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Transcript
Módulo I. Desarrollo personal, hábitos saludables y motivación
Tema 1. Salud física y psíquica, fundamento y bienestar personal
Capítulo 3. Salud mental y alteraciones de conducta
Daniel Paredes Gómez
Psicólogo. Departamento de Psicología. Centro Ocupacional Aprosuba-4. Don Benito (Badajoz)
Resumen
El tema expone, en primer lugar, qué es la conducta humana, cómo funciona psicológicamente
y cuáles son los principales motivos que la provocan, mantienen o inhiben. Se relaciona todo lo
explicado con las singularidades propias de la conducta de las personas con discapacidad
intelectual (PDI) *. Y a partir de ahí se describen los problemas conductuales que se pueden
presentar en esta situación de vida; desarrollando qué se entiende por una conducta
problemática, cuáles son las principales causas de la misma y cuáles sus manifestaciones más
importantes. En segundo lugar se expone qué es la salud mental, cómo incide en la vida de las
personas y cuál es el alcance de las enfermedades mentales en el colectivo de personas con
discapacidad intelectual. Y por último, se indican las posibles causas que originan las
enfermedades mentales y los problemas de conducta, se ofrecen consejos prácticos sobre
cómo detectar los primeros síntomas y se explican los posibles tratamientos.
*En adelante se utilizara PDI para referirse a las personas con discapacidad intelectual
Palabras clave: desarrollo personal, salud mental, conducta.
Esquema o índice de contenidos:
La conducta humana ..................................................................................................................... 2
Conducta adaptativa y conducta problemática en las personas con discapacidad intelectual.... 3
¿Qué es una conducta problemática? .......................................................................................... 4
¿Cuáles son las conductas problemáticas más comunes en las PDI? ........................................... 8
La salud mental en las personas con discapacidad intelectual ..................................................... 9
Bibliografía .................................................................................................................................. 14
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La conducta humana
¿Qué es la conducta humana y cómo puede entenderse?
En principio parece fácil responder a la pregunta, aunque en realidad quizás no lo sea tanto.
De una manera amplia podría decirse que la conducta es aquello que las personas hacemos
como respuesta a las exigencias del entorno. Si queremos saber cómo camina otra persona la
miramos (mirar es una conducta), si tenemos hambre comemos (comer es una conducta) o si
queremos trasladarnos de un lugar a otro caminamos (caminar es otra conducta). Todas ellas
son fáciles de observar.
Pero las cosas no siempre son tan sencillas. Por ejemplo, es difícil saber si realiza alguna
conducta aquel que se queda paralizado de miedo, sin movimiento alguno, por estar ante un
peligro inminente. Quedarse paralizado, ¿es una conducta?
Los psicólogos tienen muchas dificultades para definir de manera clara qué es una conducta y
qué no lo es. No obstante, lo que sí parecen tener claro es que en la conducta humana
intervienen muchos factores que tienen intensas relaciones entre sí.
De manera que en la conducta que emiten las personas intervienen las costumbres sociales, el
sitio donde se está, la cultura de la sociedad, la condición de salud del sujeto, el perfil
psicológico de cada uno, los estilos de crianza recibidos, los rasgos de la personalidad, las
experiencias emocionales, los estilos de afrontar los problemas... y otros muchos factores más.
En resumen, no es fácil saber qué es la conducta humana y qué no lo es. Y siempre hay que
considerar que para entender la conducta humana es necesario tener en cuenta muchos
aspectos, y aun así puede ser difícil encontrar una explicación de por qué algunas personas se
comportan de una manera, y no de otra, y viceversa.
¿Cómo se genera una conducta humana?
La mayoría de los psicólogos parecen tener claro que la conducta humana habitual funciona
siguiendo un esquema básico que se denomina A-B-C (por las siglas en inglés de AntecedentBehavior-Consequence. En castellano sería Antecedente-Conducta-Consecuencia).
La letra “A” serían los antecedentes de la conducta.
Así, una persona puede encontrarse en una situación social concreta, en un lugar determinado
y en un momento del tiempo también determinado. Y verse afectada por uno o por varios
estímulos provocadores de la conducta. Al conjunto de todos ellos se les llama antecedentes.
Estos estímulos antecedentes pueden ser, por ejemplo, un deseo interno, una emoción
personal, la demanda de otra persona, etc. Uno solo, varios de ellos o la combinación de
todos, pueden desencadenar que la persona reaccione de una u otra manera.
A continuación viene la letra “B” que sería la conducta propiamente dicha. Es decir, lo que la
persona realiza o ejecuta.
Y la letra “C” serían las consecuencias que tiene la conducta realizada. La persona, entonces,
valora los resultados. Si estos no están de acuerdo con sus intereses, dejará de emitir la
conducta y probablemente no volverá a repetirla en un futuro. Si por el contrario los valora
positivamente, entonces la conducta quedará reforzada y aumentará la probabilidad de que
vuelva a ocurrir de nuevo cuando se den los mismos antecedentes.
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¿Qué motiva la conducta humana?
El principal motor de la conducta es la motivación. Los motivos humanos se pueden dividir en
varios grupos.
Así, considerando el propósito de los mismos se puede hablar de:
a) Aquellos motivos que intentan iniciar algo.
b) Los que pretenden mantener algo.
c) Aquellos otros que impulsan una preferencia para perseguir un objetivo, o que el
camino hacia su logro tome una dirección deseada.
d) Los que quieren que las cosas tomen más intensidad.
e) Y aquellos que pretenden finalizar lo que en su momento se empezó.
Otra agrupación que puede hacerse es según las causas que generan los motivos:
a) Una es la genética o la condición física.
b) Otra, porque se necesite mantener la energía necesaria para vivir.
c) Por necesitar controlar el entorno y crecer personalmente.
d) Porque se tengan unas creencias determinadas.
e) Por haber pensado y diseñado un plan con intenciones concretas de conseguir algo.
f)
Porque se desee estar, o no estar, con otras personas.
En resumidas cuentas, las personas pueden emitir conductas en razón de (a) conseguir algo
material y tangible, como comida, dinero, objetos…; (b) para escapar o evitar alguna situación
que se valora desagradable, como por ejemplo una sanción económica…; (c) para conseguir
autoestimulación placentera y (d) para estar con alguien con quien se desee estar.
Aunque también es cierto que algunos filósofos reducen todos estos motivos a sólo dos. Uno,
se hacen las cosas por buscar el placer. Y dos, por que se quiere evitar el dolor.
Conducta adaptativa y conducta problemática en las personas con discapacidad
intelectual
¿Qué es la conducta adaptativa?
Las personas emiten muchas conductas a lo largo del día, y la gran mayoría de ellas están en
consonancia con las exigencias de su entorno. Como los resultados de las conductas que
emiten son valorados positivamente, las repiten cuando se dan los antecedentes idóneos.
Pero en las personas con discapacidad intelectual (PDI) las cosas pueden ser de otra manera.
De hecho una de las premisas que definen esta situación de vida, además de las limitaciones
intelectuales, son las limitaciones en la conducta adaptativa.
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La conducta adaptativa es aquello que la persona sabe hacer en el presente, diferenciándose
de lo que llegaría a saber en un futuro si se le enseñase.
Los psicólogos consideran que la conducta adaptativa no debe ser entendida como algo
estático, sino algo dinámico y que, por tanto, puede ser ampliada a lo largo de toda la vida. De
manera que lo que se amplían, son las habilidades que tiene la persona para funcionar de
manera adecuada según los requerimientos de la sociedad, y son útiles para su propia
supervivencia y adaptación social.
Estas habilidades pueden ser divididas en tres grupos:
a) Habilidades conceptuales. Aquí se encuadran el lenguaje, la lectura, la escritura, los
conocimientos generales sobre la vida, sobre el dinero, sobre el medio natural y social,
sobre el tiempo y sus divisiones…
b) Las habilidades sociales. Es decir las habilidades de relación interpersonal, la
responsabilidad social, la autoestima, la ingenuidad, la prudencia, el seguimiento de
instrucciones y reglas, las habilidades de resolución de problemas…
c) Habilidades prácticas. Como son el cuidado personal, la autoalimentación, el manejo
del dinero, las tareas para el cuidado del hogar, las habilidades para trabajar, para
mantener la propia seguridad…
Es importante resaltar una última cuestión. En muchas ocasiones pueden coexistir en una
misma persona carencias significativas en la mayoría de sus habilidades de conducta
adaptativa, con otras habilidades que cumplen los estándares sociales.
En definitiva, la conducta adaptativa es la eficacia con la que un individuo responde a las
demandas del medio físico, social y cultural. Si su respuesta a tales demandas es adecuada el
sujeto tendrá un funcionamiento óptimo pero si esto no es así las conductas serían
desadaptadas. Y en determinadas circunstancias pueden degenerar en conductas
problemáticas.
¿Qué es una conducta problemática?
La primera distinción que debe hacerse es entre el déficit en la conducta adaptativa y la
conducta problemática.
Que una PDI no sepa responder adecuadamente a las exigencias del entorno social, cultural y
físico (de manera práctica, conceptual o social) significa que tiene limitadas sus capacidades
adaptativas. Sin embargo, la ejecución imperfecta o incompleta no es sinónimo de problema,
simplemente es una limitación.
La madurez personal y la experiencia de vida, junto con los apoyos adecuados, irán paliando
las imperfecciones y haciendo a la persona poseedora de habilidades cada vez más adaptadas.
No obstante, esto no quiere decir siempre que la persona con el tiempo llegue a tener un
comportamiento social estandarizado, es decir, como el de todas las personas ordinarias.
Existe el efecto techo, el no dar más de si por propia naturaleza.
Además de una limitación en la conducta adaptativa puede existir otro problema. Nos
referimos a una conducta problemática, también llamada trastorno de conducta, o problema
de conducta. La conducta problemática es algo muy complejo de definir, ya que puede
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aparecer en la infancia, en la adolescencia o en la edad adulta. Puede tener una larga duración,
o quizás una muy corta. Evolucionar de manera distinta según cada persona. Tener un origen
muy diverso: social, genético, psiquiátrico, psicológico… Presentarse de distinta forma según el
grado de discapacidad. O también obedecer a la conjunción de varias de estas variables a la
vez.
Quizás lo que en estos momentos esté más claro para los psicólogos es que los trastornos de
conducta, la mayoría de las veces no son una enfermedad en el estricto sentido médico;
aunque pueden estar provocados por ella.
Y también está claro que cuando el déficit conductual es muy intenso, largo y/o frecuente,
afecta negativamente al desarrollo integral de la persona, así como a sus oportunidades de
participación en la sociedad.
En resumen, la conducta problemática puede ser muy compleja y no siempre tiene que ver con
las limitaciones en habilidades personales. Y de ella se derivan consecuencias personales que
afectan al bienestar físico y psicológico del individuo, un impacto familiar que incide
negativamente en la calidad de vida de todos los miembros, y unos costes sociales y
económicos que pueden ser inmediatos y a largo plazo.
¿Qué tipo de conductas se deben tener en cuenta y cómo entender su significado?
Entre las PDI no todas sus conductas, sean problemáticas o no, son similares a las de las
personas comunes, ni tienen el mismo tipo de manifestación, aun siendo idéntico el contexto
social o la causa que las motive.
De hecho, a veces, existe una variación tan enorme que siendo su significado el mismo el
comportamiento que se observa es absolutamente diferente. Y esto puede dar lugar a malas
interpretaciones, o a errores de consecuencias imprevisibles.
Las conductas de las PDI pueden clasificarse en cuatro grandes grupos:
a) Conductas con un significado claro. Este tipo de conductas tienen la misma
manifestación para las personas con y sin discapacidad intelectual de la misma edad. Y
además se producen en las mismas circunstancias sociales, y se desencadenan por los
mismos motivos. Por ejemplo, aplaudir en un espectáculo.
b) Conductas equivalentes. Las PDI, ante sus limitaciones, pueden emitir conductas
singulares que equivalen a las de una persona sin discapacidad intelectual en una
situación sociocultural similar. Por ejemplo, ante una situación humorística las
personas ordinarias pueden reír sin más, mientras que la PDI puede además palmearse
poquito la cara, balancearse o aletear las manos... Deben ser interpretadas como
normales siempre que se encuentren en el repertorio habitual de la persona.
c) Conductas alternativas. La conducta alternativa sí que puede indicar la presencia de
problemas. Suelen ser muy atípicas y cuanto más grave sea el problema más particular
y singular será. Las personas ordinarias ante el mismo problema o situación contextual
es muy difícil que las emitan. Por ejemplo, en una situación de enfermedad por
depresión la PDI grave puede emitir conducta auto-agresivas y/o agresiva hacia los
demás y, por el contrario, no llorar.
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d) Conducta paradójica. Estas conductas, aun siendo culturalmente aceptadas y
habituales en las personas ordinarias, cuando las emite una PDI no cuadran en
absoluto con la situación contextual, ni se las supone equivalentes a nada. Un ejemplo
de ellas pueden ser las carcajadas emitidas sin que medie una situación alegre o
graciosa, o la autoagresión de una PDI adulta realizada con el objetivo de conseguir
algo que desea. Su presencia indica, en la mayoría de los casos, la presencia de una
enfermedad mental o física, a ambas a la vez.
2
¿Qué errores pueden cometerse a la hora de valorar si una conducta es problemática o no?
Son varios errores los que se pueden cometer cuando se intenta interpretar la conducta
problemática de las PDI. Entre ellos se encuentran los siguientes:
a) Error afectivo. Dejarse llevar por las propias emociones, las actitudes, los estereotipos
sociales, etc. a la hora de valorar una conducta. De manera que puede considerarse
que el problema es más o menos grave dependiendo de si la persona resulta más o
menos simpática, más molesta o menos; más agradable o menos…
b) Error de anclaje: Encerrarse en una única explicación para razonar el motivo de la
conducta. Dicha razón se realiza en base a la primera impresión recibida, la cual es
considerada absolutamente correcta.
c) Error de disponibilidad: Cuando se deja influir por lo más reciente o lo más dramático
de lo ocurrido.
d) Error efecto del ambiente: Es dejarse influir por la situación que en ese momento
domine. Si es crítico la conducta será creída más grave, o viceversa.
¿Cuál es la dinámica funcional de los problemas de conducta en las PDI?
En general, la dinámica funcional de los problemas de conducta en las PDI es la misma que en
otras conductas humanas adaptadas. Sólo que las condiciones iniciadoras son distintas y los
desencadenantes de las conductas problemáticas son diferentes. Los problemas pueden ser
generados, mediados o potenciados en la persona por las limitaciones y capacidades
correspondientes a su grado de discapacidad intelectual, por sus particulares condiciones
biológicas y genéticas, y por otras de tipo físico o social, si bien puede darse el caso de que
todas o solo algunas de ellas influyan a la vez. Y, por supuesto, también por la experiencia
adquirida en el transcurso de su vida.
En la siguiente figura puede verse la dinámica de la conducta problemática de una manera
esquemática.
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Dinámica funcional de la conducta problemática
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¿Cuáles son las conductas problemáticas más comunes en las PDI?

Agitación motora: La persona muestra sobreactividad, movilidad excesiva, intranquilidad.
Malestar con inquietud y actividad aumentada, con cierto grado de ansiedad, temor y
tensión.

Movimientos estereotipados: La persona realiza conductas de forma repetitiva sin finalidad
aparente, manipula constantemente algún objeto entre las manos, grita de forma
repetitiva a intervalos, pronuncia constantemente la misma frase o un conjunto de
palabras, se balancea, etc.

Aislamiento social: La persona muestra un retraimiento social excesivo. Evita la relación
con otros o procura estar en lugares donde no hay nadie. Se incluye el comportamiento de
mutismo, es decir, se niega a hablar o si lo hace es en tono muy bajo. Cuando le preguntan
algo tarda mucho en contestar, y es necesario insistir para que hable o se queda
totalmente callado y sin interactuar socialmente.

Desobediencia pasiva: La persona hace caso omiso de órdenes e instrucciones pero sin
enfrentarse a la figura de autoridad.

Rabietas: La persona tiene explosiones de genio o arrebatos emocionales de ira o rabia por
lo general en respuesta a deseos o necesidades no satisfechas.

Agresión a otros (sea verbal, física, gestual, amenazas verbales o gestuales): La persona
realiza cualquier conducta cuyo objetivo sea dañar física o psicológicamente a la persona a
la que va dirigida.

Autoagresión: La persona presenta comportamientos de autoagresión o de
automutilación. Muestra conductas que de forma directa le pueden provocar o provocan
daño físico, como golpearse la cabeza contra algún objeto o con otras partes de su cuerpo,
hacerse heridas rascándose, provocarse el vómito, etc.

Fugas: La persona cede a la necesidad imperiosa de irse, a veces sin un destino
determinado. Lo hace de forma imprevista, desatinada y limitada en el tiempo. Se marcha
del lugar donde debe estar en ese momento sin avisar a nadie; absentismo y abandono
frecuente de actividades.

Oposicionismo: La persona desobedece de manera activa con enfrentamiento,
comportamiento desafiante o insolente, obstinación, terquedad, tozudez o desafío a la
autoridad.

Conducta verbal inapropiada: La persona emite palabras o frases de manera inadecuada.
Habla de manera incontrolada y con un discurso incoherente, altisonante y sin intención
comunicativa.

Molestar a otros: La persona perturba o molesta a otras interrumpiendo sus actividades
con comportamientos verbales o físico-motores.

Enfados frecuentes o tono general de malhumor: La persona presenta un tono general de
malhumor, con enfados sin motivo.

Culpar a otros: La persona atribuye a otros la responsabilidad de acciones que ha
cometido, o encomienda e incita a otros a la realización de actos no permitidos.
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
Hurtos: La persona sustrae las pertenencias de otros, sean objetos, alimento o dinero
ocultando sus acciones o presionando a otros más débiles para que hurten.

Conducta destructiva: La persona presenta comportamientos de vandalismo, rotura,
destrucción o deterioro de ropa, objetos, mobiliario, etc.

Rumiación: La persona ingiere el alimento parcialmente y una vez digerido lo regurgita
desde el estómago a la boca, masticándolo de nuevo y volviéndolo a tragar o vomitándolo.

Manipular heces: La persona come o manipula sus heces. Se incluye la incontinencia
voluntaria de esfínteres (se hace las necesidades encima).

Ingerir sustancias u objetos no comestibles (“conducta pica”): La persona se come
cualquier tipo de objeto o sustancia no comestible.

Patrones anormales de sueño: La persona se despierta varias veces durante la noche, le
cuesta dormir, se despierta muy pronto, tiene pesadillas o terrores nocturnos, se despierta
con gritos o llanto. Sonambulismo, movimientos rítmicos exagerados durante el sueño. O
presenta somnolencia excesiva, durante el día con ataques repentinos de sueño, etc.
La salud mental en las personas con discapacidad intelectual
¿Qué es la salud mental?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que salud mental no es sólo la ausencia de
padecer un trastorno mental, sino que es un estado de bienestar, en el cual el individuo es
consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida,
puede trabajar de forma productiva y fructífera, y es capaz de hacer una contribución positiva
a su comunidad.
La terminología aplicada en la definición de la OMS debe ser adaptada a las capacidades y
limitaciones de las PDI. Así por ejemplo, cuando se habla de trabajar de forma productiva se
debe interpretar como tener una actividad cotidiana. O cuando se menciona contribuir a su
comunidad se debe entender como el hecho de estar incluido en ella de manera normalizada.
En resumen, la idea de salud mental debe entenderse como una situación de equilibrio que
la persona experimenta con respecto a la sociedad que la rodea. Cuando se consigue este
estado, la persona puede participar de la vida social sin problemas, alcanzando su propio
bienestar.
¿Afecta mucho la enfermedad mental a las PDI?
Las PDI pueden padecer cualquier enfermedad mental como por ejemplo la esquizofrenia, la
depresión, la ansiedad o el trastorno obsesivo compulsivo; pero no todas ellas tienen la misma
incidencia. Numerosos investigadores avalan que las enfermedades mentales son más
frecuentes en PDI que en la población general, pero que éstas pasan más inadvertidas pues sus
comportamientos problemáticos (evidentes en la población ordinaria) pueden confundirse con
comportamientos defectuosos propios de los déficits en la inteligencia y en la conducta
adaptativa, y también porque la expresión oral de los síntomas es mucho más difícil de
interpretar.
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Se estima que la incidencia de la enfermedad mental en las PDI alcanza entre el 10% y el 40%
de la población total del colectivo, afectando el problema por igual, prácticamente, tanto a
hombres como a mujeres. Los problemas más frecuentes son aquellos relacionados con el
estado de ánimo (depresión, ansiedad…). Casi un cuarto del total de PDI tiene problemas de
conducta, aunque evidentemente no todos son igual de graves.
¿Cuáles son las principales causas de los problemas de salud mental y de la conducta en las
PDI?
En general, se pueden diferenciar tres grandes grupos de causas:
a) Causas biológicas: Las alteraciones en el cerebro, las enfermedades genéticas, así
como los trastornos en el metabolismo u otras enfermedades físicas frecuentes en la
discapacidad intelectual pueden predisponer al desarrollo de un trastorno mental o de
conducta.
b) Causas psicológicas: En este grupo se incluyen aquellos factores que contribuyen, por
un lado, a la baja autoimagen del individuo y, por otro, a limitar el repertorio de
funciones mentales de la persona. Por ejemplo, la mayoría de las PDI especialmente en
el grado límite y ligero (el 80% de los casos totales) son conscientes de sus limitaciones
pero suelen encubrirlas y/o negarlas. Esto puede generarles conflictos a la hora de
enfrentarse emocionalmente a los problemas que se les presenten en la vida.
Otros factores psicológicos influyentes, además del propio déficit en la inteligencia,
serían la alteración del juicio social y la falta de iniciativa en las relaciones
interpersonales, la baja tolerancia al estrés y las frustraciones, el sentimiento de falta
de apoyo emocional, etc.
c) Factores ambientales y socioculturales: Muchas de las PDI, están sometidas a
diferentes tipos de estrés social y familiar. Por ejemplo, en los sujetos sin
comunicación verbal que conviven en familia, o en residencias donde se les demanda
conformidad y sumisión total, las explosiones de conductas agresivas pueden ser sólo
una manera de comunicar sus sentimientos, o un intento de asumir algún control
sobre la situación. Otro ejemplo puede ser cuando la persona participa en un
programa que no es de su interés general, quizás porque sea excesivamente exigente
con respecto a sus capacidades reales, o porque su diseño no esté ajustado a su edad
cronológica (ofrecer un tratamiento infantil a una persona adulta).
¿Cuándo se debe sospechar que está apareciendo una enfermedad mental y/o un trastorno
de conducta en una PDI, y cómo actuar?
El diagnóstico de la enfermedad mental en una PDI puede resultar difícil y llevar mucho
tiempo. Sin embargo, es necesario, ya que resulta esencial para comprender la naturaleza del
problema y para desarrollar el plan psicoterapéutico adecuado.
Las enfermedades mentales o la conducta problemática, no suelen aparecer en las personas
de manera súbita ni tampoco en una edad predeterminada. Bien es cierto que en algunas
enfermedades hay periodos de edad más o menos significativos, la adolescencia o la primera
juventud pueden mencionarse como ejemplos en la esquizofrenia. Pero en otras
enfermedades, como son los trastornos del estado de ánimo, el problema puede aparecer en
cualquier momento de la vida, o nunca.
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De aquí que se deba estar muy atento para detectar la aparición de los primeros síntomas, que
pueden no ser muy significativos.
Esquema para averiguar si está apareciendo una enfermedad mental
Por esto, partiendo del conocimiento previo de las capacidades y limitaciones de la persona,
de sus hábitos, estilo de vida y costumbres cotidianas, de su personalidad, de su estilo
emocional, su desempeño en los distintos entornos y de cómo se ve afectada por los avatares
de la vida, se debe estar atento en primer lugar a la expresión de las conducta de ánimo
positivo (bienestar). El interés por los asuntos de otros, la espontaneidad en realizar la tarea
que se le pide pueden ser algunas de ellas. Como también saludar, sonreír, emitir palabras y
frases optimistas, etc. O mostrarse satisfecho con sus emociones, requerir la atención de otros
para interaccionar positivamente y permanecer de buen grado en un grupo de personas.
Y en segundo lugar se deben vigilar las conductas propias del ánimo negativo (malestar).
Algunas de ellas pueden ser las siguientes: Comer mucho más o mucho menos de lo habitual, o
quizás muy rápido. Mostrarse nervioso, agitado, intranquilo. Irritable, de mal humor y con
aspereza de trato hacia los otros. Estar triste y lloroso. Con bajo interés por las cosas que antes
le eran entretenidas. Buscando el aislamiento social. Aparición de alteraciones del sueño.
Menor autocuidado personal. Evita determinados objetos o lugares. Sudoración excesiva sin
causa. Gritos y lloros sin sentido. Falta de energía o lentitud. Pensamientos raros o
extravagantes.
Ante la detección de estos síntomas y signos conductuales se debe actuar siempre y de
manera rápida comunicándose con el psicólogo del centro de apoyo, el cual estudiará el caso,
valorará y actuará en consecuencia.
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Es importante que la información que se le ofrezca a este profesional sea clara, equilibrada y
concisa. No es bueno describir los síntomas y signos de manera imprecisa diciendo por
ejemplo “De un tiempo a esta parte le noto más raro” sino que se debe especificar más
concretamente el tiempo desde que se detectaron las conductas concretas, cómo se van
incrementando o la frecuencia de las mismas. Por ejemplo, debería informarse al psicólogo
más o menos así: “Desde hace dos semanas noto que está triste en situaciones que no debería.
Lo observé por primera vez en su cumpleaños y no sonríe casi nada desde entonces; llora unas
dos o tres veces al día sobre todo por la tarde, no tiene ganas de comer sus platos favoritos o
los come con desgana…”
¿Tienen tratamiento las enfermedades mentales y los problemas conductuales en las PDI?
Si, existen tratamientos que se han comprobado como efectivos por medio de estudios
científicos.
La enfermedad mental es un asunto cotidiano que puede afectar a la calidad de vida del
individuo y de su familia, a la de sus compañeros del centro de apoyo, a otras personas de su
comunidad, etc., por tanto, la psicología y la psiquiatría han tenido la obligación de investigar
para solucionar este dolor humano.
Las enfermedades mentales en las PDI tienen tratamiento, pero antes de abordarlo debe
haberse realizado un profundo y exhaustivo estudio diagnóstico para poder planificar un
plan individualizado de intervención, integral, y ajustado a las necesidades de cada persona.
Existen tres tipos de acciones que se pueden desarrollar:
a) Prevención primaria. Debe entenderse por prevención primaria el conjunto de
actividades que se realizan tanto a nivel social como individual con el fin de prevenir
que aparezca la enfermedad mental o los trastornos de conducta. Comprende el
desarrollo de programas sociales determinados como pueden ser la creación y
mantenimiento de centros de apoyo. Y también programas individuales orientados a la
enseñanza de habilidades sociales, de habilidades pre-laborales y laborales, de
competencias personales para el desarrollo de la vida diaria, la promoción de hábitos
de vida saludable, o la educación emocional y conductual.
b) Prevención secundaria. Aquí la finalidad principal es la detección precoz del problema
de salud mental o de conducta. Es decir, una vez que está presente en sus primeros
estadios, se comienza a aplicar un tratamiento eficaz para que la persona regrese a su
estado de bienestar original. O, en su caso, prevenir el incremento de la gravedad de la
enfermedad.
c) Prevención terciaria. Una vez que ya apareció la enfermedad lo importante es aplicar
un tratamiento eficaz e intenso para intentar curar o paliar la enfermedad de manera
general o unos síntomas determinados de la misma. También se encuentra dentro de
esta prevención, evitar o paliar las causas iniciales de aquella enfermedad, con base en
las experiencias que la persona ha sufrido anteriormente, no ahora. Se trata también
de evitar las recaídas.
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En cuanto a los tratamientos se puede decir que hay cuatro tipos generales compatibles entre
sí. A saber:
a) Intervención farmacológica. El tratamiento con medicamentos, llamados
psicofármacos, es adecuado siempre que se base en un diagnóstico psiquiátrico y
forme parte de un plan de atención multiprofesional y personalizado, consensuado
con el paciente, si tiene capacidad para ello, y con la familia. Es decir, debe haber un
consentimiento informado.
Se deben utilizar siempre aquellos fármacos más eficaces según experiencias previas
con el individuo y el más sencillo disponible. Y, por supuesto, el tratamiento no debería
ser empleado nunca como castigo, o como una forma de contención de la conducta a
causa de lo molesta que parezca a otros.
b) Intervención psicológica. Se extienden desde las psicoterapias, basadas en el lenguaje
y en la modificación del pensamiento, hasta aquellas otras técnicas que por
requerimientos del trastorno y/o de las características de la persona, deben ser
predominantemente conductuales, de modificación de conducta y de apoyo
conductual positivo.
c) Intervención ecológica. Hacen referencia a todas aquellas acciones que, desde la
psicología, y ciencias afines se dirigen hacia la manipulación y modificación del entorno
físico y del entorno contextual social.
Tener una estructura adecuada del entorno físico cotidiano ayuda tanto a prevenir
como a reducir las conductas desajustadas de la persona con problemas de salud
mental. Es importante que los espacios físicos cotidianos de la persona tengan una
estética cálida, sean fáciles de comprender, estén bien organizados y provistos de
materiales adecuados.
d) Intervenciones sociales. En este apartado se encuentran todos aquellos programas que
suponen por una parte, trabajar con el contexto social inmediato de la persona, los
cuales incluyen, por ejemplo, programas psicoeducativos para el manejo conductual
en la familia, o la formación de los cuidadores profesionales de apoyo. Y por otra, las
intervenciones en el contexto social más amplio de la persona, incluyendo la
participación de la PDI en programas de vivienda, de ocio, de ocupación-empleo. O
programas de alivio y respiro familiar.
En resumen, los problemas de conducta y salud mental de las PDI pueden, y deben ser
tratados, inicialmente de una manera preventiva, enseñando a la persona, en la familia y por
medio de profesionales, a manejar y autocontrolar de manera adecuada sus comportamientos
y sus emociones.
Sin embargo, cuando el problema de conducta o la enfermedad mental, por las razones que
sean, está presente se deben aplicar tratamientos profesionales mucho más intensos; dentro
de un plan psicoterapéutico; en el cual la familia debe jugar un papel de control, apoyo,
información y consentimiento de la intervención.
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Bibliografía
Daniel Paredes. (2010). Bienestar emocional y expresión conductual en las personas con
discapacidad intelectual. Educación y Diversidad (Education and Diversity): revista interuniversitaria de investigación sobre discapacidad e interculturalidad, 4 (2) 51-60. Disponible en:
http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3276331.pdf
Ramón Novell Alsina (Coord.), Pere Rueda Quillet y Luís Salvador Carulla. (2003). Salud
mental y alteraciones de la conducta en las personas con discapacidad intelectual. Guía
práctica para técnicos y cuidadores. Colección FEAPS. Madrid: FEAPS. Disponible en
http://feaps.org/archivo/publicaciones-feaps/libros/coleccion-feaps/311-salud-mental-yalteraciones-de-la-conducta-en-las-personas-con-discapacidad-intelectual-guia-practica-paratecnicos-y-cuidadores.html
Mª José Goñi, Natxo Martínez y Abel Zardoya. (2007) Apoyo conductual positivo. Algunas
herramientas para afrontar conductas difíciles. Cuadernos de Buenas Prácticas. Madrid: FEAPS.
Disponible en http://feaps.org/archivo/publicaciones-feaps/libros/cuadernos-de-buenaspracticas/122-apoyo-conductual-positivo-algunas-herramientas-para-afrontar-las-conductasdificiles.html
Video:
Problemas conductuales y emocionales en los niños: causas, prevención y tratamiento.
Universidad Nacional de Educación a Distancia. (Tiempo. 23’:06’’).
https://www.youtube.com/watch?v=bJtzn9RKeMk
Trastornos de conducta
Universidad Católica de Loja. (Tiempo. 04’:36’’)
https://www.youtube.com/watch?v=Q3tE7icBxvQ
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