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LA PSICOLOGIA DE LA CONDUCTA: PSICOANALISIS Y FENOMENOLOGIA
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LA PSICOLOGÍA DE LA CONDUCTA: PSICOANÁLISIS Y FENOMENOLOGÍA
Carlos Sastre
"Aquí trato de aplicar mi convicción de que los libros no son
para leerlos sino para pensarlos" (José Bleger, Psicología de la
conducta)
“…plantear a toda lectura culpable, la pregunta que
desenmascara su inocencia, la simple pregunta de su inocencia:
¿qué es leer? "
(Louis Althusser, Leer El Capital)
Nuestro objetivo es discutir y criticar varios aspectos de, un pensamiento de importancia
relevante en nuestro medio: la obra de José Bleger, especialmente sus postulados en materia
general, más que sus trabajos en distintos campos de aplicación de la psicología (clínico,
institucional, etc.). Para este fin hemos elegido un libro que guiará centralmente nuestro
análisis, Psicología de la conducta, por considerarlo el texto más abarcador dentro de su obra,
pero haremos también referencia a Psicoanálisis y dialéctica materialista y las clases dictadas en el
seminario titulado Alienación, psicología y psicopatológica1.
La crítica que vamos a proponer no pretende agotar los problemas que suscita el
pensamiento de Bleger. Repensar la obra de Bleger y el sello que ésta impuso entre nosotros es
una tarea de envergadura, dada la magnitud del intento que ella supone. Intento que creo
merecedor tanto de nuestra crítica como de nuestro respeto. Además, reflexionar sobre esta
obra implica en lo que a mí respecta, y me atrevería a decir, en lo que se refiere a gran
cantidad de psicólogos, repensar los que fueron nuestros propios marcos referenciales. Es que
ante la dispersión ecléctica de la carrera en la cual nos formamos este libro cubrió la función,
según creo, ilusoria, de darnos un único marco referencial apto para remitir a él y ordenar en
él casi toda la información que recibíamos fragmentariamente. Y si digo que esa función era
ilusoria, ello no se refiere sólo a los posibles defectos de la obra en cuestión, que seguidamente
examinaremos, sino también a nuestra intención misma de construir alguna coherencia que
fuese científica con el material aportado por aquellas múltiples ideologías.
Dicen. Laplanche y Leclaire que "la obra de Politzer cumplió la función de una verdadera
introducción al psicoanálisis para toda una generación"2 Del mismo modo podríamos decir
que la psicología de la conducta cumplió una función análoga para una generación de
psicólogos. Símil que por cierto no es meramente exterior ya que buena parte de la obra de
Bleger continúa la de Politzer. Se recordará como éste se planteaba la necesidad de integrar
desde un punto dé vista crítico los aportes del conductismo, el psicoanálisis y la psicología de
la forma. De ese trabajo Politzer sólo formuló la crítica del psicoanálisis. Es en Bleger donde
vamos a encontrar la prosecución de esa tarea de integración y la formulación de una teoría
psicológica apoyada en esas tres vertientes3.
La pregunta que debemos hacernos se refiere, entonces, a las condiciones de posibilidad
para la integración entre escuelas. En otras palabras, ¿qué psicoanálisis es aquel de integrarse
con el conductismo y la psicología de la forma? O sea, ¿cómo debemos recortar su teoría para
producir esa unión? ¿qué contorsiones, qué esfuerzos le impone a la teoría el establecimiento
Laplanche, Jean y Leclaire, Serge: "El inconsciente, un estudio psicoanalítico", en El inconsciente freudiano y el
psicoanálisis francés contemporáneo, Bs. Aires, Ed. Nueva Visión, 1969.
2 Dicho texto será citado en relación a la noción de dialéctica. La postura de Bleger en lo tocante a la relación entre
alienación y psicopatología se discute en el capítulo siguiente.
3 He adoptado la expresión "la psicología de la conducta" y no "la psicología concreta" —pese a la influencia
señalada de Politzer—, por parecerme que posee una denotación más estricta.
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de esas relaciones? Y el resultado de esas operaciones, ¿en qué medida supera, conserva o
pierde la cientificidad alcanzada por el pensamiento de Freud?
Por otra parte, está explícita en toda la obra de Bleger la intención de desarrollar una teoría
psicológica acorde con el materialismo dialéctico y aún, con el materialismo histórico. Tal
como acabamos de preguntarnos qué psicoanálisis vamos a encontrar allí, también podemos
preguntarnos qué marxismo es el que nos presenta su teoría y, nuevamente, proponernos
reflexionar sobre la cientificidad de esa versión.
Para responder a estas preguntas abordaremos dos temas principales en la psicología de la
conducta: el problema del objeto de estudio en psicología, con referencia al cual examinaremos
las nociones de conducta, conducta molar, significado y motivación de la conducta, etc. y el
problema del método en psicología que nos hará necesario ocuparnos de las relaciones entre
descripción, comprensión y explicación, y nos llevará a recapacitar sobre la noción de
dialéctica con la cual se opera en esta obra.
Comenzando a trabajar, destaquemos que, según Bleger, las distintas escuelas de
psicología "han aportado conocimientos fragmentarios de una única y misma totalidad y que
cuando cada una de ellas ha creído ver el todo en su segmento, han dado lugar a teorías
erróneas, distorsionadas o exageradas"4. Pero añade, "cada escuela o corriente refleja parte de
la realidad, que es necesario reencontrar y reubicar en la totalidad y unidad original"5. Y
especifica que "sea cual fuere el modelo con el cual se han aproximado los distintos
investigadores al objeto, todos se han ocupado, en última instancia, de una misma totalidad"6.
Examinaremos estos postulados con detenimiento ". . .cada escuela o corriente refleja parte
de la realidad...": es decir, lo que se formula en el plano del conocimiento es lo real, sólo que
parcializado, fragmentado. No hay aquí pues, distinción entre objeto de conocimiento y objeto
real, el conocimiento es la extracción de una parte de lo real. Pero si esto es así, el
conocimiento antecede, en el seno de la real de lo cual forma parte, a su formulación.
Brevemente, pre-existe. El conocimiento es la extracción de lo que preexiste en la realidad. Si
se duda de que esto es lo que dice la frase en cuestión, bastará examinar su continuación para
convencemos de la exactitud de la interpretación: "... es necesario reencontrar y reubicar..."
"Re-encontrar", en efecto, lo que estaba ya "encontrado" en la realidad misma, "re-ubicar", en
efecto, lo que estaba. "ubicado" en el lugar que lo real le asignaba en tanto una de sus partes. A
la ya apuntada noción de que el conocimiento está contenido en lo real se añade ahora la de
que la articulación de los conceptos es homóloga a la ubicación de las "partes" de lo real.
Nociones ambas ya refutadas por Marx a propósito de la crítica de Hegel, cuando distingue el
orden sistemático (conocimiento) del orden histórico (realidad)7. Y si nuevamente se cree
escuchar aquí más de lo que el texto dice, bastará recordar que la totalidad en cuestión es,
según Bleger, "original", para convenir en que su pensamiento no es ajeno a esa identificación
de la historia del conocimiento con un desarrollo que se encuentra contenido en el "origen".
Así, en este aparente empirismo que subalternizaría el conocimiento a "reflejo" de la
realidad surge simultáneamente, y como es habitual; el idealismo de un contenido que
deviene para sí.
Por otra parte, la noción de que es el defecto de haber "creído ver el todo en su segmento, lo
que ha dado lugar a teorías erróneas, distorsionadas o exageradas" implica la suposición de
que lo visto estaba bien visto mientras fuese visualizado como "segmento" y nada dice acerca
del hecho de que "lo visto" debe ser puesto en relación con "lo no visto" que esa visión
Psicología de la conducta, página 9. (PC, 9).
PC, 9.
6 PC, 24.
7 Marx, Karl: Introducción general a la crítica de la economía política, Ed. Pasado y Presente, 1968
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propone. Dicho en un ejemplo, una visión que ve la conducta y no ve el inconciente no sólo presenta
ausencia, la de lo que no ve, sino que esa ausencia afecta a la manera de ver lo que ve, esto es, a cómo ve
la conducta. De donde resulta que el problema no es de segmentos de realidad reflejados en el
conocimiento y exagerados o no sino de maneras de operar con el conocimiento, que deben ser
entendidas como totalidades orgánicas cuya compatibilidad deberá ser discutida como la
compatibilidad entre maneras de producir conocimientos. Se notará que hemos abandonado la
noción del conocimiento entendido como extracción, propuesta por la psicología de la
conducta para concebirlo como producción. Pero si lo que caracteriza a cada una de las escuelas
psicológicas es una manera diferencial de producir conocimientos, ya no podremos convenir
con Bleger en que "... sea cual fuere el modelo con el cual se han aproximado los distintos
investigadores al objeto, todos se han ocupado, en última instancia, de una misma totalidad",
porque nuestro problema central a considerar será el de cuál es el modelo en cuestión.
Nuestra pregunta tampoco podrá referirse meramente a la compatibilidad entre los modos
de producción de conocimientos que caracterizan a cada una de estas escuelas, sino que
deberá llegar algo más lejos y cuestionarse la relación entre ellos y el modo de producción de
conocimientos que es propio de la ciencia. Juzgaremos entonces sus respectivas aptitudes para
producir el efecto de conocimiento que caracteriza a esta última. Porque si el objeto de
conocimiento no es el objeto real sino una construcción, cobra decisiva importancia la
consideración de cómo se construye.
No hay, entonces garantía ontológica alguna de que diversas producciones gnoseológicas
sean coherentes entre sí, ni de que sean científicas, ni por lo tanto, de que pueda reconstituirse
a la postre una unidad supuesta al comienzo. Cuando se plantea a una teoría el problema de
su verdad, ella no puede ser supuesta como una garantía que otorga la realidad. Noción
ambigua, esta última, y que hace necesario recordar que no entendemos ello se logre
describiendo lo fenoménico, sino descubriendo lo estructural. Y si se conserva esta diferencia,
a la cual ya hicimos referencia cuando nos ocupamos de discriminar el discurso ideológico del
científico8 , advertiremos que entre las escuelas implicadas sólo el psicoanálisis ejecuta ese
pasaje que caracteriza al efecto de conocimiento científico. Trataremos de demostrar que la
integración del psicoanálisis con las otras escuelas consideradas implica la necesidad de ideologizarlo,
despojándolo de la cientificidad que le imprime su carácter de teoría de lo estructural, es decir, que para
ejecutar esta operación es necesario suprimir el inconciente, y luego intentaremos mostrar que esa
supresión encierra a la psicología de la conducta en contradicciones que no puede resolver, en lo tocante
a la delimitación de su objeto de estudio9.
La "totalidad original" que según Bleger han estudiado las distintas escuelas es la conducta.
Escribe: "Lo .que Freud ha estudiado, al igual que todos los psicólogos, es la conducta".
Justamente, éste es el punto que está en discusión: si el psicoanálisis es una teoría de la
conducta o una teoría del inconciente.
Y si se considerase que el psicoanálisis es centralmente una teoría de la conducta, de la cual
la psicología de la conducta rescata adecuadamente los aciertos, entonces habría que dar
cuenta, dentro de la psicología de la conducta y con los instrumentos conceptuales por medio
de los cuales ella opera, de los mismos hechos de los que da cuenta el psicoanálisis freudiano
mediante la construcción del inconciente. Brevemente, habría que definir en el campo de esta
teoría la noción de inconciente. Empresa que Bleger intenta en su obra y que acto seguido
examinaremos para saber si debemos considerarla lograda o fallida, para saber si la noción de
conducta abarca, en efecto, el campo de los descubrimientos freudianos. La conducta será
Véase al respecto el Cap. I de este libro.
La metodología utilizada en esta crítica se inspira en las enseñanzas de Gaston Bachelard: La formación del espíritu
científico, Argos, 1948 y Louis Althusser: Leer El Capital, Siglo XXI, 1969.
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definida por Bleger, siguiendo a Lagache, como "el conjunto de respuestas significativas por
las cuales un ser vivo en situación integra las tensiones que amenazan la unidad y el equilibrio
del organismo”10; también como "el conjunto de operaciones fisiológicas, motrices, verbales o
mentales por las cuales un organismo en situación reduce las tensiones que lo motivan y
realiza sus posibilidades"11. La noción de conducta es entonces legítimamente reemplazable
por la de actividad adaptativa. Si recordamos que para Freud la adaptación es una función del
yo y si aceptamos su hipótesis obtendremos el siguiente razonamiento: la conducta es el
objeto de la psicología, la conducta es la actividad adaptativa, la actividad adaptativa es una
función del yo, ergo, el objeto de la psicología es una función del yo. Lo cual no sólo excluye de la
consideración de la teoría psicológica dos de las instancias que Freud propone en la segunda
tópica, sino que además suprime la investigación del campo de la verdad desde el cual ese yo
se ve determinado de acuerdo a la primera tópica. Esto es, el inconciente. Porque sea que se
trate de conductas directamente observables o de conductas inferidas hipotéticamente (las
mentales), todas ellas pertenecen, en rigor a lo que en Freud recibe el nombre de sistema
preconciente-conciente. Y si Watson sólo aceptaba como objeto de estudio las primeras,
Tolman no se acerca más a Freud porque incluya las segundas, puesto que la barrera que no
franquea es justamente la que separa a todas las psicologías de la conciencia del psicoanálisis.
De este modo, resulta difícilmente comprensible la reivindicación de ciertos aportes del
psicoanálisis por parte de Bleger. Cuando dice "el psicoanálisis ha demostrado la continuidad
entre los fenómenos normales y patológicos de la conducta"12, olvida que esa continuidad es
ininteligible si permanecemos a nivel de lo fenoménico y aparece por el contrario, explicada
por una teoría del aparato psíquico y de la estructura del inconciente en particular. Si ciertos
fenómenos —sueño, acto fallido, alucinación— pueden ser vinculados entre sí es merced a
una construcción teórica que descubre una estructura oculta, no fenoménica, que rige la
producción de todos ellos. Estructura que es a la vez construcción teórica y determinación real
y cuya desaparición deja a la psicología de la conducta en posesión de las consecuencias o
resultados que pueden extraerse del descubrimiento freudiano de esa estructura, pero no en posesión del
proceso de producción de ese resultado. Si no se apoyase implícitamente en la noción de
inconciente a la vez que la hace desaparecer explícitamente, la psicología de la conducta, con
el instrumental de sus propios conceptos, no podría descubrir el por qué de esa continuidad
ni aún, la continuidad misma.
Pero nos hemos adelantado. Porque si acotamos a propósito de la definición de conducta el
parentesco de esta teoría con las psicologías del yo y de la conciencia, aún no hemos
examinado la que ella propone para la noción de inconciente.
En la psicología de la conducta el problema del inconciente aparece estrechamente ligado al
de la opción entre monismo y dualismo, que se plantea reiteradamente, resolviéndose a favor
del monismo y deduciéndose de esa solución lo central de la crítica a la teoría freudiana del
inconciente.
Bleger insiste en que a partir de la diversidad que a nivel fenoménico presentan las
conductas "concretas" y "simbólicas", se ha incurrido en postular una diferencia sustancial
entre ambas, que refiere a la dualidad espíritu: materia. “…de la pluralidad fenoménica se
hizo una trasposición a un dualismo sustancial. Es como si se describiera por ejemplo el rayo
y el trueno no cómo fenómenos ligados a un mismo suceso, sino dependiente cada uno de
ellos de una especial y particular categoría sustancial, entre las cuales se postulan
correlaciones muy complejas y discutidas. Este tipo de trasposición idealista procede de la
PC, 23.
PC, 23.
12 PC, 24.
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religión (y de la organización social que la sustenta); tiene una línea de evolución que está
ligada a la mitología, donde se hacía depender el rayo y el trueno cada uno de un dios
particular, y la aparición de los fenómenos se describía no como fenómenos sino como tina
lucha entre el dios del rayo y el dios del trueno. Para nosotros, la pluralidad fenoménica tiene
su unidad en el fenómeno de la conducta misma. .."13. Destaquemos que en la "trasposición
idealista" citada están implicadas dos operaciones —no una— que debemos distinguir
cuidadosamente porque esa distinción iluminará dos acepciones distintas del término
"dualismo". a) Por una parte se refiere un hecho natural, los fenómenos en cuestión, a la acción
de supuestos agentes sobrenaturales, los dioses. He aquí al dualismo en su acepción de diversidad sustancial entre espíritu y materia, he aquí al idealismo en cuanto referencia de lo
material a lo espiritual a los efectos de su explicación, he aquí, en fin, el dualismo en aquella
acepción que todo científico censura como exigencia de su condición de tal. b) Por otra parte,
la otra operación implicada es la referencia de los fenómenos a una determinación nofenoménica, que en el caso particular que nos ocupa son los dioses, pero no necesariamente
debe adoptar un contenido de ese tipo. La referencia de lo fenoménico a lo estructural, sobre
la cual ya hemos insistido, no refiere lo material a lo espiritual, en el sentido que da a este
último término el idealismo, ni tampoco permanece meramente en el plano del fenómeno,
que si no fuese vinculado a la estructura oculta no resultaría ininteligible., Desde este segundo
punto de vista hay entonces un dualismo que debe ser respetado: el mismo que separa el
movimiento aparente del sistema capitalista de su movimiento real, el mismo que distingue
entre relato manifiesto y proposición inconciente.
Veamos ahora cómo se plantea el mismo problema en el campo de la psicología y, en
particular, en el esquema de las áreas de conducta. Bleger insiste en que para considerar
psicológico a un fenómeno no es necesario que pase previamente por el área uno. Caracteriza
esta postura como "mentalista", diciendo: "estamos, otra vez, ante el fenómeno del
‘mentalismo', que antes reseñamos como una de las variantes o modalidades del idealismo en
psicología"14. Sin duda. La suposición de que el material significante deba pasar previamente
por la conciencia para poder ser considerado como tal pertenece a la psicología clásica, y en
cuanto afirmación ideológica, pudiera encontrar su origen en la concepción idealista según la
cual el espíritu determina a la materia. Reconocemos aquí al dualismo en la primera acepción
que le adscribiésemos.
Ahora bien, la psicología de la conducta extrae de las consideraciones apuntadas más
arriba la supresión de la instancia inconciente de la siguiente manera: "Lo que ocurre
ulteriormente es que, tomando como modelo la experiencia diaria a que no hemos referido, se
admite necesariamente que si hay un 'contenido mental' (el deseo de escribir), al rechazo de
escribir tiene que corresponderle también otro contenido mental: el deseo de no escribir. Y se
postula entonces la existencia de una mente inconciente por debajo o detrás de la mente
conciente. De aquí deriva el estudio de las complejas relaciones entre estas dos mentes o esta
mente de 'doble fondo'.
Este tipo de teoría se estructura en la matriz del supuesto privilegio del área de la mente"15.
Ante esta afirmación debemos preguntarnos si, en efecto, la hipótesis que postula el pasaje
previo del material significante por el área uno para manifestarse luego en las áreas dos y tres,
es del mismo carácter que la que sustenta la determinación de las tres áreas por un sistema
que le es ajeno.
Las áreas de la conducta pertenecen, en la misma definición de Bleger, al orden de lo
PC, 25-26.
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fenoménico: "La conducta es una unidad que tiene una triple manifestación fenoménica, en
cuanto se da al mismo tiempo en las tres áreas... "16 . El esquema de áreas sistematiza
fenómenos y ello resulta evidente, además, si se considera que los términos área dos y área
tres designan conductas directamente observables y que el término área uno denota la
actividad intelectual y verbal conciente: "cuando hablo y digo lo que pienso, esto es realmente
conducta en área uno…"17. Pero el psicoanálisis nos indica que al hablar decimos más —u
otra cosa— que lo que pensamos concientemente. Si se afirma que en área uno digo realmente
lo que digo, pienso realmente lo que pienso, se postula una relación puntual entre el material
significante y su significado, tal como éste es definido por el sujeto que lo enuncia. Lo cual
equivale a decir que este discurso está siendo considerado desde la engañosa perspectiva del
sistema preconciente-consiente y que es a su dominio que pertenece el esquema de áreas de
conducta. Pero el propio discurso en cuestión, merced a los errores que presenta, nos obliga a
referirlo a otra cosa: porque si, en efecto, no hay más que el fenómeno de la enunciación de lo
que el sujeto quiere enunciar, ¿cómo explicaremos las ausencias y las aberraciones que
aparecen en el enunciado? Entendemos, con Freud, que estas "formaciones" solo pueden ser
explicadas refiriéndolas al sistema inconciente. Sistema que no es un área fenoménica (mente
inconciente) sino la estructura que determina a lo fenoménico, el "trabajo" que se cumple por
fuera de los fenómenos que las áreas señalan y sin cuya consideración esos mismos
fenómenos resultan ininteligibles. Trabajo, agreguemos, harto más complejo que la mera
presencia de una proposición puntualmente opuesta a la conciente (deseo de escribir vs. deseo
de no escribir). Pero esta simplificación se nos hará comprensible cuando examinemos la
manera en que se define la contradicción en la psicología de la conducta.
Si la hipótesis del inconciente es rechazada en general por la psicología de la conducta,
dentro de las construcciones freudianas que tienden a dar cuenta de su movimiento, hay una
especial que le resulta muy merecedora de crítica: la que formula la estructura del inconciente
en términos energéticos. Tanto en Psicoanálisis y dialéctica materialista como en Psicología de la
conducta, pueden encontrarse numerosos párrafos dedicados a demostrar que Freud incurre
en el error de considerar a la conducta determinada por un juego de fuerzas, elevando por
tanto, dichas fuerzas al carácter de entes causales.
Este pensamiento es caracterizado como materialista mecanicista por la traducción de los
hechos psicológicos en términos de fuerzas y como idealista por la cosificación del concepto
de fuerza. Frente a esta supuesta equivocación freudiana, Bleger sostiene que las construcciones energéticas pueden obviarse a los efectos de la explicación de la conducta, en tanto ésta
encuentra su determinación en la dramática.
Esta manera de plantear el problema, que refiere la estructura de la teoría a una influencia
que le es exterior, no se pregunta, en cambio por la posible necesidad de la construcción
energética en el de esa teoría. O dicho de otro modo, ¿es que, en efecto, esta construcción no
cumple finalidad alguna dentro de la teoría psicoanalítica, como no sea la de significar una
pleitesía a la física de la época? Laplanche y Leclaire postulan, por el contrario, que el
desarrollo de la metafórica energética cumple en Freud una finalidad teórica: "el objetivo de
Freud es ante todo fundar la independencia y cohesión de los dos sistemas (Inc. y Pc. C.).
Adjudicar energía a estos sistemas es una construcción tendiente a precisar su alteridad y su
contradicción." A continuación los autores citados proponen una reinterpretación que,
conservando la hipótesis del inconciente, no es en modo alguno susceptible de ser tachada de
fisicalista: "La explicación más satisfactoria que puede encontrarse en Freud es la hipótesis
económica. Pero la única interpretación coherente que nosotros podríamos presentar debería
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distinguir absolutamente las 'energías de catexia' en cuestión, de la energía libidinal.
Provisoriamente podemos dar un modelo gestáltico para este juego energético. La energía de
catexia de un sistema dado sería comparable a la pregnancia de una buena forma. Pero
importa señalar en qué nivel, se lleva a cabo el pasaje de un sistema a otro: no puede tratarse
del pasaje global de una misma estructura, de un modo de organización a otro, pasaje
comparable al movimiento de báscula que se realiza en la percepción de una imagen
equívoca. Lo que pasa de una Gestalt a otra es siempre un elemento aislado, equívoco,
susceptible de ser captado por la 'pregnancia' de la Gestalt inconciente o (pre) conciente; la
represión, como señala Freud, ‘trabaja de manera totalmente individual; cada retoño aislado de
lo reprimido puede tener su destino particular' (Die verdrängung, G. W. X., p. 252).
"Un ejemplo cómodo sería el de esos dibujos-enigmas donde una cierta actitud perceptiva
hace aparecer súbitamente en las ramas del árbol que cobija un picnic familiar, el sombrero de
Napoleón. Pero si ese sombrero es susceptible de aparecer, es porque puede ligarse a cualquier otra 'anécdota' que no está presente en absoluto en el resto del dibujo: la 'leyenda
napoleónica'.
"En ese modelo, lo que Freud llama carga es la relación del detalle en cuestión (el
sombrero) con el sistema que le corresponde (la leyenda napoleónica). La contracarga se
encuentra en la relación de ese mismo detalle con el término que lo evoca en otro sistema (o
sea las hojas del árbol); es la pregnancia del sistema 'conciente' (el picnic) lo que sostiene en la
existencia al árbol y sus hojas, y mantiene al sombrero en estado de latencia"18.
Claro que la psicología de la conducta puede suprimir con comodidad la construcción
energética —lo cual difiere de reinterpretarla— por cuanto ya ha eliminado la razón misma de
su necesidad, esto es, la alteridad entre dichos sistemas. Pero entonces, podemos plantear la
pregunta a la inversa: ¿qué es lo que hace necesario para Freud fundar esa alteridad? ¿Qué
datos son los que exigen postular la existencia real del inconciente y reforzar ese postulado
con la adjudicación al mismo de una energía de catexia que le es propia? Responder a esta
pregunta exige remontarse a los orígenes del psicoanálisis, al momento en el cual ciertas
experiencias hicieron necesario, a lo largo de un período, la producción de una hipótesis que
puede ser abandonada pero no reemplazada por la psicología de la conducta.
Entre esos datos existe uno; privilegiado por su carácter experimental, demostrativo de la
eficacia de lo inconciente y escollo insalvable para la psicología de la conducta: la experiencia
de la orden post-hipnótica. En Nancy, Freud se encontró frente a la evidencia de que el significante recorre un camino desde el cual el sujeto se ve determinado y si es cierto que aparece
como ausencia para la conciencia que lo ignora, no lo es menos que está presente en otro
orden, por fuera de ella.
Si examinamos cómo entiende Bleger el inconciente —siguiendo a Politzer— veremos que
la psicología de la conducta no puede dar cuenta de la experiencia científica referida.
En la psicología de la conducta, el problema del inconciente se plantea ya como un
fenómeno de contradicción entre áreas de conducta, ya como desconocimiento por parte del
sujeto del significado y/o motivación de su conducta. Citaremos con extensión las
consideraciones de Bleger al respecto: "Incluyamos en otro ejemplo el campo. Observamos
una madre que tiene en sus brazos a su hijo A y juega con él; en un momento dado ella lo deja
y va a la cuna, saca su otro hijo B y comienza a amamantarlo. A se dirige entonces a la mesa,
toma un vaso y lo rompe. Decimos que A tiene celos.
Laplanche y Leclaire, op. cit., págs. 33-34. La crítica de Lacan al modelo gestáltico de Laplanche hace más dura
aún la alteridad entre sistemas que intentamos mostrar aquí. Para Lacan, la operación no puede ser representada
en un plano, sino que debe ser articulada recordando que "I'inscription ne mord pas du même coté du parchemin,
venant de la planche a imprimer de la vérité ou de celle du savoir". (Jacques Lacan, Ecrits, pág. 864).
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"Según el criterio subjetivista, vivencial (el 'modelo mentalista'), A actuó así porque sintió
celos. Subrayamos dos tesis implícitas en esa afirmación: 1) que los celos son contenidos
mentales, y 2) que el romper el vaso es consecuencia del contenido mental (los celos).
"Aquí, según este modelo, empieza a actuar el fantasma de la introspección: ¿Cómo
comprobar que A realmente tuvo o tiene celos en la mente, en su experiencia subjetiva?
"A todo esto respondemos primero, que no hay por qué esforzarse en contestar planteos
que son erróneos; segundo, que reformando el planteo se resuelve al problema. "Cuando se
dice que A tiene celos se está dando la descripción de un suceso, su significación como
acontecimiento humano. Los celos constituyen el significado de una situación total, de un
campo total.
"A no actúa de esa manera por consecuencia de los celos; esa forma de actuar, en esa
situación total, eso son los celos. La causa no son los celos sino el campo que se ha
estructurado. Los celos son el significado de la conducta.
"El niño puede sentir o no tener conciencia de sus celos, esto no altera el hecho de que está
celoso como manifestación preponderante en el área tres.
"No hay por qué transformar el significado de una situación (los celos) en un contenido
mental previo, que sea la causa de la conducta restante"19.
Cuando se ocupa del sentido de la conducta dice: "Cuando, en una situación determinada
un individuo adopta actitudes corporales cuyo significado, por ejemplo, es que el individuó
está enojado o agresivo, este significado es inherente a la actitud o al gesto y no preexiste
como contenido mental previo del cual el gesto o la actitud sean un simple vehículo. Si el
individuo no tiene conocimiento de su gesto o su actitud, éstos son inconcientes de igual
manera que el significado, pero de ninguna manera lo inconciente es un contenido que reside
como sustancia en una supuesta parte de una hipotética mente"20.
Y finalmente en el punto titulado "Motivación conciente e inconciente" dice: "Lo que una
persona acusa o expresa como motivación de su conducta puede ser sólo parte de la
motivación total, pero puede también ser únicamente una justificación o racionalización de la
misma, escapando a su conocimiento las motivaciones de la misma ... La motivación
consciente o inconsciente se refiere, en última instancia, al conocimiento o desconocimiento
respectivamente que el propio individuo tiene de las motivaciones"21.
Destaquemos algunos aspectos de las reflexiones citadas: a) Invariable y explícitamente, el
inconciente es definido como desconocimiento, como ausencia. b) La relación que media entre
conciente e inconciente es la que se establece entre el material significante y su significado,
que no es conocido por el actor. c) Dicho material significante cuyo significado no es conocido
es en los ejemplos de Bleger gestual o corporal.
Este último punto, que se reitera en todo el libro, resulta sintomático. Esa insistencia se
explica, sin embargo, si consideramos que los ejemplos adoptados contribuyen a apuntalar la
noción del inconsciente como desconocimiento. En efecto, mediante su presentación se trata
de reducir el problema del inconciente al de si la mente sabe o no sabe qué es lo que el cuerpo
hace o siente. Y en cuanto al carácter inconciente de las actividades verbales, frente al cual el
modelo de la contradicción entre áreas ya no resulta una reducción utilizable, se nos dirá, —
según la célebre fórmula politzeriana— que sólo hay un contenido, el latente y un relato, el
manifiesto. Este significante que aparece en el relato manifiesto es el que ha sido elegido por
este sujeto particular, en función de su experiencia vivida, también particular y única, para
denotar aquél significado que sólo será conocido en tanto lo formule la interpretación del
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analista, puesto que hasta entonces es una mera ausencia, jamás una presencia determinante.
Podemos agregar ahora una observación más a las apuntadas: d) La aparición de un cierto
material significante responde a una operación de elección del sujeto, quién en virtud de un
código individual, nombra los objetos con significantes que no son los que convencionalmente
les corresponden. Elección y, por lo tanto, libertad del sujeto que constituye el lenguaje de
acuerdo a su propia intencionalidad.
En la experiencia de la orden post-hipnótica podemos encontrar refutadas puntualmente
cada una de las proposiciones que detallan esta noción del inconciente. a) La orden opera en
cuanto no es mero desconocimiento, sino presencia introducida en un orden que no es el
conocimiento conciente. b) La relación entre la orden y la conducta que ella determina no es la
misma que entre significante y significado, sino que lo latente es aquí otro significante, ausente,
en tanto laguna de lo manifiesto, presente en cuanto determinación estructural y construido,
desde el punto de vista del científico. c) No se trata de un fenómeno que pueda ser explicado
como "contradicción entre áreas", puesto que tanto la conducta que el sujeto ejecuta como las
racionalizaciones que propone como justificación de la misma, pertenece por igual a lo
manifiesto y encuentran su determinación en otro lugar. d) Finalmente, el sujeto se revela
como dueño de una libertad ilusoria (la que alega en sus racionalizaciones) y efectivamente
determinado por un lenguaje que lo constituye como ignorante.
Definir el inconciente como desconocimiento es incorrecto, pero, además peligroso. Porque
si la tarea analítica de "hacer conciente lo inconciente" es traducida en "hacer conciente lo
desconocido", toda sabiduría, ausente en el paciente y supuesta como necesaria por el
terapeuta merced a una decisión ideológica, podrá ser introducida al paciente bajo la forma
aparente de una interpretación. Quizá resultaría también interesante considerar las posibles
consecuencias clínicas de la identificación entre disociación, represión y negación, que se
desprende de esta manera de entender el inconciente y que puede encontrarse en la psicología
de la conducta22. No insistiremos sobre este punto cuya especificidad escapa a los objetivos
generales de este trabajo, pero que ejemplifica a las claras cómo en la psicología de la conducta
se desorganizan tanto la construcción teórica como la práctica clínica del psicoanálisis.
Es necesario destacar también los círculos viciosos en que cae la psicología de la conducta,
que al no reconocer otro existente que la conducta se encuentra, entonces, en la necesidad de
remitir a ella todos y cada uno de sus términos, con la consecuencia de que si todo es conducta, es imposible relacionar un concepto con otro, como no sea en una tautología, dado que las
relaciones entre los conceptos en el seno de una teoría se obtienen por oposición y diferencia.
Valga como ejemplo de ello la relación entre las nociones de "motivación" y "conducta molar".
Bleger señala que uno de los caracteres de la conducta molar es "tener motivación, es decir
que tiene causas, que está determinada"23. Pero cuando debe definir el concepto de
motivación, escribe: "La motivación es, por tanto, una conducta molar y aparece como suceso,
acontecer o experiencia humana (dramática)"24. De donde se concluye que si la conducta molar
tiene motivación y la motivación es una conducta molar, entonces, la conducta molar tiene... conducta
molar. Tautología que es un síntoma de la estructura de la teoría.
La noción de conducta molar, en la cual, según Bleger se reúnen los aportes del
psicoanálisis, el conductismo y la psicología de la forma, debe ser objeto de un análisis más
detallado, por cuanto sirve de puente a la psicología de la conducta para demostrar la
similitud de puntos de vista entre psicoanálisis y fenomenología, entre Freud y Brentano. "Las
investigaciones de Brentano, tanto como las de Freud, conducen ambas a descubrir que toda
José Ferrater Mora, Diccionario de filosofía abreviado, Sudamericana, págs. 58-59.
PC, 70.
24 PC, 123.
22
23
CARLOS SASTRE
10
conducta está siempre ligada a un objeto"25. ¿Cómo se accede a esta conclusión? Recordando
que "El fenómeno psíquico tiene para Brentano una objetividad inmanente..."26, esto es, que la
conciencia es siempre acto de intencionar algún objeto, y que a su vez, "Freud estudió los
instintos y describe también a través de ellos el carácter objetal de la conducta"27.
El razonamiento es claro: en Brentano la conciencia tiene objeto, en Freud el instinto tiene
objeto. Pero ¿qué es la conciencia? Conducta. ¿Qué es el instinto? Una construcción metafísica
que parte de la conducta. Ergo, en última instancia, es también conducta, aunque equivocadamente teorizada. Así, Freud y Brentano no hacen sino hablar de una misma cosa: de la
cualidad de la conducta molar de "poseer objeto o fin".
Marquemos dos objeciones fundamentales. En primer término, la traducción del concepto
de impulso (Trieb) en términos de conducta, que no respeta su papel en la estructura de la
teoría freudiana, de mediador entre el orden biológico y el orden cultural, pasaje que en Freud
se cumple gracias a la "atadura" entre pulsión y significante. En segundo lugar, podríamos
recordar estas palabras de Brentano: "Cuando decimos que los fenómenos psíquicos son los
aprehendidos por la percepción interna, queda dicho que su percepción tiene una evidencia
inmediata"28. Pero si los fenómenos psíquicos son aquí inmediatamente evidentes, la distancia
que Freud marcaba entre su propia teoría y las doctrinas de la conciencia debe ser recordada:
"Ahora bien: parecería que esta disputa entre el psicoanálisis y la filosofía sólo se refiriese a
una insignificante cuestión de definiciones, es decir, a si el calificativo de "psíquico" habría de
ser aplicado a una u otra serie. En realidad, sin embargo, esta decisión es fundamental, pues
mientras la psicología de la conciencia jamás logró trascender esas series fenoménico
incompletas, evidentemente subordinadas a otros sectores, la nueva concepción de que lo
psíquico sería en sí inconciente permitió convertir a la psicología en una ciencia natural como
cualquier otra. Los procesos de los que se ocupan son, en sí, tan incognoscibles como los de
otras ciencias, como los de la física o la química; pero es posible establecer las leyes a las cuales
obedecen, es posible seguir en tramos largos y continuados sus interrelaciones e
interdependencia, es decir, es posible alcanzar lo que se considera una "comprensión" del
respectivo sector de los fenómenos naturales"29.
Si hemos insistido en la discrepancia entre Freud y Brentano en cuanto a la definición de lo
psíquico, que es notoria, ha sido para poder señalar la diferencia radical de lo que uno y otro
entenderán por referencia a objetos, materia en la cual coincidirían según la psicología de la
conducta.
En Brentano la conciencia como condición misma de su existencia intenciona (actualiza)
objetos y esa actividad no recibe otra determinación que la que le imprimen las cuatro formas
posibles para ella: ser representaciones, juicios, fenómenos de amor o fenómenos de odio. No
hay entonces determinación alguna trascendente a la conciencia misma, por cuanto dichas
formas son inmanentes a sus actos. Para Freud, en cambio, la relación de la conciencia a su
objeto, remite al inconciente, a la consideración del deseo presente en el vínculo, que
encuentra su determinación última en la matriz constitutiva de la subjetividad, la cual no es
por cierto, ni actual ni conciente. Remisión que nos mostrará que "no es deseo de un objeto,
sino deseo de esa falta que, en el otro, designa otro deseo" como lo enseña Lacan. Así, en un
PC, 81.
PC, 81
27 PC, 81.
28 Brentano, Francisco: Psicología, Ed. Schapire, 1951, pág. 24.
29 Freud, Sigmund: Obras Completas, Tomo XXI, págs. 80-81.
25
26
LA PSICOLOGIA DE LA CONDUCTA: PSICOANALISIS Y FENOMENOLOGIA
11
tema en que superficialmente parecen aproximarse, es justamente donde divergen
profundamente el psicoanálisis y la fenomenología.
Cabe añadir: el interés de Bleger en aproximar a Freud con Brentano responde a exigencias
de su teoría. Y ello porque la psicología de la conducta pertenece decididamente al campo de la
fenomenología. Tomando como objeto lo fenoménico, no lo estructural, la actividad adaptativa,
no el trabajo del inconciente, insistiendo sobre la individualidad de la relación de significación, entendida como pasaje puntual del significante al significado y postulando la elección
del sujeto como mecanismo constituyente de esa relación, definiendo el inconciente como
desconocimiento, Bleger se ubica entre los autores de la línea fenomenológica con toda
evidencia30. Por eso puede afirmar que una "crítica y posición similar (a la de Politzer y a la
suya respecto a Freud) ha expresado Sartre en su bosquejo del psicoanálisis existencial"31. Esto
es, allí donde el inconciente equivale a la "mala fe". Por eso también puede decir que "El
descubrimiento del inconciente por el psicoanálisis es otra manera de descubrir la falsa
conciencia en los seres humanos "32.
No es de extrañar, entonces, que Bleger reconozca como antecedente de la noción de
relación objetal, en el mismo sentido que él le da, a la "interpsicología de Tarde"33, fuente de la
línea que en teoría sociológica pasa por Weber y por Parsons, postura que refiere la
explicación de los hechos sociales al "sentido mentado" por el sujeto y a la interacción. Línea,
por lo tanto opuesta a la consideración del hecho social "como cosa", formulación de
Durkheim que propone la realidad social como no reductible a la conciencia ni a la
subjetividad y anuncia la posibilidad de una teoría sociológica estructural.
De igual modo, cuando se trata de considerar la comunicación, Bleger escribe: "En su
sentido más amplio, la comunicación incluye todo intercambio de mensajes, trasmisión de
significaciones entre personas o grupos e incluye siempre, esquemáticamente, un emisor, un
mensaje y un receptor". Coherentemente con lo expuesto hasta aquí, en todo el desarrollo del
tema relativo a la comunicación34 está ausente la noción de código. También en este punto sólo
lo manifiesto es considerado.
En cuanto a sus proposiciones sobre el método en psicología, la psicología de la conducta
se nos mostrará atacada de los mismos defectos.
"Descripción, comprensión y explicación son momentos de un solo proceso continuo, que
establece una estrecha interconexión y acción recíproca en todos esos momentos. Cuando se
describe algo ya se actúa con una cierta comprensión o un cierto esquema referencial, y la descripción, a su vez corrige y modifica la comprensión que, a su vez, se rectifica con la nueva
observación. Y lo mismo con la explicación.
"Por lo común no nos damos cuenta en qué medida la descripción es una comprensión de
un hecho. Si vemos en un salón un conjunto de gente en una actitud dada, describimos el
hecho diciendo, por ejemplo, que estaban rezando, porque lo hemos percibido como tal; el
suceso no se nos da primero como percepción (descripción) y luego como significado, sino
directamente como percepción de un significado. Si vemos un conjunto de gente en la misma
actitud en una cultura totalmente distinta, podemos equivocarnos si decimos que rezan; en
este caso se extrema en el ejemplo la diferencia entre descripción y significado (comprensión),
De ahí que resulte errónea la oposición entre la enseñanza de la psicología en la UNBA, anterior a 1966,
fuertemente influida por Bleger, y la actual, que sería según esta perspectiva, fenomenológica. La ideología
fenomenológica ha imperado en ambas épocas bajo distintas formas.
31 PC, 92.
32 PC, 215.
33 PC, 84.
34 PC, 85-87.
30
CARLOS SASTRE
12
para señalar la unidad que realmente integran, incluso en nuestra experiencia diaria o
común"35.
Como puede observarse las operaciones de describir y comprender se ubican aquí a nivel
de la percepción y, especialmente, de la mirada. Se comprende y se describe, entonces, lo
sensible, lo fenoménico. Y la operación se ejecuta en el acto mismo de percibir. La explicación,
a su vez, apenas si es mencionada como "un momento de un proceso continuo". Si retomamos
el ejemplo antropológico de Bleger, podremos plantear el problema de otro modo. Visitando
"culturas totalmente distintas" numerosos antropólogos describieron las más variadas y asombrosas costumbres. Los más afortunados, conviviendo un tiempo en esas culturas, llegaron a
"comprender" el sentido que los actores adjudicaban a sus conductas.
Otros, simplemente produjeron diversas ideologías que intentaban hacer inteligible esa
cotidianidad. Para todos ellos, el objeto de estudio, ya fuera solamente descripto o teorizado
ideológicamente, era la realidad visible puesta ante sus ojos de explotadores.
Es con la antropología estructural que, en este campo, percepto y objeto de conocimiento se
alejan y aún, se oponen. La abigarrada y disímil vida cotidiana de diferentes pueblos podrá
ser explicada desde entonces. Las búsquedas en el plano de lo manifiesto realizadas hasta ese
momento serán útiles, pero como datos sobre los cuales construir el conocimiento de esas
estructuras determinantes e invisibles, inconcientes, ese orden latente que provee a la vez una
explicación para lo manifiesto y una sola realidad estructural para el pensamiento humano,
más allá de toda fascinación por el "exotismo".
Mirada esta última que puede ser la del turista, no la del científico. Porque, repitamos, la
ciencia no se ocupa de describir lo visible, de comprender a ese otro, "poniéndose en su lugar",
sino .de explicarlo desde un lugar, desde una regla, que el otro no sospecha. Distancias entre
la interpretación y la simpatía que los psicoanalistas deberían conocer. Difícil es, entonces,
emparentar el quehacer científico con "nuestra experiencia diaria o común", esa fuente
primordial de ideologías.
Nociones centrales no sólo a toda ciencia, sino particularmente al pensamiento de Marx,
ocupado en inteligir un movimiento tan real como oculto a los sentidos, para demistificar a la
conciencia engañada por lo aparente. El dice: "En esta forma exterior de manifestarse, que oculta
y hace invisible la realidad, invirtiéndola, se basan todas las nociones jurídicas del obrero y del
capitalista, todas las mistificaciones del régimen capitalista de producción, todas sus ilusiones
librecambistas, todas las frases apologéticas de la economía vulgar"36 .
Nótese: lo exterior y manifiesto oculta e invierte lo real, invisible. Si "a ojos vistas" el salario
paga el trabajo, este discurso viene a decir que esa percepción es falsa, que el capital es trabajo
no pago y que esa relación constitutiva y reproductora del sistema sólo puede ser construida
por el pensamiento, capaz de producir conocimiento de lo real y no por la mirada, encadenada
a lo aparente. No por cualquier pensamiento, además (economía vulgar), sino por el de la
ciencia (materialismo histórico, en este caso).
Si esto es así. ¿Qué marxismo es el que habita en la psicología de la conducta, teoría de lo
fenoménico? Según su postura "Para el materialismo dialéctico el mundo sensible es el mundo
real y el único existente". He aquí la inversión de la inversión de Marx, con la consecuencia no
sólo de la recaída, sino además, de la falsa identidad, pues esa ideología quiere llamarse
dialéctica materialista.
Puede quizá suponer que otras categorías marxistas corren mejor suerte en este
pensamiento. Para finalizar nuestra crítica, abordemos un sólo problema: el uso de la noción
35
PC, 174.
36
Marx, Karl: El Capital, Fondo de Cultura Económica, 1964, Tomo I, pág. 452.
LA PSICOLOGIA DE LA CONDUCTA: PSICOANALISIS Y FENOMENOLOGIA
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de "contradicción" y su relación con el concepto más general de "dialéctica". Aunque no faltan
en Psicología de la conducta las referencias al tema, citaremos aquí otro trabajo de Bleger en el
cual se lo desarrolla más extensamente: las clases del seminario titulado Alienación, psicología y
psicopatología.
Allí puede leerse: "En la dialéctica de contrarios son dos términos antinómicos, que
interaccionan y dan lugar así a la síntesis. Por ejemplo: objeto bueno-objeto malo. Se
contradicen pero forman parte de una unidad, y dan lugar a una síntesis que contiene ambos
términos, y que no es unilateral a ninguno de los dos"37 .
Dos reflexiones se imponen aquí. En primer término, que la contradicción señalada es una
contradicción simple, esto es, no sobredeterminada. Lo cual si se recuerda que la noción de
sobredeterminación ha podido ser tomada de la obra de Freud para calificar a la contradicción
científicamente estudiada (en Marx) y distinguirla de la que produce la ideología idealista
(Hegel)"38, resulta instructiva tanto para reconocer el parentesco de la psicología de la
conducta con esta última como para plantear la necesidad de recapacitar sobre las distancias
que median entre el modelo freudiano y el kleiniano.
Pero aún, si pasamos por alto esta noción de la contradicción como separación dicotómica
de una esencia que tiende a reunirse en su desarrollo, noción en la cual se puede reconocer el
movimiento de la idea y en la que está ausente la complejidad y heterogeneidad del movimiento real, aún si aceptamos esta dialéctica como materialista, resta un segundo punto a
considerar.
Porque se recordará que en Hegel, si la marcha es triádica y ordenada, no por eso deja de
ser desgarrante y devoradora. Esta tesis y esta antítesis se oponen, luchan, sucumben. Será
entonces la "aufheben", en su sentido de negación y superación, será una síntesis en la cual el
rostro de los contrarios se ha tornado irreconocible.
Ese proceso parece relacionarse bien poco con la esquematización kleiniana, según la cual
vivencias que coexisten primero separadamente, sin otro contacto como no sea la absoluta
ausencia de una frente a la absoluta presencia de la otra, se funden en una totalidad que las
regula sin imponerles otro cambio que la discreción.
Hay, en cambio, un nexo que une esta redefinición de la dialéctica y este seguimiento del
modelo kleiniano, con la creencia, que examinamos al comienzo, según la cual los
conocimientos producidos por escuelas diversas convergen necesariamente en una totalidad.
Esa totalidad se asemeja bastante a la proyección al plano de la producción de conocimientos
de las categorías con las que opera la teoría kleiniana al ocuparse de las relaciones objetales
del infante. Habría así, quizás, una "epistemología kleiniana", harto distante de la utilización
epistemológica de las enseñanzas de Freud.
Por otra parte creemos haber mostrado que también en lo tocante al materialismo
dialéctico, hay en la psicología de la conducta distorsiones de sus aportes centrales. Porque,
¿qué Marx sería éste, fascinado por lo sensible y pensador de dicotomías formales que se
resuelven en una tibieza sin muerte?
Creo que la lectura que hemos realizado nos muestra a la psicología de la conducta, a
través de sus mutilaciones del psicoanálisis y del marxismo que redundan en problemas
irresueltos y en tautologías, en ejemplos reveladores y en parentescos desdichados, como lo
que efectivamente es: una fenomenología del comportamiento. Con lo cual no pretendemos
solamente rotularla con precisión, sino además, denotar los defectos epistemológicos, teóricos
Bleger, José: Clases del seminario Alienación, psicología y psicopatología, dictado en la Escuela Privada de
Psiquiatría Social, 1965.
38 Confróntese al respecto las obras de Althusser, Louis: La revolución teórica de Marx, Siglo XXI, 1966 y Leer El
Capital, Siglo XXI, 1969.
37
CARLOS SASTRE
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y prácticos que hoy hemos detallado.
Ante el peso que esta propuesta tiene como ideología sacralizada en nuestro medio,
podemos responder con la intención de estudiar y desarrollar una ciencia del inconciente, con el
proyecto de conocer los verdaderos caminos que abrieron esos maestros: Marx, Freud.