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BASES BIOLÓGICAS DE LA IDENTIDAD HUMANA
Roque Daniel Carrero Valenzuela
El origen de un ser humano implica tres aspectos: el origen de su individualidad,
el de su humanidad y el de su “personeidad”.
La Biología y, dentro de ella, la Genética, confirman como veremos que somos
individuos de la especie humana diferentes de nuestros padres, cada uno único e
irrepetible, desde el momento en que se constituye nuestra primera célula. Sin embargo,
nada nos dice la Biología acerca de nuestra “personeidad”, y nadie puede demostrar que
es persona mediante un análisis u otro estudio biológico, simplemente porque el
concepto de persona es propio de la Filosofía y no de la Biología.
En condiciones naturales, la existencia de un ser humano comienza en el seno
materno mediante la unión del espermatozoide con el ovocito durante la
fecundación o fertilización.
La célula huevo o cigoto resultante es un ser humano en el estadio unicelular de su
desarrollo, realmente un nuevo individuo vivo de la especie humana hasta donde la
Biología lo puede definir: su dotación cromosómica es la de un ser humano, su
dotación genética es la humana, y su futuro potencial el de un adulto de la especie:
el cigoto humano no es un ser humano en potencia, sino un adulto en potencia. Este
nuevo ser humano es genéticamente distinguible incluso de sus propios padres ya
en el estadio unicelular.
Para alcanzar el estadio adulto de su desarrollo, el ser humano unicelular deberá
multiplicarse y diferenciarse conforme a un “plan” que ya tiene en sus genes,
incorporando materia y eliminando desechos como cualquier otro ser vivo, y
respondiendo a estímulos exógenos y endógenos, pero sin perder su identidad. El
desarrollo ontogénico es un proceso continuo que comienza con la fecundación o
fertilización, y termina con la muerte natural.
Se ha argumentado a favor de uno u otro de una serie de “hitos” biológicos que
definirían un estadio humano de otro no humano en tal desarrollo (la pérdida de la
capacidad de gemelación, la implantación, la neurulación, la adquisición de la capacidad
de reaccionar visiblemente a ciertos estímulos, el nacimiento, e incluso la posterior
adquisición de la conciencia de sí mismo), a fin de poder intervenir sin peligro de dañar
a un ser humano; sin embargo, la Biología no sustenta ninguna de estas
discriminaciones.
El hecho biológico que fundamenta la identidad del ser humano desde su estadio
unicelular trasciende las manipulaciones que permiten generarlo de una manera más o
menos artificial. Así, además de la manera natural de hacerlo, hoy es posible generar un
ser humano mediante reproducción asistida sexual (inseminación artificial, fertilización
in vitro con transferencia embrionaria) o asexual (transferencia nuclear a un gameto
femenino previamente desnucleado, primer paso opcional de las técnicas de clonación).
Ninguna de estas estrategias permite desconocer la naturaleza individual y humana del
nuevo ser.
En realidad, dejando aparte aseveraciones biológicamente infundadas basadas en
la ignorancia o la ideología, los que hoy niegan la humanidad del cigoto o embrión que
nos ocupa lo hacen mediante artilugios semánticos sin fundamento científico. El más
extendido es la redefinición absolutamente arbitraria de “concepción” para hacer
referencia al hecho de la implantación en lugar de lo que original, jurídica y
embriológicamente significaba (la fecundación o fertilización, o si se quiere en el actual
contexto, la aparición del ser humano unicelular con independencia de la modalidad).
Tal redefinición permite llamar “anticonceptivos” a los antiimplantatorios, ocultando así
que se trata de agentes al menos en parte primariamente letales.
No menos engañosa es la definición de aborto como “interrupción del embarazo” en
lugar de “interrupción letal del desarrollo prenatal”, ya que, al comenzar este último con
la implantación, la muerte de un cigoto o embrión antes de implantarse no sería un
aborto ya que el embarazo jamás se inició. Esto es inadmisible.
Reiteremos una vez mas, la humanidad del cigoto o
embrión es innegable. La dotación cromosomita y genética es de un ser humano real y
concreto. el cigoto humano no es un ser humano en potencia, sino un adulto en
potencia. Este nuevo ser humano es genéticamente destacado y distinguible,
incluso de sus propios padres ya en el estadio unicelular. -