Download Diapositiva 1 - Oraciones y Devociones

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
Ciclo A
El evangelio de
este día nos habla
de la parábola de:
Es la primera de las grandes parábolas en
que, por medio de un pasaje de la vida
cuotidiana, Jesús nos va descubriendo los
misterios del Reino de Dios.
Jesús nos habla de la
palabra de Dios y de la
disposición que deben
tener las personas para
acoger dicha palabra.
Pero hay otras palabras pronunciadas por Él,
en que nos presenta los mensajes de Dios.
Dice hoy al
principio del
evangelio.
en Mt 13:
“Acudió a Jesús tanta gente que tuvo que subirse
a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie
en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas”.
Las palabras
de Dios,
decían los
profetas, eran
a veces como
espada afilada
que penetra en
el corazón.
El profeta Isaías
dice que la
palabra de Dios
es como una
lluvia que cae
sobre la tierra.
Así lo dice la
primera lectura
de este día:
Is 55, 10-11
Así dice el Señor: “Como bajan la
lluvia y la nieve del cielo, y no
vuelven allá sino después de
empapar la tierra, de fecundarla y
hacerla germinar, para que dé
semilla al sembrador y pan al que
come, así será mi palabra, que sale
de mi boca: no volverá a mí vacía,
sino que hará mi voluntad y
cumplirá mi encargo.”
Y preguntamos: Si la palabra de Dios es
eficaz y cae sobre todos, ¿por qué no
fructifica? Ahora es cuando entramos en
lo que Jesús nos quiere decir con la
parábola del sembrador.
¿Por qué habla
Jesús en
parábolas? Dice
algo Jesús hoy
en mitad del
evangelio.
A veces la gente no entiende y pregunta.
Suele ser la gente sencilla, como los
apóstoles, para los cuales les explica la
parábola, de modo que el ejemplo les sirve
para mejor recordar el mensaje.
Así que una razón para hablar en parábolas, es
decir, en forma algo enigmática, era para que le
preguntasen. Pero allí estaban los orgullosos
fariseos que no aceptaban su palabra. Éstos no
querían rebajarse a preguntarle.
Jesús, al acabar la exposición, no la explicación,
dice: “el que tenga oídos, que oiga”. Era una
expresión o fórmula popular para decir: “el que
quiera más, que pregunte”. Y los discípulos
preguntaron. Nosotros tengamos el deseo de
profundizar en sus palabras. Y para ello:
Automático
Escuchemos su mensaje,
escuchemos la palabra del Señor.
Escuchemos
la palabra
del Señor.
Hacer Click
La parábola nos
habla de un
sembrador que,
al sembrar a
voleo según era
el estilo antiguo,
su semilla cae en
terrenos
diversos.
La primera es
infructuosa porque
se trata de la semilla
que cae en el camino
o junto al camino.
Estos son los que no entienden o no quieren
entender la palabra de Dios., porque no quieren
aceptar el “Reino”.Son los que tienen el corazón
duro para Dios y para los demás. Están
petrificados en vida.
Son personas que pasan
de todo, escépticas y
amargadas, a los que no
les entra en el corazón la
alegría de la palabra de
Dios. Su corazón está
cerrado y todo lo de Dios
les resbala.
Dice Jesús
que los
pájaros se
llevan la
semilla.
Los pájaros suelen ser falsos profetas o
ideologías modernas engañosas, que con
facilidad admiten. Y luego se cierran para
las cosas de Dios.
La segunda clase de tierra parece buena,
pero debajo está llena de piedras que no
deja ahondar la raíz.
Son los inconstantes que no tienen
fundamento. Hay personas que se
entusiasman enseguida, pero por poco
tiempo; buscan en la religión sólo lo
sensiblero y afectivo. Están sin contenido y
sin base, sin adhesión profunda a la fe, que
les ayude a resistir a las tentaciones de la
vida.
Hay personas que
parecen buena tierra,
pero sólo es “una capita”.
Personas idealistas, que
hasta con gozo reciben la
Buena Nueva. Prometen
mucho, pero no cumplen.
No tienen “fundamento”,
y, cuando vienen las
dificultades, “el tallito de
la espiga” se quema.
Los de esta segunda clase de tierra no son
personas de principios recios cristianos.
Por eso vemos tantos matrimonios que no
perduran o vocaciones que ya no se tienen por
verdaderas después de cierto tiempo.
Son entusiasmos
efímeros, faltos de
consistencia en sus
propósitos.
La tercera clase es tierra buena, con hondura,
pero con muchas zarzas y espinas. Son las
personas que tienen valores positivos y fe, que
podrían dar mucho fruto espiritual, pero tienen
demasiadas “preocupaciones de la vida”.
Son los que están atados a las
riquezas, o porque las tienen o
porque las quieren tener.. Son los que
no son capaces de sacrificar nada del
bienestar conseguido o deseado.
Son también los que tienen demasiadas
preocupaciones materiales, sea por
negocios o placeres. Se supone que es
por querer más riqueza o bienestar
material.
Esto le pasó al joven del
evangelio. Era buena
persona, de modo que
Jesús le miró con
complacencia al ver que
había cumplido los
mandamientos. Pero no
escuchó la llamada de
Jesús, porque estaba
atado a sus riquezas.
Parecería que la
parábola fuese
pesimista; pero la
cuarta clase de tierra
contrarresta a las
otras y llena al
corazón de Jesús. Y
lo llenará más, si
nosotros nos
esforzamos para
pertenecer a esta
clase.
Son aquellos
que oyen la
palabra,
procuran
entenderla y la
acogen con
amor en su
corazón.
No sólo la acogen con humildad y con
deseos de progreso en el bien, sino que
perseveran y piden gracia para perseverar.
Entre los de
tierra buena
hay muchas
diferencias:
unos
producirán el
30, otros el 60 y
otros el 100.
Pero siempre ha habido, y continúa
habiendo, muchos santos que aceptan
plenamente la palabra y la ponen en
práctica.
Hoy nos pide Jesús que acojamos su
palabra. Será nuestra felicidad.
Aprovechemos especialmente la misa del
domingo.
Y recordemos que
no sólo somos
tierra, sino que
también debemos
ser sembradores.
Debemos ser como los brazos del
Sembrador, para esparcir la semilla de la
palabra de Dios en los ambientes donde
vivamos.
Dios es bueno y sigue
sembrando, aunque sabe
que muchos no van a
recibir su palabra. La
esperanza entre los
humanos es que la tierra
puede cambiar.
Seamos tierra
buena para que
Cristo pueda
crecer.
una parte cayó
en la tierra.
Automático
una parte
cayó en la
tierra,
y dio fruto a
sesenta y
otros
cuarenta,
El que tenga oídos y quiera oír,
la buena tierra,
donde
Jesús
AMÉN