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El recuerdo y el olvido
Durante el caluroso verano de 1976, al jugar en el patio de su escuela un joven
pariente mío recibió un golpe y quedó inconsciente. Aun cuando sólo fue por un par
de minutos, al volver en sí se hallaba muy desorientado. Durante algunas horas no
pudo recordar qué día era, aun cuando varias veces se le dijo: “miércoles”. Y,
durante cinco horas, no pudo recordar qué lo puso en ese estado de confusión y
ansiedad. Sin embargo. paulatinamente fue reconstruyendo los hechos que lo
llevaron a este breve estado de inconsciencia. Lo primero en volver a su mente
fueron los nombres de sus amigos y luego la secuencia del juego de fútbol en el
patio. El se hallaba de pie, cerca de la pelota, y, viendo la oportunidad de tirar, corrió
hacia ella; pero, por desgracia, el zapato de un compañero del equipo contrario lo
golpeó fuertemente en la cabeza. Así fue como sucedió.
Inventando el pasado
Esta historia verdadera ilustra algunos hechos importantes acerca de la memoria. En
primer lugar, un golpe en la cabeza puede ocasionarle fallas. Quienes han perdido el
conocimiento en los accidentes automovilísticos suelen darse cuenta de que no
pueden recordar los sucesos del accidente. Este parece haber destruido su
onciencia de dicha experiencia antes de brindarles la oportunidad de arraigarse en
su memoria. Aun los hechos previos al accidente -como el detenerse a tomar una
taza de café, digamos unos 15 minutos antes- también suelen olvidarse. En otras
palabras, el golpe parece “liberar” parte del material que ya se ha almacenado en la
memoria.
Los accidentes son muy comunes en la sociedad moderna, y, la pérdida temporal de
la memoria que a menudo les sigue, es cosa de todos los días. Pero el relato del
niño jugando fútbol revela un aspecto mucho más importante de la manera como
recordamos, pues el niño no fue golpeado por un zapato, como bien sabían sus
compañeros. El juego de fútbol que recordaba se había llevado a cabo una semana
antes. El miércoles del accidente él estaba jugando con los mismos amigos y en
el mismo patio cuando, durante una jugada ruda en la cual se aventaban al
perseguirse, cayó y se golpeó la cabeza contra el duro piso de tierra. Lo que el niño
hizo fue “recordar” una secuencia de hechos para explicar su condición actual. El
recuerdo, o sea, la historia que construyó, concordaba bastante con los intereses y
hábitos del niño, pero era absolutamente incorrecta.
Su memoria había tomado varias partes de la información, produciendo una versión
razonable y significativa.
Más compleja que las computadoras
Hasta hace poco, los psicólogos suponían que la memoria humana trabajaba como
una computadora o como un sistema de archivo: se guarda la información y luego se
puede buscar (incluso si los procesos de recuperación eran confusos y algunas
tarjetas inexplicablemente se perdían). Actualmente se sabe que el mecanismo de la
memoria humana es mucho más complejo que el de la computadora más
desarrollada. Al recordar algo lo reconstruimos de una manera creativa, añadiendo
partes aquí, eliminando partes allá; planeamos y modelamos un patrón significativo.
Si un golpe en la cabeza causa la pérdida de la memoria, el cerebro tratará de
compensarla mediante el uso de los fragmentos de información disponibles y
sugiriendo los probables argumentos más coherentes. Algunas veces, como en el
caso del niño en el patio de su escuela, aceptamos tales sugerencias -recordamos
algo que nunca sucedió.
Para la mayoría de nosotros, la mayor parte del tiempo, la memoria es un don
incuestionable.
Además, trabaja muy bien. Algunas veces nos sorprendemos al recordar algo sin
querer. A menudo nos apena no poder asociar un nombre a determinado rostro.
Pero, ¿que tan seguido nos detenemos a pensar en nuestra asombrosa capacidad
para recordar las cosas?
Muy poco-y demasiado
La vida sería terrible sin la memoria. Viviríamos en un remolino de aterradoras
primeras veces”.
Por ejemplo, se sabe que algunas personas con daños en el cerebro, viven en un
mundo horrible, continua e instantáneamente renovado. Sin la memoria no existirían
el habla, las relaciones sociales, el arte, la política, ni los partidos de fútbol. No
resulta exagerado afirmar que si la raza humana careciera de memoria, simplemente
no existiría.
Por otro lado, la memoria puede ser demasiado perfecta. Luna, el neurofisiólogo
ruso ha detallado el caso de “S”, un hombre con una capacidad total y casi
incontrolable para recordar (Luria, 1969). Sus recuerdos le venían a la mente sin
orden ni concierto. A los eventos importantes les perseguían recuerdos muy
detallados de las ocasiones más triviales. Y, mientras la mayoría de nosotros se
concentra en recordar, “S” tenía que producir técnicas para olvidar.
Con el paso del tiempo, se dio cuenta de que cada vez le era más difícil
arreglárselas con la realidad. Como una persona sin memoria sólo existe en el
instante preciso, “S” se volvió incapaz de reconocer precisamente el “ahora”. Su
percepción y su memoria se fusionaron; la experiencia inmediata y las imágenes del
pasado se atropellaban para captar su atención, dejándolo confuso en extremo.
El trabajo de la memoria
Deberíamos estar agradecidos por tener recuerdos parciales, razonablemente
eficientes. Pero, ¿cómo funciona la memoria?, ¿podemos mejorar su eficacia?
La memoria es un sistema formado por tres fases: entrada, almacenamiento y
recuperación. Para recordar algo, primero debemos haberlo experimentado
(haciendo a un lado los casos excepcionales, como el del niño que se golpeó la
cabeza); esto constituye la entrada. Debemos, también, haberlo almacenado y, por
supuesto, debemos poder hacerlo salir del almacén de la memoria. Pero el sistema
es mucho más complicado de lo que indica nuestro esquema. La memoria es un
proceso dinámico que implica la organización creativa y la reconstrucción, y, aun
cuando un golpe fuerte en la cabeza puede “liberar” algunos de nuestros recuerdos,
las personas en busca de la caja “secreta” que los retiene en el cerebro tienen poco
éxito. Karl Lashley, un psicólogo de gran austeridad e ingenio se pasó toda la vida
tratando de localizar la sede de la memoria. Operó sistemáticamente ratas
entrenadas, seccionando sus cerebros y descubrió que, para que las ratas olvidaran
lo aprendido, debía removerse quirúrgicamente gran parte de su materia gris
(Lashley, 1960).
Los resultados obtenidos por otro investigador resultan aún más intrigantes. Pietsch,
realizó varios cientos de operaciones en salamandras. Su proyecto no era extirpar
partes del cerebro, sino reorganizarlo. Demostró que una complicada
“tergiversación” del cerebro tenía muy poco o
ningún efecto sobre la memoria de las salamandras. Siendo así, ¿cómo se
almacena la
información? ¿Cómo es posible que el quitar o cambiar de lugar ciertas áreas del
cerebro no
afecten la memoria y en cambio un golpe en la cabeza puede borrar un hecho
notable ocurrido en
la vida de una persona?
La analogía con los hologramas
Una posible explicación surgió al establecer una analogía con los descubrimientos
de la física
moderna. A Dennis Gabor, físico de la Universidad de Londres, se atribuye el
descubrimiento de
una forma sorprendente de fotografía. Descubrió que la exposición de una placa
fotográfica, sin
lentes, a un objeto iluminado por rayos láser daba lugar a un proceso muy peculiar.
En la placa
misma se mostraba un patrón de giros y puntos. Pero, si a través de la placa se
hacía pasar un
rayo de luz láser, el objeto original parecía haber sido reproducido en tres
dimensiones. Dichos
“hologramas” tienen una apariencia fantasmagórica. Se trata de imágenes sólidas
que flotan en el
aire, se pueden rodear y atravesar. Pero eso no es todo: una placa con un
holograma expuesto se
puede quebrar en fragmentos más pequeños, cada uno de los cuales, correctamente
iluminado,
reproducirá la imagen original.
Muchos psicólogos afirman que este principio de almacenamiento se puede aplicar a
la memoria
-aun cuando todavía se sabe muy poco acerca de él. Para ser exactos, piensan que
la memoria no
se localiza en algún rincón del cerebro, sino que constituye una función del patrón
general de la
actividad cerebral. De ser éste el caso, entonces, como sucedió en la placa
holográfica, el
cerebro puede ser cambiado de sitio (Pietsch), o ser reducido en su tamaño
(Lashley) sin
necesidad de destruir la información almacenada. Esta es una teoría muy
importante, pues insiste
en los patrones y procesos relacionados con los descubrimientos que demuestran
que la memoria
no es un procedimiento mecánico, sino un sistema de organización, el cual se
esfuerza por tener
patrones significativos.
La memoria parece tener tres niveles. En primer lugar, hay un sistema de
“almacenamiento
sensorial” breve, exacto y brillante, casi semejante a la conciencia misma. Al
almacenamiento
sensorial (que dura menos de un segundo) le sigue inmediatamente la “acción de
repetición” sin
perder ningún detalle. A partir de este nivel, la información pasa directamente a un
almacén de
memoria “a corto plazo”, donde permanece durante 20 segundos o más. Se requiere
de un
esfuerzo deliberado para transferir los hechos de corto plazo a la tercera etapa del
proceso: el
sistema de memoria a largo plazo. Solemos organizar o repetir las listas de compras
o las
instrucciones. Sin tal esfuerzo las olvidamos. Podemos mejorar nuestra memoria
concentrándonos
en esta etapa de transferencia del corto al largo plazo.
La suma de nuestras experiencias se almacena en los sistemas de memoria a largo
plazo. Las
pruebas sugieren que, con entrenamiento o bajo hipnosis, se pueden recuperar
enormes episodios
de la vida, localizados en los almacenes de largo plazo. Arreglando de una manera
misteriosa,
quizá “holográfica”, y contenida dentro del cerebro de cada individuo, la memoria
constituye una
autobiografía única y completa.
¿Por qué olvidamos?
Si no olvidáramos, quedaríamos reducidos al estado de confusión experimentado
por “S” en las
investigaciones de Luna. En cierto sentido, olvidar resulta esencial para la
supervivencia. Pero,
¿por qué cuando realmente deseamos recordar algo, no siempre podemos hacerlo?
Existen varios factores involucrados en esto, pero la lista es menos simple de lo que
se podría
imaginar. “Sucedió hace tanto tiempo”, solemos decir, y, no obstante, ninguna
evidencia científica
puede probar que el tiempo causa el olvido. Las habilidades aprendidas, tales como
andar en
bicicleta, conducir un auto y nadar se recuperan rápidamente después de largos
períodos de
abandono. Todos podemos recordar sucesos de la infancia -en realidad, las
personas mayores
narran con más claridad los recuerdos de su infancia que los hechos más recientes.
Quienes han
estado solos cierto tiempo -existen muchos exrehenes y ex-prisioneros que han
dado una gran
información al respecto- suelen redactar sus memorias, basándose en incontables
experiencias
pasadas, evocando piezas en prosa y en verso que aprendieron muchos años antes.
Al contrario
de lo que se piensa, el tiempo no borra nuestras experiencias pasadas.
Pero el tiempo se halla relacionado indirectamente con el proceso del olvido. Puede
ocurrir que,
durante cortos períodos de tiempo, algo interfiera con el establecimiento de la
información en los
almacenes de la memoria. Tal vez algo sorprendente sea lo negativo que resulta
aprender algo
similar a la información que se trata de recordar. Pruebe con este sencillo
experimento para
demostrar este efecto:
Copie las doce silabas “sin sentido” que se muestran en la Lista 1 y que un amigo
haga lo mismo.
Ambos deben tardarse cinco minutos en aprendérselas. Ahora diga a su amigo que
descanse
durante cinco minutos mientras usted trata de memorizar la Lista 2. Para finalizar,
intenten ambos
reproducir, en hojas por separado, las silabas de la Lista 1.
Seguramente encontrará que a su amigo le resulta más fácil hacerlo. Al aprenderse
la Lista 2 creó
una interferencia, en el establecimiento de la Lista 1 en su memoria. Su amigo no
tuvo este
problema. La Lista 2 actúa, por así decirlo, hacia atrás e influye en lo bien que se
puede recordar
la Lista 1. A este proceso se le conoce como inhibición retroactiva.
Pero la interferencia, o inhibición, también puede funcionar (al igual que hacia atrás)
hacia adelante.
A dicha interferencia se le conoce como inhibición pro-activa. Aprenda ahora la Lista
3.
Posteriormente, como en el primer experimento, pida a un amigo que aprenda junto
con usted la
Lista 4. Como hizo antes, intenten reproducir la Lista 4 en hojas por separado. De
nuevo volverá
a perder. El aprender la Lista 3 interferirá con su aprendizaje de la última lista -éste
es un ejemplo
del funcionamiento de la inhibición pro-activa.
Lista 1
FOF, DUT, LEB, PID, HAF, ROP, SUW, BOC. RIS, BAF, GIR, HAB.
Lista 2
CIR, DAC, GIZ, WAB, POG, RUZ, HES, JUQ KIW, QON, MIB. LUW.
Lista 3
POR, GAR, NOL, GAC, LUN, REd, KEB, BIV, TUL. FID, KAC. PES.
Lista 4
LUB. MOJ. RU, KIB, HUJ, JUP, PAG, QUD, WUF, GAl, CEV. DOB.
Los recordatorios significativos
Las sílabas sin sentido, como las que acaba de utilizar, se han empleado durante
cien años en los
experimentos psicológicos. Estas silabas tienen la ventaja de carecer relativamente
de sentido. Si
hubiéramos usado palabras relacionadas con su ocupación, varios factores hubieran
intervenido en
el sencillo experimento que acaba de realizar. O suponiendo que su amigo es un
canadiense de
habla francesa y que usted no tiene ningún conocimiento de ese idioma, ¿habría
sido justa la
prueba si se hubieran empleado una docena de palabras francesas comunes?
Sin embargo, aun las silabas sin sentido tienen cierto tipo de significado o
familiaridad. Usted verá
que una lista de palabras tales como ZOP, POB, ING, HAN, es mucho más fácil de
recordar
que, por ejemplo, UOY, KFI, PWK. La memoria opera con base en la significación
yen la
posibilidad de pronunciar las sílabas, y, aun cuando ambas listas carecen totalmente
de sentido, los
“sonidos” del primer grupo parecen tener más sentido que los del segundo -pues los
primeros se
hallan representados por secuencias de letras que aparecen en la mayoría de los
idiomas
europeos.
Otra razón que explica por qué nuestra memoria puede darnos malos resultados, ya
ha sido
mencionada en la historia del niño que perdió el sentido a consecuencia de un golpe.
Su memoria
creó un recuerdo inexacto. Los entrevistadores hábiles saben que solemos
“recordar” material que
en realidad hemos inferido de lo que se nos ha dado previamente. Los abogados
son
particularmente sensibles a este aspecto de la memoria al interrogar a un testigo. La
pregunta:
“¿Vio usted a alguien atacar a la anciana?” puede provocar un recuerdo bastante
diferente al que
se produciría al preguntar: “¿Vio usted a un hombre atacar a la anciana?”
Hay un experimento que prueba este punto. A unos estudiantes se les mostró una
película en
donde se produce una colisión entre dos automóviles y luego se les pidió calcular la
velocidad a la
que iban. Aun grupo se le preguntó: “¿A qué velocidad iban cuando se hicieron
pedazos?” y al
otro: “¿A qué velocidad iban cuando se produjo la colisión?” Debemos recordar que
ambos
grupos vieron la misma película. ¿Podrían las diferentes palabras -“se hicieron
pedazos” y “se
produjo la colisión”- alterar su recuerdo de la velocidad? La respuesta es “si” -y el
efecto fue
notorio. El primer grupo (se hicieron pedazos) hizo un cálculo promedio de 65 km por
hora y el
segundo (se produjo la colisión) sugirió unos 50 km por hora.
Los trastornos
La significación y la organización se notan claramente en los trastornos anormales
como la amnesia
y la fuga. La fuga -período de tiempo durante el cual el paciente puede trasladarse a
otra ciudad y
comportarse de una manera poco común- es un caso extraño de disfunción de la
memoria.
Cuando la víctima de la fuga “vuelve en sí”, olvida todos los sucesos ocurridos
durante el ataque,
el cual algunas veces puede durar bastante tiempo. La fuga y los sucesos acaecidos
durante ésta
parecen estar relacionados con los procesos extremadamente complejos de la
inhibición y la
ansiedad. A las victimas se les brinda una nueva vida por un breve lapso de tiempo sin ser
responsables de sus actos. La amnesia (una pérdida menos específica de la
memoria) puede
resultar de un daño cerebral, pero algunos casos de amnesia aparentemente
también son
consecuencia de la represión de recuerdos.
La represión, en la cual se “bloquea” a la memoria, no siempre es una incapacidad
grave. Se ha
informado de casos extremos de amnesia en los cuales el paciente ha mantenido
una vida
evidentemente normal. Sigmund Freud sostuvo que todo olvido (además de las
equivocaciones
involuntarias y los “lapsus linguae”) tienen un motivo. Olvidamos muchas cosas que
nos serían
embarazosas o perjudiciales y reprimimos” los episodios de nuestra niñez que
pudieran hacernos
sentir ansiedad o culpabilidad.
Aun cuando la teoría de Freud no se puede corroborar científicamente ni abarca
tanto como se
había sugerido, tiene algo de verdad -una cierta exactitud pragmática que la mayoría
de nosotros
reconoce. La ansiedad puede hallarse involucrada en algunas fallas simples de la
memoria. Piense
en el escurridizo nombre que escapa de su mente justo cuando lo necesita. Está ahí,
en la punta de
la lengua y, sin embargo, mientras más se esfuerza por recordarlo, más
desesperado se siente y es
menos probable que lo logre.
Si no lo puede recordar, deje de preocuparse. Conforme su ansiedad disminuya,
probablemente el
nombre emergerá hasta su conciencia.
No complique el asunto
La memoria, por tanto, se encuentra claramente influida por el carácter de la
información que se
desea recordar, por nuestro estado mental, así como por varios factores. También
es importante la
situación en que nos encontremos al memorizar la información. Los conceptos de
inhibición
retroactiva y proactiva establecen claramente que el aprendizaje se debe realizar a
una velocidad
constante. Si necesita saber algo en la mañana, apréndalo antes de irse a dormir. Y
no “complique
el asunto” con hechos innecesarios. Endel Tulving, psicólogo de la Universidad de
Toronto, ha
explorado los factores que ayudan a recordar o impiden hacerlo cuando una persona
tiene sólo
unos cuantos segundos para asimilar listas de palabras (Tulving, 1978). Sus
resultados son
fascinantes, a no ser por su complejidad.
Algunas personas pueden recordar las palabras presentadas de esta manera, si se
les pide que lo
hagan en la misma habitación donde las aprendieron. Otros lo hacen mejor si se les
dan “claves”
sin relación alguna con las listas, etc. Tulving sostiene que el recuerdo es un
proceso constructivo,
el cual depende de las “huellas de la memoria” mismas y del “ambiente cognoscitivo”
de la persona
que va a recordar, en el momento de realizar dicho proceso. La memoria se
relaciona con el
“estado general de la mente” de la persona, insistiéndose una vez más en la
importancia de la
organización y del significado.
Año tras año, a medida que los especialistas llevan a cabo complicadas
investigaciones, la
memoria va surgiendo como la más asombrosa de todas las facultades humanas. En
realidad no se
puede esperar una explicación sencilla acerca de una facultad que nos sitúa en el
tiempo y registra
nuestra propia individualidad y de la cual depende, en términos reales, nuestra
percepción de “la
vida”.
Aún cuando en la actualidad falta llegar a una explicación definitiva acerca de la
fisiología de la
memoria, desde el comienzo de la historia los seres humanos han comprendido
bastante bien
cómo funciona en la práctica y han desarrollado métodos para hacerla más eficiente.
Las reglas
para lograrlo son pocas: evitar la ansiedad y organizar el material que se va a
memorizar.
Para decirlo más claramente, la ansiedad es enemiga de la memoria y la relajación,
su amiga. Si se
encuentra encerrado y se siente tenso, descanse unos minutos antes de intentar
memorizar hechos
importantes.
Después, organícelos. Al organizarlos antes de su “asimilación”, usted aumenta la
eficiencia del
almacén de su memoria -podrá recordarlos mejor. No trate de memorizar cosas que
no entienda;
dése tiempo para entenderlos y organizarlos.
Formas para mejorar la memoria
Pruebe algunos trucos de memorización, tan útiles ahora como cuando los utilizaron
los oradores
griegos. Existen muchas variaciones sobre las tres estrategias mnemotécnicas
básicas: el contexto y
las imágenes, la visualización y las frases mnemotécnicas. Todas mejoran con el
uso y se basan en
la asociación -la cual es otra forma de decir organización.
El contexto y las imágenes. La memoria se puede incrementar hasta siete veces
más, siempre que
haya un contexto apropiado. Tomemos como ejemplo una lista de compras. Usted
necesita:
zapatos, cerillos, peras, una coliflor, unas pasas y un cinturón. Mezcle todos estos
artículos
inconexos en una historia sencilla -a fin de relacionarlos dentro de un contexto.
Cuanto más raro y
gracioso sea el juego de palabras, tanto mejor -¡le será mucho más fácil recordar!
He aquí el final
de nuestro ejemplo:
“Necesitas zapatos, pero “¿esperas encontrarlos del color de los cerillos? No sé,
pero, si pasas
por la tienda esconde en tu cinturón una coliflor y me la traes.’’
Esta es una de las pocas técnicas donde las estrategias o historias más extrañas
dan muy buenos
resultados.
Las imágenes visuales son otra técnica muy útil. Imagine una habitación que
conozca bien, o un
jardín -o bien un mapa o una casa de muñecas. Una vez ubicado, simplemente
“esconda” los
hechos en diferentes lugares de la habitación. Cuando necesite recordarlos,
reconstrúyala en su
mente y búsquelos. Ahí estarán.
Las siglas representan la estrategia más usada por los estudiantes de psicología que
desean
recordar una forma de clasificar las diferentes psiconeurosis: ¡AH! PAN HOF. Las
letras iniciales
actúan como percheros donde se “cuelgan” las neurosis: la Ansiedad, la
Hipocondría, la
Personalidad múltiple, la Amnesia, la Neurosis depresiva, la Histeria conversiva, las
Obsesiones
compulsivas y las Fobias.
Para casi todas las listas, que los estudiantes deben aprender, hay una oración que
se ha vuelto
tradicional. Pero muchas son tan vulgares que no las podemos reproducir. La
elaboración de sus
propias frases mnemotécnicas constituyen una actividad divertida, la cual aumenta
la eficacia de
esta tan notable capacidad del cerebro humano.
Aquí se presentan algunas guías más para obtener un aprendizaje más efectivo:
¿El todo o las partes? ¿Es más sencillo aprender un poema de 12 líneas como un
todo o como
12 líneas independientes? En este caso, el método total es mejor que el parcial.
Pero esto no
siempre es así, como podría confirmarlo cualquier jugador de tenis. El aprendizaje
de los golpes y
tácticas de movimiento, por separado, mejora la calidad del juego en general.
La práctica general o distribuida. Aprenda un poco cada vez, en lugar de hacerlo
todo de
golpe. Si puede dedicar dos horas al día para aprender algo, divida su tiempo en
porciones de
media hora. Es obvio que el cerebro necesita tiempo para considerar la información
de entrada y
registrarla en el banco de memoria a largo plazo. Estudiar antes de dormir también
parece
aconsejable.
La retroalimentación. Examinar el proceso de aprendizaje permite localizar el
problema en el
momento en que ocurre, asimismo hace más emocionante el aprendizaje; la
expectativa y la
curiosidad son factores importantes que estimulan el proceso.
No es sólo una caja de registro
A lo largo de este capítulo se ha insistido en dos temas relacionados: la organización
y el
significado. La memoria no es simplemente un sistema de almacenamiento de
hechos y
experiencias inconexas entre sí: se trata de un proceso dinámico que opera con una
mayor eficacia
sobre el material significativo y bien organizado.
En los dos últimos capítulos hemos visto que nuestra capacidad para aprender,
nuestra
susceptibilidad al condicionamiento clásico y operante, así como nuestros recuerdos,
nos capacitan
para enfrentarnos a la vida. Estas facultades nos permiten llevar una vida fructífera y
llena de
satisfacciones. ¿Qué nos hace decidir exactamente cuál será la vida fructífera y
satisfactoria, y qué
nos lleva a conseguirla? En el capítulo 5 se analiza el tema de la motivación
humana.