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Palabras del Rector Lic. Ricardo Moscato, en el Acto de
Despedida de la Promoción 145 del Colegio del Salvador.
6 de Diciembre del 2013
Estimados directivos, familias, docentes, ex alumnos y queridos
chicos de la 145
Hoy es día de abrazos, saludos, de celebración y agradecimiento.
Dios les regala como buena señal, partir en un año especial.
Año de la Fe para encender una luz en un mundo descreído que los
necesita como “discípulos misioneros”. Año de nuestro 145
aniversario, en tiempos de olvidos, que los hace herederos de una
trayectoria espiritual y educativa. Año de un Papa jesuita y
argentino, en épocas de liderazgos impotentes y prepotentes que
los convoca a no balconear la vida. Hoy celebramos y agradecemos
porque Dios les permitió enlazar sus vidas entre sí, con este Colegio
del Salvador de la Compañía de Jesús, bajo el ejemplo de San
Ignacio.
Celebramos y agradecemos a sus familias por el don de la vida,
por su trabajo, cariño y acompañamiento. Celebramos y
agradecemos a sus educadores, laicos y jesuitas que dan
testimonio de su entrega generosa y paciente durante todos estos
años. Y agradecemos al estilo de San Ignacio: serenando el
corazón para compartir lo vivido y descubrir las señales y acciones
de Dios en este tiempo. Recordando, volviendo a pasar en por el
corazón, experiencias, rostros, historias. Y dar gracias por los
talentos recibidos, por las dificultades superadas, por los momentos
en que se sintieron más cerca de Jesús, el verdadero Salvador. Y
siguiendo el examen de conciencia ignaciana, reconocer
nuestros límites y fallas que no nos permitieron mayores frutos.
Por eso, hoy también es día de perdón y reconciliación. Primero
de nosotros los adultos: la palabra que no dijimos, la confianza que
no devolvimos, los valores que no testimoniamos, el conocimiento
que no trasmitimos, el ejemplo que no dimos. Y de reconciliación
de cada uno de ustedes con quienes pudieron ofender, con
quienes quizá lastimaron, dándonos todos el perdón que Jesús
siempre nos regala en el abrazo fraternal frente a María.
Porque reconocer estos límites al despedirnos es el punto de
partida para ponernos en camino, más maduros, más conscientes.
Por eso no solo queremos despedirnos, sino darles una
bienvenida esperanzada. Bienvenida a ser miembros activos de la
Iglesia que los necesita, a ser amigos en el Señor en la familia
ignaciana y sus distintas redes, a ser ciudadanos plenos de nuestra
patria, a animarse a ser fundadores de familias que cuidan a sus
hijos y trabajan por el Bien común. Pero para ser bienvenidos hay
que partir, partir es salir de sí, de lo conocido y cómodo, es ponerse
en camino animados por la Esperanza que nos invita a creer. Este
camino, esta búsqueda, este estar disponible para Dios se llamaba
antiguamente “ascética”. Los invito a construir la ascética de sus
vidas. Por eso, este es día de envío, para des centrarse y salir en
misión, continuando el camino de la formación como peregrinos,
superando la tentación de tantos fugitivos, vagabundos y turistas de
la vida.
Caminar la vida, cargar la cruz es la respuesta a lo que me
preguntó un chico de segundo grado al ver las placas de las distintas
camadas en la pared de la memoria del patio del Sagrado Corazón:
¿Que tengo que hacer para que mí nombre este en esas paredes?
Y me hizo pensar en lo fácil del bronce y lo difícil de la vida. Es
relativamente fácil estar en el bronce. Lo difícil es merecerlo. Lo
difícil es que sus nombres al final de sus vidas, estén grabados en el
corazón de los demás y que acepten ser grabados en el corazón de
Dios, aceptando su Misericordia. Lo difícil es profundizar la
conciencia moral que reclama hacer el bien y evitar el mal y ejercer
la libertad responsable frente al relativismo dominante. Y como dice
San Pablo, vivir “la pasión por el Bien y el horror por el mal”. Lo difícil
es descubrir los valores como objetivos y externos para hacerlos
propios con el testimonio de la propia vida aunque vayan
contracorriente. Lo difícil es responder a la pregunta del evangelio
que San Ignacio le repite a San Francisco Javier en la Universidad
de Paris, la que está grabada sobre piedra a la entrada del colegio
¿de qué te sirve ganar el mundo si pierdes tu alma? Por eso hemos
intentado educarlos para lo difícil. Nos lo dice Jesús “El que no
carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”. Para
salir del bronce y entrar en la vida, para salir de las anécdotas y
entrar en la historia, para enfrentar lo difícil desde la suave
misericordia de Dios, los invito a cargar la cruz, escuchando al
Señor “vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y
aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así
encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana
(Mateo 11, 28-30)
Para eso hemos intentado sembrar en sus corazones algunas
semillas. Ojala den fruto porque solo así se cumplirá lo que me
decía hace poco uno de ustedes: “nos vamos del Salvador pero el
Salvador no se va de nosotros” Si, efectivamente permanecerá en
ustedes si estas semillas dan fruto y en abundancia, si permanecen
fieles al Amor que no defrauda.
La semilla de las manos juntas para rezar, de una interioridad
dispuesta a la escucha del Señor, enriquecidos por la Eucaristía
La semilla de las manos abiertas para dar, del servicio generoso
a los demás, de esas “manos nobles, cálidas, sinceras, limpias de
todo”
La semilla del cuidado y del respeto al otro
La semilla del MAGIS, de los talentos, del estudio en serio, exigente
y profundo, superando el facilismo y la improvisación. ¿Qué tipo de
estudiantes universitarios quieren ser? ¿Fiesteros, bolicheros,
piqueteros o comprometidos con su vocación al servicio de los
demás? ¿Qué profesionales de la argentina y el mundo que viene?
¿Individualistas encerrados en la amargura de creer ser “exitosos” en
un país fracasado o creativos, honestos, solidarios y apasionados
por el Bien Común?
La semilla de la profundidad del discernimiento para no dejarse
engañar por el mal espíritu, por las seducciones de los mercaderes
de la muerte
La camada 145 es terreno fértil para estas semillas. Tiene la
característica de la sencillez y la transparencia, un corazón sensible
a la amistad y a la solidaridad. Tienen una virtud no frecuente, la
humildad y no ha maquillado sus fragilidades y nos han desafiado a
padres y educadores a acompañarlos y orientarlos. No las
defraudemos. Por eso este llamado a los adultos: sigamos educando
con el ejemplo, no dejemos solos a los chicos. Necesitan cada vez
más el testimonio de adultos auténticos, que “cargan su cruz”, no
maquillados ni “ploteados” en adolescentes eternos, en híper
ocupados que descuidan los más importante: sus hijos, su futuro.
Con la amistad entre ustedes han anticipado la cultura del
encuentro que queremos para toda la sociedad. Pero esta
amistad inolvidable de la primera juventud tiene una condición:
superar la auto referencia, el “individualismo nostrista”, de grupos
cerrados. Los convocamos a hacer de esta amistad, amistad social
con y para los demás.
Un consejo final si me lo permiten. No dejen que les corten “las alas”
de los buenos ideales, de los grandes deseos, ni ustedes mismos los
“cuelguen” en la puerta de cualquier boliche, en la seducción de
cualquier pantalla, en la frustración de cualquier ilusión. No
confundan maquillaje con rostros, títulos con sabiduría, “éxitos” con
logros, “famosos” con ejemplos de vida, violencia con justicia,
opcionales de Facebook con amistad. No compren la queja
decadentista del “no se puede” ni del “que me importa”, del salvarse
solos “contra y sin los demás”. No se dejen reducir a “recursos” ni
vendan su alma a los ídolos siempre seductores del dinero y del
poder. No “naturalicen” lo peor de nuestra sociedad: el mal vivir, la
exclusión y la desigualdad social, las conductas de fuga del alcohol y
la droga, el narcotráfico, la criminalidad, la ignorancia, la corrupción.
No permitan que los descarten ahora que son jóvenes. Defiendan su
dignidad con educación, educación y más educación. Trabajen para
una cultura del encuentro y la inclusión. Pero lo más importante: no
se conviertan ustedes en “descartadores” seriales, en excluyentes
soberbios “sin y contra los demás”, especialmente de los más
frágiles, enfermos, ancianos. No se olviden de las “pequeñas luces
de los náufragos”, de los más pobres. Anímense a sentir compasión,
a ver el mundo desde las fronteras, desde las periferias
existenciales, al decir del papa Francisco, como lo vio San Ignacio
de Loyola, San Francisco de Asís, el Beato Cura Brochero y San
Alberto Hurtado. Y si es necesario,”hagan lío”, rompan los espejos y
las pantallas del narcisismo, sáquense los auriculares de los ruidos
que aturden, escuchen el sonido del silencio y las palabras del
corazón.
Y no se escapen, no se tomen un año “sabático”, no se vayan a
Nueva Zelanda a recolectar kiwis ni a la puerta de los boliches a
mendigar un poco de atención, un poco de afecto.
Los queremos y los necesitamos aquí, en nuestras familias, en
nuestra patria, en nuestras universidades, en nuestras casas, en
tantos lugares que los necesitan, jóvenes, sanos, inteligentes,
honestos para construir comunidad y solidaridad. En el camino de la
vida, busquen la belleza, disfruten de la gratuidad de la Bondad y no
pierdan la alegría que Jesús nos regala. Entren por la puerta grande
de la Esperanza.
Un pedido final. Este año el lema de la peregrinación juvenil a Luján
fue: “María, cuida la Fe de los que caminan”. Es lo que
humildemente pido esta noche para todos ustedes: María cuida la fe
de estos queridos chicos de la 145. No te apartes de ellos, no
dejes que se aparten de ti, que sus lágrimas sean tuyas, que tu
ternura sea la de ellos. María cuida la Fe de sus padres para que
nunca se cansen de serlos y sean fieles al don de la vida que dieron
María cuida la fe de sus educadores, amasada con paciencia y
calidez para nunca les roben la esperanza. María bendice a los que
van a partir.
Que el Sagrado Corazón de Jesús, que siempre los recibe con sus
brazos abiertos en el patio del Colegio, los ilumine en los días
oscuros, los anime en los días inciertos y que los proteja siempre A
la mayor Gloria de Dios (AMDG)