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EL BINOMIO HOMBRE-MUJER: Deconstruyendo estereotipos
Si echamos mano de Perogrullo, un hombre es un hombre y una mujer es una
mujer. No necesitan explicación, todo el mundo sabe de qué estamos
hablando, es una obviedad que nadie discute. ¿De verdad es así? ¿Qué tal si
perdemos un poco de nuestro tiempo para reflexionar acerca de esta
obviedad? En principio, un hombre es lo que no es una mujer y viceversa, es
decir, que se considera hombre al conjunto de rasgos biológicos, psicológicos y
sociales que no poseen las mujeres. El perfil del hombre es excluyente en
relación al perfil de la mujer y viceversa. Vemos en Wikipedia que,según Janet
Saltzman Chafetz (1974, 35-36) describe 7 áreas de la masculinidad en la
cultura general:
1. Física -- Viril, atlético, fuerte, valiente. Sin preocupaciones sobre la
apariencia o el envejecimiento.
2. Funcional -- Se gana el pan, provee para la familia.
3. Sexual -- Sexualmente agresivo, experimentado.
4. Emocional -- No es emocional, estoico, no llora.
5. Intelectual -- Lógico, intelectual, práctico, racional, determinado.
6. Interpersonal -- Líder, dominante, imparte disciplina, independiente, libre,
individualista.
7. Otras características personales -- Encaminado al éxito, ambicioso,
agresivo, orgulloso, egoísta, moral, confiable, decidido, competitivo,
inhibido, aventurero.
El perfil de la mujer sería una especie de negativo del perfil del hombre, de
forma que si un rasgo masculino es la fuerza, la mujer tiene el rasgo de la
debilidad. Si el hombre es valiente, la mujer es cobarde, si un hombre es
racionalmente estable, la mujer es emocionalmente inestable, si un hombre
posee una lógica deductiva, la mujer posee una lógica intuitiva, si un hombre
posee capacidad de liderazgo, la mujer no lo posee. ¿Realmente, esto es así?
Pongamos algún ejemplo: Angela Merkel es una dirigente política alemana de
gran prestigio a nivel mundial. Nadie le discute su capacidad de liderazgo, su
fortaleza, su autoridad, su valentía y su estabilidad emocional. Se diría que
estamos hablando de un hombre, pero no, Angela Merkel es una mujer, nadie
lo pone en duda ¿por qué? Pues porque su anatomía y fisiología son las
propias de las mujeres. Michel Jakson, ya fallecido, tenía un conjunto de
características que podríamos llamar femeninas: Débil, cobarde,
emocionalmente inestable, tierno con la infancia, muy preocupado con su
físico. ¿Estamos hablando de una mujer? Nada de eso, todo el mundo
reconocía en Michel Jackson a un hombre ¿por qué? Porque su anatomía y
fisiología son las propias de los hombres. Luego, llegamos al convencimiento
de que la mayoría de las características, rasgos y valores atribuidos a hombres
y mujeres son intercambiables y no son constituyentes exclusivos de la etiqueta
hombre o de la etiqueta mujer.
Lo único diferencial entre él y ella son los aspectos anatómicos y fisiológicos
que, además, comparten y les asemejan a otras especies animales de
reproducción dimórfica, es decir, aquellas especies a las que la evolución de la
vida les ha dividido en dos subgrupos intraespecíficos, los machos y las
hembras, con anatomía y fisiología diferente y complementaria destinada a la
reproducción. ¡¡¡Sólo nos diferenciamos de verdad porque biológicamente
nacemos macho o hembra, para la reproducción!!! Ahora bien, actualmente,
unos cuantos millones de personas no se reproducen por decisión voluntaria y
otros cuantos millones tienen un índice de intensidad reproductiva muy bajo, de
una o dos crías como mucho, es decir, que en los ochenta años de esperanza
de vida que tienen, dedican unos cuantos minutos a reproducirse y nada más.
Es decir, que sus diferencias anatómicas y fisiológicas están dedicadas a una
función opcional y aleatoria, a la que se dedica un tiempo escaso. El resto de
sus vidas está dedicado a desarrollar funciones y capacidades que poseen por
igual hombres y mujeres, que son intercambiables entre ambas categorías y
que no les diferencian en absoluto. ¿Por qué, entonces, si nuestra pequeña
diferencia es la de ser macho o hembra reproductivos, hemos cambiado estas
etiquetas por las de hombre o mujer, con perfiles que desbordan ampliamente
el marco estricto de la reproducción? ¿No creeis que es una manifestación de
orgulloso androcentrismo el que cometió la persona (seguramente, un macho)
que etiquetó a la especie humana de “homo sapiens sapiens”, así con
redundante recochineo? ¿Pero, por dos veces sabios, de qué, cuando nuestra
historia es una recopilación de brutalidades sin cuento?
Dice la Wikipedia que el término macho suena peyorativo referido al hombre y
por eso se dejo en exclusiva para los animales, en cambio, el término hembra
no suena tan mal y por eso es más utilizado como sinónimo de mujer. ¡¡Y voy
yo y me lo creo!! La realidad es que los individuos de la especie humana
“llevan doscientos mil años saliendo de la selva de la Naturaleza e
inventándose a sí mismos” (según definición de José Antonio Marina) y algunos
inventos no han sido muy positivos que digamos, sobre todo, cuando a algunos
machos se les ocurrió inventar el poder de mandar sobre los demás por la
fuerza bruta e inventaron la propiedad privada para hacerse ricos a costa del
trabajo de los demás. Así, los grupos humanos que eran relativamente
pacíficos y vivían con una cierta armonía bajo la potestad cuidadora de las
madres (numerosos estudios demuestran esta realidad primitiva, como “Sed
de Piel” de Manuel Lucas Matheu o “Anatomía de la destructividad humana” de
Erich Fromm) fueron reconvertidos por la fuerza en grupos patriarcales,
estableciéndose una división del trabajo totalmente discriminatoria y unas
relaciones de “dominación-sumisión” en las que las hembras salían perdiendo a
todas luces. Así surge el concepto de “Hombre” como categoría universal que
define al ser poderoso que desarrolla las cualidades ya citadas antes, mientras
que a las hembras las convierten en “Mujeres” como una especie de
complemento doméstico y reproductor de los hombres, sometidas a sus
caprichos, deseos y dictados normativos. Surge de este modo, el modo de
producción que llamamos Patriarcado y la Cultura de los Géneros que definen
los perfiles de hombre (masculino) y mujer (femenino) para que los individuos
de la especie sean socializados y educados en su desarrollo. ¡¡Ya tenemos a
los hombres masculinos y a las mujeres femeninas!! Nada que ver con la
biología (que nos divide en machos y hembras) ni con la Naturaleza. Se trata
de un Poder Patriarcal hegemónico que intenta mantener la división que
produce el binomio “hombre-mujer” mediante la socialización de estereotipos y
creencias naturalizadas.
Pero la realidad es muy otra y en ella, observamos la diversidad y la pluralidad
de formas de ser y de comportarse. Salvo en la ideología patriarcal, no existe el
hombre de género, universal y homogéneo, de la misma forma que no existe la
mujer de género. Cada ser humano es diferente al resto, posee una
idiosincrasia particular, que va construyendo a lo largo del ciclo vital mediante
sus propias y particulares experiencias, vivencias, aprendizajes e influencias
sociales. Lo que predomina es la diferencia frente a los corsés reductores de
las etiquetas falsamente universales. Ni las razas, ni las nacionalidades, ni las
clases sociales, ni las orientaciones sexuales, ni los géneros, son capaces de
ocultar las diferencias individuales y la pluralidad de identidades construidas.
Por lo tanto, sería absurdo desde el movimiento de hombres igualitarios
empeñarse en crear nuevos perfiles de Hombre como alternativa al perfil que
ofrece el género patriarcal. Como lúcidamente decía Josep Vicent Marqués “El
discurso sobre la identidad es siempre una respuesta al discurso del otro.
Suele ser necesario pero no hay que detenerse en él. Si afirmo mi identidad
como valenciano o como catalanoparlante no es para decir que quiero ser de
una determinada manera o para decir unas cosas concretas, sino para que
dejen de vivirme mi vida y la de mi gente. A continuación reclamo mi derecho a
cambiar. Solo quiero ser mi propio portavoz. En la cuestión que aquí nos
ocupa, buscar la identidad masculina sería caer en la propia trampa que
preparó el patriarcado para las mujeres y de la que las mujeres se van
liberando. No renuncio a mi identidad de sexo pero no quiero ser un auténtico
varón ni un nuevo varón ni un varón renovado sino una persona”. Pues eso,
construyámonos como personas diferentes y plurales y luchemos por construir
una sociedad que nos permita ser libres para vivirnos sin etiquetas, iguales en
derechos para ser felices y fraternos para que nadie quede excluido del
bienestar y la armonía. Son tareas que merecen formar parte del sentido de
nuestra vida.