del sudoeste que comprende
los Pirineos Atlánticos, los Altos Pirineos y la
29
Gironde, 29%. Es a este último grupo al
que pertenece Eugène, lo que lo hace
“representante” de la minoría gala más
importante en el México de mediados del siglo
XIX.
Otro dato significativo es la distribución
de sus compatriotas en el territorio mexicano.
De acuerdo con el Registre... se asentaron
principalmente en los puertos —Veracruz,
18%; Tampico, 8%; Mazatlán, 4%—, en la
ciudades mineras —Zacatecas, 4%;
Guanajuato, 2%; Chihuahua, 1%—,
comerciales o fabriles —Puebla, 4%;
Guadalajara, 4%; San Luis Potosí, 1%. Y,
además de los colonos que fundaron
Jicaltepec, 8%, al norte de Veracruz, un buen
número decidió vivir en la metrópoli
mexicana, donde se concentró más de un
30
tercio, 36%. En este sentido Eugène también
sigue la gran tendencia.
Los móviles de la inmigración de franceses
hacia México son muy variados y responden
a motivos demográficos, económicos,
culturales, de coyuntura política, familiares y
de relaciones. Es cierto que el siglo XIX se
caracteriza por un formidable flujo de
hombres, mercancías, capitales y modelos
europeos hacia el Nuevo Mundo que se aceleró
con las revoluciones de 1848 y los efectos de
la industrialización. Para los franceses otro
factor importante fue la represión que siguió
al golpe de estado de Louis Napoleón, 1851,
que significó expulsión y exilio para
numerosos liberales, republicanos y socialistas.
También los sueños de abandonar la pobreza
individual o colectiva, para encontrar una
tierra nueva donde “construir un futuro
mejor” fue un elemento movilizador.
¡Venid y multiplicaos!
La inmigración fue favorecida por una política
muy ventajosa. Al igual que los demás
gobiernos del Nuevo Mundo, en México se
veía la inmigración como un medio para
poblar el territorio, explotar sus riquezas y
elevar la cultura de los indígenas, considerados
29
Los famosos Barcelonnettes, que para fines del porfiriato fueron la minoría más importante, en esta
primera mitad del siglo XIX no llegan ni a 3%.
30
Ibid, p14.
Una época clave en la historia
25
l
como un obstáculo para el progreso y la
civilización. Inspirados en esas ideas, los
gobernantes diseñaron una política de
“colonización” muy liberal que se fue
restringiendo con los traumas vividos por la
separación de Texas, 1836, y la guerra con
Estados Unidos, 1847-48. Lucas Alamán sacó
las lecciones de la historia y propuso que los
colonos que desearan vivir en México no
podían aspirar a la propiedad, ni instalarse
cerca de las costas y fronteras, y añadió el
requisito de “que profesen la religión católica,
que tengan un oficio útil y que contribuyan a
31
mejorar la población”.
La Ley General de Colonización,
decretada el 16 de febrero de 1854 por el
gobierno del general Antonio López de Santa
Anna integró esas orientaciones. En ella se
ofrecían ayudas a los grupos de colonos que
desearan instalarse en el país: terrenos, auxilios
pecuniarios para el viaje y hasta se nombró a
un agente general de colonización en Europa,
al que se le entregó cincuenta mil pesos para
32
enganchar familias de colonos. La citada ley
estableció, además, la exigencia de inscribirse
en las oficinas de la Secretaría de Relaciones
Interiores y Exteriores para obtener una “carta
de seguridad”. Trámite que fue obligatorio y
que los extranjeros residentes en el país
deberían cubrir para diciembre de 1854 (se
31
dio una prórroga hasta marzo de 1855), fecha
en la que llegó Eugène a México.
Acostumbrado a las normas, no le resultó
difícil cumplir con esa formalidad. Y tal vez
utilizó la vía que un periódico de la ciudad de
México sugería en un anuncio, en francés, que
apareció desde el 20 de diciembre de 1854
hasta febrero del año siguiente:
El que suscribe suplica a los señores extranjeros que
deseen encargarle el trámite de sus cartas de seguridad para
el año 1855, que dejen sus nombres y direcciones en el depósito
de vidrio de los señores Ollin y Cía, en la Primera calle de
33
San Francisco No 15.
Firmaba un tal A. Dufour; posiblemente se
trataba de Marie Auguste Dufour, un tapicero
parisino que llevaba tiempo en México, tenía
una familia de 5 hijos, estaba relacionado con
un grupo de fabricantes de vidrio de Texcoco
y hábilmente buscaba cualquier medio para
salir adelante. En ese mismo periódico
encontramos otro anuncio de M. Boyer que
propone los mismos servicios en la calle de
Zuleta (Carranza y Bolívar). El costo del
trámite era de 4 pesos, ¡por lo elevado de los
impuestos!, más los servicios del trámite.
Ver el resumen de la política migratoria que hace el libro de Dieter George Berninger, La inmigración en
México (1821-1857), México, SepSetentas, 1974.
32
En esa tónica, es importante señalar —para relacionarlo con las hipótesis sostenidas en el capítulo II— que
por decreto del 31 de julio de 1856, Ignacio Comonfort estableció un contrato con el coronel italiano, Luis
Massi, para traer hasta doscientos colonos de los estados Sardos —territorios controlados por los republicanos
de Garibaldi— que fueron instalados cerca de Papantla, Veracruz. Una noche, los italianos desertaron hacia
las grandes ciudades y algunos fundaron, no lejos del primer asentamiento, una pequeñísima colonia que
llamaron Villa Luisa Salvador Quevedo y Zubieta, Manuel González y su gobierno en México.. Anticipo a la historia
típica de un residente mexicano. Madrid, Espasa-Calpe, 1928, p. 182.
33
Le soussigé pris MM les étrangers qui voudront bien le charger de prendere leurs cartes de sûreté pour
l’année 1855, de laisser leurs noms et adresse au dépôt de vers de MM. Ollin et Cie. première rue de San
Francisco No 15, toute attention y sera apportée. Le Trait d’Union, 20 déc. 1854, No. 15, Vol. 12.
L 26 Javier Pérez Siller
La Antigua Fábrica de Francia. Los emigrantes franceses habían logrado establecer muchos negocios, los más importantes y
numerosos fueron los cajones de ropa y novedades, donde se vendían productos importados de Europa. Ellos fueron
imponiendo la moda en el bien vestir y el confort de una buena casa... Este negocio se encontraba en la misma calle que el
estudio de Eugène.
Giros, prácticas e influencias
Además de la oferta de servicios para cumplir
con las formalidades de una política
migratoria “liberal”, en México se respiraba
un clima muy favorable a la llegada de
franceses. Desde la separación de España, las
élites buscaron distanciarse de los modelos
coloniales para construir un país original e
independiente y encontraron en la cultura
francesa inspiración para articular y dar forma
a sus ideales. Así, los modelos franceses —
monárquicos o republicanos— acompañaron
la construcción de esos proyectos. Y, por
extensión, cada francés que llegaba, aún
cuando en su pueblo hubiera dejado colgado
el bastón de pastor o sus sabots, era visto como
símbolo de esos anhelos, representante de los
valores infundidos por “la civilización y la
modernidad” y fácilmente podía acceder e
influir en las esferas más altas de la sociedad.
34
Así lo percibió Désiré de Charnay en sus
memorias sobre la estancia que realizó en el
país de 1857 a 1860.
La sociedad francesa en México se halla
compuesta de gente enérgica que, empezando
desde abajo, llegó a la fortuna gracias a un
trabajo obstinado y a sus facultades. Casi
todos liberales, infunden en México principios
que no son del todo del gusto de los
34
conservadores.
Esos principios fueron difundidos a través
de las prácticas que ejercían los inmigrantes
en sus diversos giros y oficios. Muchos galos
establecieron comercios en el primer cuadro
de la ciudad, que además de ofrecer
productos transmitieron modas, ideas,
modelos y un estilo de vida. Entre ellos los
comercios de ropa, sombreros, telas, paraguas,
muebles y novedades fueron los más
numerosos. Los hermanos Zolly, por ejemplo,
tenían una sombrerería en los portales de
D. Charnay, Ciudades y ruinas americanas, México, CONACULTA, 1994, p.58.
Una época clave en la historia
27 l
Mercaderes casi esquina con Plateros
(Madero) que imponía la moda femenina. La
firma Ebrard y Portolis con dos grandes
tiendas en las calles de San Bernardo (V.
Carranza) y en la esquina de Monterilla y
Refugio (16 de Sep. y 5 de feb.): Al Puerto de
Liverpool y A la Francia Marítima indicaban la
forma de vestir y de ajuarear las casas. A ellos
les hacía competencia el gran cajón de Jauffred
y Ollivier, Ciudad de Londres, que se encontraba
en Monterilla (16 de sep.), así como las tiendas,
A la Ciudad de México, de Victor Jacod, y La
Antigua Fábrica de Francia, que se encontraban
en la esquina de Plateros con Mercaderes, y
en la 2da calle de San Francisco (ambas en la
actual calle de Madero), muy próximas al
estudio de Eugène.
Otros franceses se dedicaron al sector de
servicios: hoteles, restaurantes, bares y cafés
donde extranjeros y mexicanos podían
conocer los ritmos de vida cotidiana, aprender
a degustar productos franceses y reunirse en
tertulias amistosas o políticas. Entre ellos
destaca la Dulcería Francesa, ubicada en la calle
de Puente del Espíritu Santo (I. la Católica y
16 de sep.), centro de reunión de damas beatas
de la alta sociedad. Ahí, Thomas Devers
proponía: Chocolats, bonbons, desserts, petits-fours,
chocolats au vainille, liqueurs... Le competía en
exclusividad la Dulcería francesa del Águila de Oro
de L. Raynaud y Cía, donde además se podían
comprar vinos y licores importados de
Francia.
Los restaurantes y cafés eran legión y muy
apreciados. Los gourmet preferían el Restaurant
français de Victor Eternaud, ubicado en la calle
de Santo Domingo, así como el Ancien Café
du Commerce, en el Portal de Coliseo Viejo (16
sep.). Para los viajeros lo mejor era el
restaurante café y Hotel de Bordeaux, en la calle
de Zuleta (V. Carranza), los sibaritas y
L 28 Javier Pérez Siller
tertulianos preferían asistir a La Belle-Union en
Espíritu Santo, que proponía pensiones de “a
25 al mes, desayunos a 4 reales y comidas de a
6”. En fin, entre los hoteles más concurridos
por los inmigrantes y viajeros se encontraba
El Hotel de Paris, en la calle de Tiburcio (R. de
Uruguay), que en 1855 había sido “ampliado
y renovado”.
Aunque existía competencia entre los
establecimientos de giros similares, también
practicaron la colaboración, ayuda y
complicidad. Esto funcionaba según las
regiones; entre paisanos del mismo pueblo o
parientes se daban la mano. Se traspasaban sus
comercios, se apoyaban con dinero o
mercancías y hasta formaban sociedades para
iniciar negocios, una práctica mercantil que se
fue extendiendo y perfeccionando hasta
convertirse, durante el porfiriato, en la base
para la creación de sociedades anónimas por
acciones. Un caso interesante es el de la
Dulcería del Paraíso Terrestre, centro de reunión
de madres de familia e hijas de los
comerciantes del centro, ubicada en la calle
del Coliseo Viejo (16 de Sep.), donde Charles
Grammond —originario de Loiret, casado,
padre de 4 hijos—, además de anunciar que
tiene el mejor surtido de dulces, subraya que
ha establecido un acuerdo formal con Charles
Plaisant, famoso “pastelero egresado de la
casa Jean Ricau, establecido en la segunda calle
35
de Plateros, y muy conocido por su trabajo”.
Y, añadimos nosotros, apreciado por señoras
de alta alcurnia... Cosa contraria sucedía en
las cervecerías de Federico Beserrer, de la
Plazuela de San Antonio, y en la de Couder y
Cía, de la plazuela de la Candelaria, antros
donde acudían numerosos tinterillos,
empleados públicos, poetastros y
trasnochados.
Otros inmigrantes se dedicaron a las
farmacias, droguerías o venta de productos
químicos. Sólo en la calle de Plateros y San
Francisco había dos: la de Auguste Frisac y la
de Louis Meunier, donde las señoras iban a
comprar sus cremas, productos de belleza y
algunos remedios y pociones para conservar
la salud. El establecimiento más famoso en
este ramo fue el de Eugène Maillefert, calle de
Tiburcio (R. de Uruguay). Fundado en 1845,
era el más antiguo almacén de productos
químicos, medicinas y farmacéuticos que
también comprendía todos los efectos y
enseres para laboratorios, boticas, hospitales,
imprentas y las artes: pintura, grabado y hasta
la fotografía. La trayectoria de Maillefert es
ilustrativa de los pioneros. Originario de la
Bourgogne, llegó a México en 1835 con dos
hermanos, Charles y Laurent, se asoció a los
hermanos Arnaud — famosos padres
fundadores del mito de los barcelonnettes—,
para crear un cajón de ropa y novedades, Las
36
Siete Puertas, que resultó muy próspero.
Pronto se independizó y estableció la
droguería, 1845, con sus ahorros se dedicó al
mantenimiento de una librería francesa, 1856,
en la esquina del Refugio y Puente del Espíritu
Santo (Palma y 16 de sep.), y a la edición de
obras prácticas. Una de ellas es el famoso
37
Directorio Comercial del Imperio Mexicano.
En fin, para belleza los franceses habían
ganado fama; sus peluquerías y perfumerías
fueron las más concurridas de la ciudad. Entre
ellas las mejores eran las de Enrique
Escabasse, la de Léon Marcou y la de los
Al Puerto de Liverpool. Si al principio la emigración gala a la
ciudad de México se dio de forma individual, una vez que
los establecimientos comerciales lograron éxito, se abrió la
posibilidad de traer otros paisanos de Francia. Así, desde
fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta del
siglo XIX inicia una emigración en cadena que continuará
hasta fines del porfiriato.
hermanos Macé, todas establecidas entre las
calles de San Francisco y Espíritu Santo. A
ellas acudía lo más granado de la sociedad,
del gobierno y del cuerpo diplomático;
encontraban los estilos más actuales para
mantener una personalidad elegante y a la
moda.
No pocos franceses se dedicaron a la
pintura, dibujo, grabado y la fotografía. Entre
ellos destaca sin duda el nombre y la obra de
Joseph Decaen; parisino que llegó a México
en 1837 y trabajó en el taller litográfico de
Federico Mialhe. Asociado con Auguste
Massé, en los años 1840 realiza importantes
ediciones ilustradas como: Don Quijote, Gil
Blas, Historia de Napoleón, o la famosa obra de
Pedro Gualdi, Monumentos de México. Para el
decenio siguiente, en sociedad con Auguste
35
“patissier sortant de la maison Jean Ricau, seconde rue de Plateros, et si avantageusement connu par son
travail”. Le Trait d’Union, 10 de janvier 1855, Num 21, Vol. 12.
36
Para la historia de los hermanos Arnaud ver: Les Barcelonnettes au Mexique. Récits et témoignages, Barcelonnette,
37
E. Maillefert, Directorio Comercial del Imperio Mexicano, México, 1867.
Una época clave en la historia
29
l
Debray, es director del Taller litográfico más
prestigiado del país. En él se formaron jóvenes
que marcarían el arte mexicano: Casimiro
Castro, L. Campillo, Louis Aude, M. Serrano
y J. Rodríguez. No es extraño que Eugène se
haya enterado, en diciembre de 1855, que el
ministerio de Fomento escogió una de las
obras de Decaen, México y sus alrededores, para
ser llevado a la exposición de París;
“representará los adelantos que en México se
38
han logrado en el arte de la litografía”.
Entre los fotógrafos, los franceses fueron
introductores. J.F.L. Prelier, cuatro meses
después de su difusión en París, trajo la
primera cámara daguerriana a México y en
1840 vendió y rifó varios aparatos. Ya para la
época de Eugène, la profesión se había
consolidado y existían algunos estudios en el
centro. En 1855, el daguerrotipista Emile
Mangel Dumesnil abrió su estudio, La Fama
de los Retratos, en la calle de Monterilla (hoy 5
de febrero). Mientras que el parisino Jules
Michaud, librero, editor, vendedor de
substancias químicas para fotógrafos y vistas
estereoscópicas, tenía una doraduría, El
Antiguo Correo, en la Primera calle de San
Francisco (Madero), a una cuadra del de
Eugène, donde instaló un estudio de retratos.
En 1859 publicó el Álbum fotográfico mexicano,
con varias vistas de la ciudad de México y sus
alrededores tomadas por Désiré de Charnay,
39
así como un álbum de tipos mexicanos.
Otro que coincidió en esa época fue el
establecimiento fotográfico de Sangredo,
Valleto y Cía, localizado, desde 1860, en la
calle de Vergara, casi esquina con San
Francisco (Bolívar y Madero). Es indudable
que la experiencia de estos pioneros
contribuyó a la creación de un oficio que, con
el tiempo, empezó a ser valorado como arte.
Entre los franceses que se dedicaron a los
libros destaca Auguste Massé, originario de
los Pirineos, con su célebre Librería Mexicana,
ubicada en el ángulo de Mercaderes y
Agustinos (16 de sep. y zócalo). Massé ofrecía
una gran variedad de libros en francés, español,
inglés y latín muy demandados por los
establecimientos religiosos. A dos cuadras de
donde atendía Eugène, en la Segunda de San
Francisco, se encontraba el famoso Cabinet de
lecture animado por el parisino Isidoro
Devaux, donde se reunía un selecto número
de personas, en su mayoría liberales, a
intercambiar ideas sobre la literatura. También
se hacían traducciones y se impartían cursos
de idioma. El profesor Guillaume Langlois
daba clases de español, francés e inglés,
adaptadas especialmente para los franceses.
El Cabinet ofrecía además las más recientes
novedades de la edición francesa. En un
anuncio aparecido en agosto de 1854 en un
diario de la capital se lee:
Isidoro Devaux previene a los amantes de la
literatura francesa que acaba de recibir las novedades:
Boucher — Le Quêteur de Cordouan, intrigues
bordelaises.
— La femme du Conviet.
Molé— Laurence de Montmeylian,
Al. Dumas— L’ingénue, moeurs de 1788.
Michel— Le nouveau péché original.
Lurine— Ici l’on aime, folies du jeun âge.
Ferry— La chasse aux cosaques.
Chaho— Safer, ou les houirs espagnoles, legendes
40
amoureuses.
38 Le Trait d’Union, 16 dec. 1855, No. 14, Vol. 12.
39 R. Casanova y Olivier Debroise, Sobre la superficie bruñida de un espejo, México, FCE, 1989, p. 54-60.
40
“Isidoro Devaux previent les amateurs de la literature française qu’il vient de recevoir les nouveautés de
juillet, parmi lesquels on remarque...” Le Trait d’Union, 25 Nov.. 1854, No. 67, Vol. 12.
L 30 Javier Pérez Siller
Armería de Morel. Además de las tiendas de ropa y
novedades, los emigrantes franceses incursionaron en tros
ramos como: los hoteles, restaurantes, bares, chocolaterías,
tocinerías, tiendas de vinos, perfumerías, farmacias,
droguerías, plomerías, venta de aparatos científicos,
maquinaria, etc. Aquí vemos la Gran armería de Morel,
antigua de El Águila de Oro, fundada por Joseph
Limantour, padre, quien amasó una respetable fortuna con
la venta de armas a conservadores y liberales.
No sabemos si Eugène era un amante de la
literatura, pero por sus escritos suponemos
que tenía un cierto nivel cultural que exigía
estar al tanto no sólo de las novedades
editoriales, sino también de la información de
lo que sucedía en México y el mundo. Para
satisfacer esa exigencia, es muy probable que
haya acudido a la prensa francesa de México.
Desde hacía más de veinte años algunos
inmigrantes galos habían iniciado esa
41
tradición. El primer periódico en francés
editado en la ciudad de México apareció en
1836, bajo el título de El Universal. Fue
remplazado en 1838 por Le Courrier du Mexique
y en 1849 por Le Trait d’Union. Fundado por
René Masson, Le Trait se convirtió en el
periódico más influyente, liberal y longevo de
todos; llegó hasta 1897, con interrupciones,
entre 1861 y principios de 1868, por censura
41
y dificultades económicas. Eugène pudo
conocer al menos siete periódicos: L’Estafette,
fundado por Charles de Barrès (1859-1866);
la Gazette Officielle de l’Empire Mexicain (18631864); l’Ere Nouvelle, de E. Masseras (18641867); La France liberale, de A. Henry (1867);
La Tribune, de E. Lefèvre (1867-1868); y Le
42
Nouvelliste de P.A. de Thier (1867).
De todos ellos los más importantes e
43
influyentes fueron Le Trait y L’Estafette. El
primero, de marcado signo republicano y
liberal, cobró mucha influencia durante la
Revolución de Ayutla, 1854-55, el periodo de
elaboración de la Constitución, y la guerra de
Reforma. Mientras que el segundo, animado
por Charles de Barrès, antiguo colaborador
de Masson y propietario de una imprenta en
la calle de D. Juan Manuel (Rep. de Uruguay),
compartía las ideas de su colega, pero era más
tibio y pasó de la crítica hacia la política
conservadora, 1859, al apoyo abierto de los
René Masson dans le Trait d’Union. Journal français universel, Sélection et prologue Françoise Dasques, México,
CEMCA, 1998.
42
Ver: Laurence Coudart, “Periódicos franceses en la ciudad de México: 1837-1911”, en J. Pérez Siller,
México Francia: memoria de una sensibilidad común, siglos XIX-XX”, México, BUAP-CEMCA-El Colegio de San Luis, pp.
107-109.
43
En realidad el fundador de L’Estafette, Charles de Barrès fue colaborador de Le Trait d’Union. En 1856
lanzó el periódico L’Independant, que sólo apareció unos meses antes de fusionarse, el primero de diciembre,
con Le Trait . Y que puede considerarse como el antecesor de L’Estafette, que apareció tres años más tarde.
Una época clave en la historia
31
l
intervencionistas. Se dice que sirvió de eco a
44
los proyectos del Mariscal Bazaine.
Los libros, las litografías, las vistas y la
prensa no sólo difundieron una sensibilidad
en el arte y la cultura, sino que también
participaron en la formación de una cultura
política y, en cierta medida, contribuyeron al
debate político.
Reproducción de principios y valores
Las prácticas de fotógrafos, libreros y
periodistas tuvieron un gran impacto en la
difusión de valores y principios. Pero su
transmisión y, sobre todo aprendizaje, fue
animado por los franceses que se dedicaron a
labores educativas. En este sector
encontramos profesores, preceptores y, sobre
todo, institutrices que ofrecían cursos privados
a individuos o familias pudientes. Es muy
conocida la historia de Mathieu de Fossey,
quien después de escapar de la tragedia de los
colonos que se ahogaron en Coatzacoalcos,
1830, se pudo mantener durante algunos años
45
dando clases particulares de francés. Algunos
se especializaron en ciertas disciplinas que
podían ser útiles para los nuevos comercios.
Así vemos a Gustave Desfontaine, por largos
años profesor de francés, proponer clases
especiales de comercio y fundar una escuela.
44
Para la juventud y la niñez de familias
pudientes había verdaderas instituciones
como: el Lycée Franco-Mexicano de San
Cosme; el Instituto Franco-mexicano dirigido
por M. Dalcour, o esta otra institución que
recién se inauguró un mes después de la llegada
de Eugène:
M. Riboulet, nuestro compatriota, exalumno de
la Escuela Normal de Macôn, habiendo realizado en
Francia sus primeras incursiones en la instrucción
pública, y honorablemente conocido, en esa función,
en México, acaba de fundar un Colegio en la 2a calle
de San Francisco No. 10, antigua casa de correos.
46
Abrirá el 2 de enero de 1855.
Algunas mujeres participaron en la educación
ofreciendo sus servicios de manera privada o
creando también colegios. La decana en este
ramo era Isaura de Saint-Vital, que desde los
años 1830 fundó una escuela consagrada a la
educación de señoritas que se convirtió en
toda una institución. A su muerte, acaecida el
9 de febrero de 1855, acudieron numerosas
francesas, pero también una legión de
mexicanas. Muchas de sus alumnas ya eran
madres de familia y exigieron a su hermana,
Clemence Saint-Vital de Villard, que
sustituyera a Isaura y continuara su labor. Se
organizaron y aportaron recursos para la
Ver: Laurence Coudart, “Periódicos franceses de la ciudad de México: 1837-1911¨, en J. Pérez Siller
(coord.), México Francia: memoria de una sensibilidad común, siglos XIX-XX, México, BUAP-El Colegio de San LuisCEMCA, 1998, pp.103-141.
45
M. de Fossey, Viaje a México, México, CONACULTA, 1994.
46
M. Riboulet, notre compatriote, ancien élève de l’École Normale de Macôn, ayant fait en France ses
premiers preuves dans l’instruction publique, et fort honorablemment connu, sous le même rapport à Mexico,
vient de fonder un collège dans la 2a rue de San Francisco No. 10, ancienne maison de Courrier. Le Trait
d’Union, 20 Dic. 1854, No.15, Vol. 12.
47
Le Trait d’Union, 17 de feb. 1855, No.32, Vol. 12.
L 32 Javier Pérez Siller
Algunos franceses fueron pioneros en la fotografía. En
diciembre de 1839, cuatro meses después de su difusión
en París, Prèlier trajo las primeras cámaras daguerrianas a
México. Para la época de Eugène, 1855, ya existían algunos
estudios como el de Dumesnil, La Fama de los Retratos, y el
de Jules Michaud. En 1859 Michaud editó el Álbum
fotográfico mexicano, con varias vistas de la ciudad de México
y sus alrededores tomadas por Désiré de Charnay, que
vemos en este retrato. Arriba, la foto del “Convento de la
Merced” aparecida en su Álbum.
47
fundación de la Institución Saint-Vital.
Frente a ese vacío, en marzo de 1855 se
anunció la creación de otra Institución
francesa, dirigida por la señora Esteva de
Grammont, en el Portal de Agustinos. Se
trataba de una escuela-internado para las
jeunnes filles. Poco sabemos de los programas
de dichas instituciones, ni del perfil de sus
egresadas, pero es seguro que esas escuelas
transmitieron saberes, valores y habilidades a
jovencitas que, con el tiempo, se
transformaron en madres y divulgaron su
aprendizaje entre las nuevas familias.
Además de esas prácticas, los franceses
contaban ya con un lugar propio donde ejercer
su sociabilidad. Desde 1842 habían fundado
la Association française et suisse de Bienfaisance et
de Prévoyance, que tenía el propósito de dar
asistencia y ayuda, moral o pecuniaria, a los
compatriotas que llegaban al país. Contaba
con una Mutuelle que servía de caja de ahorros
y de préstamos, y que en esos años resultó muy
atractiva para aquellos que no tenían recursos.
Estaba dirigida por un Consejo de
Administración que se renovaba
periódicamente. En 1855 apareció el informe
anual del consejo saliente, firmado por su
secretario, el comerciante Pierre Martin.
En él se da la lista de los nuevos miembros
electos del Consejo de Administración: Ch.
de Barrès, E. Maillefert, L. Ricou, P. Chabrol,
S. Lamy y Thomas Devers. Y se dice que de
los antiguos sólo quedaron: J-B Vivent
(originario de Oloron Saint Marie, Pirineos),
A. Allan, Barbaroux, Gougaud, Fisch y J.B.
Fortoul. El comité auxiliar quedó formado
Una época clave en la historia
33
l
48
49
por los señores Prélier , I. Devaux y A. Hue.
Una semana más tarde fue electa la mesa
directiva de la Asociación y quedaron como
presidente del Consejo de Administración,
Stanislas Lamy, comerciante parisino con
cuatro hijos; secretario, Charles de Barrès,
nuestro periodista y editor; tesorero,
Barbaroux, originario de Barcelonnette; y
contable, Isidoro Dévaux, comerciante y
animador del Cabinet de lecture.
Las prácticas de la Association estaban
inspiradas en los principios republicanos de
solidaridad que se emparentaban con las
teorías socialistas. Así lo vemos en la
propuesta de crear una especie de bolsa de
trabajo —donde se podían inscribir los que
no estuvieran ocupados o presentar
solicitudes para contratar según las
necesidades— abierta para todos los franceses
y suizos. El razonamiento es ilustrativo:
“convencidos de que el objetivo de la
institución no es solamente el de socorrer, sino
también de prevenir la indigencia entre sus
50
miembros”.
Pero si las prácticas de algunos de estos
inmigrantes siguen la orientación sugerida por
Désiré de Charnay, no todos los franceses de
México eran liberales, también los había
48
conservadores y monarquistas. En esta
primera mitad del siglo XIX la diplomacia
francesa en México se caracterizó por tener
un origen aristocrático y una actitud
conservadora. Unos días después de la llegada
de Eugène a Veracruz, desembarcó el nuevo
ministro plenipotenciario, Vizconde JeanAlexis de Gabriac, quien presentó sus
credenciales el 13 de diciembre de 1854 y
ejerció el puesto hasta julio de 1860. Lo
sustituyó el Conde Dubois de Saligny, quien
fue reemplazado a los tres años por el Marqués
de Montholon, acreditado como ministro el
12 de agosto de 1863. Alphonse Dano se hizo
cargo de la embajada desde el 25 de febrero
de 1865, hasta la caída de Maximiliano.
De los cuatro diplomáticos que conoció
Eugène, el más activo e influyente fue sin duda
el vizconde Alexis de Gabriac; hombre ultra
conservador que no tenía ninguna experiencia
diplomática, ni conocía los países
51
latinoamericanos. Su correspondencia
muestra a alguien preocupado por defender
los valores y fueros de la Iglesia católica, y
propagar las ideas monarquistas. Como
representante del gobierno de Napoleón III,
de Gabriac no era bien visto por muchos
miembros de la colonia francesa. Sobre todo
Es importante señalar que se trata de Louis Prélier, grabador en cobre, instalado en México desde 1837,
quien trajo la primera cámara daguerriana en diciembre de 1839 y tomó las primeras vistas de Veracruz y de
la ciudad de México. Ver: Rosa Casanova y Olivier Debrois, Op. cit., p.59.
49
Le Trait d’Union , enero 25, No. 26, Vol. 12.
50
En los informes publicados por Le Trait d’Union se dice que el consejo de administración, “convaincu que
le but de l’institution est, non seulement de secourrir mais aussi de prévenir l’indigence, autant que possible,
a l’honneur d’advertir les Français et Suisses établis à Mexico et dans l’intérieur qu’il est ouvert au Comité un
bureau de resnseignements ou de placements ou ceux d’entreux qui sollicitent de l’ouvrage ou des emplois
pourront se faire inscrire et donner tous les rénseignements qui leur paraitront convenables”, y añadía que
debían dirigirse a M. Devaux, au cabinet de lecture rue de San Francisco. Le Trait d’Union, 17 feb. 1855, No.
32, Vol. 12.
51
Sobre Gabirac existe una interesante memoria de maestría. Ver: Anne-Juliette Chaudieu, “Le ministère de
Jean-Alexis de Gabriac au Mexique (1854-1860)”, DEA d’etudes Ibériques, Paris-X Nanterre, 2002.
L 34 Javier Pérez Siller
por los republicanos, los socialistas y aquellos
que creyeron en la “Primavera de los
pueblos”, o que habían tenido que dejar su
amada Francia exilados por la represión que
desató el gobierno después del golpe de
estado, del 2 de diciembre de 1851. Eso
sugiere algunos motivos para comprender la
deficiente relación que existió en este periodo
entre los miembros de la colonia y los
diplomáticos galos. Y eso sugiere el por qué
muchos inmigrantes no hayan querido
acercarse a su Legación y dejar huella en sus
registros.
La “colonia francesa” de Texcoco
Sabemos que Eugène también vivió en
Texcoco, donde trabajó en una fábrica de
vidrio y formó una familia. Por lo que conviene
examinar cuál era la situación de los franceses
en esa comunidad que apenas en 1861 ganó el
título de ciudad.
No existe mucha información al respecto
pero encontramos un registro de franceses en
Texcoco para el año de 1886, que da algunas
52
luces al respecto. Y que permite ver
retrospectivamente lo que era 18 años antes.
En la lista se cuentan 53 miembros: 12
hombres, 10 mujeres y 31 niños. Una
comunidad para nada pequeña, dadas las
dimensiones del pueblo. La lista detallada
contiene nombre, edad, lugar de nacimiento,
estado civil, número de hijos, profesión y
residencia. Ahí aprendemos que la colonia
francesa cuenta con sólo 13 jefes de familia:
siete hombres casados, una viuda y cinco
solteros. Los niños son 26.
Por medio de las prácticas de los inmigrantes galos,
realizadas en sus negocios y actividades, no sólo se
introdujeron saberes, técnicas y oficios nuevos, sino que
además se transmitieron principios y valores que
alimentaron a la sociedad mexicana. Los periódicos, las
librerías y las escuelas, participaron también en la
reproducción de valores y modelos de vida.
De esta comunidad gala llama la atención
que la mayoría manifiesta ejercer la profesión
de vidriero, lo que hace suponer que trabajan
para una fábrica de vidrio, en total ocho. Y de
ellos cinco son originarios del mismo pueblo:
Rive-de-Gier, en la Loire, cerca de Lyon y
Saint Etienne, lo que supone una emigración
52
CADN, Legation française à Mexico, Serie B, carton 81, “Implantation française au Mexique au 30 mai
1886”, y “Recensement des Français et de leurs familles résidants à Texcoco et dans ses localités”.
Una época clave en la historia
35
l
en cadena. Los cuatro restantes son hijos de
dos de ellos. La lista es ilustrativa:
Zeller, Jean-Baptiste, 56 años, casado, tiene siete
hijos no naturalizados
Frantz, Victor, 53 años, casado con tres hijos
naturalizados
Baichot, Joseph, 44 años, casado, cinco hijos no
naturalizados
Baichot, Joseph jr., 21 años, nacido en España,
naturalizado francés
Baichot, Jacob, 19 años, nacido en España
naturalizado francés
Gagnier, Eugène, 30 años, casado, un hijo
Raymond, Jean-Baptiste, 33 años, soltero
Rapp, Achiles, 28 años (Aveyron), soltero
Por sus edades podemos suponer que Jean
Zeller, Victor Franz y Joseph Baichot llegaron
en la época en que Eugène vivió en Texcoco
(entre 1859 y 1865) y tendrían entre 20 y 30
años. Podemos suponer también que se
casaron, tuvieron hijos y vivieron en ese lugar.
Y que esas familias y esos niños convivieron
con los de Eugène.... pero no dejan de ser
suposiciones.
En todo caso las preguntas son más
numerosas que las respuestas y merece la pena
formular algunas: ¿Cuál fue la actitud de
Eugène frente a sus compatriotas en la ciudad
de México y en Texcoco?, ¿cómo se insertó
en ese mundo de inmigrantes al que no sólo
pertenecía por cultura y lengua, sino también
por complicidad en su auto exilio?, ¿cómo
logró formar una familia?, ¿cuál fue el
entramado de situaciones políticas y
circunstancias en las que tuvo que tomar
decisiones y posiciones?
53
III. El paisaje político: dos proyectos de nación
En el largo trayecto desde Veracruz a la
ciudad de México, Eugène se informó sobre
la situación política. Notó la agitación y
escuchó hablar sobre el levantamiento del
general Juan Álvarez contra el gobierno. Le
comentaron que Santa Anna era el hombre
fuerte del país, que con principios políticos
cambiantes —republicano, centralista,
conservador, clerical, militarista y
monarquista— pudo dirimir la confrontación
entre los dos partidos más antiguos e
influyentes: el conservador y el liberal, y pudo
controlar los hilos del poder por más de treinta
años. Desde marzo de 1854 enfrentaba una
oposición armada que se extendía cada día
más.
Se trataba de un grupo de liberales,
encabezados por el viejo insurgente Juan
53
Álvarez que apoyado en militares jóvenes,
activos comerciantes, el bajo clero y sectores
urbanos se oponía a las pretensiones
monárquicas de Santa Anna. En el Plan de
Ayutla, este grupo exigía regresar a las
libertades civiles, cancelar los fueros de que
gozaban el clero y los militares, eliminar la
ingerencia de la Iglesia en la vida política,
desamortizar sus cuantiosos bienes, dividir la
propiedad agraria, garantizar la libertad de
cultos y crear un gobierno representativo
basado en la división de poderes. Para ello se
proponían deponer al “dictador”, llamar a
elecciones y establecer un constituyente que
redactara una nueva Carta Magna. Las tropas
del gobierno no habían podido acabar con
ellos. En diciembre la situación era incierta.
El general Juan Álvarez participó en la guerra de independencia al lado de Vicente Guerrero.
L 36 Javier Pérez Siller
la alta sociedad urbana— había alcanzado un
gran prestigio. Después de la separación de
Texas, 1836, José María Gutiérrez de Estrada
había propuesto la idea de establecer una
monarquía bajo la protección de alguna casa
real europea. Creía que sin el respaldo del
Viejo Mundo, el país caería víctima de la
expansión de los angloamericanos. La invasión
de los Estados Unidos y la pérdida de la mitad
del territorio, 1846-1849, dieron razón a esas
ideas y fortalecieron la popularidad del
partido conservador. Apoyado en una
sublevación militar, Santa Anna regresó al
poder en abril de 1853 y formó un gobierno
bajo la dirección de Lucas Alamán, líder de
los conservadores.
Alamán quería adoptar un modelo
monarquista y apoyarse en Francia para
lograrlo. En una conversación con el ministro
de ese país, André Levasseur, reveló sus
aspiraciones:
Animados por sus partidarios, desde la independencia dos
proyectos de nación se enfrentaron: el monárquista y el
republicano. Ante la separación de Texas, 1836, Gutiérrez
Estrada publicó una carta al presidente donde advertía que
el país podría ser víctima de la expansión norteamericana y
proponía establecer una monarquía católica y absoluta con
un príncipe europeo, como remedio para salvar al país.
Decía que ese sistema se “acomoda a las tradiciones, a las
necesidades y a los intereses de un pueblo que desde su
fundación fue gobernado monárquicamente”.
También le dijeron que desde los años 1840
el partido conservador —formado por
militares de carrera, alto clero, hacendados y
…en Francia, sobre todo, fundamos nuestras
esperanzas pues sabemos lo que ha hecho y aún puede
hacer por nosotros. A la población francesa establecida
en nuestro territorio debemos el desarrollo de todas las
artes útiles [...] queremos alentar lo más posible la
emigración francesa hacia México [...] pero para atraer
a los franceses es necesario que les garanticemos una
protección fuerte y justa [...] usted sabe cuáles
principios políticos queremos hacer prevalecer aquí, son
los que su ilustre soberano ha sabido imponer
valientemente en Francia y fortalecido en Europa [...]
Queremos calcar nuestras instituciones de las de
Francia, incluso querríamos seguir su ejemplo hasta
54
el fin estableciendo aquí una monarquía hereditaria...
54
Lilia Díaz, Versión francesa de México. Informes diplomáticos, 1853-1867, México, El Colegio de México, Vol. 1,
pp. 42-43.
Una época clave en la historia
37
l
Sin embargo, una pulmonía cortó la vida de
Alamán, y fue remplazado por líderes
militaristas que vaciaron de perspectiva sus
proyectos: se acentuaron los rasgos represivos,
se fortalecieron los fueros de la Iglesia y de
los militares y, con la venta del territorio de la
Mesilla a los Estados Unidos, por diez millones
de pesos, de los cuales solo recibió siete, Santa
55
Anna perdido toda legitimidad.
Al llegar a la capital, en esos primeros días
de diciembre, Eugène fue testigo de un
plebiscito donde se consultaba si Su Alteza
Serenísima —título oficial atribuido al
presidente Santa Anna— debería o no
continuar a gobernar con los poderes y
facultades dictatoriales que se le habían
56
atribuido. Los resultados oficiales fueron
dados a conocer el sábado 3 de febrero de
1855. Para celebrar la continuidad la ciudad
permaneció iluminada hasta el lunes 5, por ser
el día de San Felipe de Jesús, beato mexicano...
La Revolución, mientras tanto, ganaba
adeptos y se extendía a todo el país. El coronel
Ignacio Comonofort se había adherido a ella,
así como algunos intelectuales de gran prestigio
exilados en Nueva Orleáns. Las campañas que
dirigieron Comonfort en Michoacán, los
triunfos alcanzados por el general Santiago
Vidaurri en el Norte y las tentativas de
conspiración que estallaron en la ciudad de
México, desde julio, obligaron a Su Alteza
Serenísima a abdicar. Así, en medio de la
algarabía popular que constató Eugène, el 16
55
de septiembre los revolucionarios entraron a
la capital. Eligieron un gobierno provisional
presidido, primero, por Juan Álvarez y luego
por Comonfort, y nombraron ministros a
Benito Juárez, Melchor Ocampo, Ponciano
Arriaga, Guillermo Prieto y José María
Lafragua.
El triunfo del Plan de Ayutla significó el
inicio de la confrontación entre las nuevas
generaciones de liberales y conservadores.
Los viejos que habían participado en la
independencia y dominado la esena política
—representados por Santa Anna y Juan
Álvarez— pasaban a la historia, mientras que
los jóvenes, evocando modelos monarquistas
o republicanos, se empeñaron en diseñar el
futuro del país. El proceso abarca tres fases:
la de Reforma, 1855 a 1857, donde se
confrontan concepciones jurídicas para dar
forma y sentido a la sociedad; la guerra de
tres años, 1858 a 1861, donde se miden y
enfrentan por la vía de las armas; y la de la
intervención, 1861 a 1867, donde con el apoyo
externo de Napoleón III los conservadores
legitiman el Imperio de Maximiliano, y los
liberales, apoyados en un complejo juego
geopolítico, resisten y alcanzan el triunfo.
La lucha por las leyes
Una vez en el poder, entre noviembre de 1855
y noviembre de 1857, los liberales pusieron
en marcha su reforma en tres frentes: el
El 30 de diciembre de 1853 termina el arreglo de una disputa territorial que había “comenzado” en abril
entre los gobiernos de Nuevo México y el de Chihuahua. Después de amenazas diplomáticas, movilización
del ejército americano a la frontera, el gobierno firmó un tratado y recibió como indemnización 10 millones
de pesos.
56
El plebiscito se organizó desde el 1ero de diciembre de 1854. En la Ciudad de México los resultados de
la votación fueron: 12452 votos por el SI, y uno por el NO, cifras oficiales.... Le Trait Union, 12 de diciembre
de 1854, No. 13, Vol. 12.
L 38 Javier Pérez Siller
jurídico, el político y el militar. En el terreno
jurídico se diseñan, discuten, aprueban y
aplican algunas leyes que tienden a separar la
Iglesia del Estado —“Ley Juárez” que suprime
los fueros militares y eclesiásticos, “Ley
Lafragua” que da la libertad de imprenta, “Ley
Lerdo” que impone la nacionalización y venta
de bienes de la iglesia, “Ley Iglesias” que
suprime los derechos y obvenciones
parroquiales— , aseguran la secularización de
la vida pública y permiten seamortizar algunos
bienes de la Iglesia para minar su poder
material y “hacer circular la riqueza”. Esta fase
concluye el 5 de febrero de 1857 con la
aprobación de la Constitución, liberal,
republicana y laica; ¡día de San Felipe de Jesús!
En el terreno político la agitación fue
máxima: se llamó a elecciones para formar al
constituyente —que inició sus trabajos el 17
de febrero de 1856—, se for maron
numerosos clubes en la capital y principales
ciudades del país donde se discutían todo tipo
de proyectos. La prensa se convirtió en una
generadora de opinión sobre los modelos a
seguir. Es el momento de mayor actividad e
influencia de los periódicos galos: Le Trait
d’Union y L’indépendant. En los foros públicos
se respiran las ideas emanadas de la
Revolución francesa, sus modelos políticos y
sociales, la Declaración de los derechos del
hombre, las for mas de gobierno, la
57
distribución de la tierra.
Pero también es el momento de mayor
crítica por parte de la diplomacia gala hacia el
proyecto liberal: se opone a la separación de
la Iglesia y el Estado, a la secularización de la
La habilidad del general Santa Anna le ayudó para convertirse
en mediador necesario entre los partidos y mantener las
riendas del poder. Sus posturas republicana, centralista,
conservadora, clerical y hasta liberal dependían de las
circunstancias. Ofreció apoyo a Maximiliano para combatir
a Juárez, al ser rechazado, escribió a Don Benito para ofrecer
su espada...
vida social, y apoya las gestiones de
conservadores —Gutiérrez Estrada,
Almonte, Radepont, T. Murphy— que
solicitan la intervención de Napoleón III para
establecer una monarquía y crear un equilibrio
58
ante las pretensiones de Estados Unidos.
En varias ocasiones Alexis de Gabriac acusa
a sus compatriotas, en particular a René
57
Para la influencia de los modelos franceses en esta fase ver: J. Covo, Las ideas de la Reforma en México (18551861), México, UNAM, 1983.
58
Ver: Lilia Díaz, “Embajadores de Francia en la Intervención”, en Historia mexicana, México, El Colegio de
México, Vol. XXXVIII, No.1, 1988, pp.5-42.
Una época clave en la historia
39 l
Masson y Charles de Barrès, de tener
posiciones “republicanas exaltadas”, de
favorecer “la lucha entre castas y grupos” y
de ser financiados por Miguel Lerdo de
Tejada, ministro de Hacienda.... al punto que
el 10 de julio de 1856 un grupo importante
de franceses hizo una manifestación, frente a
las oficinas de la Legación, para protestar
contra su actitud conservadora y la política
expansionista de Napoleón III en Italia.
El gobierno tuvo que hacer frente a la
oposición clerical que se opuso usando todos
sus medios para impedir la aplicación de las
leyes reformistas. Se negaron a que los
burócratas jurasen la Constitución,
castigándolos hasta con la excomunión para
aqullos que así lo hicieran. Algunos obispos
alentaron la subversión y fueron amonestados;
el de Puebla, Pelagio Antonio de Labastida y
Dávalos fue expatriado y la Compañía de
Jesús fue suprimida. El Papa Pío IX —que
enfrentaba las tropas republicanas de
Garibaldi con la ayuda francesa— condenó
las leyes “Juárez” y “Lerdo”, mientras que en
Guadalajara, en una ceremonia solemne, el
obispo decretó la excomunión al Presidente
y a sus ministros. Los liberales trataron de
negociar con la Iglesia, enviaron una
representación a Roma para firmar un
concordato (práctica que desde Napoleón I,
1803, se venía aplicando) pero no fue recibida
por su Santidad. En medio de ese ambiente
de oposición creciente, que seguramente
constató Eugène, se realizaron las primeras
elecciones presidenciales. El 18 de noviembre
de 1857, el Congreso declaró presidente
constitucional a Ignacio Comonfort y
proclamó a Benito Juárez presidente de la
Suprema Corte de Justicia.
Agotado el terreno de las ideas, de las leyes
y de la negociación, la confrontación se
L 40 Javier Pérez Siller
desplazó al campo militar. Después de dos
sublevaciones fallidas —una encabezada por
los generales Félix Zuloaga y Haro y Tamariz
a fines de 1855, y la otra por el general Orihuela
en Puebla, octubre de 1856— los
conservadores lanzan el Plan de Tacubaya, en
diciembre de 1857, que exige la suspensión
de la Constitución y de las leyes reformistas,
llama a un nuevo constituyente, pero reconoce
la autoridad del presidente. Comonfort
titubea, por unos días se unie al Plan, luego se
arrepiente y Zuloaga aprovecha para
sublevarse en la capital y hacerse cargo del
poder Ejecutivo, derogar la Constitución y
establecer un régimen conservador.
Los republicanos, por su parte,
contraatacan. En calidad de presidente de la
Suprema Corte de justicia, Benito Juárez
reclamó la presidencia —de acuerdo a la
Constitución de 1857— y restableció el
gobierno constitucional en Guanajuato.
Rapidamente su autoridad fue reconocida por
muchos gobernadores, pero su debilidad
militar lo obligó a peregrinar, de una ciudad a
otra, para refugiarse de las tropas
conservadoras hasta que llegó a Veracruz, en
mayo de 1858, restableció el gobierno y
declaró al puerto capital de la República.
Un país con dos presidentes
Inicia así “la guerra de tres años”, en la que
conservadores y republicanos se disputan
pedazos de legitimidad y de territorio: los
primeros desde la ciudad de México, bajo la
presidencia, primero, de Zuloaga, luego, del
joven general Miguel Miramón. Y los
segundos desde Veracruz, con Benito Juárez
y sus ministros. Los conservadores controlan
la metrópoli y los estados del centro y el Bajío;
los liberales Veracruz, los estados del Golfo
“Fue tal el escándalo causado por la Constitución” (Justo
Sierra). “Desde que llegó a mis manos […] sentí la necesidad
de amonestar a los fieles... no podían prestar el juramento
prevenido en ella sin hacerse reos de un pecado muy
enorme” (Obispo Munguía). “Usaré todos los medios
que caben a mis facultades, para sostener ese Código
sagrado cooperando al desarrollo de los principios
humanitarios que contiene, a fin de que eche raíces
profundas en los corazones de los mexicanos” (Benito
Juárez).
y del norte. Ambos crean leyes favorables a
su proyecto, dirigen la administración, buscan
ganar batallas y negocian apoyos externos.
La actitud de las potencias ante los dos
gobiernos fue distinta. Mientras que España,
Estados Unidos y Hamburgo reconocieron a
Benito Juárez, las otras, encabezado por
Francia, se iclinaron ante Zuloaga y Miramón.
Este último negoció el tratado Mont-Almonte
con España donde se comprometió a pagar
exageradas reclamaciones españolas. A pesar
de la protesta del gobierno de Juárez y de
algunas potencias, el tratado fue aprobado y
firmado en París. Los conservadores lograron
así una victoria diplomática que coronaron
con un préstamo concedido por el banquero
59
Jean-Baptiste Jecker; a cambio de reconocer
una deuda de 15 millones de pesos, el
gobierno de Miramón sólo recibió 723 mil
en efectivo y 468 mil en vestuario y equipo
militar usado.
Los Estados Unidos, por su parte,
reconocieron al gobierno de Benito Juárez y
enviaron a su representante, Robert MacLane,
a negociar un tratado que otorgó a Estados
Unidos el derecho, a perpetuidad, de tránsito
por el istmo de Tehuantepec. El tratado no
fue ratificado por el Senado norteamericano,
pero dio legitimidad internacional al gobierno
republicano y abrió las puertas para apoyos
militares y financieros, aunque tuvo —sigue
teniendo— un costo político muy alto para
los liberales.
Fue durante este periodo, —enero de 1858
a diciembre de 1860— cuando las gestiones
de la diplomacia francesa se activan. No sólo
porque el vizconde de Gabriac difunde sus
ideas monarquistas, sino porque apoya las
gestiones en Europa de los monarquistas
mexicanos y trata de convencer a París de la
59
Jecker nació en territorio francés, ahora suizo, llegó a México en los años 1840, se dedicó al comercio,
participó en varias sociedades, la primera Jecker, Labadie y Cavalier, otra la de Jecker, de la Torre y Cía. y
apoyó a los filibusteros franceses que invadieron Sonora entre 1852 y 1854. Antes de otorgar el préstamo
quebró y se quedó con 113 mil pesos de la Société française et suisse de prévoyance, que se dice que pagó durante
el Imperio.
Una época clave en la historia
41
l
necesidad de una intervención en México,
alegando argumentos geoestratégicos: “frenar
la influencia angloamericana, establecer un
equilibrio y fortalecer la presencia francesa en
60
el Caribe”. Se dedica, además, a denunciar
61
la simpatía pro liberal de algunos franceses.
En una carta a París reconoce: “es curioso
constatar que hoy los extranjeros están
divididos en dos campos: del lado de los
conservadores, los españoles; del lado de los
62
radicales, los franceses”. Su influencia entre
el cuerpo diplomático y el gobierno de
Miramón creció de forma desmedida. Al
punto que, a pesar de la insistencia de sus
compatriotas para pedir su protección, el
periódico Le Trait d’Union fue suspendido por
el gobierno conservador y René Masson fue
perseguido, encarcelado y se vio obligado a
63
salir en exilio hacia Nueva Orleáns.
La guerra entre los proyectos era a muerte.
Atrincherados en las dos capitales: México y
Veracruz, sus ejércitos trataron de conquistar
la plaza enemiga. En 1859, mientras Miramón
se lanza contra el puerto, Santos Degollado
sitia la capital —de marzo 18 al 11 de abril—
pero fue derrotado. En marzo de 1860,
Miramón compra unos buques españoles en
la Habana, intenta sitiar Veracruz por tierra y
60
atacar por mar, pero la corbeta Saratoga, de
la armada de Estados Unidos, los detiene...
es el famoso “incidente del puerto de Antón
Lizardo” sobre el que José Manuel Hidalgo
protestó ante el ministro de relaciones
exteriores de Francia y pidió ayuda de
Napoleón III para hacer frente a los Estados
Unidos que favorecían:
[…] al partido demagogo de Veracruz [ y] ha
tomado la costumbre de hacer todo lo que le plazca en
América sin preocuparse ni de Europa ni de la opinión
general que tan severamente reprueba sus actos ...
México se dirige con firmeza a S.M. el emperador
Napoleón, y espera que el gobierno francés no le faltará
en estos momentos en que se trata de salvar una
nacionalidad de la raza latina y de hacer respetar los
64
derechos de las naciones.
En septiembre de 1860, las fuerzas liberales,
por su parte, expropian una conducta de plata,
de particulares de San Luis Potosí, valuada en
más de un millón de pesos que les permitió
65
reorganizar y equipar el ejército. Exhaustas
sus arcas, debilitado el gobierno, con soldados
desmoralizados, Miramón fue derrotado en
diciembre de 1860 en Calpulalpan. El día de
Navidad se refugió en la legación francesa,
Ver A-J Chaudieu, Ob. cit., p.
Es el caso de las denuncias repetidas que envía a París contra los periodistas de Barrès y Masson, y sus
compatriotas Latapie, Desfontaines, Bablot, Caire, Laurier, Prager, Isidoro Deveaux, Gustave y Edourd
Desfontaines, el Dr. des Nolhac, entre otros... Ver: Francisco López Cámara, “Los socialistas franceses en la
Reforma mexicana”, en Historia Mexicana, México, oct-dic 1956, Vol. IX, No 2, pp. 269-273.
62
“Il est curieux de voir aujourd’hui les étrangers divisés en deux camps. Du côté des conservateurs, les
Espagnols; du côté des radicaux, les Français”, Carta del 20 de octubre de 1858, citada por Francisco López
Cámara, Op. cit., p.270.
63
Sobre la prohibición del periódico, su cambio de nombre, la suspensión definitiva, y el arresto y exilio de
Masson ver : F. Dasque, René Masson das le Trait d’Union. Journal français universel, Méixco, CEMCA-UNAM, 1998,
pp. 287-289.
64
Lilia Díaz, “Embajadores... Op. cit., p.26.
65
Por este acto Juárez pidió la renuncia de Santos Decollado, quien fue sustituido por González Ortega.
61
L 42 Javier Pérez Siller
donde el nuevo ministro, Dubois de Saligny,
le ayudó a salir rumbo a Europa; fue recibido
como estadista por Napoleón III y la Reina
Isabel II. El sueño de una monarquía para
México seguía ganando promotores y
numerosos adeptos en el Viejo Mundo.
El paciente Emperador abandonado
El triunfo de los republicanos era efímero. Si
Juárez fue recibido con entusiasmo y algarabía
el 11 de enero de 1861, en la ciudad de México,
la lucha se había desplazado a nivel
internacional. Su gobierno podía continuar
sembrando la reforma pero no podía tocar
los intereses extranjeros. El decreto de
suspensión de los pagos de la deuda externa,
julio 17, fue dio motivos para que los
representantes de Gran Bretaña y Francia se
uniesen, rompieran relaciones con el gobierno
de Juárez y fabricaran el pretexto de la
intervención.
Esa noticia activó el anhelo del grupo de
mexicanos conservadores que se encontraba
en Europa. Los más activos fueron Gutiérrez
de Estrada, Juan N. Almonte y José Manuel
Hidalgo. Este último se había ganado la
simpatía de la emperatriz Eugenia y de
Napoleón III . En una entrevista con el
emperador se refirió a lo ocurrido en México
y señaló:
Inglaterra, del mismo modo que Francia y España,
irritados por la política de Juárez, enviará barcos a
nuestros puertos. Ahí tenemos, Majestad, la
intervención inglesa que necesitábamos, Francia no
procederá sola […] México ante las tres banderas
unidas, reconocería todo el poder y la superioridad de
66
Hasta 1867 los diplomáticos franceses apoyaron las causas
de los conservadores. Durante las negociaciones con la
comisión tripartita, el conde Dubois de Saligny se opuso a
todo entendimiento con el gobierno y presentó exigencias
imposibles: el pago de 60 millones de francos por
reclamaciones de súbditos franceses y la totalidad de bonos
Jecker. Había llegado a México nombrado por
recomendación de Morny, medio hermano de NapoleónIII,
que poseía un porcentaje de los bonos Jecker...
esta alianza y la inmensa mayoría del país podría
apoyarse sobre las potencias intervencionistas, aniquilar
a los demagogos y proclamar la monarquía, que es lo
66
único que puede salvar a la nación...
La convención de Londres, octubre de 1861,
entre los representantes de España, Francia y
Gran Bretaña fue el pacto para mandar las
escuadras a México. Pero la coyuntura
internacional ya era favorable. El 12 de abril
había estallado la guerra de secesión en
Estados Unidos y Napoleón III vio la
Citado en Lilia Díaz, “Embajadores...”, Op. cit., pp.36-37.
Una época clave en la historia
43
l
oportunidad para establecer su arbitraje en
América: apoyar las fuerzas del sur esclavista,
fortalecer un gobierno estable en México y
convertir en realidad su sueño de establecer
un Imperio latino. Las escuadras llegaron a
Veracruz cuando Juárez había derogado la
famosa ley de suspensión de pagos y, a pesar
de que ingleses y españoles quedaron
satisfechos con el Tratado de la Soledad,
Dubois de Saligny —acompañado de Juan N.
Almonte recién llegado de Europa— rompió
el dialogo y dio la orden para que el ejército
francés avanzara.
La resistencia en Puebla, al vencer primero
a las tropas de Lorencez el 5 de en mayo de
1862 y detener, después, al general Forey con
sus treinta mil hombres, en mayo de 1863, fue
precaria. Puebla cayó y, al mando del mariscal
Bazaine, los franceses ocuparon la ciudad de
México el 7 de junio. Para diciembre ya
controlaban la mitad del territorio. Se crea
entonces la Regencia del Imperio, integrada por
Juan N. Almonte, Mariano Salas y el arzobispo
Labastida y Dávalos. Y se ofrece el trono a
Maximiliano, que desde fines de 1861 espera
paciente el momento...
Se firman los tratados de Miramar y con el
apoyo del Papa Pío IX, cuantiosos recursos
otorgados por Napoleón III y el aval de los
reyes europeos, la pareja imperial emprende
la aventura. Llegan a Veracruz y, ante la
solemnidad de la alta sociedad y la febril
contemplación del pueblo, el 12 de junio
entran a la ciudad de México para tomar
posesión de su cargo. La fugaz aventura se
desarrolla en tres momentos. Durante el
primero, junio de 1864 a febrero de 1865,
forma un gobierno mediador —integrado
por conservadores, clericales, pero también
algunos liberales moderados—, amplía las
conquistas militares —del centro y sur, cae
prisionero Porfirio Díaz— y aplica una
L 44 Javier Pérez Siller
política que reconoce la libertad de cultos,
legitima la venta de bienes de la iglesia y da
protección a las comunidades indígenas. Esto
tuvo consecuencias funestas en el segundo
momento, de marzo de 1865 a abril de 1866,
donde pierde todos sus apoyos: lo abandonan
los monarquistas —Gutiérrez Estrada, José
Manuel Hidalgo, Francisco Arrangois—;
recibe las protestas de la Iglesia —arzobispo
Labastida y Dávalos y del Papa Pío IX que
rechaza el armisticio propuesto por la
comisión imperial— y su fuerza interna se ve
totalmente debilitada. La catástrofe inicia
desde abril de 1866 y concluye con su
fusilamiento.
Los republicanos tuvieron fe en la justeza
de su proyecto. La victoria, ciertamente
heroica, de Ignacio Zaragoza fue espiritual y
se convirtió en fuerza movilizadora para la
resistencia republicana ante los
intervencionistas y para articular la unidad
nacional. Frente a la intervención y el Imperio,
el gobierno de Juárez retoma la peregrinación
y se prepara para una larga resistencia: se
establece en San Luis Potosí, luego en
Monterrey, finalmente en Chihuahua y se
refugia en Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez).
Durante tres años, organiza desde ahí la lucha
contra la invasión. “La historia nos juzgará”
respondió a Maximiliano en una carta donde,
además, le reclamó el haber aceptado invadir
un país independiente y usurpar el poder
legítimamente establecido. La batalla era
moral, las armas diplomáticas y la fuerza
residía en la dignidad y soberanía de una patria
y en la certeza de su nacionalidad.
Desde abril de 1865 la situación
geopolítica vuelve a cambiar. Alemania va en
guerra contra Austria para consolidar su
unidad; una potencia emerge. Mientras que en
Estados Unidos los unionistas vencen y
termina la guerra de secesión. En julio
Washington ratifica el reconocimiento del
gobierno de Juárez y exige la salida del ejército
francés. Todo se acelera en 1866:Napoleón III
se da cuenta del enemigo potencial que crece
más allá del Rin y busca aliados. En febrero,
establece un tratado de amistad con Estados
Unidos y fija el retiro de sus tropas de México.
Manda un enviado especial para convencer a
Maximiliano de abdicar y evitar el drama;
hasburgo de origen, su Majestad acepta
pacientemente el patíbulo. En la medida que
salen las tropas francesas, los republicanos
ocupan las plazas, logran sitiar Puebla y vencen
los reductos del ejército imperial. El 29 de
junio de 1867, en el Cerro de las Campanas
concluye la aventura con su vida.
“La patria recobrada”, los juaristas entran
a la ciudad de México el 17 de julio para
restablecer la República, aplicar la
Constitución de 1857 y hacer efectivas las leyes
de reforma. El proyecto había vencido a su
rival, pero aún quedaba el desafío de aplicar
normas que distaban mucho de la cultura que
tenía la soiedad. El fondo del drama eran los
modelos de sociedad que se debatían en
occidente: la libertad contra los privilegios, la
República contra el Imperio, la tolerancia
contra el autoritarismo. Visionario, el gran
Victor Hugo lo había preconisado en su carta
de 1861 enviada a los poblanos:
el atentado contra la República mexicana, continúa
el atentado contra la República francesa. Una
emboscada completa la otra. El imperio fracasará,
así lo espero, en su tentativa infame, y vosotros
67
venceréis.
Llegó por fin el 5 de febrero ¡ Día de San... (¡San Felipe de
Jesús!), señalado para la evacuación de la capital. Desde
muy temprano se quitó la bandera francesa que flotaba en
el palacio de Buenavista y poco después las tropas francesas,
retirándose de los diversos puntos que ocupaban, se fueron
a forma en la calzada de la Piedad y en el Paseo Nuevo [...]
las calles por donde tenían que pasar estaban llenas de una
inmensa muchedumbre en medio de un gran silencio.
(Agustín Rivera).
Las concepciones de sociedad que se
oponían desde fines del siglo XVIII encontraban
tregua: el modelo imperial, monárquico,
jerarquizado y autoriatrio quedaba en el
pasado, mientras que el modelo republicano,
liberal, democrático y tolerante anunciaba el
porvenir. Su aplicación mostraría el arduo
camino por recorrer. ¿Qué tan consciente fue
Eugène de los procesos que vivió el país y de
los que fue testigo?, ¿dé que forma participó
en ellos?, ¿hasta dónde esos procesos
afectaron sus planes o cambiaron su
derrotero?
67
«L’attentat contre la République Mexicaine cotinue l’attentat contra la République Française. Un guet-apens
complète l’autre. L’Empire échouera, je l’espère, dans sa tentative infâme, et vous vaincrez». Carta de Victor
Hugo a los poblanos durante el sitio de 1863.
Una época clave en la historia
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Gobernantes de México
1. Gral. Antonio López de Santa Anna
(20 abr. 1853 al 12 ago. 1854)
Gral. Martin Carrera,
(15 ago. al 12 sep. 1855)
L 46 Javier Pérez Siller
Gral. Juan Álvarez
(4 oct. a 11 dic. 1855)
Gral. Ignacio Comonfort
(11 dic. 1855 a 21 ene. 1858)
en tiempos de Eugene (1854-1868)
Gral. Félix Zuloaga
(23 ene. a 2 feb 1859)
Gral. Miguel Miramón
(2 feb. 1859 a 24 dic. 1860
Lic. Benito Juárez
(19 ene 1858 a 18 jul. 1872)
Integrantes de la Junta Superior de Gobierno
(18 jun. 1863 a 20 may 1864)
Gral. Juan N. Almonte
Arz. Pelagio Antonio de
Labastida y Dávalos
Emperador Maximiliano I
Emperatriz Carlota
(10 abr. 1864 a 15 may 1867)
Nota: Solo presentamos a los más importantes, algunos gobernantes dejaron el puesto un breve tiempo, para simplificar
hemos tomado las fechas extremas. El Arzobispo Labastida y Dávalos se separó de la Junta el 28 nov. 1863, en la que
también participó Mariano Salas.
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