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SIMMEL Y LA
MICROSOCIOLOGIA
PROF. LIC. MARÍA JOSÉ FERNÁNDEZ
13 DE ABRIL DE 2012
RESEÑA
Nace en Berlín el 1 de marzo de 1858, en el seno de una
familia protestante de origen judío.
A la edad de 18 años ingresa a la Universidad de Berlín,
donde estudia historia, filosofía, psicología de los pueblos
e historia del arte italiano antiguo, con algunas de las
figuras más importantes de la época.
En 1885 empieza a ejercer como Privatdozent, la categoría
de profesor sin sueldo fijo. Simmel imparte cursos sobre
las obras de Kant, Schopenhauer, Darwin y Nietzsche,
entre muchos otros.
Para 1901, Georg Simmel logra obtener la categoría de profesor no
numerario (ausserordentlich), posición mal pagada y sin posibilidad
de participación en la academia.
Para entonces, Simmel es un intelectual prestigioso incluso más allá
de las fronteras de Alemania, ha publicado ya seis libros y más de
70 artículos, muchos de ellos traducidos al inglés, francés, italiano,
polaco y ruso.
Berlín tiene una vida cultural intensa y Simmel participa activamente
frecuentando los círculos más importantes. Funda la Sociedad
Alemana de Sociología junto con Max Weber y Ferdinand Tönnies.
En 1914 consigue un puesto como profesor numerario en
la Universidad de Estrasburgo, estalla la Primera
Guerra Mundial, y la situación fronteriza de
Estrasburgo, la involucra especialmente en los
acontecimientos; gran parte de las aulas de la
universidad se convierten en improvisadas salas de
hospitales de campaña.
En 1915, tras la muerte de Wilhelm Windelband y Emil
Lask, docentes de la Universidad de Heildelberg,
quedan dos plazas vacantes y Simmel no duda en
solicitar su ingreso a esta universidad, pero también
esta vez la petición es denegada.
Muere el 26 de septiembre de 1918 de un cáncer de
hígado.
(Reseña extraída del libro «Cuestiones Fundamentales de Sociología»)
EL AUTOR
Simmel forma parte de los grandes teóricos de las
ciencias sociales y humanas y puede ser considerado,
al igual que Durkheim, Weber o Marx, como uno de los
fundadores de la sociología como disciplina científica.
No obstante, la difusión de su obra y la notoriedad de
sus tesis han sido problemáticas. El interés por su obra
de Simmel se reanuda en los años 1950.
EL OBJETO DE LA SOCIOLOGIA
Consiste en estudiar lo que es específicamente social, es decir la
forma y las formas de la asociación como tal.
Para Simmel, conviene abandonar cualquier referencia al positivismo
absoluto de Comte, así como al positivismo relativo de Emile
Durkheim, porque la sociología aparece como otro círculo, como un
nuevo círculo entre los círculos de las demás ciencias. En este
sentido, la sociología no es una filosofía y menos aún una filosofía
de la historia.
Es preciso entrar en la sociología todas las formas de las relaciones
humanas, de modo que la sociología sólo debe estudiar lo que en la
sociedad forma sociedad, es decir las formas de la acción
recíproca.
Analizar las formas es, por lo tanto, el objeto de la
sociología “pura”. Por ejemplo en todos los grupos
sociales se encuentran las mismas formas de
dominación, de subordinación, de competencia o de
cooperación.
Las formas de socialización que se deben estudiar no son
solamente aquellas que producen formas institucionales
como el Estado, la familia o la Iglesia, sino que es preciso
también tomar en consideración las que cambian, las que
son más efímeras, tales como las formas de sociabilidad.
SU METODOLOGIA
La sociología debe identificar las formas y separarlas de su
soporte material a través de un esfuerzo de abstracción.
Simmel utiliza la metáfora del bosque para ilustrar el principio
básico de su método. La sociedad aparece inicialmente
como un bosque lejano en el cual no se percibe ningún
árbol en particular. La sociología debe describir los arboles
de este bosque para comprender el bosque en su conjunto.
Se parte del todo para analizar los elementos de esta totalidad
así como las formas particulares.
La sociología debe seguir dos direcciones: una dirección
cronológica y una dirección analítica y comparativa para
poner de manifiesto los rasgos comunes y las formas
sociales.
Esta abstracción tiene como objetivo extraer las formas de
la socialización de sus contenidos y de sus fines. Para
analizar lo social, conviene extraer lo psicológico de los
comportamientos humanos para centrarse en la
producción social de estos comportamientos.
La dificultad de este método, según el propio Simmel,
consiste en que “la socialización no cesa de anudar, de
desanudar y de reanudar los lazos entre las personas, se
trata de un flujo y una pulsación eterna que vincula entre
ellos a los individuos, incluso cuando no produce
verdaderas organizaciones” De hecho, con los procesos
de socialización, la sociedad es a la vez omnipresente y en
perpetua renovación. La cohesión social es a la vez solida
y en desequilibrio permanente: “todos los contactos
físicos y psíquicos, los intercambios de placer y de dolor,
las conservaciones y los silencios, las manifestaciones de
intereses comunes u opuestos que se producen sin parar,
esto es lo que hace inicialmente la prodigiosa solidez del
tejido social, su vida fluctuante, con la cual sus elementos
encuentran, pierden y desplazan sin cesar su equilibrio”.
A partir de este análisis del tejido social, Simmel propone
un método que privilegia el análisis micro-sociológico
sin abandonar por ello el análisis macro-sociológico. Así,
para comprender los grandes órganos en los cuales los
elementos fundamentales de la vida y sus acciones
recíprocas se han reunido, y que se puede efectivamente
aprehender a partir de un análisis macroscópico,
conviene también “desvelar los hilos finos, las
relaciones mínimas entre los seres humanos, cuya
repetición continua funda estas grandes formaciones,
que se han convertido en objetivas, dotadas de una
verdadera historia” es decir las dimensiones microsociológicas de la sociedad.
En su perspectiva de una sociología dinámica que analiza
una sociedad en construcción permanente y que está
ella misma en fase de elaboración.
Simmel precisa que “en lugar de considerar nuestros
conceptos como conjuntos cerrados a propósito de los
cuales sólo faltaría por explicitar el contenido implícito,
es mucho más importante manejarlos como simples
indicadores de realidad cuyo verdadero contenido
queda por descubrir, no como unos cuadros que exigen
solamente una iluminación suficiente para revelar un
contenido en sí completo, sino como unos esbozos que
quedan por rellenar”.
ACCIÓN RECÍPROCA
Este término aparece a partir de 1890: “se puede hablar de sociedad en
un sentido amplio de la palabra, cuando existe una acción recíproca
de los individuos”.
Este concepto de acción recíproca le permite distanciarse de dos
explicaciones habitualmente propuestas para comprender el origen
de lo social: la acción individual y las fuerzas trascendentes de la
sociedad global.
Según Simmel, las acciones recíprocas individuales surten efectos de
agregación que pueden convertirse entonces en formas duraderas
que van a imponerse a los individuos y que les serán exteriores.
Los intercambios entre los individuos son tan complejos; y lo son cada
vez más, que hay que resolverse a considerar la sociedad como una
realidad autónoma.
No existe ninguna acción recíproca pura y solamente se pueden
encontrar modalidades particulares que no son ni la causa ni el
efecto, sino la propia sociedad. Lo individual y lo social no se
oponen, puesto que representan dos puntos de vista diferentes.
La sociedad existe a partir del momento en el que se produce “una
coexistencia de individuos que mantienen unas relaciones
recíprocas entre ellos y que estas relaciones generan en cada uno
de ellos lo que sería imposible explicar a partir de uno solo”.
La acción recíproca contribuye a la construcción de una sociedad, ya
que constituye una forma de socialización.
Con el concepto de acción recíproca, Simmel propone un análisis, no
tanto de una sociedad constituida, sino de una sociedad in statu
nescendi, es decir en proceso de construcción.
Para él, lo social proviene de acciones recíprocas que, con el
transcurso del tiempo, se cristalizan en formas estables.
LA FORMA
En cualquier fenómeno social, el contenido y la forma social
constituyen una realidad concreta unitaria. Estos dos elementos
están estrechamente vinculados y uno no puede existir sin el otro.
El concepto de forma es fundamental para comprender el pensamiento
sociológico de Simmel.
Puede definirse como interacciones socializantes, acciones recíprocas
intercambiadas por los individuos que contribuyen a la continuidad
de los grupos sociales, a su institucionalización, de sus roles y a la
renovación de los individuos en un marco duradero.
Las formas sociales se fundamentan sobre una transmisión, una
formación y una socialización de los sucesores, a la imagen de los
predecesores.
Este concepto es una abstracción lógica , pero corresponde sobre todo a
una perspectiva teórica que considera lo social como un conjunto de
fenómenos en movimiento casi permanente, como una dinámica sociohistórica cuyo origen se encuentra en las actividades propiamente
humanas. Construcción teórica, que permite al investigador analizar la
realidad social.
Esta perspectiva se justifica, según Simmel, por el hecho de que para las
ciencias humanas y sociales, lo que se observa no es solamente un
objeto exterior, como por ejemplo para las ciencias naturales, sino la
vivencia de los individuos y las interacciones entre los actores.
En el análisis de las formas sociales, se refiere de manera sistemática al
contexto socio-cultural. Tanto el individuo como su producción están
determinados por el estado histórico, las necesidades y las actividades
del conjunto.
Integra el análisis histórico al análisis sociológico.
La construcción de lo social se explica por lo tanto a partir de dos
conceptos: la acción recíproca y la forma.
Por ejemplo: el conflicto no es solamente, una construcción
intelectual, puesto que es también una realidad social en la
que participa y una realidad que se construye ante sus ojos
por las múltiples interacciones de los actores sociales.
La historia humana es el perpetuo conflicto entre la vida,
productora de formas gracias a las acciones de los individuos,
y la cultura que corresponde a unas formas supra individuales,
deificadas y fijadas.
Las formas sociales que conocen cierta continuidad pueden
escapar a la interacción entre los individuos y conocer una
evolución que le es propia.
Se distingue cuatro tipos de formas sociales en la obra de Simmel:
- Las formas que gozan de cierta permanencia: se trata de las
instituciones (familia, Estado, Iglesia, empresa, partido político, etc.).
- Las formas que son unos esquemas preestablecidos según las
cuales las organizaciones se constituyen: son unas formas
“formantes” (jerarquía, competencia, conflicto, aventura, asociación,
división del trabajo, intercambio, exclusión, herencia, imitación, etc.).
- Las formas que constituyen el marco general en el cual se sitúan las
organizaciones: es cuestión de las conformaciones (política,
economía, derecho, educación, religión, etc.).
- Las formas efímeras que constituyen los ritos de la vida diaria
(costumbres, comidas compartidas, tacto, cortesía, etc.).
Entre las diferentes formas sociales analizadas
por Simmel que tienen esta característica, se
pueden citar sus obras: La tragedia de la
cultura (la moda), La filosofía del dinero (el
dinero), El individuo y la libertad, Sociología
y Metrópoli y personalidad (traducida
también como La Metrópolis y la vida mental)
LA MODA
Simmel dice que si examina la historia de las modas
encontraremos que sólo ha sido estudiada, antes que él,
en función de sus contenidos.
A este respecto cabe recordar el Tratado de la vida elegante
(1830) de Balzac, para quien «el vestido es la expresión
de la sociedad».
Simmel, en cambio, propone estudiar su significación para
la forma del proceso social que permitiría conocer la
historia de los ensayos hechos para adoptar al estado de
cada cultura individual y social la satisfacción de las dos
opuestas tendencias, la de imitar y la de diferenciarse.
En su ensayo «Filosofía de la Moda», en donde subrayará
las oposiciones particular / universal; igualdad /
diferenciación; imitación / distinción; cohesión /
separación. Dualismo que encontrará en la fisiología:
«La base fisiológica de nuestro ser nos ofrece la
primera indicación; necesitamos del movimiento no
menos que de la quietud, de la productividad como de
la receptividad», en la vida espiritual, en la afectiva (...)
«la historia entera de la sociedad puede desarrollarse al
hilo de las luchas y compromisos, de las conciliaciones
lentamente logradas y pronto deshechas que tienen
lugar entre el impulso a fundirnos con nuestro grupo
social y el afán de destacar fuera de él nuestra
individualidad».
Anteriormente, en Filosofía del dinero, ya había señalado que «la
moda es una de esas instituciones sociales que unifican, en una
proporción peculiar el interés por la diferencia y el cambio que
se da por la igualdad y la coincidencia»
En el interior de la constante contraposición que proviene del
dilema vida forma -la moda es una Lebensform, una forma de
vida (una dirección y una tendencia más que una cosa)
Simmel se refiere, a la propensión psíquica de la imitación, el
tránsito de la vida en grupo a la vida individual. El que imita,
dice, transfiere a los demás la exigencia de ser original y de la
responsabilidad por su acción. El imitador que actúa porque los
demás obran así se opone al hombre que obra en vista de
finalidades, el hombre teleológico.
Simmel, subraya que «la moda es imitación de un modelo
dado», lo que satisface la necesidad de apoyarse en la
sociedad librándose del tormento de decidir, transfiriendo a
los demás las exigencias de ser originales, reduciendo la
conducta de cada uno (token) a mero ejemplo de una regla
(type). Pero «no menos satisface la necesidad de
distinguirse, la tendencia a la diferenciación, a cambiar, a
destacarse». Para Simmel, más que a la variación de los
contenidos, esto sucede sobre todo porque, asevera,
siempre las modas son modas de clase.
(Veblen, Goffman)
El ver la moda como producto de la división en clases le
permite observarla, en su comportamiento, como
similar al honor, cuya doble función consiste en trazar
un círculo cerrado en torno a sí y al mismo tiempo
separado de los demás.
El carácter abstracto y arbitrario de la moda se
manifiesta en la indiferencia de la moda, en tanto que
forma, frente a sus contenidos. «A veces son
modernas cosas tan feas y horrorosas que parece
como si la moda no se propusiera sino mostrar su
poder haciendo que aceptemos, en aras de ella, lo más
horrible.»
No hay estudio sobre la moda que no recuerde el tan
citado aforismo de Coco Chanel, «moda es lo que se
pasa de moda». Mucho, mucho tiempo antes, Simmel
había insistido que a la moda lo único que le importa es
la variación.
La sorprendente vigencia de estas consideraciones la
podemos ratificar comparándolo con un reciente texto
de Lotman (1999): «El cambio regular de la moda, con
sus constantes epítetos "caprichosa", "voluble",
"extraña" que subraya la ausencia de la motivación, la
aparente arbitrariedad de su movimiento, resulta una
especie de metrónomo del desarrollo cultural.»
En su obra Filosofía del dinero (1900), Simmel había
señalado que si las modas de hoy ,ya no son tan
extravagantes y costosas como las del pasado, y
además tiene una menor duración, ello se debe a que
se incorpora a círculos más amplios; es mucho más
fácil hacer que las clases inferiores se las apropien.
El resultado de esta transformación de la moda, tanto en
su extensión como en su velocidad, es que «aparece
como un movimiento autónomo, como un poder
objetivo, desarrollado a través de las fuerzas propias,
que hacen su cambio con independencia de la
intervención de los individuos». En Filosofía de la
moda dirá: «la moda es, en su íntima esencia,
sobreindividualidad».
La velocidad de la moda la explica así: «cuanto más nerviosa es una
época tanto más velozmente cambian sus modas (ya que uno de
sus sostenes esenciales, la sed de excitantes siempre nuevos,
marcha mano a mano con la depresión de las energías
nerviosas)».
El tiempo de la moda es como el de la vida moderna, impaciente, que
indica no sólo el ansia de un rápido cambio de los contenidos
cualitativos de la vida, sino también de la potencia que adquiere el
atractivo formal de los límites, del comienzo y del final, del llegar y
del irse.
Así lo dice Simmel: «la moda, con su juego entre la tendencia a una
expansión universal y la aniquilación de su propio sentido que
comporta justamente esa expansión, posee el atractivo singular
del límite, el atractivo simultáneo del comienzo y del final, de la
novedad y al mismo tiempo de la caducidad».
Dirá Simmel, «La cuestión de la moda no es ser o no ser,
sino que ella es simultáneamente ser y no ser, se sitúa
siempre en la división de las aguas entre el pasado y el
futuro, proporcionándonos así mientras está en su
apogeo un sentimiento de presente tan intenso como
pocos fenómenos… Aunque la culminación en cada
momento de la conciencia social en el punto que ella
designa, entraña también el germen de su muerte, su
inevitable destino de ser sustituida, el carácter
transitorio que esto implica no la descalifica en
conjunto, sino más bien añade a sus atractivos uno
más.»
Para Simmel, la moda pareciera saber sólo conjugar el
presente, un presente impaciente, un presente
acentuado.
El presente de la moda con vocación de eternidad lleva
a decir a Simmel que «tiene la moda la propiedad de
que cada nueva moda se presenta con aire de cosa
que va a ser eterna», lo que no contradice su
principio fundamental, a la moda ciertamente lo que
le importa es variar.
A Simmel en su mirada, no se le escapó, el comportamiento
de lo que hoy se denominaría fashion victim, que él
indistintamente llama esclavo o frenético de la moda, y
de su simétrico demodé o el hostil a la moda: «Si ir a la
moda es imitación del ejemplo social, ir deliberadamente
demodé es imitar lo mismo pero con signo inverso. No
es, pues, la hostilidad a la moda menor testimonio del
poder que sobre nosotros ejerce la tendencia social ( ... )
la anti-moda preconcebida se comporta ante las cosas lo
mismo que el frenético de la moda, sólo que rigiéndose
por otra categoría: mientras éste exagera cada elemento,
aquél lo niega. Hasta puede ocurrir que en círculos
enteros, dentro de una amplia sociedad, llegue a ser
moda el ir contra la moda.»
En su obra La tragedia de la cultura (1895), Simmel ubica a
la moda dentro del tipo de fenómenos cuya intención es
extenderse ilimitadamente, lograr una realización cada
vez más completa, pero que al conseguir esta finalidad
absoluta caerían en contradicción consigo mismos y
quedarían aniquilados.
La moda apenas alcanza su objetivo, muere en cuanto moda
«víctima de la contradicción lógica consigo mismo,
porque su expansión total suprime en ella la fuerza
eliminatoria y diferencial».
Dice Simmel, lo que le importa a la moda es variar, pero, añade,
«como todo lo demás del mundo, hay en ella una tendencia a
economizar esfuerzo; trata de lograr sus fines lo más ampliamente
posible, pero, a la vez, con los medios más escasos que sea dado;
de suerte que ha podido compararse su ruta con un círculo».
Por este motivo, recae siempre en formas anteriores, cosa bien clara
en las modas del vestir. Con gran lucidez afirma: «apenas una
moda pasada se ha borrado de la memoria, no hay razón para no
rehabilitarla. La que la ha seguido atraía por su contraste con ella;
al ser olvidada, permite renovar este placer de contraste
oponiéndola a su vez a la que por la misma causa le fue preferida».
El atractivo especialmente picante y seductor de la moda reside,
según Simmel, en el contraste que se establece entre su difusión
tan extensa y omniabarcadora y una rápida y radical transitoriedad,
en el derecho reconocido a la infidelidad para con ella.
En Diario Póstumo, Simmel escribe: «El proceder del mundo me
parece como el moverse de una rueda monstruosa, justamente
como el presupuesto del eterno retorno. Pero de todos modos no
con la misma consecuencia, que realmente en algún momento se
repita lo idéntico. La rueda en efecto tiene un radio infinitamente
grande. Sólo cuando ha transcurrido un tiempo infinito, es decir
jamás, lo idéntico puede volver al idéntico lugar.»
La moda puede, aparentemente y en abstracto, admitir cualquier
contenido. Cualquier forma de la indumentaria, del arte, de los
comportamientos o de las opiniones puede ponerse de moda. Y sin
embargo, dice Simmel, «en la esencia íntima de algunas formas
late una disposición singular para desarrollarse como moda,
mientras que otras se resisten a ello también desde su
interioridad».
«En la Moda se puede hablar de delimitación (Abgrenzung), del atractivo
formal del límite, del conjuntarse en el continuum de la vida, el
discontinuum de las formas, del modo en que «el contenido de la
representación no coincide con la representación del contenido».
«Como en la moda, el confín es el lugar del contraste; es la cosa misma y
al mismo tiempo el cesar de la cosa, el territorio circunscrito en que el
ser y el ya-no-ser de la cosa es una sola cosa. Como la Moda, o la
Forma Moda, la Forma es antítesis de la continuidad. Como el juego,
como la coquetería, como la seducción, como la aventura.»
0 como dijo de sí mismo en una carta que escribió a Marianne Weber en
1912:
«Ahora giro las velas y busco una tierra todavía no pisada. El viaje podrá
incluso concluir antes de alcanzar la costa. Al menos no me sucederá
como a muchos de mis compañeros, que se encuentran tan cómodos
en su nave que llegan a pensar que la nave misma sea la tierra
buscada»".
BIBLIOGRAFÍA
LOTMAN, Y -Cultura y explosión, Gedisa.
POGGI , G -Dinero y modernidad: La filosofía del dInero de Georg
Simmel , Nueva Visión
SIMMEL, G. –Cuestiones fundamentales de sociología, Gedisa
- Sociología, Alianza Editorial (fotocopia de FCCSS/UdelaR)
- Cultura femenina y otros ensayos, Alba Editorial
- Cultura líquida y dinero: fragmentos simmelianos de la modernidad,
Anthropos
-La ley individual y otros escritos, Ediciones Paidós
WATIER, P -Georg Simmel, Sociólogo, Nueva Visión