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APERTURA Nº 57
EL DILEMA DE LA ADMINISTRACION
En un entorno cambiante y competitivo, las empresas buscan un nuevo paradigma de
administración entre innumerables propuestas. La economía ayuda a dirimir la opción entre
mercado y planificación.
Que los tiempos están cambiando no es algo novedoso, pero sí que el cambio es cada vez
más acelerado. Y todo hace pensar que esa tendencia se incrementará. En materia de negocios,
dichos cambios son impulsados por la globalización de la economía, el avance de la tecnología -en
particular, las telecomunicaciones-, la creciente movilidad de los capitales, el auge de las economías
de mercado y el retroceso de la planificación socialista, entre otras cosas.
Apremiados por ese entorno cambiante y competitivo, y con el objetivo de ocupar un lugar
en el mercado del futuro, los empresarios buscan nuevos paradigmas en la administración. Las
propuestas que aparecen sugieren abandonar todo lo considerado correcto hasta el momento y
modificar los esquemas mentales, buscando fundamentos en áreas tan diversas como la
antropología, la lingüística o la teoría del caos. Generalmente, esas propuestas llegan acompañadas
de ejemplos de empresas exitosas, que revirtieron el rumbo de su destino mediante la aplicación de
lo que el nuevo paradigma sugiere.
Frente al interminable desfile de nombres y siglas -TQM, empowerment, reingeneering,
benchmarking, Teoría X, Teoría Y, Teoría Z, N-Ach, SWOT, administración por objetivos,
outsourcing, MRP I y MRP II, JIT-, los atribulados empresarios se preguntan: ¿qué hay de bueno
detrás de todo esto?, ¿cómo decidir cuál de las técnicas sugeridas aplicar?, ¿existe algún criterio
para atravesar la maraña de alternativas?, ¿cuál es el método que permite evaluar cada una de estas
técnicas?
En el párrafo introductorio de "Reingeniería", Michael Hammer y James Champy afirman:
"La tesis central de este libro -que las corporaciones de hoy necesitan nada menos que volver a
inventar la manera de hacer las cosas- puede parecer excesiva. A los que no gusten de correr
riesgos, nos apresuramos a advertirles que nuestras recomendaciones y conclusiones están basadas
en el éxito alcanzado por un puñado de empresas". En otras palabras: el método para seleccionar el
nuevo paradigma es el resultado que haya evidenciado en esta o aquella empresa. Al respecto, sólo
cabe decir que no parece un buen procedimiento de toma de decisiones. Sin embargo, existe una
disciplina que puede ayudar a establecer ciertos criterios para juzgar las distintas alternativas: la
economía.
El Divorcio de la Economía. Pero la economía y la administración de empresas han
permanecido alejadas por largo tiempo y, a decir verdad, la culpa es de la economía. Más
precisamente, de la economía neoclásica y la keynesiana, predominantes en los ambientes
académicos desde hace más de un siglo. En el esquema neoclásico, basado en los conceptos de
"equilibrio" y "competencia perfecta", no hay lugar para el empresario. El modelo de equilibrio
establece la existencia de una determinada combinación de factores, por la cual se obtiene un
"óptimo" en el que se igualan la oferta y la demanda, con la particularidad de que la estructura de la
oferta está atomizada entre numerosos actores, ninguno de los cuales puede influir en el mercado.
La actividad de los que participan en el mercado consiste en seleccionar los factores de producción;
pero en el modelo del equilibrio, para entonces, la competencia por las ganancias ha llevado a que
éstas desaparezcan, con lo cual el mismo concepto de empresario pierde sentido. Es más, el
equilibrio implica el conocimiento completo de todas las circunstancias que afectan al mercado,
pues no hay oportunidad que no haya sido conocida y, por lo tanto, explotada, lo cual elimina la
función del empresario. Como comenta Israel Kirzner en "Competencia y Función Empresarial":
"La competencia, para el teórico del equilibrio de precios, acabó por referirse a un estado de cosas
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en el que participan tantos elementos competidores que ya no queda espacio para otros. El aspecto
más desafortunado de este empleo del término 'competencia' es, por supuesto, que al referirse a una
situación en la que no queda sitio para un ulterior proceso competitivo, en último término significa
precisamente lo opuesto al tipo de actividad en que consiste este proceso".
El predominio de esta concepción mantuvo alejada a la economía de la administración de
empresas, por cuanto ésta no encontraba su lugar en la teoría económica. Tal vez por esa misma
razón, la administración de empresas apenas reparó en la economía -y, en particular, en el
funcionamiento de la economía de mercado- para obtener criterios que le sirvieran de guía en la
selección de los distintos paradigmas que se presentaban. En consecuencia, durante los primeras
décadas del desarrollo de la administración de empresas, el paradigma fue la "administración
científica" de Frederick Taylor, un modelo más cercano a la planificación económica soviética que
al funcionamiento de una economía de mercado.
Por otro lado, cuando la economía se ocupó del papel del empresario terminó ofreciendo un
modelo que enfatizaba el papel del liderazgo y la capacidad empresarial del dirigente, pero sin tener
en cuenta al resto de los integrantes de una empresa. Es el caso de Joseph Schumpeter, para quien la
concepción del empresario es la del emprendedor que activa un proceso de destrucción creadora,
que perturba una situación existente de equilibrio, inicia el cambio y genera nuevas oportunidades.
Pero, ¿cómo se alcanzó ese equilibrio que el empresario destruye? En el modelo schumpeteriano, es
el empresario innovador quien destruye el equilibrio; equilibrio que vuelve a alcanzarse cuando una
masa de imitadores sigue sus pasos. Esta concepción atribuye una capacidad empresarial
exclusivamente al innovador, asignándole al resto una actitud pasiva, imitativa.
Amparados en las dos concepciones económicas mencionadas surgieron algunos
paradigmas o técnicas de administración. La similitud entre planificación económica y
"administración científica", por ejemplo, puede encontrarse hoy en el modelo de "reingeniería",
según el cual es el "dirigente" empresario el que rediseña y reestrucura el funcionamiento de la
empresa. Definen el concepto Hammer y Champy: "Rediseñar una compañía significa echar a un
lado sistemas viejos y empezar de nuevo. Implica inventar una manera mejor de hacer el trabajo". Y
si bien los autores mencionan que la reingeniería aprovecha las disposiciones naturales y da rienda
suelta al ingenio de los trabajadores o los gerentes, si es el dirigente empresario el que la realiza y
no todos los participantes de la empresa, de hecho se convierte en una versión moderna de la
planificación. En consecuencia, tal vez no sea una mera coincidencia que comiencen su libro con
una crítica al principio de la división del trabajo, uno de los principales aportes de Adam Smith al
desarrollo de la ciencia económica. "Un conjunto de principios sentados hace más de dos siglos dicen- ha dado forma a la estructura, la administración y el desempeño de los negocios durante los
siglos XIX y XX. En este libro sostenemos que llegó la hora de descartarlos totalmente y adoptar
nuevos principios. Durante 200 años se fundaron y construyeron empresas sobre la base del
brillante descubrimiento de Adam Smith, según el cual el trabajo industrial debía dividirse en sus
tareas más simples y básicas. En la era postindustrial de los negocios, las corporaciones se fundarán
y construirán sobre la base de reunificar esas tareas en procesos coherentes." Debido a que nadie
pretende que las empresas carezcan de "procesos coherentes", lo que realmente está en cuestión es
si el empresario puede tener en cuenta y aprovechar toda la información dispersa en su empresa
como para decidir cuáles son esos procesos.
A su vez, la concepción schumpeteriana del innovador desequilibrante y la mayoría pasiva
bien podría encajar dentro de muchos trabajos que destacan el papel del liderazgo o el
"benchmarking".
El Mercado en la Empresa. A diferencia de las concepciones económicas que no dejan lugar
al papel empresarial, o que solamente se lo otorgan a líder, en los último años ha surgido una serie
de propuestas que tratan de imitar ciertos procesos exitosos en las sociedades libres, y que
favorecen el desarrollo del potencial de cada individuo. La crítica de la economía neoclásica,
proveniente de la llamada "escuela austríaca", por caso, ha permitido que la ciencia económica le
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otorgue al empresario el papel que le corresponde, y, a diferencia de Schumpeter, afirmó la
existencia del espíritu empresarial en todos los individuos, tanto en su papel de oferentes como de
demandantes en el mercado. Sobre la base del concepto de "acción humana" elaborado por Ludwig
von Mises, y del proceso de mercado como mecanismo para la transmisión de información
concebido por Friedrich A. von Hayek, Kirzner ha desarrollado la idea de la función empresarial,
pero sin limitarla al dirigente. Esta concepción de la función empresarial presente en los individuos
lleva al desarrollo de técnicas de administración que permitan captar este recurso, recolectar la
información dispersa en la organización y promover el potencial individual.
Asimismo, se cuestionan los límites entre la empresa y su entorno. En "The Nature of the
firm", un artículo que hizo historia en materia de ciencia económica, el premio Nobel en Economía
Ronald Coase señaló: "Fuera de la empresa, los movimientos de precios dirigen la producción, y
ésta es coordinada a través de una serie de transacciones de intercambio en el mercado. Dentro de la
empresa, esas transacciones son eliminadas, y en lugar de la complicada estructura del mercado se
encuentra el empresario-coordinador, quien dirige la producción. Resulta claro que estos son
métodos alternativos de coordinar la producción. Sin embargo, teniendo en cuenta que si la
producción es regulada por movimientos de precios, y por lo tanto podría ser realizada sin ningún
tipo de organización, es lícito preguntarse: ¿por qué existen las organizaciones?". La respuesta de
Coase es que la empresa existe para reducir los costos de transacción que se generan en las
operaciones de mercado. Esto determina los límites entre lo que se hace adentro de la compañía y lo
que se contrata con terceros. Varias técnicas empresarias están asociadas al mecanismo de testear
cuáles son esos los límites. El "outsourcing" es una de ellas, que brinda información en ese sentido
al poner en competencia a sectores internos de la empresa con proveedores externos.
Market-Based Management. En los últimos años, varios autores se han lanzado ha elaborar
ciertos modelos de administración empresaria basados en el paradigma de la economía de mercado.
Es el caso de Ralph Stacey y David Parker, quienes involucran a la teoría del caos y las
implicaciones del pensamiento no lineal en la economía y la administración de empresas -"Chaos,
Management and Economics: The Implications of Non-linear Thinking"-, señalando que la
planificación del cambio innovador es imposible, pero que la adaptabilidad al cambio (cualquiera
que éste llegue a ser) debe estar incorporada en la organización. El tema ya había sido adelantado
por Tom Peters en "Thriving on Chaos: Handbook for a Management Revolution", y también por
Russell Ackoff, que en "The Democratic Corporation" desarrolló un paradigma basado en una
emulación del mercado y la democracia. Sin embargo, la propuesta más interesante en este sentido,
por cuanto brinda un amplio marco de referencia para encuadrar las distintas técnicas
administrativas, tal vez sea la que elaboraron Wayne Gable y Jerry Ellig para el Center for Market
Processes, denominada "Introduction to Market-based Management". "Tradicionalmente -dicen sus
autores-, mucha gente pensaba que los problemas de coordinación de los negocios podían
solucionarse mediante la contratación de los mejores cerebros para dirigir la organización", y
agregan que este tipo de soluciones descansa en un "ilimitado optimismo" de quienes suponen que
hay mentes superiores capaces de prever las principales contingencias y encontrar un curso de
acción que sea mejor para todos.
Siguiendo a Hayek, que denominó "orden espontáneo" a la capacidad del mercado de
transmitir información y coordinar actividades -"la mano invisible" de Adam Smith-, Gable y Ellig
buscaron elementos comunes a la empresa y el mercado, a los efectos de encontrar en éste último
mecanismos de probada eficiencia, lo cual no implica borrar las diferencias que existen entre una y
otro: "Una diferencia clave entre las empresas y la sociedad es que las empresas existen para
alcanzar una misión específica, mientras que la sociedad libre existe sólo como un medio para
permitir que los individuos alcancen sus objetivos. El market-based management se centra en
descubrir estructuras organizacionales, responsabilidades, valores e incentivos que motivan a la
gente a promover una misión común. No significa solamente dejar libre a cada integrante de la
empresa para que haga lo que crea más redituable". Por el contrario, el objetivo es dividir la toma de
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decisiones para que las personas o el grupo, con el conocimiento requerido y los incentivos
apropiados, tomen cada decisión y asuman la responsabilidad del resultado. Gable y Ellig destacan
seis características fundamentales para el funcionamiento de una sociedad libre, así como las que
son su contrapartida en la organización empresaria:
1. División del trabajo/Misión de la empresa. El concepto de división del trabajo no es
considerado como la mecánica distribución de tareas en la producción, sino del modo en que lo
encara Michael Porter en "Competitive Advantage": la identificación de las ventajas comparativas
de la organización y su "misión" en el mercado.
2. Derechos de propiedad/Roles y responsabilidades. Son tres las características principales
de la propiedad privada: los individuos toman decisiones sobre su utilización, obtienen ingresos de
ella y son libres de transferirla, por venta o cesión gratuita. La primera de estas características
promueve la independencia de criterio, recolectando el conocimiento específico que ningún
planificador puede poseer. La segunda brinda al propietario información contínua sobre el grado de
satisfacción de las necesidades de los consumidores. La tercera capitaliza el valor de futuros
ingresos, con lo cual el individuo está incentivado a tomar en cuenta las consecuencias a largo plazo
de sus decisiones.
Comprendiendo la importante función que cumple la propiedad privada, puede considerarse
la asignación de derechos y responsabilidades para que promuevan las características antes
señaladas.
Un mecanismo que permite a distintas partes de la empresa asumir la responsabilidad de sus
acciones son los "profit centers", o unidades de negocios. No obstante, esta responsabilidad debe
extenderse hasta el individuo, para quien un sistema de funciones y responsabilidades bien definido
cumple un papel similar al de la propiedad privada, ya que identifica con claridad el área en la cual
una persona o grupo es libre de utilizar el conocimiento que posee, tomar decisiones y asumir las
consecuencias.
A menudo existen tareas que no se realizan, pues todos piensan que es responsabilidad de
algún otro. Las funciones y responsabilidades, al asignar una cierta "propiedad" a cada actividad,
acción y resultado, pueden prevenir problemas de este tipo.
3. Reglas de conducta justa/Valores y cultura. En la sociedad hay reglas de conducta no
escritas que hacen más predecibles y beneficiosas las acciones de los demás. De la misma forma,
existen en la empresa ciertos valores y una cultura que pueden guiar las conductas de los
empleados, de forma que promuevan la misión común. No todas las "culturas" empresarias, sin
embargo, promueven dicha misión. Cuando se desarrolla una cultura que lleva al acaparamiento de
la información, para alcanzar de ese modo posiciones de mayor autoridad, el perjuicio es obvio. Por
el contrario, una actitud honesta fomenta la comunicación.
Asimismo, los valores de una empresa también juegan un papel importante en la actitud de
los empresarios respecto del cambio: principios como la humildad, la honestidad intelectual y la
receptividad a nuevas ideas alientan a los individuos a adoptar el cambio como una oportunidad
para mejorar, en lugar de evitarlo como una amenaza.
4. Sistema de precios/Mercados internos. Fue Hayek, precisamente, quien destacó el papel
que cumplen los precios en una economía de mercado como mecanismo para la transmisión de
información y la coordinación de las actividades económicas. Dentro de la empresa existe mucha
información dispersa entre directivos y empleados, que es desaprovechada por no existir un
mecanismo similar que permita tomar decisiones en función de sus costos.
Una forma de obtener esa información es el establecimiento de precios para las
transacciones que se realizan entre distintas unidades de la organización, por ejemplo entre profit
centers. A fin de que estos precios representen -en la forma más aproximada posible- a los precios
de mercado, el "outsourcing" permite contar con un mecanismo de control de precios internos y
externos.
Muchas funciones gerenciales han sido tratadas generalmente como reparticiones
gubernamentales. En vez de recibir recursos de los clientes que deciden comprar, reciben
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presupuestos de la dirección. Para cubrir estos costos, los profit centers pagan asignaciones
arbitrarias, que no guardan relación con el uso real de los servicios, y mucho menos con el valor
creado por dichos servicios.
5. Libre circulación de ideas/Comunicación abierta. En una economía de mercado, el
sistema de precios actúa como una red de comunicaciones que conecta y coordina las decisiones
individuales. Los mercados internos pueden ayudar a capturar algunos de esos beneficios dentro de
la organización.
Pero además de los precios, hay otros aspectos de una sociedad libre que promueven la
generación y el uso del conocimiento. Es necesario tener en cuenta que hay mucha información
dispersa entre los miembros de la organización (conocimiento localizado), otra buena parte es difícil
de articular (conocimiento tácito); por último, el conocimiento potencial debe ser probado. Al
respecto, la literatura de administración muestra innumerables ejemplos de empresas que han
encontrado formas de capturar conocimiento local y tácito. ¿Cómo? Permitiendo la iniciativa, la
creatividad y la experimentación individual. Mientras un sistema de comando descansa en un juego
explícito y articulado de regulaciones que establecen qué decisiones serán tomadas y por quiénes (a
menudo especificando la información sobre la que se basará la decisión), un sistema más abierto
permite flexibilidad y creatividad para alcanzar el objetivo general.
6. Incentivos de mercado/Compensación y motivación. En una sociedad libre, el mecanismo
de "pérdidas y ganancias" establece un claro sistema de incentivos, transmite información sobre la
utilización de un determinado recurso y redistribuye el control. Cada uno de estos elementos tiene
su paralelo en el sistema motivacional de la organización, que es el encargado de enviar señales de
mercado a los empleados.
Un sistema de promociones y compensaciones debería imitar esos aspectos de la economía
de mercado. Los empleados que hacen mayores contribuciones a la rentabilidad deberían gozar de
más oportunidades para determinar su propio trabajo y tomar decisiones acerca del uso de los
recursos de la empresa. Muchos psicólogos han sostenido que este esquema motivacional hace que
la gente trabaje más porque se siente mejor. Y tan importante como eso, ayuda a la organización a
asignar la toma de decisiones a la gente apropiada.
A Modo de Conclusión. En definitiva, y aunque no haya sido planteado en estos términos,
el viejo debate entre la economía libre y la economía planificada parece subyacer en los distintos
paradigmas de la administración de empresas. Y si en el ámbito económico uno de esos modelos ha
mostrado su notorio fracaso, en la administración existe una creciente evolución hacia sistemas
descentralizados. Comenta Peter Senge: "El primer paso de una organización hacia una orientación
más sistémica es destruir la ilusión de la jerarquía, según la cual un pequeño número de personas es
responsable de la performance del sistema en su conjunto, mientras que la gran mayoría actúa como
meros 'palos en la rueda'. Esto no implica la eliminación de toda autoridad, sino fundamentalmente
la creación de un nuevo sistema de valores". Sistema de valores que debería basarse en los
fundamentos de una sociedad libre, y aprovechar así las innumerables contribuciones de los más
destacados pensadores en la historia de las ideas.
Martín Krause. Profesor titular de Política Económica en el Master en Economía y
Administración de Empresas de ESEADE. Subdirector General de ESEADE.
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