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SUGERENCIAS UNA MAQUINA CON CORAZON (Cuento de Navidad) ¿Sabías que el teclado de las computadoras tiene un corazón tierno y querendón? Para mí fue una sorpresa descubrirlo hace algunos años en días pre-navideños como los que pronto viviremos. Con ocasión del juego navideño “El amigo misterioso” me puse a escribir una carta a mi elegida. La carta fluyó suave, fácil, amena. Como recién puestas a punto, las tecas brincaban alegres y aparecían rutilantes en el monitor. Creo que la carta salió bonita. Así, al menos, la apreció mi amiga elegida. Dos dias después cayó en mis manos un escrito anónimo que me dejó amargo. Decía algunas cosas que me parecían injustas, ofensivas, amargas... y me sentí mal. Además, destilaba algunas alusiones personales... Me sentí en el deber de contestar. Y me dije: “Ojo por ojo, diente por diente”... Decidido, me senté, computadora en mano, como don Quijote con su lanza en ristre, dispuesto a “desfacer entuertos y a destripar follones y malandrines”. Pero, cosa rara, al poner mis dedos sobre el teclado, éste empecinado no movió ni la j. Golpeé, apreté más teclas y nada. La máquina impertérrita, erre con erre, como si estuviera entrabada, no quería escribir. Y no pude escribir. Me tragué mi amargura. Al dia siguiente, me acordé que mi hijo Rodrigo me había pedido que le escribiera una carta al Niño Dios. Naturalmente, debía ir empapada de cariño y cortesía para pedir, en su nombre, los juguetes que el soñaba: un casco de comando con su metralleta, una bicicleta, una pelota de futbol, etc. ¡Una fortuna! Escribir no me costaba gran cosa...Y sin recordar que la dichosa máquina no quería escribir, me puse a teclear. Para mi sorpresa, esa vez la máquina escribió suave, saltarina, limpia, nítida... Una carta perfecta. Hasta mis dedos se movieron con rara agilidad al contacto del teclado como contagiados de la alegría de la máquina. Y me consta que ningún “informático” la había reparado. Esta veleidad de máquina caprichosa me hizo pensar. ¿No sería que esa máquina no quería escribir amarguras, penas ni tristezas? Sospeché que, contagiada del espíritu de Navidad, sólo quería brindar paz y alegría... Para comprobar si mis sospechas eran fundadas, intenté contestar al escrito de marras que había motivado mi amargura. Pero, claro, de acuerdo a las exigencias de la máquina, debía cambiar el enfoque. Pensé en la primera frase. Comenzaría diciendo: “Querido y anonimo amigo: debo agradecerte tu mensaje. Me he sentido, francamente, apenado por lo que allí dices, pero me has hecho pensar. Y me ha hecho bien... Ahora pienso que si te escribiera con amargura aumentaría la amargura de tu corazón. Pero yo quiero llenarlo de paz y dulzura...” Así pensé y frente al teclado pulsé sus teclas y ¡oh maravilla! las letras corrieron presurosas a estampar sobre el papel este mensaje de amor. Al día siguiente escuché en mi oficina un raro comentario entre los muchachos que se encargaban de la limpieza. Me contaron que, por la noche, sobre el mueble de mi computadora, las teclas del teclado de mi computadora brillaban en mil colores, como un arbolito iluminado de Navidad. ¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS! DR. GINO RIOS PATIO [email protected]