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EFECTOS DE LA ROMANIZACIÓN EN LA IDENTIDAD COMÚN DE HISPANIA Romanización es el proceso de aculturación que experimentaron las diversas regiones conquistadas por Roma, por el que dichos territorios incorporaron los modos de organización político-sociales, las costumbres y las formas culturales emanadas de Roma o adoptadas por ella. En el caso correspondiente a la península Ibérica, fue de diferente intensidad según las zonas —mayor en el sur y este peninsulares— y se produjo en distintos momentos (más tardío en el oeste y norte). La Romanización de España empezó en el 218 a. C., cuando un ejército del Imperio desembarca en Ampurias en el marco de la segunda guerra púnica. Muy pronto dominó la franja mediterránea y el sur. Pero la conquista militar del resto de Hispania fue un proceso lento que dura casi dos siglos, desde el 218 a.C. al 19 d.C. Conforme se produce la conquista comienza la romanización de Hispania. Esta no se produjo con la misma profundidad y facilidad en todas partes, ya que los pueblos prerromanos tenían un carácter muy diferente según su localización geográfica. Así, las zonas previamente bajo influencia griega o fenicia (el sur y el levante) fueron fácilmente asimiladas, mientras aquellos que se resistieron a la dominación romana (los pueblos del centro y del oeste) tuvieron un periodo de asimilación cultural mucho más prolongado. En el norte la conquista fue muy tardía y la asimilación cultural más superficial. En este proceso las culturas prerromanas perdieron su lengua y sus costumbres ancestrales, a excepción del idioma euskera, que sobrevivió en las laderas occidentales de los Pirineos donde la influencia romana no fue tan intensa. La cultura romana se extendía conjuntamente con los intereses comerciales de Roma, demorándose en llegar a aquellos lugares de menor importancia estratégica para la economía del Imperio. De este modo, la costa mediterránea, habitada antes de la llegada de los romanos por pueblos de cultura ibérica que ya habían tenido un intenso contacto con el comercio griego y fenicio), adoptó con relativa rapidez el modo de vida romano. Los vehículos de romanización fueron: La difusión del latín: de las lenguas prerromanas solo subsistió el vascuence. Los militares, funcionarios y comerciantes romanos que llegaron a Hispania. La creación de numerosas ciudades. La aplicación del derecho romano (leyes, concepción del Estado...). La aceptación de la religión politeísta romana y, posteriormente, en el siglo I del cristianismo. A lo largo de los siglos de dominio romano sobre las provincias de Hispania, el modo de vida de Roma se impuso con muchísima fuerza en la población indígena, a la que se sumó una gran cantidad de itálicos y romanos emigrados, formando finalmente la cultura hispanoromana. La civilización romana, mucho más avanzada y refinada que las anteriores culturas peninsulares, tenía importantes medios para su implantación allá donde los romanos querían asentar su dominio, entre los cuales estaban: La creación de infraestructuras -calzadas, puentes...- en los territorios bajo gobierno romano. La urbanización: a las ciudades llegan servicios públicos utilitarios y de ocio, como acueductos, alcantarillado, termas, teatros, anfiteatros, circos, etc. 1 La creación de colonias de repoblación como recompensa para las tropas licenciadas, así como la creación de latifundios de producción agrícola extensiva, propiedad de familias pudientes que, o bien procedían de Roma y su entorno, o eran familias indígenas que adoptaban con rapidez las costumbres romanas. Sin embargo, otros pueblos peninsulares no resultaron tan predispuestos al abandono de sus respectivas culturas, especialmente en el interior. En estas zonas el rechazo de las formas culturales romanas perduraría hasta la conquista efectiva del territorio peninsular ya en el año 19 a. C. En cualquier caso, la cultura celtíbera no sobrevivió al impacto cultural una vez que Roma se asentó de forma definitiva en sus territorios, y el centro de Hispania pasaría a formar parte del entramado económico y humano del Imperio. Indudablemente, la civilización romana era mucho más refinada que la de los pobladores de la Hispania prerromana, lo cual favorecía su adopción por estos pueblos. Por otra parte, para la élite social del periodo anterior no resultó un sacrificio, sino más bien al contrario, convertirse en la nueva élite hispano-romana, pasando del austero modo de vida anterior a disfrutar de las «comodidades» de los servicios de las nuevas «urbis» y de la estabilidad política que el Imperio traía consigo. Estas élites ocuparon de paso los puestos de gobierno en las nuevas instituciones municipales, convirtiéndose en magistrados e incorporándose a los ejércitos romanos donde se podía medrar políticamente al tiempo que se progresaba en la carrera militar. Roma impulsó en Hispania la repoblación, repartiendo tierras entre las tropas licenciadas de las legiones que habían participado en la guerra. También muchas familias procedentes de Italia se establecieron en Hispania con el fin de aprovechar las riquezas que ofrecía un nuevo y fértil territorio y, de hecho, algunas de las ciudades hispanas poseían el estatus de «colonia», y sus habitantes tenían el derecho a la ciudadanía romana. No en vano, tres emperadores romanos, Teodosio I, Trajano y Adriano, procedían de Hispania, así como los autores Quintiliano, Marcial, Lucano y Séneca. A los romanos se les debe, por tanto, la unificación política de la Península Ibérica. Antes de su llegada, la Península era un simple concepto geográfico, habitado por un conjunto grande tribus de naturaleza muy heterogénea. Ahora, por primera vez en su historia, los distintos grupos que habitaban el territorio peninsular van a integrarse en un orden común cuando, tras la conquista, los romanos consiguen la unificación política de la península que se convierte en una provincia del Imperio romano, llamada Hispania. Esta unificación se traduce en la imposición del derecho romano. Frente al colectivismo que predominaba en las sociedades anteriores, el Derecho Romano reivindica los derechos del individuo (y personas jurídicas) y especialmente el derecho a la propiedad. Los romanos consiguen también la unificación lingüística. El latín, que en un principio era la lengua de la administración y del gobierno, acaba por imponerse, primero en las urbes y después en las zonas rurales. Del latín vulgar derivarán todas las lenguas románicas habladas en la actualidad en España, entre ellas, el castellano, el catalán y el gallego. Síntesis basada en información extraída de: https://sites.google.com/a/iesvirgendelcastillo.es/mi-libro-de-historia/roma/dromanizacion-de-la-peninsula-iberica. http://www.iesfuente.com/departamentos/latin/alumnos/romanizacion.htm 2