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De los Reyes Católicos a los Austrias (siglos XV-XVII)
La creación del Estado Moderno. Los Reyes Católicos:
La unión dinástica:
El matrimonio (1469) de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón dio origen a la monarquía
hispánica. Cada reino siguió rigiéndose por sus leyes e instituciones, por lo que se conformó un
Estado plural y no unitario, integrado por unos territorios (Castilla, Aragón, Cataluña y Valencia)
que sólo tenían en común una misma monarquía.
Las leyes, la moneda, las instituciones, así como las Cortes de cada reino permanecieron
diferenciadas y las fronteras entre los diferentes territorios obligaban al pago de derechos sobre
las mercancias. Ahora bien, en la nueva monarquía, las leyes y disposiciones reales eran
firmadas por representantes de ambos reinos, cuyas instituciones se juraron mutua lealtad. A
pesar de este aparente equilibrio, el mayor peso territorial, demográfico y económico de Castilla
originó una creciente castellanización de la propia monarquía y un descenso del peso político
de la Corona de Aragón, a lo largo de los siglos XVI y XVII.
La expansión territorial:
Unidas las dos Coronas, los Reyes Católicos coincidían en la necesidad de completar la
unificación territorial de los reinos hispánicos para consolidar un Estado fuerte que pudiera
expandirse fuera de la Península. Fernando de Aragón, tras la muerte de la reina Isabel,
incorporó Navarra a Castilla en 1515, aunque dicho territorio conservó su autonomía y sus
instituciones.
Los Reyes Católicos dedicaron amplios esfuerzos a la política exterior y realizaron una intensa
política matrimonial, mediante la formalización de alianzas con diversos reinos europeos.
Gracias a la habilidad diplomática del rey Fernando se consiguieron recuperar los territorios del
Rosellón y la Cerdaña (Tratado de Barcelona 1493). Posteriormente, se organizó un poderoso
ejército que venció a los franceses y permitió consolidar el dominio de la Corona de Aragón
sobre Nápoles (1504).
Por último, a partir de 1505, y para frenar el avance musulmán en el Mediterráneo, llevaron a
cabo una intensa actividad de conquistas, que les aseguró el dominio de la costa de África.
Igualmente, el apoyo de comerciantes andaluces permitió la ocupación definitiva de las islas
Canarias.
El reforzamiento del poder real. Las instituciones:
Los monarcas coincidían en la necesidad de imponer su autoridad a la nobleza y a parte del
clero. Así, recuperaron parte del patrimonio real en manos de los señores, aunque aceptaron
garantizar a la aristocracia y a la Iglesia su poder e influencia a cambio de su sumisión política.
Dominados la nobleza y el clero, los monarcas organizaron una serie de instituciones eficaces
para afirmar la autoridad real. Crearon un ejército permanente, también crearon un cuerpo
permanente que atendía los asuntos diplomáticos.
Otra figura importante fue la de los corregidores. También se creó la Santa Hermandad (1476).
Los Reyes Católicos reorganizaron el Consejo Real, apartando a la gran nobleza e
introduciendo letrados y secretarios procedentes de la baja nobleza y de la burguesía.
Mientras, las Cortes, sobre todo en Castilla, perdían protagonismo.
Por último, se reorganizó la Audiencia de Valladolid y se crearon otras nuevas, en Sevilla y
Galicia, para la administración de justicia.
La imposición de la uniformidad religiosa:
La denominación de los Reyes Católicos deriva de su empeño en preservar y difundir el
catolicismo, persiguiendo de forma sistemática a quienes pertenecían a otras creencias.
El instrumento central de la ortodoxia católica fue el Tribunal de la Santa Inquisición, creado por
la autoridad pontificia en el siglo XIII, para reprimir la herejía, la superstición y la brujería.
Los Reyes Católicos la reforzaron y la convirtieron en un instrumento de control ideológico y de
unidad religiosa, al encargarle la persecución de los sospechosos de herejía y muy
especialmente de los judíos y musulmanes convertidos al catolicismo (conversos).
Una de las primeras decisiones reales en defensa de la unidad religiosa fue la expulsión de los
judíos (1492) que no aceptaron convertirse al catolicismo.
Los Reyes Católicos también plantearon la conquista de Granada como una guerra contra los
infieles. Por ello, aunque inicialmente se garantizó a los musulmanes el mantenimiento de sus
costumbres, propiedades, leyes y religión, en 1499, Cisneros impulsó los bautismos
obligatorios.
Sociedad y economía:
La característica básica de la sociedad de la época era el reconocimiento legal de la
desigualdad de las personas. La actividad económica básica era la agricultura.
La nobleza y la Iglesia eran propietarias de cerca de las tres cuartas partes de las tierras de
cultivo, estaban exentas del pago de impuestos, desempeñaban en exclusividad los cargos
importantes de la administración del reino, recibían menores penas por la comisión de delitos y
tenían el derecho a vestirse de forma diferente.
También la nobleza y el clero formaban parte del grupo de grandes ganaderos catellanos,
organizados en el Honrado Concejo de la Mesta.
Los plebeyos eran jornaleros y campesinos sin propiedades, aunque si tenían derecho al uso
de las tierras. Estaban sometidos a todo tipo de derechos señoriales y sus condiciones de vida
eran muy precarias. En años de malas cosechas se desencadenaban las crisis de subsistencia.
El incremento del número de señoríos y la facilidad para crear mayorazgos (tierras vinculadas
al patrimonio nobiliario familiar, transmitidas al primogénito y que no podían venderse)
aumentaron el control de la nobleza sobre las tierras y empeoraron las condiciones de vida de
los campesinos.
Frente a la mayoría campesina, la población urbana era escasa. Las actividades artesanales y
comerciales resultaban limitadas y gran parte de los bienes no agrarios, como los textiles, se
producían total o parcialmente en el seno de la economía familiar. De todas maneras, algunas
ciudades ligadas al comercio llegaron a superar los 30.000 habitantes en el siglo XVI, y las
actividades artesanales alcanzaron en ellas una notable importancia.
Conquista, colonización y explotación de América:
Colón y el dominio del Caribe:
Desde la conquista de las islas Canarias, los castellanos habían abierto rutas en el Atlántico,
pero sin duda eran los portugueses, pioneros en viajes y descubrimientos, los que dominaban
las rutas marítimas. Cristóbal Colón presentó una propuesta que consistía en abrir una nueva
ruta al oeste para alcanzar tierras asiáticas en lugar de bordear África. Al principio, dicha ruta
fue rechazada, pero finalmente Isabel de Castilla aceptó y puso a disposición del navegante los
medios para el viaje.
El 3 de agosto de 1492 salieron de Palos (Huelva) tres pequeñas naves que alcanzaron tierra
el 12 de octubre del mismo año, en una serie de islas del Caribe. Colón realizó una tercera y
una cuarta expediciones, alcanzando ya las costas del continente americano. Murió en 1506,
convencido de haber llegado a tierras asiáticas.
En 1511 había concluido prácticamente la conquista de las grandes islas y el conjunto de las
Antillas estaba bajo control de la monarquía.
La conquista de América:
La conquista se desarrolló en dos grandes etapas. La primera etapa fue capitaneada por
Hernán Cortés, uno de los conquistadores más controvertidos y a quien la corte acabó
desposeyendo, en 1528, del gobierno de las tierras conquistadas. Consiguió conquistar el
territorio habitado por la civilización azteca y maya.
La segunda etapa de conquista fue dirigida por Francisco Pizarro a partir de 1531.
Organización colonial y explotación de las Indias:
Las tierras conquistadas fueron incorporadas a la Corona de Castilla, que financió la empresa
del descubrimiento y controló su colonización.
Las Indias copiaron la organización institucional castellana.
Se fundaron dos virreinatos, el de Nueva España al norte, que comprendía América Central y
las islas caribeñas; y el de Perú, que se extendía por América del Sur.
Los nuevos territorios supusieron una importante fuente de ingresos para Castilla que
controlaba el tráfico comercial y se reservaba la quinta parte de todo el metal precioso.
Las tierras fueron repartidas entre los colonizadores, a los que se les entregaba una finca y un
grupo de indios. Las minas eran propiedad real y su explotación se concedió a particulares.
Aunque en teoría los indígenas eran libres y súbditos de la Corona, en la práctica acabaron
sometidos mediante formas semifeudales de explotación.
El impacto en la economía y la sociedad:
A partir del siglo XVI, las Indias fueron una gran fuente de intercambios comerciales. El
monopolio del comercio americano se otorgó al puerto de Sevilla, desde el que partían o
llegaban todos los barcos de la ruta americana. Los viajes a América se organizaron mediante
un sistema de flotas, buques que navegaban reunidos para darse mutua protección, y que
realizaban dos expediciones al año (ida y vuelta).
Sin ninguna duda, el oro y, sobre todo, la plata fueron las mercancias que dominaron el
comercio americano.
El elevado endeudamiento de la Corona española para financiar primero la expansión y
después el mantenimiento del Imperio, hizo que gran parte de este tesoro se gastara con tanta
rapidez como había sido adquirido.
Los Austrias del siglo XVI: Carlos I y Felipe II:
Carlos I: El proyecto imperial:
Al morir Isabel I su hija Juana fue proclamada reina de Castilla, dada su incapacidad para
gobernar, su padre, Fernando, asumió la regencia de Castilla hasta su muerte en 1516. Fue
entonces cuando Carlos I, nacido en Gante (Bélgica) en 1500, fue proclamado rey en Bruselas
y llegó a España en septiembre de 1517. Su herencia era inmensa: las Coronas de Castilla y
Aragón, con los territorios de Nápoles, Sicilia, etc.
Carlos I heredo el título de emperador en unas circunstancias sumamente difíciles. Carlos I
entendió que tenía una gran misión histórica: el mantenimiento de una monarquía cristiana y
universal, frente a la amenaza de los protestantes, los turcos y Francia.
Carlos I con graves problemas de salud, abdicó en su hijo Felipe II, a quien cedió la Corona y
casi todos sus territorios.
Las Comunidades y las Germanías:
Recién comenzado el reinado de Carlos I se produjeron los levantamientos de las
Comunidades y de las Germanías, que presentaron el carácter de revueltas políticas, pero
también tuvieron un fuerte componente social y antiseñorial.
Las Comunidades (1520-1522) surgieron en Castilla, donde, desde la muerte de Isabel, se
habían registrado graves problemas sociales y políticos.
Los comuneros reclamaban la protección de la industria nacional, especialmente la textil, muy
perjudicada por la exlpotación de lana, el respeto a las leyes del reino y una mayor
participación política.
Las Germanías estallaron paralelamente y afectaron a casi todos los territorios de la Corona de
Aragón.
Pedían la democratización de los cargos municipales, una mejora de los arrendamientos
campesinos y la protección del monarca frente a los abusos de los poderosos. Pero Carlos I se
alió con la nobleza y los agermanados fueron derrotados en 1521.
El Imperio hispánico de Felipe II:
El sucesor de Carlos I fue su hijo Felipe II (1556-1598) quien, aunque no recibió el título de
emperador, fue monarca de un inmenso imperio y titular de una corona que era la primera
potencia en Europa. Consolidó y reestructuró las instituciones de gobierno de la época de los
Reyes Católicos para ponerlas al servicio del poder real. Fijó una sede permanente para la
Corte, estableciendo la capitalidad en Madrid en 1561.
Felipe II como monarca católico siguió manteniendo el ideal de defensa del catolicismo.
Aumentó sus dominios al incorporar Portugal a la Corona en 1580, haciendo valer sus
derechos como hijo de Isabel de Portugal.
Intransigencia religiosa y autoritarismo:
La monarquía de Felipe II se situó de forma decidida como defensora de los principios del
Convilio de Trento, que una pragmática de 1564 declaraba obligatorios en el territorio
peninsular.
Igualmente, la monarquía anuló todos los particularismos étnico-religiosos de los moriscos. Su
situación empeoró al aumentar los impuestos sobre la seda, una de sus actividades
tradicionales, y al espropiarles progresivamente las tierras que cultivaban. Los moriscos
intentaron negociar con el rey un pago de dinero a cambio de conservar su estatus tradicional,
pero la Corona rechazó la propuesta.
En abril de 1609, ya en época de Felipe III, se decretó la expulsión de los moriscos, primero de
Valencia y, entre 1610 y 1614, del resto del reino. Su marcha tuvo consecuencias económicas
muy graves para la agricultura y la artesanía.
La expansión imperial en el siglo XVI:
La lucha contra los protestantes:
El fraile agustino de origen alemán, Martín Lutero, había pedido la reforma de la Iglesia en las
95 tesis, donde criticaba algunas de sus prácticas. Al poco tiempo, el protestantismo fue
adoptado por diversos prícipes en los territorios alemanes y en los dominios de Flandes.
El emperador Carlos, como defensor de la Iglesia, debía combatir el protestantismo. El
enfrentamiento tuvo lugar en dos ámbitos: el político-militar y el religioso. El monarca derrotó a
la liga de los príncipes protestantes pero no pudo acabar con el problema. Al fin se llegaría a la
Paz de Augsburgo (1555), en la que los protestantes consiguieron que cada príncipe pudiera
elegir la religión de sus Estados.
Los enfrentamientos con Francia e Inglaterra:
Carlos I y Francisco I de Francia se enfrentaron por el dominio de los reinos y ducados de Italia.
Durante el reinado de Felipe II, los conflictos con Francia continuaron, este apoyó a los
católicos frente alo hugonotes (protestantes seguidores de Calvino), especialmente ante las
pretensiones al trono de Enrique de Borbón, que era hugonote. En 1593, Enrique se convirtió al
catolicismo, subió al trono como Enrique IV, y España y Francia firmaron la Paz de Vervins
(1598).
Inglaterra había sido, desde el reinado de los Reyes Católicos, aliada de la Corona española
frente a Francia. El primer matrimonio de Felipe II fue con María Tudor, reina de Inglaterra y
católica, pero al morir sin descendencia el trono paso a su hermanastra, la reina Isabel I (1558).
Esta apoyó a los protestantes. Felipe II decidió enfrentarse a Inglaterra y preparó una gran flota
para atacarla (Armada Invencible). La expedición fue un desastre y la Invencible regresó
diezmada y vencida (1588).
El dominio del Mediterráneo:
El Imperio otomano era una gran potencia en el Mediterráneo oriental desde la ocupación, en
1492, de Constantinopla, convertida en su capital (Estambul). Carlos I lanzó con éxito un
ataque contra túnez (1535), pero fracasó en la conquista de Argel (1541).
El reinado de Felipe II, coincidió con el máximo explendor turco. Ante ello, se coaligaron la
monarquía hispánica, Venecia y el Papado y armaron una gran escuadra. El enfrentamiento se
dio en el golfo de Lepanto (1571), y significó una gran victoria de los cristianos.
La rebelión de los Países Bajos:
La guerra en los Países Bajos fue el mayor problema de Felipe II. Se originó por el descontento
de los sectores burgueses. La primera rebelión se produjo en la región de Flandes, en 1566, y
contó con el apoyo de Francia e Inglaterra, deseosas de minar el poder de la Corona española.
Para combatirlos, Felpie II envió a los tercios con sus mejores genrales al frente que ejercieron
una dura represión.
Finalmente, en 1579, el sur de los Países Bajos, católico, aceptó la obediencia a Felipe II, pero
al norte, las futuras Provincias Unidas de Holanda, continuaron la lucha por la independencia.
Economía y sociedad hispánicas en el siglo XVI:
La economía del siglo XVI:
Desde el punto de vista demográfico, el siglo XVI español se caracterizó por un incremento
continuado de la población en Castilla.
Como efecto del crecimiento de la población y de la demanda de productos desde América, la
agricultura tuvo un alza constante.
A principios del siglo XVI, también se produjo una expansión de la industria artesanal,
estimulada por la demanda del mercado americano.
El comercio fue el sector que conoció un mayor desarrollo a lo largo del siglo XVI, gracias a la
explotación del Nuevo Mundo.
En Castilla, el enorme flujo del comercio americano no sirvió para transformar la estructura
económica.
Una sociedad estamental: predominio nobiliario:
La sociedad del siglo XVI se caracterizó por la preeminencia de la nobleza y el clero, y la
persecución de cualquier disidencia religiosa o ideológica.
La nobleza abarcaba desde los Títulos de Castilla y Grandes de España, hasta los caballeros e
hidalgos con haciendas mucho más precarias.
Igualmente eran notables las diferencias en el clero. El alto clero mantenían situaciones
semejantes a la nobleza, mientras el bajo clero vivía, en general, de forma parecida a los
artesanos o campesinos.
Entre los no privilegiados, los pecheros, sujetos al pago de tributos y a la justicia ordinaria, eran
tanto campesinos, como población urbana.
Por último, existían grupos diferenciados por su procedencia étnica o religiosa: estos eran los
moriscos y los judios conversos.
El siglo XVII: el declive del Imperio:
Felipe III, Felipe IV y Carlos II: la época de los validos:
Tras la muerte de Felipe II, en 1598, se sucedieron tres reinados cuyos monarcas renunciaron
expresamente a ejercer personalmente las tareas de gobierno, que pasaron a manos de
ministros omnipotentes, los validos o privados. Felipe III (1598-1621) tuvo un breve y, en
general, pacífico reinado. Las tareas de gobierno quedaron en manos de su valido, el duque de
Lerma.
La parte central del siglo XVII estuvo ocupada por Felipe IV (1621-1665). El monarca dejó el
poder en manos de Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares. Pretendió integrar a todos
los reinos en un solo Estado común, con las mismas leyes e instituciones. Su intento fracasó, y
originó enfrentamientos y graves revueltas internas.
La dinastía de los Austrias concluyó con el reinado de Carlos II (1665-1700), que murió sin
descendencia. En su largo y complicado reinado se sucedieron los validos.
La guerra de los Treinta Años:
La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) fue un conflicto de signo religioso, al enfrentar a
protestantes y católicos, pero también significó una pugna política contra el dominio en Europa
de los Habsburgo austriacos y españoles.
Los contendientes, agotados por la larga guerra, pactaron la Paz de Westfalia (1648). La guerra
con Francia continuó y no acabaría hasta la Paz de los Pirineos (1659), en la que la monarquía
española cedió territorios que tenía al norte de los Pirineos (Rosellón y la Cerdeña).
Las revueltas de 1640:
La guerra consumió enormes recursos y depauperó a Castilla. En Portugal se proclamó rey al
duque de Braganza y la rebelión, que duró hasta 1652, significó la definitiva independencia de
Portugal de la Corona española.
La revuelta en Cataluña se originó cuando Olivares, en plena Guerra de los Treinta Años,
habrió un frente militar contra los franceses en los Pirineos, obligando a los catalanes a alojar
las tropas y a contribuir al gasto militar.
La crisis del siglo XVII:
El siglo XVII se caracterizó en toda Europa por una fuerte crisis social y económica. En los
territorios hispánicos esta crisis fue todavía más profunda y originó la pérdida de la hejemonía
política europea. En primer lugar, la población disminuyó.
En el terreno económico, la agricultura empeoró su ya precaria situación. Así mismo, la
industria y el comercio padecieron una profunda depresión.
La situación de las finanzas públicas no permitía mejorar el panorama. Los gastos aumentaban,
tanto por una corte que despilfarraba cada vez más, como por las necesidades de las
constantes guerras.
Fue en ese momento cuando se evidenció que el mantenimiento de una mentalidad
aristocrática había imposibilitado rentabilizar la riqueza proveniente de América. Sólo los
territorios periféricos, especialmente los de la Corona de Aragón, marginados de la aventura
americana y de las cargas imperiales, sufrieron la crisis con menor intensidad.