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UNIDAD 5: LA ACCIÓN MORAL
1. MORAL Y ÉTICA
Los términos "moral" y "ética" son empleados generalmente como sinónimos en el
uso coloquial de la lengua, pero desde un punto de vista filosófico podemos convenir en
las siguientes definiciones:
Por moral entenderemos el conjunto de normas y valores que pretenden orientar la
conducta libre de los seres humanos, individual y colectivamente. Es obvio que no
existe un solo conjunto de normas y valores, es decir, un solo código moral, sino que la
moral varía en función de los tiempos y de los lugares.
Por ética entenderemos la reflexión filosófica acerca de la moral. Por ejemplo:
cuando hablamos sobre la diversidad de los códigos morales; sobre la función que las
normas y valores morales desempeñan en nuestra vida cotidiana tanto individual como
colectivamente; cuando reflexionamos sobre qué posiciones morales nos parecen
deseables de acuerdo a argumentos y consideraciones racionales; todo esto lo hacemos
ya desde un punto de vista ético, convirtiendo la moral en objeto de análisis y reflexión.
2. PRESUPUESTOS DE LA MORAL: EL PROBLEMA DE LA LIBERTAD
Acabamos de decir que por moral entenderemos el conjunto de normas y valores que
pretenden orientar la conducta libre de los seres humanos. Por tanto la existencia de la
libertad es un presupuesto de la moral. Sin embargo la existencia de la libertad ha sido y
es un tema de discusión y debate que podemos plantear en los términos que siguen.
Como sabemos desde la primera unidad, el Universo conocido no es un caos sino un
Cosmos perfectamente ordenado donde todo obedece a leyes, leyes que la ciencia trata
de desvelar, que explican el funcionamiento de ese Cosmos y cuyo conocimiento nos da
la posibilidad de controlarlo y transformarlo.
Pues bien, es posible que en ese universo haya un ser, el ser humano, cuyo
comportamiento no está estrictamente determinado por leyes causales sino que, en
ocasiones, tiene la posibilidad de elegir. La libertad entendida como la posibilidad de
elegir sabemos que, si existe, es condicionada, pero para algunos teóricos ni siquiera
existe una libertad condicionada. De ahí que en relación al tema de la libertad hablemos
de dos posiciones, el indeterminismo y el determinismo.
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El determinismo niega la existencia de la libertad humana. Según esta doctrina
existen leyes que rigen los acontecimientos del mundo físico, biológico y psicológico;
los movimientos planetarios, la circulación de la sangre, la conducta animal y el
comportamiento humano obedecen a leyes causales inexorables.
El indeterminismo es la doctrina que afirma la existencia de la libertad. Según el
indeterminismo no todo el comportamiento humano está sujeto a leyes, sino que, al
menos en parte, obedece a fines individuales establecidos por la propia persona. Por
ejemplo, un alumno al terminar el Bachillerato parece que goza de cierta libertad para
elegir entre hacer carrera u optar por un módulo. El alumno debe afrontar el dilema
que se le plantea y resolverlo de acuerdo con su forma de ser, sus metas, proyectos,
valores y posibilidades materiales.
Entre los argumentos a favor del indeterminismo podemos señalar los siguientes:
psicológico, ético y metafísico.
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Indeterminismo psicológico. Se basa en la evidencia intuitiva que tenemos como
individuos de que somos libres, es decir, capaces de elegir, siempre que exista
posibilidad y disponibilidad para hacerlo. La constante presentación de opciones
en la vida cotidiana, la selección de alguna de ellas o de ninguna, el compromiso
con su realización, la evaluación de sus consecuencias, todo ello demuestra que
somos capaces de elegir y por tanto somos libres.
-
Indeterminismo ético. Es incompatible aceptar la dimensión moral del ser
humano y afirmar que nuestra conducta está determinada necesariamente. No
tendría sentido la distinción entre bueno y malo; permitido y prohibido; moral e
inmoral; premio y castigo; conceptos como responsabilidad y heroicidad no
tendrían sentido si no existiese el presupuesto de la libertad.
-
Indeterminismo metafísico. La mente humana no esté sujeta por su constitución
específica a las mismas leyes que el resto de seres naturales, estas leyes son
leyes causales, deterministas e invariables pero una de las propiedades de la
mente humana es su capacidad de pensar y decidir libremente.
Entre los argumentos a favor del determinismo podemos mencionar los siguientes:
físico, psicológico y sociológico.
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Determinismo físico. El argumento principal a favor del determinismo es que
solo hay una realidad, la materia, aunque en diferentes estados y por tanto no
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hay razón para suponer que rige un tipo de causalidad para el Universo y la
naturaleza y otro distinto para el ser humano. Las leyes de la física, la química y
la biología se aplican estrictamente y de modo homogéneo a todos los
organismos, incluido nuestro cerebro, son las mismas para todos los seres, el ser
humano, la lechuga y el ratón. Esto significa que la conducta humana está
determinada y que su complejidad no implica que seamos libres. Lo que
llamamos "libertad" no es otra cosa que la imposibilidad, dado el estado actual
de la ciencia, de conocer todas las variables, causas próximas y remotas, que
intervienen en las acciones humanas. Si las pudiéramos conocer, podríamos
predecir con exactitud la conducta de cada persona (Minority Report).
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Determinismo psicológico. El temperamento, que forma parte de nuestra
herencia genética, y el carácter, que forma parte de nuestro aprendizaje social,
determinan causalmente nuestra conducta. Nuestra organización psicológica deja
muy poco margen para elegir aunque así lo creamos. Por otra parte siempre
elegimos el motivo más fuerte y posteriormente justificamos nuestra elección
con la suposición de que nuestra voluntad decidió libremente. Simplemente
vivimos la ilusión de la libertad.
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Determinismo sociológico. Nuestra conducta individual no depende de nosotros
sino que depende de fuertes condicionamientos sociales que nos controlan y
mueven en una dirección u otra. Una cultura, como se ha visto, es un sistema
normativo que nos dice en todo momento lo que debemos hacer. Los usos
sociales, las normas morales, las leyes, las normas institucionales, familiares,
políticas, económicas, y educacionales, nos empujan necesariamente a actuar de
una forma determinada dentro de unos estrechos márgenes que nosotros
ilusoriamente agrandamos.
3. ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA MORAL
3.1. La conciencia moral: normas y valores
La conciencia moral es la capacidad que los seres humanos tenemos para distinguir
entre lo que consideramos bueno moralmente y malo, y está constituida por una serie de
normas y valores morales que nos permiten distinguir entre lo uno y lo otro.
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Una norma moral es un imperativo o mandato que establece lo que debe hacerse y
lo que no debe hacerse en base a lo que se considera bueno y malo, justo e injusto.
Cuando optamos por una determinada norma moral sentimos interiormente, en
conciencia, que nuestra acción debe sujetarse a esa norma, sentimos que es nuestra
"responsabilidad" y nuestra "obligación" atenernos a ella, no porque alguien nos lo
ordene, ni por temor a ser castigados si no la cumplimos, sino porque nuestra conciencia
así nos lo pide.
En este sentido debemos distinguir entre norma moral y norma legal: ambas regulan
nuestro comportamiento en la sociedad pero las segundas están perfectamente
tipificadas y recogidas en el Derecho, han sido y son creadas por los órganos
competentes del Estado, obligan a todos los ciudadanos, y una última diferencia es que
la norma moral no establece un conjunto de sanciones perfectamente tipificadas para el
caso de que la norma se incumpla y la norma legal sí. En ocasiones no cumplimos la ley
si estamos seguros de que nadie nos ve y por tanto no se nos puede sancionar por su
incumplimiento, en el caso de la norma moral somos nosotros mismos los que nos
autovigilamos y autocastigamos, así que tal conducta no tendría sentido.
Sin embargo hay casos en que ambas, la norma moral y la legal, coinciden pues la
mayoría de conductas delictivas o criminales, tipificadas y sancionadas en el
ordenamiento jurídico de una sociedad (en su código penal, que establece la relación,
políticamente convenida, entre delitos y penas), llevan asociadas un rechazo moral, en
cuyo caso la diferencia entre lo moral y lo legal, es casi inexistente.
Los valores morales son las cualidades o propiedades que deben tener las personas y
su conducta, así como las instituciones, para poder ser calificadas como buenas y justas
moralmente. Ejemplos: responsabilidad, honestidad, justicia, solidaridad, generosidad,
sinceridad…etc. Respecto al origen de los valores morales caben dos posturas: el
subjetivismo y el objetivismo.
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El subjetivismo moral considera que los valores morales son el resultado de
las interpretaciones que los individuos, los grupos, las clases sociales y las
culturas, hacen sobre lo que consideran bueno o malo. Son producto de un
acuerdo, y varían por tanto según las circunstancias.
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El objetivismo moral considera que los valores morales son universales,
existen en sí mismos con independencia de los individuos, los grupos, clases
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sociales y las culturas. El ser humano descubre los valores, no los inventa ni
los crea, gracias a la intuición moral. El más firme defensor de esta postura es
el filósofo Max Scheller (1874 – 1928).
3.2. La personalidad moral: Actos, actitudes y hábitos
Todas las personas tenemos un carácter o personalidad moral que está formada por
nuestras actitudes y hábitos morales. Se produce entre tales elementos una relación
circular: nuestros los actos morales, repetidos una y otra vez, van conformando
nuestras actitudes y hábitos, es decir, disposiciones a obrar de un determinado modo,
que a su vez dan lugar a nuestra personalidad carácter moral.
3.3. Intenciones y fines
La moralidad de nuestra conducta depende de las intenciones que la motivan y de las
consecuencias que se siguen de ella, pero en la valoración que hagamos de la acción
moral podemos darle más importancia a lo uno o a lo otro. Las "éticas de la convicción"
determinan el valor moral de las acciones en función de las intenciones y las "éticas de
la responsabilidad" lo hacen en función de las consecuencias.
Las denominadas éticas de la convicción toman en consideración el motivo por el
que se lleva a cabo un acto, con independencia de las consecuencias que se sigan del
mismo. Importa por qué se ha hecho algo, aunque el resultado de la acción no
corresponda con la supuesta "buena voluntad" que ha guiado al sujeto. Los partidarios
de las éticas de la convicción estiman que no es justo condenar moralmente una acción
atendiendo simplemente a sus consecuencias, sólo la voluntad e intención de las
personas puede ser calificada moralmente.
Las denominadas éticas de la responsabilidad dan prioridad a las consecuencias de
la acción sobre las intenciones que la han motivado y que, a juicio de los partidarios de
este tipo de éticas, no pueden ser objetivamente verificadas. En efecto, ¿cómo conocer
realmente las intenciones que llevan a un ser humano a actuar de tal o cual manera?
Sólo el grado de responsabilidad que demostramos a través de nuestras acciones, y que
queda de manifiesto por sus consecuencias, puede ser objeto de una valoración moral.
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4. ETAPAS DEL DESARROLLO MORAL
La moral entendida como conjunto de normas y valores que orientan la conducta
libre de los seres humanos, individual y colectivamente tiene una dimensión individual
y una dimensión social y cultural. Es decir las normas y valores morales no son
puramente individuales e independientes del contexto social, pero tampoco son, sin
más, un producto de ese contexto, pues el ser humano puede rechazar individualmente
las normas aceptadas colectivamente.
En este sentido los estudios psicológicos de Lawrence Kohlberg (1927-1987)
demostraron que la percepción crítica de las normas y valores morales socialmente
establecidos es el resultado de una serie de etapas que el individuo, desde la infancia, va
superando. Hay, por tanto, una evolución en el desarrollo moral de los seres humanos, y
la conciencia moral y su contenido (normas y valores) se desarrolla en contacto con el
exterior.
Por otro lado la adquisición de criterios morales personales supone la consolidación
de ciertas destrezas intelectuales como el empleo de operaciones formales, conceptos y
reglas abstractas y destrezas afectivas, como el control emocional y la empatía. Si estas
destrezas intelectuales no se desarrollan tampoco podrán hacerlo las destrezas morales.
Kohlberg estableció tres niveles en el desarrollo moral del sujeto: Preconvencional,
convencional y posconvencional. Cada estadio a su vez se subdivide en otros dos.
Hay que subrayar que el tránsito de unos niveles a otros no se realiza
mecánicamente ni está garantizado para cada individuo. De hecho, Kohlberg afirmó
que sólo el 25% de los adultos alcanza el tercer nivel y que, dentro de éste, apenas un
5% alcanza el último estadio.
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Nivel Preconvencional: El individuo obra en función del temor que le suscita
el castigo (estadio 1) o de consideraciones meramente pragmáticas en busca
de su propio beneficio, es decir, sigue las normas morales sólo si éstas le
benefician (estadio 2).
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Nivel Convencional: El individuo ajusta su conducta a la del grupo (estadio
3). Posteriormente, reconoce en las normas y valores colectivos el
fundamento del orden social (estadio 4).
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Nivel Posconvencional: El individuo se orienta de acuerdo con principios
democráticos y con derechos legalmente reconocidos (estadio 5), hasta
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alcanzar la fase final, orientada al reconocimiento de principios éticos
universales (estadio 6).
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