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LA IGLESIA,
COMO HACIENDA,
SOMOS TODOS.
PARA INTRODUCIRTE:
Estamos demasiado acostumbrados a oír malas noticias de la Iglesia o a recibir imágenes negativas de ella: casos de pederastia, continuas negativas en el terreno moral y
discursos o juicios pesimistas sobre la sociedad actual, entre otras muchas noticias.
Aunque esas noticias tengan un contenido real y una base auténtica, ¿realmente es
sólo eso la Iglesia a la que pertenecemos? ¿representa eso la fe que hemos profesado
o la que nos transmitieron nuestros mayores (catequistas, padres, abuelos…)?
Aunque no creo que haya ninguna campaña de acoso y derribo de la Iglesia, al menos
de los creyentes católicos, (yo no me siento perseguido aunque algunos sí), sí me parece que en nuestro contexto actual, criticar a la Iglesia es demasiado fácil y muy
apetecible, y además está hasta bien visto. Parece que un poco de anticlericalismo da
un buen toque intelectual. Sin embargo, me da la impresión que muchas están más
hechas desde la ignorancia alienada, que desde un conocimiento maduro y reflexivo
de lo que es la Iglesia y de quienes formamos parte de ella.
 HACIA UNA DEFINICIÓN:
Para comunicarse bien en cualquier terreno, también en el de fe, hemos de tener claro
qué es aquello de lo que estamos hablando, a qué nos estamos refiriendo exactamente
cuando decimos “Iglesia”. Al menos, podemos entender 6 cosas distintas:
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3.
4.
Edificio o templo que sirve para
el culto religioso y la oración.
Iglesia institucional, jerarquía
que representa al conjunto de los
creyentes (en nuestro caso son
sobretodo los obispos, el Papa y
los nuncios, representantes pontificios del Papa, y en menor
medida los presbíteros).
Asamblea o conjunto de
creyentes (ekklesía) que comparten un mismo credo y viven o
celebran su fe de un mismo
modo, están en comunión. Éste
es el sentido etimológico de la
palabra Iglesia.
Iglesia local o diócesis, que es
una demarcación territorial a
cargo de un pastor u obispo (“el
ordinario del lugar”). Ej. La Iglesia
de Toledo o la Iglesia de Granada.
Iglesia universal (católica), que sería el conjunto de todas las diócesis que están a
cargo del obispo de Roma, el Papa.
6. Comunidades cristianas, no católicas, que celebran su fe, aunque no compartan
totalmente nuestro credo: iglesia reformada o protestante, evangélica,
anglicana…
Si nos damos cuenta la palabra Iglesia puede expresar cosas muy diversas (polisémica),
desde unas piedras de gran valor histórico o artístico, hasta creyentes orientales que
comparten nuestra fe aunque la celebran en una liturgia distinta. Desde unos pocos
“portavoces” oficiales, hasta el enorme número de fieles que toda la Iglesia congrega
en nombre de Jesucristo. Esto que es fruto de la riqueza de sentidos de nuestra lengua,
se convierte también en una dificultad a la hora de entendernos. ¿Siempre tenemos
claro a lo que nos referimos cuando decimos “iglesia” o cuando otro lo está diciendo?
5.
 HISTORIA DE LOS ORÍGENES
Para conocer quién es alguien nada mejor que acercarse a su pasado e investigar un
poco. Los evangelios y otras fuentes históricas de la Antigüedad atestiguan que en
torno a Jesús se creó un grupo de seguidores, o discípulos, que extrañamente para la
época, fueron llamados por él, por su maestro (Mc 1, 16-20). Estos inician su formación
con él, escuchando su predicación del Reino y de la conversión, y también predicando
ellos mismos (Lc 10, 1-12). De entre ellos Jesús elige a Simón, al que llamó Pedro (el
cambiar el nombre de alguien era símbolo de elección y encargo de una misión), para
ocupar un lugar destacado al frente de su Iglesia (Mt 16, 17-19). A los discípulos de
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Jesús a veces les resultaron duras (exigentes) sus palabras o no las comprendían bien.
De hecho, el mismo Pedro instintivamente rechazaba el mensaje de Jesús sobre su
muerte y entrega en la cruz (Mt 16, 22). Cuando llegó el momento de su pasión, casi
todos desertaron: uno le traicionó (Jn 18, 2-3), otro renegó de él (Jn 18, 25-27) y prácticamente todos se ocultaron en sus casas por temor a los judíos (Jn 20, 19), sólo
algunos permanecieron fieles (Jn 19, 25).
Tuvo que pasar algún tiempo hasta que los discípulos procesaran lo que había ocurrido
en la Pascua y de modo especial lo que Jesús había hecho por ellos, su entrega
redentora en la cruz, pagando con su sangre (vida) inocente la maldad y el pecado de
los poderosos y sus cómplices. Después de aparecérseles en repetidas ocasiones y de
hablarles de nuevo, su Iglesia volvió a tomar forma; pero esta vez, ya no estaría guiada
por Jesús sino que les acompañaría y fortalecería la presencia de su Espíritu entre ellos
(Hch 2, 1-4). Después de cumplir su misión en la Tierra, Jesús regresa con su Padre,
pero deja a sus discípulos un encargo, una nueva misión: “Id, pues, y haced discípulos
míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que
yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20).
Así, litúrgicamente, celebramos el nacimiento de la Iglesia en Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo que reunió de nuevo a los discípulos y les dio la fuerza y el valor
para predicar a Jesucristo en medio del mundo. Los santos padres (primera generación
de hombres que reflexiona sobre nuestra fe y comenta las Escrituras) decían con gran
sentido que “la Iglesia nació del agua y de la sangre que brotan del costado abierto de
Cristo”. Agua símbolo del bautismo que nos hace reconocernos como Hijos de Dios y
pertenecer a la Iglesia; Sangre símbolo de la Eucaristía en la que Cristo se nos entregó y
que se derrama para el perdón de nuestros pecados, para la comunión de la Iglesia y la
salvación de todos los hombres.
Al mismo tiempo, y con la misma
profundidad y razón, otros padres
hablaban de la Iglesia como la “casta
meretrix”, es decir, hablaban de ella
como “virgen y prostituta” al mismo
tiempo. Reconocían en ella, por un
lado la santidad que le viene de su
origen divino, enraizado en el mismo
Cristo y en su primer grupo de
discípulos, por otro lado reconocían la
limitación humana, el pecado, que le
viene de todos aquellos que la
formamos y que, con nuestras limitaciones, tratamos de servir en ella. Ellos ya tenían
bien claro los defectos y pecados de la Iglesia, pero no le echaban la culpa a otros,
simplemente pensaban que era algo que venía de nuestra frágil condición humana.
Estudiar la historia de la Iglesia es una de las mejores cosas que podemos hacer los
cristianos, la historia es siempre pedagógica cuando nos acercamos a ella, y nos ayuda
a eliminar tanto la idealización como la crítica despiadada (véase filmes como “Ágora”
donde cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia). Sitúa las cosas en su lugar.
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 A VER SI HE ENTENDIDO BIEN… ¿HEMOS RECIBIDO EL DON DEL ESPÍRITU?
El Espíritu Santo es Dios. Por el bautismo, lo hemos recibido como don y ha comenzado
en nosotros lo que los teólogos llaman la “vida de la gracia”. Gracia es una palabra
poco entendida entre los cristianos, quizás por ser poco explicada. En griego significa
don y también carisma. Cuando San Pablo habla de los carismas que construyen la
comunidad cristiana utiliza esta palabra, y también la usa hablando de la nueva situación que viven los cristianos “nacidos a la gracia”. Gracia es Dios para mí. Es Dios en mí
actuando, desarrollando mi vida, haciéndome “parte de él”. Esa presencia del Espíritu
en mí me hace participar de una vida nueva, de la vida eterna, que no es un premio del
futuro, sino lo que ya comienzo a vivir desde el momento de mi bautismo. Por tanto, la
gracia del Espíritu me hace “ser lo que soy” y poder vivir en comunión con el Padre en
Jesucristo. Pero el Espíritu Santo es a veces un desconocido para nosotros. Por eso,
vamos a profundizar el misterio de Dios y en su Espíritu Santo como cristianos, como
Iglesia.
 EL ESPÍRITU Y LA IGLESIA
Pentecostés es la narración que
expresa cómo entendieron la gracia
del Espíritu los primeros discípulos,
después de ver al Señor resucitado.
Les poseyó la fuerza de Dios y desde
aquel momento su vida no podía ser
otra cosa que anuncio de lo que
habían visto y oído.
San Pablo es quien mejor expresa la
relación del Espíritu Santo con la Iglesia, y lo hace con la imagen del cuerpo: “Hemos
sido bautizados en un solo Espíritu para ser un solo cuerpo” (1 Cor 12, 13). La causa de
nuestra unión es que hemos recibido el Espíritu de Jesús, que nos hace hijos de Dios y
hermanos entre nosotros. Él ha provocado en nosotros lo que llamamos “vida espiritual”. Y el primer efecto de esta vida espiritual es la comunión: igual que Dios es comunión del Padre y el Hijo y el Espíritu, el Espíritu realiza la comunión entre los cristianos
y Dios. Por eso el Espíritu es el vínculo de comunión entre nosotros. Nos une a Dios. Y
nos une su amor, que es el Espíritu. Por eso en ocasiones se define al Espíritu como el
amor del Padre y del Hijo. Además, esta es la razón por la que confesamos en el Credo
que la Iglesia es “Una”, porque lo que nos une es el Espíritu de Jesús.
También decimos en el Credo que la Iglesia es
“Santa”: no todos sus miembros somos santos
(eso está claro), pero al estar presente Dios en
nosotros, estamos habitados por la santidad de
Dios. Además, el Espíritu es quien suscita en
nosotros la santidad: el desarrollo de la vida de
Jesús está en nosotros. Ser santo no es hacer
milagros ni aparecer sobre un altar, ser santo es
identificarse con Cristo en la propia vida. Los
primeros cristianos se llamaban entre ellos “los
santos”, los salvados, los hermanados por Jesús,
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los que viven una vida nueva compro-metidos con Cristo. Y San Pablo nos recuerda que
somos “Templos del Espíritu Santo”, que habita en nosotros y nos convierte en
personas sagradas/santas, consagradas a Dios y al anuncio del evangelio en el mundo.
Y vivimos en comunión con Dios y con todos los cristianos, lo que llama se llama en el
Credo “la comunión de los santos”: vivimos lo mismo todos los creyentes, incluso los
que ya no viven en este mundo.
La Iglesia, en virtud de esta comunión
con todos los creyentes, es también
“Católica”, que significa en griego
“universal”, extendida por toda la
tierra. Católico significa totalidad, la
plenitud. No hay diferencias entre los
cristianos, ni de raza, ni de sexo, ni de
condición: es de todos y para todos. Y
nos queda solamente decir que la
Iglesia es “Apostólica”, porque está
fundada en los Apóstoles y en su fe,
esto está claro en los gestos sacramentales que transmiten el Espíritu: la imposición de
manos. El Envío del Espíritu Santo se hace mediante este gesto, que nos pone en
comunión con la única Eucaristía y con el ministerio pastoral de los mismos Apóstoles.
 EL CONCILIO VATICANO II Ó EL SANO EGOCENTRISMO DE LA IGLESIA.
Los Concilios son las reuniones de obispos en las que tratan cuestiones relevantes de la
Iglesia como la fe, la manera de expresarla o celebrarla, y la organización de la misma
Iglesia. Algunos de ellos son ecuménicos, es decir, que unen a todos los obispos de las
distintas iglesias cristianas.
El Concilio Vaticano II (1963-65) fue uno de estos momentos históricos privilegiados en
los que se reunieron todos los obispos dispuestos a realizar un replanteamiento y una
reflexión interna sobre muchas cuestiones a fin de acercar y adaptar la Iglesia a los
cambiantes tiempos modernos que por entonces se hacían sentir con fuerza en las
sociedades. El Vaticano II fue, por ejemplo, el primer Concilio en el que entraron fieles
laicos y también mujeres. Fue el que reformó la liturgia, el que dejó de usar el latín y
recomendó a los sacerdotes usar la “lengua vernácula” de cada lugar en las misas, el
que dio libertad para usar o no los hábitos religiosos y las sotanas. Era la Iglesia que se
abría al laicado y que buscaba contar con el apoyo y con la participación activa de
ellos, que dejaba espacio y lugar para que los laicos se sintieran Iglesia, y no fueran
sólo destinatarios y receptores pasivos
de un mensaje.
En el Concilio la Iglesia se autodefine
como el Pueblo de Dios en comunión,
que es, en medio del mundo, sacramento universal de salvación por manifestar
y realizar el misterio de amor de Dios al
hombre. Por ello, en el CVII la Iglesia se
dirige a todo el mundo, creyente o no,
de un ámbito o de otro para hablar de sí
misma.
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 ¡LA IGLESIA ES CÍRCULO Y NO TRIÁNGULO!
Una de las mayores dificultades que encontramos para hablar de la Iglesia es que
todos, o al menos, muchas de las personas, tenemos internalizado un esquema
geométrico equivocado de la Iglesia que nos enseñaron o que nos han transmitido los
medios y la cultura de nuestros predecesores.
Si yo iniciara una serie de esta manera:
“laico, religioso, diácono, sacerdote...”
mucha gente sabría seguir a la
perfección: “obispo, cardenal y Papa”. Y
a la inversa creo que sabríamos hacerlo
igual. Nos han contado que la Iglesia es
un triángulo o una pirámide. Como la
figura de la sociedad estamental
medieval: estratificada, simple, clara y
fácilmente retenible: ¡un simple
triángulo!
La única pega de ese esquema es que el Concilio nos dijo que ese esquema no era del
todo cierto. (LG 36-38). Prefirió hablar, no de que estamos separados en clases o
niveles dentro de la Iglesia, unos por encima de otros, y encima de todos el Papa; sino
que manejó un esquema circular, en el que por encima mía no está “el señor obispo”,
sino que a lo mejor está a mi lado y al otro tiene a otro fiel más. Todos en la misma
posición respecto al centro, equidistantes de él. ¿Y al centro de este círculo a quién
pondrá? ¿al Papa? ¡No! ¡A Dios! Todos estamos igual de cerca de Dios, y tenemos por
ello una común vocación a la santidad (LG 39-42). Todos igualmente santos y
pecadores, como la Iglesia, como nuestra querida Iglesia. Por eso, todavía me sonrío
interiormente cada vez que se me acerca alguna anciana y me dice: “Rézale a Dios por
mí, hijo, que tú estás más cerca de Él que yo”. Rezo por ella igualmente, pero tengo
bien claro que mi oración no vale más, ni menos tampoco, que la suya; porque nadie
está más arriba o es más importante para Dios. En todo caso serían los pobres y los
que más sufren en este mundo, como para Jesucristo. Él se entregó por todos sin
distinguir clases sociales ni tampoco clericales.
 UNA NUEVA MANERA DE SER IGLESIA, DE EVANGELIZAR EN ELLA.
Un teólogo llamado Schreiter, define la tarea de la Iglesia, la Nueva evangelización para
nuestros tiempos con estas diez características, no tiene desperdicio:
1. Su centro es Cristo, razón de ser de la Iglesia y de los hombres. Nuestra predicación y
nuestras catequesis no pueden tener otro centro ni otro sentido que Él.
2. Es ecuménica, tiene en cuenta a las otras iglesias cristianas y busca siempre acrecentar su
comunión, su unidad, con ellas, porque nos une Cristo.
3. Toma en serio las relaciones con las otras religiones. Aprecia a las otras religiones y su
manera de comunicar, aunque sea parcialmente, a Dios. Sabe que son instrumentos de paz
en medio del mundo.
4. Respeta la libertad religiosa. La Iglesia del nuevo milenio: anuncia, propone, invita al igual
que Cristo; pero sabe respetar a los que piensan diferente y usa con ellos igualmente la
misericordia y el amor que usó Cristo, nunca el juicio ni la condena.
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5. Es un proceso continuo de profundización. Sabe
que la fe es un camino continuo y que posee una
riqueza enorme para seguir “bebiendo del propio
pozo”. Por ello ofrece las riquezas de la tradición
cristiana y ayuda a adentrarse en el misterio
divino.
6. Incluye la doctrina social de la Iglesia, porque
sabe que una fe sin obras está vacía; y que
necesita vivir la caridad y pronunciarse a favor de
los más pobres y abandonados de este mundo
como ya hizo su Señor.
Se distingue por evangelizar la cultura. No desprecia ninguna oportunidad de proponer el
evangelio, y sigue ofreciendo una propuesta racional, seria y lógica para que intelectuales y
artistas conozcan a Cristo, y le expresen en medio del mundo.
Utiliza los medios de comunicación social. Sabe estar presente y aprovechar la sociedad y
sus medios para anunciarse libre y genuina tal cual es.
Es tarea de todos los cristianos. No es cosa de “los curas y las monjas”, ni es cosa de viejas
beatas. Es tarea de todos, porque todos juntos formamos la Iglesia.
Es obra del Espíritu Santo, agente principal de la evangelización, como el único que obra
todo en todos, como la fuerza de Dios que mueve esta barca, que es la Iglesia.
 ALGUNOS TESTIMONIOS ECLESIALES SIGNIFICATIVOS
 JUAN XXIII, “SERVIR EN LA IGLESIA”: Juan XXIII es más conocido como el “Papa
bueno”, no porque el resto de papas no lo sean en mayor o menor medida, sino
porque su presencia en la Iglesia fue especialmente bondadosa. Fue el Papa que
concibió su papel en la Iglesia como servicio y lo demostró, cercano al pueblo y a la
sensibilidad moderna vió la necesidad de convocar un Concilio (el Vaticano II) y realizar un
aggiornamento en la Iglesia, aunque algunos pensaban que sería solamente un “Papa de
transición”. No recordaban que el Espíritu actúa en los humildes y los pobres.
 TERESA DE CALCUTA, “AMAR LA IGLESIA”: en cierta ocasión un
periodista con picaresca se acercó a Madre Teresa buscando alguna
declaración suculenta y le preguntó: “Madre Teresa ¿qué dos cosas
cambiaría Vd. de la Iglesia si pudiera?”. Ella respondió sin más: “Lo
primero que cambiaría en la Iglesia sería a mí misma. Lo segundo que
cambiaría de la Iglesia sería a Vd. por haberme preguntado de esa
manera”. Su vida es de todos conocida, ella sólo se dedicó a curar enfermos terminales, y
acoger a los más abandonados de este mundo en nombre de Cristo y de su Iglesia, nunca en
nombre propio.
 PEDRO DONDERS, “SENTIRSE IGLESIA”: Pedro fue un holandés pobre y
desgraciado que tenía vocación sacerdotal pero nunca le dejaban entrar en
ningún seminario ni congregación por su escasa formación recursos y débil
salud. Cuando un obispo americano invitaba a otros seminaristas a ir a un lugar
pobre del Suriname (en la Guayana holandesa) y ninguno quería ir a evangelizar, Pedro se ofreció: “Yo iré”. Gran parte de su misión allí fue ir a una
leprosería donde todos los sacerdotes huían. Su gran insignia fue: “Si nadie
quiere ir y allí no hay Iglesia, iré yo y la Iglesia se hará presente conmigo allí”. Yo
soy Iglesia.
 MONSEÑOR ROMERO, “SENTIR CON LA IGLESIA”: Óscar Romero era un
brillante sacerdote que fue elegido obispo de San Salvador esperando que fuera
un obispo conservador que no se manifestara ante las desigualdades cruentas
que sufría su pueblo. No fue así. Fue profeta, habló contra los poderosos y ricos del lugar y
denunció su opresión, y murió mártir por ello. Supo estar de su lado y sentir con la Iglesia.
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CREO LA IGLESIA
1.
La Iglesia en el credo aparece de una manera singular, diferente a las confesiones de fe en el
Padre el Hijo o el Espíritu (que van precedidas de la partícula “IN”, acusativo). A la hora de
definir nuestra manera de creer en la Iglesia, se dice únicamente “CREDO ECCLESIAM”, esto
quiere decir varias cosas: que la Iglesia no es objeto de nuestra fe de la misma manera que lo
es la Santísima Trinidad. Creemos la Iglesia, pero la Iglesia no es un objeto principal de nuestra
fe, ya que no es una realidad totalmente divina, sino también humana y temporal, y tendrá su
fin cuando regrese Cristo y reine sobre todo de nuevo.
2. Cuando decimos “Creo la Iglesia” cada creyente quiere decir que
crea, contruye, y forma parte de la Iglesia con su presencia. Soy
parte de la comunidad que cree, espera y sigue a Jesucristo. Cada
uno de nosotros somos parte esencial de la Iglesia, una pieza única e
irrepetible de ese enorme e increíble puzzle, si faltamos nosotros el
puzzle no se formará del todo. Por la confirmación, cuando fuimos
ungidos con el Espíritu, nos comprometimos a formar parte de la
Iglesia y contruirla como “piedras vivas”, aportando nuestro granito
de arena y poniendo nuestros dones al servicio de la comunidad.
3. La clave del comportamiento cristiano, la manera de desempeñar
las funciones dentro de la Iglesia y del mundo cristianamente nos la
dio Jesús en Juan 13. El lavatorio de los pies. Esta es la manera cristiana de entender el poder
y los cargos de autoridad: el servicio. “el que quiera ser el más importante entre vosotros
que sea el último y el esclavo de todos”. El mismo Jesús nos dio ejemplo por primero y nos
mandó luego hacer nosotros lo mismo.
4. En la moral social de la Iglesia encontramos muchos
motivos para seguir creyendo y esperando en ella.
Pocas personas saben que la Iglesia fue la primera
en denunciar la explotación que sufrían los
trabajadores tras las revoluciones industriales, que
defendió sus derechos y los estimuló a que se
organizaran en sindicatos que les defendieran
frente a semejante opresión. Hoy la Iglesia continúa
a defender los derechos de los pobres y oprimidos y
procura desde sus instituciones (hospitales,
orfananatos, comedores sociales, lugares para enfermos terminales, asilos, etc, etc.) mejorar
su situación social. La nueva encíclica del Papa, Caritas in veritate es otro claro ejemplo de
preocupación y denuncia de los abusos del sistema económico y social actual.
5. La Iglesia es sacramento universal de salvación, por ella nos podemos salvar porque ella nos
lleva a Cristo (verdadero redentor), es, por tanto, sacramento de Cristo. Por ello no podemos
decir que la Iglesia sea fin en sí misma de la vida cristiana, sino que es siempre un medio, un
medio para la salvación especialmente instituido por Jesucristo.
6. Las cuatro funciones de la Iglesia: koinonía (comunión), diakonía (servicio), leitourgía
(oración), martiría (entrega). Ellas le dan el sentido a su ser y nos ayudan a insertarnos en su
dinamismo salvífico.
7. En la Iglesia cabemos todos. No es cierto que los que formamos parte de ella seamos unos
más importantes que otros para Dios que nos hizo a todos iguales. Dentro de esta gran
comunidad estamos personas que pensamos muy diferente,
pero a las que nos une una misma fe en Jesucristo.
8. Si no sumo, resto; si no multiplico, divido; si no ayudo, estorbo...
si te sientes parte de la Iglesia ¡no tires piedras contra tu propio
tejado! Si no, ¡háztelo mirar!
9. Mi barca tiene tres remos: el Espíritu Santo, los pastores, y el
pueblo de Dios. Si no tuviera tres remos, ya no sería mi barca.
10. No es verdad que la Iglesia no evolucione o cambie: yo no llevo
sotana ni os hablo en latín.
Víctor Chacón Huertas, CSsR
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