Download CAP3: Dimensión trinitaria

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1
III. DIOS AMOR, FUENTE DE LA MISION. DIMENSION TRINITARIA DE LA MISION DE
CRISTO Y DE LA IGLESIA
1. La misión de Jesús, misión trinitaria
A) El misterio de Dios Amor, uno y trino, revelado por Jesús
B) La misión eterna del Hijo en la misión temporal de Jesús
C) El amor del Padre como fuente de la misión
2. La misión de la Iglesia, fundada en la Trinidad
A) La Iglesia de la Trinidad, misterio de comunión
B) El "kerigma", primer anuncio de Dios Amor
C) Por Cristo Salvador, hacia la Trinidad
3. El fin último de la misión: glorificación de la Trinidad
A) Construir la "comunión" en el corazón del hombre
B) Construir la "comunión" en la comunidad eclesial
C) Construir la "comunión" en la comunidad humana de todos los pueblos
2
1. La misión de Jesús, misión trinitaria
Sólo por Jesús y en él, sabemos que Dios es Amor, uno y trino, la máxima
unidad vital. Dios, en cada "persona" divina, es pura relación de donación. En
Dios todo suena a donación mutua. El Padre se expresa a sí mismo en el Hijo, y
ambos se expresan amando en el Espíritu Santo. En ese amor tiene origen la
creación del hombre, como "única criatura terrestre a la que Dios ha amado por
sí misma" (GS 24).
En ese amor divino tiene origen la misión del Hijo, para hacerse hombre
(encarnación) y para redimir a toda la humanidad (redención). La misión es
cristocéntrica porque es teocéntrica y trinitaria.
La Trinidad de Dios Amor es el origen de la misión y del mandato
misionero, que Cristo confió a su Iglesia. Por esto, "la índole misionera de la
Iglesia" está "basada dinámicamente en la misma misión trinitaria" (RMi 1). La
misión viene de Dios Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo; se realiza según
los planes salvíficos de Dios y se completa continuamente en una dinámica
eclesial y cósmica hacia Dios. La misión es toda la Trinidad en acción, para
introducir al hombre, creado y restaurado a su imagen, en su misterio
trinitario de amor.
A) El misterio de Dios Amor, uno y trino, revelado por Jesús
En toda la vida y mensaje de Jesús encontramos una epifanía personal del
misterio de Dios Amor. En cada gesto, momento y palabra suya, el Padre en el
amor del Espíritu, nos dice: "este es mi Hijo amado, escuchadlo" (Mt 17,5;
3,17). Al enviarnos a su Hijo, Dios nos ha dado la mayor prueba de su amor (Jn
3,16). En esta misión de su Hijo, por la fuerza del Espíritu, Dios se ha
mostrado como "Dios Amor" (1Jn 4,8ss).1
El mismo Jesús se nos hace "el camino" para llegar a esta "verdad y vida"
(Jn 14,6), que es él mismo, con el Padre y el Espíritu Santo: "quien me ve a
mí, ve al Padre" (Jn 14,9ss; cf. 12,45-46). Sólo Jesús, como Hijo unigénito del
Padre, conoce y ha visto a Dios (Jn 1,18); por esto, "sólo el Hijo lo puede
revelar" (Mt 11,27).2
La teología del evangelio de San Juan y de sus cartas, se mueve en esta
dirección de "manifestación" del amor de Dios por medio de Jesús (Jn 3,16-17;
1Jn 3-4). A. FEUILLET, Le mystère de l'amour divin dans la théologie
johanninque (Paris, Gabalda, 1972); S. VERGES, Dios es amor. El amor de Dios
revelado en Cristo según Juan (Salamanca, Secretariado Trinitario, 1982). Ver
otros estudios sobre San Juan, en la nota 15 del capítulo I y en la orientación
bibliográfica final. La Trinidad de Dios hay que presentarla a las religiones
fuertemente monosteístas, como la máxima unidad de un Dios que es plenamente
vida y amor. La unidad no es abstracción, a modo de una idea o un primer motor,
sino la fuente viva en sí misma, aún antes de crear el hombre y el cosmos. Por
esto la creación y la redención, por medio de Jesús, se convierten en misión
para el hombre creado y redimido, para anunciar y comunicar a otros la misma
vida de Dios uno y trino.
1
El testimonio religioso de Jesús no es el de un "místico" ni el de un
fundador de religión que ha tenido una fuerte experiencia de Dios. El
testimonio peculiar de Jesús consiste en comunicar lo que él ha visto en el
Padre desde la eternidad: "A Dios nadie le ha visto jamás; el Hijo único, que
es Dios, y que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer" (Jn 1,18);
"solamente aquel que ha venido de Dios, ha visto al Padre" (Jn 6,46).
2
3
El primer momento en que se revela el misterio trinitario a la humanidad,
es el momento de la encarnación, cuando el ángel anunció a María que Jesús, el
"Hijo del Altísimo", sería concebido "por obra del Espíritu Santo", porque era
enviado para "salvar" a los hombres (Lc 1,26-38; cf. Mt 1,18-21).3
Jesús comunicó el Espíritu Santo a los suyos, como enviado por Padre y el
Hijo, puesto que procede de ambos por amor, para que los apóstoles pudieran
"dar testimonio" de quién es Jesús (Jn 15,26-27; 16,13-14). La unidad de Jesús,
con el Padre y en el Espíritu (Jn 16,14-15), se convierte en el origen y el
objetivo de la misión: la participación de cada ser humano en la vida
trinitaria de Dios amor. Ello equivale a entrar a formar parte de la "unidad"
vital de Dios: "que sea uno, como tú, Padre en mí y yo en ti" (Jn 17,21). Esta
es la misión que recibió Jesús y que transmitió a los suyos: "como tú me
enviaste al mundo, así yo les envío al mundo" (Jn 17,18).4
Nosotros conocemos, por medio de Jesús, que la fuente de la misión es la
Trinidad de Dios Amor. La misión es cristocéntrica porque es trinitaria: Jesús
es el Hijo enviado por el Padre con la fuerza del Espíritu. El gozo de Jesús,
al realizar su misión y al hacernos a nosotros partícipes de ella, es "gozo en
el Espíritu Santo", porque así se cumplen los designios del Padre (cf. Lc
10,21-24).
Esa misma misión trinitaria, de la que Cristo es portador en cuanto Hijo
enviado por el Padre, es la que comunica a sus apóstoles (Jn 20,21), para que
puedan transformar ("bautizar") a toda la humanidad, insertándola en la vida de
Dios Amor, uno y trino, "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo" (Mt 28,19).
A la luz de Dios Amor, revelado por Jesús, descubrimos la unidad vital
(la naturaleza), en tres personas distintas, que, por la donación total mutua,
son la máxima unidad. La creación y la redención del ser humano (y del
universo) tienen origen en Dios Padre, que "nos ha elegido" eternamente en su
Hijo único, para ser "hijos de adopción" (hijos en el Hijo), por la gracia y
"prenda del Espíritu" (Ef 1,3-14). La creación es obra de la Trinidad.5
Cuando Cristo dijo "el Padre os ama" (Jn 16,27), nos indicó que el Padre
nos ama como le ama a el (Jn 17,23.26). Por esto, "en el gozo del Espíritu
Santo", ya podemos decir, con él, "sí, Padre" (Lc 10,21), "Padre nuestro" (Mt
6,9; cf. Rom 8,14-27). La humanidad será salvada definitivamente en Cristo,
cuando adoptará esta actitud filial para con Dios y fraterna hacia todos los
3 "La autorrevelación de Dios, que es imprescrutable unidad en la Trinidad,
queda contenida en las líneas fundamentales de la anunciación en Nazaret" (MD
3). María es "la Madre de Dios Hijo, y por eso, hija predilecta del Padre y
sagrario del Espíritu Santo" (LG 53). AA.VV., María y la Santísima Trinidad
(Salamanca, Estudios Trinitarios, 1986); J.H. NICOLAS, Synthèse dogmatique. De
la Trinité à la Trinité (Paris, Beauchesne, 1986).
4 V.M. CAPDEVILA, Trinidad y misión en el evangelio y en las cartas de San
Juan: Estudios Trinitarios 15 (1981) 83-153.
5 "Todo es uno en ellos, donde no existe oposición de relación... A causa
de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el
Hijo está toto en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está
todo en el Padre, todo en el Hijo" (Concilio de Florencia: DS 1330-1331).
4
demás hermanos. "Así, finalmente, se cumple de verdad el designio del Creador,
al hacer al hombre a su imagen y semejanza, cuando todos los que participan de
la naturaleza humana, regenerados en Cristo por el Espíritu Santo, contemplando
unánimes la gloria de Dios, puedan decir: 'Padre nuestro'" (AG 7).6
B) La misión eterna del Hijo en la misión temporal de Jesús
Jesús, como Verbo encarnado, es "el Hijo unigénito que está en el seno
del Padre" (Jn 1,18). Por el hecho de ser engendrado eternamente por el Padre,
procede de él y es igual a él ("consubstancial"). Es "la imagen de Dios
invisible" (Col 1,15), "el esplendor de su gloria, la irradiación de su
substancia" (Heb 1,3). Esta "procesión" puede llamarse "misión" eterna del Hijo
de Dios, y fundamenta la misión temporal. El Hijo es "el enviado al mundo" por
el Padre (Jn 17,36; cf. 3,16-17), bajo la acción o "unción" del Espíritu Santo
(Lc 4,18).
La misión que Cristo recibió del Padre y que llevó a la práctica, "guiado
por el Espíritu" (Lc 4,1.14), da sentido a toda su vida. Procede del Padre y
vuelve al Padre (Jn 16,28). Esta dinámica misionera del ser, del obrar y de la
vivencia de Cristo, constituye su "pascua", es decir, su paso "hacia el Padre"
(Jn 13,1), arrastrando a toda la humanidad con él, hasta "recapitular todo en
él" (Ef 1,10), porque "todo se apoya en él" (Col 1,17).
Lo que Cristo recibió del Padre en el amor del Espíritu, es lo que
comunica a toda la humanidad, para que todos sean "comunión" o reflejo de la
vida trinitaria de Dios Amor: "yo les he dado la gloria que tú me diste, a fin
de que sean uno como nosotros somos uno" (Jn 17,22).7
Por el ejercicio de la misión, Jesús muestra que él es "la Palabra
definitiva de la revelación... la autorevelación definitiva de Dios" (RMi 5). Y
aunque en toda la creación y en toda la historia, en las culturas y en los
pueblos, hay "semillas del Verbo", no cabe separación entre el Verbo y
Jesucristo (cf. RMi 6). Las semillas del Verbo, por ser tales, conducen a la
plenitud en Cristo, el Verbo encarnado.8
6 Ver el tema de la misión en relación con la Trinidad, en los apartados
siguientes. AA.VV., El misterio trinitario a la luz del Vaticano II (Salamanca,
1970); J. AUER, Dios uno y trino (Barcelona, Herder 1982); N. CIOLA, Immagine
di Dio-Trinità e società moderna: Lateranum 58 (1992) 157-180; C. DUQUOC, Dios
diferente (Salamanca, Sígueme, 1982); J. ESQUERDA BIFET, Construir la historia
amando. Trinidad y existencia humana (Barcelona, Balmes, 1989); B. FORTE,
Trinidad como historia (Salamanca, Sígueme, 1988); W. KASPER, El Dios de
Jesucristo (Salamanca, Sígueme, 1986); J. MOLTMANN, Trinidad y reino de Dios
(Salamanca, Sígueme, 1987); J.J. O'DONNELL, Il mistero della Trinità (Roma,
Pont. Univ. Gregoriana, 1989); G. PHILIPS, Inhabitación trinitaria y gracia
(Salamanca, Sígueme, 1980); L. SCHEFFCZYK, Dios uno y trino (Madrid, FAX,
1973); S. VERGES, J.J. DALMAU, Dios revelado por Cristo (Madrid, BAC, 1969).
7 Esta unidad de "comunión" constituye la naturaleza de la Iglesia, como
reflejo de la unidad de la vida trinitaria: "Toda la Iglesia aparece como un
pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo" (LG 4). Lumen Gentium 4 cita a San Cipriano, De oratione domenica 23: PL
4, 553. Ver el tema de la "comunión" eclesial en el apartado n. 3 del presente
capítulo.
8
Ver este tema en el capítulo I, n. 3, A, del presente estudio.
5
Jesús "inauguró en la tierra el reino de los cielos", precisamente como
"cumplimiento de la voluntad del Padre" (LG 3). La epifanía trinitaria que tuvo
lugar en el bautismo y en la transfiguración de Jesús, mostró su realidad
permanente de "Hijo de Dios", concebido por obra del Espíritu Santo (Lc 1,35).
Misteriosamente y sólo a la luz de la fe, esta epifanía tendrá su máxima
expresión en la cruz: entregando su vida en manos del Padre, Jesús, el Hijo, ya
podrá comunicar el agua o vida nueva del Espíritu (Jn 19,30-37). La fuerza de
la misión llega a su cenit por la "exaltación" de Jesús en la cruz (Jn 3,14-15;
12,32; Fil 2,9). Así Jesús, como "heredero de todas las cosas" (Heb 1,2), podrá
orientar a toda la humanidad en la dinámica trinitaria del amor (1Cor 9,6; Ef
2,18).9
La vida de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, es, pues, "misión" que
totaliza o "consagra" todo su ser por el Espíritu enviado por el Padre (Lc
4,18). Su vida misionera es esencialmente trinitaria (Lc 10,21). La
"evangelización de los pobres" conlleva esta impronta trinitaria que va
transformando la creación en nueva creación, en "un nuevo cielo y una nueva
tierra" (Apoc 21,1), "donde habita la justicia" y el amor (2Pe 3,13).
La Trinidad es el fundamento o raíz del mandato misionero comunicado por
Cristo a su Iglesia. La economía de la salvación realizada por el Señor
(economía salvífica) tiene como fuente la economía o vida íntima de la Trinidad
(economía inmanente). Pero nosotros conocemos el misterio de la Trinidad y su
economía, sólo a partir del misterio de Cristo y de su economía de salvación.10
Las "procesiones" trinitarias ad intra son eternas (el Hijo procede del
Padre; el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo o por el Hijo) (cf. AG
2). Estas procesiones son el fundamento de las "misiones" ad extra (el Hijo es
enviado por el Padre, y el Espíritu Santo es enviado por el Padre y el Hijo).11
Así, pues, las procesiones justifican las misiones y éstas dependen de
9
AA.VV., La sapienza della croce oggi (Torino, LDC, 1976); AA.VV.,
Sabiduría de la cruz (Madrid, Narcea, 1980); H.U. VON BALTHASAR, La gloire et
la croix (Aubier, 1965); J. ESQUERDA BIFET, Fuerza de la debilidad.
Espiritualidad de la cruz (Madrid, BAC 1993).
10 La expresión "economía" singifica "designio" (divino), "dispensación",
"administración" (Lc 16,2; Col 1,25; Ef 3,2). Se acostumbra a usar más
frecuentemente como "economía sacramental", en el sentido de "comunicación (o
dispensación) de los frutos del misterio pascual de Cristo en la celebración de
la liturgia sacramental de la Iglesia" (CEC 1076).
11 Hay, pues, dos "procesiones" (que también pueden llamarse "misiones") ad
intra, que fundamentan la dos misiones ad extra. El Hijo y el Espíritu proceden
de la misma fuente (el Padre), pero de diverso modo: el Hijo procede por
generación; el Espíritu procede por "espiración" (cf. SANTO TOMAS, I, q.43,
a.2). La misión ad extra es visible en cuanto al Hijo (por la encarnación y
redención), quien es el autor de la santificación. La misión ad extra es
invisible en cuanto al Espíritu Santo, pero con signos externos de
santificación (cf. I, q.43, a.7). Los efectos de gracia también pueden ser
diversos (iluminacion, afectos) según se atribuyan al Hijo o al Espíritu (cf.
I, q.43, a.5). Ver: L. SCHEFFCZYK, Las misiones trinitarias como fuentes de la
vida cristiana: Scripta Theologica 24 (1992) 923-940.
6
aquellas. La prioridad fontal se encuentra en las procesiones; la prioridad
cognoscitiva, por parte nuestra, pertenece a las misiones. Dios Padre es la
fuente primera (o el amor fontal) de la misión ad extra. El Hijo realiza el
misterio pascual. El Espíritu Santo es enviado e infundido en la Iglesia para
santificarla como fruto de la redención del Hijo y de los planes salvíficos del
Padre.12
A partir del misterio trinitario, se puede, pues, hablar de:
- causa última de la misión: "el amor fontal o caridad de Dios Padre" (AG
2; cf. Jn 3,16);
- misión constitutiva, fundacional y original: el Padre envía al Hijo; el
Padre y el Hijo envían al Espíritu Santo;
- misión realizada por Cristo de modo visible (encarnación, redención,
misterio pascual) con los signos visibles de la misión invisible (gracia)
del Espíritu Santo;
- misión consecuente, continuada y participada en la Iglesia, que es
fruto y efecto de la misión constitutiva y de la misión realizada por
Cristo.13
El prototipo de la misión es la encarnación: el Hijo de Dios, enviado por
el Padre y hecho hombre para salvar a la humanidad. Así se continúa en el
tiempo (por pura gracia) la generación eterna del Hijo. La misión del Hijo
procede del Padre y se realiza bajo la acción del Espíritu Santo. El objetivo
de esta misión es también trinitario: la inhabitación de la Trinidad en el
"alma" y la construcción de la comunión en la comunidad humana por medio de la
Iglesia (cf. DM 7; AG 4). La vida intra-trinitaria se comunica por la misión
del Hijo y del Espíritu Santo.14
Hay que distinguir entre "procesiones" y "relaciones". Las procesiones
fundamentan las relaciones. En las relaciones se distinguen tres elementos: el
sujeto del que proceden (terminus a quo), el objeto (terminus ad quem) y el
fundamento (que consiste en la procesión). El Padre es relación al Hijo por
generación activa. El Hijo es relación al Padre por ser engendrado (generación
pasiva). El Padre y el Hijo son relación al Espíritu por "espiración" activa.
El Espíritu Santo es relación al Padre y al Hijo por "espiración" pasiva. Ver
algunos tratados actuales sobre la Trinidad, en la nota 6.
12
La procesión eterna del Hijo y del Espíritu (respectivamente por
generación y espiración) es el fundamento de la misión temporal, como nuevo
modo de la presencia de Dios en el mundo. La misión temporal del Hijo y del
Espíritu son una extensión (aunque no necesaria) de su procesión eterna. La
misión temporal es una gracia y no una necesidad.
13
La dimension trinitaria de la misión ha sido estudiada con perspectivas
cada vez más teológicas, pastorales y espirituales. Propiamente la Iglesia
descubre esta dimensión trinitaria por medio de la misión de Cristo. Ver: Y.
CONGAR, Principes doctrinaux, en: L'action missionnaire de l'Eglise, Décret "Ad
Gentes" (Paris, Cerf, 1967) 185-221; J.S. CONNOR, Towards a trinitarian
theology of mission: Missiology 2 (1981) 155-168; A. GILLET, Trinité et
mission: Euntes Digest 25 (Kessel-Lo 1992) 6-17; M.G. MASCIARELLI, La Chiesa è
missione, prospettiva trinitaria (Casale Monferrato, PIEMME, 1988; A.
PEÑAMARIA, Trinidad y misión. Presupuestos teológicos de misionología: Estudios
Trinitarios 15 (1981) 363-378; A. RETIF, Trinité et missions: Eglise Vivante 6
(1954) 179-189; L. SCHEFFCZYK, Trinidad y misión en la Iglesia católica, en:
Trinidad y misión (Salamanca 1981) 257-268; N. SILLANES, La Iglesia de la
Trinidad (Salamanca, Secretariado Trinitario, 1981).
14
7
C) El amor del Padre como fuente de la misión
La misión de Jesús deriva, como de su fuente, del amor del Padre: "el
Padre me amó" (Jn 15,9), "el Padre me envió" (Jn 20,21). Este amor del Padre a
Cristo enviado, se prolonga en los hombres evangelizados por Cristo: "les has
amado como a mí" (Jn 17,23). La misión encomendada a los apóstoles tiene estas
mismas características: "así os envío yo" (Jn 20,21). Es, pues, el amor del
Padre a su Hijo y al mundo, el que ha dado origen a la misión (Jn 3,16-17; 1Jn
4,8-9). Jesús es el enviado para manifestarnos y comunicarnos este amor.15
El amor eterno del Padre al Hijo, y de éste al Padre, se expresa
"espirado" en el Espíritu Santo, quien, en este sentido, procede del Padre y
del Hijo (o del Padre por el Hijo). Este amor divino ha dado origen a la
creación, a la encarnación del Verbo y a la redención. La humanidad entera, en
todo su proceso histórico y salvífico, es fruto de este amor.
La misión o envío del Hijo y del Espíritu Santo, corresponde al designio
del Padre: "Este designio dimana del 'amor fontal' o de la caridad de Dios
Padre, que, siendo Principio sin principio, engendra al Hijo, y a través del
Hijo procede el Espíritu Santo, por su excesiva y misericordiosa benignidad,
creándonos libremente y llamándonos además sin interés alguno a participar con
El en la vida y en la gloria, difundió con liberalidad la bondad divina y no
cesa de difundirla, de forma que el que es Creador del universo, se haga por
fin 'todo en todas las cosas' (1 Cor 15,28), procurando a un tiempo su gloria y
nuestra felicidad" (AG 2).16
Este "amor de Dios" es "gracia de Nuestro Señor Jesucristo" y
"comunicación del Espíritu Santo" (2Cor 13,13). La causa última (fuente) de la
misión es el amor del Padre (cf. AG 2). El Hijo enviado procede del Padre por
generación eterna. El Espíritu Santo enviado por el Padre y el Hijo procede del
Padre y del Hijo por "espiración" eterna de su amor mutuo. La misión del Hijo
(por la encarnación, como obra de toda la Trinidad) y la misión del Espíritu
15 El amor de Dios es "amor eterno" (Jer 31,3), "desde el seno materno" (Is
49,1), manifestado con "lazos de amor" (Os 11,1-4). Es amor lleno de "ternura"
y "rico en misericordia" (Ef 2,4; cf. 1Pe 1,3). Pablo experimentó este amor en
Cristo y lo expresó de diversas maneras: "me amó" (Gal 2,20), "nos amó" (Ef
5,2); "amó a la Iglesia" (Ef 5,25). El mensaje cristiano a todos los pueblos es
así: "Jesucristo es enviado por el Padre como revelación de la misericordia de
Dios (cf. Jn 3,16-18)" (VS 118). Ver relación entre la misericordia divina y la
misión en el capítulo IV, 1, A. Estudios en esta misma línea: AA.VV., Dives in
Misericordia, Commento all'enciclica di Giovanni Paolo II (Roma, Pont. Univ.
Urbaniana, 1981).
16
En los textos conciliares del Vaticano II sobre la Trinidad
(especialmente LG 2-4; AG 2-4), la dimensión trinitaria de la misión no se
presenta a partir de conceptos teológicos (que son también válidos), sino a
partir de contenidos bíblicos. Por esto, el acento recae en la urgencia de la
misión como respuesta al amor de Dios manifetado por Cristo y en el Espíritu.
La dinámica es la del texto de Efesios 2,18: en el Espíritu, por Cristo, al
Padre, como respuesta a la misión que viene del Padre, por el Hijo, en el
Espíritu. "Consumada, pues, la obra, que el Padre confió el Hijo en la tierra
(cf. Jn 17,4), fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, para que
santificara a la Iglesia, y de esta forma los que creen en Cristo pudieran
acercarse al Padre en un mismo Espíritu (cf. Ef 2,18)" (LG 4; cf. AG 4).
8
Santo (por los signos y efectos de gracia), deriva del Padre como de su fuente
original. Las "procesiones" trinitarias, en este contexto de amor mutuo,
justifican la misión ad extra; pero ésta no es una necesidad, sino pura gracia
para toda la humanidad.17
Es toda la Trinidad, como máxima unidad de naturaleza divina y con su
distinción de personas iguales entre sí, la que actúa "ad extra", tanto para la
obra de la creación como para la encarnación y redención.18
La misión del Hijo y del Espíritu, por parte del Padre, es la fuente
constitutiva y original de la misión de la Iglesia, que prolonga esta misma
misión por mandato de Cristo y por comunicación del Espíritu Santo. La fuente
de la misión es, pues, la realidad profunda de Dios Amor, es decir, su economía
salvífica trinitaria (economía "ad intra" o inmanente). El Padre es la fuente o
causa última del amor y de la misión (economía salvífica "ad extra").19
En esta dimensión trinitaria se enmarca todo el plan de salvación, que
tiene origen en el Padre en cuanto engendra al Hijo y, con el Hijo, espira el
Espíritu Santo, para hacer partícipe de esta realidad divina a todo el género
humano: "El Padre Eterno creó el mundo universo por un libérrimo y misterioso
designio de su sabiduría y de su bondad, decretó elevar a los hombres a la
participación de la vida divina y, caídos por el pecado de Adán, no los
abandonó, dispensándoles siempre su auxilio, en atención a Cristo Redentor,
'que es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura' (Col 1,15).
A todos los elegidos desde toda la eternidad el Padre 'los conoció de antemano
y los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que este sea el
primogénito entre muchos hermanos' (Rom 8,19)" (LG 2).20
En el magisterio postconciliar, el tema trinitario ha sido presentado
para ser vivido por la Iglesia y anunciado a todos los pueblos. La "renovación
interior", a que llama el concilio, tiene como objetivo el tomar conciencia de
"la responsabilidad en la difusión del evangelio" para una más eficiente
17 SANTO TOMAS, I q.43 a.2 (generación del Hijo y espiración del Espíritu
Santo); I q.43 a.5 (efectos diversos de gracia por ser distintas las personas
enviadas); I q.43 a.7 (misión visible del Hijo e invisible del Espíritu con
signos visibles).
18 Ver el apartado 1, A, de este mismo capítulo. La palabra "relación"
constituye, en Dios, cada persona: la persona del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Es "relación" de generación activa (el Padre), de generación
pasiva o de ser engendrado (el Hijo), de espiración pasiva (el Espíritu Santo).
A veces se ha subrayado la relación como "mirada" personal, que sería donación
total de una persona a la otra, según sea por generación o espiración. "Miraos
siempre, Padre e Hijo, miraos siempre sin cesar, porque así se obre mi salud".
Cita de: SAN JUAN DE AVILA, Trado del amor de Dios, en: Juan de Avila, escritos
sacerdotales (Madrid, BAC, 1969) 135.
19 Ver la nota 6 sobre la teología trinitaria en general, y la nota 14 sobre
la relación entre Trinidad y misión. La Trinidad en los textos conciliares:
AA.VV., El misterio trinitario a la luz del Vaticano II (Salamanca, 1970).
20 Estudia este tema en sus fuentes bíblicas, patrísticas, liturgicas y
místicas, aprovechando la reflexión teológica actual: R. MORETTI, In comunione
con la Trinità (Marietti, 1979).
9
"colaboración en la obra misionera entre los gentiles" (AG 35).21
La encíclica Dives in misericordia presenta a Dios Padre misericordioso
manifestado en la persona de Jesús su Hijo. "Dios, que es amor, no puede
revelarse de otro modo, si no es como misericordioso" (DM 13). Esta
misericordia divina debe ser proclamada por medio de la misión de la Iglesia.
"La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la
misericordia... y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia
del Salvador" (ibídem).22
2. La misión de la Iglesia, fundada en la Trinidad
La misión que la Iglesia ha recibido de Cristo es la misma que él recibió
del Padre y que realizó guiado por el Espíritu Santo (Jn 17,18; 20,21-23; Lc
4,1.18). Por esto la "índole misionera" de la Iglesia está "basada
dinámicamente en la misma misión trinitaria" (RMi 1). "Evangelizar es, ante
todo... dar testimonio de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu
Santo" (EN 26).
El misterio o realidad salvífica de la Iglesia sólo puede captarse en el
contexto del misterio trinitario. La Iglesia, por ser expresión e instrumento
de Cristo presente en ella, es reflejo de las misiones trinitarias internas y
externas, y se fundamenta en ellas.
El universalismo de la misión eclesial, "a todos los pueblos", arranca
del hecho de que la humanidad entera está llamada a configurarse ("bautizarse")
según el modelo trinitario de Dios Amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo (cf. Mt
28,19). Los apóstoles podrán "dar testimonio" de Cristo, si reciben "el
Espíritu que procede del Padre" y "da testimonio" del Señor (Jn 15,26-27).
A) La Iglesia de la Trinidad, misterio de comunión
Cuando Jesús habló de su Iglesia ("mi Iglesia"), indicó su fundamento
visible ("tú eres Pedro"); pero también afirmó su origen fontal en el amor del
Padre, quien revela a los hombres su verdadera naturaleza, a modo de edificio
que se construye armónicamente (Mt 16,17-18; cf. Ef 2,10; 1Pe 2,5).
La realidad eclesial "dimana del amor fontal o caridad de Dios Padre" (AG
2), de la gracia de Cristo Redentor y de la acción santificadora y unificadora
del Espíritu Santo (cf. 2Cor 13,13). La Iglesia es, pues, fruto de los
designios salvíficos del Padre, de la donación (o del costado abierto) de
Cristo y del envío del Espíritu Santo en Pentecostés. Es, pues, el "icono" de
21
Después de la exponer la dimensión trinitaria de la Iglesia, Lumen
Gentium urge a esta renovación. "El Espíritu Santo la renueva incensantemente"
(LG 4); ella "es al mismo tiempo santa y necesitada de purificación... está
fortalecida con la virtud del Señor resucitado, para... revelar al mundo
fielmente su misterio" (LG 8).
22 La encíclica Dives in Misericordia es del 30 de noviembre de 1980; AAS 72
(1980). Algunos estudios han hecho resaltar su dimensión misionera. AA.VV.,
Dives in misericordia, commento all'enciclica di Giovanni Paolo II (Roma, Univ.
Urbaniana, 1981). Si se tiene en cuenta las encíclicas Redemptor hominis (1979)
y Dominum et vivificantem, sobre el Espíritu Santo (1986), se puede hablar de
una "trilogía" magisterial en línea trinitaria.
10
la Trinidad, "la Iglesia de la Trinidad".23
La naturaleza misionera de la Iglesia se fundamenta en su relación con el
misterio Trinitario de Dios Amor, que debe llegar a todos los corazones y a
todos los pueblos. "La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza,
puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el
designio de Dios Padre" (AG 2).
La Iglesia es misterio de comunión por tener su origen en Dios Amor, por
Cristo, en el Espíritu Santo. Es "enviada por Dios a las gentes, para ser
sacramento universal de salvación" (AG 1), es decir, "instrumento de la unión
íntima con Dios y de la unidad del género humano" (LG 1).
Esta comunión activa y eficaz de la Iglesia es reflejo de la comunión
trinitaria, que es fuente de toda comunión. Por esto, la Iglesia es "un pueblo
reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (LG
4). "El concepto de comunión está en el corazón del autoconocimiento de la
Iglesia, en cuanto misterio de la unión personal de cada hombre con la Trinidad
divina y con los otros hombres, iniciada por la fe, y orientada a la plenitud
escatológica en la Iglesia celeste, aun siendo ya una realidad incoada en la
Iglesia sobre la tierra".24
Las imágenes bíblicas aplicadas a la Iglesia, indican "comunión", siempre
con cierta referencia al misterio trinitario: cuerpo, casa, templo, pueblo,
esposa, etc. (cf. LG 6-7). Los creyentes, reunidos en comunidad "convocada"
(ecclesia), son "conciudadanos de los santos, familiares de Dios, edificados
sobre el fundamento de los Apóstoles y de los profetas, siendo piedra angular
el mismo Cristo Jesús... en quien vosotros también sois edificados para morada
de Dios en el Espíritu" (Ef 2,19-21). La comunión trinitaria es, pues, el
origen y el fundamento de la comunión eclesial.25
Al presentar los temas misioneros y, de modo especial, la reflexión
teológica sobre la misión de la Iglesia ("misionología"), hay que enmarcarlos
"en el designio trinitario de la salvación" (RMi 32). Entonces se da "un nuevo
respiro a la misma actividad misionera, concebida no ya como una tarea al
23 La expresión "Iglesia de la Trinidad" tiene su origen en las Iglesias de
oriente. Cf. G. DRAGAS, Ortodox Ecclesiology in outline: The Greek Ortodox
Theological Review 26 (1981) 186ss; N. SILLANES, La Iglesia de la Trinidad
(Salamanca, Secretariado Trinitario, 1981). Ver otros estudios sobre la Iglesia
misionera en relación con la Trinidad, en la nota 26.
24 Documento de la Congregación para la doctrina de la Fe (de 28 mayo de
1992): Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la
Iglesia considerada como comunión (Lib. Edit. Vaticana, 1992) 3. Ver también el
documento final de Sínodo Episcopal de 1985, sobre la Iglesia misterio,
comunión y misión: Ecclesia sub Verbo Dei mysteria Christi celebrans pro salute
mundi, Relatio finalis (Lib. Edit. Vaticana, 1985). En el n. 3 de este mismo
capítulo estudiamos el tema de la Iglesia como constructora de comunión. Lumen
Gentium 4 cita a San Cipriano, De orat. dom. 23: PL 4,553.
25
Estudios sobre la Iglesia, misterio de comunión: AA.VV.,
sacramento di comunione (Roma, Teresianum, 1979; J. ESQUERDA BIFET,
con los hermanos, la comunión de los santos (Barcelona, Balmes,
GARCIA EXTREMEÑO, La actividad misionera de una Iglesia sacramento y
Iglesia comunión: Estudios de Misionología 2 (1977) 217-252.
La Chiesa
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1992; CL.
desde una
11
margen de la Iglesia, sino insertada en el centro de su vida, como compromiso
básico de todo el Pueblo de Dios" (ibídem).26
La Iglesia toma su impulso de la vida trinitaria, transmitida por Cristo,
para convertirse en instrumento de comunión en el corazón humano, en la familia
y en la sociedad entera, anunciando que "por Cristo, tenemos el poder de
acercarnos al Padre en un mismo Espíritu" (Ef 2,18). La dinámica misionera de
la Iglesia es de comunión: en el Espíritu, por Cristo, al Padre. "La Iglesia...
reflejo luminoso y vivo del misterio de la Santísima Trinidad... lleva en sí el
misterio del Padre que, sin ser llamado ni enviado por nadie (cf. Rom 11,
33-35), llama a todos para santificar su nombre y cumplir su voluntad; ella
custodia dentro de sí el misterio del Hijo, llamado por el Padre y enviado para
anunciar a todos el Reino de Dios, y que llama a todos a su seguimiento; y es
depositaria del misterio del Espíritu Santo, que consagra para la misión a los
que el Padre llama mediante su Hijo Jesucristo" (PDV 35).
B) El "kerigma", primer anuncio de Dios Amor
El primer anuncio del evangelio ("kerigma") es siempre trinitario: se
anuncia a Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, que
comunica, de parte del Padre, la vida nueva en el Espíritu. La fuerza de la
misión no estriba en conceptos, fáciles o difíciles, sino en la realidad de
Dios Amor, que supera todo concepto y se encuentra ya en el fondo de cada
corazón humano.27
Cuando San Pedro, el día de Pentecostés, anunció a Cristo muerto y
resucitado, este primer anuncio contenía el misterio trinitario, que se
comunica a todo corazón si se abre al amor: "a este Jesús lo resucitó Dios, de
lo cual todos nosotros somos testigos... Arrepentíos y bautizados en el nombre
de Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el Espíritu
Santo" (Act 2,32-38).
San Pablo basa el primer anuncio también en el mismo contenido: Cristo,
por su resurrección, manifiesta que es Hijo de Dios hecho nuestro hermano por
la fuerza del Espíritu. Este es "el evangelio que Dios había prometido por
medio de sus profetas en las Escrituras santas. Este evangelio se refiere a su
Hijo, nacido de la estirpe de David en cuanto hombre, y constituido por su
resurrección de entre los muertos, Hijo poderoso de Dios según el Espíritu
santificador: Jesucristo, Señor nuestro, por quien he recibido la gracia de ser
apóstol, a fin de llevar la fe a todas las naciones" (Rom 1,1-5).28
26 AA.VV., El misterio trinitario a la luz del Vaticano II (Salamanca,
1970); J.M. ALONSO, Ecclesia de Trinitate, en: Comentarios a la Constitución
sobre la Iglesia (Madrid, BAC, 1966) 138-165; S. DIANICH, Iglesia y misión
(Salamanca, Sígueme, 1988) n.7 (La misión "de Trinitate"); M.G. MASCIARELLI, La
Chiesa è missione, prospettiva trinitaria (Casale Monferrato, PIEMME, 1988); L.
SCHEFFCZYK, Trinidad y misión en la Iglesia católica, en: Trinidad y misión
(Salamanca, 1981) 257-268; Idem, Las misiones trinitarias como fuentes de la
vida cristiana: Scripta Theologica 24 (1992) 923-940; N. SILLANES, La Iglesia
de la Trinidad (Salamanca, Secretariado Trinitario, 1981); Idem, Principios
teológicos de la misión de la Iglesia, en: La misionología hoy (Estella, Edt.
Verbo Divino, 1987) 194-220.
27
La palabra "kerigma", en el Nuevo Testamento,
"proclamación" por medio de la "predicación": Rom 16,25.
28
indica
más
bien
Los elementos principales del "kerigma" son: la filiación divina de Jesús
12
Jesús había enviado a los apóstoles "a todas las gentes", para "enseñar"
o anunciar el mensaje de su encarnación y redención, de suerte que toda la
humanidad quedara invitada y urgida a participar del misterio trinitario de
Dios Amor, "bautizándose" en él (Mt 28,19). Jesús comunicó el Espíritu Santo
("la promesa del Padre") a los apóstoles, para que tuvieran el valor de
anunciar en su nombre este misterio de amor a toda la humanidad (cf. Lc 24,4749).
Los conceptos humanos, siendo válidos en sí mismos, son insuficientes
para expresar el misterio de Dios Amor. Todos los pueblos, en sus diversas
culturas y conceptos, esperan con deseos profundos ("gemidos") sembrados por
Dios en su corazón (cf. Rom 8,22ss), el anuncio de Cristo como Hijo enviado por
el Padre para comunicar la nueva vida en el Espíritu. Por esto, "evangelizar
es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios
revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo. Testimoniar que ha amado al
mundo en su Hijo; que en su Verbo Encarnado ha dado a todas las cosas el ser, y
ha llamado a los hombres a la vida eterna" (EN 26).29
El
pueblos,
Espíritu,
Dios que
vocación"
apóstol queda urgido a hacer este "primer anuncio" a todos los
dando testimonio de Cristo enviado por el Padre con la fuerza de
porque "toda persona tiene el derecho a escuchar la Buena Nueva de
se revela y se da en Cristo, para realizar en plenitud la propia
(RMi 46).
Las culturas religiosas tienen una experiencia de Dios y trazan un camino
de salvación dentro de los límites de una reflexión humana, siempre en el marco
de una providencia divina sobrenatural. El anuncio del misterio de Cristo, en
este contexto histórico-cultural, da un salto al infinito, que sólo se puede
captar con el don de la fe: Dios Amor nos ha enviado a su Hijo para
comunicarnos la vida nueva en el Espíritu. La salvación trazada por los
designios de Dios no equivale a la "salvación" de un mal concreto (como el
dolor, el error, etc.), sino que hace entrar en la intimidad divina por Cristo
y en el Espíritu Santo. Es, pues, la salvación integral del hombre en toda su
totalidad y según los designios eternos del mismo Dios. Se anuncia, pues, una
salvación plena en Cristo:
- el Hijo de Dios, perfecto Dios (Gal 4,4; Rom 9,5),
- perfecto hombre, hermano nuestro (1Tim 2,5; Fil 2,7; Jn 1,14),
- Salvador definitivo, pleno y universal (Tit 3,4).
(manifestada por la fuerza del Espiritu), su realidad humana (manifestada
especialmente en su nacimiento y muerte), su redención por la muerte y
resurrección para nuestra salvación. J. DANIELOU, Le Kérygme selon le
christianisme primitif, en: L'annonce de l'évangile aujourd'hui (Paris, Cerf
1962) 78-83; C.H. DODD, La predicación apostólica y sus desarrollos (Madrid,
Fax, 1974). Estos elementos aparecen muy claramente en los textos bíblicos
marianos: María Virgen (Cristo es Dios), María madre (Cristo es hombre), María
asociada a la salvación (Cristo es el Salvador): J. ESQUERDA BIFET, María en el
"kerigma" o primera evangelización misionera: Marianum 42 (1980) 470-488. Ver
el capítulo XII, n.1.
29 "Las tinieblas del error o del pecado no pueden eliminar totalmente en el
hombre la luz de Dios Creador. Por esto, siempre permanece en lo más profundo
de su corazón la nostalgia de la verdad absoluta y la sed de alcanzar la
plenitud de su conocimiento" (VS 1).
13
La novedad de la misión cristiana estriba en este anuncio de la
encarnación del Verbo y de su misterio pascual de muerte y resurrección, como
epifanía del misterio trinitario. Por Cristo, perfecto Dios y perfecto hombre,
Dios ha querido salvar al hombre por medio del hombre, comunicándole la vida
nueva en el Espíritu. El misterio del hombre, creado a imagen de Dios (Gen
1,26-27), ha sido restaurado, por Cristo y en el Espíritu. El hombre ya puede
participar de la vida trinitaria (Ef 2,18; Jn 14,17.23).30
C) Por Cristo Salvador, hacia la Trinidad
La Iglesia de la Trinidad anuncia a Cristo como "camino" hacia el
misterio divino que ha sido revelado y comunicado a la humanidad. Sólo por
Cristo Salvador conocemos a Dios en cuanto Padre que ha enviado a su Hijo para
salvarnos: "nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar" (Lc 10,22). Jesús, "Salvador del mundo" (Jn 4,42), nos hace
conocer al Padre como "Dios Amor", que "nos hace participar de su Espíritu"
(1Jn 4,8.13-14).31
Por el hecho de recibir esta vida nueva de salvación en Cristo, ya
podemos "conocer y creer en el amor" de un Dios que se ha manifestado como Amor
por habernos enviado a su Hijo con la fuerza del Espíritu (cf. 1Jn 4,13-16).
Conocemos el misterio de la Trinidad (que es la economía trascendente respecto
a nosotros e inmanente en Dios), gracias a la economía salvífica realizada en
esta tierra por Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre.
Jesús nos salva haciéndonos partícipes de su misma filiación divina. Por
comunicarnos su Espíritu, ya podemos ser de verdad hijos de Dios (por la gracia
de "adopción", no por exigencia de nuestra naturaleza). El misterio trinitario
se manifiesta en la vida de Jesús (cf. n. 1 de este capítulo); gracias a la
redención, se nos ha comunicado a nosotros. "El Espíritu Santo da testimonio a
nuestro espíritu de que somos hijos de Dios", como "coherederos de Cristo"; por
esto, ya podemos decir a Dios "Padre" (Abba), con la misma voz y amor de
Cristo, puesto que estamos unidos a él (cf. Rom 8,14-17).32
30 "El esplendor de la verdad brilla en todas las obras del Creador y, de
modo particular, en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gen
1,26), pues la verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre,
que de esta manera es ayudado a amar al Señor" (VS inicio). Pero para llegar a
la verdad plena necesita de Cristo: "El hombre... debe, con su inquietud,
incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su
muerte, acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en El con todo su
ser, debe 'apropiarse' y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la
Redención para encontrarse a sí mismo" (VS 8).
31 Hemos estudiado el tema de Cristo Salvador en el capítulo I, n.3. Ver el
tema de la salvación (dimensión soteriológica de la misión) en el capítulo VI
de nuestro estudio (n.2 B). AA.VV., La salvezza oggi (Roma, Pont. Univ.
Urbaniana, 1989); A. AMATO, Missione cristiana e centralità di Cristo Gesù, en:
La missione del Redentore (Leumann-Torino, LDC, 1992) 13-29.
32 Esta filiación divina adoptiva, cuando se vive con autenticidad, se
convierte en urgencia de anuncio para otros hermanos: "la misión, además de
provenir del mandato formal del Señor, deriva de la exigencia profunda de la
vida de Dios en nosotros" (RMi 11). V.Mª CAPDEVILA I MONTANER, Liberación y
divinización del hombre (Salamanca, Sec. Trinitario, 1984) I; J. ESQUERDA
BIFET, Dame de beber (Barcelona, Balmes, 1991); M. FLICK, Z. ALSZEGHY, El
14
A Dios Amor, uno y trino (la Trinidad), lo hemos conocido amándonos y
salvándonos en Cristo su Hijo. El Antiguo Testamento tiene algunas huellas que
dejan entrever esta realidad divina trinitaria (Dios crea y dirige la historia
con su Palabra y la fuerza de su Espíritu); pero estas huellas sólo se pueden
interpretar adecuadamente a la luz del Nuevo Testamento, por el misterio de la
encarnación del Verbo y por la venida del Espíritu Santo.33
La Iglesia, comunidad convocada por Jesús, entra en el misterio de la
Trinidad sólo por medio del mismo Jesús, quien nos ha dado a conocer "todo" lo
que él, como Hijo eterno de Dios, ha visto y vivido en el Padre (Jn 1,18; 6,46;
15,15). El Espíritu Santo, enviado por Jesús, "guía hacia la verdad completa"
del misterio de Dios (Jn 14,13-15).
Conocer a Cristo, como le conocen sus ovejas (Jn 10,14), es conocer
amando su misterio, que es manifestación del misterio de Dios Amor, uno y
trino. Conocer a Cristo equivale a conocer la Trinidad. Por medio de la
encarnación del Hijo de Dios, "se ha manifestado la bondad de Dios nuestro
Salvador y su amor a los hombres" (Tit 3,4ss).
Por Cristo, ya sabemos que Dios no es sólo una idea, ni sólo un primer
motor, una experiencia o un "absoluto". La salvación de Cristo manifiesta que
Dios es "alguien", personal, vivo. Toda su vida es infinita y plena, sin
circunstancias pasajeras y sin abstracciones. Como Padre, se expresa a sí mismo
perfectamente en el Hijo; como Padre e Hijo, se expresan el amor en el Espíritu
Santo. El ser humano, creado a imagen de Dios, como ser que piensa y ama, ya
puede entrar, por gracia, en la participación de la vida trinitaria. Por Cristo
y en el Espíritu, somos "consortes de la divina naturaleza" (2Pe 1,4).34
evangelio de la gracia, Antropología teológica (Salamanca, Sígueme, 1971); L.F.
LADARIA, Teología del pecado original y de la gracia (Madrid, BAC, 1993); G.
PHILIPS, Inhabitación trinitaria y gracia (Salamanca, Sec. Trinitario, 1967);
A. ROYO MARIN, Somos hijos de Dios, Misterio divino de la gracia (Madrid, BAC,
1977); A. TURRADO, Somos hijos de Dios (Madrid, BAC, 1977).
33 Ver el n. 1 de este capítulo (el misterio de Dios Anor, uno y trino,
revelado por Jesús). Hemos citado algunos estudios teológicos actuales sobre la
Trinidad, en la nota 6 de este capítulo. Algunas expresiones (y vivencias)
culturales de los diversos pueblos podrían servir como analogías, lo mismo que
sirvieron (una vez purificados) los conceptos de la filosofía grecorromana
(sobre persona, naturaleza, etc.). Pero sería inadecuado usar ideas y conceptos
inexactos, como la "trimurti" del hinduismo: Brahma, Vishnú, Shiva, a modo de
tres funciones divinas (respectivamente: creación, conservación destrucción).
M. DELAHOUTRE, Triade, trimurti, Trinità, en: Grande Dizionario delle Religioni
(Assisi, Citadella Edit. 1988) 2167-2169; J. DUPUIS, Jesucristo al encuentro de
las religiones (Madrid, Paulinas, 1991). Ver el tema de las religiones en el
capítulo VIII.
34 El objetivo principal de la misión de la Iglesia es hacer realidad este
"reflejo" de la comunión trinitaria en los corazones y en la comunidad humana.
Cuando el corazón humano vive esta realidad, la vida se hace donación a los
hermanos sin excepción. "Esta nueva vida es un don de Dios, y al hombre se le
pide que lo acoja y desarrolle, si quiere realizarse según su vocación
integral, en conformidad con Cristo" (RMi 7). Ver el tema en el n. 3 de este
capítulo. G. PHILIPS, Inhabitación trinitaria y gracia (Salamanca, Sec.
Trinitario, 1967).
15
Por Cristo y en la vida nueva del Espíritu, la humanidad ya puede
acercarse al Padre (cf. Ef 2,18). Con la "prenda del Espíritu", ya puede "decir
por Cristo amén a Dios" (2Cor 1,20-22). Cuando lleguemos a ver a Dios, será el
Espíritu Santo quien nos transformará plenamente en Cristo como hijos de Dios,
para llevar a plenitud los planes salvíficos y universales del Padre (2Cor
3,18; cf. Ef 1,5-6). "El amor no sólo crea el bien, sino que hace participar en
la misma vida de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En efecto, el que ama
desea darse a sí mismo" (DM 7).
Toda la humanidad está llamada a entrar en esta salvación plena y
definitiva. "La urgencia de la actividad misionera brota de la radical novedad
de vida, traída por Cristo y vivida por sus discípulos" (RMi 7).35
3. El fin último de la misión: glorificación de la Trinidad
El ideal que el cristianismo propone a toda la humanidad, es el de llevar
a efecto el plan salvífico del Padre, por Cristo Redentor, en la vida nueva del
Espíritu Santo (cf. Ef 1,3-14). La "gloria" de Dios consiste en que todo ser
humano, en la integridad de su ser, participe de esta vida divina. Cuando se
llegue a este objetivo, entonces se habrá conseguido "la alabanza de la gloria
de su gracia" (Ef 1,6), es decir, la salvación integral y universal de la
humanidad, según los designios de Dios.
Jesús, desarrollando la misión encomendada, glorificó al Padre: "Te he
glorificado sobre la tierra, he cumplido la obra que me encomendaste realizar"
(Jn 17,4). La gloria de Dios se realiza cuando el hombre entra en el
conocimiento vivencial de Dios Amor revelado por Jesucristo: "Esta es la vida
eterna, que te conozcan a tí, único Dios verdadero, y a quien enviaste,
Jesucristo" (Jn 17,3; cf. 1Pe 4,11).
La misión de la Iglesia es la misma de Jesús. Por medio de la actividad
misionera de la Iglesia, "Dios es glorificado plenamente, desde el momento en
que los hombres reciben plena y conscientemente la obra salvadora de Dios, que
cumplió en Jesucristo" (AG 7). Por esta misión eclesial, que es prolongación de
la de Jesús, "Dios procura, a la vez, su gloria y nuestra felicidad" (AG 2).36
La gloria de Dios se consigue construyendo el corazón
comunidad eclesial y toda la comunidad humana, según el modelo de
trinitaria. "Esta gloria consiste en que los hombres reciben
libremente y con gratitud la obra divina realizada en Cristo y la
en toda su vida" (PO 2).37
humano, la
la comunión
consciente,
manifiestan
Respecto a la salvación, añade Redemptoris Missio: "La salvación en
Cristo, atestiguada y anunciada por la Iglesia, es autocomunicación de Dios"
(RMi 7).
35
"La gloria de Dios es el hombre viviente y la vida del hombre es la
visión de Dios" (SAN IRENEO, Adv. Haer., lib. IV 20,7,184).
36
Los textos bíblicos y magisteriales indican un dinamismo hacia la gloria
definitiva de Dios en el más allá, por Cristo y en el Espíritu. Cf. Col 3,4;
Rom 8,17; 1Pe 5,10; LG 2; AG 2 y 7; PO 2. H.U. VON BALTHASAR, La gloire et la
croix (Aubier, 1965); M.J. LE GUILLOU, Dieu de la gloire, Dieu de la croix, en:
Evangelizzazione e Ateismo (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1981) 165-181; A.
PEÑAMARIA, El designio salvador del Padre, presupuestos teológicos de
espiritualidad misionera: Estudios Trinitarios 17 (1983) 407-425.
37
16
A) Construir la "comunión" en el corazón del hombre
La gloria de Dios se fragua en el fondo de cada corazón humano, cuando
éste se construye como reflejo de la comunión trinitaria. Por esto, cada
persona humana, como ser irrepetible, es el objetivo inmediato de la misión de
Cristo y de su Iglesia. La cercanía de Cristo a cada persona concreta (cf. GS
22), continúa en la misión de sus apóstoles, para escuchar, sanar, perdonar
(cf. Mt 10,5-8).
En cada corazón humano debe reconstruirse el rostro primitivo de su ser
como imagen de Dios Amor, uno y trino. Cuando el corazón se unifica, abriéndose
al amor, según el modelo de las bienaventuranzas, entonces se reproduce en él
el modelo de comunión que existe en Dios: "amad..., sed perfectos como vuestro
Padre del cielo" (Mt 5,44-48).
La paz, que es "comunión" en la sociedad humana, radica fundamentalmente
en la comunión y unidad de cada corazón. "La paz es... un perpetuo quehacer.
Dada la fragilidad de la voluntad humana, herida por el pecado, el cuidado por
la paz reclama de cada uno constante dominio de sí mismo... La paz sobre la
tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo, que
procede de Dios Padre... En la medida en que el hombre es pecador, amenaza y
amenazará el peligro de guerra hasta el retorno de Cristo; pero en la medida en
que los hombres, unidos por la caridad, triunfen del pecado, pueden también
reportar la victoria sobre la violencia" (GS 78).38
La comunión del corazón sólo es posible a partir de la presencia de
Cristo, quien, a su vez, es garante de la inhabitación de la Trinidad en él.
Cuando "la caridad de Dios se difunde en los corazones por el Espíritu Santo"
(Rom 8,26), entonces Dios Amor, uno y trino, establece ahí su "hogar" o casa
solariega (cf. Jn 14,15-23).
El objetivo inmediato de la misión de la Iglesia es, pues, conseguir que
reine el amor en el corazón de cada ser humano, por la inhabitación de la
Trinidad en él. Entonces el corazón se hace "gloria" de Dios por la
comunicación del Espíritu en él (cf. Jn 16,14). "La suprema y completa
autorrevelación de Dios, que se ha realizado en Cristo, atestiguada por la
predicación de los Apóstoles, sigue manifestándose en la Iglesia mediante la
misión del Paráclito invisible, el Espíritu de la verdad" (DM 7). La
inhabitación de la Trinidad hace participar de esta vida que es fuente de la
misión de Cristo y de la Iglesia.39
La unidad divina y trinitaria se hace realidad en la unidad del corazón
unificado por el amor. La vida intratrinitaria se comunica por medio de la
38 Es frecuente el tema del "corazón dividido", como causa de los males de
la sociedad. "En realidad de verdad, los desequilibrios que fatigan al mundo
moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus
raíces en el corazón humano. Son muchos los elementos que se combaten en el
propio interior del hombre. A fuer de criatura, el hombre experimenta múltiples
limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una
vida superior. Atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y que
renunciar" (GS 10; cf. 13).
39 R. MORETTI, In comunione con la Trinità (Marietti, 1979);
G. PHILIPS, Inhabitación trinitaria y gracia (Salamanca, Sígueme, 1980).
17
misión del Espíritu Santo, como fruto de la misión de Cristo. Cuando el corazón
creyente vive esta realidad de gracia, experimenta la urgencia de la misión:
"el Espíritu Santo unifica en la comunión... infunde en el corazón de los
fieles el mismo espíritu de misión que impulsó a Cristo" (AG 4). Cuando la vida
intratrinitaria se comunica al hombre por la misión del Hijo y del Espíritu
Santo, existe entonces la comunión en el corazón, como base de la comunión de
toda la sociedad humana.
Dios creó al hombre para relacionarse con él y para que el mismo hombre
se realizara en relación de comunión fraterna (Gen 2-3). Esta relación divina
se podría concretar en la presencia de inmensidad; pero, por la revelación,
sabemos que se concreta en una relación de donación: "su alguno me ama, mi
Padre le amará, vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Jn 14,23); "el
que vive en amor, permanece en Dios y Dios en él" (1Jn 4,16).
Esta nueva presencia de Dios es de comunicación de su misma vida divina
por la caridad. La presencia de Dios en medio de su pueblo, por la "shekiná" o
tienda de Yavé (Ex 33,7-11), gracias a la presencia del Hijo de Dios por la
encarnación (Jn 1,14), se ha convertido en presencia de donación, a imagen de
la donación mutua entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Rom 5,5; Gal
4,6-7).40
Juntamente con esta realidad de participación en la vida divina
trinitaria, el hombre es hijo de Dios por la gracia de la adopción. El Padre
nos hace "hijos en el Hijo" (Ef 1,5), por medio de la redención de Cristo y la
comunicación del Espíritu Santo (1Jn 3,1-24; Rom 8, 14-17)41
La Iglesia, continuando la misión de Cristo, construye en cada corazón
humano esta realidad de "familiares de Dios" (Ef 2,19), "hijos en el Hijo" (Ef
1,5), "templos del Espíritu Santo" (1Cor 6,19). La unidad o comunión del
corazón debe reflejar la comunión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
(cf. Jn 17,21). Precisamente esta comunión es el objetivo de la misión confiada
por el Padre a Cristo y, por él, a la Iglesia (cf. Jn 17,18-21).42
40
Por esto, la formación del apóstol debe orientarse en esta línea
trinitaria: "aprender a vivir en trato asiduo y familiar con el Padre, por su
Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo" (OT 8). Los grandes contemplativos han
encontrado en esta fuente la fuerza para el camino de santidad y de misión: "En
este templo de Dios, sólo él y el alma se gozan con grandísimo silencio" (SANTA
TERESA, Moradas, 7ª, cap. 3,11). "La Santísima Trinidad... de cuya compañía
venía al alma un poder que señoreaba toda la tierra" (ídem, Relaciones 24). "Y
así, ama el alma a Dios con voluntad y fuerza del mismo Dios, unida con la
misma fuerza de amor con que es amada de Dios; la cual fuerza es el Espíritu
Santo, en el cual está el alma allí transformada" (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico
Espiritual 38,3.
41 Ver el tema de la filiación divina adoptiva, como participación en la
filiación divina de Jesús, en este mismo capítulo III, 1,A y 2,B. Ver: V.Mª.
CAPDEVILA I MONTANER, Liberación y divinización del hombre (Salamanca, Sec.
Trinitario, 1984); A. ROYO MARIN, Somos hijos de Dios, Misterio divino de la
gracia (Madrid, BAC, 1977); M.J. SCHEEBEN, Las maravillas de la gracia (Bilbao,
Desclée, 1963); A. TURRADO, Somos hijos de Dios (Madrid, BAC, 1977).
42 Los predicadores y místicos de la Edad Nueva, como Jan van Ruysbroek
(1293-1381), buscaban, por medio de sus escritos y sermones, unificar el
corazón de los creyentes a imagen de la Trinidad, según la oración de Cristo en
la última cena y el primer capítulo de la carta a los Efesios. Ver: RUYSBROEK,
18
El anuncio y la construcción del Reino de Cristo comienza precisamente
por la llamada a la conversión, a la fe, y al bautismo. Es toda la persona
humana la que queda invitada a abrirse a los planes de Dios Amor, puesto que se
trata de "conversión de mentalidades y de corazones" (RH 16). El Reino
anunciado comienza a establecerse en el corazón (Reino "carismático"), para
pasar luego a construir la comunidad (Reino "institucional") y, finalmente,
llegar a ser plenitud de resurrección final en Cristo (Reino "escatológico").43
Por el bautismo, el creyente en Cristo
trinitaria como "consorte de la naturaleza
recibida configura con Cristo y, por él y en el
del creyente en hijo de Dios por participación.
pues, a crear este nuevo cosmos a partir de un
el Espíritu" (Jn 3,5).44
entra a participar en la vida
divina" (2Pe 1,4). La gracia
Espíritu, transforma la persona
La misión de la Iglesia apunta,
"nuevo nacimiento por el agua y
La misión descrita por Pablo tiene como objetivo "formar a Cristo" en
cada ser humano (Gal 4,19), para que desde cada corazón brote la palabra
"Padre", pronunciada por quien es hijo de Dios gracias al Espíritu Santo
comunicado por Cristo (Gal 4,4-7). Por la "prenda del Espíritu", comunicada por
Cristo Redentor, ya podemos decir "sí" a Dios (2Cor 1,20-22).
La vida humana y todo el universo se hace reflejo de Dios Amor, a partir
de este sí como "alabanza de su gloria" (Ef 1,6). Es el "sí" de Jesús, que
comenzó en la encarnación (cf. Heb 10,5-7) y que quiso el "sí" de María como
figura de la Iglesia (Lc 1,38). "Injertados" en Cristo por el bautismo, los
creyentes ya pueden "vivir para Dios en Cristo Señor nuestro" (Rom 6,5-11). La
vida se hace donación a los hermanos cuando es donación a Dios.45
B) Construir la "comunión" en la comunidad eclesial
La Iglesia de la Trinidad es ella misma misterio de comunión y de misión,
como hemos visto más arriba (III, 2, A). Lo es porque está llamada a construir
Elevaciones, lib. 6º (la plegaria de Jesús). En estos escritos se inspiró
también Isabel de la Trinidad, buscando la gloria de Dios ("la alabanza de
gloria", según Ef 1,6) por medio de esta unificación del corazón a imagen de la
Trinidad presente en el alma. Ver especialmente "el cielo en la tierra" y los
últimos Ejercicios Espirituales (de 1906): Sor Isabel de la Trinidad, obras
completas (Burgos, Monte Carmelo, 1979) 129-193.
43 Ver el capítulo VII, n. 1 de nuestro estudio. C.I. GONZALEZ, El es
nuestra salvación, Cristología y Soteriología (Bogotá, CELAM, 1987) tema V:
"Convertíos, porque el Reino de Dios está cerca").
44 Sobre la llamada al bautismo, como acción misionera específica de la
Iglesia, en el capítulo VII n.1 de nuestro estudio.
45 Además de los estudios sobre la gracia citados en las notas 32, 24, 41,
ver: CH. BAUMGARTNER, La gracia de Cristo (Barcelona, Herder, 1969); H. DE
LUBAC, Le mystère du surnaturel (Paris, 1965); P. GALTIER, La gracia
santificante (Barcelona, Herder, 1964); J.H. NICOLAS, Les profondeurs de la
grâce (Paris, Beauchesne, 1969); G. PHILIPS, L'union personelle avec le Dieu
vivant (Gembloux, Duculot, 1974); H. RONDET, La gracia de Cristo (Barcelona,
Estela, 1966); E. SCHILLEBEECKX, Cristo y los cristianos, gracia y liberación
(Madrid, Cristiandad, 1982).
19
la comunión en cada corazón humano y en toda la comunidad humana (cf. n. 3, A y
C). Por esto, ella misma se debe construir continuamente como reflejo de la
comunión trinitaria. Esta construcción es un proceso de crecimiento en la
comunión. La Iglesia es "germen de unidad" para todo el género humano, en la
medida en que ella misma sea "comunión de vida" (LG 9).
La Iglesia es "signo" de comunión en cuanto ella misma transparenta y
comunica la comunión. Por esto, es "sacramento, o sea, signo e instrumento de
la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG 1).46
La comunidad eclesial se construye con la predicación de la Palabra como
continuación de la predicación apostólica, con la celebración eucarística como
sacramento de unidad y con la solidaridad de compartir los bienes como signo de
fraternidad (cf. Act 2,42-47). "En efecto, toda comunidad, para ser cristiana,
debe formarse y vivir en Cristo, en la escucha de la palabra de Dios, en la
oración centrada en la eucaristía, en la comunión expresada en la unión de
corazones y espíritus, así como en el compartir según las necesidades de los
miembros (Act 2,42-47). Cada comunidad debe vivir unida a la Iglesia particular
y universal" (RMi 51).
Entonces, a imitación de la comunidad eclesial primitiva, se forma "un
solo corazón y una sola alma" (Act 4,32). La fuerza del Espíritu se manifiesta
en la evangelización, a partir de esta comunión eclesial (cf. Act 4,31.33-34).47
Cada comunidad cristiana, por la comunión o vida fraterna, debe ser "un
solo cuerpo" por la "unidad del Espíritu" que la anima según diversos carismas
(Ef 4,3-6). Todo carisma (gracia), así como toda vocación, forma de vida y
ministerio, se dan "según la medida de la donación de Cristo" (Ef 4,7), "para
edificar el cuerpo de Cristo" (Ef 4,12). Cada creyente y toda la comunidad
crece por el amor: "abrazados a la verdad, en todo crezcamos en la caridad,
llegándonos a aquel que es nuestra cabeza, Cristo" (Ef 4,15).48
La comunidad crece por la fuerza del Espíritu Santo que está en ella (cf.
46 Además de los estudios citados en la nota 25 (sobre la Iglesia comunión),
ver: C. BONIVENTO, Sacramento di unità (Bologna, 1976); J. ESQUERDA BIFET, La
maternidad de María y la sacramentalidad de la Iglesia: Estudios Marianos 26
(1965) 231-274; CL. GARCIA EXTREMEÑO, La actividad misionera de una Iglesia
sacramento y desde una Iglesia comunión: Estudios de Misionología 2 (1977) 217252; C. SCANZILLO, La Chiesa sacramento di comunione (Roma, Ist. Scienze
Religiose, 1987). Sobre la Iglesia "sacramento universal de salvación", ver el
capítulo VI, n.2 de nuestro estudio.
47 La "koinonía" (comunión, comunidad) equivale a la unidad del "cuerpo"
místico de Cristo como fruto de la participación en la eucaristía (1Cor 10,1617), y se manifiesta en el compartir los bienes (Heb 13,16), también al estilo
de la primera comunidad cristiana (Act 4,32). AA.VV., Comunión: nuevo rostro de
la misión (Burgos, 1981); J. CAPMANY, Misión en la comunión (Madrid, PPC,
1984); Y. CONGAR, Diversité et communion (Paris, Cerf, 1982); M.J. LE GUILLOU,
Mission et unité, les exigences de la communion (Paris, 1964).
48 La diversidad de vocaciones y carismas, es en vistas a ejercer diversos
servicios o "ministerios". "La Iglesia es una por la unidad de la caridad,
porque todos están unidos por el amor de Dios y entre sí por el amor mutuo"
(SANTO TOMAS, Exposit. in Symbol. Apost. a.9). Ver: Y. CONGAR, Ministeri e
comunione ecclesiale (Bologna, Dehoniane, 1973).
20
Ef 2,21-22), que ha sido enviado por Jesús resucitado, también presente en
medio de los hermanos "reunidos en su nombre" (Mt 18,20). Es una comunión de
"santos", de "familiares de Dios", a modo de edificio espiritual, cuyos
"fundamentos son los Apóstoles" y cuya "piedra angular es Jesucristo" (Ef 2,1920). "Primogénito entre muchos hermanos, constituye, con el don de su Espíritu,
una nueva comunidad fraterna entre todos los que con fe y caridad le reciben
después de su muerte y resurrección, esto es, en su Cuerpo, que es la Iglesia,
en la que todos, miembros los unos de los otros, deben ayudarse mutuamente
según la variedad de dones que se les hayan conferido" (GS 32).
La Palabra, convocando a la comunidad eclesial para celebrar el cuerpo
eucarístico de Cristo, la transforma en Cuerpo Místico del Señor. El "amén" por
el que la comunidad se une a Cristo, la unifica a ella misma como familia de
hermanos. El "Padre nuestro" edifica la paz fraterna en este "sí": "por él (por
Cristo) decimos amén, para gloria de Dios" (2Cor 1,20; cf. Heb 13,15).49
El Espíritu Santo, por ser prenda de comunión entre el Padre y el Hijo,
lo es también entre los miembros de la comunidad eclesial (cf. Ef 1,13-14). "Es
Dios quien a nosotros y a vosotros nos confirma en Cristo, nos ha ungido, nos
ha sellado y ha depositado las arras del Espíritu en nuestros corazones" (2Cor
1,21-22).
El programa de este camino de comunión está ya trazado en el misterio
trinitario, que se nos convierte para nosotros en economía de salvación
universal. La comunidad queda renovada por la comunión de Dios Amor y, por
tanto, capacitada para construir la comunión en todos los corazones y en toda
la humanidad. Este es el saludo trinitario y misionero del inicio de la
celebración eucarística: "la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, la caridad de
Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros" (2Cor 13,13).
C) Construir la "comunión" en la comunidad humana de todos los pueblos
La comunidad eclesial, por su misma naturaleza de "pueblo mesiánico", es
"germen de unidad para todo el género humano" (LG 9). Efectivamente, "Cristo,
que lo instituyó para ser comunión de vida, de caridad y de verdad, se sirve
también de él, como de instrumento de la redención universal y lo envía a todo
el universo como luz del mundo y sal de la tierra (cf. Mt 5,13-16)" (ibídem).
En Cristo y por la Iglesia, el mundo llegará a "la unidad completa" (LG
1), como reflejo de la comunión trinitaria de Dios Amor. Por ser "misterio de
comunión", la Iglesia está "abierta a la dinámica misionera y ecuménica".50
En el grado en que la Iglesia sea comunión, se constituye en constructora
de la comunión universal. "Se percibe, a la luz de la fe, un nuevo modelo de
unidad del género humano, en el cual debe inspirarse en última instancia la
solidaridad. Este supremo modelo de unidad, reflejo de la vida íntima de Dios,
uno en tres personas, es lo que los cristianos expresamos con la palabra
'comunión'" (SRS 40). Por esto, la Iglesia es "sacramento inseparable de
49 Ver el tema de la Iglesia como Cuerpo Místico en la encíclica de Pío XII
(29 de junio de 1943): Mystici Corporis Christi: AAS 35 (1943) 193-248.
Dimensión misionera: O. DOMINGUEZ, El dogma del Cuerpo Místico y la
espiritualidad misionera: Misiones Extranjeras n.12 (1953) 99-117.
50
Carta a los obispos de la Iglesia católica..., o.c. n.4.
21
unidad" para todos los hombres.51
El objetivo de la encarnación del Hijo de Dios es de "establecer la paz o
comunión con él y una fraterna sociedad entre los hombres" (AG 3). La Iglesia,
por ser signo portador de Cristo (misterio), tiene su misma misión : construir
la humanidad en comunión de hermanos, "partícipes de la naturaleza divina" (AG
3). "Plugo a Dios llamar a los hombres a la participación de su vida no sólo
individualmente, sin mutua conexión mutua entre ellos, sino constituirlos en
pueblo, en el que sus hijos que estaban dispersos se congreguen en unidad (cf.
Jn 11,52)" (AG 2).
Por el hecho de ser y vivir la comunión trinitaria en el corazón y en la
comunidad, la Iglesia se hace instrumento de comunión sin fronteras. "Fin
último de la misión es hacer partícipes de la comunión que existe entre el
Padre y el Hijo: los discípulos deben vivir la unidad entre sí, permaneciendo
en el Padre y en el Hijo, para que el mundo conozca y crea (cf. Jn 17,21-23)"
(RMi 23).
El ser de comunión eclesial (en personas y comunidades) vale más que el
hacer. "Se es misionero ante todo por lo que se es, en cuanto Iglesia que vive
profundamente la unidad en el amor, antes de serlo por lo que se dice o se
hace" (RMi n. 23).
La antropología y sociología cristiana (es decir, a la luz del evangelio)
valoran el ser humano y las realidades humanas según la capacidad de donación:
"el hombre... no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega
sincera de sí mismo a los demás" (GS 24). Sólo a partir de esta donación
personal, es posible construir la sociedad en comunión de hermanos y de
pueblos. "El orden social hay que desarrollarlo a diario, fundarlo en la
verdad, edificarlo sobre la justicia, vivificarlo por el amor" (GS 26).
No será posible lograr los derechos fundamentales de los hombres y de los
pueblos, si no se parte del origen del hombre y del mundo: la comunión de Dios
Amor. "Ello es imposible si los individuos y los grupos sociales no cultivan en
sí mismo y difunden en la sociedad las virtudes morales y sociales, de forma
que se conviertan verdaderamente en hombres nuevos y en creadores de una nueva
humanidad con el auxilio necesario de la divina gracia" (GS 30).
La misión que Cristo encomendó a su Iglesia tiende, pues, a construir la
humanidad en comunión de hermanos. Cristo "ordenó a los Apóstoles predicar a
todas las gentes la nueva evangélica, para que la humanidad se hiciera familia
de Dios, en la que la plenitud de la ley sea el amor" (GS 32). La historia
humana es un camino de comunión o solidaridad creciente. "Esta solidaridad debe
aumentarse siempre hasta aquel día en que llegue su consumación y en que los
hombres, salvados por la gracia, como familia amada de Dios y de Cristo
hermano, darán a Dios gloria perfecta" (GS 32).
Así, pues, "la promoción humana de la unidad concuerda con la misión
íntima de la Iglesia", como sacramento o signo eficaz de esta unidad (GS 42).
La comunión eclesial, vivida íntegramente, es la base de la comunión de toda la
51 SAN CIPRIANO, Epist. ad Magnum 6: PL 3,1142. Ver el tema de la Iglesia
como "sacramento universal de salvación" en el capítulo VI, 2 B de nuestro
estudio. C. BONIVENTO, La Chiesa sacramento di salvezza per tutte le nazioni:
Euntes Docete 28 (1975) 1-50; 316-354; Y.M. CONGAR, Un peuple messianique,
l'Église sacrement du salut (Paris, Cerf, 1975).
22
humanidad. "La unión de la familia humana cobra sumo vigor y se completa con la
unidad, fundada en Cristo, de la familia constituida por los hijos de Dios" (GS
42). Construyendo esta comunión universal, la Iglesia contribuye a la
"edificación de un mundo más humano" (GS 57).52
52 Ver el tema de la promoción humana en relación con la misión, en el
capítulo VII, 2 C. Ver: J. ALFARO, Hacia una teología del progreso humano
(Barcelona, Herder, 1969); A. NICOLAS, Teología del progresso (Salamanca,
Sígueme, 1972); J. SARAIVA MARTINS, Evangelizare pauperibus, evangelizzazione e
promozione umana, en: Cristo, Chiesa, Missione (Urbaniana Univ. Press, 1992)
327-342.
23
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(Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1981).
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AA.VV., María y la Santísima Trinidad (Salamanca, Estudios Trinitarios, 1986).
AA.VV., La salvezza oggi (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1989)
AA.VV., Comunión: nuevo rostro de la misión (Burgos, 1981).
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H.U. VON BALTHASAR, La gloire et la croix (Aubier, 1965).
C. BONIVENTO, La Chiesa sacramento di salvezza per tutte le nazioni: Euntes
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Nota: Ver fichas bibliográficas en este capítulo: cruz (nota 9), "kerigma"
(nota 28), salvación (notas 31), gracia y filiación adoptiva (notas 32, 41 y
45), religiones no cristianas (nota 33), Iglesia comunión (notas 46-48), Cuerpo
Místico (nota 49), promoción humana y evangelización (nota 52).