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The EEAGG Report on the European Economy 2015 Resumen Capítulo 1 Perspectiva macroeconómica La economía mundial consiguió mantener una pauta de recuperación durante el año pasado y está previsto que en 2015 cobre gradualmente algo más de impulso, a pesar de los distintos avances que están produciéndose entre las regiones y dentro de ellas. En 2014, se constataron notables diferencias entre las políticas monetarias aplicadas por los países emergentes y se espera que este año también comiencen a distanciarse en el seno del mundo industrializado. Mientras que en los Estados Unidos y el Reino Unido dicha política monetaria pretender ser menos expansionista, en la zona euro continuará moviéndose en la dirección opuesta. Las tensiones geopolíticas y el renovado debate en torno a la potencial salida de Grecia de la zona euro están contrarrestando el estímulo monetario proporcionado por el Banco Central Europeo. El progreso cosechado en los países afectados por la crisis en la mejora de su competitividad internacional, mediante una reducción en última instancia de los niveles de precios relativos, seguirá a paso lento y se verá obstaculizado por brotes ocasionales de incertidumbre política. Capítulo 2 El dilema de la energía en Europa: fallo de red Si bien reducir las emisiones de CO2 continúa siendo una cuestión política urgente, los Estados miembros de la UE siguen coordinando mal la política energética europea, dilapidando con ello los potenciales beneficios. El argumento en favor de una unión energética europea, un auténtico mercado común de la energía con una legislación común, es sólido y el principio económico de un precio unitario al por mayor es incuestionable. Ahora bien, en la práctica, crear los canales comerciales que sean más adecuados es difícil y requiere un notable nivel de inversión. En este capítulo se abordan los pasos que deberían darse hacia una política más coordinada, lo que incluye la formulación de una estrategia de negociación efectiva, para garantizar una reducción mundial de las emisiones de CO2, la eliminación de las tarifas fijas de suministro y el compromiso de aplicar un principio de flexibilidad de precios en los mercados energéticos. Capítulo 3 La disparidad regional en Europa: las fronteras contraatacan ¿Está de nuevo aumentando la disparidad regional en Europa? Cinco años después del estallido de la crisis de la deuda pública europea, las disparidades económicas parecen mayores que nunca, las fuerzas de integración económica parecen más débiles y la cohesión social también parece estar deteriorándose. ¿Ha alterado la crisis el efecto económico de las fronteras nacionales? ¿Importan ahora más las fronteras? ¿Son las regiones vecinas o la economía nacional lo que configura el comportamiento económico? Este capítulo explora estas y otras cuestiones mediante el análisis de las tendencias del PIB regional por trabajador y niveles de desempleo. Capítulo 4 La migración en la Unión Europea: ¿nada es bueno en exceso? La migración se ha convertido en una cuestión política sumamente controvertida en los últimos años con la ampliación del número de Estados miembros de la UE para incluir países con menos recursos de la Europa del Este, lo cual ha generado diferencias en los niveles de renta en el seno de la unión. El sentimiento contrario a la migración ha estado alimentado por un temor de que el generoso estado del bienestar sirva de imán y atraiga inmigrantes con escasa cualificación y mal pagados. Preocupa que haya quien emigre a otro país no para trabajar sino para beneficiarse de sus prestaciones, ejerciendo presión de este modo sobre sus finanzas públicas. Este capítulo considera el principio de país de origen para migrantes que no trabajen como una posible solución a este problema. Recomendaciones para Europa Capítulo 2 El dilema de la energía en Europa: fallo de red Formular una estrategia de negociación efectiva para garantizar una reducción mundial de las emisiones de CO2. En este contexto sería preferible ampliar a todo el mundo el RCCDE, que actualmente cubre solo un 30 por ciento de las emisiones. Establecer una unión europea de la energía con un mercado único que no discrimine a los proveedores de otros países. Incluye el principio de un precio unitario, lo que mejora la eficiencia y seguridad energética de todos los países de la UE. Se puede conseguir por medio de redes de energía mejores y más interconectadas. El mercado único energético debería estar respaldado por un seguimiento por parte de Europa de las políticas energéticas nacionales para garantizar una estabilidad mutua y establecer procedimientos sancionadores ante medidas que no sean compatibles con un compromiso fundamental europeo en pro de la energía sostenible a escala mundial. Eliminar las tarifas fijas de suministro por ser incompatibles con una estrategia energética europea. Dichas tarifas son incompatibles con un mercado único de la energía europeo, entre otras cosas debido al principio de precio unitario. Comprometerse por una flexibilidad de los precios en los mercados energéticos siguiendo la lógica de disociación, esto es, separar a los proveedores de los productores de energía y sistemas de distribución (oleoductos, redes). De este modo se reduciría el poder monopolístico y, por ende, aumentaría la competitividad y la flexibilidad de los precios. Proporcionar inversión pública para mejorar la conectividad de las redes de energía como, por ejemplo, los gasoductos y las líneas de transmisión de energía. El principio de precio unitario mejora la eficiencia pero exige redes de energía más interconectadas, lo cual requiere inversión. A tenor del difundido sentimiento posterior a la crisis de que Europa debería iniciar proyectos de inversión en grandes infraestructuras, los Estados miembros podrían coordinarse para financiar nuevos canales de transmisión de energía, entre ellos redes eléctricas y gasoductos, con capital público o una combinación de capital público y privado. Capítulo 3 La disparidad regional en Europa: las fronteras contraatacan Coordinar reformas políticas en todos los países de la zona euro. Las reformas políticas no coordinadas emprendidas por los países a título individual repercuten sobre la asignación de recursos entre naciones. Sin embargo, cuando las reformas no coordinadas provienen de países con tipos de cambio flexibles, a menudo son coordinadas de facto por los ajustes que soportan los tipos de cambio. Este mecanismo no existe entre los miembros de una unión monetaria, por lo que la falta de coordinación de las políticas puede resultar muy costosa, como se ha constatado en la crisis de deuda soberana europea. Aunque es difícil lograr una coordinación de las políticas con fuertes implicaciones redistributivas, al menos se debería crear un marco explícito para valorar qué implicaciones tienen las reformas políticas que llevan cabo los distintos Estados miembros de la zona euro. Diseño de políticas transregionales en materia de fondos estructurales y empleo para explotar los posibles efectos entre regiones vecinas. Pese a que las políticas de cohesión se centran en las regiones, la evidencia sugiere que, aunque se aplique un planteamiento regional europeo, los efectos específicos nacionales tienden a dominar los regionales cuando se trata de abordar las disparidades regionales. Esto se debe en parte a que las actuales políticas no tienen en cuenta las complementariedades y efectos transregionales, de ahí que sea importante mejorar las vigentes políticas europeas con otras transnacionales de índole regional y transregional. Capítulo 4 La migración en la Unión Europea: ¿nada es bueno en exceso? Defender el principio de la libre circulación de personas y desalentar el empleo de una retórica recalentada en los debates sobre migración. Las economías absorben los cambios que se dan en el campo laboral mejor de que la gente piensa. Aunque se ha exagerado acerca de la magnitud y los costes del ‘turismo del bienestar’, las normas que parecen justas podrían crear problemas sociales y políticos. Utilizar los instrumentos disponibles para limitar el acceso de los migrantes recientes a las prestaciones sociales. Se debería reforzar el principio de seguridad de seguro social y adoptar unos criterios estrictos sobre la disponibilidad para trabajar como condición para percibir prestaciones. Se podría introducir un principio de país de origen para percibir las prestaciones sociales que sustituyese al actual principio de residencia. Promover el desarrollo económico de los Estados con menos recursos. La migración se irá reduciendo de forma natural conforme los nuevos Estados se equiparen económicamente a los de más antigüedad. Cuanto antes se dé una convergencia de los niveles de renta en el seno de la Unión, antes disminuirá la presión de la migración. Aunque la convergencia regional en los antiguos Estados miembros suscita varias cuestiones, que comentaremos en nuestro capítulo dedicado a las regiones, la mayoría de los nuevos Estados miembros han crecido a mayor ritmo que los antiguos desde su adhesión a la UE, lo cual sugiere que sí se está produciendo la convergencia de los niveles de renta. Resumen La economía mundial mantuvo su pauta de recuperación en 2014, ayudada por un fuerte crecimiento en los Estados Unidos. Sin embargo, la situación en Europa sigue siendo frágil. Varios países de fuera de la zona euro, especialmente el Reino Unido, crecieron de manera sensible. Aunque el comportamiento de la zona euro mejoró si lo comparamos con 2013, sigue siendo débil e irregular entre los Estados miembros. El nivel de desempleo en algunos países es elevado, lo cual mantiene en un alto nivel las tensiones sociales. La depreciación del euro está ayudando a una recuperación de la economía en general, pero como la competitividad internacional es muy variada en toda la zona euro, su efecto también difiere de un país a otro. A pesar del avance hecho en la consolidación de las posiciones fiscales, los altos niveles de deuda prefiguran problemas fiscales en algunos países. Es más, el resultado y el efecto de las reformas que algunos países de la zona euro están implementando sigue siendo incierto. En conjunto, no obstante, las reformas apoyarán la recuperación en 2015. El informe del EEAG de este año pone de relieve la necesidad de que se coordinen de forma más rigurosa las políticas nacionales de cara a lograr los objetivos que se persiguen en algunas áreas fundamentales, si se tiene en cuenta que la falta de dicha coordinación podría resultar especialmente costosa para los distintos países y la Unión Europea en su conjunto. El capítulo 1 del informe ofrece un panorama macroeconómico inmediato de la economía mundial, prestando especial atención a la situación en Europa. El capítulo 2 se centra en la política energética y subraya que es incluso más necesario que exista una unión energética europea de lo que lo fue una unión monetaria en las décadas de los ochenta y noventa. El capítulo 3 analiza la evolución de las disparidades regionales en Europa, subrayando que tanto su descenso como su reciente aumento han estado comandados por una descoordinación de las políticas nacionales. Por último, el capítulo 4 examina la cuestión contenciosa de la migración en Europa. Subraya que un compromiso en pos de la libre circulación, un compromiso simultáneo para que exista un estado del bienestar garantista y una ampliación de la UE para que entren miembros con muchos menos recursos de los que disponen los actuales miembros crea problemas y tensiones. Capítulo 1 Panorama macroeconómico A pesar de la pérdida de impulso experimentada por muchos países industrializados, la economía mundial logró mantener una pauta de recuperación el año pasado. Está previsto que cobre paulatinamente mayor impulso en 2015. Contrariamente a lo sucedido en la mayoría de los países industrializados y a pesar de las subidas de los tipos de interés, las economías emergentes siguieron creciendo moderadamente a lo largo de 2014. Las dinámicas económicas subyacentes fueron muy heterogéneas en los mercados emergentes. Mientras que el rimo de expansión de la India, y de muchos países de Asia Oriental, experimentó una aceleración notable, Latinoamérica soportó un declive sustancial del crecimiento. En general, las economías emergentes alcanzarán este año tasas de crecimiento más o menos comparables a las cosechadas el ejercicio anterior. Por un lado, muchas de ellas se beneficiarán de la recuperación continuada que está viviendo el mundo industrializado. Por el otro, algunas economías emergentes están afrontando un pronunciado aplanamiento de sus tasas de crecimiento poblacional, lo cual repercute negativamente en sus perspectivas de crecimiento, mientras que para los países exportadores de petróleo, como Brasil y muchas economías de Oriente Medio, el fuerte descenso de los precios del petróleo significa una pérdida de renta nacional. El descenso de los precios del petróleo está ayudando a la lenta pero constante aceleración de las economías avanzadas. En los Estados Unidos concretamente, está previsto que se mantenga el repunte. La recuperación de los EE.UU. está más avanzada que en la zona euro y está sustentada por la mejora de la situación general de las familias respecto de los bienes, un sector bancario bien capitalizado y una política monetaria todavía muy expansionista. Mientras que el sector de los negocios estadounidense ha recobrado claramente confianza en el futuro panorama de la economía de su país y ha incrementado notablemente su actividad inversora, las empresas europeas siguen mostrándose reacias a invertir. El Gobierno de los EE.UU. ha empleado la recuperación económica para invertir el aumento del consumo público y, en ese sentido, ha demostrado claramente un comportamiento anticíclico. En la zona euro, por otro lado, la función desempeñada por el sector público ha aumentado sustancialmente durante la crisis y no hay signos de que se invierta esta tendencia a corto plazo. Al contrario, se ha relajado la presión para que se apliquen programas de reformas estructurales y austeridad en los dos últimos años, con el consiguiente aumento del consumo público en la zona euro. El progreso que logren los países afectados por la crisis en mejorar su competitividad internacional (mediante una reducción, en última instancia, de los niveles de precios relativos) seguirá siendo lento y se verá obstaculizado por el esporádico resurgir de la incertidumbre política. El sostenido y firme crecimiento de los Estados Unidos y el Reino Unido permitirá que sus respectivas políticas monetarias sean menos expansionistas. En la zona euro, la política monetaria sigue circulando en sentido contrario. Aunque ha ayudado a disipar dudas relacionadas con la viabilidad de la unión monetaria y la estabilidad del sistema financiero, lo cual debería haber creado incentivos para que las empresas y las familias inviertan, la dinámica de inversión real se ha mantenido plana hasta la fecha. Los numerosos conflictos internacionales, así como el renovado debate en torno a una posible salida de Grecia de la zona euro, ha contrarrestado el estímulo monetario proporcionado por el Banco Central Europeo. Aparte de por el pronunciado descenso de los precios del petróleo, la recuperación en la zona euro también está siendo reforzada por la depreciación de su moneda. Mientras que el descenso de los precios del petróleo está beneficiando a los productores y consumidores de energía, la depreciación de la moneda fundamentalmente respalda a las empresas que tienen posiciones competitivas en los mercados internacionales. En parte debido a las diferencias en competitividad, el ritmo de la recuperación económica varía entre los países europeos. Entre las grandes economías, es probable que concretamente España crezca a un ritmo sensiblemente mayor que la media de la zona euro, mientras que Francia e Italia es probable que solo constaten un lento crecimiento. Estos dos últimos países han padecido problemas estructurales similares durante años y han perdido competitividad desde la entrada del euro. Como resultado, su participación en el comercio mundial se ha visto notablemente reducida. La débil recuperación económica en Europa también estará avalada por las reformas estructurales que ya han aplicado algunos países afectados por la crisis. Es más, el menor nivel de esfuerzo de consolidación está sosteniendo el ciclo económico. Ahora bien, estos esfuerzos suponen, al mismo tiempo, un riesgo para la estabilidad. Los niveles de deuda pública siguen siendo altos y, tal como muestra el reciente resurgir de la sospecha en torno a Grecia, nuevas dudas acerca de su estabilidad podrían conducir a una nueva escalada de la crisis del euro. La caída de los precios del petróleo ha disparado un nuevo descenso de las tasas de inflación de la zona euro. Y aunque esto está sin duda sustentando los avances económicos, también entraña un riesgo. Cuanto más tiempo persistan las bajas tasas de inflación, mayor riesgo habrá de que las expectativas de inflación pierdan su función. Esta situación podría generar más presión para que la inflación baje. En un escenario extremo aún no considerado, la zona euro podría caer en la deflación, lo cual impondría una pesada carga sobre el crecimiento. Sea como fuere, hoy por hoy las expectativas de inflación a largo plazo para la zona euro parecen estar aún firmemente arraigadas. Capítulo 2 El dilema de la energía en Europa: fallo de red Actualmente, la política energética europea está deficientemente coordinada entre los Estados miembros de la Unión Europea, a pesar de que una mejora en este sentido, tanto en un contexto europeo como mundial, acarrearía importantes ventajas. El argumento en favor de una unión energética europea, un auténtico mercado común de la energía con normativa común, es más sólido incluso que el que se postuló con éxito en favor de una unión monetaria en las décadas de los ochenta y noventa. La dificultad de formular una política energética orientada al futuro surge de la dificultad de comparar distintos tipos de riesgo y de extraer adecuadas enseñanzas políticas. Existen, como mínimo, cuatro percepciones distintas de los riesgos y, aunque todas están claramente presentes, tienden a ser vistas de modos sensiblemente opuestos según el país, lo cual da pie a que las autoridades políticas nacionales ofrezcan respuestas distintas e incompatibles: el riesgo de un incremento de las emisiones de CO2 causantes del cambio climático, los riesgos de un desastre nuclear, las amenazas de un corte del suministro de la energía importada (gas y petróleo) y la posibilidad de que se produzca un fallo de la red. Cuanto mayor sea la diversidad del suministro y cuantas más alternativas de mercado haya (lo que incluye distintas formas de energía), mejor resistirá la economía energética ante los acontecimientos imprevistos, incluidos los intentos de chantajear a los usuarios de energía. Para que estas ventajas se materialicen, sin embargo, es necesario que la interconectividad de los mercados energéticos nacionales mejore drásticamente y haya una armonización de las políticas normativas en torno a las distintas fuentes de energía en todos los países de Europa. Capítulo 3 La disparidad regional en Europa: las fronteras contraatacan La premisa original del Mercado Único era que el fomento de la integración económica traería prosperidad a la Unión Europea, reduciría las disparidades de renta en los Estados miembros y, al limar las diferencias entre los Estados miembros y dentro de las regiones, mejoraría la cohesión política y social en el seno de Europa. Los instrumentos para fomentar la «cohesión económica y social» los fijan principalmente los Estados miembros y los niveles inferiores de gobierno. Solo existe un pequeño conjunto de instrumentos de políticas supranacionales en forma de políticas de cohesión de la UE directamente motivadas por los efectos sobre la desigualdad de las rentas regionales y nacionales del proceso de integración económica europea. La evidencia parece sugerir que la política logró su cometido, dado que se redujeron sensiblemente las diferencias en términos de productividad laboral (medida por el PIB por trabajador) y de las tasas de desempleo antes de la crisis. Ahora bien, un estudio más exhaustivo de los datos nos lleva a una conclusión un tanto distinta. Las disparidades regionales en la productividad laboral se redujeron hasta mediados de la década de 2000 para, posteriormente, aumentar durante la crisis económica de la zona euro. Asimismo, las diferencias dentro de los países cambiaron relativamente poco debiéndose fundamentalmente su descenso inicial y posterior aumento a los cambios constatados entre unos países y otros y, en mucha menor medida, a los habidos entre las regiones de esos mismos países. Esto sugiere que lo que quiera que aportase la política de cohesión de la UE al proceso de convergencia, los factores específicos de cada país, incluidas las políticas, desempeñaron una función más importante. La evolución de las tasas de desempleo revela un patrón similar. Las disparidades en las tasas de desempleo regionales descendieron en la década de los noventa hasta la llegada de la crisis. Es más, también descendió la polarización del mercado laboral (el número de regiones con tasas de desempleo mucho menores y mucho mayores que la media europea). Desde el estallido de la crisis, sin embargo, las disparidades regiones en torno a las tasas de desempleo han aumentado y los mercados laborales regionales se han vuelto más polarizados. De nuevo, las diferencias dentro de los países han cambiado relativamente poco con el tiempo. Las diferencias en la cifra de desempleo variaron principalmente debido a los cambios producidos en las tasas de desempleo entre países. Creemos que la prueba de la evolución de las disparidades antes y después de la crisis sugiere que era probable que una descoordinación de las políticas económicas nacionales provocase primero un descenso de las disparidades regionales y un aumento después. Esto es lo que ocurrió, a pesar de la presencia de instrumentos de políticas redistributivas supranacionales. El proceso comenzó en la década de los noventa cuando el anuncio del euro mejoró las expectativas de los países que constituían la relativamente pobre periferia de la UE de que convergerían rápidamente hasta alcanzar los niveles de renta de los países ricos del centro de Europa. Como resultado, se produjo un flujo de capital del centro rico hacia la periferia pobre. Mientras que dicha salida de capital provocó un descenso de los salarios en el centro, la correspondiente entrada de capital los hizo aumentar en la periferia, lo mismo que las cifras de empleo. Este flujo de capitales también limó las diferencias, en términos de productividad laboral y desempleo, en las regiones. La naturaleza del flujo de capital, no obstante, sugiere que esto se produjo fundamentalmente porque no hubo grandes cambios en las regiones de los distintos países. Mientras que los salarios bajos de los países del centro hacían más probable la aplicación de una reforma del mercado laboral (especialmente en Alemania), los altos salarios obraban en sentido contrario en la periferia. La reforma de unos y la falta de ella en otros es lo que provocó la divergencia. En primer lugar, provocó una divergencia de precios porque en la periferia aumentaban a mayor ritmo que en el centro. En segundo lugar, provocó una divergencia en la productividad laboral, que creció más lentamente en unos países de la periferia que en los del centro. Por último, cuando la crisis golpeó a Europa, los países del centro y de la periferia reaccionaron de forma asimétrica, lo cual consolidó la divergencia iniciada años antes de la crisis y que había estado dirigida no por factores regionales, sino por otros específicos de los países, como las políticas nacionales. La falta de coordinación en la elección de políticas invirtió la convergencia regional de las regiones de Europa, primero en términos de productividad laboral algunos años antes de la crisis y, segundo, en términos de tasas de desempleo tras el estallido de la crisis. Lo expuesto subraya la importancia que tiene el que se coordinen las políticas también en asuntos como el mercado laboral. Capítulo 4 Migración en la Unión Europea: ¿nada es bueno en exceso? La Unión Europea apuesta por el principio de libre circulación de personas dentro de sus fronteras, algo que es fundamental para comprender el concepto de ciudadanía de la UE. Pero este principio ha suscitado preocupación debido a la entrada de más países de Europa del Este con salarios mucho más bajos. Muchos ciudadanos de Alemania, Gran Bretaña, Países Bajos, Austria y de otros miembros de la ‘vieja UE’, especialmente los que tienen un nivel bajo de competencias, desempeñan trabajos precarios y se ven amenazados por el desempleo y perjudicados por los mercados de la vivienda, temen las consecuencias de una circulación ilimitada de trabajadores procedentes del Este. Temen que sus perspectivas salariales y laborales puedan verse socavadas por la contratación de trabajadores a sueldos más bajos; que los inmigrantes puedan provocar una subida de los alquileres y los precios de las viviendas; que puedan imponer mayores cargas al estado de bienestar, especialmente si tienen menos competencias profesionales y menores salarios que los ciudadanos autóctonos, es más probable que no encuentren trabajo y, en consecuencia, paguen menos impuestos. Como consecuencia de todo esto ha ido cargándose el debate en torno a la migración y la política pública. Existe la opinión de que ha aumentado el nivel de migración en los últimos años; sin embargo, los datos ofrecen una imagen variada. A principio de la década de los noventa, el flujo neto de personas que emigraron a Alemania fue muy elevado, más de 15 inmigrantes por 1.000 habitantes en 1990 tras la caída de la Unión Soviética, pero posteriormente bajó hasta repuntar en 2009 con la crisis financiera. España e Irlanda fueron países receptores en sus años de apogeo a comienzos de la década del 2000 para convertirse en lo contrario en los últimos años. La inmigración ilegal ha producido un aumento del nivel de inmigración en Italia en 2013 y 2014. Comparando con estas experiencias, la inmigración neta en el Reino Unido desde 1990 no ha registrado valores destacables. Ahora bien, los flujos brutos sí han aumentado. De unas cifras brutas de entradas y salidas de alrededor de 200.000 personas en los setenta y ochenta (un periodo en el que el Reino Unido mostró una pequeña salida neta de migrantes), la entrada bruta aumentó a más de 500.000 personas al año y la salida bruta a cerca de 300.000 personas en 2013, lo que arroja una entrada neta de más de 200.000 personas al año. Puede que el aumento de los flujos brutos esté contribuyendo a la creencia de que las comunidades están cambiando y al malestar que siente parte de la población. Este descontento se ve agravado por la profunda recesión, las prolongadas políticas de austeridad y años de salarios netos estancados o a la baja en la UE. Los efectos económicos de la migración son más evidentes en el mercado laboral y de la vivienda, en los impuestos y en el gasto público, pues dependen de las competencias, los trabajos y las edades de los migrantes respecto de la población autóctona. La inmigración procedente de fuera de la UE se ve normalmente restringida en cuanto a número y por el tipo de inmigrante que se admite, existiendo una preferencia por los profesionales altamente cualificados. La libre circulación en la UE provoca una migración de personas relativamente jóvenes, sin cualificaciones y con salarios bajos hacia los Estados miembros del norte de la vieja UE donde la redistribución es más generosa. Está previsto que las entradas netas basadas en las actuales políticas hagan descender los niveles de dependencia y compensen en parte los descensos poblacionales, por ejemplo, en Alemania hasta el año 2080 y con posterioridad. Existen datos de estudios empíricos que sugieren que los mercados laborales pueden absorber mejor de lo que generalmente se cree los flujos de migrantes, sin que se constaten grandes cambios en las cifras de desempleo y en los salarios. La inmigración de trabajadores relativamente bien cualificados en realidad provoca un aumento salarial y de empleo de los trabajadores menos cualificados, con el consiguiente aumento de beneficios. La inmigración de trabajadores con escasa cualificación tiene efectos modestos, por cuanto, a corto plazo, provoca una bajada de los salarios y un ascenso del desempleo de los trabajadores autóctonos mal cualificados, si bien los niveles vuelven a ser normales con bastante rapidez. La absorción es más rápida en tiempo de apogeo y más lenta en un contexto de recesión, lo cual responde en parte a los actuales problemas. Aunque el debate de la inmigración tiende a focalizarse en los países receptores netos de inmigrantes, este fenómeno también preocupa a aquellos que son fuentes netas de emigrantes, como es el caso de Polonia. A menudo se cree que la emigración neta puede provocar la pérdida de los mejores y más brillantes profesionales, es decir, una fuga de cerebros. Pero la experiencia de Polonia contradice ese punto de vista. Entre 2004 y 2008, cuando se produjo un éxodo masivo de jóvenes polacos al Reino Unido y Alemania, la tasa de desempleo de Polonia se redujo a la mitad. Posteriormente, con el despegue del crecimiento económico, muchos retornaron a menudo con nuevas competencias e ideas, con lo que se podría decir que la migración sirvió de amortiguador durante la transición de Polonia a la UE. En la literatura que aborda el asunto desde el punto de vista económico, a menudo se plasma la idea de que la migración impone una carga sobre un estado del bienestar, que ejerce de imán (el imán del bienestar) que atrae a los pobres y es causa del ‘turismo del bienestar’. Hay pruebas de que las prestaciones de bienestar más generosas atraen a un mayor número de migrantes; sin embargo, el efecto es pequeño si se le compara con el efecto que provoca la diferencia salarial, las perspectivas de empleo y la existencia de un grupo de migrantes anteriores procedentes del mismo país o región que proporcionan una red de apoyo social a los nuevos migrantes en el país de destino. Sí hay, no obstante, pruebas de que un estado más redistributivo atrae a migrantes relativamente poco cualificados y aspirantes a sueldos más bajos. También hay pruebas de que la población migrante hace más uso de las prestaciones del estado del bienestar que la población autóctona. Estas pruebas apuntan a un conflicto entre la generosidad de los estados del bienestar, el principio de inclusión social y la libre circulación de las personas. Para mitigar este conflicto proponemos reforzar el principio de seguridad de la seguridad social. Esto supondrá que haya más prestaciones que dependan de las contribuciones, que se adopten criterios estrictos para percibir las prestaciones y que se apliquen otras políticas activas del mercado laboral para ayudar a que los más necesitados y los desempleados puedan acceder a un puesto de trabajo. Se podría introducir un principio de país de origen para la percepción de las prestaciones que sustituyese el actual principio de residencia, conforme al cual las personas percibirían las prestaciones a los niveles que proporcionen los países en los que se obtuvo el derecho a percibirlas. La UE también puede mitigar el problema fomentando el desarrollo económico de los miembros con menos recursos por medio de fondos estructurales e incentivos para que apliquen reformas institucionales. El problema que supone la existencia de un nivel alto de migración podría, en ese caso, ser algo temporal. Como se ha comprobado en Polonia, los flujos de migración podrían invertirse cuando mejorasen las perspectivas de empleo y salarios en los países emisores. Es posible que la Unión Europea tenga que buscar un compromiso y un equilibrio para abordar este trío de objetivos incompatibles entre sí durante algunos años.