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Comenzamos el año, y cada día, con la bendición del Señor.
El Señor te bendice y te guarda;
el Señor ilumina su rostro sobre ti
y te concede su favor;
el Señor te muestra su rostro
y te da su paz.
-Primera lectura-
María Madre de Jesús.Lucas 2, 16-21 // 1 Enero 2009
La vida auténtica de María
nos obliga a abandonar las sedas
y coronas para seguirla
por los caminos polvorientos.
Nos obliga a cubrir su túnica
con un delantal,
a imaginarla amasando pan,
cargando agua desde el pozo,
dando de mamar,
fregando el suelo...
Todo lo que han hecho
las mujeres durante siglos.
[Los pastores] 16Fueron de prisa y encontraron a María, a José y al niño acostado en el
pesebre. 17Al verlo, contaron lo que el ángel les había dicho de este niño. 18Y cuantos
escuchaban lo que decían los pastores, se quedaban admirados.
En la antigüedad la divinidad se revelaba con signos y prodigios espectaculares.
Nuestro Dios no está en lo espectacular, sino en lo cotidiano, en las realidades
sencillas y corrientes de la vida. La señal para reconocerlo es un niño recién nacido.
Los pastores siguen el proceso de todo encuentro con Jesús: búsqueda, hallazgo
unido a la experiencia personal y testimonio.
El testimonio hace que la fe brote y se propague entre quienes escuchan.
19María,
por su parte,
guardaba todos estos
recuerdos y los meditaba
en su corazón.
María tiene que hacer su propio itinerario para creer en Jesús. Creer en quien ha
dado a luz, limpiado, amamantado, protegido, enseñado...,
María interioriza todo lo que está viendo y oyendo, contemplando y descubriendo la
presencia de Dios en todos los acontecimientos de la vida.
Creer supone un proceso y una profundización.
Con ella y como ella hemos de recorrer nuestro propio camino de fe, con sus luces
y sus sombras, buscar momentos de silencio y reflexión para meditar, para aceptar
lo que nos vaya sucediendo aunque sea incomprensible.
20Los
pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios porque todo lo que
habían visto y oído correspondía a cuanto les habían dicho.
Los pastores, expertos en noches, soñadores despiertos, caminan, buscan, creen,
agradecen, expresan su alegría, bendicen, anuncian, comparten.
A nosotr@s se nos anuncia la misma alegría que a los pastores.
HOY me ha nacido un Salvador. Todo esto por mí.
“Atrévete a pensar que tú has provocado la Encarnación”. (s.Ignacio)
21A
los ocho días, cuando lo circuncidaron, le pusieron el nombre de Jesús,
como lo había llamado el ángel ya antes de la concepción.
La invocación del nombre de Jesús
y su recuerdo son una oración.
En la ceremonia de la circuncisión –una sencilla operación de fimosis- se incluía
la imposición del nombre. La circuncisión es la vieja ley. Jesús nace sometido a
ella y la romperá desde dentro, como el vino nuevo que rompe los odres viejos.
Su nombre y su misión van a mostrar un “Dios nuevo”.
Como Jesús –el que salva- yo tengo un nombre y una misión.
Escucho a Dios pronunciar mi nombre con alegría y ternura.
Me dejo llamar por Él y por l@s demás.
Hoy me he encontrado en las manos con tus regalos, Señor:
nueva vida, nuevo tiempo, nueva lluvia, nuevo sol...
Por eso, para este tiempo que estreno con ilusión,
quiero, Señor, y te pido también un nuevo reloj.
Un reloj que mida el tiempo como lo mide tu amor;
que se pare cuando lleguen las personas a mi rincón,
para escuchar, compartiendo, alegrías y dolor.
Una reloj que me sitúe la mente y el corazón en el momento presente,
que es tu momento, Señor, en el quehacer cotidiano
que es lugar de encarnación.
Un reloj que mida el tiempo con tu paciencia, Señor:
con el ritmo y la medida universal del amor;
despertador de rutinas, vigilante, ayudador;
que nunca mida la entrega del tiempo y del corazón.
Con la vida, con el tiempo que hoy me regalas, Señor,
para darme sin medida,
espero un nuevo reloj,