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FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS
CATEDRA LIBRE DE DERECHOS HUMANOS
CICLO
SALUD MENTAL,
ARTE Y DERECHOS HUMANOS
Foro Nº 8 7 de junio, 2002
Foro Nº 9 14 de junio, 2002
ESTOS
FOROS FUERON ENCUADRADOS EN EL MES X LA UNIVERSIDAD PUBLICA,
ORGANIZADO POR LA FUBA. DENTRO DE UNO DE LOS BLOQUES DE ESTE MES SE ENFOCÓ A LA
“UNIVERSIDAD EXTRAMUROS”. UNO DE LOS OBJETIVOS DE LA CÁTEDRA LIBRE DE DERECHOS
HUMANOS ES, PRECISAMENTE, TRASCENDER LOS MUROS DEL MUNDO ACADÉMICO PARA
IMPULSAR UNA GENERACIÓN, CONSTRUCCIÓN Y CIRCULACIÓN DE CONOCIMIENTOS POR VÍAS
COMPLEMENTARIAS A LA VEZ QUE DISTINTAS A LAS FORMALES. POR ELLO EL ESPACIO
HABITUAL DE SUS FOROS DE LOS VIERNES SE ABRIÓ AL FRENTE DE ARTISTAS DEL BORDA,
QUE PROCURA TAMBIÉN TRASCENDER OTROS MUROS: LOS QUE SEPARAN A LOS PACIENTES
INTERNADOS EN LOS MANICOMIOS DEL CONJUNTO DE LA SOCIEDAD A LA QUE PERTENECEN,
LOS QUE TRANSFORMAN A LA LOCURA EN UN ESTIGMA QUE SE TRADUCE EN EXCLUSIÓN.
FORO Nº 8
PRESENTACIÓN DEL FRENTE DE ARTISTAS DEL BORDA DE LA OBRA
CRONOLOGIA 2
AL GRAN CIRCO ARGENTINO, SALUD
TALLER DE MIMO. CREACIÓN COLECTIVA
GRUPO ADENTRO Y AFUERA
Integrantes: Jorge Pérez, Gustavo Cerrito, Juan C. Muñoz, Eduardo Ocles, Iberis Guerra,
Carlos Riso Patrón, Gustavo Miranda.
Coordinación artística: Martín Abregú
Coordinación psicológica: Ximena Goldberg
FORO Nº 9
PARTICIPANTES
ALBERTO SAVA, PSICÓLOGO SOCIAL. DIRECTOR DEL TEATRO MUNICIPAL DE MORÓN.
FUNDADOR DEL GRUPO DE ARTISTAS DEL BORDA. ARTISTA DE TEATRO, MIMO.
JUAN CARLOS SONRISAL, TALLERISTA, MIEMBRO DEL FRENTE DE ARTISTAS DEL BORDA
DANIEL KERSNER, PSIQUIATRA, MIEMBRO DEL EQUIPO ARGENTINO DE TRABAJO E
INVESTIGACIÓN PSICOSOCIAL (EATIP)
1
ALBERTO SAVA
El tema de hoy es Salud Mental, arte y derechos humanos. Yo los voy a ubicar en la
experiencia del Frente de Artistas del Borda, donde se conjugan un poco estos tres
elementos: la presencia del arte en el campo de la salud mental en un lugar donde se violan,
se violentan todos los derechos humanos, como son los manicomios.
Una vez Grinso dijo: “En los hospitales psiquiátricos de todo el país hay 30.000 internados,
que son otros 30.000 desaparecidos”. Yo no sé si ahora hay tantos, pero en ese momento,
unos 15 años atrás, era la cantidad que había. Si no hay 30 debe haber 29.800.
¿Cómo se posiciona un artista en una sociedad? Yo creo que un artista tiene dos caminos: o
es complaciente con un sistema o una estructura para afirmarla, para aferrarla, o es, como
decía Pichon Riviere, que un artista debe ser un agente de cambio, debe ser un
transformador, debe ser un revolucionario.
En lo personal creo, lo he intentado siempre, por lo menos, estar en este camino de la
transformación, del artista como transformador.
La experiencia del arte en el Borda es justamente eso: intentar que el arte pueda producir en
el Borda alguna modificación, algún cambio.
El Borda es lo que se llama una institución cerrada, una institución donde se violentan, se
violan, todos los derechos humanos: la falta de libertad, el mal trato físico y psíquico, la
sobremedicación, la posibilidad de que cualquier persona pueda pensar, sentir o hacer
cosas. Es un lugar donde realmente la persona deja de ser persona. Es violada en toda su
voluntad, sus sentidos, sentimientos, su historia personal. Deja de ser una persona, se
convierte en un objeto.
En el mundo empezó a haber experiencias donde los manicomios dejaron de ser. Empezó
en Italia, en la década del 70 con la experiencia de Franco Vasaglia, siguió en algunos
pocos lugares de Europa. En Argentina se intentó y se están llevando a cabo en dos lugares.
Uno es Río Negro, con un desarrollo desigual, y el otro lugar es San Luis, donde los
manicomios no existen. Se cierran los manicomios y se convierten, generalmente, en
hospitales generales. Ustedes se preguntarán qué hacen con los “locos”. Se considera que
por una crisis psicótica, una crisis psiquiátrica no debe estar internado más de diez, doce
días. No es necesario, por el avance de la farmacología, la introducción del psicoanálisis y
otras propuestas alternativas, hacen que la crisis psiquiátrica, el brote –como se lo llama
comúnmente– puede estabilizarse en un promedio de diez, doce días. Después el
tratamiento es absolutamente ambulatorio, externo. Los profesionales van hacia donde
están los pacientes y los pacientes van hacia donde están los profesionales. En Italia, en
algunos lugares de Europa, en Río Negro, los hospitales psiquiátricos se convirtieron en
hospitales generales, y algún sector del hospital está destinado al área psiquiátrica con
internaciones muy cortas.
Un paciente internado se considera que consume entre un 70 y un 80% más de medicación.
Un paciente en tratamiento ambulatorio consume, por lo tanto, esa proporción menor de la
medicación.
También se piensa que los manicomios son un fuerte negocio para los laboratorios. Una
persona que consume entre 10 y 12 pastillas diarias, si consume el 70% más al cabo del
año, por ejemplo en el Borda, donde hay 1.300 personas, a lo largo del año son millones de
dólares que si se cambiara el sistema el laboratorio perdería en el año. Hay fuertes
negocios, intereses económicos e intereses ideológicos y profesionales que hacen que los
manicomios existan.
2
Dentro de ese contexto, ¿qué puede hacer el arte? En ese contexto de la salud mental, sobre
todo del manicomio, que son más que lugares de recuperación, de vida, son proyectos casi
de muerte.
Se intentó hacer, en la década del 80, en el 84, 85 –con la apertura democrática del país– en
el Borda una experiencia parecida a la italiana, o las que se están haciendo en Río Negro y
en San Luis. Por estos fuertes intereses no se pudo consolidar la experiencia, pero se
dejaron algunos mojones, algunos profesionales que son muy abiertos, democráticos,
progresistas, que están haciendo desde su lugar algún avance, tratando de medicar menos a
los pacientes, que las internaciones no sean tan largas. Hay toda una postura ideológica con
respecto al tratamiento por parte de los profesionales. Esto se ve también en los enfermeros
y en muchos trabajadores del hospital. Si bien todavía la estructura ideológica del hospital
sigue siendo la de manicomio, debo reconocer que hay algunos avances parciales en ciertos
sectores.
Yo creo que el arte cumple una función importante en esta recuperación de la salud mental.
En el caso del Frente de Artistas, cuando se genera, en 1984, viendo que había muchas
personas internadas que pintaban las paredes con grafitis, o que nos vendían los poemas, o
que en una ronda de mate cantaban, partimos de la idea de preguntarnos por qué esta
producción artística ¿por qué tenía que quedar encerrada en el hospital? ¿Por qué no circula
afuera del hospital? En esa circulación fuera del hospital pensamos que produce tres
efectos:
1. Un efecto clínico, terapéutico, humano, personal, de cada uno. En el manicomio, por esta
estructura anterior, la persona va perdiendo sus deseos, sus pasiones, sus vínculos, su
relación social. Por lo tanto casi deja de ser una persona, pierde sus sentimientos, sus ideas,
su capacidad de hacer. El arte lo que hace, en principio, es convocarlos a una tarea. A una
actividad que les gusta. Vuelve a poner en funcionamiento algún deseo, alguna pasión,
algo. En este caso, una actividad artística.
Al mismo tiempo comienza una red de vínculos entre ellos, que los hace sentirse algo
mejor. Después entra en un proceso creador que es muy gratificante como proceso, que lo
proyecta en una producción artística. Esa producción, además, tiene una circulación en el
afuera, lo que los psicólogos llaman el comienzo de tener lazos sociales con el afuera que si
seguía adentro del manicomio va perdiendo. Vuelve a sentirse una persona. Esto que
Pichon decía: uno se siente completo en la medida en que pueda pensar, sentir y hacer.
Entonces desde el arte hacemos esta recuperación del sujeto. Este es el primer efecto que
produce el arte.
2. Lo institucional. En la medida en que esta producción artística sale, se mueve, entra a un
teatro, a una universidad, una escuela, una plaza, un centro cultural, una sociedad de
fomento, un centro de jubilados, también sale una persona. Una persona internada. Esa
persona que además es una voz acallada. Esa voz que no puede escucharse en el afuera. En
la medida que sale, él puede denunciar lo que le pasa en el hospital, a través de un reportaje
en radio, en televisión, en un medio gráfico. O en el debate que se hace con el público. Esta
persona puede decir lo que pasa. Y esto después retumba dentro del hospital, vuelve al
hospital, y se produce dentro de la institución un movimiento nuevo. Pone a flote las
contradicciones del hospital. Por lo tanto comienzan a aparecer aquellas personas que están
a favor de algunas transformaciones en el manicomio o están aquellos que quieren aferrarse
a la institución manicomial. Este es el segundo efecto, en lo institucional.
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Creo que el arte abre brechas en la institución, esa institución tan cerrada comienza a
resquebrajarse y empiezan a entrar otras ideas, otros conceptos, otras acciones y otra
organización.
Yo creo que el arte comienza a generar dentro de la institución espacios muy fuertes de
reflexión, de discusión, de debate y de organización para cambiar la institución.
3. Lo social. En la medida en que circule el arte en la sociedad hecho por los propios
artistas internados, este imaginario colectivo que hay con respecto a la locura y a la
peligrosidad o la no capacidad del “loco” comienza a resquebrajarse. Uno ve una
producción artística y dice: “pero cómo, ¿por qué están locos? ¿cómo que están locos?”
Esto que después en un debate permita que la persona pueda pensar, reflexionar y debatir
con el otro que está sentado ahí también habla de que el arte puede producir algún efecto
positivo. Entonces, en el imaginario colectivo con respecto a la locura, la gente comienza a
tener una nueva información y por lo tanto modifica su pensamiento con respecto al
enfermo mental.
Estos son los efectos que produce.
¿Cómo hacemos nosotros para lograr estos efectos? Primero, generamos en el Frente de
Artistas una especie de organización horizontal. Tanto con la presencia mía aquí, que soy el
fundador, y la de Juan Carlos, que es uno de los talleristas, intentamos sostener que en todo
lugar estemos los que coordinamos y los que no coordinen, o sea, los que viven adentro y
los que vivimos afuera. Nosotros pensamos que la construcción de un proyecto debe
socializarse, horizontalizarse, debe construirse entre todas las partes, con los que viven
adentro y los que vivimos afuera. El proyecto es poder transformar la realidad de un
manicomio, transformarla en lo que les decía al principio. Y en ese proyecto los que más
implicados están son los que viven adentro, por lo tanto, quienes viven adentro deben ser
partícipes del proyecto.
La organización intentamos que sea lo más horizontal posible. Nosotros tenemos una
organización donde todo lo que se hace en el Frente de Artistas, todo lo que se construye,
se construye en una asamblea que hacemos una vez por semana. Ahí proponemos todo. Ni
yo, que soy el fundador, el más antiguo, ni el que recién entra tenemos el derecho de decir y
de hacer, sino que tenemos el derecho de proponer a la asamblea lo que quisiéramos hacer.
Si ese grupo, esa asamblea resuelve que se debe hacer, lo hacemos. Si no, no lo hacemos.
En el Frente de Artistas, desde comprar una lapicera hasta organizar un festival
latinoamericano de artistas internados en hospitales psiquiátricos –que es único en el
mundo como experiencia, y ya llevamos seis festivales–, todo lo hemos debatido, discutido
y resuelto dentro de la asamblea. Esto ha dado al Frente de Artistas del Borda un grado de
pertenencia muy fuerte a todos los que lo integramos.
Esta asamblea ha resuelto también cómo es el encuadre del trabajo del Frente. Lo dividimos
en talleres. Cada taller tiene un coordinador artístico y un coordinador psicológico.
El coordinador artístico tiene la obligación, la capacidad, de darles a los talleristas –que son
los pacientes internados o externados– todo el bagaje técnico y conceptual de la disciplina
artística. En estos momentos tenemos 8 ó 9 talleres: teatro, música, mimo,
desmanicomialización, plástica, letras, fotografía, arte callejero. Todos los talleres trabajan
durante la tarde, durante dos horas cada uno. El taller produce arte, y que esa producción
tenga un muy buen nivel, que permita después presentarse en los lugares que corresponda.
Los coordinadores psicológicos lo que hacen es trabajar sobre los obstáculos en la tarea. No
hacen una interpretación psicoanalítica de cada paciente, o de la problemática de cada
paciente. Nosotros creemos que la intervención del arte en el campo de la psicosis, del
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manicomio, produce un fuerte movimiento individual o grupal, que el artista a veces por
no tener herramientas o recursos no lo puede contener. Y además porque está en otra tarea.
El coordinador psicológico lo que intenta es poder contener o poder superar los obstáculos
que hay en el proceso creador.
Nosotros, como coordinadores, tenemos a la vez una supervisión. Por ejemplo, Osvaldo
Bonano, fue uno de nuestros supervisores. Como Fernando Ulloa. En este momento es
Daniel Vega. ¿Qué es lo que hace un supervisor? Trabaja con nosotros, los coordinadores,
que generalmente también tenemos problemas en la coordinación, por lo tanto, nos ayuda a
superar los problemas en la coordinación.
Estos coordinadores, los coordinadores de los talleres, son elegidos por la asamblea. Se
proponen en la asamblea y la asamblea es la que elige a los coordinadores.
A partir de esta experiencia del Frente empezaron en otras provincias a convocarnos,
empezaron otros hospitales a querer hacer una cosa parecida. Nosotros viajamos mucho al
interior del país y ayudamos en muchos hospitales a generar otros frentes de artistas,
aunque no se llamen así, tienen una experiencia similar. En el año 89 ya eran 10 ó 12
hospitales que estaban haciendo una experiencia parecida a la del Frente de Artistas.
Entonces se nos ocurrió en ese momento organizar un Festival latinoamericano de artistas
internados en hospitales psiquiátricos. La idea era hacer una convención de artistas locos en
Buenos aires, no sólo para mostrar sus producciones artísticas, como hace cualquier artista
en cualquier festival, sino que fuera un foro de debate y discusión sobre la problemática de
los manicomios y la introducción del arte en el campo de la salud mental. Esto tuvo mucha
repercusión. Se hizo en el Teatro San Martín, en el Cervantes, en otros lugares. Y así
sucesivamente. Hasta el 2000 hicimos seis festivales latinoamericanos y dos nacionales.
Este año se hace el séptimo en Mar del Plata. En el primer festival participaron 12
delegaciones y cien pacientes, cine artistas internados. En el último festival participaron 32
delegaciones y más de 500 personas entre pacientes y coordinadores. En el festival de
quienes participan el 70% tienen que ser los artistas internados, el 30% son coordinadores o
acompañantes terapéuticos, que cumplen función de acompañantes no actúan. Si actúa uno
es porque hubo alguna persona que no pudo viajar. Pero el 70% de los artistas son pacientes
internados en hospitales psiquiátricos.
Esta experiencia, única en el mundo, tiene bastante repercusión. Y llevó también a que se
consolidara lo que llamamos una red de arte y salud mental. En Argentina existe una Red
Argentina de Arte y Salud Mental que tiene personería jurídica y es la que organiza estos
festivales. El Frente de Artistas del Borda, a partir del tercer festival, cedió sus derechos al
a Red para que esta red en la que confluyen todos los hospitales psiquiátricos que de alguna
manera están trabajando con el arte, puedan organizar el festival. Hay una comisión
directiva que se reúne dos veces al año en distintos lugares del país y ahí organizamos toda
la actividad artística en los hospitales psiquiátricos, sea tanto a nivel local, regional, como
nacional.
He intentado graficar la importancia del arte en el campo de la salud mental, cómo va
produciendo efectos a niveles personales, institucionales y sociales, un reconocimiento
público bastante importante. Y además, creo que va produciendo una apertura, o un
debilitamiento en estas violaciones a los derechos humanos que se dan en los hospitales.
Creo que hace que los poderes de cada hospital tengan más reservas ante la publicidad que
se a esta experiencia artística, como esta pasando con La Colifata en el Borda. Que haya un
debilitamiento que este poder que generalmente tienen los amos de estas instituciones ante
la difusión que puedan tener estas experiencias artísticas.
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Yo creo que en la medida que estas experiencias artísticas se difundan, hay una especie de
contrafuerza a esa fuerza conservadora de la salud mental que hace que los manicomios se
sigan manteniendo. Nosotros intentamos que los manicomios no existan más, y creo que
hay una proyección a que un tiempo no muy lejano esto suceda.
Para aclarar, quiero decir que el hecho de que no existan los manicomios no quiere decir
que estemos en contra la salud pública. Juan Carlos les va a leer algo sobre lo que es
desmanicomializar.
Les quería graficar la importancia del arte, y creo que cumplimos esto que decía Pichon
Riviere, que el artista debe ser un agente de cambio, un transformador, un revolucionario. Y
creemos que en el Borda, y en la salud mental el arte cumple esa función. Esa es mi idea.
JUAN CARLOS SONRISAL
“El Frente de Artistas del Borda es una agrupación que desde hace 17 años desarrolla
actividades a través del arte, creando espacios para encontrar propuestas superadoras,
transformadoras y revolucionarias en el campo de la salud mental hacia la
desmanicomialización.
Para nosotros desmanicomializar es la desestructuración del sistema manicomial hacia
una nueva forma de la atención de la salud mental.
Desmanicomializar no es el cierre del hospital público. No es dejar a los pacientes en la
calle. No es dejar a los trabajadores de la salud sin sus puestos de trabajo. No es privatizar
la atención de la salud pública. No es sobremedicación. No es encierro. No es segregación.
No es violencia física, psíquica y química. No es depósito de las personas. No es abandono
ni desamparo. No es judicialización de la internación.
Desmanicomializar es la atención digna de la salud mental. Es la transformación.
Transformar el vínculo entre el profesional y el paciente. Es internación corta en
hospitales generales o centros de salud mental. Es dignificar el trabajo de los enfermeros.
Es atención ambulatoria, domiciliaria. El profesional va al paciente y/o el paciente va
hacia el profesional.
Es recuperar los lazos familiares y sociales de los pacientes. Es garantizar la vivienda
propia y/o familiar, o a través de hogares sustitutos, casas de medio camino, etc.
Es garantizar el trabajo de los pacientes, mantenimiento de la relación laboral. Creación
de cooperativas, bolsas de trabajo, microemprendimientos, y otros. Es una mejor
utilización y distribución de los recursos económicos. Es brindar más información, apoyo y
contención a las familias. Es convertir al manicomio en hospital general con área de salud
mental. Es la búsqueda de nuevas alternativas de tratamiento.”
Documento sobre desmanicomialización elborado por el Frente de Artistas del Borda
Quiero decir algo respecto a la anulación como persona, hasta como individuo. Llegan a
manifestarse, como individuos, sus aspectos más negativos, propiciados según sea el
manejo que se haga, en menor o mayor medida del servicio. Estoy hablando de la
influencia de los profesionales, compensada en algunos casos y descompensada, como
dicen ellos.
Quería referirme, también, a los colchones orinados. Hoy me propusieron seguir con la
ayuda de quemar esos colchones orinados, a través de una relación que hice con Carlos, de
mantenimiento, que mantiene todo el parque.
El parque, como los pasillos, son sombras que reflejan la soledad de todo el hospital.
Porque los pasillos, especialmente a la tarde, y el parque, están vacíos, porque están
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padeciendo hospitalitis dentro del servicio. Estoy hablando del 95% de la población, de los
servicios, aproximadamente. Esa es la soledad del hospital.
Hoy me encontré en el cafecito a una empleada de patrimonio y me dice si quería volver a
quemar colchones. Ya lo había hecho con Carlos. Me fui con un compañero. Están en
patrimonio, ocupando todo un cuarto. El exceso que estaba afuera ya fue quemado. Y ahora
parece que tiene intención de eliminar los que siguen en ese cuarto. Algunos con forro,
otros sin forro impermeable, la mayoría sin forro. Supongo que son todos colchones
orinados. Porque hay pacientes de 10, de 20, de 30 años, que tienen incontinencia, y donde
se produce la muerte, que está comprobada en otros lugares, con más frecuencia que
estando afuera. Con la edad empiezan a tener incontinencia. Un 70% serán de incontinencia
y un 30 % es porque los atan a la cama. Un 30 o un 40%. Entonces se orinan en la cama.
Esos colchones van a secar y llega un momento que en el servicio quedan 3, 4. Hoy estuve
quemando, justamente, gracias a Carlos, a la empleada de patrimonio.
Si quieren, leo una poesía de cuando estaba afuera y por qué me vine de El Dorado. Escribí
últimamente una, la titulé “Tú sí puedes”, pero no la traje porque las pierdo, de tanto
entregar, pierdo el original. Pero lo voy a recuperar. Mi terapia es creer que voy a recuperar
lo perdido, o lo que creía perdido.
VIGENCIA EN LA EXPRESIÓN SIN TIEMPO
El Dorado, 25 de enero de 2000
Juan Carlos Sonrisal
Prosa poética, pensamiento, deseo
He visto las víboras llorar
Las hienas que comen carroña reír
En realidad, el hombre debe aprender de la flora y la fauna autóctona que lo rodean. La
flora responde al equilibrio prodigioso de las estaciones. La fauna, hay de toda laya. Hasta
un carpincho domesticado que toma mate.
Superemos a los perros y a los gatos domesticados, como dijo un hermano.
Como digo yo, imitemos en parte a la Madre Natura, que tan generosamente se brinda.
Una planta rastrera, la sandía, es tan enorme y tiene una semilla tan chiquita.
Algunos consideran la semilla desperdicio. Es de la familia del zapallo.
Algunos tienen un zapallo en la cabeza.
El zapallo sirve para hacer puchero.
El bebito cuando llora se dice “hace pucheros”.
Esas personas que tienen un zapallo en la cabeza, que no tienen sentimientos ante el dolor
ajeno, hacen llorar a los adultos también.
Viví y dejar vivir es la consigna de Madre Natura.
En su defecto, usemos la paleta de matar moscas, más nunca un igual, un ser humano.
Y aclaro sobre esto que hay muchas formas de matar, muchas formas de padecer
discapacidades. Y aun de ser un desaparecido. Como fui yo, orgánico, por perder en
determinadas ocasiones traumáticas el conocimiento, un desmayo, que fue mi primera
internación en el Borda.
DANIEL KERSNER
Me quedé pensando varias cosas. Sobre todo, me quedé pensando en eso de que la terapia
era creer que uno podía recuperar lo perdido, cómo recuperar lo perdido.
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Yo les quería contar –probablemente ya lo sepan–, que un día por fin el hombre obtuvo el
fuego. ¿Quién hizo esto? Fue un titán llamado Prometeo. ¿Cómo obtiene el fuego? Se lo
roba a los dioses y se los da a los hombres. Específicamente a Júpiter, que era un dios de
bastante mal carácter y que para castigarlo llama a uno de sus adláteres, a Vulcano, para
planificar la venganza, conocido placer de los dioses, ante este atrevido Prometeo.
¿Qué hacen Júpiter y Vulcano? Un plan que consistía en crear una mujer como vehículo de
la venganza, y será una mujer que posea todos los dones. Cada deidad le aportará lo suyo y
la mujer dominará las artes, el secreto de encantar y la habilidad de seducir por la palabra,
será sumamente hermosa. Se llamará Pandora y recibirá de Júpiter una caja o ánfora
cerrada, y en esta caja pondrán todas las calamidades. Los dioses se la envían a Prometeo.
Este, cuyo nombre significa “el previsor”, al sospechar un ardid se niega a recibirla. Le
recomienda a su hermano Epimeteo que no acepte nada que provenga de Júpiter. Pero
Epimeteo, “el que reflexiona después”, queda seducido por Pandora y se casa con ella. Al
desposarla abre la caja que Pandora trae como dote. Cuando Epimeteo levanta la tapa de la
caja, ayudado por los gráciles dedos de Pandora, todos los males que los dioses habían
colocado allí se desparraman por la faz de la Tierra: angustias y miserias, enfermedades y
preocupaciones, guerras y crímenes. Y está por salir lo último que quedaba en la caja, que
es la esperanza. Cuando está por salir la esperanza Júpiter dice “Basta”, y ordena cerrar la
caja.1.
¿Por qué tomo este mito? Porque nos sitúa en el campo de la esperanza, que es de lo que
quiero hablar.
La esperanza es algo siempre por-venir. Y uno se pregunta: ¿es compensación última de
Júpiter ante tanto castigo que nos envió, o es una parte misma del castigo esta creencia en
el futuro? ¿Es una virtud teologal –como dice la religión–, o zanahoria delante del burro?
La esperanza comparte además, como una misma categoría, son parientes, con la promesa,
los proyectos, y especialmente con la utopía. Comparte con ellos un mismo y particular
territorio: el del futuro. Los proyectos, las promesas, la utopía, todo está en el terreno del
futuro. Y desde el futuro trabajan hacia el presente, al revés de lo que uno cree.
En lo social, la esperanza es encarnada de modo privilegiado por la utopía. Así las grandes
utopías colectivas y colectivistas nacidas a mediados del siglo XIX representaron la
esperanza para millones de personas. Nacida en lo social, como todos los ideales, la utopía
vuelve a lo social. Lo social está en su génesis, en su objeto y su fin.
La irrupción de la llamada posmodernidad con su teoría de los fines (fin de la historia, fin
de las ideologías, fin de la utopía)2 debilitó notoriamente durante las dos últimas décadas el
poder movilizador de la utopía. Al mismo tiempo, reemplazó el ideal colectivo de igualdad
social por el de la comunicación, elevada a la categoría de un todo omnipotente. Si estamos
todos comunicados, fenómeno. Algo así como “todo se arreglaría teniendo una
computadora en la casa. De igual modo la nacionalidad, la etnia o la religión parecen
haberse transformado, cada una de ellas según el caso, en un bien supremo y excluyente, en
un ideal conseguido y consagrado aquí y ahora, en un funcionamiento que remite al yo
(ideal) infantil, que es básicamente omnipotente e ilusorio 3.
Quiere decir que los ideales ya no son aquellas cosas que queremos conseguir y que
funcionan como un motor para uno, independientemente de que las consiga o no, sino que
ciertas características personales o sociales, como pueden ser la etnia, la religión o la
nacionalidad, ya son el ideal conseguido. Y esto es efecto de la posmodernidad.
Si uno piensa en el yo de cada sujeto, el yo de cada sujeto tiene una íntima relación con el
tiempo y con la temporalidad. Prácticamente no se puede pensar el yo por fuera del tiempo.
8
De hecho, una de las características –yo diría fundamentales– que tiene el yo es que se
autoproduce. Uno va modificando su yo a partir de nuevas adquisiciones, nuevos
conocimientos, nuevas experiencias. Ahora, esta capacidad de autoproducirse o de
autorregenerarse necesita que las experiencias de uno puedan ser historizadas. Si estamos
hablando de esta capacidad de historizar, vemos lo que significa eso que postula la
posmodernidad, de que el tiempo se terminó, se terminó la historia. A lo que se pudo llegar
es a esto, y no hay otra cosa.
Pero insisto, del acceso a la temporalidad depende la propia existencia del yo: “Acceso a la
temporalidad y acceso a una historización de lo experimentado van de la mano: la entrada
en escena del yo es al mismo tiempo entrada en escena de un tiempo historizado”4.
¿Cómo pensar el fin de la historia en un yo necesariamente historizador e historizado?
¿Cómo puede el yo proyectarse cuando la idea de futuro ha sido clausurada? Es aquí donde
la utopía, como representante social de la esperanza, aparece como una forma de soporte,
de apuntalador del psiquismo provista por la cultura.
La utopía nos remite, en su estructura y en sus efectos, a los ideales que tiene el yo, pero
básicamente serían los ideales que uno tiene, a lo que aspira, en lo que querría convertirse.
Estos ideales sirven de referencia a cada sujeto para orientarlo hacia donde quiere ir en la
vida. Lo que uno les dice a los chicos: ¿qué querés ser cuando seas grande? Eso es su ideal
del yo, esos son sus ideales. Estos ideales, ¿qué le muestran al sujeto? Un camino, lo
orientan, “tenés que agarrar para acá, tenés que agarrar para allá”. Pero además sirven como
una vara para apreciar, para medir sus realizaciones efectivas5, porque le muestran un ideal
y según si uno se acercó o no se acercó al ideal, miden cuán bien estuvo en su desempeño.
De modo análogo funciona la utopía: nos propone un modelo desde el futuro para trabajar
el presente. En este sentido es el opuesto a la ilusión (producción central del yo ideal), ya
que ésta sustituye a la realidad. La ilusión sería: “ya conseguí el ideal”, esta reivindicación
de rasgos sociales que aparecen en la posmodernidad: “somos los mejores porque somos de
Montenegro”, “somos los mejores porque somos serbios”, y entonces “tenemos que
destripar a los que no lo son”. Esta sería la propuesta ilusoria de la posmodernidad, de que
el ideal está conseguido. Mientras que la utopía al ofrecernos un modelo, siempre a
alcanzar, nos conecta con el déficit de la realidad y con la necesidad de su transformación.
Su secreta eficacia consiste en que la meta es el camino. La utopía nos propone que el ideal
hay que ir a buscarlo, y hay que ir a buscarlo siempre. Por eso tiene un poder motorizador,
movilizador.
La utopía es el opuesto a la ilusión, ya que la ilusión reemplaza a la realidad. “Somos
argentinos, somos los que mejor jugamos a la pelota.” Esta ilusión reemplaza a la realidad.
La utopía, en cambio, como nos ofrece un modelo ideal, mide la realidad en función de ese
modelo y dice: “Falta tal y cual cosa”, por lo tanto hay que transformar esta realidad. Tiene
un punto de contacto con lo que se planteaba hace un rato.
En ese sentido yo planteo que la utopía nos conecta con la realidad y con el déficit que la
realidad tiene en relación al ideal. Y entonces nos indica el camino de la transformación.
“Abandone toda esperanza el que entre aquí” proponía el Dante en su entrada al infierno.
“El que espera desespera”, reza el refrán popular. “¡Basta de realidad, queremos
promesas!”, exige una pintada callejera. “La esperanza es lo último que se perdió”, ironiza
una segunda.
Una patología, llamémosla así, que está de moda, el estrés postraumático, que sería lo que
le pasa a un sujeto después de haber pasado por una situación traumática, en la definición
que se da de manual, dice: “La persona ha respondido con un temor, una desesperanza o un
9
horror intensos”. Así describe el DSMIV en sus criterios para diagnosticar el trastorno por
estrés postraumático, es un requisito para definirlo. Que haya habido desesperanza.
La esperanza o la falta de esperanza parecen jugar un importante papel en el
funcionamiento del aparato psíquico. Si su abandono nos introduce al infierno, o su
presencia nos hace tolerar las experiencias más intolerables, no es difícil suponer el papel
de apuntalador que tiene del psiquismo. Cuando hablo de apuntaladores quiero decir que es
un planteo opuesto a las concepciones idealistas del psiquismo. Los apuntaladores del
psiquismo serían una serie de elementos que van desde el propio cuerpo, el cuerpo de la
madre, hasta las instituciones y la cultura, que son imprescindibles para que el psiquismo
funcione. Primero para que se produzca, para que se cree. Y después para que funcione. El
planteo sería: el psiquismo no funciona en abstracto, necesita un montón de apuntaladores.
Uno de ellos es la esperanza, o la utopía, planteado a nivel social.
La aparición de una amplia gama de sentimientos que van desde la apatía, pasando por el
escepticismo (muchas veces disfrazado de análisis crítico) hasta la resignación, parece estar
en relación directa a la falta de esperanza. La ausencia de proyectos, la desvitalización
presente en muchos pacientes (uno eso lo ve mucho: llegan los pacientes y dice: ¿qué es
esto? ¿es una depresión? No, no es una depresión, porque no pueden estar todos
deprimidos. ¿Qué es lo que le pasa? Está sin ganas de nada, está desvitalizado. Sin
embargo, no es lo que dicen los libros de la depresión. ¿Qué es lo que le pasa?) y la
deserotización de vínculos y actividades –lo que Sava decía sobre la pérdida de los deseos,
las pasiones–, incluida la deserotización de la relación con la realidad. En los jóvenes se ve
mucho: ¿todo les da lo mismo? Muchas veces aparece incluso como un problema
vocacional, cuando terminan el secundario: elijo esto, elijo esto, empiezan una carrera,
dejan, empiezan otra, dejan. Y en realidad no es un problema vocacional. Es un problema
de falta de erotización con la realidad. Como que no hay una inversión en esa realidad, hay
como una desconexión. Los vínculos, y eso en general son las chicas quienes más o
denuncian: los varones no se quieren comprometer, buscan relaciones descomprometidas…
En realidad, eso descomprometido, es desvitalizado, es deserotizado. Y me parece que
todos estos síntomas sociales que se ven en abundancia, tienen que ver, y podrían leerse
como la transcripción en la subjetividad de la falta de esperanza. Tienen que ver con la
caída de las utopías. No digo que únicamente con eso, digo que con eso y tal vez con otras
cosas. ¿Qué nos dice a nivel subjetivo la falta de esperanza? Nos dice que todo será igual,
que nada cambiará, y que como en el trastorno por estrés postraumático todo se va a repetir
igual. Esa frase que se puso de moda hace unos años acá, “Más de lo mismo”. Más de lo
mismo no es sólo una evaluación política. Es también un analizador del estado anímico de
la población. A esta altura podemos postular que la falta de esperanza tiene un efecto
traumatizante .
También está en relación con las vivencias de vacío, síntomas de depresión larvada o
depresión atípica, o por el contrario, también está en relación con una cosa que se puso muy
de moda en los últimos años, la espectacular sintomatología del ataque de pánico. Yo creo
que el ataque de pánico también tiene que ver con esto.
A nivel masivo, las jornadas del 19 y 20 de diciembre pasados, parecen haber sido un
momento de recuperación de la esperanza, seguramente como lo son todas las rebeliones
populares, momentos en que la esperanza se abre paso, sale de su envase, toca la realidad y
con ella a todos nosotros. Mantenerla suelta, libre, vivita y coleando es tarea de todos: abrir
la caja o el ánfora, destapar la olla o golpear la cacerola, cortar las rutas y deliberar y hasta
gobernar sin representantes de por medio, son los modos en que hoy se alimenta la
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esperanza. Después de todo, ella no es nadie sin nosotros aunque nosotros no somos nada
sin ella. Hace ya tiempo que hemos robado el fuego sagrado y desafiado a los dioses.
La realidad nos indica que el castigo de los dioses continua cumpliéndose de manera
implacable. Ya no podemos volver atrás, no podemos devolver el fuego a Júpiter porque se
nos ha hecho imprescindible. Siempre, y una vez más, tendremos que ir por la caja, casi
vacía, de Pandora.
Posdata: Pandora se resiste a hacer psicoterapia. A pesar de haber desparramado los males
por el mundo, no siente culpa ni remordimientos, es más, ni se acuerda dónde dejó su
célebre caja. A pesar de todo esto no le va mal: trabaja en una consultora de imagen que
diseña campañas presidenciales. No la agarró el corralito porque, experta en el tema, tenía
sus ahorros en una caja de seguridad. Y aunque de tanto en tanto sufre de ataques de
pánico, prefiere no consultar por el momento, y se refiere a los mismos como parte del
“costo argentino”.
1 Guthman, M.; Kersner, D.; Marti, R.; Rami, M.; Tesone, R.; Winikor, A.; Sufrimiento y crisis frente a los
cambios institucionales.
2 Mattelart, A., Reportaje.
3 Kersner, D., Fin de milenio y subjetividad.
4. Aulagnier, P., La violencia de la interpretación.
5 Laplanche, J., Diccionario de psicoanálisis.
MARCELO FERREIRA
Estoy medio apabullado. Cuando los escucho cómo hablan, cuando denuncian las cosas que
pasan en la institución, en el Borda, me pregunto cómo hacen para trabajar. Debe haber
costado meterse. En una época, en que yo era profesor en cárceles, y eso estaba
institucionalizado, me decían que no dijera que era profesor de derechos humanos, que
dijera que era de otra materia. Era la institución Universidad que lo metía a uno. Pero
ustedes se metieron en un medio hostil. Y quería preguntar qué es “arte callejero”.
Y con lo último, lo tendría que razonar más, pero me quedé con algo que es medio difícil.
Hay momentos en que se pierde el ideal de igualdad, o se sustituye por otro. Eso pasó en la
sociedad argentina. Y se pone en su lugar al valor “comunicación”. ¿Es correcto?
DANIEL KERSNER
No sé si es correcto. Es lo que yo digo.
MARCELO FERREIRA
Muchos pensadores hablan de la situación comunicativa ideal. A partir de eso, hay
momentos en que se pierde la esperanza, y eso ¿es sólo efecto de la crisis, o de algún modo
una causa?
Pregunto esto porque en este momento, cuando se buscan causas de la crisis, hay tres o
cuatro voces que normalmente repiten tres o cuatro ideas que uno verifica enseguida que
son falsas. Porque otros pensadores, economistas, en le mundo, dicen que no, que es un
disparate decir que son causas. Hablando de la crisis, no se habla de la inequidad o
desigualdad social, que se triplicó durante la década del 90. No veo que lo diga nadie. Lo
dijo el año pasado Mario Bunge, un pensador que vive en Estados Unidos, “ésa es la
principal causa de la crisis”. Pero eso no se dice. Nadie habla de la destrucción o la
degradación de las instituciones, la degradación de la persona en general. Se habla de los
salarios estatales, y eso es un disparate.
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Así como hay causas de la crisis que son ocultas que no se dicen, que pienso que son causas
reales, que tienen mayor entidad que aquellas que invocan los medios, que están en boca de
los opinadores, a lo mejor puede haber otras causas que forman parte de otra ciencia. Nunca
se me había ocurrido pensar en algo como la esperanza, o la desesperanza.
ASISTENTE
Me gustaría contar una pequeña anécdota para poder explicarme mejor.
Hace muchos años trabajé en Codex. En el ámbito geográfico en que estábamos –éramos 8
ó 10 personas– el tema recurrente de los lunes era el fútbol. No recuerdo qué equipo había
ganado por un penal que fue un regalo absurdo. Entre los 8 ó 10 había dos que eran hinchas
de ese equipo, y todos les decían “ladrones, cuánto le pagaron al referí”, etc. De los dos
tipos, uno era el que llevaba la voz cantante y se peleaba contra todos. Y en algún momento
intervino el otro. Se acercó y dijo: “Che, no hay problema, dejá que ruja la gilada”. Hay un
cinismo tremendo en esa frase, porque al mismo tiempo que está diciendo que sí, que tienen
toda la razón, se metieron a todos en el bolsillo. Y yo lo extrapolé muchas veces. Tengo la
sensación de que en la Casa de Gobierno, en el Ministerio de Economía, alguien está
diciendo “dejá que ruja la gilada”.
Tomando en cuenta eso, la fantasía hecha realidad, me digo, después de 17 años del Frente
de Artistas del Borda, que no tengo la impresión de que Juan Pérez, el tipo común de la
calle, tenga una opinión diferente de los llamados locos. Más que eso, “y, sí, esas cosas que
pasan, pobre gente”, pero es casi como una ley natural que estén así.
Y con respecto a los laboratorios, creo que también están diciendo “dejá que ruja la gilada”.
Me parece que se están mezclando fantasía y realidad. Obviamente, me parece lógico que
quien está internado, con ese tipo de expresión se sienta un ser humano, y los otros no. Pero
los otros dos objetivos planteados no los veo.
ALBERTO SAVA
La experiencia del Frente de Artistas del Borda es una experiencia de barricada, desde el no
poder, es una experiencia de guerrilla, de militancia. Es una experiencia que no tiene los
medios ni los recursos ni los elementos ni los poderes de difusión, de información, es una
experiencia a contrapelo de la realidad sociopolítica, de un sistema sociopolítico. Es una
experiencia de lucha, de resistencia y de lucha larga.
Acuerdo que a nivel masivo no hay una modificación de la cabeza de la gente de la calle,
de cada uno de nosotros. Se debe a esto que decía, a que es una lucha desde abajo. En ese
sentido acuerdo en que en lo masivo no hay un gran cambio de conciencia. Sí reconozco
por la experiencia que hay en un sector importante, ligado a los hospitales psiquiátricos y al
sistema de salud, una modificación de esa conciencia, y que va llegando progresivamente a
los niveles de poder.
El Frente es una experiencia desde el no poder. Del poder económico, del poder político
sobre todo. Decir “esto que yo digo tiene validez, por lo tanto a partir de aquí se va a hacer
como yo digo” no es. No tenemos ese poder. Pero sí comienza a haber registros en el poder
político y social. Por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires se dictó una ley de salud
mental donde no determina que tiene que haber una abolición del manicomio, pero sugiere
una abolición del manicomio, o la desaparición de los manicomios.
Cuando se hace la experiencia italiana, el hermano del director del hospital de Trieste, que
era un hospital de 1.500 personas, era diputado nacional por el Partido Comunista. En ese
momento el PC, junto con la Democracia Cristiana eran los dos partidos políticos de
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domino de la política italiana. Por lo tanto pudo utilizar ese poder político para generar en
la conciencia masiva –y cuando digo conciencia masiva digo utilización de los medios
masivos de comunicación, utilización del poder político, de todos los poderes que da estar
en la superestructura–, una conciencia social mucho más rápida.
Acuerdo que esta lucha, esta idea del Frente de Artistas, de alguna manera es “dejá que ruja
la gilada”. Pero creo que es tener ciencia de que se está haciendo, fundamentalmente en las
personas que viven en los manicomios, los que tienen relación directa con nuestra
experiencia, no piensan igual que hace quince años atrás. No son los sumisos, son los que
tienen actitud contestataria, son los que opinan con los médicos, son los que convencen a
otros compañeros de la idea esta. Creo que si el Frente de Artistas tuviera ese poder
político, ese poder, todo el mundo estaría informado de esto que decimos nosotros.
Hay otro problema. Ferreira preguntaba cómo se desarrolló el Frente en un ambiente hostil.
No sólo es ambiente hostil del Borda. Es ambiente hostil de toda una sociedad que no deja
avanzar estas situaciones. El Borda lo que hace es una repetición en miniatura de lo que es
un sistema social. A nosotros nos tratan de pasadores de droga, homosexuales,
comunistas… Todo lo que te dicen cuando vos querés cambiar algo en una sociedad. Por lo
tanto no hay ningún apoyo institucional a favor de esta experiencia. Somos 25
coordinadores, y 23 trabajan gratis. No tenemos apoyo económico del hospital. No tenemos
apoyo político institucional de las personas que trabajan en el hospital, porque cada uno
está cuidando su puesto. Creen que desmanicomializar es cerrar el manicomio y todas las
personas a la calle. Y no es así.
Hay todo un sistema que va en contra de esto, y hace que esto no se difunda. Es una
experiencia de resistencia y de lucha. De trinchera. Guerrillera. Socialista, si querés
llamarla así, en un sistema capitalista. Esto va a tardar en avanzar. Pero hay un amplio
sector. Yo diría que hoy un 50% de las personas que viven y trabajan en los hospitales
psiquiátricos no piensan igual que hace 17 años atrás. Y eso es por intervención del arte.
Es una experiencia dentro de un ámbito hostil. ¿Qué pasó? ¿Por qué se sostiene? Yo creo
que se sostiene por el arte. El arte tiene un nivel de anticipación a la realidad que permite
que los ataques a la experiencia sean siempre tardíos. A nosotros trataron dentro del Borda
de sacarnos de distintos lugares, de echarnos. En una situación política democrática eso es
más difícil. En la dictadura nos hubiesen fusilado quizás.
Yo creo que el arte trabaja mucho con la creatividad, y el poder, ante la creatividad, tarda.
Cuando nosotros salíamos a la calle con los talleres, y los pacientes denunciaban, y
hacíamos las producciones artísticas, eso les resultaba muy difícil censurarlo. De pronto
tener una idea muy brillante, como crear un Festival de artistas internados en hospitales
psiquiátricos… Salió de una película de Ubaldo Martínez. El tenía un personaje, Ubaldino,
que era un borrachín simpático y recibe un telegrama que decía, equivocadamente, que
recibía una herencia. A él, borracho como era, se le ocurre una idea de hacer en Buenos
Aires una convención mundial de borrachos para tratar el tema. Y yo dije “qué buena idea.
¿Por qué no hacer una convención, no mundial porque no había recursos, pero al menos
latinoamericana, de artista locos, donde podamos discutir la problemática del manicomio?”.
Estos artistas locos, que llegan a Buenos Aires anualmente no piensan igual que hace 17
años atrás.
Yo creo que es una experiencia desde abajo, desde la resistencia. Esto a veces cuesta 50
años, un siglo. Y yo tengo la esperanza, la experiencia del Frente de Artistas es una
experiencia desde la esperanza, de que en veinte años los manicomios no van a estar más en
Argentina. Y eso será no sólo por el Frente de Artistas, porque hay otras experiencias en el
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mundo, pero tendrá que ver mucho con el arte y con la experiencia del Frente de Artistas en
esto.
El Frente de Artistas del Borda es una sigla que tiene una cantidad de letras. A partir de este
año ya le sacamos la A. El Frente de Artistas del Bord. El año que viene le vamos a sacar la
D. La idea es que antes de que termine eso, los manicomios no estén más. Y esa es nuestra
esperanza. Pero hay que pensar que es una lucha desde el no poder. Desde el no poder
económico, desde el no poder político, desde el no poder social.
La conciencia todavía no es popular. Pero sí creo que hay una conciencia de abajo que va
subiendo lentamente, pero que va a llegar.
ASISTENTE
¿Qué concepción tienen en el Frente del loco, y qué relación plantean ustedes entre el arte y
la rehabilitación en el sentido médico?
ALBERTO SAVA
No soy médico ni psicólogo, no te puedo contestar en términos ni médicos ni psicológicos.
Lo que creo es que esta cuestión de salud y enfermedad, desde el arte lo que intentamos es
recuperar esa parte sana, esa parte potencial que tiene cualquier ser humano. Esta
descompensación que uno tiene psíquica o física, desde mi punto de vista tiene que ver
mucho con un sistema social. En la medida en que un sistema social no equilibra, o no
logra el equilibrio psíquico-físico de la persona a través de sus posibilidades de desarrollo o
de sus capacidades humanas, hace que ese desequilibrio se acentúa. A veces se acentúa a
través de un tumor, a veces se acentúa a través de una crisis psiquiátrica. Yo creo que gran
parte de la crisis psiquiátrica –uno ve que hay colas en consultorios externos– se debe
mucho a una estructura social, a una estructura política.
Los médicos, por lo menos en el Borda, utilizaron el arte como una excusa para una
dirección de la cura. Generalmente lo hacían médicos o psicólogos que en algún momento
habían hecho alguna actividad artística. Pero no hacían arte, sino que hacían “como si”
hicieran arte. Usaban, por ejemplo un taller de teatro, un taller de música, para ver cómo
reaccionaba el paciente ante ese estímulo “artístico”. Por ejemplo, si hacemos una obra de
teatro y yo, paciente Alberto, quiero elegir al padre de esa obra, entonces esto me remite a
mi historia personal, mi relación con mi viejo, y todo lo demás.
Nosotros no intentamos esto. En el Frente de artistas intentamos producir obras de arte.
Como cualquiera. Nos juntamos diez de nosotros, somos actores y hacemos una obra de
teatro. Eso, de por sí, a nosotros nos hace bien. Para cualquiera. Esté adentro o afuera.
Hacer una actividad artística y además que podamos mostrarla, eso nos hace crecer desde lo
intelectual, desde lo psicológico, desde lo emocional, crecemos como personas.
Nosotros pensamos que esa relación entre arte y salud mental tiene mucha importancia en
la medida que se utilice como una actividad artística, como una disciplina artística. En los
medios médicos no se lo utiliza como disciplina artística, sino que se lo utiliza como una
excusa para una dirección de la cura. Pero en ese sentido no ataca el contexto. “Yo ayudo a
esta persona que tiene un problema a tener una actividad artística, a mejorar su situación”,
si es que lo logra, pero no va avanzando en el sentido que decía: no produce efectos ni
institucionales ni sociales. Puede llegar a producir algún efecto personal, pero no produce
los otros efectos. Y creo que el grave problema de la enfermedad mental dentro de los
manicomios es el propio manicomio. La imagen que tenemos nosotros de la locura no está
generada tanto por la enfermedad, que hay que reconocer que existe, no la enfermedad, el
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desequilibrio ese que uno produce por distintos factores que van desde humanos hasta
sociales, yo creo que el manicomio ayuda a generar un imaginario de la locura mucho más
siniestro por culpa del manicomio mismo.
ASISTENTE
Yo conozco la realidad de otro, de Melchor Romero, y en los mismos empleados hay cierta
reticencia a que desaparezca el manicomio porque tienen miedo de quedarse sin trabajo.
ALBERTO SAVA
No, no se quedan sin trabajo. Hay todo un sistema que hace que te hagan creer que no
existiendo una estructura manicomial –cuando digo estructura manicomial no es sólo el
manicomio sino todo lo que tiene el concepto de salud/enfermedad– se está diciendo que
los pacientes van a quedar abandonados en la calle. Y no es eso. Es un problema de
información. Nosotros la información que tenemos alcanza a diez o veinte. Tenés las
corporaciones, los sindicatos, que tienen sus grandes negociados en los manicomios,
también generan esa no comunicación.
El otro día hubo una asamblea en el hospital, y nosotros hicimos circular ese documento
sobre desmanicomialización que leyó Juan Carlos, y el presidente de Médicos Municipales
lo leyó, una parte, la que a él le interesaba, y nos quiso hacer quedar mal, como que
nosotros queríamos hacer cerrar el hospital público. No leyó todo. Le dijimos que leyera
todo, y después lo rompió. Delante nuestro. Y lo tiró. El doctor Jorge, que es presidente de
Médicos Municipales.
ASISTENTE
¿Cómo luchan contra eso?
ALBERTO SAVA
Es una lucha. Es una lucha donde a los pacientes no los dejan salir, no les dan permiso de
salida, los sobremedican. Yo creo que el valor es de ellos. El nombre de Frente de Artistas
del Borda lo puso un paciente. Dijo: “Con esto nos ponemos al frente. Con esto sabemos
que corremos riesgos, pero somos los únicos que podemos cambiar ese imaginario. Nos
ponemos al frente. Somos los que vamos a cambiarlo. Vamos a ser los revolucionarios del
Borda”. Y eso tiene un costo, sobre todo para ellos, los que viven adentro. Pero alguien lo
tiene que hacer. Y esa es la lucha, es la resistencia.
ASISTENTE
La experiencia de San Luis ¿cuándo comenzó?
ALBERTO SAVA
Hace muy pocos años. La empezó el doctor Jorge Pellegrini. Yo conocí el manicomio con
120 camas. Fui el año pasado y hay 7 u 8 camas. Trabajo ambulatorio en todos lados, en
todos los pueblos. Todo el sistema, el trabajo, cómo se hace.
JUAN CARLOS SONRISAL
Con el mismo presupuesto. En el Borda hay un presupuesto que ronda los 2.000 pesos por
persona por mes, y faltan medicamentos para tratamiento ambulatorio. Inclusive para los
que están en el servicio. En San Luis se utilizan medicamentos, se mantienen los que son
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reconocidos, que favorecen en algunos aspectos, y se utilizan algunos de punta. Y con el
mismo presupuesto, aun consiguieron aumentarlo, y realizan todo eso que significa
trasladarse hasta donde está el paciente, trasladarse inclusive a las escuelas, porque han
comenzado a tratar alumnos de los últimos años de la escuela primaria con alcoholismo y
drogadicción. Se trasladan a los pueblos de donde son originarios los pacientes. Y hasta
ayudan a familias enteras. Llegaron a algo que me parece maravilloso: cuando creen que en
el familiar existe una intención de depósito del propio integrante de la familia, hacer
internación con uno o dos familiares.
ALBERTO SAVA
Durante pocos días.
Con 2.000 pesos por mes por persona –¿quién gasta de nosotros 2.000 pesos por mes por
persona?–, a él le resolvés con un alquiler de $ 300, y 500 pesos por mes le resolvés un
problema de subsistencia básico.
JUAN CARLOS SONRISAL
A mí y a otros que vivan conmigo.
ALBERTO SAVA
Y te quedan 1.200 pesos más que podés volcarlos en el tratamiento ambulatorio, pagando a
los empleados. De esos 2.000 pesos que cuesta el paciente, estoy seguro de que 1.000 se
roban en la compra de medicamentos, en la contratación de la empresa privada de limpieza,
en la empresa de custodia policial, en la comida.
Dicen que no se puede. Y es mentira, se puede. Se alquilan departamentos donde vivan dos
o tres pacientes, los enfermeros van todos los días, controlan la medicación, el médico va
todos los días, controla el tratamiento. Pero no, es mucho trabajo…
ASISTENTE
¿Qué diferencia hay entre Río Negro y San Luis?
ALBERTO SAVA
El sistema es el mismo, no hay grandes diferencias. En Río Negro, lo que hizo que fuera
una actividad con avances y retrocesos fue la crisis económica de la provincia, a partir del
gobernador Massaccessi. Entró una crisis económica muy fuerte y no tuvo apoyo. Pero la
experiencia básicamente es la misma. Además hay una ley en Río Negro que dice que los
hospitales tienen que ser públicos, no existen más los hospitales psiquiátricos, y no puede
haber empresa privada de la salud mental. Es una ley provincial. Está prohibida la
comercialización de la atención de la salud mental. Debe atenderse en los hospitales
generales. En San Luis, un tipo lúcido como Pellegrini aprovechó ciertas estructuras
políticas, hizo lo que quiso, y no tuvo ninguna reacción.
DANIEL KERSNER
Al revés. Escuché varias veces a Pellegrini, y él dice que el secreto de la reforma que
hicieron en San Luis fue el apoyo político que tuvo.
ALBERTO SAVA
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Al gobierno le conviene, le da una imagen nueva, distinta. “Somos muy democráticos,
abrimos los manicomios.” En Río Negro en su momento también tuvo apoyo político.
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