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ALGUNOS PROBLEMAS FILOSOFICOS QUE EL CONOCIMIENTO
PLANTEA Y DIVERSAS RESPUESTAS
Selección de fragmentos realizada a partir de Diccionario de filosofía Herder, Autores:
Jordi Cortés Morató y Antonio Martínez Riu
EL PROBLEMA de LA POSIBILIDAD DEL CONOCIMIENTO: ¿Puede el
sujeto conocer al objeto?
DOGMATISMO.
En el ámbito gnoseológico, es la postura que implica mantener la verdad de un
enunciado sin demasiadas razones que lo justifiquen o, en un sentido más amplio y
directamente opuesto a escepticismo, la convicción de que son muchos los enunciados
cuya verdad podemos saber. Para Kant, es la pretensión de avanzar en el conocimiento
filosófico sin haber sometido a crítica los principios del pensar. Sus opuestos son, por
tanto, el criticismo y el escepticismo.
ESCEPTICISMO
(del griego skeptomai, investigar atentamente, o simplemente de skeptesthai, investigar)
Concepción en teoría del conocimiento que sostiene, en principio, que la mente humana
no es capaz de justificar afirmaciones verdaderas. Un escepticismo extremo o absoluto
sostendría que no existe ningún enunciado objetivamente verdadero para la mente
humana, o la imposibilidad total de justificar afirmaciones verdaderas; de este
escepticismo se suele decir que se refuta a sí mismo o que es imposible, puesto que se
niega en su propia afirmación. El escepticismo moderado o relativo sostiene que son
pocos los enunciados objetivamente verdaderos, o bien establece dudas razonadas sobre
la capacidad de la mente humana de poder conocer las cosas y, por lo mismo, la somete
a examen. Este relativismo propugna una actitud crítica ante el dogmatismo.
Históricamente, las afirmaciones de escepticismo moderado aparecen tanto en épocas de
decadencia cultural o cansancio intelectual, como de renovación e Ilustración, y la
historia misma de la filosofía occidental alterna épocas de escepticismo y dogmatismo.
La duda metódica y el espíritu crítico o el rigor científico son manifestaciones prácticas
de un escepticismo moderado
Históricamente, una corriente de la filosofía helenística, el pirronismo, o escuela
escéptica que nace con Pirrón de Elis (360-272) y su discípulo Timón de Fliunte
(325/320-235/230), para quienes ni los sentidos ni la razón pueden suministrarnos un
conocimiento verdadero, por lo que lo más sabio, si queremos llegar a la ataraxia, es
permanecer indiferentes a todo absteniéndonos de hacer juicios; los estoicos llamaron a
esta suspensión de juicios epokhé. Con Arcesilao (315-ca. 240), considerado el
fundador de la Academia nueva, entra el escepticismo en la Academia platónica; criticó
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la teoría del conocimiento de los estoicos, y excluyó del escepticismo el razonamiento
moral: pese a desconocer dónde está la verdad, el sabio es capaz de actuar moralmente.
Carneades (219-128), uno de sus sucesores, desarrolló una teoría del conocimiento
probable (píthanon, «lo digno de crédito»): su escepticismo está basado en la distinción
que establece entre lo objetivamente verdadero, desconocido para el hombre, y lo
subjetivamente verdadero. A partir del s. II a.C., el escepticismo tiende a convertirse en
eclecticismo, pensamiento que invade tanto la Academia platónica como las restantes
escuelas helenísticas, si bien en menor medida. Enesidemo de Cnossos (hacia al año 50
a.C.) renueva el pirronismo antiguo y estudia sus «tropos», o lista de contraposiciones
que fundamentan el escepticismo de la vida (Razonamientos pirrónicos). Hacia el s. II
d.C. el escepticismo se funde con el empirismo médico. En esta corriente destaca Sexto
Empírico (Alejandría, hacia la segunda mitad del s. II d.C.), el autor más importante
para el conocimiento del escepticismo antiguo, que lo entiende (Supuestos del
escepticismo pirrónico) como el arte de enfrentar todas las contradicciones de las cosas
y el pensamiento; el escéptico logra la ataraxia, o tranquilidad interior, renunciando a
decidir sobre opiniones contradictorias (ver texto ).En general, la dificultad de resolver
la cuestión epistemológica de la verdad y la falsedad se combinó, en el escepticismo
antiguo, con la adopción de certezas de tipo práctico, que se fundamentaban en criterios
éticos, estéticos, de utilidad, etc. En cambio, en el escepticismo renacentista se acentúa
sobre todo el aspecto racional del problema, dejando de lado la actitud más vital que
representaba el escepticismo griego. Montaigne (1533-1592), Charron (1541-1603) y
Francisco Sánchez (1562-1632) son los escépticos destacados de esta época.
David Hume (1711-1776) integra el escepticismo en la misma actividad
filosófica. Distingue (Investigación sobre el entendimiento humano, sec. XII) entre
escepticismo «antecedente» y escepticismo «consecuente». El primero es «anterior a
todo estudio y filosofía», y un ejemplo podría ser la duda metódica cartesiana, que
plantea la búsqueda de un primer principio de certeza infalible; el segundo es «posterior
a la ciencia y a la investigación». Mantener un escepticismo antecedente en forma
exagerada -pirrónica- equivale a negar cualquier posibilidad de llegar a la certeza. El
escepticismo consecuente es el que hay que adoptar después de haber sometido a
examen nuestras posibilidades cognoscitivas. Este escepticismo pone de manifiesto la
imposibilidad de conciliar lo que creemos por sentido común y lo que sostenemos tras
un examen filosófico de muchas cuestiones: por sentido común creemos que lo que
vemos es lo que existe, pero la razón filosófica rechaza identificar nuestras
representaciones con los objetos que representan; por otro lado, no disponemos de
buenos argumentos para demostrar que nuestras percepciones o representaciones
correspondan a los objetos reales. Al hombre razonable le es necesario un escepticismo
mitigado o «académico», que es el resultado de combinar un severo examen crítico de
nuestras capacidades cognoscitivas con el sentido común y la reflexión. Y así, hay que
recordar que todos nuestros conocimientos se reducen a la relación de ideas, o lo que
puede saberse por demostración, y a cuestiones de hecho, que fundamos en la relación
de causa y efecto (ver texto ). Este escepticismo «académico» de Hume ha pasado a ser
una de las posturas fundamentales de la filosofía neopositivista del s. XX, pero es
también una característica de todos aquellos filósofos que, desde Kant, han tendido a
someter a examen a la razón humana. Nietzsche llamó a los escépticos «los únicos
filósofos honorables» (Ecce Homo).
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RELATIVISMO
(del latín relativus, relativo, de referre, llevar algo a su punto de partida) Afirmación de
que todo conocimiento o todo valor moral dependen esencialmente del punto de vista
del sujeto que los tiene. Hay relativismo cuando la dependencia del punto de vista
subjetivo es total. Sus dos especies clásicas son el relativismo epistemológico y el
relativismo ético. El primero defiende que no hay verdades universalmente válidas e
independientes de la apreciación de los sujetos; el segundo niega que existan normas
morales universalmente válidas. La consecuencia es que tanto el mundo del
conocimiento como el de la moral dependen de diversos condicionamientos, que pueden
ser el individuo, la sociedad o la cultura, ya sea en el aspecto psicológico, sociológico o
histórico.
Comparado con el escepticismo, el relativismo afirma menos. El escepticismo afirma
que no hay verdades o, si las hay, son escasas. El relativismo sostiene que las verdades
tienen un valor relativo al -en dependencia con el- sujeto. El relativismo se distingue del
subjetivismo en que éste establece una dependencia directa entre el conocimiento o el
valor y la consideración del sujeto; mientras que el relativismo hace depender el
conocimiento o el valor de factores externos al sujeto. En la práctica se identifican,
porque en la expresión «el hombre es la medida de todas las cosas» -quintaesencia del
relativismo- el término «hombre» ocupa el lugar del sujeto pensante y el lugar de la
historia cultural de este mismo sujeto pensante.
Aparte de las dos mencionadas, las ciencias sociales en general destacan la importancia
de otras clases de relativismo: el relativismo conceptual y el relativismo perceptivo. El
primero hace referencia al modo como la conceptualización de la experiencia del mundo
es diversa en las diversas culturas, y así como en el mundo occidental se recurre a
conceptos de espacio, tiempo, causa, persona, y similares para clasificar los objetos de
experiencia, en otros ámbitos culturales no sólo no se recurre a los mismo conceptos
sino que hasta se carece de conceptos tan fundamentales como parece ser el de persona,
o identidad personal. La variación, pues, en los esquemas conceptuales parece ser o
lleva a una forma de relativismo. De la misma manera, si es verdad que la percepción ha
de explicarse más como una forma de imponer orden a la experiencia que como una
simple descubrimiento de qué tipos de objetos nos brinda, lo que se llama mundo real es
ante todo la manera como entendemos nosotros, y constituimos, lo que es el mundo. La
llamada hipótesis lingüística de Sapir-Whorf supone precisamente esta forma de
relativismo .
El relativismo es, en general (a excepción posiblemente del relativismo ético) una forma
de escepticismo.
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Representantes clásicos del relativismo son, en la antigüedad, los sofistas, con
Protágoras al frente, cuya frase «el hombre es la medida de todas las cosas», ha
recibido el nombre de homo mensura. Oswald Spengler sostuvo que sólo hay verdades
con relación a una situación concreta de la humanidad. Las modernas sociologías del
conocimiento, que establecen que no hay validez absoluta de enunciados, y que la
validez de todo enunciado depende de una situación social concreta, tienen problemas
de relativismo epistemológico.
CRITICISMO
El término, además de referirse genéricamente a la actividad constante de la crítica,
como propia de la filosofía, y a diversas actitudes específicamente críticas de algunos
sistemas filosóficos, se refiere de un modo peculiar a la filosofía crítica de Kant. Kant
habla del criticismo de la razón pura para referirse a una etapa de la filosofía, en la que,
frente al dogmatismo y escepticismo, ya no queda sino seguir la vía de la filosofía
trascendental.
La Filosofía Critica de Kant
La filosofía de Kant en cuanto, según él mismo, constituye un examen, juicio o crítica,
no de los productos o de los métodos del conocimiento humano, sino de las
posibilidades de conocimiento de la misma razón; en concreto, de las capacidades de la
razón humana para conocer algo a priori . Al estudio de estas condiciones o
posibilidades de conocimiento por parte de la razón, llama también Kant filosofía
trascendental. Aunque toda la filosofía kantiana pueda llamarse «crítica» o bien pueda
distinguirse como «criticismo», frente, por ejemplo, a un dogmatismo o un
escepticismo, en rigor «filosofía crítica» es la primera parte, o la propedéutica, de su
metafísica o filosofía sistemática, constituida por el examen a que es preciso someter a
la razón humana para conocer su alcance y sus límites. Este aspecto fundamental de la
filosofía, que inicia con un autoexamen, o autocrítica, se corresponde claramente con el
ideal de «atreverse a pensar por cuenta propia», con el que Kant resume el espíritu de la
Ilustración alemana .
PERSPECTIVISMO
Si la perspectiva es la construcción de una imagen en función del punto de vista del
observador, el perspectivismo, como concepción filosófica, supone que toda
representación es dependiente del sujeto que la constituye. En la historia de la filosofía
este término se asocia generalmente a Nietzsche y, especialmente, a Ortega y Gasset.
En cierto sentido la monadología de Leibniz es un perspectivismo (cada mónada es una
perspectiva del universo), por ello Ortega cita este texto de Leibniz: «una misma ciudad
mirada desde diferentes lados parece completamente distinta y se multiplica
perspectivamente [...] hay diferentes universos que, no obstante, son perspectivas
distintas de uno solo, según los puntos de vista de cada mónada». La realidad, pues, se
ofrece en perspectivas individuales: «donde está mi pupila no está otra» . El ser del
mundo no está dado de una vez para siempre, sino que siempre es una perspectiva que
aparece así como una condición epistemológica para captar la auténtica realidad. Este
perspectivismo permite a Ortega superar tanto el escepticismo como el racionalismo.
Además, la perspectiva no aparece desde un punto de vista abstracto, ya que el yo no es
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algo dado, sino una unidad dramática de yo y mundo, es decir, del Yo y su
circunstancia: «yo soy yo y mi circunstancia», y «vivir es no tener más remedio que
razonar ante la inexorable circunstancia». La circunstancia y la perspectiva se articulan
permitiendo el acceso a la verdad, y el punto de esta articulación lo proporciona la
historia. Por ello, el perspectivismo orteguiano conduce, desde una razón vital
(raciovitalismo) hasta una razón histórica, puesto que la circunstancia es siempre
circunstancia histórica concreta, y la perspectiva es la de un yo que parte de esta
circunstancia.
También Nietzsche defiende una posición perspectivista que concibe como articulación
entre conocimiento y necesidades vitales. Esta tesis se funda en una concepción del ser
entendido como devenir (en el que no existen verdades absolutas, pues toda verdad es
interpretación), y del conocimiento entendido desde el punto de vista de su unión con
las necesidades vitales. Otros autores que han defendido tesis perspectivistas son, entre
otros, M. Merleau-Ponty y Samuel Alexander.
EL PROBLEMA DEL ORIGEN DE NUESTROS CONOCIMIENTOS: ¿Cuál es
la fuente principal del conocimiento: los sentidos ó la razón?
Distintas posturas
RACIONALISMO
(del latín, ratio, razón) En general, actitud filosófica de confianza en la razón, las ideas o
el pensamiento, que exalta su importancia y los independiza de su vínculo con la
experiencia. En este sentido de exaltación de la autonomía de la razón, el racionalismo
se aplica tanto a filósofos de la antigüedad griega, como Parménides y Platón, que
atribuyen a la razón una autonomía (problemática) respecto del mundo sensible - sin
olvidar el intelectualismo moral o racionalismo ético, en Sócrates y Platón-, como al
pensar crítico de los filósofos ilustrados contra las ideas socialmente admitidas. En
sentido estricto, es el «racionalismo moderno» que, como corriente filosófica, nace en
Francia en el s. XVII y se difunde por Europa, en directa oposición al empirismo, y que
sostiene que el punto de partida del conocimiento no son los datos de los sentidos, sino
las ideas propias del espíritu humano. Surge como reacción a la orientación filosófica
medieval puesta en crisis por las nuevas ideas del Renacimiento, que entre otras cosa
renueva el escepticismo de los antiguos, el espíritu de la Reforma protestante que mina
el principio de autoridad doctrinal, y los éxitos del método científico impulsado por la
revolución científica.
El racionalismo moderno, revolucionario para su época, y cuyos principales
representantes son Descartes, su iniciador, Spinoza y Leibniz, representa no obstante
una visión general del mundo y del conocimiento armoniosa, ordenada, racional,
geométrica y estable, basada en el pensamiento metódico (de la duda o del método more
geometrico), la claridad de ideas (principio de evidencia) y la creencia en la estabilidad
de las ideas (la doctrina sobre la sustancia), y acompañada, en el terreno de las artes, por
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el «clasicismo», mientras que, en el lado opuesto, el empirismo representa una visión
del mundo dinámica, cambiante, interesada por la utilidad del saber, innovadora en
teorías del conocimiento y de la sociedad, acompañada a su vez en el mundo del arte
por el «barroco», de características opuestas al clásico. La estabilidad del ser, frente a la
confusión dinámica del devenir.
Las principales doctrinas racionalistas son la afirmación de 1) la existencia de ideas
innatas, punto de partida (en el sentido lógico) del conocimiento (Leibniz admitía
también principios del entendimiento innatos), y 2) la relación directa -prácticamente
coincidencia- entre pensamiento y realidad, que Spinoza expresó gráficamente con la
frase «El orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y la conexión de las
cosas» (ver cita). Junto a esto, se sostiene que 3) el conocimiento es de tipo deductivo,
como el que se da en las matemáticas, y se atribuye 4) un carácter fundamental a la
sustancia (las dos sustancias de Descartes, la sustancia única de Spinoza, Deus sive
natura, y las mónadas de Leibniz).
La forma característica de argumentación racionalista excluye el recurso a la
experiencia y al conocimiento que proviene de los sentidos, y se remite exclusivamente
a la razón, a la claridad y distinción de ideas y a la suposición de que el buen pensar
coincide forzosamente con la realidad: conocer es conocer por la razón .
EMPIRISMO
(del griego, empeiría, experiencia, de empeiros, experimentado; La doctrina filosófica
que sostiene que las ideas y el conocimiento en general provienen de la experiencia,
tanto en sentido psicológico (o temporal: el conocimiento nace con la experiencia) como
en sentido epistemológico(o lógico: el conocimiento se justifica por la experiencia). A
Kant se debe su uso en filosofía en el sentido actual: llama a Aristóteles «principal
representante de los empiristas» y, a Locke, uno de sus seguidores actuales al referirse a
la teoría que deriva de la experiencia los conocimientos que posee la razón.
A Aristóteles se debe la primera línea de pensamiento que vincula de manera
sistemática el conocer a la experiencia sensible, pero el empirismo, como doctrina
filosófica sistemática, se supone característica de la filosofía inglesa; indicios de este
tipo de pensamiento se ven incluso en la actitud teórica de algunos escolásticos, como
Roger Bacon y Guillermo de Occam, si bien los verdaderos precursores del empirismo
teórico son, en realidad, Francis Bacon (1561-1626) y Hobbes (1588-1679); el primero
destaca la necesidad de recurrir a la inducción y a la observación para hacer ciencia y el
supuesto del segundo -racionalista en algunos de sus planteamientos- de que «todo es
cuerpo» no permite comenzar y justificar el conocimiento si no es a partir de la
sensación. Quienes dan forma sistemática al empirismo son, sin embargo, Locke (16321704), Berkeley (1685-1753) y Hume (1711-1776). A ellos se debe la versión clásica
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del empirismo, cuyos puntos fundamentales son: 1) la afirmación de que no existen
ideas innatas y 2) que el conocimiento procede de la sensación, o experiencia interna o
externa; de este modo afirma tanto la prioridad temporal del conocimiento sensible (el
conocimiento empieza con la experiencia) como su prioridad epistemológica o lógica
(el conocimiento requiere de la experiencia como justificación).Los textos más
fundamentales del empirismo clásico pertenecen a J. Locke, en especial a su obra
Ensayo del entendimiento humano (1690) .El libro I de esta obra es una crítica cerrada a
la doctrina de las ideas innatas, tal como las entendían los cartesianos; no hay ideas
innatas ni principios teóricos o morales. El entendimiento, antes de toda experiencia, no
es más que una tabula rasa.
APRIORISMO
(del latín prior,-ris, anterior, antecedente, y la preposición a, que significa procedencia u
origen) Término que se aplica a aquella teoría del conocimiento que sostiene que la
verdad de un enunciado no se establece recurriendo a la experiencia (a posteriori), sino
a priori, es decir, como una verdad universal y necesaria independiente de ella. El
sistema apriorístico más importante de la historia de la filosofía es el de Kant.
EL PROBLEMA DE LA ESENCIA DEL CONOCIMIENTO: ¿es el objeto ó es el
objeto el determinante en el conocimiento?
REALISMO .
(del latín realis, de res, cosa, objeto, realidad) Creencia en que existe un mundo externo
(realismo ontológico) y que puede ser conocido (realismo epistemológico). Estas tesis
pueden son una simple afirmación ingenua y acrítica, si no se fundamentan más que en
la aparente evidencia de los sentidos (realismo ingenuo) o bien incluyen una
fundamentación más o menos crítica. El realismo filosófico sostiene con argumentos la
existencia de un mundo real independiente del pensamiento y de la experiencia, pero no
afirma que percibamos el mundo tal como es en realidad. Es, pues, ante todo, una
afirmación de tipo ontológico (acerca de que las cosas son), que implica una
determinada teoría del conocimiento, así como una teoría sobre la percepción (acerca de
que las cosas no son tal como aparecen).
Históricamente, el realismo es una de las soluciones que en la Edad Media se dio a la
llamada cuestión de los universales, centrada en decidir qué grado de realidad hay que
atribuir a los universales, o ideas abstractas. La primera de las tres soluciones dadas al
problema, el llamado realismo exagerado, -mantenido, entre otros, por Agustín de
Hipona y la escuela de Chartres- debe su origen a la consideración, por parte de Platón,
de las ideas o formas como entidades subsistentes y separadas de los individuos
particulares. El realismo moderado -mantenido, entre otros, por Alberto Magno y
Tomás de Aquino-, en cambio, se remonta a la postura de Aristóteles que sitúa el
universal, como forma que puede ser abstraída por la mente, en los individuos y cosas.
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Frente a esos realismos, el nominalismo sostuvo que los universales o eran meros
nombres o simples conceptos; tesis mantenida por muchos autores de la filosofía
analítica contemporánea. Estas distintas posturas se repiten también o rechazan en las
distintas corrientes de filosofía actual. Charles Sanders Peirce no es sólo un decidido
realista, sino que no admite ninguna solución intermedia entre realismo y nominalismo.
Gottlob Frege es partidario de una ontología y una epistemología realistas: sostiene que
existen entidades abstractas, que llama «entidades objetivas no-reales», y que los
conceptos son ontológicamente superiores a los objetos: se puede hablar de un mundo
interior, al que pertenecen los hechos mentales o psicológicos; de un mundo exterior y
real, al que pertenecen los objetos físicos, y de un mundo objetivo no-real, al que
pertenecen las entidades objetivas, como los pensamientos, los sentimientos, etc., que
no pueden identificarse sin más con los hechos psicológicos, pero que tampoco son
cosas en el espacio-tiempo, y de los que se ocupa la ciencia. George Edward Moore y
Bertrand Russell son ambos realistas en cuanto consideran que los universales son
entidades subsistentes, necesarias para el conocimiento científico. Quine y Goodman,
que afirman conjuntamente no admitir la existencia de entidades abstractas, sostienen
una postura nominalista «corregida». Para Quine sólo existen individuos, pero la ciencia
requiere hablar también de clases como entidades abstractas. Muchas de las
afirmaciones sostenidas por Quine han sido punto de referencia y discusión para
autores posteriores también de orientación analítica; su tesis sobre «lo que hay» ha dado
lugar a una verdadera controversia sobre «realismo» e «irrealismo», referido a las
entidades abstractas en el seno de la filosofía analítica, que enlaza con el llamado
«nuevo realismo» de la filosofía moderna -para distinguirlo del realismo clásico de la
mayor parte de la tradición filosófica-, surgido en Inglaterra y EE.UU. a comienzos del
siglo XX, y con la polémica posterior sobre el realismo científico en filosofía de la
ciencia. El nuevo realismo, como reacción contra el idealismo inglés y continental del s.
XIX (que hacía de lo percibido y conocido un simple estado de conciencia del sujeto,
como reza la fórmula del fenomenismo «ser es ser percibido»), tiene como principales
representantes a Moore y Russell, en Inglaterra, y a W. James, E.B. Holt, W.P.
Montagu, R.B. Perry, W.T. Marwin, W.B. Pitkin y E.G. Spaulding, en América, y
proponen, como solución al problema de la dualidad entre mente ycuerpo, en general la
idea, patrocinada por el «monismo neutral», de una entidad intermedia y confusa entre
lo mental y lo material. D. Drake, A.O. Lovejoy, R.W. Sellars y George Santayana,
entre otros, respondieron a este realismo con Ensayos sobre el realismo crítico (1920).
Los partidarios del realismo crítico (título también de una obra de R.W. Sellars, de
1916) sostienen un realismo indirecto basado en que los datos sensoriales no
pertenecen tal cual aparecen al mundo físico, distinguiendo de nuevo, entre cosa
externa, dato sensorial (sense-datum) y el acto de la percepción.. Dentro del realismo
critico, se presentan diversas maneras de interpretar los datos sensoriales. En el ámbito
de la filosofía de la ciencia, se discute también si los supuestos científicos, muchos de
los cuales se basan en que las leyes causales y muchas entidades teóricas tengan una
existencia objetiva para que la ciencia pueda ejercer su función explicativa, son una
demostración de la verdad de las tesis realistas, y en este caso se habla de realismo
científico. Muchos teóricos de la ciencia han insistido en la necesidad de interpretar las
teorías científicas en sentido realista, como (más o menos) verdaderas descripciones del
mundo, llevados por la fuerza de la afirmación de que sólo las causas explican
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Al realismo en general se opone el idealismo y el fenomenismo. Kant se halla en una
posición intermedia que combina el realismo empírico (los fenómenos son
empíricamente reales) con el idealismo trascendental (la forma de los fenómenos se
debe a la mente). Al realismo científico se opone el instrumentalismo (los enunciados
observacionales sí describen el mundo, pero no los teóricos) y, en cierta medida, el
pragmatismo.
IDEALISMO
(del griego idea, forma, imagen mental, idea) En general, característica de los sistemas
metafísicos que sostienen que la realidad es mental o se explica mejor como idea, o que
el ser es idea. Se opone al realismo y al materialismo y, en principio, a las diversas
formas de empirismo. Leibniz aplica el término al platonismo en cuanto afirma que la
verdadera realidad está en las ideas. Kant distingue el idealismo empírico, que pone en
duda (Descartes) o niega (Berkeley) la existencia de cosas exteriores del idealismo
trascendental o formal: el suyo. El primero de los idealistas modernos, en el sentido de
la definición genérica dada, es Berkeley, con su afirmación sobre la inexistencia de la
materia, o inmaterialismo, y su fenomenismo. El solipsismo es una forma de idealismo
derivada del fenomenismo de Berkeley, al afirmar que no existe nada más que el yo, o
uno mismo y sus ideas.
El gran desarrollo moderno del idealismo es el que corresponde al llamado «idealismo
alemán», que tiene sus inicios a finales del s. XVIII. Se habla de un manifiesto
programático del idealismo, que se escribió hacia 1795, publicado en 1917, por Franz
Rosenzweig, con el título de El más antiguo sistema programático del idealismo
alemán, y que en principio se atribuyó a Hölderlin, Schelling y Hegel, luego a
discípulos de Fichte y finalmente al mismo Hegel. Este manifiesto expresa el deseo -de
claro influjo romántico- de hallar un sistema de pensar que elimine la distinción entre
sujeto y objeto, y entre yo y mundo, distinción que se vive como una contradicción.
Johan Gottlieb Fichte es el primero en desarrollar un sistema, que recibe el nombre de
«idealismo subjetivo», y que se inspira en una reinterpretación de Kant con claros
influjos románticos. El yo trascendental de Kant se convierte en un «yo práctico», o
productor, un sujeto activo, autodeterminado y absolutamente libre; de él surge, por
desarrollo dialéctico, el no-yo, o el mundo.
La filosofía de Schelling, que recibe el nombre de «idealismo objetivo», en referencia al
sistema de Fichte, que le influye de forma notable, y el de filosofía de la identidad, por
la profunda resonancia spinoziana, sostiene una identidad dada de antemano entre
naturaleza y espíritu, entre lo subjetivo y lo objetivo; la realidad es razón, y a eso todo
llama absoluto.
Hegel adopta esta última perspectiva y da a lo absoluto el nombre de Idea sometida al
devenir dialéctico de realizarse o exteriorizarse como naturaleza, y de nuevo como idea
o razón, consciente de sí misma, o espíritu. El espíritu es lo que debe ser, esto es,
reflexión y conocimiento de sí mismo y por ello, después de expresarse como espíritu
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subjetivo y espíritu objetivo llega a ser espíritu absoluto o total comprensión de todo en
sí mismo, en forma de intuición, como arte, en forma de representación, como religión,
en forma de concepto, como filosofía.
El idealismo del s. XIX se enfrenta al positivismo naciente, al que intenta superar.
Desde Alemania, donde el giro que da Marx al idealismo de Hegel y a su dialéctica aprovechando la identidad total entre idea y naturaleza- no permite su supervivencia, el
idealismo se traslada a otros países. En Francia son idealistas O. Hamelin (1856-1907) y
L. Brunschvicg; en Italia, B. Croce y G. Gentile; en Inglaterra, F.H. Bradley, B.
Bosanquet y E.J. McTaggart (1866-1925). En España, el idealismo alemán llega de la
mano de K. Ch. Friedrich Krause, convirtiéndose en el krausismo, mezcla de idealismo,
panteísmo y misticismo, pero que tendrá el mérito de influir en la aparición, en 1876, de
la «Institución Libre de Enseñanza», de Francisco Giner de los Ríos.
FENOMENISMO
(del griego fainómenon, fenómeno, lo que aparece) En general, la teoría filosófica que
sostiene que la única realidad es la del fenómeno, a saber, aquello que es posible
percibir de las «cosas en sí», y que esto es lo único que puede ser conocido, dando por
supuesto que lo que las cosas son en sí mismas no puede llegar a serlo. Kant puede ser
considerado el típico representante de este fenomenismo (realista), que se denomina
también «fenomenismo gnoseológico». La versión estricta del fenomenalismo
(antirrealista), o «fenomenismo ontológico», niega la existencia del mundo físico y no
admite más realidad que la de la experiencia, entendiendo por tal el conjunto de
percepciones subjetivas. Esta negación de la existencia del mundo físico o de la
permanencia de los objetos físicos, junto con la afirmación de que sólo existe la mente y
sus ideas, lleva al idealismo. Este fenomenismo idealista lo ha sostenido G. Berkeley,
con su teoría del inmaterialismo. Sus ideas fueron retomadas y reinterpretadas por el
empiriocriticismo de Avenarius y Mach. El fenomenismo idealista invierte la relación
tradicional entre percepción y objeto: no es el objeto la causa de la percepción, sino la
percepción causa del objeto, puesto que llama objeto al conjunto de sensaciones
organizadas.
El problema del fenomenismo que no quiere ser idealista es justificar el origen de la
sensación, la causa del fenómeno subjetivo. Para ello, a veces remite a un objeto que no
es tal. Así, J. Stuart Mill sostiene que un objeto es «la posibilidad permanente de una
sensación» y B. Russell cree solucionar el problema primero introduciendo los
sensibilia (ver sense data), algo intermedio entre sujeto y objeto, luego eliminando la
dualidad sujeto-objeto, admitiendo así el «monismo neutral», y más adelante
recurriendo al conductismo, para no tener que hablar de una mente que percibe y un
objeto percibido.