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La comunicación en el Documento de Aparecida
Profa. Joana T. Puntel – FAPCOM
El tema de Comunicación, en el Documento de Aparecida, revela el esfuerzo de la
Iglesia Latinoamericana, para comprender la nueva cultura de comunicación y por lo
tanto, también la necesidad de indicar los rumbos para una pastoral concreta en la
respectiva área.
El significado de ese esfuerzo se revela en la evolución del objetivo dado a la
comunicación por los distintos documentos que precedieron Aparecida.
Considerando el aspecto antropológico, cultural y pastoral de la comunicación,
Aparecida evidencia
la necesidad de ejercer una de las más importantes
misionariedades que la sociedad de hoy necesita: entrar en la nueva cultura y realizar un
diálogo con consistencia y competencia entre la fe y la cultura – una cultura mediática.
1. CONTEXTUALIZACIÓN
El trayecto da Comunicación en la misión de la Iglesia, de Medellín a Aparecida
- una fidelidad progresiva –
En América Latina el CELAM (Conferencia Episcopal Latinoamericana-1955)
siempre consideró los medios de comunicación de masa como instrumento para el
desarrollo de las actividades de evangelización, y de modo especial, su atención se
orientó para la “promoción” de la doctrina católica. Con el transcurso del tiempo se
fundó un departamento específico de la comunicación social (DECOS) para articular los
servicios y las actividades pastorales en el espacio de la comunicación junto a las
Conferencias Episcopales Nacionales en cada país del continente.
En el contexto eclesial de América Latina, la aplicación del Vaticano II en
comunicación fue ampliada desde la década de 60, bajo los auspicios del DECOSCELAM.1 En el contexto de la teoría de la modernización, con el surgimiento de la
teología de la liberación, en ese período, surgen tres importantes documentos acerca de
la comunicación, elaborados en encuentros promovidos por el CELAM. Los textos, sin
embargo, estaban influenciados por la teoría de la modernización. Entre ellos, el
documento acerca de los medios de comunicación social, Medellín (Colombia), 1968.2
Son contenidos que retoman las posiciones del Vaticano II, especialmente del Inter
Mirifica, sobre las comunicaciones. Existía una creencia de que los medios eran
virtualmente soberanos y que, por lo tanto, fueron vistos como herramienta apropiada
para promover el cambio social y debían también ser usados en la evangelización. Hay
También a través de las otras organizaciones católicas como UNDA-AL, SAL-OCIC, UCLAP –
secretariados sobre el rádio, el cine y prensa.
2
Los otros documentos son: Primero seminário de los responsables por los secretariados nacionales de la
comunicación social (Santa Inês- Peru) 1966. Tres seminários regionales en Montevideo, Lima y San José
(Costa Rica), de mayo a Julio de 1968.
1
de un lado, crítica a la situación y la referencia al subdesarrollo de los pueblos de
América Latina. Por otro lado, sin embargo, como afirma Marques de Melo3, existe una
actitud ingenua debido al encantamiento frente a las nuevas
tecnologías de la
comunicación. Los medios de comunicación se vieron como super poderosos, capaces
de aumentar el desarrollo y orientar los planos en dirección al bien común. Por eso, las
conclusiones
de Medellín
establecen una
nueva mentalidad de
Iglesia
y,
consecuentemente, en sus relaciones con la comunicación.
Los documentos elaborados en la década de 70 no trajeron novedades para la
visión de la Iglesia sobre la comunicación, contentándose con el pensamiento ya
existente acerca de la materia. Aún así, la piedra angular en la comunicación de la
Iglesia a fines de los años 70, fue el desarrollo de las comunidades eclesiales de base.
En 1978, con la finalidad de preparar la tercera conferencia de los obispos
latinoamericanos, en Puebla (1979), el DECOS elaboró la Evangelización y la
Comunicación Social en América Latina. Coordinado por el señor Washington Uranga,
que en la ocasión era el secretario del DECOS, el documento recaudó los datos de
dieciocho naciones, agregó comentarios de los peritos latinoamericanos y extranjeros en
el trabajo pastoral y de comunicación. Se constituye así la primera síntesis del
pensamiento de la Iglesia latinoamericana acerca de la comunicación.
Por fin, el tema acerca de la comunicación ocupa 32 artículos en el Documento
de Puebla (1979). Con referencia al tema, Puebla presentó un avanzo sobre Medellín.
Al reconocer que la comunicación social está condicionada por la realidad sociocultural
de las naciones de América Latina y al mismo tiempo es uno de los factores
determinantes para la manutención de tal realidad, las conclusiones de Puebla se
apoyan en un análisis más lúcido acerca de la interrelación de los medios de
comunicación con la realidad sociocultural. Y Puebla denuncia, entonces, el control y la
manipulación ideológica ejercidos por los grupos poderosos económicos y políticos a
través de los medios (n. 1071). Atento al fenómeno de la
comunicación y sus
implicaciones para la evangelización, el documento propone que la jerarquía y los
agentes pastorales en general conozcan, comprendan y experimenten con más
profundidad el fenómeno de la comunicación, y busquen integrarla a la pastoral en
conjunto (n. 1083).
3
J. MARQUES DE MELO. Comunicación y Libertación. Petrópolis: Vozes, 1981, p. 11.
Un importante y original aspecto del documento de Puebla es que la Iglesia, sin
rechazar los medios de comunicación, enfatiza
la utilización de la comunicación
popular o comunicación de grupo, como una alternativa que lleva en cuenta un proceso
con
diálogos
participativos
de
la
comunicación
(experiencias
que
venían
desarrollándose desde Medellín). Así la comunicación en grupo, reforzada por Medellín
y Puebla, se tornó la actividad principal en la comunicación de América Latina. Ella se
originaba en los medios audiovisuales para alcanzar los objetivos de evangelización y
de concienciación para un cambio social.
Entre los documentos de la Iglesia
en el continente, en la década de 80
encontramos los de Quito (Ecuador, 1982) y de Embu (San Pablo, 1982) sobre la
Iglesia y el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC).
Sobre todo este último, fue considerado el más importante, convocado por la Iglesia
latinoamericana, referente a la NOMIC y contó con participación de los representantes
de la pastoral de comunicación con destacados investigadores del área y formadores de
opinión de América Latina, para conversar acerca del papel y de la responsabilidad de
los cristianos, más específicamente de los católicos en la construcción de un nuevo
orden de la comunicación.4 Ése era el tiempo en que la iglesia tomaba posición definida
e incentivaba el acceso a la participación y comunicación alternativa.5
En lo que concierne a la Iglesia y a la comunicación en la sociedad brasileña, la
Iglesia aplicó el Vaticano II siguiendo los varios pronunciamientos papales, siguiendo
las conclusiones especialmente de Medellín y Puebla, ya mencionadas previamente. En
la década de setenta, se vive en Brasil, el adviento de un orden capitalista y la
consolidación de una Iglesia verdaderamente nacional, que procura inculturarse siempre
más. A pesar del período militar, de la Seguridad Nacional…, los “sectores de punta” se
desarrollaron acentuadamente (computación, sector aeroespacial, armamentos y energía
nuclear). Esa transición trajo
grande impacto sobre las relaciones sociales, los
valores… El sector de las comunicaciones de masa pasa a producir y a comercializar la
Para profundizar y detallar este tema, se puede consultar J. T. Puntel. La Iglesia y la democratización
de la comunicación, op. cit.
4
En 1992 se realizó la Cuarta Conferencia Episcopal Latino-americana en Santo Domingos. Con
referencia a la comunicación, entretanto, no presentó avances específicos. Lo que puede ser considerado
con relación a nuestro tema, sería su preocupación con una pastoral de la “ciudad”.
4
Para la profudización y detalles acerca de ese tema, consultar J. T. Puntel. La Iglesia y la
democratización de la comunicación, op. cit.
5
En 1992 realizose la Cuarta Conferencia Episcopal Latinoamericana en Santo Domingos. Con referencia
a la comunicación, mientras, no apresentó avanzos específicos. Lo que puede ser considerado en relación
al nuestro tema, seria a suya preocupación con una pastoral de la “ciudad”.
4
mayoría de los bienes culturales, y en sentido ideológico, se moldean de manera
decisiva las imágenes predominantes de Brasil. La iglesia pasa a denunciar el sistema y,
en los medios de comunicación de masa, su acceso se vuelve cada vez más limitado,
con posibilidades siempre menores de transmitir su contenido de evangelización. Se
inicia el debate acerca del tema “tener o no los propios medios”.
Así, casi que por primera vez, según Ralph Della Cava, el “clero” atribuye a los
medios de comunicación de masa un papel central que se torna indispensable para el
discurso del Evangelio y en la conducción del trabajo pastoral de la Iglesia. Los años
80, se podría decir que son años de “autoconciencia”. Aseguraba Della Cava,
refiriéndose a aquel tiempo: “es posible que el catolicismo brasileño se encuentre en
una encrucijada, o mismo en un hiato, frente a la moderna industria de la cultura, cada
vez más poderosa en el país”.6
En la trayectoria de la Iglesia-comunicación, especialmente en Brasil, muchas
son las etapas que merecerían una recordación especial. Aquí, sin embargo, solamente
las mencionamos. Por ejemplo, muchos luchadores en el campo de la comunicación,
podrían ser denominados “profetas” por el hecho de dejar que el pueblo sea el
protagonista de la comunicación. Por esfuerzos sin número de articulaciones y políticas
en la comunicación católica. La implantación y el camino recorrido por la pastoral de la
comunicación. Los crecientes ensayos, que ya se tornan realidad de las redes de la
comunicación.7
SANTO DOMINGO – “Comunicación Social y Cultura” (1992)
Prosiguiendo en la caminada de la Iglesia, en lo que se refiere a la
Comunicación, vamos a encontrar también en la Conferencia de Santo Domingo (1992),
algunos artículos que se refieren a la Comunicación. En verdad, la IV Conferencia quiso
enfatizar las líneas maestras de un nuevo impulso evangelizador “que pusiese a Cristo
Ralph DELLA CAVA/Paula MONTEIRO. …Y o verbo se hace imagen – Iglesia Católica y los Medios
de Comunicación en Brasil: 1962-1989. Petrópolis: Vozes, 1991.
6
Ismar de O. SOARES. “Conmemorando 50 años de comunicación bajo la lideranza de la CNBB” in
Presencia Pública de la Iglesia en Brasil. São Paulo: Paulinas, 2003.
6
Ralph DELLA CAVA/Paula MONTEIRO. …Y el vierbo se hace imagen – Iglesia Católica y los
Médios de Comunicación en el Brasil: 1962-1989. Petrópolis: Vozes, 1991.
7
Ismar de O. SOARES. “Celebrando los 50 años de la comunicación sob la lideranza de la CNBB” en
Presencia Pública de la Iglesia en el Brasil. São Paulo: Paulinas, 2003.
6
en su corazón y en sus labios, en acción y en la vida de todos los latinoamericanos”. 8
Así que, el esfuerzo quedó concentrado en hacer con que la verdad sobre Jesús Cristo, la
Iglesia y el hombre fueran “verdades” que convenciesen más profundamente a todos
los estratos de la sociedad. Por lo tanto, la nueva evangelización fue la idea central de
todo el documento de Santo Domingo.
En el tercer capítulo de la segunda parte, La cultura cristiana, la comunicación
recibe la consideración en ocho artículos que, en la práctica, repiten y reflexionan
acerca de las consideraciones en lo que respecta a la comunicación social, hechas en
otros documentos de la Iglesia. Así,
la perspectiva teológica (n. 279) sigue
la
orientación de Puebla y ve la comunicación como un “camino que debe ser seguido
para llegar a la comunión (comunidad)”. Se hacen referencias también a la Aetatis
Novae, que por su vez cita a la Communio et Progressio.
Al referirse a los desafíos pastorales, el documento habla de los progresos
tecnológicos, del desarrollo de la industria de las comunicaciones, de los peligros de la
publicidad y de la programación televisiva en general. Se señala la insuficiente
presencia de la Iglesia en los medios de comunicación y en las telecomunicaciones. Hay
referencia también a la elaboración de “políticas de estrategias de comunicación”, a la
preparación técnica, doctrinal y moral de todos los agentes de las pastorales y a una
adecuada educación de los receptores de los medios de comunicación. Se encoraja, aún,
la investigación en las universidades católicas.
A respecto de Santo Domingo, es preciso concluir que, aunque el documento no
avanza más allá de la originalidad de Medellín y de Puebla sobre la comunicación social
en América Latina, las conclusiones demuestran una preocupación en “dar impulso a
una eficaz acción educativa y a un decidido empeño para una moderna comunicación”
.300).
APARECIDA – “Pastoral de la comunicación social” (2007)
En el camino ascendente de la comprensión de la Iglesia a respecto de la
comunicación, ya mencionado al inicio de esta exposición, el documento de Aparecida
focaliza, sobre todo, la necesidad de la pastoral de la comunicación (nn. 484-490). Para
que se desarrolle una “pastoral”, entretanto, es necesario, realmente, considerar a la
Noemi DARIVA (Org.) Comunicación Social en la Iglesia – documentos fundamentales, S. Paulo:
Paulinas, 2003, p. 506.
8
Noemi DARIVA (Org.) Comunicación Social en la Iglesia – documentos fundamentales, S. Paulo:
Paulinas, 2003, p. 506.
8
comunicación no solamente como un elemento transversal, pero darle su
lugar
específico en la evangelización, que necesita investir enfáticamente en una pastoral
mediática, y ser tratada como tema propio. En este sentido y, considerando que los
medios son mucho más que un simple instrumento, ellos configuran a la actual cultura,
lugar donde se desarrolla el discipulado misionario en favor de la vida plena.
Al considerar el hecho de que vivimos, en estos últimos años, una evolución
histórico-tecnológica en el concepto de la comunicación, verificamos que, de los
“medios de comunicación social” pasamos para “comunicación social” y, finalmente,
llegamos a la “cultura de la comunicación”. Es nuestra misión, desde el mandato
misionario de Jesús (cf Mt 28-16-20), integrar el mensaje cristiano en esta nueva
cultura creada por las modernas comunicaciones (cf. RM 37c).
Pero lo que viene a introducir la revolución tecnológica en nuestra sociedad, no
es solamente una cantidad inusitada de nuevas tecnologías, creativas, con potencias y
amplias posibilidades, sino un nuevo modo de relacionar procesos simbólicos y formas
de la producción y distribución de los bienes y servicios. Es preciso, antes que nada,
estar atentos a la comunicación que más y más remite, no tanto a los medios, pero sí a
nuevos modos de percepción y de lenguaje, a las nuevas sensibilidades y escrituras.
Fue en consideración a éste y otros aspectos descritos en los números (484 a
490) que la Iglesia latinoamericana y caribeña, con el Documento de Aparecida, se
proponen formar discípulos y misionarios, conociendo y valorando la “nueva cultura de
la comunicación”, actitud esta que implica en el desarrollo, entre muchas iniciativas, la
de formar y educar las personas para la comunicación.
Llevando en consideración que los lenguajes de la comunicación configuran,
hoy, ellos propios, tanto un elemento articulador de las mudanzas en la sociedad, cuanto
en medios de difusión, Aparecida reafirma que “el primer anuncio, la catequesis o la
posterior profundización de la fe, no pueden prescindir de los medios de comunicación”.
En lo que concierne a la comunicación, en el documento de Aparecida, conviven
tanto el sentido antropológico de la comunicación, en cuanto espacio de producción de
cultura (espacio que precisa ser “conocido y valorado”), cuanto el conjunto de los
recursos de la información como instrumentos a ser usados en la evangelización.
Aparecida entiende y enfatiza a la comunicación como una “nueva cultura”, que
debe ser comprendida y valorada, y que respecta a todos. Por lo tanto, los obispos se
comprometen a “acompañar a los comunicadores”, no descuidando, entretanto, “a la
formación profesional en la cultura de la comunicación de todos los agentes y
cristianos” (no. 486 - b).
El documento es
pródigo en elogios a los promotores de prácticas
comunicativas en la Iglesia y relaciona las actividades que deben ser prioritarias en un
plan plano de pastoral, tales como: crear y mantener los medios propios, estar presente
en los medios de masa, formar comunicadores competentes, educar de acuerdo con la
formación crítica de los receptores, colaborar para que haya leyes que estén volcadas a
la protección de los niños y jóvenes cuanto a los efectos negativos de los medios,
aproximarse de los nuevos medios, especialmente de la Internet, con realismo y
confianza. Recordar, sobre todo, que la riqueza de programa de animación de la pastoral
de comunicación dependerá del “espíritu de comunión” de donde fue concebida y
desarrollada.
Más allá de sugerir un cuidado más explícito con las manifestaciones artísticas,
valorando siempre más los espacios de diálogos entre la fe y la ciencia, incluyendo los
medios de comunicación, Aparecida recomienda la necesidad de interferencia de la
Iglesia, en este campo, que sea acompañada por el mejoramiento técnico y profesional
(en ese sentido, se señalan las celebraciones litúrgicas).
Finalmente, el documento de Aparecida recomienda que “sea incentivado la
creación de los centros culturales católicos, necesarios especialmente en las áreas más
carentes, donde el acceso a la cultura es más urgente”.
La lectura de los elementos de la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe, referentes a la Pastoral de la Comunicación permite que
las parroquias, los movimientos y las diócesis encuentren subsidios para la elaboración
de sus propios planeamientos, con creatividad y con “espíritu de comunión”.
Percibimos, entonces, que el discurso de la Iglesia que viene a dar sustentación a
sus políticas de comunicación social, ha estado atento a los cambios de paradigmas
propios del fenómeno comunicativo como integrante de la cultura contemporánea. En
términos teóricos, se hace necesario entender la cultura y, en términos programáticos,
comprender como articular, en la cultura (como culturar), las prácticas pastorales,
tornándolas eficaces y adecuadas al momento histórico por el cual pasamos.
Cabe, pues, a la Pastoral de la Comunicación vivificar todas las demás
manifestaciones pastorales, predicando con ahinco la necesidad constante de un diálogo
y de la abertura para la participación de todos. En este caso, la Pastoral de la
Comunicación se vuelve, simultáneamente, para la persona, cuanto “ el ser de relación”
(Paulo Freire) y para la máquina, cuanto al espacio de la relación (Pierre Levy). Sin
duda, tal articulación trae un intrigante desafío para la Pastoral de la Comunicación.
Más allá del desafío de promover las relaciones entre personas, ampliando así
los caminos de expresión en el espacio donde está la comunidad, es necesario pensar en
la utilización de los recursos y medios no solamente para difundir mensajes, pero
especialmente para oír la cultura y ampliar el diálogo intercultural e interreligioso.