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2009 Introducción a la Pedagogía Jorge Arroyo Gallegos UNE 19/03/2009 I.- BASES FILOSÓFICAS 1.1 Conceptualización de la filosofía. Definición En general, "filosofía" en Grecia significó el gusto, el amor por la sabiduría (sophía) y por el conocimiento que se logra mediante el examen o la inspección de las cosas, conocimiento que los griegos llamaron theoría. Los conceptos de filosofía, sophía y theoría estuvieron siempre íntimamente asociados en la mente griega, y llevar a cabo una síntesis entre sophía y theoría fue el gran logro del espíritu griego. La nueva forma de saber y de pensar que desde los griegos se llamará "filosofía" se ha caracterizado históricamente, desde sus orígenes hasta la actualidad, por tres rasgos: su radicalidad inquiriente, su vitalidad secularizadora y su principialidad última. En primer lugar, la radicalidad del pensamiento discursivo frente a la imaginación mítica tiene su origen en el cuestionamiento de la explicación mítica por pérdida de credibilidad: "La filosofía sólo puede brotar cuando han acontecido estos dos hechos: que el hombre ha perdido una fe tradicional y ha ganado una nueva fe en un nuevo poder de que se descubre poseedor: el poder de los conceptos o razón. La filosofía es duda hacia todo lo tradicional; pero, a la vez, confianza en una vía novísima que ante sí encuentra franca el hombre. Duda o aporía, y euporeía o camino seguro, ´méthodos´, integran la condición histórica de la histórica ocupación que es filosofar. La duda sin vía a la vista no es duda, es desesperación. Y la desesperación no lleva a la filosofía, sino al salto mortal. El filósofo no necesita saltar, porque cree tener un camino por el cual se puede andar, avanzar, y salir a la Realidad por propios medios" (José Ortega y Gasset). En segundo lugar, la filosofía se caracteriza por el desplazamiento del objeto desde la esfera de lo sobrehumano a las cosas de la experiencia cotidiana: "La filosofía no puede ser algo primerizo en el hombre. ´Primum est vivere, deinde philosophari´. Resulta que esta bellaquería es verdad, previa extirpación de la infusa bellaquería. Quiere decir simplemente que el hombre "está ya ahí" antes de filosofar. Y ese "estar ahí" no es sólo, no es ante todo un hallarse en el espacio cósmico, sino un estar ya complicado en el vivir, actuando en él lo demás del Universo y reaccionando él frente a lo demás. Cuando la flauta filosófica empieza a sonar, entra ya predeterminada por una sinfonía que ha comenzado antes que ella, que la alienta y la condiciona. Primero es vivir; luego, filosofar. Se filosofa desde dentro de la vida cuando ya existe un pasado vital y en vista de cierta situación a la que se ha llegado" (José Ortega y Gasset). En tercer lugar, la persistencia de la intención de buscar la realidad última con una totalidad y hondura propias de lo religioso: "Los historiadores de la filosofía olvidan la importancia del atributo ´divino´ aplicada a la ´physis´ primordial, cuando en realidad su peso es tal que apenas si cabe exagerarlo. La filosofía es la sucesora inmediata de la teología, y las concepciones que sostuvieron los filósofos por lo que atañe a la relación entre la realidad última y el pluralismo del mundo sensorial están dominadas por concepciones religiosas aún más antiguas, pertenecientes a la relación entre Dios y el grupo humano o la naturaleza" (F. M. Cornford). En Sócrates, la filosofía más que una doctrina fue una actitud, una forma de saber distinta a la de los primeros filósofos y a la de los entendidos en asuntos de la vida pública (los sofistas). La filosofía no se posee, sino que se busca por pura complacencia de interrogar sobre el qué de los asuntos públicos, con la finalidad de conducir desde la autorreflexión (conócete a ti mismo) al concepto buscado plasmado en una definición. En esta autorreflexión encontraba Sócrates un nuevo tipo de vida, una vida feliz. Platón llevó las directrices socráticas hasta sus últimas consecuencias. Llamó "Idea" al ser de las cosas, que quedaba descubierto en la definición, y que se aprehendía solamente en la visión mental llamada Nous, la cual permitía captar la interna articulación de las notas y relaciones de la Idea de un modo dialéctico. Para Platón filosofía era dialéctica. En el círculo socrático-platónico, Aristóteles forjó su concepción de la filosofía en una triple dimensión: como modo de saber, como función intelectual y como actividad. La filosofía como forma de saber es el saber acerca de los entes en cuanto entes, el saber apodíctico de los principios del ente en cuanto tal y en su totalidad. Como función intelectual, la filosofía tiene la función de ser sabiduría por excelencia, sabiduría primera (metafísica). Como actividad, la filosofía es un bíos theoréticos (una "forma de vida teórica"), la forma suprema y más divina de actividad en el hombre: la vida según el Nous (inteligencia). Con posterioridad a Platón y a Aristóteles se sucedió un modo de entender la filosofía que la dividió en una parte teórica y una parte práctica, y que al centrar en ella la voluntad de salvación se convirtió poco a poco en un sucedáneo de la fe religiosa. En la crisis del helenismo "la filosofía ya no es la antorcha con que se iluminan unos cuantos buscadores intrépidos de la verdad, sino la ambulancia que sigue la ruta de la lucha por la existencia y recoge a los débiles y heridos" (B. Russell). Así, en el estoicismo y en el neoplatonismo, el contenido religioso y cosmológico absorbe de modo considerable el contenido del saber teórico. La filosofía es considerada entonces como la norma más adecuada para la acción, como el arte de conducir la propia vida según principios de razón y mediante la comprensión de los dictados de la dicha razón. El advenimiento del cristianismo, con su nueva concepción del hombre, su nueva visión de la historia y su nuevo sentido de la verdad, trajo consigo en un primer momento la negación de la filosofía. Sin embargo, esta negación se convirtió en afirmación cuando San Agustín asimiló el saber antiguo (especialmente el platonismo) a la nueva fe, y Santo Tomás de Aquino hizo lo propio con el aristotelismo. No obstante, esta afirmación tuvo siempre un carácter de subordinación de la filosofía y la razón a la verdad de la fe, subordinación que determinó en la Edad Media el predominio de las partes de la filosofía que más directamente servían para desempeñar esa función de instrumento al servicio de la ciencia sagrada. Para Descartes, "filosofía" significó el estudio de la sabiduría, entendiendo por sabiduría un conocimiento perfecto de todas las cosas que el hombre puede conocer, "tanto para la conducción de su vida y la conservación de su salud como para la invención de todas las artes". La filosofía era para Descartes un gran árbol en el que la metafísica ejercía la función de raíz; la física o filosofía natural, la de tronco; y las ciencias prácticas (la medicina, la mecánica y la moral), la de ramas. Descartes insistía en el valor práctico de la filosofía, especialmente de la ética, ya que: "lo mismo que no es de las raíces ni del tronco del árbol de donde recogemos el fruto, sino solamente de las extremidades de sus ramas, así la utilidad principal de la filosofía depende de aquellas de sus partes que no podemos aprender hasta el final". Bacon entendió la filosofía como el conocimiento de las cosas por sus principios inmutables, y no por sus fenómenos transitorios; sería la ciencia de las formas o esencias, y comprendería en su seno la investigación de la Naturaleza y de sus diversas causas. En el empirismo inglés (Locke, Berkeley y Hume) la filosofía se concibe como crítica de las ideas abstractas y como reflexión crítica sobre la experiencia. Para Kant, la filosofía es la ciencia especulativa de los principios de la razón como fundamento de la inteligibilidad de las cosas para el sujeto. Esto significa que los principios usan de los conceptos en dos direcciones que son los dos grandes órdenes de principios de la razón: el uso cognoscitivo (teorético) y el uso puramente intelectivo. El primero está determinado por la intuición, y el segundo por el Faktum de la moralidad. En el primer orden, la razón conduce al entendimiento como sistema de condiciones trascendentales de la posibilidad de todo objeto, es decir, de la posibilidad de la experiencia. En el segundo, la razón conduce al entendimiento a la intelección de lo trascendente. La filosofía es siempre y sólo una ciencia especulativa de este doble uso de la razón como principio de inteligibilidad trascendental de los objetos y como principio inteligible de la realidad trascendente. Con Hegel tiene lugar un cambio, tanto con respecto al concepto tradicional de filosofía, como con respecto al concepto crítico de Kant. Mientras que para Aristóteles la filosofía era la aspiración (´filo-´) a un saber (´-sofía´) universal y necesario de la totalidad de lo real, y para Kant era crítica, por no poder alcanzarse el ideal de un saber absoluto y total, para Hegel la filosofía deja de ser tendencia al saber para convertirse en un efectivo y pleno saber, para ser ciencia (Wissenschaft), es decir, ni aspiración ni crítica, sino sistema racional, el sistema absoluto y dialéctico de la totalidad de lo real. Comte afirmó el valor utilitario de la filosofía frente a la consideración aristotélica de la inutilidad, al considerarla como el saber más necesario para la vida del espíritu: no se puede vivir sin un régimen intelectual, y este régimen es la filosofía. La filosofía positiva es para Comte un conocimiento relativo, opuesto al saber absoluto de la teología y de la metafísica, que consiste en un saber lo que unas cosas son en relación con otras. Este saber positivo responde a un principio fundamental según el cual nada tiene sentido real e inteligible si no es la enunciación de un hecho o si no se reduce en última instancia al enunciado de un hecho, donde "hecho" significa la unidad de cuatro caracteres: ser un fenómeno, ser constatable, ser algo observable y ser verificable. Pero la filosofía tiene además la función de ser la única posibilidad de construir positivamente aquello que constituye la forma en que el espíritu existe: la moral. El espíritu está llamado a elaborar una moral positiva, no deducida de principios abstractos, sino de algo positivo como es la gran experiencia histórica de la humanidad (Grand être). de la conciencia pura. La filosofía es para Husserl la indeclinable aspiración de la humanidad a un conocimiento puro y absoluto, conocimiento que debe recaer sobre un objeto que esté al alcance de todos sin distinción, y sobre el cual se vayan teniendo conocimientos justificados con plena evidencia por su propia índole. El objeto de la filosofía como ciencia estricta es para Husserl la reducción fenomenológica, cuyo correlato es la esencia. La filosofía es la ciencia estricta y rigurosa del mundo y de uno mismo, y su problema radical es la constitución de mi ´ego´ y del mundo en que este ´ego´ vive, es decir, el problema de la autoconstitución. Es el intento supremo de llevar a cabo lo que Husserl llamó razón: "la reconstitución evidencial de lo que soy como ´ego´ y de lo que es el mundo de este ´ego´". Esta reconstitución es para Husserl la suprema vivencia; por eso la filosofía es vida trascendental o esencial. Pero no una segunda vida junto a la natural, sino un segundo modo de vivir la vida misma: vivirla no en actitud de creencia en su realidad, sino de evidenciación de su esencia, es decir, razón absoluta. Husserl llamó a su filosofía "idealismo trascendental". Por tal idealismo no entendía el idealismo usual en su tiempo, sino otro de nuevo cuño, en el sentido de una facultad a priori que se constituye para el ´yo´ tan sólo por la intención Según Heidegger, la filosofía es ontología. Para él resulta insuficiente el intento de Husserl de esclarecer el ser al entenderlo como la unidad de sentido que se llama esencia. El ser es algo distinto de la esencia, ya que la esencia es del ente (óntico) y no del ser (ontológico). Esta diferencia constituye lo que Heidegger llama la "diferencia ontológica". Tanto las realidades como las esencias de Husserl pertenecen para Heidegger al dominio de lo óntico. Sólo el ser es ontológico y sólo lo ontológico concierne al ser. El ser es lo que tanto pre-ontológicamente (ontología fundamental) como ontológicamente determina y descubre lo que son los entes. El objeto de la filosofía es el ser en cuanto tal. En ella, el hombre tiene la posibilidad intelectual de entrar plenamente en sí mismo. Para Ferrater Mora, la filosofía hoy se escinde en dos direcciones principales: la dirección que resuelve el filosofar en el vivir, es decir, que hace de la filosofía una actividad humana, y la dirección que aspira a una filosofía inquisitiva, de objetos y métodos análogos a los adoptados por la ciencia, que hace de la filosofía un conjunto de conocimientos y proposiciones. En el primer caso, la filosofía es una realidad personal o una realidad social y el examen de la filosofía es el estudio de su génesis personal, social o histórica. En el segundo caso, la filosofía consiste en un conjunto de proposiciones y en el examen de la índole y rasgos de ellas. Ambos aspectos constituyen para Ferrater Mora la efectiva realidad de la filosofía. La filosofía es algo "en" la vida humana, y dice algo o bien sobre la realidad o bien sobre el lenguaje que se emplea para hablar acerca de la realidad. Tomado de: http://www.proyectosalonhogar.com/Diversos_Temas/Filosofia.ht m 1.3 La construcción científica del conocimiento filosófico. LA REFLEXIÓN SOBRE LA CIENCIA Prof. Andrés Luetich 7 de octubre de 2002 1. Introducción Las primeras reflexiones referidas al modo de conocer de la Ciencia destacaban su prescindencia de toda teorización previa. La experiencia era vista como el punto de partida y la labor del intelecto consistía sólo en captar las repeticiones, las relaciones causales y —cuando ello era posible— expresarlas por medio de leyes universales. Estas leyes tenían siempre un carácter provisorio, pues su vigencia estaba supeditada a la concordancia de sus predicciones con los resultados de nuevas experiencias. El compromiso del científico era ser fiel a la experiencia, al objeto de conocimiento —ser objetivo—. El sujeto debía reducirse a la mínima expresión, de modo que prejuicios, opiniones y gustos cedieran su lugar a la razón, que como una tabla rasa debía enfrentarse a los datos de los sentidos para encontrar en ellos la verdad. Surgía así una nueva etapa en la historia de la humanidad. Quedaban atrás las oscuras sombras de la tradición y la revelación. Comenzaba el tiempo de la razón, de las luces, del saber fundado y accesible a todos, ya que, según Descartes (padre de la Modernidad), «No hay nada mejor repartido entre los hombres que la razón». El tiempo que había mediado entre la Antigüedad Clásica (revalorizada desde el Renacimiento) y la nueva etapa iluminista pasaba a ser considerado un tiempo de oscuridad, de desorden, de barbarie, y recibía —con tono despectivo— el mote de Medieval. La solidez de la Ciencia residía en el respaldo empírico. Toda afirmación científica emergía de un cúmulo de observaciones y recibía de él su validez. El valor de la experiencia sensible se debe a que ella es externa y, por lo tanto, comunicable y perceptible para todo sujeto en condiciones similares. La Ciencia producía entonces un conocimiento de validez universal, pues no exigía del observador compartir creencias o juicios de valor con quien había formulado una proposición, sino simplemente hacer uso de un lenguaje común y unlA IMPORTANCIA a metodología aceptada. Hume: primer llamado de atención Cuando Hume llama la atención sobre el hecho de que la Ciencia va más allá de los datos de la experiencia, hace temblar sus bases. La Ciencia busca establecer leyes causales. Estas leyes son entendidas por la Ciencia como generalizaciones de las relaciones causales observadas en la experiencia. Sin embargo, Hume señala que la causalidad escapa a la experiencia, que tiene un origen diverso de ella y que es aportada por el sujeto sin otro fundamento que la costumbre y la conveniencia. Hume destaca que de la relación causal no tenemos percepción. Vemos que algo ocurre primero y algo después, pero no vemos que lo segundo se deba a lo primero. En todo caso podemos decir que siempre que hemos visto que sucedía A acto seguido ha sucedido B. Pero que B es consecuencia de A y que siempre después de A se dará B, es algo que no podemos afirmar basados en el solo dato empírico. La Ciencia va más allá de los sentidos. El sujeto interviene en la construcción de la Ciencia con sus costumbres y necesidades, buscando un conocimiento que le permita operar efectivamente y con éxito: en este sentido no se diferencia del conocimiento vulgar. 2. La irrupción del sujeto Kant: la revolución copernicana Kant dijo que al leer a Hume se despertó de su "sueño dogmático". La concepción de la verdad como una realidad exterior al hombre que éste podía apropiarse mediante la observación había sido minada por el empirista inglés. De todos modos, Kant nunca dudó de la Ciencia. Por entonces Newton demostraba que la Ciencia estaba viva, como una realidad pujante, imparable. No era necesario demostrar su posibilidad, sino sus "condiciones de posibilidad". ¿Cómo es posible la Ciencia? ¿Cómo responder a la crítica de Hume que parecía reducirla a mera costumbre? Así se produjo la "revolución copernicana" del filósofo de Könisberg: la centralidad en el conocer no estaba ya en el objeto (como creían realistas, empiristas e idealistas) sino en el sujeto. El sujeto no es mero espectador, es constructor del objeto del conocimiento. Sin sus estructuras a priori, el sujeto jamás conocería. Las estructuras a priori (previas a la experiencia) del sujeto son la condición de posibilidad de todo conocimiento. El intelecto conoce el objeto (fenómeno) —que construye a partir del caos de sensaciones que le envían los sentidos— aplicando sus formas a priori de la sensibilidad (espacio y tiempo). Las categorías del entendimiento permiten pensar los objetos profundizando en ellos y en sus relaciones. Entre las categorías a priori del entendimiento se encuentran las de causa y efecto. Es decir que el Principio de Causalidad, central para la tarea de la Ciencia, no es más visto como un principio que rige a la cosa en sí (noúmeno) —ahora desconocida— ni tampoco como un fruto de la mera costumbre: es una estructura del sujeto trascendental, que rige todo conocimiento y es compartida por todos los sujetos empíricos, limitando su campo de validez a los fenómenos. Asumiendo la crítica de Hume, Kant elaboró una nueva Teoría del Conocimiento que daba cuenta del conocimiento científico y restringía notoriamente al conocimiento filosófico. La Ciencia es un conocimiento de fenómenos, de validez universal, para todo sujeto. Sus contenidos no están regidos por la opinión o la costumbre: se rigen por estructuras que son previas a toda experiencia científica o personal. El sujeto es quien construye el conocimiento. La observación y la inducción no son negadas, pero se dan respecto del fenómeno —construido por el sujeto— para el cual rige el Principio de Causalidad, que es aportado por el mismo sujeto. Sin embargo, este sujeto que construye al objeto no es un sujeto situado, particular. Es el sujeto trascendental, condición de posibilidad de todo conocimiento. Hemos llegado a una visión centrada en el sujeto, pero aún no hemos arribado a una concepción histórica y situada del sujeto mismo. Popper: la Ciencia como saber hipotético deductivo Popper rompe definitivamente con el inductivismo al describir el modo en que el científico aborda el dato empírico. Según lo hizo notar Popper, el científico se enfrenta a los datos de la experiencia desde un planteo teórico. Es éste el que le permite distinguir qué hechos serán relevantes y qué debe registrar y medir. La experiencia es, en primer lugar, fuente de problemas y de inspiración para el científico, pero lo puramente científico comienza con la formulación de una hipótesis falsable, es decir, apta para ser refutada por una evidencia empírica. La experiencia científica ocupa así un segundo lugar y, sin dejar de ser importante, viene a corroborar o refutar las hipótesis del científico. La Ciencia ya no es tal por tener a la experiencia como su única fuente. Su nota distintiva está en ser un saber que se somete a la experiencia como criterio de verdad, pero que se construye desde el sujeto que formula las afirmaciones. corriente hermenéutica contemporánea. Con Gadamer y su obra fundamental, Verdad y método, cae uno de los prejuicios más arraigados desde el Iluminismo: el prejuicio respecto de los prejuicios. El deseo o la necesidad de romper con un pasado que rechazaban llevó a los racionalistas del siglo XVIII a imaginar que era posible para la conciencia volver a empezar. Buscar un fundamento exclusivamente racional y desde allí, dejarse informar por la verdad, sin rastros del vetusto oscurantismo anterior. Hans-Georg Gadamer muestra, en la obra antes citada, cuán necesario es el juicio previo para afrontar una realidad, cuán imposible es desprenderse totalmente de él. El juicio previo es condición de posibilidad de toda comprensión. La herencia recibida, portadora de un sinnúmero de prejuicios, es sin embargo una herencia enriquecedora. La clave no está en rechazar lo recibido sino en tener frente a ello una actitud crítica, en explicitar, sacar a la luz nuestros prejuicios y admitir que pueden no coincidir con aquello que pretenden mostrar. Gadamer: la dimensión histórica del sujeto Este pensamiento permite tener una actitud menos soberbia respecto del pasado y de nuestras capacidades de conocer desde una visión aséptica y desencarnada. Reconocernos situados en un tiempo y portadores de un cúmulo de prejuicios que nos permiten conocer. Dilthey introdujo en la reflexión filosófica contemporánea el concepto de "conciencia histórica". A través de Heidegger, su influencia se hace sentir en Gadamer, principal referente de la 3. La irrupción de la comunidad científica Kuhn: el concepto de paradigma Thomas Kuhn abordó la Ciencia desde una perspectiva nueva. No se limitó a analizar la labor del científico aislado, en relación con las hipótesis y la experiencia. Kuhn centró su atención en la comunidad científica. A fin de cuentas, una verdad es tenida por científica cuando el conjunto de la comunidad científica la tiene por tal. De hecho, muchas afirmaciones hoy consideradas científicas, durante muchos años no fueron tenidas por tales. En su estudio, Kuhn descubrió que en los períodos normales, cada ciencia tiene un "paradigma" que la reúne y la organiza. Los científicos encuentran en esa experiencia arquetípica la referencia para su propio obrar. El paradigma indica qué ha de ser estudiado y de qué manera. Y mientras las experiencias y datos que contradigan al paradigma no sean muy significativos, el mismo seguirá rigiendo esa ciencia. No basta con un dato, un experimento, un hecho que contradiga al paradigma para que este caiga. El incremento de anomalías puede generar la propuesta de un nuevo paradigma, que venga a dar respuesta a lo que el paradigma anterior explicaba y a lo que no explicaba. Así se gestan los procesos revolucionarios y la Ciencia avanza por acumulación, durante la vigencia de un paradigma, pero, sobre todo, por revolución, por cambio de paradigmas. La Ciencia es un fenómeno social. No basta para comprenderla con hacer hincapié solamente en la experiencia, o en el rol del sujeto que formula hipótesis: es necesario comprender que ese sujeto (el científico) se encuentra situado en un tiempo y en referencia a una comunidad. BIBLIOGRAFÍA COLOMER, E. 1990 El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, tomo III Barcelona: Herder CHALMERS, A. 1988 ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Buenos Aires: Siglo XXI KUHN, Th. 1994 La revolución copernicana Barcelona: Planeta-Agostini ©2002-2009 Academia de Ciencias Luventicus desde Rosario, capital cultural de la República Argentina