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LA CULTURA AZTECA (MEXICAS)
El área geográfica que corresponde a la mitad sur del México actual fue una zona en la que se desarrolló una gran
actividad cultural desde unos 2.000 años a. de C. Allí habitaron varios pueblos diferentes, algunos de los cuales han
dejado restos arqueológicos tan sorprendentes como los de Teotihuacán, ciudad que ya estaba deshabitada desde
hacía siglos cuando llegaron los españoles. En ese marco geográfico, principalmente en las orillas e islas del lago
Texcoco, surgió la civilización azteca, formada a partir de las influencias culturales de los diferentes pueblos que se
sucedieron en la región y aglutinada bajo el dominio político de su Imperio.
Hacia finales del siglo VII, cuando la cultura de Teotihuacán estaba ya en su etapa de decadencia, apareció en la
meseta central mexicana el pueblo tolteca, cuyo carácter nómada le llevaría, tras fundar la ciudad de Tula a mediados
del siglo IX, hasta la península de Yucatán, donde se fusionó con la cultura maya. La gran expansión de los toltecas y su
predominio hasta el siglo XII es lo que hace que su cultura deba ser considerada como la base sobre la que se
desarrolló la civilización de los aztecas y como el vínculo entre éstos y la cultura maya.
Templo azteca de Tula
La aparición de las tribus aztecas en la cuenca del lago Texcoco (actual ciudad de México) se produjo a comienzos del
siglo XII. Allí entraron en contacto con otras tribus que, procedentes del norte como ellos, habían llegado poco antes.
Durante varios años, los aztecas ocuparon diversos emplazamientos, mientras su carácter belicoso les hizo enfrentarse
con los demás grupos en constantes luchas por el dominio de la zona.
A comienzos del siglo XIV se instalaron definitivamente, al fundar la ciudad de Tenochtitlán. Uno de sus dioses les
había anunciado que debían detenerse allí donde encontraran a un águila comiéndose una serpiente sobre una rama
de nopal; según la leyenda, esto sucedió en un islote del lago Texcoco, razón por la cual la ciudad de MéxicoTenochtitlan se asentó sobre el lago.
Hasta comienzos del siglo XV los aztecas vivieron bajo la autoridad de otra tribu, los tepanecas, con los que
mantuvieron una relación pacífica y amistosa que permitió que el poder azteca creciera y que sus príncipes
emparentaran con la familia real de los tepanecas.
Tras una serie de intrigas y asesinatos se produjo una usurpación del trono tepaneca, que llevó a los aztecas a formar
una alianza con otras ciudades (Cuádruple Alianza) en contra del tirano usurpador, al que vencieron. En este proceso
quien salió más beneficiado fue el príncipe azteca Itzcoatl, que fue el primer gran soberano de los aztecas. Itzcoatl vio
en el sistema de alianzas una posible fórmula de predominio político y en 1433 constituyó la llamada "Triple Alianza"
formada por Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopán. Esta alianza fue la base de la federación de ciudades sobre la que los
aztecas ejercieron su dominio.
El sucesor de Itzcoatl fue Moctezuma I, que gobernó desde 1440 hasta 1469, engrandeciendo su territorio con
conquistas e hizo de Tenochtitlán la gran capital de México.
Esta actividad conquistadora fue mantenida por los siguientes monarcas, hasta que en 1502 accedió al trono
Moctezuma II, que fue quien recibió a Hernán Cortés, considerando al conquistador como una divinidad (Quetzalcóatl)
cuya llegada estaba anunciada por antiguas leyendas religiosas. Moctezuma II murió en 1520 y con él puede decirse
que finalizó el poderío azteca, aunque su sucesor se mantuvo como rey hasta 1525.
El Imperio azteca duró algo menos de un siglo, pero en ese tiempo llegó a dominar sobre una federación de pueblos
obligados a pagar tributos y sujetos a una única dirección militar. Su poder se extendió por un amplio territorio, que
ocupaba todo el sur del actual México, con unos doce millones de habitantes y una gran capital, Tenochtitlán.
La cultura azteca fue eminentemente urbana y sus ciudades no se limitaron a ser centros religiosos como las de los
mayas, sino que en ellas se asentó y vivió gran parte de la población.
La economía y sociedad
La economía azteca se fundamentó, como en el caso de los mayas, en la agricultura, pero junto a ésta, existió un
activo comercio.
La producción agrícola más importante fue la del maíz que, con las judías, constituía la base de la alimentación. Ahora
bien, hubo una gran diversidad de plantas cultivadas, entre las que pueden destacarse: el cacao, el tabaco, los
pimientos (chiles), la batata, el algodón o el magüey (del que obtenían una bebida alcohólica, el pulque).
Las técnicas agrícolas no fueron muy avanzadas, pero llegaron a utilizar el regadío ante la necesidad, por aumento de
la población, de practicar una agricultura intensiva.
La ganadería fue escasa, no se domesticaron especies de ganado mayor y tan sólo los pavos, algunas gallináceas y
cierta raza de perros que se criaban para ser comidos, alcanzaron cierta importancia.
Por lo que respecta a la artesanía, no se desarrollaron técnicas novedosas, pero cierta división del trabajo y la
especialización de algunos poblados próximos a zonas mineras o a campos de algodón dieron lugar a un artesanado
de la orfebrería (sobre todo del cobre) o a un artesanado textil. La cerámica, la peletería y los trabajos en sílex y
obsidiana también dieron lugar a un artesanado dedicado al intercambio.
Las ciudades actuaron como centros comerciales de una economía de trueque con ferias y mercados que, en los
grandes núcleos como Tenochtitlán, Choluba o Xochicalco, debieron de resultar muy activos. En algunas épocas se
utilizaron granos de cacao como instrumento de intercambio, a modo de dinero; ello hace suponer que el cacao fue
un producto muy apreciado.
La sociedad azteca se caracterizó por la organización jerarquizada de sus miembros que, sin duda, se vio marcada por
la tendencia militarista de este pueblo y por su profunda religiosidad. Ello es lo que justifica la importancia de la
nobleza guerrera y de la clase sacerdotal. Entre los aztecas existía una unidad social básica, los denominados calpullis
o grupos de individuos relacionados por razones de parentesco, religiosas y militares. Varios "calpullis" formaban un
"campán" y al mando de unos y otros había unos jefes que formaban, junto a la nobleza militar y a los sacerdotes, la
clase dirigente.
El poder supremo residía en el soberano, que era jefe político, militar y religioso. El soberano era elegido por un
consejo de sacerdotes y nobles que solía nombrar a alguno de los miembros de la familia del soberano anterior. En la
cúspide del poder azteca existía la curiosa figura de un viceemperador con funciones primordialmente religiosas y que
actuaba, cuando era preciso, como sustituto del soberano.
Otro grupo importante fue el funcionariado, que desempeñaba tareas muy diversas, como el cobro de los impuestos,
el control del comercio, el espionaje o la organización de la compleja vida palaciega llena de rituales y ceremonias en
torno a la figura del soberano.
La inmensa masa de la población la componían los campesinos, los artesanos y los esclavos que, generalmente, eran
prisioneros de guerra, cuyo destino eran los sacrificios humanos a los dioses.
La religión
La religión azteca resulta particularmente compleja, por la gran cantidad de aportaciones, de diferentes pueblos, que
la conformaron.
En términos generales, debe considerarse como politeísta con dioses muy diversos; algunos tuvieron carácter de
creadores, incluso con matices de dualidad, como Quetzalcóatl, dios benéfico y Tezcatlipoca, dios maléfico; otros eran
representaciones de fuerzas o fenómenos de la naturaleza, entre ellos destaca Tlaloc, dios de la lluvia y del rayo;
algunos eran protectores de los hombres (dios de los hechiceros y de los guerreros) y otros suponían representaciones
más abstractas (los dioses de las cuatro direcciones del mundo). Uno de los dioses más importantes fue
Huitzilopochtli, señor de la guerra, lo que supone una reafirmación del carácter guerrero y belicoso de los aztecas.
La abundancia de divinidades en la religión azteca se explica por su carácter ritual, aplicado a cualquier actividad o
suceso de la vida humana. Ese afán de ritualizarlo todo es consecuencia de la particular concepción que del hombre,
de los dioses, del cosmos, de la vida y de la muerte, tenían los aztecas. Para ellos no era posible concebir nada de todo
esto con independencia de lo demás. Así, vida y muerte aparecían unidas de manera que la una sólo era posible a
través de la otra; por ello, la muerte voluntaria de un hombre significaba dar vida al sol para que siguiera su curso o al
maíz, para que no dejara de crecer.
Los aztecas entendían todo cuanto les rodeaba de forma unitaria, su visión de la realidad era una cosmovisión muy
alejada del sentimiento práctico individualista que el Viejo Mundo había desarrollado desde que los griegos
consideraron al hombre como el centro de un cosmos que interpreta y manipula a su medida y conveniencia.
Esta manera de entender la existencia es la que explica y justifica los sacrificios humanos practicados por los aztecas.
Los sacrificios más frecuentes no suponían necesariamente la muerte, sino simplemente el derramamiento de sangre,
pues ésta significaba igualmente vida, fecundidad y renovación.
Cuando el sacrificio era de muerte, el derramamiento de la sangre también era importante, por lo que las fórmulas
más habituales eran la decapitación, la extracción del corazón o el desangramiento por heridas de flecha. De todos
modos, a los dioses también se les ofrecían como sacrificio alimentos, flores o animales.
Todo el significado de los sacrificios humanos quedó recogido en el mito de Quetzalcoatl, que, según la tradición, era
un príncipe tolteca que fue divinizado tras ofrecerse en sacrificio.
Quetzalcóatl pasó a ser el símbolo del sacerdocio y su actitud un emblema de la dura educación que recibían los
jóvenes de las clases dirigentes.
Serpiente emplumada de un templo de Teotihuacán, que se identifica con el mítico Quetzalcóatl
La concepción del cosmos como un todo interrelacionado, hizo que los aztecas se sintieran interesados por los
calendarios, ya que los ciclos temporales condicionaban todo cuanto sucedía.
Por ello, la idea de que conociendo el desarrollo del firmamento se podía conocer el destino, fue fundamental en este
pueblo que hizo de sus calendarios auténticas guías adivinatorias de todo lo que debía (no que podía) suceder. Como
es lógico, de los calendarios se ocuparon los sacerdotes.
La falta de carácter práctico ocasionada por la concepción religiosa y simbólica de la existencia, hizo que el pueblo
azteca no destacara por sus logros técnicos. Más bien, al contrario, resulta casi sorprendente que un pueblo como
éste no conociera la rueda, ni fuera capaz de elaborar un sistema de escritura alfabética.
Por lo que respecta a las ciencias, tan sólo destacaron la astronomía y la medicina. En astronomía los aztecas fueron
deudores de los mayas, de quienes copiaron más de un calendario.
El interés por el cómputo del tiempo, favorecido por su carácter adivinatorio, supuso un desarrollo de la matemática
de base vigesimal.
Calendario azteca conocido como Piedra del Sol. En el centro aparece el dios Sol, y a su alrededor se muestran los
símbolos de los días y de las cuatro eras prehistóricas.
Muy vinculada al calendario estuvo la escritura jeroglífica, que representaba con signos (glifos) los nombres de los
dioses, de los lugares y las fechas. Con ellos se realizaron unos códices que contenían la información histórica y
cronológica más destacada de los aztecas. La realización de estos códices corría a cargo de los sacerdotes y los
alumnos del calmecac (escuela regida por el clero), estaban obligados a aprendérselos de memoria.
La medicina parece que alcanzó un cierto nivel. La practicaban los curanderos y es muy probable que el carácter
belicoso y la práctica de la guerra obligara a desarrollar ciertas técnicas curativas de tipo práctico más que
especulativo. Los sacrificios humanos también debieron proporcionar un conocimiento más preciso del cuerpo
humano.
Las manifestaciones artísticas
La civilización azteca surgió, fundamentándose en la tradición cultural de los pueblos que la precedieron y con la
influencia de otras culturas como la maya; no obstante, la fuerte personalidad de este pueblo fue capaz de darle a su
arte un estilo propio.
De la arquitectura azteca son pocos los restos que se han conservado. Tenochtitlan fue una ciudad que sufrió la
destrucción a manos de los conquistadores y sobre todo que quedó sepultada bajo las construcciones que en época
colonial se realizaron.
Por las crónicas y los mapas antiguos que nos han llegado, se sabe que fue una gran urbe que, por estar asentada
sobre el lago Texcoco, disponía de una red de canales que actuaban como calles navegables. El centro de la ciudad, al
que se llegaba por tres grandes calles de tierra firme, estaba formado por un gran rectángulo (400 x 300 m) en el que
se encontraba el Templo Mayor, dedicado a los dioses Tlaloc (dios de la lluvia) y Huizilopochtli (dios de la guerra y
principal divinidad propiamente azteca); en el mismo recinto había un Juego de pelota y otras construcciones de
carácter religioso.
De todo ello, hoy tan sólo se conservan unos restos arqueológicos bastante destruidos, descubiertos hace unas
décadas.
Tenochtitlán también contaba con palacios, como el de Moctezuma que, según las crónicas, era grandioso y estaba
rodeado de jardines. Los restos mejor conservados de la arquitectura azteca son obras de menor importancia, que se
encuentran lejos de la capital, como el Templo Malinalco, una curiosa construcción excavada en la roca, que aparece
decorada con esculturas de serpientes, jaguares y con representaciones de hombres-águila y hombres-jaguar.
La escultura azteca fue primordialmente simbólica y resalta con frecuencia la dualidad vida-muerte, tan definitoria del
mundo azteca. Buena muestra de ello son las abundantes representaciones de cabezas tratadas, sólo en parte, como
si fueran calaveras.
Aunque existen algunas muestras de escultura naturalista, la mayor parte de la estatuaria azteca fueron
representaciones de los dioses muy marcadas por el simbolismo de sus atuendos, sus tocados o sus posturas. De
todos modos, algunas de las mejores obras talladas que han llegado hasta nosotros son pequeñas piezas de temas
muy variados, realizadas en materiales duros, como la obsidiana, el cristal de roca o el alabastro.
Fue también importante la escultura realizada con mosaicos (de teselas pequeñas) como las máscaras de turquesa, de
posible uso funerario.
Dejando a un lado la pintura, por ser prácticamente inexistente, hay que destacar una manifestación artística
genuinamente azteca, el llamado "arte plumario". Los objetos realizados con plumas, como las capas, los sombreros o
tocados, los escudos y una gran variedad de adornos, fueron un símbolo de lujo que debió estar muy relacionado con
las aves divinizadas, como el águila. De estas artes plumarias, algunas muestras, como la diadema que Moctezuma le
regaló a Hernán Cortés, se han conservado en buen estado.
Penacho que Moctezuma regaló a Hernán Cortés