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Decir “Creo en Dios” tiene consecuencias. Una vida según Dios, según el sermón de la Montaña, tendrá que ir a contracorriente. Mateo 7, 21-27. IX Tiempo Ordinario-A1 de junio de 2008 21No todo el que me dice: ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Es la conclusión del Sermón de la Montaña. En las palabras de Jesús hay una exigencia de autenticidad, de coherencia. Las obras que quiere Jesús son las que proceden de la novedad de su anuncio. Jesús nos previene de la frecuente y peligrosa desviación de reducir la fe a conocimientos y prácticas religiosas, separándola de las tareas y responsabilidades de la vida cotidiana. Se trata de escuchar con el corazón y vivir según la voluntad del Padre: practicar el amor concreto a l@s más necesitad@s. 22Muchos me dirán aquel día: –¡Señor, Señor! ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23Pero yo les responderé: –No os conozco de nada. ¡Apartaos de mí, malvados! La gran tentación de l@s cumplidor@s estrict@s de la antigua ley, de la espiritualidad farisaica, es sentirse just@s ante Dios. Estamos ante el tremendo tema del rechazo de Jesús. Jesús es acogido con alegría y esperanza por l@s “pecador@s”. Las personas “justas”, “sabias” , entendidas y poderosas le rechazan y le matan. 24El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, es como aquel hombre sensato que edificó su casa sobre roca. 25Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca. Es indispensable escuchar la Palabra y traducirla en acciones concretas para hacer la voluntad de Dios –buscar primero el Reino y su Justicia-, la única Roca en la que apoyarnos y edificar nuestra casa. Así cuando vengan los torrentes y soplen los vientos de las crisis de la vida, de las dudas de fe, de la enfermedad, de la pérdida de seres queridos..., nada podrá arrancarnos del sólido fundamento, ni siquiera la última tempestad, el miedo a la muerte. 26Sin embargo, el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, es como aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. 27Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, se abatieron sobre la casa, y ésta se derrumbó. Y su ruina fue grande. Quien escucha el mensaje de Jesús tiene que discernir y elegir. El texto nos ayuda a revisar nuestros cimientos y a preguntarnos sobre qué bases construimos nuestra vida. A reflexionar si nuestro cimiento único es el Evangelio o la costumbre, tradiciones, códigos, fórmulas, consignas, normas...no siempre acordes con el Espíritu de Jesús, el único que nos enseña a afrontar nuestro compromiso y nuestra responsabilidad y los riesgos de la libertad cristiana. Mirar como tú miras, con ojos claros y limpios, comprendiendo siempre al hermano. Saberse discípulo, no tenerse por maestro y gozar del aprendizaje diario. Coherencia. Almacenar bondad en el corazón, cultivar una solidaridad real y sentir que nos desborda el bien. Reconocer que no todo es tierra firme, construir sobre roca nuestra casa, no tener miedo a huracanes y riadas. Coherencia. Poner por obra tus palabras, hablar con el lenguaje de los hechos, olvidarse de máscaras y apariencias. Coherencia. Coherencia, Señor, de un aprendiz de discípulo que, a veces, se atreve a tenerte por maestro. Ulibarri, Fl.