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LA PRESENCIA DE MARÍA INMACULADA
EN NUESTRA VOCACIÓN
1- EN EL PENSAMIENTO DE NUESTROS FUNDADORES
Para Marcelo Spínola y Celia Méndez la presencia de María bajo el
misterio de su Inmaculada Concepción marcará la espiritualidad de la
naciente Congregación.
Es conocida por todas la transformación que a lo largo de los años
tuvo el nombre de la misma y cómo, a pesar de las dificultades
encontradas, la presencia de la Virgen Inmaculada quedó recogida en el
“Ecce Ancilla Domini. Fiat” de María.
Celia Méndez lo clarifica: con el término Concepcionistas se quiso
significar no ya sólo que las Esclavas son devotísimas de este misterio...
sino que hacen de la Virgen sin mancha su modelo en servir al Corazón
de Jesús y su apoyo más firme para conseguirlo; o de otro modo, que el
nombre de Concepcionistas da carácter a la Esclavitud que se imponen
voluntariamente los miembros de la Congregación, pues tienen por
cierto que el primer pensamiento de la Virgen Madre al ser concebida
fue el que expresó más tarde al ángel de la Anunciación, diciéndole: Ecce
Ancilla Domini. (cf. R. F. T I pg 416)
Esclava, al estilo de María Inmaculada, quien
a su vez se identifica con la actitud de Siervo que
toma Jesucristo en el misterio de la Encarnación,
han de ser las Esclavas del Divino Corazón.
Para Marcelo Spínola los fundamentos en
que la Congregación se apoya son el Corazón de
Jesús y la Virgen Inmaculada (P II, 497). Establece
un paralelo entre el Misterio de la Inmaculada y el
de la Encarnación: “Sin la Encarnación no se
concibe a Cristo, no se explica la Redención, ni
comprendemos la Iglesia... El Misterio de María Inmaculada es la base del
edificio de su incomparable santidad; el origen o condición de su
maternidad divina...” (L. Esclava p. II Cap. IV).
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La Virgen Inmaculada es la primera Esclava del Corazón de Jesús y
así lo expresa en una carta dirigida a la comunidad de Sevilla: “La vida
toda de María es comentario de esta palabra: Esclava del Corazón de
Jesús” (5 septiembre 1899).
Por su parte, Celia Méndez, se comunica con sus religiosas,
diciéndoles: “Mirando a la Esclava del Señor aprenderemos a ser Esclavas
del Divino Corazón. Ella es nuestra Maestra, el verdadero tipo de Esclava,
nuestro ejemplar y modelo en cómo debemos servir al Corazón de Cristo”.
Y Marcelo Spínola nos recuerda el deber que por su profesión tiene
la Esclava:
“...está obligada a enseñar, ensalzar, engrandecer, propagar y hacer
amar esa maravilla de gracia: María Inmaculada... y está llamada a cumplir
este apostolado, siendo el modo que ha de emplear el ejemplo, la palabra,
el consejo,... ya con sus hermanas, ya con sus educandas, ya con el mundo
entero en general” (L. Esclava. p. II Cap. IV).
Y a lo largo de la historia, las Esclavas no sólo hemos aprendido a
serlo mirándola a Ella, sino que hemos contagiado a miles de
generaciones el amor a la Virgen. Basta recordar en nuestros colegios la
presencia de las Hijas de María, Congregación Mariana, celebraciones en
torno a María..., adecuadas todas ellas a los tiempos cambiantes, para
confirmar que María Inmaculada está en nuestra vida como esencia del
carisma recibido por Marcelo y Celia.
2- EN NUESTRAS CONSTITUCIONES
La presencia de María recorre, como hilo conductor, los diferentes
capítulos que conforman nuestra vida. No vamos a detenernos en todos
ellos pues en parte quedan incluidos en el comentario ya hecho. Más
bien se trata de que nuestra mirada a María se convierta en mirar
fijamente con ella en la misma dirección, mirando a Dios; viendo con sus
ojos la Iglesia, el mundo, la humanidad... Esta manera de mirar nos
implicará en ver la realidad como María y actuar como Ella.
Desde el comienzo se nos dice: “Nuestra entrega ha de ser total y
absoluta, al estilo de María” (C. pg. 19).
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“Por la esclavitud vivimos, personal y comunitariamente, las actitudes
de MARIA, la mujer que vivió en plenitud el amor de Cristo desde una
postura interior de Esclava: la humildad y sencillez, el gozo, el amor a la
voluntad de Dios y la entrega a todos en un servicio generoso” (C. 5).
Esta postura interior ya la explicita nuestro Padre cuando escribe el
espíritu que ha de vivificar la Congregación: “quien dice esclavitud... dice
humildad” y detalla que ésta ha de ser no sólo de afectos sino de obras y
hechos, es decir ha de transformar a la Esclava en una mujer humilde
hasta el punto de que pueda repetir con María “porque miró la
humillación de su esclava”. Esclavitud significa también rendimiento,
obediencia. El esclavo no tiene más querer que la voluntad de su amo y
como María, la Esclava del Divino Corazón estará abierta para aceptar la
voluntad de Dios manifestada directamente o a través de las
mediaciones humanas hasta poder repetir con Ella “He aquí la Esclava...
Hágase”. La Esclava vivirá desprendida de todas las cosas hasta
identificarse con María que se vacía de todo para hacer de Dios su única
riqueza. La Esclava, como María, será una mujer sencilla que gastará su
vida en un servicio gratuito y generoso; llena de celo por su santificación
y por la gloria del Divino Corazón de Jesús, su
Amo.
Podríamos introducir nuestra historia de fe
en la estructura del pasaje de la Anunciación (Lc
1, 26-38), pasaje en el que todas nos
encontramos reflejadas. Tal vez el hacer desde
él un paralelo con nuestra propia vocación nos
ayude a una mayor y mejor comprensión del
mismo.
El diálogo se inicia con la intervención de
Dios y termina con la palabra de María. El esquema de comunicación es
dialogal, paralelo en intervenciones y progresivo en la claridad del
mensaje, en el acercamiento interpersonal y en la implicación de ambos
interlocutores. Dios empieza con su palabra de iniciativa; María termina
con su palabra decisiva. El comienzo de Dios cierra un ciclo de
intervenciones en la historia; es Palabra que concluye una etapa y abre
una posibilidad. El final de María, cierra ese momento único, íntimo e
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irrepetible entre Dios y ella. Y abre no ya la posibilidad, sino el periodo
de realización de la Palabra.
María se sorprende al descubrir que la mirada de Dios se había
posado sobre ella. Él lo había hecho antes sobre Abraham, Moisés,
David…. ahora era distinto.
Hasta entonces María oraba volviendo su mirada hacia Dios, de
pronto experimenta cómo la mirada de Dios se posa sobre ella con una
intensidad de amor y ternura apenas imaginable. Ya no se trataba de
amar a Dios, sino de ser humilde y dejarse amar por Él.
En la Anunciación, María descubre con estupor, que era amada
infinitamente por el Dios de la zarza ardiendo.
Si ponemos nuestra atención en el diálogo podremos observar que
no hay silencios inútiles, cada cual lo guarda como forma de recibir la
palabra del otro. Es un verdadero mensaje compartido porque cada uno
tiene el suyo y puede ofrecerlo al otro. La plena comprensión de este
diálogo no le llegaría a María hasta Pentecostés. Entonces
“comprendió” todo lo que “había conservado en su corazón” mediante
la fe.
“María es figura de nuestra vida y realización de nuestra Esclavitud”
(C 5).
María no es modelo para ser contemplado pasivamente. Es
ofrecimiento dinámico para ser y para hacerse.
Que Ella nos acompañe en este camino que vamos haciendo en el
día a día y en nuestro último encuentro con Dios podamos repetir: ¡Aquí
está tu Esclava, Señor!
PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y EL DIÁLOGO
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Haz una lectura serena del tema confrontándote con las
actitudes de María que en el mismo aparecen.
-
Desde las Constituciones, destaca las actitudes de María que hoy
nos urge potenciar para ser “comunidades significativas”.
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PISTAS PARA EL ENCUENTRO COMUNITARIO
1.- Motivación inicial
Se comienza con una breve oración que la que conduce la reunión
ha buscado con anticipación y una vez leída motiva a la escucha y a la
participación.
2.- Diálogo y comunicación sobre el tema.
Pueden ayudar las preguntas que hay al final.
3.- ¿Cuáles son los sentimientos y luces que voy teniendo a lo largo
de este tiempo de Adviento y Navidad que estamos viviendo?
La animadora debe ir guiando la reunión de manera que la
participación y puesta en común ayude a la comunidad para motivarse y
edificarse mutuamente.
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