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Desarrollo indígena y globalización
Consultoras indígenas – Gregoria Flores
I.
Introducción
Los aproximadamente 410 Pueblos Indígenas del continente alcanzamos una población de
más de 50 millones de personas, compuestos por un mosaico de culturas con múltiples
manifestaciones de organización social y religiosa, y herederos de un rico conocimiento
tradicional, interconectado con el uso y conservación de nuestro medio ambiente donde se
encuentra hasta la fecha la más rica biodiversidad.
Desde el arribo hace 500 años de los Europeos al continente, se truncó la evolución de las
civilizaciones y culturas autóctonas, lo cual implicó la imposición de modelos sociales,
económicos y políticos los que afectaron a casi todos los pueblos. Los modelos de dominación
continúan hasta la fecha, encontrándonos actualmente en la encrucijada de atender los
mandatos impuestos por los organismos internacionales y/o defendernos de los embates de
los tambaleantes Estados-nación, los que prosiguen en sus cruzadas de sometimiento y
colonialismo interno.
El proceso de conquista, colonia, el positivismo impuesto por los regímenes liberales
burgueses, y en las últimas décadas el desarrollo, han utilizado nuestros territorios como una
mercancía y los pueblos como mano de obra a la disposición de los apetitos del mercado.
La teoría del desarrollo ha sido en definitiva formulada desde una perspectiva colonialista y
patriarcal, la que ha dejado pocos espacios para que las cosmovisiones de nuestros pueblos
sean respetadas. El lenguaje del desarrollo implica de por sí un rechazo a "el otro", y esta
fundamentada en una visión totalmente eurocéntrica donde la relación de centro periferia
conlleva al saqueo no sólo de los recursos naturales, sino a la conversión de los seres
humanos en una simple mercancía.
En los últimos años se han venido dando procesos de apertura en foros internacionales, donde
la participación de algunos líderes indígenas ha dejado escuchar nuestros reclamos; sin
embargo no ha existido ninguna mejoría en las condiciones de nuestros pueblos y mucho
menos en la situación de la mujer indígena. Los convenios internacionales se han convertido
en un reconocimiento a medias, socavando La visibilización la cual se hace desde posiciones
de poder, con la perspectiva del pensamiento y discurso dominante.
Después del desmantelamiento de las economías Keynesianas y la imposición de la
globalización neoliberal basada en el llamado "Consenso de Washington", ha existido un
crecimiento económico pero a pesar de eso la pobreza ha proliferado y podemos señalar de
una grave feminización de la misma.
La crisis económica y ambiental que se vive a escala planetaria, exige un inmediato
cuestionamiento de los impositivos parámetros económicos cuyas nefastas consecuencias
venimos sufriendo, al mismo tiempo reconstruir nuestro propio pensar, el cual ha sido
secuestrado por la cultura dominante, la que durante siglos se ha dedicado a erosionar
nuestras tradiciones.
Nos cabe, pues, una reflexión más profunda sobre la esencia dominadora del poder, que
requiere ya no sólo una deconstrucción de la historia en sus opuestos binarios masculino/femenino, blanco/no blanco, público/privado, razón/emoción, Norte/Sur-, sino de
nuestra propia subjetividad: cómo cada una de nosotras hemos interiorizado el poder, como
cada una de nosotros reproducimos la dominación y la sumisión a la otra cultura.
II.
Desarrollo
Es desde la oficialización de la palabra desarrollo, cuando Harry Truman en su discurso de
investidura en el año de 1949, invocó la necesidad de la intervención de los Estados Unidos en
las naciones extranjeras, para realizar el "progreso industrial" con el fin de "elevar el nivel de
vida" en las áreas subdesarrolladas" del mundo, con esto dio partida a una era donde se creó
una filosofía basada en dogmas que pretenden la aplicación de la ley universal del progreso,
sustentado en modelos de crecimiento y de redención de la "pobreza".
Hace ya más de 50 años que se ha venido aplicando los planes de desarrollo que han sido
trazados por los organismos financieros internacionales, los cuales surgieron después de la
segunda guerra mundial, a los que se les confió la tarea de fijar el rumbo que habrían de seguir
los países bajo la égida de los Estados Unidos y que se conformaron en las llamadas
instituciones de Bretón Woods.
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se han encargado de planificar los planes
de desarrollo que habrían de lograr el progreso y crecimiento al nivel planetario, sin que hasta
la fecha hayan obtenido logros concretos en su misión. Al contrario, pare ser que los
resultados obtenidos ponen en duda la efectividad de la misión asumida.
La erosión genética, cultural y social que ha conllevado el desarrollo en la mayoría de los
países donde ha sido aplicado, ha puesto en peligro los recursos necesarios para la
subsistencia de la mayoría de los Pueblos Indígenas del continente y el planeta.
El principio organizador del desarrollo económico, basado en la acumulación del capital como
eje del crecimiento, no ha hecho más que desvalorizar la naturaleza y los seres humanos,
poniendo en peligro las cosmovisiones de nuestros pueblos, las que se basan en la armonía
entre la naturaleza y sus habitantes.
El concepto de desarrollo, de por sí, es parte de una visión monolítica la cual ha venido
variando de adjetivos, sin que se haya cuestionado su esencia. Como lo señala Arturo
Escobar: "Tanto en ciencia política como en sociología, tanto en la economía como en la
economía política, se ha hablado de desarrollo sin cuestionar su status ontológico, habiéndose
identificado como teoría de la modernización o incluso con conceptos como dependencia o
mundialización, y habiéndosele clasificado desde desarrollo de mercado no intrusivo, hasta
autodirigible, sostenible o ecológico, los sinónimos y calificativos del término desarrollo se han
multiplicado sin que el sustantivo en si se haya considerado básicamente problemático".
Se ha tratado de reconceptualizar el concepto de desarrollo, tal como lo hizo el Reporte
Brundtland (1987), en el cual se anuncia el matrimonio entre el gran apetito por el crecimiento
económico y la preocupación por el medio ambiente. La convicción de ser capaz de abolir la
pobreza fue, y aún es, la única pretensión importante de la ideología del desarrollo. La pobreza
se ha convertido en una medida de términos económicos, donde se señala el subconsumo
como índice capaz de reducir estilos de vida a simples "informes económicos", bajo la óptica
de los países industrializados, los que en su mayoría fueron potencias coloniales y hasta la
fecha la interrelación de poder incide en la visión de los objetivos concretos de dominación que
son recetados por los planificadores del desarrollo.
Los hábitats de los Pueblos Indígenas de América coinciden con la mayoría de los remanentes
de los recursos naturales del continente. De allí que nuestros pueblos sean más que nunca
sujetos a ser "desarrollados", y el discurso oficial se preocupe por el grado de pobreza que nos
embarga, sin haber tomado en cuenta la dramática situación de la tenencia de la tierra que
padecemos la mayoría de los pueblos autóctonos del continente.
Desarrollo indígena y globalización
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En los últimos días se ha venido cuestionando por parte de los organismos rectores de la
humanidad, los resultados concretos y consecuencias de las políticas de desarrollo, las que
pasaron de una visión Keynesiana de la economía, a una salida neoliberal la que ha
desestabilizado a los Estados-nación en beneficio de las corporaciones transnacionales.
El Banco Mundial viene haciendo predicciones sobre un incremento de la población mundial a
9 mil millones de personas para mediados de este siglo, los que movilizaran un capital de 140
billones. La dimensión de esta economía conllevará a una catástrofe ambiental de
consecuencias inimaginables.
Si los hábitos de consumo de los países industrializados se propagan a las naciones del sur,
en especial el alto despilfarro de combustibles fósiles, es muy probable que el proceso de
calentamiento global se incrementará, al mismo tiempo que existirá una desestabilización
social a escala planetaria. El reporte del banco Mundial hace énfasis en el consumo voraz por
parte de ese 20% de habitantes del planeta que concentran el 85% de la riqueza (The
Guardian, Londres, 29 de agosto 2002).
Se acaba de celebrar la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, donde el texto final ha
sido precocido, bajo el fuego de los intereses de los países industrializados y las
multinacionales. La sostenibilidad del planeta se ha quedado en un discurso con poco espacio
para ser aplicado, y donde los Pueblos Indígenas quedamos sujetos según el Convenio de
Biodiversidad, a los gobiernos nacionales para que decidan quién es realmente el dueño de los
recursos genéticos, exponiéndonos a la bioprospección y la biporatería.
Se han dado casos aislados de pueblos en América que han logrado un cierto despegue
económico o cultural, pero la gran mayoría se encuentran viviendo bajo hostigantes regímenes
de colonialismo interno, dando lugar a que la recuperación territorial y de tradiciones, se
conviertan en procesos organizativos que algunos han llamado desarrollo (Doce Experiencias
de desarrollo Indígena en América Latina, FONDIN-BM)
Las políticas de desarrollo con sus diversos adjetivos están sujetas a la política hegemónica de
la globalización neoliberal, la que ha impuesto su sello colonialista en la relación entre el centro
y los que somos la periferia de la periferia. No podemos eludir los resultados concretos de la
globalización neoliberales los que reflejan una visión neocolonialista y homogeneizadora.
En las últimas décadas, la lista de los valores de Occidente está encabezada por el desarrollo
económico, la productividad, la ganancia, el crecimiento, el "progreso" y la competencia. No se
trata de rechazar a priori los valores de Occidente, ni de declararlos en sí mismos negativos o
perjudiciales. Se trata de si son los únicos, o deben ser siempre los principales a pesar de
habernos encaminado por los derroteros de la catástrofe ambiental. La pregunta de la
encrucijada es si sólo esos valores impuestos deben ser tenidos en cuenta o si el mundo de
hoy debe considerar otros valores, otros modelos, de otras culturas que sobreviven en el
planeta y en el continente.
III.
Globalización
La globalización es la característica principal del ciclo histórico inaugurado por la caída del
muro de Berlín, en noviembre de 1989 y la desaparición de la Unión Soviética en diciembre de
1991. Su empuje y su potencia son tales, que nos obligan a redefinir conceptos fundamentales
sobre los que reposaba el edificio político y democrático levantado a finales del siglo dieciocho:
conceptos como Estado-nación, soberanía, independencia, fronteras, democracia, Estado
benefactor y ciudadanía.
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La globalización no apunta a conquistar los países, sino los mercados. Su preocupación no es
el control físico de los cuerpos ni la conquista de territorios, como fue el caso durante las
invasiones o los periodos coloniales, sino el control y la posesión de las riquezas.
La consecuencia de la globalización es la destrucción de lo colectivo, la apropiación de las
esferas pública y social por el mercado y el interés privado. Actúa como una mecánica de
selección permanente, en un contexto de competencia generalizada. Existe competencia entre
el capital y el trabajo, pero -como los capitales circulan libremente y los seres humanos son
mucho menos móviles- el capital siempre gana. Los fondos privados de los mercados
financieros tienen ahora en sus manos el destino de muchas empresas nacionales y la
soberanía de numerosas naciones y también, en cierta medida, la suerte o el destino
económico del mundo.
La globalización económica que se practica actualmente tiene su origen en los procesos de
mundialización que se remontan a tiempos remotos, cuando los flujos de tecnología y de ideas
sacudieron a la humanidad. La historia de la humanidad está llena de ejemplos que se han
dado desde épocas remotas. "La alta tecnología a finales del año mil incluía el papel, la
imprenta, el arco, la pólvora, la suspensión de puentes mediante cadenas de hierro, la cometa,
la brújula magnética, el molino de rueda y la hélice. Hace un milenio estos elementos eran
empleados extensamente en China y eran prácticamente desconocidos en cualquier otro lugar.
La globalización los trasladó a través del mundo, incluida Europa" (A. Sen, 20001).
Hay ejemplos de cómo las ideas fueron diseminadas tal como el caso del sistema decimal, el
que surgió y se desarrolló en India entre los siglos II y VI y poco después fue usado por los
matemáticos árabes. Estas innovaciones llegaron a Europa durante el último cuarto del siglo X
y empezaron a tener impacto real en los primeros años del último milenio, cuando jugaron un
papel importante en la revolución científica que contribuyó a transformar Europa.
El proceso actual de globalización más allá de la imposición de la economía de mercado
occidental a una vasta mayoría de habitantes del planeta, a los que hemos utilizado o utilizamos
las llamadas economías de "subsistencia" o tradicionales, las cuales nos han permitiendo
durante siglos mantener una relación armónica con la naturaleza, otorgando al ser humano un
espacio privilegiado, sin concebir la naturaleza ni sus habitantes como una mercancía.
Actualmente existe un intento frenético por parte de los países industrializados de proceder a una
globalización cultural del planeta. La apropiación de los espacios culturales por parte de los
monopolios que controlan la creación y distribución de la información, se refleja en una
homogeneización de las diversas culturas, las que adoptan un discurso infantilizante que va en
detrimento de lo local. De esta forma el sistema mediático se ha definido como el aparato
ideológico de la globalización, existiendo una tendencia a las megafusiones de las multinacionales
del ramo, dando lugar a la existencia de caciques de la "sociedad de la información".
La supuesta revolución que se está generando en la "sociedad de la información", ha dado
lugar a el mito de una democratización del acceso y difusión de la información, fenómeno que
supuestamente generaría un acercamiento a los beneficios que promete la retórica de la
globalización instaurada por las elites dominantes del planeta.
Desde la reconfiguración cultural de la política global que sucedió con el derrumbe de la
antigua Unión Soviética, se comenzó a hablar de un "Nuevo Orden Global", como la fase
superior de ese neoliberalismo que se ha venido implementando en los países capitalistas y
sus áreas de influencia.
Ahora bien, quienes se han encargado de asumir ese rol globalizador, son los que Samuel
Huntington llama la cultura Davos, "Cada año, aproximadamente un millar de hombres de
negocios, banqueros, funcionarios estatales, intelectuales y periodistas de decenas de países
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del mundo se reúnen en Davos, Suiza, en el Foro Económico Mundial. Casi todas estas
personas por lo general comparten creencias en el individualismo, la economía de mercado y
la democracia política. Estas personas de Davos controlan prácticamente todas las
instituciones internacionales, muchas de las administraciones estatales del mundo y la mayor
parte del potencial económico y militar del mundo. La cultura Davos, por tanto, es
tremendamente importante. Pero, ¿cuánta gente en todo el mundo comparte dicha cultura?"
Occidente viene tratando de imponer su visión como una civilización universal, donde la
modernización se convierte en una forma de credo, que se impone a las culturas tradicionales,
confiriéndoles pautas de consumo e intentando incorporarlas a la cultura de masas. La
modernización tiene como claves la industrialización y urbanización, teniendo como eje la
expansión del conocimiento científico y tecnológico iniciado desde la revolución industrial del
siglo XVIII. Pero la occidentalización no necesariamente implica que tiene que existir la
modernización, como ha sido demostrado en varios rincones del planeta, donde la expansión
del área de influencia de occidente no ha plasmado su visión de modernización.
Los efectos nocivos que devienen de la implantación obligatoria de la economía de mercado la cual es presentada como una panacea que supuestamente resolvería la problemática de la
llamada pobreza- no ha sido asumidos por los preconizadores de la globalización económica,
los que persisten en mantener que los efectos benéficos están por llegar. Hasta la fecha
podemos enumerar una serie de catástrofes económicas con repercusión a escala planetaria
tales como el que padece actualmente Argentina y otros países del cono sur, los tigres
asiáticos a finales de los noventas y México en 1994. Las imposiciones de liberalización de los
mercados financieros y de capitales y el desmantelamiento súbito de los estados nación, ha
tenido consecuencias desastrosas para muchas de las naciones llamadas "en desarrollo".
Durante décadas los países del sudeste asiático obtuvieron beneficios de la globalización
económica, con un beneficio basado en el mercado global de exportaciones y cerrando la
brecha tecnológica. Las diferencias que separan a los países desarrollados de los menos
desarrollados no sólo son de capital y otros recursos sino de conocimiento. Los países del Este
asiático aprovecharon la "globalización del conocimiento" para reducir estas disparidades. Tal
vez la clave en el éxito de algunos países en acceder a los beneficios de la globalización fue
haber determinado su propio ritmo de crecimiento, asegurando una equidad en la distribución
de los beneficios y rechazando las presunciones básicas del "consenso de Washington", que
postulan una intervención mínima del gobierno y una rápida privatización y liberalización.
En América Latina existió un fuerte crecimiento económico en la última década, al mismo tiempo
se incrementaron los indicadores de la pobreza, demostrando una vez más que crecimiento
económico no implica desarrollo. América Latina es la región del planeta con la más injusta
distribución del ingreso, peor que en la India y en los países africanos al sur del Sahara.
La desigual distribución del ingreso en América Latina se constata con todos los indicadores
usuales. El coeficiente de Gini (basado en la curva de Lorenz), que en el peor de los casos toma
el valor de 1,00, es en América Latina (todos los países) de 0,49. En Brasil es incluso de 0,60
(como referencia de comparación: en el sur de Asia es de 0,32 y en le este de Asia y el Pacifico
es de 0,38). Un bajo coeficiente de Gini en América Latina, el de Bolivia con un 0,42 mayor que
el promedio de todas las grandes regiones del mundo, excepto África. También la medida por
"quintiles", es decir, qué porcentaje del ingreso nacional recae sobre el 20% más pobre, sobre el
20% siguiente, etcétera, hasta llegar a 20% con mayores ingresos. En América Latina, el 20% de
los más pobres tiene un ingreso que no llega al 5%, mientras que el 20% más rico llega a poseer
el 52%. También en este caso se trata de la mayor desigualdad del mundo.
La desigualdad social llega a valores extremos como el caso de México Brasil y Guatemala,
donde también está muy extendida la pobreza. Entre pobreza y redistribución de la riqueza
existe en este caso una relación, aunque no siempre tiene que ser necesariamente así. Bolivia
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prueba lo contrario: aun siendo uno de los países más pobres del continente, tiene la menor
desigualdad en el continente en cuanto a la distribución del ingreso y patrimonio.
La aplicación de las medidas neoliberales, a partir de la crisis de la deuda a comienzos de los
años 80, tales como la liberalización de la economía, la que incluye apertura de mercados,
reducción del estado, retiros de la burocracia estatal de numerosos sectores sociales, y una
fuerte contrarreforma agraria la cual ha agudizado la migración y despoblación de las zonas
rurales. Como resultado de las medidas impuestas por el Fondo Monetario Internacional y
otros organismos financieros internacionales, se ha incrementado la pobreza, erosionando la
seguridad social y la democracia en la región, hasta el punto que las turbulencias sociales se
suceden por doquier con un grave deterioro del respeto a los derechos humanos y una
tendencia a la militarización de la región con fachada democrática.
La liberalización de los mercados de capitales no ha producido crecimiento. ¿Cómo se puede
instalar fabricas o crear empleos con dinero que entra y sale de un país de la noche a la
mañana? Los "capitales golondrinas" se han ensañado sobre las finanzas de las naciones
pobres, ávidas de inversión para poder lograr insertarse en el ámbito de las finanzas
internacionales dominado por mega-corporaciones, muchas de ellas con capitales superiores a
los PIB de las naciones con que negocian. La liberalización de los mercados de capitales viene
acompañada inevitablemente de una enorme volatilidad, la cual impide el crecimiento e
incrementa la pobreza. Aumenta los riesgos de invertir en el país y por lo tanto los
inversionistas exigen un bono de riesgo en forma de utilidades mayores que las normales. La
alta volatilidad incrementa la posibilidad de recesiones. Y ante el desmantelamiento de las
redes de seguridad social como consecuencia de la disciplina presupuestaria surge una
inhabilidad total por parte de los gobiernos para atender la crisis permanentes que se ha
venido padeciendo en las últimas décadas.
Las cosas son peores aún, porque conforme a las doctrinas de la "disciplina de los mercados
capitales", si los países tratan de gravar el capital, éste huye. Por consiguiente las doctrinas del
FMI conducen invariablemente a un incremento en las cargas impositivas de los pobres y la
clase media. Así, mientras las garantías del fondo permiten a los ricos sacar su dinero en los
términos más favorables, la carga de pagar los préstamos recae sobre los trabajadores que se
quedan en lo países.
Los países industrializados han hecho caso omiso a todas las señales ominosas que suelen
preceder los estallidos sociales. El Consenso de Washington sigue siendo aplicado de forma
dogmática, para ello se han creado una serie de instituciones globales como instrumentos para
disciplinar el sur. Un importante aspecto de la globalización es la creciente importancia de los
acuerdos comerciales, claves para la liberalización económica, y al mismo tiempo, como
mecanismos de que se vale el pequeño puñado de naciones industrializadas para disciplinar a
los países en desarrollo.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) es sin duda la institución más importante en lo
atinente al desarrollo y puesta en práctica de los acuerdos comerciales, siendo el órgano
ejecutor preferido de los países industrializados para organizar e imponer su gobierno global
en el campo económico.
La asimetría que prevalece en los foros internacionales que se han creado pone a los países
"en desarrollo" en serios aprietos. La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico) es marco de tratativas en torno a un denominado Acuerdo Multilateral de
Inversiones, AMI, que contempla los siguientes derechos de los inversionistas internacionales:
acceso, radicación, trato igualitario con las empresas locales, libre ingreso y egreso de
capitales y generosas indemnizaciones en caso de expropiaciones. Muchas de estas
condiciones y otras más comprometedoras son estipuladas por el ALCA, el que abre las
puertas a una intervención directa de parte de los capitales estadounidenses en las finanzas
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latinoamericanas, reduciendo los derechos de las naciones firmantes a los caprichos del
capital del norte.
Instituciones como la OMC, BM, FMI, OCDE, y otras más, se han convertido en un sistema ad
hoc de manejo global, pero éstas están muy lejos de ser un gobierno global y carecen de un
sistema democrático de rendición de cuentas. A pesar de haberse demostrado cuan erróneas
y desastrosas han sido las consecuencias del desmantelamiento de la economía Keynesiana y
la aplicación del neoliberalismo, se prosigue en el mismo derrotero de incrementar el hambre
con medidas económicas desacertadas, que conllevan a una frenética erosión del medio
ambiente y sus terribles consecuencias en un planeta que agotó el uso de sus recursos de
base además de llegar a niveles de contaminación y calentamiento global irreversibles.
Los riesgos globales que padece el planeta, en parte como consecuencia a la utilización
desmesurada de combustibles fósiles, nos hace cuestionar la visibilidad de la aplicación de los
modelos económicos imperantes. Los desastrosos hábitos de consumo que impone la
economía de mercado se reflejan en fenómenos tales como el calentamiento global,
pandemias agudas, escasez de agua, presencia de contaminantes permanentes, deterioro en
la producción agrícola. La falta de voluntad política por parte de las nación más contaminante
del planeta, a asumir los compromisos de los Acuerdos Kyoto sobre la reducción de emisiones,
pone en la palestra publica a los Estados Unidos, y su capacidad de destruir los esfuerzos
globales de frenar las serias catástrofes que estaremos encarando los países del sur, como
consecuencia del calentamiento global.
Desgraciadamente, dentro de estos acuerdos entra en juego el Mecanismo de Desarrollo
Limpio, los que podrían convertirse en un espada de Damocles, al instaurar de forma
inconsulta enormes plantaciones de árboles, con el supuesto propósito de secuestrar carbono,
en los que han sido tradicionalmente los territorios ancestrales de los Pueblos Indígenas. Estos
en su gran mayoría carecen de reconocimiento jurídico por parte de los Estados-nación, lo cual
dará lugar a lo que podríamos llamar Carbono-colonialismo.
En cuanto a los "derechos de propiedad intelectual relativos al comercio" (TRIPS, por sus
siglas en ingles), los países del sur han visto como los recursos genéticos han pasado de ser
un patrimonio de la humanidad a una simple mercancía. El derecho a monopolizar por parte de
las transnacionales ha defenestrado el ideal de compartir, que ha prevalecido en nuestras
cosmovisiones. Los derechos de patentes son detentados en un 97% por los países
industrializados, desdeñando en el caso de los Pueblos Indígenas, lo que ha sido nuestro
conocimiento tradicional, el que a través de los siglos ha domesticado muchas de las especies
que son básicas para la alimentación de la humanidad.
Entre muchos de los ejemplos de apropiación de nuestro conocimiento está el de la Ayahuasca
o Yage, una planta psicoactiva utilizada por los pueblos de la cuenca del Amazonas con fines
religiosos. A finales de la década pasada fue patentada por un ciudadano estadounidense
dueño de una compañía farmacéutica. Inicialmente la patente fue revocada a petición de la
COICA, la que llevó el caso ante los tribunales de los Estados Unidos, señalando el caso como
simple biopiratería. Para el año pasado una corte de apelaciones invalidó la primera sentencia,
creando precedentes dramáticos para lo que se convertirá en una sucesión de patentes que
afectarán a los Pueblos Indígenas y a la población del planeta.
El nim y el arroz basmati de la India, el frijol amarillo de Méjico, la quinua de los andes, entre
otros, han pasado por situaciones similares de biopiratería como la de la ayahuasca, siendo
estos productos patentados por la Oficina de Patentes y Registros de Marcas de los Estados
Unidos (PTO), en beneficio de ciudadanos y empresas de dicho país. La Dupont obtuvo en el
2001 la aprobación de una patente sobre variedades de maíz con más del 6% de aceite y un
55% de ácido oleico. La Dupont reclama propiedad de ciertos tratamientos en plantas que ellos
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no han inventado, que pudieran haberse desarrollado naturalmente o haber sido obtenidas a
través de mejoramiento por distintos genetistas hace mucho tiempo.
El maíz es originario de Mesoamérica, y se ha extendido su uso en los últimos 500 años por
todo el planeta. A pesar de ser el maíz una cosecha estratégica para nuestros pueblos, las
multinacionales no han reparado en apropiarse del conocimiento tradicional. La voracidad de
estas compañías ha llegado al extremo de pretender controlar el estratégico mercado de las
semillas, las cuales patentan para su exclusivo lucro, poniendo en peligro la seguridad
alimenticia del planeta.
La creación de organismos genéticamente modificados es otro aspecto de la globalización de
los mercados, al introducir las multinacionales que monopolizan la producción sus nuevas
variedades de semillas, las cuales ponen en peligro la biodiversidad, ya que no se tiene idea
alguna de las consecuencias que pueda acarrear la utilización de este tipo de tecnología.
Existe un objetivo claro por parte de transnacionales como Monsanto, Novartis y Aventis, las
que controlan más del 80% del mercado internacional de semillas, en apoderarse del control
mundial de la producción de alimentos, gestando lo que se puede convertir en una de las más
ominosas formas de opresión, al desestabilizar a los países que han sido tradicionalmente
autosuficientes en producción agrícola.
Los países del sur han sido por tradición de vocación agrícola, pero ante la nueva
reconfiguración de mercados, pasamos ha depender de la producción de cereales de los
países industrializados. La asimetría que impera en cuanto a la liberalización de las
economías, está presente en como las economías débiles se ven altamente afectadas por las
subvenciones que aplican a sus producciones agrícolas los países de la Comunidad Europea y
los Estados Unidos, colocando en serios aprietos a la mayoría de los países del sur, que no
pueden competir con los precios impuesto por el norte.
El gobierno norteamericano aporta US $48.500 millones para la subvención de sus productos
agrícolas en el presente año, de un total de US $200 mil millones que contemplan invertir en la
próxima década. Esta inyección masiva de capital con propósitos proteccionistas, por parte del
abanderado de la política neoliberal, el que sin ningún miramiento exige la liberalización del
mercado agrícola del sur, se convierte en una de las más curiosas contradicciones que
embarga a las políticas neocolonialistas de las elites de poder del planeta.
En lo que va de esta década los países desarrollados han gastado más de 350 mil millones de
dólares por año en subsidios agrícolas, o sea seis (6) veces más de lo que han gastado en
asistencia a la pobreza de los 5 mil millones de personas que viven en los países en vías de
desarrollo y que dependen de la agricultura para vivir.
Los Pueblos Indígenas nos vemos fuertemente afectados por las políticas agrícolas impuestas
por los países desarrollados, al subvencionar sus agriculturas cerrando los mercados a
nuestros productos. Esta situación se ha convertido en una cuestión de vida o muerte para
nuestras culturas, ya que desde hace siglos algunas de las economías locales han sido
insertadas a la agroexportación, y la mayoría de los cultivos que se nos han venido imponiendo
están sujetos a los vaivenes de los mercados internacionales.
Café, banano, palma africana, cacao, han sido los ejes de las economías de muchos de los
países del sur, los que han visto los precios de estos productos colapsar ante la saturación de
los mercados, siendo esto en muchos casos resultado de las políticas impuestas por los
organismos internacionales y la desarticulación de los mercados de cuotas, al implementarse
la libre competencia entre productores. Como un ejemplo contundente está la caída del precio
del café, al proporcionar el Banco Mundial empréstitos multimillonarios a Vietnam para producir
café, un país que en la década de los 90 ya ocupaba el segundo lugar en la lista de
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productores mundiales, es decir, que producía ya para un mercado caracterizado por la
sobreoferta. El colapso de las economías cafeteras ha arrastrado a millones de pobladores
rurales a una crisis sin precedentes que alimenta la migración rural y a engrosar los cinturones
de pobreza de las urbes de los países en "vías de desarrollo".
Los derechos de los agricultores se han venido discutiendo durante los últimos 20 años, en
foros internacionales como la FAO, desembocando en un acuerdo en el año 2001 que no sirve
para nada, es decir que no garantiza la supervivencia de la agricultura agroecológica de
cientos de millones de campesinos y campesinas.
Los "Derechos de los Agricultores", ésa fue una idea nacida de la injusticia de tener que pagar
royalties (derechos de patentes) por el uso de semillas comerciales, cuando la agricultura
campesina había seleccionado y coevolucionando las semillas sin cobrar nada, durante más
de cinco mil años.
La contaminación de las cepas tradicionales de maíz, con maíces transgénicos, la que se ha
venido señalando recientemente en Méjico, por parte de la CONABIO y el Instituto Nacional de
Ecología, y que previamente había sido señalada por los científicos David Quist e Ignacio
Chapela en un artículo publicada en la revista Nature, demuestra el peligro de contaminación
de especies en su hábitat natural, las que se hibridan con las especies genéticamente
modificadas. En México desde 1998 se mantiene la prohibición de sembrar maíz
genéticamente modificado, pero a pesar de eso se importa unos dos millones de toneladas del
grano transgénico. Parte de éste es distribuido en el campo mexicano y puede ser usado como
semilla por productores rurales.
Las consecuencias de esta situación son espeluznantes, ya que un 30% del maíz producido en
Méjico ha resultado positivo a la contaminación de transgénicos, poniendo de esta forma en
peligro las más de 500 variedades de maíces que han estado presentes en lo que se puede
considerar la cuna mundial de este importante cereal para la alimentación planetaria y, en
especial, para nuestras culturas que lo hemos visto como una deidad.
La campaña desatada por las transnacionales productoras de transgénicos, en contra de los
científicos que denunciaron la contaminación del maíz, muestra la capacidad de control que
tienen las multinacionales, las que por medio del "mercadeo viral" logran "manufacturar
consenso" sobre tópicos que puedan empañar sus imagines de supuesto altruismo. La
contaminación transgénica del maíz nativo en México es actualmente uno de los temas más
candentes de la industria biotecnológica. Conviene entonces estar alertas a los mensajes
aparentemente científicos y "preocupados por nuestro bienestar", para así poder responder a
una de las amenazas más graves para nuestros pueblos.
Actualmente se negocia el Acceso a los Recursos Genéticos, el que fijaría las pautas sobre la
bioprospección y la participación en los beneficios de la comercialización del patrimonio
genético, el que está íntimamente ligado a nuestros conocimientos tradicionales. La avidez de
las empresas biotecnológicas de patentarlo todo, pone en riesgo las cosmovisiones de los
pueblos, ya que la impotencia económica para patentar -un proceso que puede costar grandes
cantidades de dinero- no significa obtener grandes ganancias, pero sí estaríamos a merced de
las empresas multinacionales, las que estarían dispuestas a comprar inventos a bajos precios.
Esta visión mercantilista del mundo agota las cosmovisiones de los Pueblos Indígenas. Una
metáfora ideada por un activista Quechua nos da una referencia muy lúcida de la problemática:
"Un robo a una casa. Los ladrones huyen con el botín. En el último momento, uno de ellos
voltea y se despide del dueño amordazado: No te preocupes, tendrás un lugar en nuestro
esquema de participación sobre los beneficios del robo. Te enviaremos un cheque".
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La biotecnología a pesar de proponer una "nueva ética", no sólo apoya los transgénicos - una
explotación agrícola altamente agresiva para el medio ambiente- la cual representa un riesgo
importante para la agricultura orgánica y la biodiversidad. Los grandes pulpos farmacéuticos
han venido realizando una intensa bioprospección con miras a generar un sinnúmero de
nuevos medicamentos derivados de las plantas utilizadas por nuestros chamanes y curanderos
durante siglos. Bajo esta perspectiva el "consentimiento previo" de una comunidad haría
patentables conocimientos que pueden haber estado en el dominio público desde siempre.
En la última década se ha venido dando una visibilización de nuestros pueblos, que
desgraciadamente se hace desde posiciones de poder, pensamiento y discursos dominantes.
Los centros de poder han logrado filtrar las imágenes sociales y, al mismo tiempo, permitido
que se difunda aquella información que les es funcional. Convenios internacionales, tales como
el Convenio de Biodiversidad y el 169 de la OIT han creado altas expectativas, al mismo
tiempo el sistema se vanagloria de estos reconocimientos parciales, los que cumplen el
objetivo de alejar las acusaciones de racismo y explotación. El reconocimiento por el artículo 8j
del CBD, ha reducido a las poblaciones indígenas a comunidades sujetas a los estados
nacionales, mientras los derechos consuetudinarios sobre los territorios y recursos se
convierten en el triste derecho a mendigar compensaciones. En el caso del Convenio 169 de la
OIT, habla de los Pueblos Indígenas, pero permite a los estados hacer las interpretaciones que
les convenga, al igual que muchas de las constituciones nacionales, las que en nombre de una
supuesta preservación territorial no encuentran lugar para los reclamos de las autonomías de
los pueblos.
Es interesante señalar como todavía en este milenio, algunos países hegemónicos tiemblan
ante la utilización de la palabra pueblos, pues todavía están anclados en el concepto de
poblaciones, y en sus documentos finales filtran el significado de pueblos al encerrar la palabra
entre comillas, para así poder preservar sus vetustos conceptos de Estado-nación en una
época donde éstos se ven desmantelados por las multinacionales.
Lorenzo Muelas, indígena Guambiano, ha señalado cómo la participación en estos foros, en
especial en las negociaciones sobre el 8j y la COP5, se revertieron en contra de los intereses
de los pueblos, siendo utilizados algunos líderes indígenas, para instaurar la visión de que el
mercado prima, y así aunándose ellos a los gobiernos, lograron demoler las posiciones que
defienden las cosmovisiones de nuestros pueblos, plagando los documentos finales de
ambigüedades y permitiendo que brotaran tendencias negociadoras y conciliadoras que
proyectaron posiciones poca claras las cuales se prestan a interpretaciones en beneficio de las
multinacionales. En pocas palabras, "Nosotros participamos y ellos deciden".
Uno de los ejemplos más claros de biocolonialismo ha sido el caso de los Ngobe Bugle, a los
cuales, sin su consentimiento, los Estados Unidos trató de patentar un linaje de célula de una
mujer Bugle. El gobierno de Estados Unidos finalmente revocó la aplicación de la patente,
gracias a la presión que efectuaron numerosas ONGs y por el Congreso General del Pueblo
Guaymi. El Proyecto de Diversidad Humana (PDGH) consiste en una red de universidades y
científicos de Norteamérica y Europa que han emprendido un muestreo de sangre, tejidos y
raíces capilares de Pueblos Indígenas de todo el planeta. Los Pueblos Indígenas
representamos la mayor diversidad genética del planeta, en especial aquellos que han
permanecido históricamente aislados.
Los Pueblos Indígenas somos parte de esa última frontera, donde las inexorables leyes de la
globalización, pretender codificar y cuantificar nuestros mundos, en nombre de nobles
empresas como la conservación del medio ambiente y de un "desarrollo sostenible" el que
hasta la fecha está por demostrar, pues desde perspectivas obsoletas y carentes de ética, las
transnacionales pretenden apropiarse no sólo de nuestros territorios y conocimientos sino
hasta de cadenas celulares.
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En las incursiones colonizadoras podemos contemplar un ataque directo a las redes sociales,
afectando enormemente a la mujer y nuestro rol en las sociedades tradicionales. La
pauperización de la mujer es palpable en todo el continente, ya que como ejes familiares en
una gran mayoría de los hogares, nos vemos expuestas al declive en los niveles de vida,
llevando como consecuencia un deterioro ambiental y cultural de consecuencias
impredecibles.
Los retos que confrontamos las mujeres indígenas son más extensos que nunca, exigiendo
una apropiación de espacios para romper la invisibilidad a la que históricamente hemos estado
expuestas. En las últimas décadas se han presentado precedentes que deben ser estudiados y
emulados, para multiplicar los focos de resistencia a las arbitrariedades impuestas por la
neocolonización y para frenar el divisionismo utilizado por los agresores, los que para su propio
beneficio conocen, cultivan y diseminan nuestras debilidades.
El proceso de globalización homogeneizadora es reproducido con una visión vertical y
patriarcal, donde no existe ningún respeto por "el otro", éste es considerado un enemigo
absoluto con derecho a ser desechado cuando deja de ser o no ha sido productivo. Uno de los
pasos más importantes es comenzar con un análisis crítico con el propósito de mapear las
estructuras de poder neoliberal y el contenido de su lenguaje, para así poder diseñar una
estrategia de globalización incluyente y humanizada.
Existen algunos ejemplos aislados de cómo ciertos pueblos han logrado frutos económicos o
reconocimientos territoriales como consecuencia de la globalización, en especial aquellas que
decidieron sus propios rumbos económicos, tal como lo hicieron durante muchos años los
países denominados tigres asiáticos; pero desgraciadamente el lenguaje que impera en
nuestro continente es el del sometimiento fundamentalista a las leyes de mercado, las cuales
no tienen respeto alguno por los Pueblos Indígenas y mujeres en general.
El premio Nobel de economía, Amartya Sen, escribe en Cómo juzgar la globalización: "La
cuestión central de la disputa no es la globalización en sí, ni tampoco el uso de los mercados
como institución, sino la falta de equidad en el balance total de los arreglos institucionales, lo
que provoca una distribución muy desigual de sus beneficios", esta aseveración es clara en
cuanto a la asimetría que prevalece en las relaciones, donde las naciones industrializadas o
postindustriales fijan las condiciones a las naciones pobres en que se llevará acabo la
globalización, imponiendo recetas que ellos mismos eluden en sus propios países.
La abundancia de fisuras en el sistema es una grave señal de que se puede darse una
implosión del sistema económico, por lo cual debemos estar preparadas con las herramientas
para defendernos de lo que sería una situación sumamente peligrosa, ya que en el contexto de
darwinismo social que se practica, nos encontramos enclavados en los estratos más
indefensos, estando expuestos ha ser erradicados como pueblos.
IV.
Economías indígenas
Las economías tradicionales de los Pueblos Indígenas, mal llamadas de subsistencia, por lo
general tienen características premonetaristas, basadas en la reciprocidad, con ideales de una
verdadera abstención de la acumulación. La producción en la mayoría de los casos se aparta de
la lógica de la uniformidad por la diversidad difiriendo de las construcciones más preciadas de la
modernidad como la ciencia positivista, la ley del mercado y la propiedad individual. El uso
colectivo de la propiedad se enmarca en la mayoría de las cosmovisiones de nuestros pueblos,
resaltando una producción dirigida al consumo local más que a los mercados foráneos.
Las economías indígenas están íntimamente ligadas a la madre tierra, de donde obtenemos
nuestro sustento, y hasta la fecha la gran mayoría seguimos dependiendo de nuestra relación
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con ella. Para los pueblos la naturaleza no es una simple mercancía, sino una deidad a la que
nos debemos. Desde la época de la colonia se han venido destruyendo los sistemas
económicos ancestrales, para ser remplazados por una economía de mercado, la que ha
pretendido cuantificar y apoderarse de nuestros recursos, pero no ha logrado afianzarse
debido a la resistencia cultural que hemos practicado.
La reciprocidad que prevalece es un impedimento para la penetración del individualismo, eje
esencial del capitalismo, que viene siendo preconizado como la solución a los enormes niveles
de "pobreza" que afectan a las poblaciones autóctonas.
El trueque sigue siendo una clave de intercambio entre muchos de los pueblos que todavía
radican en sus territorios, ligados a otras formas de intercambio que se impusieron durante la
época de la colonia, sistemas que se encuentran en grave peligro de preservación, ante la
embestida que vienen ejerciendo los organismos financieros y Estados-nación, los que en sus
políticas de "erradicación de la pobreza" contemplan a los sistemas económicos tradicionales
como obsoletos y causantes del deterioro de los niveles de vida.
Los reconocimientos territoriales por parte de los Estados-nación hasta la fecha han sido
mínimos, y en caso de que se realicen no pasan de ser nominales. De allí devienen una de las
problemáticas económicas más graves, ya que la falta de una seguridad jurídica real sobre los
territorios ancestrales, se ha prestado para un saqueo sistemático de nuestros recursos,
convirtiéndose en una seria amenaza para nuestra supervivencia cultural.
Las propuestas de adecuación de servicios financieros para las economías indígenas, se
basan en los mismos conceptos colonialistas que han predominado desde hace siglos. La
propiedad colectiva no es una figura jurídica occidental que brinde el respaldo requerido para
afianzar los financiamientos esenciales para lograr insertar a los Pueblos Indígenas en los
procesos de globalización neoliberal. Además para los pueblos ofrecer sus territorios como
garantía en caso de préstamos se convierte en una disyuntiva, ya que exponer algo tan valioso
para nuestros pueblos como la madre tierra, a riesgosas transacciones económicas no es
parte de nuestra cosmovisión.
La opción de convertir títulos comunitarios en propiedad privada individual, como se ha
pretendido en México y en Perú, no ha tenido los efectos esperados por parte de los
"desarrollistas". En México después de la liberalización de los ejidos, sólo un 3% ha optado por
titular privadamente las tierras. En el Perú el programa de titulación privada ha aumentado la
posibilidad de acceso al crédito sólo en un 2.8% entre la población Quechua-Aymara.
Estos modelos contemporáneos de financiamiento, que exigen fragmentar la visión colectiva,
no difieren del sistema de "endeude" practicado en los países Andinos durante la colonia hasta
nuestros días, el que ha creado nefastas consecuencias para la seguridad territorial de
nuestros pueblos que, en algunos casos, vieron desaparecer sus tierras, tal como sucedió en
la meseta Cundiboyacense en Colombia durante los siglos XIX y XX, cuyo efecto fue no sólo la
pérdida de la tierra sino la desaparición de la cultura Chibcha.
Hay una vertiginosa tendencia a la urbanización de los Pueblos Indígenas. Esto deriva en un
nuevo enfoque sobre la problemática económica de los primeros pueblos del continente, los que
ante las pérdidas territoriales y las guerras sobre los recursos, han aumentado su presencia en
las zonas urbanas, donde pasan a ser parte de los segmentos más discriminados y explotados.
La pregunta clave es ¿cómo lograr insertarnos en los cambios económicos y las nuevas
tendencias que prevalecen sin sacrificar nuestras cosmovisiones ni perder nuestros territorios?
Las particularidades de cada pueblo señalan múltiples respuestas, sin que dejemos de tener
en cuenta que prevalece un Darwinismo social alarmante, donde los pueblos menos
numerosos y aislados se encuentran ante un grave peligro de desaparecer, mientras los más
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numerosos se ven afectados por esquemas insolentes de explotación; los que están alertas
para patentar nuestro conocimiento tradicional, hasta el ADN de los que han tenido la fortuna
de vivir más aislados.
Las concesiones o "joint ventures" planteadas como una alternativa de moda por algunos
organismos internacionales, se convierten en otra forma de amenaza, pues las reglas del juego
no se estipulan en forma clara, ya que el planteamiento de "sistemas de capital en
fideicomiso", se puede tornar en una especie de boomerang al quedar maniatados ante los
vaivenes del capital internacional.
Los nuevos marcos jurídicos internacionales en cuanto al manejo de la biodiversidad afectan
directamente a nuestras economías tradicionales. La usurpación del usufructo de los derechos
forestales, energéticos, paisajísticos y de biodiversidad, al quedar según ciertos convenios atados a
los Estados-nación, pasa a constituir un desconocimiento de nuestros derechos consuetudinarios.
Eso al igual que la usurpación sobre los derechos sobre el subsuelo, nos expone a la expoliación de
nuestros territorios por parte de los Estados-nación y las compañías multinacionales.
V.
Migración
Uno de los fenómenos impulsados por la globalización neoliberal es el de los flujos migratorios,
los cuales alcanzan a más de 120 millones de personas en el orbe y continuará creciendo
como lo señala el libro de Peter Stalker, "Trabajadores sin Fronteras", publicado por la OIT en
el año 2000. El señor Stalker sostiene que los flujos de bienes y capitales entre los países
pobres y ricos no serán los suficientemente amplios como para satisfacer la necesidad de
empleos en los países de menores ingresos sino que, por el contrario, es probable que la
fractura social provocada por la reestructuración de la economía mundial desarraigue a un
número mayor de personas de sus comunidades y las anime a buscar trabajo en el extranjero.
En el caso de los Pueblos Indígenas de América Latina, en las últimas décadas hemos estado
expuestos a las presiones territoriales causadas por las guerras internas sobre los recursos y a
una erosión de nuestros sistemas económicos tradicionales, dando lugar a una migración
hacia las áreas urbanas, motivando grados de explotación desconocidos hasta la fecha.
El patrón migratorio dentro de la región ha estado interrelacionado con las alteraciones
sociopolíticas que se han sufrido. El caso del etnocidio de Guatemala demuestra la
incapacidad del sistema de generar salvaguardas para proteger las poblaciones autóctonas,
las que han sido víctimas de un exterminio sistemático desde hace siglos. Los patrones
feudales de tenencia de la tierra en Guatemala han marcado la violencia a que se ha visto
expuesta la población Maya.
En el caso de México ha existido un flujo de migración de indígenas hacia los Estados Unidos
donde los pueblos Purepecha, Zapoteco y Mazateco, entre otros, han jugado un papel especial
en la agricultura de los Estados Unidos desde hace más de cuatro décadas y ahora lo hacen
en diversos servicios.
En el Perú las migraciones internas han cambiado el rostro de ese país, transformando la faceta de
un país rural por uno urbano, al mismo tiempo que se cuestiona la estratificación social acuñada
por los Españoles. Al no existir una industrialización acelerada que absorba el flujo migratorio, los
indígenas peruanos han logrado hacer uso de sus redes sociales para poder responder a la grave
crisis de desempleo que existen en los cinturones de miseria de las ciudades.
Bolivia y Ecuador son dos ejemplos sui generis donde se ha demostrado la capacidad de
respuesta política de los Pueblos Indígenas. Los patrones migratorios de cierta forma han
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servido para fortalecer el proceso de apropiación de los espacios políticos, reconfigurando los
esquemas de poder.
Sumado a todo esto, las mujeres indígenas del continente hemos sido absorbidas por los flujos
migratorios, y conformamos un gran porcentaje del núcleo de trabajadoras domésticas de la
región. Una de las particularidades de este fenómeno es el estereotipo que pasamos a
conformar, ocupando en el escalafón social un lugar denigrante, donde el sistema feudal
imperante nos explota, careciendo en la mayoría de los países de marcos jurídicos que
protejan a las trabajadoras domésticas, y en caso de que existan prevalece la mayor
impunidad, tal como sucede con todas las manifestaciones de interrelación entre Pueblos
Indígenas Estados-nación.
VI.
Recomendaciones y propuestas generales
La descolonización debe ser inmediata para poder incursionar en una globalización
homogeneizadora que tenga como base el fin de toda forma de exclusión y racismo y la
invención de modelos económicos distintos al dominante. El surgimiento de modelos alternativos
que estén en concordancia con nuestras cosmovisiones, es un efecto clave para poder escapar
a las cárceles mentales en las que han encallado la mayoría de las incursiones de sometimiento
que se viene efectuando en las últimas décadas, éstas no dejan de ser réplicas de los procesos
de "civilización y evangelización" a los que fuimos y seguimos siendo sometidos.
Es el momento de ir a las consultas, para elaborar agendas comunes que respondan a las
intervenciones destructoras. Es imprescindible que tengamos control sobre nuestros territorios
y recursos, y no conformarnos con simples ordenamientos territoriales.
Texto difundido el 9-IX-2003 por Modemmujer (México)
www.laneta.apc.org/cgi-bin/WebX?230@@.ee6f260
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