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FINAL
FW
DISCURSO
BARCELONA, 08/08/2017
Dr. Franz Fischler
Miembro de la Comisión Europea
Responsable de Agricultura, Desarrollo Rural y Pesca
Calidad y ampliación: nuevos horizontes para los
productores europeos
Alimentaria. Salón internacional de la alimentación y bebidas
Barcelona, 8 de marzo de 2004
Página Web: http://europa.eu.int/fischler
Comunicados de prensa y discursos: http://europa.eu.int/comm/agriculture/press/index_en.htm
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Miguel, Señoras y Señores:
Cortes de carne de primera calidad, quesos selectos, excelentes frutas
y verduras, y la lista continúa. El escaparate que Alimentaria ofrece de
la industria alimentaria española nunca me defrauda y este año, como
siempre, es un placer poder estar aquí, ver cómo la calidad se aúna con
el dinamismo en la promoción y hacer el inventario de los puntos más
exquisitos de la cocina española.
Querría empezar felicitando a los organizadores de esta feria, no sólo
por ofrecer una panorámica tan completa de la España rural en un
espacio tan reducido, sino también por el papel que desempeñan en la
promoción de la dieta mediterránea y de la producción de
especialidades españolas. Deambular entre los distintos puestos me ha
permitido hoy tomar consciencia de lo afortunados que somos en
Europa al disponer con tanta facilidad de tal variedad de alimentos.
Pero, como suele afirmarse, la suerte tiene tanto que ver con la forma
de aprovechar las oportunidades como con el hecho de que surja
alguna de éstas últimas, y lo primero que quiero destacar hoy es lo
importante que es el apoyo. El apoyo a la producción de calidad y a la
promoción, apoyo a la calidad de las áreas rurales en su conjunto, y
apoyo a una mejor calidad de vida de los agricultores y ganaderos.
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No cabe ninguna duda de que somos afortunados al disponer de un
medio natural que permite altas cotas de calidad y una gran variedad,
por lo que es preciso hacer del mismo nuestro capital, preservarlo para
las futuras generaciones y asegurarnos de que la agricultura recibe el
reconocimiento que merece por el papel que desempeña en la
producción y conservación, tanto en términos de capacidad social y
medioambiental como en términos técnicos y de cualificación de la
mano de obra.
A este respecto, la reforma de la PAC nos dirige con paso firme
hacia estos objetivos. No solo ofrece una referencia segura para el
ejercicio de planificación de ganaderos y agricultores, sino que
también subraya el valor de las áreas rurales y favorece la
sostenibilidad y la orientación en función de los precios del mercado
al vincular la ayuda a la calidad más que a la cantidad.
La reforma también ha reforzado el apoyo al desarrollo rural. El
trasvase de fondos del primer al segundo pilar a través de la
modulación permitirá disponer de 12.000 millones de euros más para
el desarrollo rural a partir de 2007, lo que hará que se disponga de más
dinero para mejorar los planes existentes o introducir otros nuevos.
La calidad, en concreto, es uno de los elementos de la política cuya
importancia ha aumentado en los últimos años y que recibe un firme
impulso con la última reforma. Desde que se introdujo el concepto
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como parte de la reforma de 1992 en favor de una diversificación de la
producción agrícola y del paso de un sistema que primaba la cantidad
a otro más sostenible, se han adoptado una serie de instrumentos para
defender los intereses de los consumidores y garantizar la seguridad
alimentaria sin dejar de proteger la libre circulación de los productos
agrícolas ni de mejorar las condiciones de vida de los productores.
Con la reforma se han introducido nuevos incentivos en la política de
desarrollo rural para ayudar a los productores a participar en
programas de producción de calidad y aportar una ayuda permanente a
las actividades de promoción de grupos de productores para la
comercialización de productos con etiquetas de calidad.
La calidad también es fundamental de cara a la ampliación. La
llegada de 75 millones de consumidores al mercado común el 1 de
mayo cuyo poder adquisitivo, en opinión de los expertos, crecerá al
doble del ritmo del de los consumidores de los actuales Estados
miembros, supondrá también un aumento de la demanda de productos
con «valor añadido». Y no me refiero al precio del producto. Me
refiero a la demanda de muchas especialidades y productos
tradicionales de todo el territorio de la UE y a la demanda de
alimentos obtenidos siguiendo unos métodos determinados.
Se suele afirmar, no sin razón, que el recuerdo de la mala calidad
dura más que la sorpresa ante un precio elevado. En la UE
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tenemos la suerte de no comer solo para sobrevivir, también comemos
por placer: queremos tener fácil acceso a productos variados y que
sean siempre de excelente calidad.
Los productos de temporada han pasado a la historia. Las naranjas ya
no se toman sólo en Navidad y las fresas están a nuestro alcance
pasado el vernao. Disponemos de todos los ingredientes a lo largo de
todo el año, pero además deseamos que respeten nuestros niveles de
calidad. Los consumidores de la UE de los 15 se han pronunciado a
menudo en este sentido, y los de los nuevos Estados miembros están
interiorizando cada vez más la convicción europea de que hay que
exigir lo mejor.
De nuevo en este frente, España debe hacer valer sus ventajas
competitivas: su experiencia en la producción de calidad, el renombre
del que goza su industria alimentaria, el hecho de que cada día es
mayor el número de consumidores que descubren los secretos de la
dieta mediterránea. Después de todo, la repercusión de Alimentaria
trasciende las fronteras españolas. Una quinta parte de sus 125.000
visitantes viene de fuera del país, lo que deja patente la importancia de
los productos y de la agricultura españoles fuera de sus fronteras.
Son muchos los productores de la UE de los 15 que se sienten
amenazados por la ampliación ante la perspectiva de la competencia
procedente de otros cuatro millones de productores cuyos costes
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generales y de producción son muy inferiores. Pero las ventajas que
tienen en este sentido se transforman en desventajas a la hora de
abordar los niveles de calidad de los métodos de producción y de
transformación. No hay ninguna duda de que han recorrido un largo
camino desde que comenzaron las negociaciones para la adhesión, un
muy largo camino; pero los niveles de calidad no es algo sobre lo que
los consumidores europeos vayan a hacer concesiones y aún les queda
mucho por andar, tanto por lo que se refiere a las técnicas de
producción como en relación con el producto final.
Los problemas estructurales también afectan a los productores de los
países adherentes y, a pesar de los esfuerzos e inversiones a ambos
lados
del
continente,
los
problemas
administrativos
y
de
infraestructura seguirán limitando la capacidad de producción. Así
pues, quienes de verdad serán los encargados de hacer que la oferta
responda a la demanda en los primeros años siguientes a la adhesión
serán los productores de los actuales Estados miembros.
Y a este respecto, un aspecto primordial es el del etiquetado: la
«calidad» tiene que ir debidamente identificada, y no solo con el
fin de dar a los productores una justa oportunidad en el mercado, sino
también para que los consumidores puedan elegir, tanto por lo que se
refiere al método de producción, como al origen o al valor nutritivo.
Esto es lo que hace del etiquetado un tema tan importante.
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El concepto de las etiquetas de calidad, y del reconocimiento y
protección de las «denominaciones de origen» (PDO) o de las
«indicaciones geográficas» (PIG), se introdujo por primera vez en la
UE en 1992 para distinguir aquéllos productos con un valor añadido
en razón de su contribución a la sostenibilidad medioambiental de la
región en la que se producen o porque se elaboran ateniéndose a
métodos y técnicas tradicionales de la región.
Desde entonces, más de 640 nombres de productos agrícolas y de
alimentación se han reconocido y protegido a nivel europeo y España
ha sido uno de los países que mejor se ha aprovechado de este sistema
de registro. De las 75 denominaciones registradas en la actualidad, 37
se procesaron en los tres primeros años de existencia del sistema a
través del procedimiento de urgencia. Otras 10 se están procesando en
la actualidad y, si no hay objeciones por parte de un Estado miembro
de la UE o de un país de la OMC, se registrarán muy pronto. Los
servicios de la Comisión están estudiando otras 34 solicitudes
españolas, de las que algunas pronto pasarán a la primera fase del
procedimiento de registro.
El reconocimiento de los indicadores geográficos no es sólo
importante para la UE. No sómos los únicos que esperamos
beneficiarnos de la protección de los indicadores geográficos o de las
denominaciones de origen, lo que me lleva al último punto de mi
intervención de hoy: porqué nos estamos esforzando por la adopción
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de normas más estrictas para la protección de productos regionales y
de más calidad a nivel internacional, y porqué confiamos en que otros
países exportadores con intereses similares nos den su apoyo a este
respecto en el seno de la OMC. La demanda de productos específicos
procedentes de regiones específicas no es exclusiva de la UE. Los
consumidores del mundo entero se orientan hacia estos productos y de
ello pueden beneficiarse los productores de cualquier parte del
planeta.
Nuestra
política
agrícola
reconoce
la
contribunción
de
las
especialidades y de los métodos de producción tradicionales a la
cohesión rural, a la creación de nuevas oportunidades rurales y a la
agricultura sostenible. Lo mismo ocurre con el desarrollo económico a
nivel internacional. La liberalización del mercado mundial del café,
por ejemplo, ha traido consigo la sobreproducción y la caída de los
precios. Sólo los cafés de mayor calidad o con un origen geográfico
específico han podido mantener los precios más altos.
Sin embargo, son demasiadas las ocasiones en que nuestras ventajas
competitivas se ven socavadas en terceros países que han adoptado un
indicador geográfico como denominación genérica o lo han registrado
como marca comercial de su producto. Los productores de jamón de
Parma italianos pierden más de 3 millones de euros anuales por no
poder vender jamón que lleve el nombre de «Parma» en México o
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Canadá, países en los que productores han registrado esa marca para
sus productos.
Es por esto que hemos adoptado una posición en la OMC al designar
41 productos regionales de la UE, incluidos Queso Manchego,
Azafran de la Mancha, Jijona y Turrón de Alicante como
denominaciones
de
origen
protegidas
(DOP)
o
indicaciones
geográficas protegidas (IGP). Todos los productos se han labrado su
reputación por su calidad y coherencia fuera de la UE, y son todos
productos que deberían obtener una protección total en el contexto del
acuerdo agrícola de la OMC. Obligar a nuestros productos a competir
con sucedáneos que les imitan en terceros países es engañar a los
consumidores y sustraer a los productores y a las áreas rurales una
parte importante de sus ingresos.
Señoras y Señores,
Europa cuenta con una larga tradición en la producción de
productos sanos y de alta calidad. Los romanos se referían al aceite
de oliva como el «oro líquido» por sus propiedades saludables. La
dieta mediterránea se ha asociado desde hace tiempo con una vida más
larga y más sana y recientemente se han presentado pruebas
concluyentes de las propiedades medicinales contenidas en una copa
de vino tinto.
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Pero no es solo la salud lo que cuenta. Los olivares y viñedos son una
pieza más de un panorama rural mucho más vasto que sostiene y
alberga al medio de vida económico de la población rural española. Su
papel es también importante a la hora de preservar la biodiversidad, de
favorecer la sostenibilidad del medio rural en términos generales y de
evitar el éxodo de la población rural. En este sentido, espero que el
segundo paquete de propuestas de la reforma se adopte este mes para
poder poner también en marcha un futuro más sostenible para los
sectores de la aceituna, el algodón y el tabaco.
Porque para mí, calidad y sostenibilidad son sinónimos. La calidad ya
no se mide en términos de autosuficiencia o de seguridad alimentaria,
como en la Europa de posguerra. Ahora representa muchas otras
cosas: protección del medio ambiente, bienestar de los animales,
seguridad de los alimentos, variedad, relación calidad–precio,
conservación, calidad de vida, etc., etc.
Tal y como quiere una definición, calidad es «lo que el consumidor
quiere que sea». Los consumidores europeos desean muchas cosas,
pero soy consciente de que ya vamos por el buen camino para dar
respuesta a esta gama de demandas, de que estamos un paso más cerca
de la sostenibilidad y de que la reforma ha conseguido asegurar una
mayor calidad de vida para el paisaje y los hombres de esta y de
futuras generaciones del medio rural europeo.
Gracias.
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