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Transcript
Desde la primitiva Iglesia estos dos grandes
testigos de Jesucristo, san Pedro y san Pablo,
han estado unidos en el recuerdo y en el fervor
de los seguidores de la fe.
Aunque no
en todos
los sitios de
igual
manera,
desde
tiempos
antiguos se
les celebra
el 29 de
Junio.
Pedro era de carácter
fuerte e impulsivo. Era
presuntuoso,
transparente y casi
infantil en la
manifestación de sus
espontáneas y más
íntimas reacciones
psicológicas. Pero tenía
unos grandes valores
morales: alma bella, gran
corazón, lealtad,
generosidad, unas
cualidades humanas
entrañables y
subyugantes.
La primera noticia
que tenemos
sobre san Pedro
es cuando Andrés
llevó ante Jesús a
su hermano
Simón. Jesús le
dice: En adelante
te llamarás Pedro.
Poco
tiempo
después,
caminando
junto al
mar de
Galilea,
Jesús
llamó a los
dos
hermanos,
Pedro y
Andrés:
No sabemos si san Pedro estaba casado o estaba viudo.
Lo que nos dice el evangelio es que un día, después de
predicar Jesús, fue a la casa de Pedro y la suegra de éste
estaba en cama con fiebre. Jesús la curó.
Una
buena
señal de
sanación
es que
ella se
puso a
servir.
El momento trascendental en la vida de san Pedro fue
cuando Jesús le prometió hacerle responsable principal
en esta empresa de ser “pescador de hombres”.
Se lo
prometió
bajo unos
símbolos, de
llaves y
piedra
fundamental,
según nos lo
cuenta san
Mateo en el
evangelio de
este día.
Mt 16,13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de
Filipo Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la
gente que es el Hijo del hombre?" Ellos contestaron:
"Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que
Jeremías o uno de los profetas." Él les preguntó: "Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro
tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios vivo." Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón,
hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie
de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la
derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo
que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que
desates en la tierra quedará desatado en el cielo."
Con el
último
símbolo de
“atar y
desatar”
viene a decir
Jesucristo
que Dios va
a ratificar en
el cielo lo
que haga
Pedro en la
tierra.
Esto ha dado pie para muchos estudios sobre la
responsabilidad de san Pedro y sus sucesores. Y también
sobre nuestra tranquilidad espiritual en el seguimiento de
ellos.
Ese fue el
gran
momento
en la vida
de san
Pedro,
porque fue
el de la
promesa
de Dios,
una
especie de
alianza.
Y Dios cumple lo que promete. Para llegar al éxito, san
Pedro tendrá que pasar por varias purificaciones, por
caídas y levantamientos, por perdones y por lágrimas y
saber recibir la fuerza del Espíritu.
Automático
Todas
sus
promesas
Jesús te
cumplió.
En Cafarnaún nadie imaginó la
misión que a Pedro le confía Dios.
Dios te hizo capitán de una nave singular.
Desde
hoy
pescador
serás
de los
hombres
que
eligió el
Señor.
Hacer CLICK
Un día
Jesús le
encomendó
a Pedro,
como
responsable
del grupo,
cumplir con
el deber de
pagar el
tributo.
Así
lo hizo
Pedro.
Los evangelios citan
con frecuencia
acciones de san Pedro.
Aparece siempre el
hecho de ser el
principal en el grupo.
Una noche están los
discípulos solos en la
barca, sin Jesús. Éste
llega caminando y
Pedro recibe el permiso
de Jesús de ir hacia Él.
Pedro, por desconfiar,
estuvo a punto de
ahogarse. Pero tenía la
ayuda de Jesús. Esa
era la lección.
Pedro, juntamente con Santiago y san Juan, presenció la
Transfiguración del Señor. También les llevaría aparte a
otros momentos importantes.
Ante el abandono de
algunos discípulos
que no creían que
Cristo podía ser el
verdadero "pan
bajado del cielo", es
Pedro quien dice a
Jesús: “Señor, ¿a
quién vamos a
acudir? Tu tienes
palabras de vida
eterna; nosotros
creemos y sabemos
que tú eres el Santo
de Dios”.
No todo eran
virtudes en Pedro,
ya que se estaba
formando. Un día
escuchó una
“reprimenda” de
Jesús, porque, al no
comprender que el
Mesías debía sufrir
y morir, quería llevar
a Jesús a un
mesianismo de
triunfo material.
En la Última Cena la primera advertencia de Jesús a
Pedro fue en el “lavatorio de pies”. Pedro impetuoso y
creyendo que eso de rebajarse por parte de Jesús no
estaba bien, no se quería dejar lavar los pies. La
advertencia de Jesús le sirvió para hacer un nuevo acto
de amor y sumisión.
Igualmente en la Última Cena, cuando falto de humildad
prometió seguir a Jesús hasta la muerte, escuchó el
anuncio de Jesús de que le iba a negar “tres veces” antes
del canto del gallo.
Otra advertencia
escuchó Pedro de
Jesús en el huerto
cuando le
aprehendían los
acompañantes de
Judas. Pedro quiso
hacerse el valiente
cortando la oreja a
un criado de Caifás.
Esa no debía ser la
manera de seguir a
Jesús.
En la
noche
del
Jueves
Santo,
Pedro
fue
cobarde
negando
a su
maestro.
Ante una criada y otras personas
declaró, con juramento, que no
conocía a Jesús.
Cuando Pedro se enteró que el sepulcro del Señor estaba
vacío, corrió juntamente con Juan, llevado por su amor.
Pero encontró
mayor amor en
Jesús
resucitado, que
se le aparece
en particular,
como un signo
de amor y de
perdón por las
lágrimas
derramadas.
Tan grande fue el perdón de Jesús que pocos
días después le concedió definitivamente el
primado para apacentar las ovejas y los
corderos del “rebaño” del Señor.
Cuando
estaban
reunidos
los
apóstoles
esperando
la venida
del Espíritu
Santo,
san Pedro, sintiéndose responsable del grupo, propuso
que, con la muerte de Judas Iscariote, otro le debía
suceder en el grupo apostólico. San Matías fue el elegido.
Cuando vino el Espíritu Santo el día de Pentecostés,
todos los 12 apóstoles sintieron una luz especial en la fe
y un gran valor para comenzar a predicar.
Pero fue san
Pedro, como
responsable
principal
quien,
saliendo el
primero
donde se
agolpaba la
gente,
comenzó a
dar testimonio
de Jesús
resucitado.
Es también el
primero de los
apóstoles en
hacer un
milagro público
al curar al cojo
de nacimiento
en el templo de
la Ciudad Santa
(3,6).
Hasta la
sombra de
Pedro
curaba
enfermos.
La predicación
de Pedro en la
casa del capitán
romano
Cornelio, trae
como resultado
el bautismo y la
aceptación del
mensaje de
Dios de una
familia no judía
(10,44-48).
Cuando el rey
Herodes lo
manda a prisión,
se eleva en toda
la iglesia una
oración por él, lo
que provoca la
intervención
milagrosa de un
ángel del Señor
que lo saca de la
cárcel (Hechos,
12).
Como su vida
corría peligro
en Jerusalén,
san Pedro
decidió
marchar
primero a
Antioquía y
después a
Roma, donde
seguiría su
predicación
apostólica.
Mientras tanto, Saulo
perseguía de muerte a la
Iglesia, hasta que Jesús
se le presentó a las
puertas de Damasco. Y
cambió la vida de Saulo.
El nombre hebreo de
san Pablo era Saulo. Era
judío de raza, griego de
educación y ciudadano
romano. Era inteligente
y bien preparado. Había
estudiado
en
las
mejores escuelas de
Jerusalén. Era enemigo
de la nueva religión
cristiana ya que era un
fariseo muy estricto.
Estaba convencido y
comprometido con su fe
judía.
Quería
dar
testimonio de ésta y
defenderla a toda costa.
Creía que los cristianos eran una amenaza para su
religión y creía que había que acabar con ellos. Por eso
iba a Damasco con poderes del sumo sacerdote para
acabar con ellos. Pero en el camino se le apareció Jesús
en medio de un gran resplandor, cayó en tierra y oyó una
voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
Pablo
comprendió que
perseguir a los
cristianos era
perseguir al
mismo Cristo
que vivía en
cada cristiano.
Saulo se levantó del
suelo, y aunque tenía
los ojos abiertos no
veía nada. Lo llevaron
a Damasco. Ananías,
obedeciendo a Jesús,
hizo que Saulo
recobrara la vista, se
levantara y fuera
bautizado.
Estuvo algunos días
con los discípulos de
Damasco y después
empezó a predicar
diciendo que Jesús
era el Hijo de Dios.
Saulo se cambió el
nombre por Pablo, su
nombre romano. Fue
a
Jerusalén
para
ponerse a la orden de
San Pedro.
Comenzando en Antioquía, llegó a Atenas y otros lugares
de Grecia y de otras naciones.
Realizó cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a
todos los hombres el mensaje de salvación, creando
nuevas comunidades cristianas en los lugares por los
que pasaba y enseñando y apoyando las comunidades ya
existentes.
Escribió
catorce
cartas o epístolas
que forman parte de
la Sagrada Escritura.
En ellas, además de
enseñarnos
lo
principal
de
la
doctrina
cristiana,
nos
da
algunas
vivencias
de
su
espíritu,
como
cuando nos dice:
Por mí no puedo
nada, pero todo lo
puedo en aquel que
me conforta.
Todo lo puedo
en Cristo que
me conforta.
Automático
Todo lo
puedo en
Cristo que
me
conforta.
Por
Jesucristo,
mi Señor,
yo juzgué
todo como
nada,
a fin de
serlo todo
en Cristo
por la fe
que Dios
me dio.
Fui
convocado
por Jesús.
Por Dios
yo sé que
fui
llamado.
He
renunciado
a mi pasado
y ahora
avanzo
hacia la
vida.
Todo lo
puedo
en Cristo
que me
conforta.
Todo lo
puedo en
Cristo que
me conforta.
Hacer CLICK
Un día san Pablo,
“llamado al
apostolado, elegido
para predicar el
evangelio de Dios”,
como les dirá a los
romanos, es llevado
a Roma. Va preso y
encadenado. Pero
en Roma,
juntamente con san
Pedro, seguirá
predicando la
Buena Nueva de
Jesús resucitado.
En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que
no fue posible sofocar. Se corría el rumor de que había
sido el emperador Nerón quien lo había provocado.
Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien le
sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado
el incendio.
Así comenzó una
verdadera “cacería”
de los cristianos: los
arrojaban al circo
romano para ser
devorados por los
leones, eran
quemados en los
jardines, asesinados
en plena calle o
torturados
cruelmente.
Durante esta persecución, que duró unos tres años, murió
crucificado san Pedro por mandato del emperador Nerón.
Según la
tradición,
pidió ser
crucificado, con
la cabeza
abajo,
para no
ser igual
que su
maestro.
También san
Pablo murió
mártir, cortada
la cabeza con
una espada,
por ser
ciudadano
romano.
San Pedro fue sepultado en la Colina
Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí
se construyó la Basílica de San Pedro,
centro de la cristiandad.
San Pablo fue sepultado en la
vía Ostiense, donde hoy se
levanta la basílica a él dedicada.
La ciudad de
Roma,
consagrada
con la sangre
de san Pedro
y san Pablo,
les aclama
como sus
“padres y
protectores”.
La vida de san Pedro nos
enseña que, a pesar de la
debilidad humana, Dios
nos ama y nos llama a la
santidad. A pesar de
todos los defectos que
tenía, Pedro logró cumplir
con su misión. Para ser
un buen cristiano hay que
esforzarse por ser santos
todos los días. El mismo
san Pedro nos dice: “Lo
mismo que es santo el
que os llamó, sed santos
también vosotros en toda
vuestra
conducta”.
(I Pedro, 1,15).
También nos enseña a amar a la Iglesia. Toda
organización necesita de una cabeza y Pedro fue el
primer jefe y la primera cabeza de la Iglesia. Fue el
primer Papa de la Iglesia Católica. Jesús le encargó
cuidar de su Iglesia, cuidar de su rebaño.
El Papa tiene la
misión de enseñar,
santificar y gobernar
a la Iglesia. El trabajo
del Papa no sólo es
un trabajo de
organización y
dirección. Es, ante
todo, el trabajo de un
padre que vela por
sus hijos.
Muchísimas cosas
buenas nos enseña san
Pablo en sus cartas y
discursos y acciones
que nos traen los
“Hechos de los
Apóstoles”. Al ser su
fiesta, prometamos leer
algo de todo ello
despacio y en la
presencia de Dios.
Terminamos diciendo
que, si hizo tanto por el
Reino de Dios, era
porque vivía en unión
espiritual con Jesús
hasta poder exclamar:
“Para mí vivir es Cristo”.
Para mí
vivir es
Cristo
Automático
Para mí vivir es
Cristo
Ya desde
el seno
materno
me ha
destinado
el Señor.
Ya desde el
seno
materno me
ha
destinado
el Señor.
Con su
gracia estoy
consagrado
y hoy me
llena con su
amor.
Con su
gracia
estoy
consagrado
y hoy me
llena con
su amor.
Es Cristo
quien vive
en mi y Él
me ha
entregado
su amor.
Es Cristo
quien vive
en mi y Él
me ha
entregado
su amor.
¡Ay de mi
si yo no
anunciara
que sólo
en Él hay
salvación!
¡Ay de mi si yo no anunciara
que sólo en Él hay salvación!
Para mí
vivir es
Cristo
Para mí
vivir es
Cristo
Para mí
vivir es
Cristo
Que María, con san Pedro y san Pablo, interceda
por nosotros.
AMÉN