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Para Ángel, por el día a día compartiendo. Utilizad el click a partir de ahora Mari Paz Santos Suero Apalabrar el mundo. Entusiasmarlo unas seis o siete veces al día. Con coraje en la voz enamorarlo. Porque aparecen las melancolías cuando arrecia el cansancio si callamos. Con ahínco encender de nuevo Vida donde habite el dolor o esté dormida, entregando esperanza en lo que hagamos. Enhebrar los sucesos cotidianos de calor, invitando a la alegría con todo el corazón en nuestras manos. Caminar con lo nuestro, lo mundano. Abrazándonos a lo más cercano como fundamental pedagogía. Y entonces ser sencillos artesanos con la fe… como pan de cada día. ¿ Cómo se llama la vida que se aposenta en tus manos, tu sonrisa, o la desdicha cuando viene a visitarnos? ¿ Cómo se dice el silencio que en ti se guarda, cuando calla el tiempo y las horas parecen ir más despacio? ¿ Cómo canta tu mañana? ¿ O la noche, susurrando, destila adentro el sonido después mecido en tus labios? Porque todo nos responde y nada puede explicarlo sino el Misterio que habita, que viene por donde vamos… Espérame en la noche cuando nadie te de su voz latiendo. Cuando callen tantísimas pantallas y en el aire nos vuelen las palabras. Aún no es tarde para ir resucitando tu sonrisa tomándote la mano en este baile. Sentémonos. Ya sé que va deprisa la noria caprichosa si improvisa vaivenes arrimados a desvelos: En esta historia nuestra viene el cielo. Tan sólo has de dejarlo acompañarte. Y – sí- el dolor sucede. Pero luego sabrás muy bien que todo es levantarse a entregarnos la voz. Porque es bastante la hondura de nosotros, ese “quiero” cuajándose en Amor si es verdadero en la noche… Y será que nunca es tarde. Un poso de ternura que aletea por adentro queriendo ser del todo. Un pobre corazón que la desea inquieto. Pero no encuentra acomodo. Viajeros cansados que dormimos ansiando la Belleza si atardece. Mientras el Misterio se estremece con nosotros cuando lo recibimos. El Amor por adentro se pasea - consigo el corazón siempre lo meceporque inocentemente se ha quedado a hospedarse en nuestra humilde odisea… Acerquémonos más por si amanece y aún no nos hemos despertado. La lluvia. El cristal. Otoño. Afuera. Adentro una oración, nueva. En los labios la letra. El momento aguarda. Espera el pulso delicado. Raro. Sabio. Agua en la ventana gorgotea palabras se dibujan mientras tanto-. Callada la razón. Dice “así sea” la hondura. Sólo entonces nace el canto. Latir lleno de vida – otoño- afuera. Adentro, muy profundo, algo esperando a que despierte el ser de otra manera. Y surge, como un fuego, no sé… cuando parece que de nuevo amaneciera. Mientras está el cristal tintineando. La vida que posándose en tus manos o acariciándote el rostro con su brisa. La noche oscurecida, pero en vano. La mañana anunciada en tu sonrisa. El miedo que se calla. El mundo al lado viajando en tropel a toda prisa. El perro, perro fiel, acostumbrado. La andadura con él. La tan precisa vida deletreándose en tus manos. La noche que no es. O la mañana en rayos de tibieza en la ventana. El ir de tu bastón dichoso, ufano. El ruido mundanal que corre insano. Y ese perro con gozo de campana. Con nosotros las manos que interrogan en la acera tendidas en el aire… La voz empobrecida de este ahora. La voz de la miseria y la del hambre. Con nosotros la piel adormecida de quien vive el final de este viaje. O el latido ahogado de quien lleva la sola soledad como equipaje. Con nosotros el rostro que dialoga con una reja fría a media tarde de una mente quebrada de angustiarse. Y el rosario de tantas vidas rotas. O el dolor que se ahoga sin nombrarse entre tantos de quienes nadie sabe… cada día con nosotros, cada hora… Y el trabajo que habrá de ser constante, decidido a dar y a entusiasmarse, como pan amasado en nuestras manos, que arropen y que alivien, den y amansen, musitando una oración, mirando al Cielo, y amando en la mañana y en la tarde. Contigo a donde vayas si me llevas iré, con los momentos y lugares cuajados de sonrisas o pesares. Contigo. Si tú quieres. Y me llevas. Porque sé de tormentos que atraviesan con sus inesperados oleajes. Porque sé del amor cuando regresa, y sé de la belleza su lenguaje… espérame, que quiero acompañarte llevando mis sencillas y serenas esperanzas entre nuestro equipaje. A tu lado sabré cómo contarte la enorme dicha de las cosas buenas. Y sabremos seguir con el coraje de unas cuantas palabras verdaderas que lleven el Amor como bandera. Espera aquí. Vayamos más despacio. Aún está cuajando Primavera en nuestros labios. Todavía. Espera a que adentro se vayan dibujando las palabras desnudas y sinceras. Luego déjalas libres, muy a solas. Y deja al corazón si se confía… Allá por donde vas, adonde llevas tu voz me arrimaré para alcanzarte y tú desnudarás mis melodías si viene el Amor a nuestra tarde. A los labios vienen a quedarse las palabras. Despacio. Tú lo sabes. Luego – solas- serán ellas. Bastante. Mientras tanto esperemos. Todavía. Que las palabras sobran y es bastante la brisa fresca de nuestros semblantes lo sabemos. También que al acercarse, con el verso, la tinta desdibuja la verdades que abrigan el instante. La Luz. O la Belleza. Siempre antes. Con qué delicadeza nos empapa… Y, sin saber, adelante nos empuja. Viene. Luego parece que se escapa. Y no encuentra voz con que expresarse. Tú sabes que no hay verso. No es bastante el lenguaje… Que sólo hay que quedarse a mirarnos la brisa en el semblante. Los silencios que mejoran cuando se brindan despacio con tu mirada en la mía y nos late mientras tanto el mundo al lado. ¿ Decías? ¿ O es que están también hablando los rincones, con la vida posada en ellos, la dicha que viene y va a nuestro paso… si nos crecen todavía los silencios al brindarlos…? Eres tú dialogando con la prisa quejido del Amor aprisionado: las alas enhebradas de sonrisas de tu vuelo ya casi has mutilado… Y viajas con el ser enamorado de otra forma de vida. Solicitas un rumbo que no esté desorientado entre tanto vaivén en que transitas. Y vas interrogando a cada brisa, y a la hora que pasa, en qué precisa ensoñación levantarás el vuelo. Mientras va susurrándotelo el Cielo en ese raro Amor desmesurado que en ti llevas, adentro, acurrucado. La belleza agazapada en un trocito de cielo esperando una mirada entre tu “quiero” y “no quiero”. La tristeza abigarrada que no escapa de tu pecho y la tímida esperanza llamando a tu desconsuelo con el reflejo del agua de la lluvia sobre el suelo que trae, cálida y clara, la belleza desde el cielo. Mari Paz Santos Suero, desde Madrid, España. Registro de la Propiedad Intelectual nº: M-004959/2014