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Santa María Madre de Dios
María meditaba todas estas cosas en su corazón.
Al cumplirse los ocho días, le pusieron por nombre Jesús
(Lc 2, 16-21)
ANTÍFONA DE ENTRADA
¡Salve, Madre santa!, Virgen Madre del Rey, que gobierna cielo y tierra por
los siglos de los siglos.
o también ((Is 9,2.6; Lc 1,33)
Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor y es su
nombre: «Admirable, Dios, Príncipe de la paz, Padre perpetuo»; y su reino no
tendrá fin.
ORACIÓN COLECTA
Dios y Señor nuestro que por la virginidad maternal de María entregaste a los
hombres los bienes de la salvación; concédenos experimentar la intercesión de
aquella de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida.
PRIMERA LECTURA (Nu 6,22-27)
Invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré
Lectura del Libro de los Números
El Señor habló a Moisés: «Di a Aarón y a sus hijos: Esta es la fórmula con la
que bendeciréis a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su
rostro sobre tí y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz.»
SALMO RESPONSORIAL (Sal 66)
R/. El Señor tenga piedad y nos bendiga
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros:
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que te teman
hasta los confines del orbe. R/.
SEGUNDA LECTURA (Gal 4,4-7)
Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas
Hermanos: cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una
mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que
recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a vuestros
corazones al Espíritu de su Hijo que clama: «¡Abba!» (Padre). Así que ya no
eres esclavo sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de
Dios.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Heb 1,1,-2)
R/. Aleluya, aleluya
En distintas ocasiones habló Dios antiguamente a nuestros padres por los
Profetas; ahora en esta etapa final nos ha hablado por el Hijo.
R/. Aleluya, aleluya
EVANGELIO (Lc 2,16-21)
María meditaba todas esas cosas en su corazón. Al cumplirse los ocho días, le
pusieron por nombre Jesús
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María
y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían
dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían
los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su
corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que
habían visto y oído; todo corno les habían dicho. Al cumplirse los ocho días,
tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había
llamado el ángel antes de su concepción.
Se dice «Credo»
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor y Dios nuestro, que en tu providencia das principio y cumplimiento a
todo bien, concede, te rogamos, a cuantos celebramos hoy la Madre de Dios,
Santa María, que así como nos llena de gozo celebrar el comienzo de nuestra
salvación nos alegremos un día de alcanzar su plenitud.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Heb 13,8)
Jesucristo ayer hoy; el mismo por los siglos.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Hemos recibido con alegría los sacramentos del cielo. Te pedimos ahora,
Señor, que ellos nos ayuden para la vida eterna, a cuantos proclamamos a
María Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia.
Lectio
Este domingo se reúne un triple motivo: la solemnidad de Santa María Madre
de Dios, la octava del Nacimiento del Señor y el comienzo de un nuevo año
que, desde hace varias décadas, coincide con la Jornada Mundial por la Paz.
El Evangelio de esta solemnidad retoma el relato que ya fue proclamado en la
Misa de Aurora de la Navidad (el relato de la adoración de los pastores) y le
agrega la noticia de la circuncisión del niño Jesús y la imposición de su
nombre (2,21).
El primer día del año se inicia con la mejor de las noticias: Dios nos ha
bendecido para siempre en Jesucristo. Además, en María y en los pastores se
nos ofrecen modelos de actitudes, formas de acoger y expresar en la vida la
bendición de Dios de modo que alcancen a todo el mundo. Reflexionemos
sobre el modo actualizar este evangelio en nuestra realidad cotidiana.
Oración inicial
María Madre nuestra, tú la Madre de Dios,
tú que llevaste en tu seno
y diste a luz al Hijo de Dios vivo y verdadero,
que se hizo hombre en ti,
hoy al celebrar la fiesta
que te reconoce y proclama como aquella
por quién Dios asumió nuestra vida,
te pedimos que intercedas ante tu Hijo
para que nosotros podamos aprender de ti,
a guardar en el corazón,
la acción y la manifestación del Señor,
para que Él pueda actuar en nosotros,
así como lo hizo en ti.
Ayúdanos Madre nuestra
para que a lo largo de este año
vivamos en la presencia del Señor
buscando asumir lo que Él quiere
y espera de nosotros, como lo hiciste Tú.
Amén.
Qué dice el texto
Consideremos en primer lugar, la actitud de la Virgen María ante el gran –a la
vez que sencillo– acontecimiento del nacimiento del Señor. Dice el evangelio
que “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19).
“Guardar” tiene el alcance de “preservar”, “conservar”, “proteger”,
“conservar en la memoria”, reflejando siempre cuidado y responsabilidad.
Pero la Virgen María además de “guardar” estas cosas las meditaba en su
corazón, es decir, buscaba captar el verdadero sentido de lo que sucedía
(véase: 14,31; Hech 4,15; 17,18, entre otros). Esto no era tan fácil; el mismo
evangelio se esfuerza en presentar que José y María se quedaban admirados de
lo que iban descubriendo (v. 33) y desconcertados por lo que no comprendían
(v. 50).
En segundo lugar se nos dice qué era lo que guardaba y meditaba en su
corazón. Si leemos o escuchamos con atención este pasaje del evangelio
captamos que con mucha seguridad se está refiriendo a lo que ella pudo
percibir. La Virgen había percibido que aquel a quien se refiere el ángel sería
el Hijo del Altísimo (1,32. 35) Eso era aquel niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre (2,12.16). El signo era demasiado sencillo pero no
necesariamente insignificante. Además, se puede suponer también que la
reacción de la Virgen corresponde a los destinatarios inmediatos del
nacimiento: los pastores. María meditaba y guardaba en su corazón que su hijo
tuviera como primeros destinatarios a aquellos hombres, considerados por
muchos, impuros e indeseables. Existe también la posibilidad de que María
guardara y meditara en su corazón lo que, de acuerdo al desarrollo del relato
del evangelio, le habrían contado los pastores: que el nacimiento de su hijo era
una gran alegría para todo el pueblo; que aquel niño envuelto en pañales era el
Salvador, Cristo el Señor.
Podríamos decir con esto que según Lucas la Virgen María es modelo
auténtico de discípulo. Ella fue verdaderamente la Evangelizadora, la que trajo
la Buena Noticia de Jesucristo vivo que se hace presente, porque quiere vivir
con nosotros siempre y compartir con cada uno la misma suerte y la misma
aventura de vivir y amar al estilo de Dios. Ella siente la responsabilidad de no
olvidar la presencia de Dios manifestada en el Recién Nacido y asume la tarea
permanente de captar el verdadero sentido de lo que acontece a su alrededor.
Pero no es suficiente con percibir lo que sucede alrededor; debe aprenderse a
captar lo grandioso en lo sencillo y los preferidos de Dios en los humildes.
Meditación
Tener memoria de lo que ha pasado en nuestra vida y querer vivir con sentido
no sólo es difícil, sino en ocasiones es hasta doloroso. Sin embargo, el futuro
se construye asumiendo con madurez lo que ha sucedido en nuestra vida, en
nuestra historia; para repetir y acrecentar lo bueno; para evitar lo malo que
nosotros mismos hemos cometido o que hemos visto y experimentado que
otros hacen.
Además el evangelio insiste en que una cosa realmente importante en la vida
de fe es captar en lo ordinario lo extraordinario, en lo humano lo divino, en lo
sencillo lo profundo…
La actitud de María así como el significado de la presencia de los pastores
pueden contribuir a la vivencia de una auténtica paz. Se construye la paz, entre
otras cosas, cuando no se pierde la memoria de lo que ha sucedido; tenemos la
responsabilidad de no olvidar lo bueno pero, al mismo tiempo, de saber
conservar en lo que decimos, platicamos y proyectamos –sin resentimientos ni
amarguras- las cosas malas que hemos ido experimentando. No olvidar lo
bueno nos anima a ser siempre mejores; no olvidar lo malo nos ayuda a
recapacitar. Además, si somos honestos debemos reconocer que la verdadera
paz se construye sólo si estamos dispuestos a buscar el verdadero sentido de
nuestra vida y de lo que sucede a nuestro alrededor. Por otro lado, la paz no se
puede construir sin un auténtico reconocimiento de que todos, sin excepción,
estamos en posibilidades de acercarnos al Señor, de proclamar buenas
noticias.
Oración
Hagamos una oración en la que, retomando lo que hemos leído y meditado en
el evangelio, le pidamos por la paz.
Démosle gracias por las ocasiones en que, como María, hemos sabido
descubrir en lo sencillo, lo grandioso; alabémoslo por las veces en que hemos
podido captar a profundidad, a ejemplo de la Virgen María, lo que va
sucediendo en nuestra vida y a nuestro alrededor.
Pidámosle que nunca olvidemos que en lo sencillo está lo importante y que los
humildes son los preferidos de Dios.
Apéndice
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
La maternidad divina de María
495 Llamada en los evangelios "la Madre de Jesús" (Jn 2, 1; 19, 25), María es
aclamada bajo el impulso del Espíritu como "la madre de mi Señor" desde
antes del nacimiento de su hijo (Lc 1, 43). En efecto, aquél que ella concibió
como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente
su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda
persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es
verdaderamente Madre de Dios ["Theotokos"].
La virginidad de María
496 Desde las primeras formulaciones de la fe, la Iglesia ha confesado que
Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del
Espíritu Santo, afirmando también el aspecto corporal de este suceso: Jesús
fue concebido "absque semine ex Spiritu Sancto", esto es, sin semilla de
varón, por obra del Espíritu Santo. Los Padres ven en la concepción virginal el
signo de que es verdaderamente el Hijo de Dios el que ha venido en una
humanidad como la nuestra:
Así, san Ignacio de Antioquía (comienzos del siglo II): "Estáis firmemente
convencidos acerca de que nuestro Señor es verdaderamente de la raza de
David según la carne, Hijo de Dios según la voluntad y el poder de Dios,
nacido verdaderamente de una virgen... Fue verdaderamente clavado por
nosotros en su carne bajo Poncio Pilato... padeció verdaderamente, como
también resucitó verdaderamente".
497 Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra
divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas: "Lo
concebido en ella viene del Espíritu Santo", dice el ángel a José a propósito de
María, su desposada (Mt 1, 20). La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la
promesa divina hecha por el profeta Isaías: "He aquí que la virgen concebirá y
dará a luz un hijo".
498 A veces ha desconcertado el silencio del Evangelio de san Marcos y de las
cartas del Nuevo Testamento sobre la concepción virginal de María. También
se ha podido plantear si no se trataría en este caso de leyendas o de
construcciones teológicas sin pretensiones históricas. A lo cual hay que
responder: la fe en la concepción virginal de Jesús ha encontrado viva
oposición, burlas o incomprensión por parte de los no creyentes, judíos y
paganos; no ha tenido su origen en la mitología pagana ni en una adaptación
de las ideas de su tiempo. El sentido de este misterio no es accesible más que a
la fe que lo ve en ese "nexo que reúne entre sí los misterios", dentro del
conjunto de los Misterios de Cristo, desde su Encarnación hasta su Pascua.
San Ignacio de Antioquía da ya testimonio de este vínculo: "El príncipe de
este mundo ignoró la virginidad de María y su parto, así como la muerte del
Señor: tres misterios resonantes que se realizaron en el silencio de Dios".