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BLOQUE II. ¿DEBE LA POLÍTICA ORIENTARSE POR PRINCIPIOS DISTINTOS DE LOS PRINCIPIOS MORALES? ÉTICA Y POLÍTICA ÍNDICE 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. ¿Qué es la ética? ¿Qué es la política? El conflicto entre la ética y la política Ética y política en la Edad Media El Estado Moderno y la doctrina de la razón de Estado. Diferenciación entre ética y política en Maquiavelo Kant: la primacía de la moral sobre la política a través del Derecho Guerra y paz. Un punto de vista filosófico 1. ¿Qué es la ética? • Lo habitual en España es entender la Ética como “disciplina filosófica que estudia la moral”. Aquí nos separamos de esa tradición. • Al hablar de ética, nos movemos en un terreno normativo. La ética supone un conjunto de normas sobre lo que debe hacerse y lo que no debe hacerse. • En toda norma podemos distinguir dos aspectos: 1.- El contenido, lo que la norma establece: “No matarás”. 2.- La fuerza de obligar, lo que hace que el sujeto cumpla la norma. Puede ser muy variable, según los casos: una misma norma puede ser cumplida por convicción personal; por conformidad con nuestra naturaleza o inclinación natural; por interés; por inercia, hábito, costumbre o tradición; por educación; por presión del grupo (miedo al qué dirán, a ser marginado, etc.); por temor religioso (miedo a un castigo divino); por presión jurídica (sanción administrativa, pena de prisión, etc.). • Nosotros definiremos las normas éticas por su contenido, frente a la tradición kantiana, que pone el acento en la fuerza de obligar. • • • • • • • Seguimos las indicaciones de Aristóteles (s. IV a.C.) y, sobre todo, Spinoza (s. XVII). El objetivo de las normas éticas es preservar la vida y la integridad de los individuos corpóreos humanos (en la situación canónica, son también personas). La virtud ética fundamental es la fortaleza, entendida como la capacidad efectiva de cultivar la ética. La firmeza es la fortaleza orientada hacia uno mismo. La virtud de la firmeza pone límites éticos a la “libertad” de cada cual de disponer de su cuerpo y su vida. La generosidad es la fortaleza orientada hacia los demás. No puede interpretarse como una mera “buena voluntad”. La buena voluntad debe ir acompañada de “buen juicio”, porque los resultados de nuestra acción importan tanto o más que las intenciones. Todo el mundo tiene un conocimiento práctico mundano de lo que es ético o antiético. Todo el mundo puede comprender que la medicina y la educación, por ejemplo, son esencialmente éticas, mientras que existen todo un conjunto de acciones, dirigidas contra los otros o contra uno mismo, que son antiéticas: el asesinato, el homicidio, la tortura; pero, también, el suicidio o el abuso de drogas, entre otras muchas. La Ética, como disciplina filosófica académica, presupone ese conocimiento práctico mundano y trata de analizarlo críticamente, organizándolo y sistematizándolo. • La perspectiva de la ética es universal y abstracta, porque se sitúa en el horizonte de la especie y considera al sujeto humano al margen de su raza, su sexo, su edad, su nacionalidad, su lengua, su cultura y su religión. • La perspectiva de la ética es la de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Los derechos humanos son derechos éticos. • El criterio por el que el círculo de la ética se ciñe al de la Humanidad es el criterio de la igualdad. Consideramos que los seres humanos somos esencialmente iguales, en cuanto a nuestra capacidad de relacionarnos simétricamente. • Queda planteada la cuestión de los Derechos Animales: ¿Cabe reconocer la igualdad más allá de la Humanidad? ¿Dónde poner los límites de la maleficencia en nuestro trato con los animales? 2. ¿Qué es la política? • • • • Dos sentidos de política: uno amplio y otro restringido. Sentido amplio: son políticas las relaciones de poder y dominación que se dan en ciertos grupos de animales no humanos (la “política de los chimpancés” de la que habla Frans de Waal en su libro del mismo título) y en ciertos grupos humanos pre-estatales o tribales. Sentido restringido: de acuerdo con esta acepción, vinculada a la propia etimología del término (política viene de polis, ciudad-Estado), la política hace referencia a todo lo que contribuye a la buena marcha (eutaxia) de un Estado realmente existente. Los Estados son instituciones específicamente antropológicas e históricas cuya estructura es parecida a una biocenosis en la que diferentes comunidades conviven y se enfrentan entre sí. En la sociedad política, diversos grupos (económicos, sociales, de edad, gremios, organizaciones, partidos políticos, empresas, sindicatos, etc.), entre los que existen divergencias objetivas (puesto que sus planes y programas para el conjunto social son diversos y enfrentados), quedan englobados en una estructura envolvente, el Estado, que ejerce un poder, por lo general legalmente encauzado, destinado a mantener la buena marcha del todo (eutaxia). • La sociedad política es una estructura cuya dinámica solo puede evaluarse considerando periodos largos, periodos que, muchas veces, están por encima del horizonte biográfico de los sujetos que los protagonizan. • Los proyectos políticos (la colonización de América, la Revolución de Octubre, la carrera espacial, etc.), solo pueden concebirse y evaluarse en esa perspectiva de la larga duración. • Es la perspectiva en la que están pensadas las leyes, las constituciones, que están “hechas para durar”. Es también la perspectiva en la que están dadas las instituciones: el ejército, los centros de enseñanza, los tribunales, los parlamentos, etc., todas ellas “hechas para durar”. • La duración es la mejor medida de la eutaxia. Un Estado es eutáxico cuando persevera en el ser. La buena ordenación política nada tiene que ver, en principio, con la ética, la moral o la religión: Cabe pensar en un sistema político dotado de un alto grado de eutaxia pero fundamentalmente injusto desde el punto de vista ético, si es que los súbditos se han identificado con el régimen porque se les ha administrado algún “opio del pueblo”, por ejemplo. 3. El conflicto entre la ética y la política • • • • El fundamentalismo ético postula que la política siempre tiene que estar subordinada a la ética. Trataremos de mostrar cómo, en ocasiones, eso no es posible. Presentamos dos casos de incompatibilidad estructural entre la ética y la política. - La guerra. - El control de las fronteras. La custodia de un territorio previamente apropiado es condición de la existencia de los Estados. Por ello, del análisis de los casos anteriores se sigue que, si la política estuviera siempre subordinada a la ética, la propia existencia de los Estados sería imposible. Las políticas antiéticas son, en muchos casos, necesarias para la conservación de los Estados. La negación de la ética por la política es vista por muchos como una aberración, pero acaso deberían plantearse lo siguiente: la propia existencia de los individuos y su constitución como personas y ciudadanos no es posible fuera del Estado. Además, los Derechos Humanos solo tienen efectividad en la medida en que cada Estado decide velar por ellos; si no hay Estado, o si éste no quiere o no puede garantizarlos, al menos dentro de sus fronteras, se quedan en papel mojado. • • Los Estados que, en virtud de su identidad cultural, atentan de forma sistemática contra la ética (ablación genital femenina, deformaciones corporales dañinas, burka, restricciones de todo tipo sufridas por las mujeres, persecución de los homosexuales, lapidación, tortura, etc.) sin que quepa pensar que ello es necesario para su supervivencia, plantean un caso especial. El relativismo cultural tenderá a justificar esas actuaciones (al menos algunas de ellas) desde el supuesto de que todas las prácticas culturales deben ser respetadas. En el relativismo cultural operan dos nebulosas ideológicas: - La de la tolerancia democrática: así como, en democracia, cada opinión y cada voto deben ser respetados, así también, en el contexto intercultural, cada cultura debe ser aceptada. - La del conservacionismo ecologista: así como, en el terreno biológico, hay que preservar la diversidad biológica, conservando todas las especies y evitando que ninguna se extinga, así también, en el terreno intercultural, hay que preservar la diversidad cultural, conservando todas las culturas y evitando la desaparición de sus características idiosincrásicas. • • • • Frente al relativismo cultural, nosotros argumentamos del siguiente modo: Todas las construcciones humanas son, por su génesis, particulares (surgen en un tiempo y en un lugar concretos, por más que luego algunas de ellas se difundan mundialmente); también lo son, en general, por su estructura, puesto que nada hay en ellas que exija su aceptación universal (por más que algunas de ellas se hayan difundido, de hecho, a nivel global). Las verdades científicas y las normas éticas son la única excepción: son universales, si no ya por su génesis (vinculada a “Occidente”), sí por su estructura. Por eso, las verdades científicas y las normas éticas marcan los límites del relativismo cultural. De igual modo que no son respetables las creencias de algunos pueblos que chocan de forma frontal con las verdades científicas demostradas, tampoco son respetables las prácticas culturales que atentan contra la ética, siempre y cuando no haya alguna razón de peso para llevarlas a cabo (como cuando, por ejemplo, se da una situación de conflicto objetivo entre la ética y la política del tipo de las que hemos analizado anteriormente). • En muchas circunstancias, la ética y la política no entran en conflicto. Muchas veces, los Estados persiguen, por razón de su propia supervivencia y equilibrio, los mismos objetivos que la ética, como cuando procuran la salud y la educación de sus ciudadanos. • Otras veces, los Estados se desentienden de las normas éticas vinculadas a la firmeza de los ciudadanos, como cuando se permite el abuso de ciertas sustancias que pueden ser nocivas para la salud (tabaco, alcohol, etc.). Esta pasividad se justifica por razones de cálculo político (imposibilidad de erradicar esas conductas, posible carácter contraproducente de la prohibición de las mismas, etc.) o desde la teoría de que el Estado no debe inmiscuirse en la vida privada de los ciudadanos. • Las drogas, la prostitución, el aborto, la eutanasia, la prisión y la pena de muerte plantean dificultades especiales en el juego de relaciones entre la ética y la política. 4. Ética y política en la Edad Media • Así como las normas éticas velan por la conservación de los individuos humanos y las políticas por la de los Estados, las normas morales procuran la conservación de los grupos. • Las personas pertenecemos necesariamente a varios grupos: familia, círculo de amigos, generación, clase social, gremio profesional, empresa, confesión religiosa, etc. Estos grupos conviven de forma polémica en el seno de cada Estado. • Cada grupo tiene sus propias normas morales, que pueden entrar en conflicto con las de los otros grupos. • Las normas morales de un grupo también pueden entrar en conflicto con las normas éticas o con las normas políticas. • Durante la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna, se consideraba que la política de los Estados católicos debía estar subordinada a la moral religiosa católica. • Se entendía que el poder del rey católico procedía de Dios y que el Papa era el vicario de Dios en la Tierra. Por eso, el rey debía someterse, en muchos asuntos, a las directrices de la Iglesia y de la moral católica. • La moral católica era considerada como universal, por lo que, quienes se situaban en ella, la entendían de forma parecida a como nosotros entendemos hoy la ética. • La subordinación de la política a la moral católica puede asimilarse, por tanto, a la subordinación de la política a la ética. 5. El Estado Moderno y la doctrina de la razón de Estado. Diferenciación entre ética y política en Maquiavelo • • • • • • La obra principal de Maquiavelo es El Príncipe, publicada en 1513. A Maquiavelo se le atribuye una frase que él nunca pronunció, pero que sintetiza su planteamiento: “El fin justifica los medios”. Esta frase viene a significar lo siguiente: El fin político, cuando es juzgado como razonable, prudente o conveniente, justifica cualesquiera medios que, de hecho, conduzcan a tal fin, aun cuando tales medios puedan ser considerados como malos desde el punto de vista de la ética o de la moral religiosa. De este modo, Maquiavelo es el primer autor en el que el fin político se separa y pone por delante del bien ético. El político debe estar dispuesto a hacer cosas contrarias a la ética (o a la moral religiosa), porque, en ocasiones, la conservación del Estado (el bien político) requiere “obrar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión”; es decir, requiere el mal ético. En Maquiavelo, la religión, lejos de presentarse como la norma suprema de legitimidad de la acción política, pasa a ser un instrumento en manos del dirigente para la conservación del Estado (algo así como un “opio del pueblo”, en expresión de Marx). De este modo, se invierte por completo la forma tradicional de entender la relación entre religión y política. • Este planteamiento dio lugar a que se utilizara el apellido del autor para formar un sustantivo (“maquiavelismo”) y un adjetivo (“maquiavélico”) que suelen tener connotaciones peyorativas. • El cardenal católico francés Richelieu fue el primero que, en el contexto de la Guerra de los Treinta Años contra Fernando II, llevó a la práctica las tesis de Maquiavelo al justificar, de forma explícita, la separación de la política francesa frente a la moral católica. • Su posición quedó resumida en la fórmula “razón de Estado” (“raison d’etat”, traducida por “national interest” en el ámbito anglosajón). • A partir de ese momento, en el contexto de las relaciones internacionales europeas, la moral religiosa quedó relegada a un segundo plano en favor de los intereses de los propios Estados. • La doctrina según la cual, en el contexto internacional, es la fuerza de los Estados lo que explica el signo de sus relaciones (de dominación, subordinación, sometimiento, equilibrio, etc.), sin que exista ningún poder o norma superior de carácter ético, moral o religioso que regule esas relaciones, recibe el nombre de “realismo político”. • La práctica política asociada a esa doctrina es la “Realpolitik”. • Como ya hemos señalado, la negación de la ética por la política es vista por muchos como una aberración, pero acaso deberían plantearse lo siguiente: la propia existencia de los individuos y su constitución como personas y ciudadanos no es posible fuera del Estado. Además, los Derechos Humanos solo tienen efectividad en la medida en que cada Estado decide velar por ellos; si no hay Estado, o si éste no quiere o no puede garantizarlos, al menos dentro de sus fronteras, se quedan en papel mojado. 6. Kant: la primacía de la moral sobre la política a través del Derecho • • • • • Kant es uno de los filósofos más importantes de la historia. Con él se cierra el ciclo de la Filosofía Moderna y se abre el de la Filosofía Contemporánea. Kant entiende por ética algo diferente a nosotros. Veámoslo: Kant pone el acento en la fuerza de obligar de la norma, no en su contenido. Una acción es ética, no tanto por su contenido, como por el motivo que lleva al sujeto a hacerla, cuando éste no se mueve ni por su inclinación natural (la búsqueda del placer, por ejemplo), ni con vistas a un fin (la felicidad, por ejemplo), ni persiguiendo una utilidad o beneficio particulares (enriquecerse, ser reconocido socialmente, evitar un castigo, etc.), sino porque considera, en conciencia, en virtud de una convicción personal, que eso es lo que debe hacer, y que cualquier otro sujeto racional en su lugar debería hacer lo mismo. Como se ve, la ética de Kant no tiene contenido. Es una ética formal. Kant no dice qué debe hacerse, sino cómo debe obrarse. Así, el imperativo categórico, que es la ley moral racional universal, dice lo siguiente: “Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal”. • En otra formulación del imperativo categórico, Kant afirma lo siguiente: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”. • A partir de esta fórmula, podemos entender cómo la ética kantiana y lo que nosotros entendemos por ética llegan a conclusiones semejantes, aunque desde principios diferentes. Al fin y al cabo, el deber kantiano, la acción universalizable, es la que busca el bien de la humanidad. Del mismo modo, nosotros definimos la ética como el conjunto de normas que persiguen la preservación de los sujetos humanos. • El punto flaco de la teoría kantiana es el siguiente: ¿Qué ocurriría si alguien, en virtud del imperativo categórico, y habiendo retirado previamente la condición humana a un determinado colectivo, como por ejemplo los judíos, considerara que su deber es acabar con ese colectivo, como de hecho pensaron los nazis, y que cualquier otro sujeto racional en su lugar debería obrar del mismo modo? ¿Sería ética su acción? • La moral kantiana quiere ser una moral racional y universal. El supuesto del que parte es el de la libertad humana. La acción moral, por la que un sujeto hace lo que debe aun en contra de sus inclinaciones o intereses, solo es posible porque el hombre es libre. • Kant fundamenta la política en la moral. • El contrato social, por el que se funda y se sostiene la sociedad política, no debe entenderse como una realidad histórica, sino como un concepto normativo, que cumple una función moral regulativa. El contrato vincula a todo legislador, que está obligado a crear leyes racionales y morales como si éstas hubieran podido surgir de la voluntad del pueblo. • La constitución a la que dé lugar tiene que promover la máxima libertad humana de acuerdo con las leyes que hagan que la libertad de cada uno sea compatible con la de los otros. • El imperativo categórico del Derecho tendría esta fórmula: “Actúa exteriormente de tal manera que el libre uso de tu albedrío pueda coexistir con la libertad de todos, conforme a una ley universal”. • • • • • • • En el contexto internacional, Kant ve en la guerra el gran mal político y el principal obstáculo de la moralidad. Por eso, la consecución de la paz es el sentido último de todo el progreso y la historia. Kant se muestra optimista respecto a la posibilidad de lograrla, porque hay una secreta intención de la Naturaleza que dirige todas las cosas hacia ella. Los antagonismos entre los hombres, su “insociable sociabilidad”, acaban dando lugar a la sociedad y su orden. Una vez creada la sociedad, los choques se trasladan a los Estados, dando lugar a las guerras. Pero “todas las guerras son otros tantos intentos (no en la intención de los hombres, pero sí en la de la Naturaleza) de procurar nuevas relaciones entre los estados... y formar nuevos cuerpos.” Ese nuevo cuerpo internacional es una Federación de Estados Libres, único modo de garantizar el respeto recíproco y lograr, con él, una Paz Perpetua. Los conflictos se resolverán de acuerdo a una legislación racional internacional en lugar de mediante la guerra. El problema del planteamiento kantiano sobre la Paz Perpetua es que las guerras siguen existiendo en el presente, han ocurrido a lo largo de toda la historia y no hay ningún indicio racional que nos lleve a pensar que vayan a dejar de darse en el futuro. Kant parecía saber de buena tinta que iban a desaparecer, pero no llegó a compartir las fuentes de su “evidencia”. 7. Guerra y Paz. Un punto de vista filosófico. 7.1. Filosofía mundana de la guerra • Pacifismo fundamentalista: La guerra es siempre mala, nunca está justificada (fundamentalismo ético). • Perspectiva etológica: La guerra surge del fondo animal del ser humano (instinto de agresividad). “El hombre es un lobo para el hombre” (Homo homini lupus) – Hobbes. Versión pesimista: Los instintos de agresión son innatos, están grabados en nuestro código genético. Resignación: mientras haya hombres, habrá guerra. Esta versión puede llegar a favorecer una ideología legitimadora del belicismo. Versión optimista: Las conductas agresivas, bien sean heredadas o aprendidas, pueden ser sublimadas, neutralizadas o reprimidas por la educación (por la civilización y por la cultura). La guerra puede erradicarse en nombre de la paz. Ideal de la Paz Perpetua (Kant). Crítica de la filosofía mundana de la guerra • • • La guerra no puede reducirse a una manifestación del instinto genérico (animal) de agresividad. Inversión antropológica: Los instintos etológicos genéricos que regulan la conducta (en este caso, el instinto de agresividad), sin dejar de actuar, pasan a incorporarse a un orden cultural objetivo de tipo normativo, ahora específicamente antropológico, al que quedan subordinados. Desconexión esencial entre la guerra y la agresividad: - La agresividad puede aflorar en contextos muy diversos, no solo en el de la guerra. - Las causas de la guerra son de orden político: relaciones entre Estados. La agresividad no tiene fuerza explicativa. - La estructura de la guerra depende de factores políticos, económicos y científico-tecnológicos: alianzas, frentes de avance, estrategia militar, logística, armamento, bomba atómica, etc. La agresividad no tiene fuerza explicativa. - La victoria en la guerra depende de factores políticos, económicos y científico-tecnológicos: alianzas, capacidad productiva, desarrollo tecnológico, etc. La agresividad no tiene fuerza explicativa. - La guerra puede darse sin agresividad. La guerra del presente, más que nunca (bomba atómica, drones, bombarderos, submarinos, etc.). - La agresividad no es la causa conformadora de la guerra, sino, en todo caso, un impulso que se puede potenciar y moldear con fines militares. Ejemplo: potenciación de la “virilidad” en el entrenamiento militar; potenciación del odio al enemigo para levantar la moral del ejército; etc. 7.2. Agresión y violencia. Violencia y guerra. ¿Qué es la violencia? • • • • • No toda violencia es agresiva (violencia ≠ agresión). La guerra siempre implica la violencia, pero no la agresividad. La idea de violencia desborda el campo etológico de la idea de agresión. Es una idea ontológica. Lo violento se opone a lo natural. Pero no podemos hablar de Naturaleza (la idea de Naturaleza como totalidad unitaria es una idea mítica). Solo podemos hablar de “naturalezas”, múltiples y no necesariamente compatibles entre sí. Lo que llamamos “naturaleza” puede entenderse como la misma ley por la que una entidad determinada se mantiene en estado de equilibrio, estático o dinámico. El único equilibrio que pueden alcanzar los cueros vivientes y los cuerpos sociales es el equilibrio dinámico, que puede mantenerse, ya sea en forma estacionaria, ya sea en forma variacional, expansiva o contractiva. La idea de violencia puede definirse entonces por la ruptura de ese estado de equilibrio, cuando esté determinada por una causa extrínseca a la cual pueda ofrecer resistencia ese estado de equilibrio. La violencia que nos interesa aquí, en el contexto de la guerra, es la violencia que tiene que ver con los hombres, la violencia y las figuras de la violencia que puedan ser dibujadas en el espacio antropológico. 7.3. La violencia en el espacio antropológico • • • Eje radial: todo arte, toda técnica y toda tecnología es un ejercicio de violencia llevada a cabo por los hombres contra su entorno. Violencia de primer género: procura adaptarse al “curso de la Naturaleza”, aprovechando su impulso y su morfología. Ejemplo: técnica de canalización de la corriente de un río por su cauce natural. Violencia de segundo género: no se atiene a los cursos naturales, sino que los despedaza (como el escultor al mármol), los distorsiona, incluso los “engaña” mediante ingenios “irónicos”, haciendo, por ejemplo, que el propio impulso del agua que desciende por el río la haga subir a través de la noria. Por otra parte, las propias obras artísticas o tecnológicas pueden llegar a constituirse en estados de equilibrio sobre los cuales podrán desencadenarse, a su vez, acciones violentas. Solo puede hablarse de agresión cuando la violencia ejercida por el hombre encuentra una resistencia en la “naturaleza” sobre la cual se ejerce, capaz de responder con otra violencia también humana o etológica. Es puro antropomorfismo hablar de la “agresión” que un túnel o una autopista o una urbanización ejercen sobre el paisaje. • • • • • • • • Eje angular: Hay que admitir que la violencia en el trato con los animales es antes la regla que la excepción, y ello sin perjuicio del respeto o el amor que se profese hacia ellos. La caza, que no puede confundirse con la guerra, es violenta y depredadora por naturaleza; como violentos son los procedimientos de enjaulamiento e incluso de domesticación de los animales. Los ejemplos se pueden multiplicar. No obstante, la incorporación de algunos animales, como el perro, a la vida doméstica de los hombres, ha sido antes un proceso de adaptación mutua de “naturalezas”, que de violencia entre ellas. Eje circular: Es el que más nos interesa aquí, puesto que en él se dibuja la figura de la guerra, en cuanto interacción violenta organizada, con efectos mortales, de Estados en equilibrio relativo. Sin embargo, aunque la guerra implica la violencia, la violencia entre los hombres no siempre implica la guerra. Veamos algunos ejemplos: Hay violencia circular, física o psíquica, en el proceso mismo mediante el cual las “crías humanas” se transforman en adultos mediante la crianza o la educación. La violencia (no la guerra) está presupuesta en el mantenimiento del orden público de un Estado de Derecho, que tiene el monopolio legal de la violencia (Max Weber). Policías, jueces y maestros son los canales legales de la violencia ciudadana; sin esos canales sería imposible mantener el “orden artificial” en el que consiste la ciudad o el Estado. 7.4. La paz como objetivo final de la guerra • • • • • • La paz es una figura que, como la guerra, se dibuja en el eje circular del espacio antropológico. Como la guerra es una relación entre Estados, la paz también debe entenderse como una relación entre Estados. La paz puede definirse como la situación que dos o más Estados han logrado establecer entre ellos a fin de mantener un equilibrio dinámico más o menos duradero. La guerra es la ruptura de la paz; la paz es el establecimiento de un nuevo equilibrio, de un nuevo orden. La paz no busca la guerra, a lo sumo la encuentra; pero la guerra sí busca la paz, la paz de la victoria, la consolidación del orden que el Estado vencedor considera mejor o más racional, tomando como criterio su propia eutaxia. No decimos “más justo” porque es problemático hablar de “guerra justa”. Y no porque todas ellas sean injustas, sino porque la oposición entre los justo y lo injusto se establece propiamente dentro de cada Estado, en función de su ordenamiento jurídico. Pero, en los litigios entre las naciones, el juez último es la fuerza y la sentencia, la victoria (realismo político). 7.5. ¿Es posible la Paz Perpetua? • ¿Es posible una paz universal perpetua regulada por un Derecho Internacional? • La paz universal y perpetua entre los Estados de la que habló en el siglo XVIII Kant solo puede concebirse en el supuesto de que en la “Sociedad de los Estados” (en el contexto de la ONU) estos puedan alcanzar una relación de armonía o equilibrio dinámico, interno y externo, tal que pueda ser mantenida indefinidamente por los siglos de los siglos. Pero esto es muy improbable, puesto que el mantenimiento del equilibrio de cada Estado implica, en función de su demografía, de su economía, etc., actuaciones que no tienen por qué conservar el equilibrio con los demás. • Además, la fuerza de una Sociedad de Naciones (actualmente, la ONU) solo puede ser la resultante de las fuerzas correspondientes a cada nación. Y por ello ningún Estado poderoso estaría dispuesto a someterse a resoluciones que estén en desacuerdo con sus propios intereses. El Derecho Internacional es “papel mojado” cuando sus sentencias van contra un Estado poderoso, puesto que no existe ningún poder real capaz de ejecutarlas (realismo político). 7.6. ¿Tiene sentido plantear la legalidad o ilegalidad de una guerra? • La legalidad solamente tiene sentido en el marco de un Estado soberano. • La “legalidad internacional” es solo el resultado de acuerdos entre Estados, que estarán dispuestos a conculcarla, siempre que tengan poder suficiente, si contraría sus intereses. • Por eso resulta absurdo pretender “ilegalizar la Guerra” por sentencia de un Tribunal Internacional de Justicia. • El poder que este Tribunal necesitaría para que sus sentencias se cumplieran, tendría que ser superior al poder del que goza la Potencia más poderosa que, obviamente, no tendría por qué someterse a la decisión de las demás y, principalmente, si tiene ya reconocido un derecho de veto, como es el caso de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU: EE.UU, Rusia, China, Reino Unido y Francia. 7.7. La idea filosófico-política de la guerra • Cabe clasificar las múltiples teorías filosóficas de la guerra en función de la categoría en la que sitúen el núcleo esencial de la idea de guerra: - Orientación etológica (agresividad animal). - Orientación antropológica (luchas inter-tribales). - Orientación económica (lucha de clases). - Orientación religiosa o cultural (choque de “civilizaciones”). - Orientación política (guerra entre Estados). • La idea de guerra que se defiende aquí se apoya en las categorías políticas. La guerra presupone el Estado. Es una relación entre Estados. Es un hecho derivado de las exigencias que un Estado ya constituido experimenta para mantener su equilibrio dinámico, su identidad, ya sea defendiéndose, ya sea atacando a otros Estados. • ¿Qué ocurre en el paso de la organización tribal a la organización propiamente política para que las luchas o combates primitivos se transformen en la guerra? • Aparece una nueva organización de la estructura social, el Estado, y su fijación en un territorio delimitado, mediante su apropiación frente a los demás grupos humanos de su entorno. También las tribus sedentarias tienen sus propios territorios, solo que estos no están delimitados por fronteras definidas ni defendidos por un cuerpo militar (ejército) diferenciado y especializado. • El Estado se constituye en función de la apropiación del territorio común y, simultáneamente, en la redistribución desigual de ese territorio entre las familias integrantes de la sociedad política, es decir, en la constitución de la propiedad privada. • La función originaria del Estado puede definirse, en primer lugar, por el objetivo de la preservación de la apropiación y, en segundo lugar, por el objetivo de la preservación de la propiedad privada. • El Estado, desde su principio, necesitará estar preparado para la guerra, porque los ritmos de desarrollo de las sociedades políticas (los ritmos de crecimiento, los colapsos demográficos, las epidemias, las crisis de alimentación, etc.) no tienen por qué estar sincronizados o ajustados a los límites iniciales marcados por las fronteras. • La guerra aparece, desde el principio, como una “continuación de la política por otros medios” (Clausewitz). Una continuación del arte o prudencia de conservación de la eutaxia. • Desde la perspectiva de la eutaxia, la diferencia entre guerras defensivas y guerras ofensivas se desdibuja. Una guerra defensiva puede desencadenarse ante un ataque que compromete la eutaxia del atacado; la guerra ofensiva se desencadenará, por parte del agresor, para defender su propia eutaxia. 7.8. Los cinco géneros de la guerra • • • Guerras del género cero: Guerras pre-estatales, guerras intertribales, que no serían propiamente guerras, pero sí son ya luchas entre hombres con culturas avanzadas (armamento, organización, táctica) y que prefiguran a la guerra política estricta. Guerras del género uno: Guerras mantenidas entre un Estado y algunas sociedades pre-estatales de su entorno. Aparecen cuando se rompe el equilibrio “pacífico” establecido en el proceso de explotación de la potencia imperialista o colonialista sobre los “bárbaros” (extracción de materias primas, esclavos, mujeres; cobro de impuestos; etc.), provocando la resistencia o incluso la rebelión de estos. Guerras depredadoras: pueden conseguir una paz tal que “respete” la organización social de los “bárbaros”, sus costumbres, su religión, su cultura: es el caso del dominio indirecto del Imperio depredador colonial británico del siglo XIX. Guerras generadoras: no respetan la organización social “bárbara”, sino que proponen su sustitución por otras propias de la sociedad civilizada. Guerras del género dos: Son las guerras de tribus contra un Estado. Plantean problemas específicos: ¿Cómo podría hablarse de continuidad de una política de eutaxia en sociedades tribales que, por hipótesis, no tienen propiamente vida política? Por otra parte, como es el pueblo “bárbaro” íntegro el que entra en el territorio del Estado atacado, la defensa y resistencia al invasor, tanto como guerra, podría interpretarse como una acción política interna. • Guerras del género tres: Son las guerras entre Estados, las guerras en sentido estricto, las guerras propias de la “civilización”: las Guerras Médicas, las Guerras del Peloponeso, las Guerras Púnicas, las guerras entre los reinos europeos de la Edad Media, las guerras napoleónicas y, sobre todo, las grandes guerras de los siglos XIX y XX. Estas últimas son las guerras que Lenin analiza en El imperialismo, fase superior del capitalismo; guerras inevitables y periódicas, porque el capitalismo financiero, resultante de la composición del capital bancario y el capital industrial, necesita mercados nuevos y materias primas renovadas. Y no por el capricho voraz, la maldad o la locura de algunos individuos, sino por su propia estructura. • Guerras del género cuatro: Son las guerras civiles. En la guerra civil, una parte formal del Estado (una región, una sección del ejército, una clase social organizada) entra en conflicto armado con otras partes para conseguir el control del propio Estado. No hay que confundir guerra civil con movimiento de secesión, cuyo objetivo no es el control del Estado, sino separarse del Estado. Este género de guerra es un caso límite. De todas formas, nos inclinamos a interpretar las guerras civiles como guerras enmascaradas entre Estados, es decir, entre Estados que apoyan a las facciones enfrentadas, como en el caso de la Guerra Civil española.