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TEMA 4
ARISTÓTELES
1. Biografía.
2. Obras.
3. Núcleo de su pensamiento.
3.1. La teoría hilemórfica.
3.2. El cambio en los seres.
3.3. Acto y potencia.
3.4. Teoría de las causas.
4. Conocimiento y antropología.
4.1. Antropología.
4.2. Entendimiento agente y paciente.
5. Ideas físicas: mundo y cosmos.
5.1. Tipos de movimiento
5.2. El movimiento en el mundo físico.
5.3. El motor inmóvil.
6. Ética y política.
7. Influencias.
1. BIOGRAFÍA
Aristóteles estaba convencido de que no era
necesario reduplicar la realidad para explicarla.
A lo largo de su vida, descubrimos tres etapas
fundamentales o períodos:
- El primero coincide con su estancia en la
Academia. Durante este tiempo, Aristóteles se
dedica al estudio de conceptos tales como ideas,
reminiscencia, preexistencia, etc.
Aristóteles, recreación del siglo XVI del gran
pintor renacentista Rafael, en La Escuela de
Atenas
Aristóteles nació en Estagira (razón por la
cual se le conoce también como el Estagirita),
entre los años 384-383 a. C. A la tierna edad de
17 años, ya había descubierto a Platón, del cual
fue discípulo y crítico también; conocedor de las
teorías de Heráclito, criticó en Platón la teoría de
las ideas, centrando especialmente sus críticas
en la absoluta innecesidad de recurrir a un
mundo de ideas para explicar el mundo físico.
- El segundo coincide con la salida de Atenas
cuando, insatisfecho con la filosofía de su maestro,
Aristóteles no sólo abandona la escuela de éste, sino
que además abandona la ciudad de Platón y marcha a
Mitilene. Allí su pensamiento se vuelve todavía más
crítico contra su maestro. Es durante este período
cuando es llamado a Macedonia por Filipo II para que
eduque a su hijo Alejandro Magno. Ni el padre en u
primer momento ni el hijo en un segundo momento
aceptaron la educación aristotélica. Aristóteles,
rechazado y decepcionado de la política, regresa a la
filosofía, es decir, a Atenas; y justo con este regreso,
comienza lo que llamamos su tercer período.
- En el tercer período, en Atenas, Aristóteles funda
su escuela conocida con el nombre de Liceo, donde,
dejando de lado sus ideas más abstractas, se
centrará sobre todo en observaciones empíricas.
1
2.- OBRAS
La gran cantidad de obras de este autor constituye lo que hoy conocemos con el
nombre de Corpus Aristotelicum1. Este Corpus inmenso (aunque faltan algunos trozos que se han
perdido) recoge aspectos de muy diversa índole: ética, lógica, política, poética, metafísica y otros
saberes más cotidianos. Pero no sólo hay que distinguir al margen de un criterio temático, dos
grandes grupos en los cuales englobamos toda su obra. Por un lado, los escritos exotéricos, por
otro lado, los escritos esotéricos.
El criterio para distinguir entre un tipo de escritos u otro es la finalidad que ambos
tipos de escritos perseguían, los exotéricos fueron concebidos para la publicación, es decir, para
hacer llegar las teorías aristotélicas a la gente de fuera del Liceo. Suelen ser claros y con un
cierto buen estilo literario. Por el contrario, los esotéricos son escritos (a menudo apuntes de
clase de sus alumnos) que recogen las enseñanzas de Aristóteles, para uso exclusivo de sus
discípulos del Liceo.
2.1. Obras de Aristóteles según temas
Siguiendo el criterio temático, podemos agrupar sus obras en los siguientes grupos:
1.- Uno de los grupos- fundamental- de obras aristotélicas y uno de los que menos se vio
afectado por el paso del tiempo fue el conjunto de obras dedicados a la lógica. Este conjunto es
conocido con el nombre de Organon. La lógica no era para Aristóteles un conocimiento en sí
cuanto un órgano o instrumento al servicio del saber, ya que ayuda al rigor del pensamiento.
Este órgano lógico está compuesto por: Las categorías, Peri Hermeneias, Primeros y Segundos
Analíticos
2.- Importantísima a pesar de que no fue esta la principal preocupación de Aristóteles, son
los 14 libros que componen su Metafísica. Pero, ¿qué son exactamente estos libros de la
Metafísica? Aún mejor, ¿qué es “metafísica”, por qué se llama así?
Aristóteles, acaso sin saberlo, fue el fundador de esa rama de la filosofía que se llama
Metafísica; nunca tuvo conciencia de haber hecho tal cosa. Después de Aristóteles, los escritos
que se conservan, fueron escritos y agrupados según los temas de que trataban. Los últimos
libros que se agruparon fueron los dedicados a la física, pero quedó una serie de escritos sueltos
que, por su temática diferente, nadie sabía dónde colocar. En ese momento, decidieron reunir
todos los escritos sobrantes y añadirlos sin otro criterio al final de la recopilación de la obra
completa aristotélica, ocurriendo así que estos escritos quedaron espacialmente situados después
de la Física y, como no supieron cómo llamarlos, les dieron el nombre de Metafísica, o sea, lo que
estaba puesto en la estantería detrás de los libros de la Física. El nombre le vino al pelo porque,
pasados los siglos, se ha podido ver que no sólo espacialmente, sino también temáticamente,
estos libros se ocupan de lo que hay más allá de la física.
3.- Corpus físico aristotélico. Bajo esta denominación, se recogen todas aquellas
obras en las que Aristóteles se ocupó del mundo físico. A este corpus pertenecen: La Física, De la
1
No todo lo escrito por él ha llegado hasta nosotros, incluso hay obras como los diálogos de
las que quedan apenas unos fragmentos; pero el problema es aún mayor que todo este, porque no
todos sus escritos conservados han sido efectivamente escritos por él. Estas varias manos presentes
en la redacción del conjunto de su obra dan lugar a una gran cantidad de incoherencias que
dificultan aún más, si cabe, la interpretación correcta de su pensamiento.
2
generación y la corrupción (de los cuerpos), De anima, De caelo o Sobre el cielo, Meteorológicos
(estudio sobre los meteoritos)
4. Otros escritos: Todo esto se completa con escritos sobre ética y política: Moral o
Ética a Eudemo, Gran ética, Moral o Ética a Nicómaco, La Política, Las Leyes. Y escribió
también libros sobre estética, como por ejemplo, la Retórica o la Poética.
3.- NÚCLEO FUNDAMENTAL DE SU PENSAMIENTO: METAFÍSICA.
3.1. El papel de la filosofía y la metafísica en el conocimiento humano.
El libro primero de la Metafísica de Aristóteles se abre con una frase muy elocuente sobre las
intenciones de este autor: “todos los hombres desean por naturaleza saber”. El hombre por
instinto natural es curioso y desea conocer cosas. Ahora bien, habrá distintas formas de conocer y
acercarse a la realidad. Por lo general, Aristóteles identifica al sabio como aquel que conoce las
causas de las cosas, frente a aquellos que actúan sin saber por qué hacen las cosas, por la simple
experiencia de sus sentidos. Cuanto más profundo sea nuestro conocimiento de las causas, más
universal será nuestra sabiduría.
Pero este conocimiento de las causas puede tener distintos fines. El conocimiento técnico
suele estar orientado por la obtención de una meta determinada (queremos saber del arte de la
construcción para edificar una casa, por ejemplo). Sin embargo, el saber de la filosofía no está
orientado por la obtención de ninguna meta, excepto la del conocer en sí mismo: es en último
término completamente improductiva e inútil. Este detalle, que en nuestro tiempo condena la
filosofía al olvido y el desprecio, la convierte en Aristóteles en el saber más elevado al que puede
aspirar el hombre. Al ser la filosofía “causa de sí misma” y no depender de objeto alguno (esto es
terminología aristotélica), va a ser un conocimiento menos condicionado por los resultados que
alcancemos, más puro y más amplio que el conocimiento técnico: una “ciencia libre”, como la
denominará él mismo.
Esto no quiere decir que el sensato Aristóteles no concediera gran importancia al saber
técnico; lo que quiere decir es que una vez que el hombre ha resuelto sus necesidades básicas, el
hombre contempla la realidad de forma desinteresada y curiosa. Este mundo que le rodea se
revela maravilloso para el hombre y éste intenta averiguar el orden racional que subyace a esa
realidad: aquí empieza la investigación filosófica. Incidamos siempre que el hombre descubre ese
orden, y no lo inventa, al igual que Platón.
Esa investigación filosófica va a ser al mismo tiempo clasificada en dos grandes ramas: la
filosofía práctica (ética, política) y la teórica (física, metafísica…). Pero dentro de esa división, será
la metafísica el conocimiento destinado a explicar “el ser en cuanto ser”: el
descubrimiento de las causas últimas y de los primeros principios explicativos de la
realidad. De forma más sencilla, Aristóteles se va a preguntar por qué existen las cosas, de qué
están formadas, y por qué se transforman unas en otras. A esto va a dedicar las mejores y más
oscuras páginas de su Física y su Metafísica.
3
3.1. La teoría hilemórfica y el rechazo del mundo de las ideas.
Aristóteles toma como punto de partida el rechazo al desdoblamiento de la realidad que
propone su maestro Platón, así como su concepto de “idea”, como explicación última de las esencias
de ese mundo inmaterial. Estas críticas no son solo de Aristóteles: Platón mismo levantó críticas
contra su propia teoría en el diálogo Parménides. Entre las muchas objeciones que Aristóteles
plantea está la siguiente: qué tipo de idea corresponde a aquellos seres que pertenecen a esencias
distintas: ¿Podemos entender a Sócrates como participando en la idea de “hombre perfecto” o en la
de “animal perfecto”? ¿Bajo qué categoría hay que entenderlo?
Así el único mundo existente y real es el mundo material físico. Esto no quiere decir que la
realidad sea únicamente materia, sino que los seres son materiales, en lo que va a definir
Aristóteles como un compuesto de materia y forma. La teoría que defiende que todo cuanto existe
es indisociablemente materia y forma es la conocida como la teoría hilemórfica.
¿Qué es lo que Aristóteles entiende por esos dos términos?
Para este filósofo la MATERIA sería el principio indeterminado y amorfo, pero habría que
distinguir dos tipos diferentes de materia, a las que denomina materia primera y materia segunda,
entendiendo por tales:
materia primera : materia que subsiste en los cambios (la que contiene todas las
potencialidades posibles).
materia segunda: la que se hace especialmente evidente cuando la generación de un
nuevo ser alcanza su plena realización. Es la materia que las cosas son cuando son totalmente en
acto.
La FORMA es el principio que determina la materia, en virtud del cual una cosa es ella y no
otra. Esa forma puede ser:
- Substancial, en cuanto principio que hace que una cosa sea esa determinada substancia y
no otra, rasgos que son completamente necesarios. Aquello por lo que “silla” es “silla” (y no una
“mesa”) o “Alberto G.” es “Alberto G.” (y no “Jaime A.”).
- Accidental, cuando son formas completamente prescindibles y contingentes. Por ejemplo: el
pelo del profesor fue una vez abundante y ahora está alopécico perdido, y aunque sea un rasgo
muy importante, no es sustancial, puesto que el profesor va a seguir siendo el mismo (si definimos
al profesor como ser humano racional, el que tenga pelo o no es completamente irrelevante).
¿Por qué propone Aristóteles esta clasificación? Con esta teoría ponemos elementos universales
en los individuos, sin necesidad de suponer un mundo de las ideas explicador de la pluralidad del
mundo sensible. Antes Platón proponía una idea de “mesa” para explicar todas las mesas del mundo
sensible. Ahora, Aristóteles propone que todas las mesas comparten un elemento universal (la
forma substancial), una esencia basada en la materia y la forma que permite explicar su realidad
última sin necesidad de inventarnos otro mundo. Como algún filósofo ha apuntado de forma
pedagógica, Aristóteles “baja” a Platón del mundo de las ideas y lo instala en el mundo sensible.
3.2. El cambio en el ser.
4
Aquí Aristóteles retoma el problema que llevaba incordiando a los presocráticos y Platón:
¿Cómo explicar el cambio, el paso de un ser a otro? Siendo el ser de Aristóteles el ser material,
Aristóteles tendrá que enfrentarse con el problema del cambio. Los seres cambian y por tanto el
conocimiento no puede ser, como en Platón, un conocimiento de lo inmutable (el mundo de las
ideas), lo que tampoco significa que se conforme Aristóteles con la percepción del cambio, ya que,
como intuyó Heráclito, por debajo de todo cambio hay siempre unas regularidades ocultas, y es
precisamente el cambio, o sea, lo que percibimos, lo que debe llevarnos a esas leyes no perceptibles
que explican el cambio como aparente.
No olvidemos que la filosofía de Aristóteles (casi como toda filosofía) es en primer lugar una
admiración ante lo que se contempla, un sorprenderse y, en segundo lugar, un interrogante que
lleva a poner de manifiesto las razones ocultas del mundo sensible, el logos interno a la naturaleza.
Autores como Parménides habían llegado a negar cosas tan evidentes como el cambio o el
movimiento. Del No Ser, decía él, no puede venir el Ser. Sin embargo, Aristóteles, para resolver esta
cuestión, recurre a una teoría del Ser (a una ontología) que parte de la siguiente observación: el
ser se dice de muchas maneras.
2.2.1. Potencia y acto.
Para Aristóteles, la materia es eterna, continuamente el soporte del Ser. Todo se genera a
partir de ella, y todo se corrompe y se destruye, sin dejar por ello de ser materia. Son las formas
(unidas a la materia) que constituyen los seres, las que continuamente cambian; por tanto, lo que
existe desde siempre, dada la estructura hilemórfica de la realidad, son las cosas, pero también
éstas pueden ser de muchas maneras. Aristóteles habla a este respecto de acto y potencia como
dos modos diferentes de ser. Cada modo de ser concreto tiene unas determinadas posibilidades de
ser, según su propia naturaleza, por ejemplo, un árbol es potencialmente una fruta, un mueble o
leña. A estas posibilidades de ser que cada cosa tiene según su naturaleza lo llamamos ser en
potencia. Ahora bien, esas posibilidades pueden desarrollarse o cumplirse, y es a esas
posibilidades de actualización a lo que llamamos ser en acto (no sólo poder ser, sino ser ya de
hecho). A menudo, cuando estas posibilidades se realizan, hay posibilidades incompatibles, que
dejan de ser posibles (por ejemplo, si el árbol se convierte en mueble, o deja de dar fruto, aunque
puede todavía ser leña).
Con este modo de entender el ser como acto o potencia, Aristóteles da por resuelto el
problema que llevó a polemizar a parmenídeos contra no-parmenídeos. Ciertamente, no es que el
ser no venga del ser, lo que ocurre es que el ser en acto procede del ser en potencia (por
ejemplo, no es del no-mueble de donde sale el mueble, sino del poder- ser-mueble que lleva en sí la
naturaleza del árbol).
2.2.2. Causas del cambio.
Para que algo tome existencia como un ser determinado, con una forma y no con otra, es
necesario que se den cuatro causas de origen de toda existencia posible. Esto es lo que llamamos
Teoría de las causas. Aunque no todas las causas son evidentes o perceptibles por los sentidos,
todas ellas pueden deducirse como necesidad lógica para que exista todo aquello que nosotros
percibimos. Las cuatro causas presentes, de un modo más o menos evidente, en todo cuanto existe
del mundo físico son:
5
1) Causa material: aquello de lo que algo está hecho
2) Causa formal: aquello que se quiere hacer, en el sentido de la idea a realizar, el modelo,
que es lo que uno más o menos encuentra cuando se formula la pregunta “¿qué es una cosa?”
3) Causa eficiente: responde en cierto modo a quién o qué realiza o lleva a acto eso que
existe.
4) Causa final. Todo lo que se hace persigue un fin o un objetivo. Esta causa que nos habla
de ello, aparece cuando nos hacemos la pregunta “¿para qué o por qué algo es hecho (el sentido)?”
Las tres primeras causas se encuentran, de un modo más o menos expreso, en el pensamiento
de Platón. Recordemos a este respecto ese Demiurgo conocedor de unas formas o modelos,
conforme a los cuales ordena o modela la materia eterna. Mientras tanto, el hecho de que Platón
identifique la máxima verdad con el bien también deja la puerta abierta a cierta finalidad en la
acción de la naturaleza y la humana. Sin embargo, pese a esta afinidad de pensamiento,
encontramos en Aristóteles la causa final mucho más definida que en Platón; además va a tener
una trascendencia fundamental a la hora de explicar la naturaleza o los seres vivos (que tienen unos
fines determinados por cumplir y no actúa por azar) o la ética. Esto es lo que conoceremos como
TELEOLOGÍA (de telos en griego, que significa fin).
El ejemplo de la estatua.
Aristóteles pone el ejemplo de la estatua para entender estas cuatro causas. Para hacer la cosa
más cercana, pensemos en Javier, que de la guitarra se pasa a la escultura y quiere hacer una
magnífica estatua de su compañero Jorge V. En este proceso de creación de la estatua estarían
presentes las cuatro causas:
Causa material--------------------- bronce (materia bruta)
Causa formal----------------------- modelo (JV)
Causa eficiente--------------------- escultor (Javier)
Causa final (finalidad)------------- adornar, recordar al magnífico JV.
4. CONOCIMIENTO Y ANTROPOLOGÍA.
4.1. Teoría del conocimiento.
Hasta aquí sabemos que lo que de verdad existe en Aristóteles serán las cosas (prágmata) y no
ese mundo de las ideas platónico. Y, así, si ésta es la única realidad, el único conocimiento auténtico
será el conocimiento de esos seres. Optando ontológicamente por los seres materiales como los
únicos y auténticos (y no las ideas), la consecuencia epistemológica queda clara: los sentidos que
para Platón permanecían en un segundo plano, se convierten aquí en el fundamento de todo
conocimiento posible; o sea, su teoría del conocimiento es fundamentalmente sensible y
empírica.
Los sentidos, que son el soporte material de nuestro conocimiento, son también materiales y es
precisamente su materia misma lo que les permite contactar con el mundo material que somos y
nos rodea. Como dice el dicho griego: “lo semejante se conoce por lo semejante”.
Pero esto no quiere decir que el conocimiento se identifique sin más con la sensación. La
sensación es la base sobre la cual se edifica el conocimiento, pero, conocer es más que sólo sentir.
Si no fuese así, cualquier animal tendría conocimiento y, en algunos aspectos, el conocimiento
6
animal rebasaría el conocimiento del hombre. Recordemos que para Aristóteles, el hombre es
recordado en una de sus definiciones, como animal racional, de ahí que su conocimiento sea
sensible, pero no sólo sensible. Si no hay lugar para la razón pura en Aristóteles porque no hay en
él seres puramente inteligentes, tampoco se agota la posibilidad del conocimiento en la sola
impresión sensible.
Así, los sentidos se convierten en el primer instante de nuestro conocimiento. A través de los
sentidos acogemos en nosotros la realidad que hemos de pensar; por tanto, el momento sensible
del conocimiento es más o menos el de recogida de datos. Sin embargo, conocer o comprender la
realidad es más que sólo sentirla, pues la razón de todo cuanto acontece en el mundo material
permanece oculta para nuestros sentidos, siendo la razón (característica humana por excelencia) la
encargada de poner de manifiesto las razones ocultas de un mundo evidente.
Aristóteles afirmará tajantemente que nada hay en el intelecto que primero no haya estado en
los sentidos. El hombre cuenta con una capacidad de abstracción gracias a ese conocimiento
intelectivo, que le permite formular conceptos y alcanzar esencias. La adquisición de conocimiento
es un proceso que se inicia con las percepciones particulares provenientes de los sentidos y termina
en el conocimiento universal (conocimiento de ideas generales) a través de la abstracción.
Como conclusiones a esta teoría epistemológica diremos que la razón no puede llegar a ninguna
conclusión por sí misma: toda conclusión debe estar referida de un modo más o menos directo a un
conocimiento primero sensible.
También ocurre que, como consecuencia del rechazo al mundo de las ideas, no puede haber
ningún conocimiento previo al nacimiento (como defendía la teoría de la reminiscencia platónica),
porque si la realidad se agota en el mundo material, nosotros no podemos conocerla sin ser o
poseer previamente un cuerpo, de ahí que Aristóteles se empeñe en decir que el hombre nace como
una tabla rasa, queriendo con ello significar la imposibilidad de un conocimiento innato en los
hombres.
4.2. Antropología.
El hombre es una substancia física viviente, es decir, capaz de alimentarse, crecer y perecer.
Pero esto todavía no separaría al hombre del resto de los seres vivos. Todos los seres vivos tienen
un alma, entendido no como algo inmaterial, sino como principio de vida. Los hombres poseen por
tanto tres tipos de alma, algunas de ellas compartidas con el resto de los seres vivos:
- Alma vegetativa: es la más inferior de vida, el alma ejerce las tres funciones elementales:
nutrición, crecimiento y generación, y tienen como función la conservación del individuo y la
especie.
- Alma sensitiva: que es lo que diferencia a los animales de las plantas, su capacidad locomotriz
y su mayor percepción sensorial (los animales perciben más cosas que las plantas y son capaces de
movimiento).
- alma intelectiva: es la propia del ser humano, de carácter racional y la que nos diferencia del
resto de los animales.
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4.3. Entendiento agente y paciente.
Gracias al alma sensitiva nosotros conoceríamos el mundo material (por medio de las
sensaciones). El alma intelectiva sería ese segundo momento por el que nosotros accedemos a una
infinita capacidad de objetos cognoscibles gracias a esa experiencia. Pero una cosa debe quedar
clara: el conocimiento del alma intelectiva es principalmente pasivo, no inventa nada que no venga
ya de la experiencia. Esto es lo que conoce Aristóteles como el entendimiento paciente. El
entendimiento recibe pasivamente la información de la realidad y no aporta nada a ese
conocimiento. Es un primer estadio de conocimiento en el que la realidad de las cosas se pone en
contacto con el sujeto, sin que nosotros aportemos nada.
El entendimiento, sin embargo, tiene como hemos visto la capacidad de agrupar las
sensaciones individuales en conceptos gracias a la abstracción, o dicho de
otra manera, la
capacidad de captar las formas de las cosas (las esencias) a partir de las imágenes que nos
proporciona el entendimiento paciente. A eso Aristóteles lo denominará entendimiento agente.
Esta visión del conocimiento se corresponde con lo que se llama realismo epistemológico o
realismo ingenuo. Esto quiere decir que el hombre conoce la realidad tal y como es, sin poder
modificarla, y con la creencia de que además conocemos la realidad en su sentido más objetivo
(tenemos confianza absoluta en que las imágenes que proporcionan nuestros sentidos son las
auténticas)2.
5.- IDEAS FÍSICAS EN ARISTÓTELES
5.1. Cambio o movimiento en Aristóteles
Aristóteles ha explicado el movimiento en su sentido metafísico (el paso de un ser a otro) a
través de su teoría del acto y la potencia, pero también se va a preocupar por los movimientos
propios del mundo de la física. En el mundo material, Aristóteles distingue:
a) Cambios de sustancia: son los cambios que se producen cuando se dan la generación o la
corrupción (nacimiento o muerte). For instance: un hombre muerto, no es ya propiamente un
hombre, es otro ser sustancialmente distinto: un cadáver.
b)
Cambio cualitativo: es lo que se produce cuando se da una alteración en ser sin que
la sustancia quede alterada. F.i., cuando un hombre malo pasa a ser bueno, no se da un cambio en
la sustancia humana sino en su calidad.
c)
Cambio cuantitativo: llamamos así fundamentalmente a las traslaciones. A este tipo
de cambios es al que típicamente denominamos movimiento, (aunque movimientos sean todos,
según Aristóteles). F.i., una mesa que mueve Mariló, Henar corriendo por el pasillo o el pelo del
profesor de filosofía cayendo velozmente de su cabeza.
5.2.- El movimiento en el mundo físico.
Hemos afirmado que todo cuanto existe en el Universo aristotélico es material, y teniendo
presente que el espacio es un rasgo de la materia, no cabrá en Aristóteles hablar de un lugar o
espacio vacío donde las cosas están, porque las cosas no están en el espacio (es lo que pensamos
hoy) sino que son espaciales. En consecuencia, tendremos que afirmar que si el mundo coincide con
Esto hoy en día ha sido rebatido por toda la tradición de la Edad Moderna (idealismo) y el realismo
científico: nadie tiene confianza en que los sentidos por sí solos nos dan una imagen fiable del mundo.
2
8
las cosas (hilemorfismo), y el mundo natural de Aristóteles es un mundo lleno en el que no hay
lugar para el vacío.
Los atomistas estaban convencidos de que el vacío era la condición indispensable para la
existencia del movimiento. En cambio, Aristóteles, consciente de que la densidad de los cuerpos no
es la misma para todos los casos, no sólo negará que el vacío sea posibilidad de movimiento, sino
que afirmará incluso que el vacío es requisito para la negación de la posibilidad de movimiento.
Cuando nuestro filosofillo observa el mundo material físico, distingue en él seres que tienen en
sí la voluntad de movimiento (animales) y seres inertes que sólo pueden moverse si son movidos
por otros. Refiriéndose a estos, hará la siguiente generalización: todo
lo que se mueve es
movido por algo, ahora bien, la aplicación de este movimiento por un sujeto a un determinado
objeto sería absolutamente imposible si entre el sujeto y el objeto existiese el vacío. Por tanto, es
indispensable para la transmisión del movimiento un mundo totalmente lleno, donde los cuerpos
estén en inmediato contacto unos con otros.
________________________________________________________________________
LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
Elementos
Ya los antiguos presocráticos, se habían esforzado por encontrar la materia originaria a partir
de la cual se ha hecho todo cuanto hoy existe, era el viejo asunto de la materia originaria o arché.
Optando con los post-parmenídeos por una solución pluralista, se hará, sin embargo, eco de aquellos
primeros elementos pre-parmenídeos.
Así, para Aristóteles, todo cuanto actualmente existe es resultado de los cuatro elementos en
distintas proporciones. Los cuatro elementos son el agua, la tierra, el aire y el fuego, siguiendo la
clasificación de Empédocles.
Cosmología
Pero estos cuatro elementos componen sólo el mundo sublunar, no olvidemos que en el
Universo de Aristóteles hemos de distinguir dos ámbitos bien diferenciados:
 Mundo sublunar
El mundo sublunar recoge prácticamente lo que es el centro del Universo, es en ese mundo donde
se encuentra la Tierra. En él todo está compuesto de los cuatro elementos, lo que hace que todo esté
sujeto a la generación y la corrupción, es decir, el mundo sublunar está sometido a un continuo cambio.
Los movimientos que se producen en el mundo sublunar son movimientos en línea recta, tienen
principio y fin de trayecto, y por tanto acaban.
 Mundo supralunar
En él los cuerpos están compuestos por un quinto elemento, que Aristóteles llama quinta
esencia, que no se identifica con ninguno de los otro cuatro elementos clásicos y que, sin embargo,
aun siendo más sutil que cualquiera de ellos, no deja por ello de ser material. El hecho de que sea
material hace que tampoco en el mundo supralunar los cuerpos puedan ser ajenos al cambio, lo que
ocurre es que el cambio aquí, al igual que la materia, será mucho más perfecto, así, frente a la
corrupción y la generación sublunar, que se traducía en un movimiento rectilíneo, tendremos aquí una
permanencia cuyo movimiento correspondiente es el movimiento circular, que nunca se acaba y que es
siempre idéntico a sí mismo. Dado que los cuerpos del Mundo Supralunar, por estar formados de quinta
esencia, no están sujetos a generación y corrupción, diremos que aquí el movimiento sólo es de
traslación y circular.
5.3. La teoría de las esferas y el motor inmóvil
El firmamento se entiende como una sucesión de esferas macizas en el mundo sublunar y
supralunar. Con estas esferas absolutamente macizas que están en contacto unas con otras, y en
las cuales se encuentran cada uno de los planetas, Aristóteles solucionaría el problema de la
transición del movimiento. Bastaría explicar cómo se mueve la última esfera o esfera de las estrellas
fijas para explicarnos todo el movimiento existente en el Universo. Luego todo el movimiento
9
posterior a todo movimiento se explica por simple contacto. El problema por tanto queda reducido
al origen del primer movimiento desencadenante del resto.
Para explicar este primer movimiento, Aristóteles recurre a la existencia de un ser ajeno al
Universo al que él da el nombre de motor inmóvil en el Libro XII de la Física. Recurre a un motor
inmóvil porque, si éste tuviera que moverse para mover, necesitaría, para explicar su propio
movimiento, de un motor inmóvil previo, o bien de una infinita cadena de motores móviles que no
resolverían el problema, sino que simplemente lo multiplicarían.
Ahora bien, ¿cómo mueve un motor inmóvil un Universo? Más aún, si es inmóvil, ese motor no
puede ser material, entonces, ¿cómo mueve un ser no material un Universo material, teniendo en
cuenta que el movimiento se transmite por contacto? Aristóteles, casi más místico que filósofo a
este respecto, termina finalmente diciéndonos que ese motor provoca el movimiento del Universo
del mismo modo que la presencia del amado mueve los ojos del amante, a quien le basta la sola
presencia del amado aun siendo éste indiferente al amante (bloody amazing, isn’t it?)
Para terminar, diremos que este motor inmóvil suele identificarse con ese acto puro del que
nos habla el libro VII de la Metafísica. Entendemos por acto puro al ser que ha actualizado
totalmente todas sus potencias. El ser que siendo todo lo que puede ser, no está sujeto a cambios.
A este acto puro, y a ese motor inmóvil se referirá S. Tomás de Aquino como Dios.
5. Ética y política.
5.1. Ética
Aristóteles compuso varias obras sobre esta rama de la filosofía siendo la fundamental su Ética
a Nicómaco. El planteamiento de Aristóteles comparte alguno de los aspectos fundamentales que
recorren toda la ética griega (la búsqueda de la felicidad) sin embargo su visión sobre el hombre y
en conjunto su visión bastante práctica de la filosofía dejarán una sobrada influencia sobre estas
obras.
La ética se define como las pautas que permiten la vida feliz para el hombre. Es lo que se
conoce como éticas eudemónicas y teleológicas (es decir, se definen por las consecuencias de
nuestras acciones). Esta corriente se opone a las éticas deontológicas que aparecerán
posteriormente con el estoicismo y especialmente, mucho más adelante, Kant (aquí no es la
búsqueda de la felicidad, sino los deberes de la razón, lo que nos obliga en la ética).
La búsqueda de la felicidad en Aristóteles se diferencia tanto de Platón como naturalmente de
los sofistas. Para los segundos, no existía posibilidad de existir una teoría de la felicidad
generalizable a todos los hombres, por la sencilla razón que la naturaleza humana es cambiante y
todas nuestras normas morales son producto de convenciones. En el mejor de los casos, la
naturaleza humana común se reducía al ámbito de las pasiones. Platón en contra de los sofistas sí
proponía una teoría de la felicidad, pero en esta ocasión con el elemento humano de la racionalidad.
El dualismo platónico nos empuja a despreciar la felicidad adquirida de los bienes o placeres
terrenales debido a que estos placeres pertenecen al mundo sensible, irreal y aparente. Aristóteles
pretendería, y de forma muy propia de su misma filosofía, un “justo medio” entre estas dos
posturas contrapuestas.
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La felicidad viene, por tanto, de la descripción de la naturaleza humana. La felicidad
consistiría en el fin último (telos) al que aspira esa naturaleza. Ahora bien, la naturaleza humana en
Aristóteles es más compleja que la platónica, o al menos se olvida de dualismos excluyentes. La
reivindicación del mundo sensible propio de todo su planteamiento filosófico se traduce también en
esta ética: existe una parte humana vinculada a lo sensible, y en cuanto tal no puede ser ignorada.
Así la felicidad aristótelica no se reduce a una única máxima o una única virtud, sino que engloba a
un conjunto de ellas, en las que se refleje tanto la vertiente racional del hombre como la más
vinculada al cuerpo o el mundo sensible.
Así, Aristóteles divide entre virtudes dianoéticas y virtudes éticas como las garantes de la
felicidad humana. Las primeras son de carácter intelectual, y estaría aquí la búsqueda de la
sabiduría o la vida contemplativa. Pero Aristóteles no vive en una nube, y sabe que la vida cotidiana
del hombre no se reduce a esa vida contemplativa. Así, para el correcto desarrollo de esa felicidad,
son necesarias también aquellas virtudes que nos permiten el goce de bienes materiales y placeres,
siempre de forma equilibrada, por supuesto.
Estas virtudes aristotélicas tienen dos características fundamentales. En primer lugar, no son
innatas al hombre. El hombre tiene cierta aptitud para su desarrollo, pero debe naturalizarlas en su
comportamiento a ellas a través de la repetición: hábitos o buenas costumbres. Esto también está
en armonía con su planteamiento del intelecto como “tabula rasa”, contrario a Platón.
La segunda característica es una regla práctica que nos permitiría definir esas virtudes. Para
ello, Aristóteles propone ese famoso “justo medio” o “equilibrio” entre dos extremos. Así por
ejemplo entre la cobardía y la temeridad estaría la templanza (es decir, saber cuándo hay que ser
valiente y cuándo no). Ese equilibrio tomaría la prudencia como una de las máximas virtudes
humanas. Prudencia es entendida aquí como capacidad para sopesar debidamente una situación de
forma racional y actuar conforme a esa reflexión.
5.2. La política
Aristóteles también se ocupó de la política, aunque de forma bastante distinta a la de su
maestro. Nuevamente su componente positivista (es decir, analizar hechos de este mundo y
clasificarlos) aparece en sus planteamientos políticos. Para sus planteamientos no es tan importante
la configuración de un estado ideal, prácticamente utópico o irrealizable, como el platónico, sino
reflexionar sobre los regímenes políticos ya existentes. Para ello, Aristóteles (que además de
filósofo, cosmólogo, físico y biólogo, fue también el fundador de la ciencia política) realizó una
ingente tarea de recopilación de leyes y constituciones de numerosas ciudades-estado de su época.
Junto a su planteamiento positivista, también aparecen intuiciones filosóficas de gran utilidad
que incluso se utilizan en la filosofía contemporánea. El hombre se entiende como un ser social
(zoon politikón). Es decir: el individuo no se entiende si no está previamente dentro de una
comunidad social, donde es educado y se desarrolla como ser humano. Recordemos una vez más la
vieja tradición espartana: en el paso a la edad adulta, el adolescente era abandonado en el monte
por un tiempo, y se le hace recordar constantemente que el individuo no es nada sin la comunidad
que le rodea.
Esta característica es de gran importancia, ya que si bien el componente social de los hombres
ya había sido planteado por Platón, Aristóteles retoma esta tradición griega restringiendo el carácter
11
autoritario del anterior autor. Es decir, Platón entendía esa relación entre individuo y comunidad en
términos de sumisión y deberes del individuo frente a la comunidad (el sabio, por ejemplo, que
debe obediencia al estado en aras de alcanzar un bien común). Aristóteles endulzaría un poco esa
relación, y haría más hincapié en los elementos positivos que supone la sociabilidad de los
individuos.
Toda la teleología, toda la finalidad en los seres vivos consiste en alcanzar una autarquía, es
decir: autosuficiencia frente al medio que nos rodea, independencia para poder lograr lo que ese ser
vivo tiene que ser. La gran mayoría de los animales se bastan con unos pocos individuos para poder
cumplir todas sus expectativas vitales (crecer, reproducirse, sobrevivir). Pero si el ser humano
quiere llegar a desarrollar sus potencialidades plenamente, y vivir de acuerdo con los dictados de
su propia naturaleza, necesitará estar rodeados de sus semejantes. De hecho, el acto del
lenguaje y la capacidad de razonar no serían posibles en el hombre si no supusieramos su carácter
social y al contrario.
Así, el ser humano estaría agrupado en distintas unidades sociales, no necesariamente
opresoras: la familia, que es la unidad social básica, la aldea (agrupación de varias familias) y la
ciudad o polis, agrupación de varias aldeas, comunidad de hombres libres que tienen como fin vivir
bien y conforme a los mandatos de la razón.
Nuevamente recordemos que la visión de Platón o Aristóteles chocaba con las teorías sofistas
(la sociedad se compone por átomos, los individuos, que son los que alcanzan y firman un acuerdo
social a posteriori).
Aristóteles también propone una jerarquía en los regímenes políticos. A diferencia de Platón,
cualquier régimen político puede alcanzar condiciones en las que la justicia sea cumplida (procurar
el bien de todo el pueblo y no sólo de una parte), y al mismo tiempo, cada régimen tiene su
paralelo degenerado. Aristóteles distingue así:
Condiciones justas
Degeneración
Gobierno
De uno
Monarquía
Tiranía
De varios
Aristocracia
Oligarquía
Del pueblo
Democracia
Demagogia.
El gobierno justo de una monarquía degenera en tiranía cuando el único gobernante busca
sólo su beneficio. El de una aristocracia (gobierno de los mejores) con el de la oligarquía (gobierno
de una sola clase social), y el de una democracia con el de actitudes demagógicas (como por
ejemplo, la época de Sócrates). Así en todas esas degeneraciones se olvida el bien común de la
comunidad sustituyéndose por el de los intereses particulares.
8.
Influencias posteriores.
12
Aristóteles va a dejar, al igual que Platón, una marcada estela a lo largo de los siglos. Su lógica
va a ser incuestionada hasta el siglo XIX, y todavía se estudia hoy, con análisis más formales. Sus
investigaciones dieron un fecundo impulso a todas las ciencias en general, que se traduciría en los
avances de los siglos inmediatamente posteriores. Igualmente, Aristóteles se encuentra también en
el origen del renacer científico operado en la baja edad media, a partir del siglo XII.
Especialmente importante es la fuerte impronta que va a tomar a partir del siglo XII la
escolástica de todo el pensamiento aristotélico. Como veremos en Santo Tomás de Aquino,
buena parte de las conclusiones éticas y políticas que alcanza el autor medieval están en perfecta
consonancia con lo que había expresado Aristóteles siglos atrás, hasta el punto que más de un
filósofo ha considerado la escolástica como una mera síntesis del pensamiento aristotélico con el
Dios cristiano. Por otro lado, su planteamiento ético solo encontrará contestación con Hume y Kant
en el siglo XVIII, y su teoría política constituye el punto de partida de los autores políticos actuales
denominados comunitaristas, que inician su reflexión a partir de la idea del hombre entendido
como un “ser social” en el marco de una comunidad, en oposición a los autores liberales, defensores
del individualismo moderno.
El pensamiento aristótelico comienza a decaer entre el siglo XIV y XVII, producto de ataques
combinados entre nominalistas y los precursores de la Nueva Ciencia (Francis Bacon, Galileo,
Descartes...). Sin embargo podríamos verle, aunque sea con muchas reservas como cierto precursor
del empirismo en cuanto que sostenía que el conocimiento sensible era la primera instancia del
conocimiento humano y negaba frontalmente las ides innatas en los hombres a través de la teoría
de la reminiscencia. Por otro lado, el planteamiento aristotélico va a pervivir en muchas cuestiones a
través del pensamiento de la iglesia, de raíz tomista, incluso llegando hasta nuestros días.
La Escuela de Atenas, de Rafael, pintor del Renacimiento italiano: toda la filosofía griega, recogida en un cuadro. A
pesar del aparente caos, hay un perfecto orden en todo el cuadro (como la filosofía de Heráclito). En una composición
perfecta y ocupando el centro del cuadro, Aristóteles señala con su dedo la tierra, dando prioridad al mundo sensible
como fundamento de la realidad, mientras Platón (que en realidad está con la imagen de Leonardo Da Vinci) apunta hacia
el cielo, en relación con su teoría de las ideas. A su alrededor, historiadores, geómetras, matemáticos, astrónomos y el
resto de los filósofos.
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APÉNDICE DEL TEMA 4
EL HELENISMO Y ROMA:
LOS “MAESTROS YODAS” DE LA FILOSOFÍA GRIEGA
1.
2.
3.
4.
5.
6.
El panorama helenístico.
Precedentes: cínicos y hedonistas.
Los epicúreos.
Los estoicos.
Los escépticos.
Roma: eclecticismo y neoplatonismo.
1. El panorama helenístico.
A mediados del siglo IV, se opera un cambio fundamental en Grecia: las polis griegas
viven sumidas en un profundo caos después de un siglo de guerras y van dejar paso a una nueva
potencia política: Macedonia, con Alejandro Magno a la cabeza va a extender el pensamiento
griego hasta casi la India. Las polis dejarán de ser libres y pasarán a formar parte de los distintos
reinos helenísticos que surgirán con la caída del Imperio persa. Esto va a tener repercusiones
fundamentales en la filosofía griega: las preocupaciones metafísicas y políticas de Platón y
Aristóteles comienzan a ser sustituidas por otro tipo de filosofía, de acuerdo con los nuevos
tiempos. La política ya no tiene interés porque se ha perdido la libertad ciudadana, la metafísica
también comienza a perder su atractivo. En su lugar aparece la ética: no importa ya el aspecto
público del ciudadano sino su aspecto privado (cómo alcanzar la felicidad individual). Por otro
lado, la difusión de la metafísica aristotélica y platónica, promoverá el desarrollo de la ciencia
helenística: el platonismo desarrollará las matemáticas (la geometría de Euclides), mientras que
el aristotelismo hará lo mismo con la física o la cosmología (Arquímedes, Aristarco o Ptolomeo).
Alejandría será el centro de estos desarrollos.
Por múltiples causas, el helenismo es similar a nuestra civilización actual de la
globalización. Encuentro de culturas, pragmatismo, desarrollo de la ciencia y preocupación por la
felicidad. Aquí nos interesa más esa última preocupación, que podríamos considerar en nuestros
días como “libros de autoayuda”. Los filósofos son aquí como una especie de Santones o
maestros orientales que no sueltan un sermón patatero sobre qué es la realidad sino consejos
para vivir mejor o ser más felices ante la adversidad.
A pesar de todas sus diferencias, mantienen una serie de similitudes entre sí, que aparecen ya
en las Historias de Herodoto dos siglos antes (ver Uncle Tiburcio´s Tales 5). El ideal de todo filósofo
es el autocontrol, el dominio de las situaciones adversas y la autosuficiencia (no depender de
nadie). Pensemos que en este sentido cínicos, estoicos, epicúreos y escépticos son como los
caballeros jedi de la Guerra de las Galaxias (no por sus sables láser ni los guantazos que pegan sino
por la serenidad mística que reflejan en sus actos). Como consecuencia de este ideal, el otro gran
punto de contacto es la moderación y el equilibrio en el uso de los bienes materiales y espirituales,
el predominio de la serenidad racional frente a los impulsos de los instintos naturales: algo que ya
viene también de mucho antes.
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2. PRECEDENTES: LOS CÍNICOS Y LOS HEDONISTAS DE CIRENE.
Hemos visto que Sócrates fue maestro de Platón, pero ni mucho menos él fue su único
discípulo. Sócrates tuvo una legión de seguidores de muy distintas ramas del saber, que extendieron
sus ideas por el mundo griego y crearon diferentes escuelas. Quizás las más conocidas fueran la
escuela de los cínicos o los “perros” con Antístenes y Diógenes como sus principales
representantes. Su planteamiento fue una radicalización del pensamiento socrático: en primer lugar,
defendían un planteamiento escéptico. A través del diálogo no podíamos llegar a definiciones
universales y lo único que restaba era promover una crítica y una ironía contra aquellos que creían
saber algo. Pero lo que les caracterizaba era su nueva interpretación que hacían de la physis y el
nomos, enfrentándose a la tradición sofística en buena medida. Recordemos que los sofistas
defendía el nomos –el acuerdo entre las gentes, el derecho positivo- como forma de entrar en la
civilización y crear una sociedad humana. Los cínicos van a censurar fuertemente esta
interpretación: para ellos la sociedad solo ha traído cadenas a los hombres y los ha alejado de su
auténtica naturaleza (physis). La sociedad nos ha hecho hipócritas y temerosos de lo que digan los
demás acerca de nosotros, nos ha creado necesidades que no tenemos y nos ha vuelto mezquinos y
ambiciosos. La única solución es el regreso a nuestra verdadera naturaleza, que debe basarse en
una autosuficiencia total, no a partir del ingreso del individuo en la sociedad (como el organicismo
de Platón y Aristóteles) sino a partir del individuo mismo. Los cínicos practicaban así toda una serie
de conductas sociales ajenas a la convención: el ascetismo, el nudismo o el amor libre, y no es raro
que acabaran en los tribunales de las ciudades por escándalo público.
Sin dudarlo, los cínicos están en el origen de los estudiantes goliardos del siglo XII, los
anarquistas pacíficos del XIX y los hippies de nuestra época: una reacción (juvenil muchas veces)
producida por la incomprensión y insatisfacción generada por una sociedad cerrada.
Los cínicos: la historia de Diógenes el Perro y Alejandro Magno.
Un antecendente del movimiento helenístico son las escuelas cínicas y hedonistas, discípulos de
Sócrates. Diógenes el perro era según sus coetáneos un zumbado (un “Sócrates loco” lo llamará Platón) que
vivía en un tonel y que defendía una autosuficiencia total respecto a las cosas materiales y a los propios seres
humanos. Detestaba las convenciones sociales, que consideraba ataduras del individuo y era el “enfant
terrible” de la clase bienpensante y pudiente: iba en pelotas por ahí y se masturbaba delante de todo el
mundo. La historia cuenta que Alejandro Magno se acercó a su tonel y para tentarlo, le dijo que cumpliría el
deseo que él quisiera. El cínico le contestó que lo único que deseaba era que el emperador del mundo se
apartara del tonel porque le estaba quitando la luz del sol.
Otra escuela vinculada con los llamados “socráticos menores” son los hedonistas. Seguidores
de las ideas de Aristipo de Cirene (ciudad ubicada en Libia) defienden que una verdadera
comprensión de la physis supone aceptar nuestra corporalidad y satisfacer los apetitos e instintos
que nos demanda ese cuerpo: la felicidad se va a identificar con la obtención del placer (hedoné),
pero un placer de carácter intenso, momentáneo y que no atiende a ningún tipo de clasificación. La
única prueba que aportar Aristipo es que el hombre se comporta al igual que el resto de los
animales: busca placer y rehuye el dolor. Ante esta evidencia, es inútil buscar más justificaciones
filosóficas, que Aristipo considera una verdadera pérdida de tiempo: ¿para qué comerse la cabeza
cuando lo que tenemos que hacer es disfrutar de la vida?
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3. LOS EPICÚREOS
El fundador de esta escuela fue Epicuro de Samos en el siglo IV. Aunque su preocupación es
completamente práctica (nos dirá: “vana es la filosofía que no cura los sufrimientos del hombre”)
también tienen algunas ideas físicas. Son seguidores de Demócrito y los atomistas. Los movimientos
de los átomos al ser espontáneos e indeterminados permiten al hombre tener libertad. El hombre se
considera, completamente al contrario de los estoicos, como controlador de su propio destino.
La preocupación ética de los epicúreos es alcanzar la felicidad, y esta se encuentra en el
placer. Pero este placer no es de los hedonistas (amantes del placer inmediato, momentáneo y sin
cálculo alguno de consecuencias), sino un placer basado en la mesura y el equilibrio de las
necesidades naturales y la serenidad del espíritu. El cálculo prudente de consecuencias de nuestros
actos (beber una cerveza es un placer, cogerse un pedo una desgracia), y la importancia de los
bienes espirituales (la amistad, por encima de todo) son dos características propias de esta
corriente.
El ideal de felicidad será encontrar la ataraxia (ausencia de dolor y perturbaciones) pero para
esto es también necesario haber encontrado la autarquía o autosuficiencia (como bien defendía
Aristóteles). Para esto, Epicuro nos habla de cuatro remedios ante los problemas del hombre.
Los miedos del hombre.
- El miedo a los Dioses: si existen, no se preocupan de los problemas de los hombres. “No es impío
quien niega al Dios del pueblo, sino el pueblo que da atributos suyos a ese Dios”
- El miedo a la muerte: “El más terrible de los males, la muerte, no es nada para nosotros, pues
cuando existimos la muerte no existe, y cuando la muerte existe, nosotros no existimos ”.
- El miedo al destino: Su existencia no es comprobada y por tanto podemos pasar sin él.
- El miedo a las necesidades: Fáciles de satisfacer y los males son fáciles de evitar.
4. LOS ESTOICOS.
Los estoicos sostuvieron un sistema ético con amplias repercusiones en Roma y la tradición
cristiana. Son seguidores de Heráclito y al igual que él, sostienen que existe un logos, una
racionalidad inherente a todo cambio en la realidad. Para ellos, el universo está regido por una
inteligencia divina: todo lo que acontece en el cosmos tiene un sentido y por tanto una racionalidad.
El planteamiento ético a seguir por el hombre estoico será por tanto de respeto hacia esa ley
natural emanada por el cosmos. Esto tendrá dos implicaciones muy distintas y a menudo en
contradicción.
Por un lado la ética estoica tendrá un fuerte contenido racional y se basará en una ética de
deberes. Por ejemplo: la ley natural implica que todos los individuos somos iguales en naturaleza y
somos racionales y por tanto el estoico debe combatir el esclavismo imperante en su época.
La parte más pesimista del estoicismo implica también que el hombre está sometido a esa ley
natural y que debe aceptar sus mandatos, es decir, el destino, la fortuna o el fatum. El ser humano
por tanto no es libre sino determinado por el orden de las cosas.
La actitud a seguir por el sabio estoico es el camino de la apatheia: autocontrol,
imperturbabilidad, liberación de todo deseo y aceptación de las cosas tal y como son, sin ánimo de
cambiarlas.
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El estoico Séneca es un ejemplo claro de esto: durante buena parte de su vida la rueda de la
fortuna le sonríe. Es consejero del emperador Nerón y tiene gran número de riquezas. Sus antiguos
alumnos le echan en cara que haya traicionado su ideal de filósofo equilibrado y estoico. Sin
embargo, Séneca les dice que lo único que hace es dejarse guiar por los acontecimientos y que en
este sentido sigue siendo completamente estoico. Cuando cae en desgracia y es obligado a
suicidarse, acepta el destino de la misma forma que lo había hecho antes.
El hombre: un perro atado a un carro.
Para los estoicos, la vida del ser humano es como un perro que está atado a un carro. Cuando ese carro
desciende la ladera de un monte, el perro puede hacer dos cosas: o bien intentar detener al carro e ir
contracorriente, o bien ir en el sentido que lleva el carro. Lo primero para los estoicos es una estupidez, porque el
hombre nunca puede luchar contra el destino de las cosas. ¿Para qué luchar contra algo que no puedes superar?
La única opción es que el perro acepte la dirección del carro. De esta forma ahorraremos fuerzas y estaremos más
preparados para lo que el camino nos depare. Pensemos que esta actitud derrotista, lejos de no ser actual, es
también una constante en nuestro mundo contemporáneo.
5. LOS ESCÉPTICOS.
El escepticismo nació con Pirrón y Timón en el siglo III a.C. La solución de esta corriente es
típica de una sociedad multicultural propia de los imperios helenísticos o el romano, parecida en
parte al ambiente ateniense que permitió el ascenso de la sofística dos siglos antes o muy similar a
las circunstancias que vivimos hoy en nuestra cultura occidental. Es una respuesta típica de una
sociedad que pierde sus referentes básicos y que conduce a una actitud de cuestionamiento de
todo lo que consideramos cierto o verdadero (relativismo). Como defienden en algunos de sus
tropos, cada hombre tiene una percepción sensible de la realidad distinta de la de otro, y al mismo
tiempo cada comunidad tiene costumbres que no tienen nada que ver unas con otras. Al no poder
conocer las cosas en profundidad, el resultado de esto es abandonar el camino hacia el dogmatismo
(la filosofía con valores absolutos) y hacer epojé, que significa abstención de juicio.
El planteamiento escéptico sin embargo tiene como fin también la ética. El individuo debe
intentar alcanzar la ataraxia (“indiferencia”) y el autodominio. Como no sabemos lo que es cierto,
lo mejor es guiarse por las convenciones éticas y los conocimientos “más probables”, pero sin
considerar que son estos completamente ciertos. A diferencia de los sofistas, los escépticos no
tienen un fin político: si en los sofistas el relativismo conduce a la retórica y el control por la
palabra, en el escepticismo conduce a la indiferencia y a unas reglas para sobrevivir
individualmente en un mundo cambiante.
Curiosamente para nuestra sociedad, al igual que para la romana o helenística, pensemos
que el escepticismo más radical convive a menudo con el fundamentalismo más extremo: son dos
caras del mismo problema. Al tiempo que se desarrolla el escepticismo, también se desarrollarán
las religiones. En épocas de crisis, los hombres no siempre pueden vivir sin pilares que guían su
vida y curiosamente el escepticismo perdería la batalla frente a las religiones orientales.
Las conferencias de Carnéades.
Un ejemplo de esta actitud escéptica la dio Carnéades, director escéptico de la Academia en la época romana. El
tipo fue a Roma para hablarles de Platón y Aristóteles y convencer a los jóvenes de lo grandes que eran. Los romanos
fliparon en colores y le aplaudieron como locos. Poco tiempo después, les dio una segunda conferencia refutando todo lo
que había dicho en la anterior y poniendo en práctica esa epojé o abstención de juicio como conclusión a sus dos
conferencias. Los romanos, gente poco dada a la filosofía por naturaleza, pensaron que estaba como un cencerro y que
para llegar a eso no hacía falta comerse tanto la cabeza.
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6. ROMA: ECLECTICISMO Y NEOPLATONISMO.
Con la conquista del mundo heleno por parte de Roma a finales del siglo II a.C., la filosofía
se extiende producto de la atracción cultural que siente el pueblo romano por la cultura griega. Sin
embargo, no va a dar en general grandes pensadores, sino más bien una serie de pensadores que
hacen del eclecticismo su principal virtud: estos autores toman de forma muy pragmática de
aquí y de allá elementos de interés para su propia experiencia filosófica, sin aportar demasiado.
Dentro de este eclecticismo nos encontramos políticos como Cicerón, Séneca o Marco Aurelio.
Las corrientes principales de la filosofía en la Roma Imperial, eran fundamentalmente cuatro:
epicureísmo, estoicismo, platonismo y neoplatonismo. En gran medida, la primera filosofía cristiana
será una filosofía de corte platónico o dicho de otra forma, el primer Cristianismo es platónico; sin
olvidar, por supuesto, la estrecha relación que, a menudo, se da entre posturas cristianas y
estoicas.
El neoplatonismo convive con el platonismo de la Academia y, al igual que éste, se ocupa
de asuntos tales como la transcendencia del principio supremo: su preocupación fundamental va a
estar dedicada en gran medida a la teología. La influencia que recibe de las religiones orientales,
incluyendo el monoteísmo del judeocristianismo, no es despreciable.
Plotino, fundador de la corriente neoplatónica en el siglo III, llamará Uno a ese principio
supremo que para Platón había sido el bien. Para Plotino, el mundo no sería una creación de Dios,
sino una emanación de Dios: los distintos ámbitos de la realidad que proponía Platón en el símil
de la línea, se convierten en distintas esferas de la divinidad, que apuntan cada vez más alto. De
este modo, se puede decir que Dios y el mundo se confunden porque ambos poseen una misma
naturaleza, de ahí que se pueda hablar de un cierto panteísmo (todo es Dios) en el pensamiento
de Plotino. Este panteísmo no se da jamás en las concepciones en las que el mundo, el Universo,
es resultado de una creación, ya que, en una creación, el principio creador permanece realmente
diferenciado de la obra creada. A pesar de ello, la idea de participación de las criaturas en el
espíritu de Dios tendrá una influencia muy importante en toda la filosofía cristiana.
Diógenes el perro en su tinaja y
medio desnudo. Con semejante facha, no es
de extrañar que los médicos del siglo XX
llamaran al síndrome de acumular basura el
“síndrome de Diógenes”.
A pesar de esta pinta de indigente,
Diógenes seguía una de las enseñanzas
socráticas fundamentales: la de vivir la
existencia con autenticidad, de acuerdo con
nuestros propios ideales, por irreverentes o
extraños que supongan a la sociedad que
nos rodea. De esta manera, nuestros actos
se convierten en la misma expresión de la
filosofía, mucho más reveladores que un
discurso de mil palabras.
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Uncle Tiburcio´s Fairy Tales 5
La felicidad de Creso
Hace mucho tiempo el rey Creso gobernaba Lidia y reinaba sobre toda Asia Menor. La vida
parecía sonreírle: había inventado las monedas y era fabulosamente rico. Tenía una hermosa mujer y un
hijo robusto que habría de sucederle en el trono algún día. De los puertos de Sardes llegaban barcos
griegos cargados de aceite, cerámica, vino y bailarinas de Gades. De oriente, especias, esclavos, marfil
de la India y seda china. Todo iba a parar en una procesión interminable a su palacio, que albergaba
cualquier riqueza conocida en la tierra.
Como era de carácter orgulloso mandó llamar a los sabios de las ciudades griegas que se
levantaban al oeste de su reino. Y de allí vino Solón, arconte de Atenas y considerado la persona más
prudente y juiciosa de toda Grecia. Cuando este se presentó en el palacio de Lidia, Creso le recibió
rodeado de incienso, perfumes y hermosas mujeres, y le hizo la siguiente pregunta:
- Oh, sabio de Atenas, te he llamado para que me contestes a lo siguiente: ¿Cuál crees que es el
hombre más feliz de la tierra?
Solón era de mente ágil y rápidamente comprendió que Creso amaba la adulación y la lisonja.
Entonces miró alrededor y observó detenidamente todas las riquezas que Creso le ponía ante sus ojos.
Después de pensar un rato y enervar al rey, pues este pensaba que la respuesta era evidente, dijo:
- Rey Creso, el hombre más feliz que he conocido es Alejandro el ateniense. Nunca le ha faltado
de nada en su vida, sus hijos han sido reconocidos como grandes guerreros en la ciudad, ha sido amado
por su mujer y ha tenido amigos fieles. Ahora es viejo y espera la muerte con tranquilidad.
El rey se indignó con semejante respuesta y despidió al sabio como el mayor ignorante que había
conocido en su vida. Una vez repuesto de su ira, llamó a Solón de nuevo y le hizo la misma pregunta:
- Solón, ¿quién es el segundo hombre más feliz sobre la tierra?
- El segundo hombre más feliz de la tierra, respondió con prontitud, fue Ajax el espartano.
Aunque pobre, nunca echó nada en falta y se comportó siempre con dignidad ante sus conciudadanos:
hoy, viejo ya, toda su ciudad le honra como un hombre ejemplar.
Creso rompió entonces en insultos contra el griego y ordenó que Solón fuera expulsado de Lidia y
devuelto a Atenas como el más ignorante de todos los hombres de la tierra.
Pero la historia no acabó aquí. Como era el hombre más rico de la tierra, Creso pronto se granjeó
la enemistad envidiosa de otros reyes más fuertes que él. Pasaron dos años y un hombre extranjero
pidió cobijo en la casa de Solón el ateniense. Era flaco y su pelo cano, con sus ropas gastadas y las
sandalias rotas. El griego reconoció rápidamente al visitante, y le preguntó que había ocurrido con su
reino y su familia. Entre lágrimas, Creso le contó lo sucedido. El gran rey Ciro, señor de los persas,
atacó su reino, saqueó Lidia, mató a su hijo en el campo de batalla y se quedó con su mujer. Todo lo que
tuvo una vez se había perdido.
Se hizo el silencio, roto solo por el gemido de Creso, hasta que Solón tomó de nuevo la palabra,
esta vez con dureza:
- Escucha ahora, Creso, dos consejos. La felicidad no se estima por lo que disfrutas en un
momento sino por lo que posees a lo largo de toda tu existencia. Solo puedes llamar feliz al hombre que
en la madurez de su vida puede enorgullecerse de haber disfrutado de ella y no arrepentirse de nada.
- ¿Y cual es el otro?
- Que la dicha no solo consiste en tener cosas, sino también en aprender a vivir sin ellas. La
verdadera felicidad estriba por tanto en gozar de bienes y riquezas sin ser su esclavo ni echarlas de
menos cuando falten. Aprende eso y un día volverás a ser feliz.
(Cuento basado en las Historias de Herodoto, siglo V a.C.)
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