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EL CULTO VACÍO DESAGRADA A DIOS "¡Nos queda tanto para ser cristianos! No es más que el alba del cristianismo. Estamos empezando..." Dolores Aleixandre Evangelio: Mc 7, 1-8.14-15.21-23 En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.) Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?» Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos." Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.» Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.» Para tener en cuenta… Luego de haber tomado la decisión de seguir a Jesús como el “único que tiene palabras de vida eterna” y de aceptar que, solo siendo como él, Pan partido para la humanidad podemos considerarnos auténticos cristianos, la liturgia de la Palabra de esta semana que termina nos hizo recorrer el delicado camino de la conversión de la conciencia que es necesario caminar para poder configurarnos con Jesús. El punto de partida de este itinerario espiritual fue la figura de Natanael, su experiencia nos hace caer en cuenta que la confesión de una fe sólida y sin condiciones es el ideal del auténtico seguidor de Cristo y que esta fe debe darse como resultado de un proceso de discernimiento y de decisión personal y comunitaria. (Jn 1, 45-51) Esta autenticidad cristiana puede verse amenazada por las actitudes, comportamientos, criterios y modelos de relación que Jesús denuncia y reprocha a los escribas y fariseos, tildándolos incluso de “hipócritas”, “sepulcros blanqueados”, porque dicen conocer la Ley de Dios pero actúan a espaldas de la misma, descuidando, por una parte, sus elementos fundamentales, como son: la justicia, la misericordia y la fidelidad”; y por otra parte, sirviéndose de la observancia escrupulosa de ésta para ocultar sus fechorías. Y por tanto, ante la justicia y santidad de Jesús que pone al descubierto sus maldades recurren a la artimaña de condenar a Aquel que anuncia el mensaje liberador del Evangelio. (Mt 23, 23-26; 27-32) Jesús nos dice concretamente a nosotros sus discípulos, que para no caer en la hipocresía de los escribas y fariseos, es necesario estar siempre listos y preparados y que nuestras armas son por un lado: la “fidelidad” y la “prudencia”. Fidelidad a la llamada que nos hace día a día, y prudencia en el actuar frente a los demás. (Mt 24, 42-51); y por otro, evitar quedarnos dormidos como las vírgenes de la parábola, antes bien, permanecer despiertos, en oración y con la capacidad de discernir, desde la fe, el momento presente para descubrir el susurro de Dios hasta en los detalles más pequeños de la vida. (Mt 25, 1-13) Así evitaremos vivir bajo el influjo de emociones momentáneas que pueden llevar al ser humano a cometer las más graves injusticias, como le sucedió a Herodes y por el contrario, asumir la actitud profética de Juan el Bautista rompiendo el silencio indiferente ante las injusticias y atropellos de los poderosos, defendiendo la justicia y el derecho. (Mc 6, 17-29) Entonces… El evangelio de hoy continúa mostrándonos a un Jesús que cuestiona cuál es el contenido de nuestra fe. El texto contrapone la práctica de los discípulos con la enseñanza de los letrados y fariseos. Jesús se pone de parte de los discípulos, pero va mucho más lejos y nos advierte que toda forma religiosa, escrita o no, tiene siempre un valor relativo “no hay nada afuera del hombre que, al entrar en él, pueda contaminarlo. Lo que lo hace impuro, es lo que sale de él”. Los fariseos habían desarrollado los preceptos de la Ley ampliándolos y especificándolos en infinitos mandamientos, transmitidos muchas veces oralmente. Esta enorme carga de preceptos era absolutamente incumplible para la gente del pueblo, pero se observaba meticulosamente por parte de los fariseos, que se consideraban, por ellos, “justos”. Jesús rechaza en principio todo ese mundo de preceptos pero, además, la misma interpretación de la Ley como cumplimiento escrupuloso de preceptos. Ante la crítica de los fariseos porque los discípulos no cumplen las normas de pureza, Jesús les responde con las palabras del profeta Isaías que iluminan muy bien su mensaje y su actuación. “Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí”. Este es el riesgo de toda religión y de toda práctica comunitaria que se ha vaciado de Dios: dar culto a Dios con los labios, repitiendo fórmulas, recitando salmos, pronunciando palabras hermosas, mientras nuestro corazón “está lejos de Él”. Sin embargo, el culto que agrada a Dios nace del corazón, de la adhesión interior, de ese centro íntimo de la persona donde nacen nuestras decisiones y proyectos, “El culto que me dan está vacío”. Cuando el corazón está lejos de Dios, nuestro culto queda sin contenido. Le falta la vida, la escucha sincera de la Palabra de Dios, el amor al hermano. La religión y nuestro compromiso como consagradas se convierten en algo exterior que se practica por costumbre, pero donde faltan los frutos de una vida fiel a Dios. “La doctrina que enseñan son preceptos humanos”. En toda religión y vida comunitaria consagrada hay tradiciones que son “humanas”. Normas, costumbres, devociones que han nacido para vivir la religiosidad en una determinada cultura. Pueden hacer mucho bien. Pero hacen mucho daño cuando nos distraen y alejan de la Palabra de Dios. Al terminar la cita del profeta Isaías, Jesús resume su pensamiento con unas palabras muy duras: “Ustedes descuidan el mandamiento de Dios y mantienen la tradición de los hombres”. Cuando nos aferramos ciegamente a tradiciones humanas, corremos el riesgo de olvidar el mandato del amor y desviarnos del seguimiento a Jesús, Palabra encarnada de Dios. PARA MEDITAR Y CONTEMPLAR "El culto que me dan está vacío". Tremenda acusación, pero cierta, también hoy, en la mayoría de los casos. Todo culto que no proceda del corazón y no lleve a descubrir la cercanía de Dios, es inútil. ..................... Dios no tiene ojos para ver las ceremonias ni oídos para escuchar los cantos y oraciones. Eres tú el que tienes que descubrir a Dios dentro de ti y escuchar lo que te dice a través de tu propio ser. Sin esa escucha, no hay religiosidad posible. .................... Los ritos, ceremonias, sacramentos y oraciones son útiles en la medida que me llevan al interior de mí mismo, Me hacen descubrir lo que Dios es para mí en ese instante y me llevan a vivir y manifestar esa realidad en mi relación con los demás. .................... Fray Marcos