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EL BEATO MARCELO SPÍNOLA Y LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN 1 a celebración del Año Santo Mariano en este 1987, segundo milenario del nacimiento de la Virgen, y año de la beatificación de nuestro Padre Fundador, nos da ocasión para reflexionar sobre el aspecto del marianismo en su vida. ¿Cómo se situaría él ante una celebración semejante? ¿Qué actividades apostólicas haría en favor de sus fieles o diocesanos? ¿Cómo predicaría las grandezas de la Virgen y cómo vivió él mismo su devoción? Estos interrogantes y otros muchos que podríamos hacernos, los tenemos contestados de un modo concreto en la vida y en los hechos del Padre Fundador. Y sobre ellos puede sernos de provecho hacer hoy unas sencillas re flexiones. L LAS CELEBRACIONES MARIANAS DE 1904 Nos encontramos, en primer lugar, con que él vivió un acontecimiento semejante en el año 1904, cuando la Iglesia celebró el 50 aniversario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción. Marcelo Spínola, Arzobispo de Sevilla, promovió en la diócesis solemnes fiestas que procuró abarcaran todos los niveles. Comenzó publicando una extensa circular en la que animaba a todos a participar en las celebraciones marianas, cada uno según su situación: «Ocasión es esta de que los sabios ofrezcan a María Inmaculada el tributo de su ciencia en libros, en folletos, en discursos, en trabajos de todas clases; que estudien el misterio de la Concepción desde sus tan numerosos como fecundos puntos de vista... Los pintores demostrarán que todavía hay en este suelo artistas que aman lo que Murillo tanto amó, y que el amor, cuando es vivo y profundo, agiganta el genio, y lo estimula, lo empuja y lo guía para que realice prodigios. Los escultores, los amadores de la música, todos los hombres de arte en una palabra patentizarán que si la Concepción es una verdad católica..., .si es luz que ilumina, imán que atrae, hermosura que deleita, flor que perfuma el aire, para el artista es asunto y motivo de arrobadora inspiración» (Circular 30-1-1903). Prosigue su exposición declarando que para organizar el programa de fiestas «quiere oír los dictámenes, las advertencias y los consejos de quienes nos pueden ilustrar, como son los miembros de nuestro Cabildo, los individuos de nuestro Clero, y las muchas personas de valer, que en su seno cuenta Sevilla», y añade «en la ejecución pretendemos el concurso de todos nuestros diocesanos... A nadie es lícito excusarse» Admira contemplar este don Marcelo emprendedor y entusiasta, promoviendo y solicitando la participación de cuantos le rodean. Nos demuestra así que los hombres santos y humildes, como lo era él, han sabido siempre practicar lo que hoy llamamos diálogo, que para ellos era una forma de actuar en la que revelaban el aprecio de los dones de Dios en los otros, y la humildad en la estima del propio valer. Don Marcelo exhorta a sus diocesanos estimulándolos por el único camino que para él era fundamental: el amor a María: «Ninguno existirá, es seguro, que no tenga amor en el corazón, entusiasmo en el alma, y palabra en los labios, para ensalzar, engrandecer y bendecir a María». 1 En ADC 2 Y termina su Circular añadiendo: «Que es nuestro trabajo grato, gratísimo, no puede negarse. Sería preciso haber perdido la fe, y con la fe, el dulce sentimiento de ternura, que excita en todo pecho cristiano el recuerdo de María Inmaculada, para que se hiciese penosa la tarea de procurar las glorias de la Virgen Madre». LOS TRABAJOS DE SPÍNOLA EN EL AÑO JUBILAR A partir de esta Circular, nuestro Padre pone en marcha una serie de proyectos para las celebraciones de aquel año jubilar de 1904. Destacan entre ellos algunos de mayor relieve, como la peregrinación a Roma en el mes de mayo, y la coronación canónica de la Virgen de los Reyes en diciembre de ese mismo año. A nivel de diócesis, sus actuaciones son incesantes. Y entre sus trabajos marianos tenemos que destacar las predicaciones y escritos sobre la Virgen. Tomó sobre sí la tarea de estudiar el Misterio de la Inmaculada Concepción desde todas sus perspectivas. Y así publicó en el Boletín de la diócesis, a lo largo de todo aquel año, 20 extensos artículos, que suman un total de 202 páginas, que son una verdadera tesis sobre el Misterio de la Inmaculada Concepción. Sus títulos, que expresan los temas que presenta a consideración, son los siguientes: La Concepción de la Santísima Virgen en la mente divina. La Inmaculada Concepción en la Profecía. La Inmaculada Concepción en el magnífico cuadro de las figuras y símbolos mesiánicos. La Concepción Inmaculada de María en el depósito de la Revelación. La Inmaculada Concepción en los Padres de la Iglesia. La Inmaculada Concepción en las diversas Escuelas. La Inmaculada Concepción y el pueblo fiel. La aurora de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen. El Papa y la Inmaculada. La definición dogmática Alcance de la definición dogmática. Algunas consecuencias del dogma de la Inmaculada Concepción. Efecto de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción. Otro resultado de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción. La definición dogmática: voz de la Iglesia congregando a los fieles en torno a María. ¿Qué provecho hemos sacado de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción? Esfuerzos de la Iglesia para hacer que los pueblos fijen la mirada en la Inmaculada Concepción. Labor de María Santísima para que los pueblos se aprovechen de la Inmaculada Concepción. La Inmaculada Concepción en. el cielo. Coronación de la Virgen de los Reyes. Todos estos títulos nos muestran el sentido pastoral de nuestro Padre, que va exponiendo a la consideración de sus diocesanos tanto los argumentos que conducen a un mayor conocimiento del misterio de María, como los medios de hacer que se acreciente la devoción práctica hacia Ella. A estos escritos hay que añadir otros varios, como la Carta Pastoral de Adviento de este año 1904, dedicada al tema de María, con una extensión de 22 páginas. LA ESPECIAL VINCULACION AL MISTERIO DE LA INMACULADA CONCEPCION Marcelo Spínola había nacido en 1835. Tenía, pues, 19 años cuando la Iglesia definió el dogma de la Inmaculada Concepción de María. Es, por tanto, el misterio de la Virgen que más de cerca le tocó vivir y hacia el que sintió un especial atractivo y devoción. A nosotras, sus Esclavas, nos vinculó también estrechamente a este misterio, hasta el punto de que podemos decir que si el de la anunciación nos es esencial como postura de entrega absoluta al Corazón de Cristo, desde las actitudes de María, su Primera Esclava, el de la Inmaculada nos lo presenta como el misterio hacia el cual debemos sentir un especial amor, procurando penetrarnos de su espíritu y encomendándonos la grandiosa tarea de ser sus apóstoles: «Su profesión impone a la Esclava el ejercicio del apostolado de este misterio; la Esclava, por serlo, está obligada a enseñar, ensalzar, engrandecer, propagar y hacer amar esa maravilla de la gracia ---María Inmaculada—... Este apostolado es uno de los destinos que la Esclava está llamada a cumplir» (Cf. Libro (le la Esclava, págs. 243253). Y en otro lugar (Const. 1903, pág. 154) nos dice que «el Corazón de Jesús y la Inmaculada Concepción son las dos armas de que debemos servirnos siempre para alcanzar nuestros fines, y señaladamente el de la educación en la sólida piedad de las generaciones nuevas...». Con humildad, pero también con toda verdad, podemos decir que a lo largo de su historia, nuestra Congregación se ha mantenido fiel a esta encomienda mariana, y que en nuestros colegios la devoción a la Inmaculada es algo que sella profundamente la piedad y formación cristiana de nuestra juventud. LA PIEDAD MARIANA EN EL BEATO SPINOLA Escribe nuestro Padre: «No hay un sólo .santo que no haya brillarlo por su tierna devoción a la Santísima Virgen». Esta afirmación fue realizada en él. Y lo fue con el mismo matiz que aquí señala de «tierna devoción». Nuest ro Padre, un hombre tan asceta, tan austero y exigente consigo mismo, tan recto y esforzado siempre en el cumplimiento de graves y difíciles obligaciones, con aquella entereza que le distinguió, aunada con una inmensa amabilidad y misericordiosa caridad, tenía un alma todo delicadeza y sensibilidad en la vivencia de los misterios de la fe. Y hay tres puntos, que se perciben a través de su vida y sus escritos, en los que su piedad se hace experiencia profunda de un amor vivamente sentido y gustado: el Corazón de Cristo, la Eucaristía y María. Las expresiones de nuestro Padre sobre ellos abundan en términos que evidencian esta piedad tierna y hondamente sentida con que los vivía. Ciñéndonos ahora al tema mariano, me limito a resaltar simplemente algunos de los textos citados al principio de este trabajo, en los que afirma que la Virgen es «imán que atrae... hermosura que deleita»... y «del dulce sentimiento de ternura que excita en todo corazón cristiano el recuerdo de María». Cuando recibe de Roma la autorización para coronar canónicamente a la Virgen de los Reyes, comunica a sus diocesanos: “ha llegado a nuestras manos el deseado diploma que, francamente lo confesamos, ha producido consolación inefable en nuestra alma”... Podríamos seguir estudiando otros muchos aspectos del marianismo de nuestro Padre Fundador y, por supuesto, cabría profundizar más en ellos. Pero aquí hago punto final. Creo que hoy, con ocasión del Año Santo Mariano, y en su primer año de Beato, es bonito que nos detengamos a considerar su piedad para con la Virgen desde este ángulo de su íntima experiencia personal. Si según su misma expresión: «No hay un solo santo que no haya brillado por .su tierna devoción a la Santísima Virgen», en el ya Beato Marcelo Spínola podemos dar por cierta esta consoladora realidad. Que él nos conceda que la Virgen sea para nosotras «imán que atrae... hermosura que deleita y consolación inefable de nuestras almas» y que «el recuerdo de María excite en nuestros corazones ese dulce sentimiento de ternura» que sin duda llenó el corazón del Beato Marcelo Spínola y Maestre. Concepción Montoto, ADC