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Matar para curar
Confieso públicamente que, cada vez que sale una nueva novela de John Grisham, (ese abogado
estadounidense que cambió la toga por la pluma, y del que los fabricantes de chistes de abogados
dirían que dejó de contar historias en los tribunales para contarlas en las novelas), cada vez que
sale una nueva, digo, intento conseguírmela cuanto antes y me la leo en “dos patás”.
Pues resulta que, en una de las últimas de Grisham, se hace una descripción bastante buena de
un hombre sin norte, que eso son los negociantes tramposos de las novelas, y el último rasgo del
retrato viene a decir que “era uno de esos tipos que borró la raya, de tanto pisarla”.
Me he acordado de esto del pisar la raya al informarme sobre la cuestión de la clonación
terapéutica.
La empresa estadounidense "Advanced Cell Technology" ha sido la primera en acercar el pie a la
raya anunciando la posibilidad de utilizar embriones nacidos de un proceso de clonación humana,
para obtener células madre, y con estas últimas tratar a pacientes con enfermedades
degenerativas.
Pues bien: lo que propone el citado laboratorio norteamericano es aprovechar esos embriones
humanos que pretende crear mediante clonación, para sacarles las células de su disco embrionario
(células madre) y, después de una serie de procesos y cultivos, trasplantar esas células a un
enfermo. Hay que decir que para poder extraer el disco embrionario, el embrión en cuestión debe
morir.
El proceso sería el siguiente: 1.- Tomar una célula del paciente y clonarla. De ahí se obtiene un
embrión humano; 2.- Cultivar ese embrión en un laboratorio durante unos días, el tiempo suficiente
para que se le puedan separar las células de su disco embrionario (las famosas células madre). El
embrión muere, y ya tenemos células madre; 3.- Esas células son tratadas para evitar su
envejecimiento, y luego se transforman en células del tipo que necesita el enfermo: nerviosas,
musculares, o del tipo que sea; y 4.- Se hace el trasplante, y se tiene cuidado de que no haya
rechazo y de que las células trasplantadas se integren funcionalmente en el cuerpo del enfermo.
Dicen los científicos que, de todos estos pasos, ahora mismo sólo se sabe cómo hacer el segundo
de ellos, porque se ha ensayado sobre embriones “sobrantes” de fecundaciones in vitro. Pero los
demás pasos, no se sabe cómo hacerlos. Estamos, pues, en condiciones de hablar, por ahora,
sólo de experimentos. Resulta curioso que ya han corrido ríos de tinta sobre este tema, pero en
discursos de políticos, en artículos de periodistas, y en anuncios de empresas: artículos científicos
hay sólo media docena.
A mí me ha quedado bastante claro que se trata de crear un ser humano mediante la técnica de la
clonación, para luego extirparle un trozo. Con esa extirpación el ser humano se muere, pero se
muere “por una buena causa” como es que se cure su progenitor biológico. Como si la bondad de
la intención justificase la barbaridad de crear un ser humano con la única finalidad de luego matarlo
para aprovechar sus despojos. Suena muy fuerte, pero porque es muy fuerte. Digan lo que digan
los diputados y los ministros de letras, un embrión humano es un ser humano. Para evitar la
asociación de ideas, a veces dicen “conjunto de células”, en vez de embrión. Pero es lo mismo: un
ser humano.
Pensemos un poco. Siempre que surge la controversia ética/ciencia existe la tentación de admitir
que el fin justifica los medios. Con el señuelo del progreso y con el dolor de la pena que da un
enfermo, nos plantean que hay que hacer lo que sea para llegar a la solución. Y ese “lo que sea”
es el que suscita el debate ético. Y, si no se tienen las ideas claras, se puede ir tapando la verdad
a base de echarla encima paladas de sentimentalismo que ahoguen a la verdad misma.
Cuando hay en juego vidas humanas, y no sólo vidas humanas sino la concepción que en la
sociedad se tiene acerca de su naturaleza y de su valor, es mejor mantenerse muy lejos de aquella
raya de la que hablábamos al principio, no vaya a ser que, de tanto pisarla, la borremos.
Y lo mejor del caso es que, paralelamente, se están haciendo experimentaciones clínicas en las
que, en vez de obtener células madre de un embrión, se obtienen de un organismo adulto,
extracción ésta que no mata a nadie, con lo que no parece que sea necesario cultivar embriones.
La pregunta es la que todo el mundo tiene en la cabeza: Entonces, ¿por qué tanto interés en los
“experimentos” con embriones humanos?
La respuesta no la tienen los diputados de letras, ni los periodistas, ni siquiera los científicos. Pero
podría estar en que a esa empresa le interese económicamente ir acercándose a la raya, con el
riesgo para todos de que, en un descuido, la pise, y la termine borrando. La estrategia sería, así,
perfecta: se busca un motivo terapéutico, se desarrolla la técnica, se comercializa, y la propia
dinámica de las cosas irá extendiendo su uso a otros fines menos terapéuticos.
Lo dicho: por favor, es mejor que nadie pise la vida.
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, 15.XI.02
Tomado de www.sanz.biz