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ARCHIVOS DE LA SOCIEDAD OFTALMOLÓGICA HISPANO-AMERICANA 1944 – Marzo-Abril Significación funcional de las células visuales Antonio Gallego Fernández165 Notas histológicas: a) Sobre la presencia de formas anómalas de conos en retinas normales; b) Lesión degenerativa de los conos en un caso de sobredosificación en el empleo terapéutico de los rayos X Antonio Gallego Fernández177 Tres casos de enfermedad de Stargardt Enrique Salgado Benavides185 Un nuevo caso de enfermedad de Von Hippel Enrique Salgado Benavides194 El nicotinato de sodio como vaso-dilatador en Oftalmología Sertorio Senna197 El desprendimiento de la retina en los afáquicos J. Ramón Roda199 La oportunidad operatoria en el desprendimiento de la retina H. Arruga205 Nuevo separador para la operación del desprendimiento de la retina Antonio Prior Guillem209 Instrumental y técnica para la operación del desprendimiento de la retina José I. Barraquer Moner211 La hemorragia de vítreo en el tratamiento quirúrgico del desprendimiento de la retina Poyales219 El examen oftalmoscópico durante la operación del desprendimiento de la retina M. López Enríquez224 Extracción de cuerpos extraños intraoculares no magnéticos bajo examen radioscópico Sertorio Senna227 Del tratamiento de la panoftalmia por las sulfamidas Abundio Álvarez233 SIGNIFICACIÓN FUNCIONAL DE LAS CÉLULAS VISUALES (0 POR EL Dr. A N T O N IO G A L L E G O F E R N A N D E Z (Laboratorios de Fisiología de la Facultad de M edicina y del Instituto Cajal. Director: Prof. Dr. Jo sé M. de Corral). Sabido es que desde 1858, como consecuencia de los trabajos de Muller (7)' y de Koelliker (3), se admite que conos y bastones son los ele mentos celulares retinianos específicamente fotosensibles. Schultze ( 1 1) supuso más tarde que estas células visuales tenían un papel diferente, en el sentido de que los bastones intervendrían en la función visual con luz crepuscular y los conos en la visión diurna, colocando de este modo los pilares básicos de la teoría de la duplicidad, teoría que años más tarde V . K ries ( 13 ) fundamentó de un modo terminante al recoger los datos aportados por el mismo Schultze y agregarles nuevos conceptos. E l dato que sirvió de base para la aceptación de esta teoría se deducía del estudio del fenómeno de Purkinje (10). A fines del siglo pasado, coincidiendo con el desarrollo máximo del criterio morfológico en el estudio de la retina, teníamos ya en nuestro poder el descubrimiento de la púrpura visual por Rrohn (5), y el estudio de su función realizado por Boíl (1), y de uña manera magistral, y que resiste la crítica más severa de hoy día, por Kbtiig (4). ■Con el descubrimiento realizado por V . .Studnitz (14) de la sustancia visual de los conos (o, mejor dicho, de las tres sustancias visuales para el •rojo; amarillo y azul), recibe la teoría de la duplicidad la más herñiosa comprobación en el aspecto bioquímico. Si bien con los estudios de Muller y Koelliker quedaba establecido que la s : células .Visuales érate los elementos fotosensibles, hasta el descubri•tnlfcotoívde .las bipolares existió una laguna en nuestros conocimientos so.''-'t.(,i)'»"’ Comüjii'cAti 5 n presentada a la X II A sam blea de la Sociedad H ispano-Aniéricana de Oftalmología. Valen cia. Septiembre de 19 4 3). . < bre la conducción ele los estímulos desde dichas células a las células gan glionar es. Se creyó resuelto el problema al descubrir Muller las fibras que lle van su nombre, y que, en su opinión, serían el puente de unión entre di chos elementos. Sin embargo, los trabajos posteriores de Koelliker, del mismo Muller y, fundamentalmente, de Remak, al demostrar que las fibras de Muller eran elementos de sostén y 110 participaban en la con ducción del estímulo, volvieron a dejar planteado el problema en los mismos términos. Los primeros detalles concretes sobre los elementos ce lulares buscados datan de los trabajos de Merkal (1870), y especialmente de Dogiel (1884), que describen las células bipolares^ si bien ya con ante rioridad los núcleos de estas células (granos)' habían sido estudiados por investigadores anteriores. Posteriormente, Tartuferi, que aplicó por vez primera el método de Golgi a la retina, describió el tipo de células bipo lares que fueron conocidas desde los trabajos de Cajal ccn el nombre de bipolares para conos. Fué el sabio español el que en 1892 estudió a la perfección las bipo lares retinianas, y las dividió en dos grupos fundamentales: bipolares para conos, ya estudiadas por Tartuferi, y bipolares para bastones, descritas por él por vez primera. Establecía Cajal que los conos y bastones— elementos fotorreceptores diferentes—poseían una doble vía de conducción centrípeta por el camino de las bipolares para conos y bipolares para bastones, respectivamente. Con arreglo a sus ideas, de todos conocidas, la bipolar para conos se pondría en contacto con una célula ganglionar uniestratificada, y la bipo lar para bastones con las grandes ganglionares. Estos datos histológicos de Cajal, ya clásicos, se adaptaban a la per fección a la teoría de la duplicidad. Unido esto a los descubrimientos de V . Studnitz en el terreno bioquímico, no nos ha de extrañar que este au tor afirm een 1940 (14) que la teoría de la duplicidad es una de las teorías niejor fundamentadas de toda la fisiología. Como consecuencia lógica de estos estudios, se considera hoy día por la mayoría de los fisiólogos, siguiendo el concepto clásico, que los estímu los procedentes de conos y de bastones siguen una doble vía de conduc ción durante su trayecto intrarretiniano por el camino de las bipolares res pectivas. L a fusión de los estímulos procedentes de ambos tipos de célu las visuales tendría lugar, según estas ideas clásicas, a nivel de los cen tros o—en algunas ocasiones— a nivel de las células (ganglionares grandes o difusas). Con todo, de esta seguridad no participan todos los autores, a causa de la reciente publicación de una serie de datos que, unidos a otros co nocidos de antiguo y caprichosamente arrinconados, hacen dudar de que las cosas sean tan esquemáticas como hasta este momento parecía. Los datos obtenidos atacan los dos pilares básicos de la teoría de la duplici dad: duplicidad funcional de conos y bastones propiamente dicha y du plicidad de vías de conducción. E n lo referente al primer punto, recordaremos solamente que hay au tores (V errier, M ayou...) que insisten en que no hay un tipo absoluta- Fig . r.— Retina humana. Conos foveales. Método de F. Balbuena. mente uniforme de conos y otro de bastones, existiendo formas que adop tan un aspecto intermedio. Particularmente interesante es el dato de que los conos de las proximidades de la mácula y, sobre todo, los de la misma mácula, adquieren un aspecto hasta cierto punto parecido al de los bas tones (fig. i). Por otra parte, si bien ha sido demostrada perfectamente la existencia de dos tipos de sustancia fotosensible, púrpura visual y sus tancia de V . Studnitz, no se puede afirmar rotundamente su distribución exclusiva en bastones y conos, respectivamente, existiendo, al parecer, ambos tipos de sustancia fotosensible en cada tipo de célula visual. Téc nicas histoquímicas más finas que las empleadas hasta ahora quizá nos puedan aclarar este extremo definitivamente. Nos llevaría muy lejos el profundizar en el estudio de los datos proporcionados en contra de la teo ría de la duplicidad funcional de conos y bastones, datos que, por otra parte, no son absolutamente demostrativos, debido, en parte, a las difi cultades técnicas que condicionan su obtención. Son de mayor importancia que los datos discutibles que atacan la teo ría de la duplicidad, los proporcionados por F . Balbuena (2) referentes a las relaciones entre conos y bastones y a las vías intrarretinianas de con ducción del estímulo. Con arreglo a los trabajos de F . Balbuena, hemos de admitir una sola vía de conducción centrípeta intrarretiniana. Para el investigador espa ñol, un cono y un cierto número de bastones (variable en las distintas zo nas de la retina) forman un sistema fotorreceptor o unidad funcional sim ple. En la mácula, esté elemento fotorreceptor lo constituye únicamente una célula con características intermedias entre el cono y el bastón. Desde un punto de vista químico, predomina con mucho aquí la sustancia- de cono sobre la púrpura visual. Conforme nos alejamos de la mácula, el elemento fotorreceptor se hace más complejo al introducirse como parte integrante del mismo un número progresivamente mayor de bastones y, por lo tanto, de púrpura visual; al mismo tiempo, lógicamente, va aumentando de su perficie (fig. 2). V . Studnitz admite la existencia de tres clases de conos con cada una de las sustancias visuales cromáticas del rojo, amarillo y azul. Podemos admitir que existen tres tipos de unidades simples, a las que da carácter la sustancia visual cromática respectiva;; en todas ellas existe un componente acromático representado por la púrpura visual (cuya cuantía aumenta hacia la p eriferia); el componente cromático nos da la clase de cono que forma la unidad funcional: rojo, amarillo o azul. E l estímulo originado a nivel de estas unidades funcionales es trans mitido a las células ganglionares y centros por la vía única de las bipola res de F. Balbuena (2). ' Recordemos que las bipolares para bastones son consideradas como células de asociación a pequeña distancia. A sí como los modernos estudios de Polyak (9) y, fundamentalmente, de F . Balbuena (2) han hecho concebir las conexiones al nivel de la capa plexiforme externa, como es sabido, ‘ las conexiones al nivel de la plexiform e interna, distan mucho de haber sido completamente aclaradas. L a realidad es que en el momento actual no podemos precisar en la re tiña humana la exacta conexión entre lá terminación central dé las bipo lares y las células ganglionares. Sin embargo, los datos que pbséénios y el hecho de que exista un número muy diferente de células visuales, bipo lares y ganglionares, nos permite deducir lógicamente que un grupo de células visuales va a un número menor de bipolares, y que un número mayor o menor de éstas se conexionan con una sola ganglionar, centrali zándose y concentrándose de este modo los estímulos luminosos a nivel de esta última célula. Como se sabe, la relación existente entre estos tres tipos de células visuales es diferente en las diversas regiones de la retina, F ig . 2 .— Esqu em a demostrativo de las diferencias entre los sistem as fotoreceptores (A) centrales (a la derecha) y periféricos. L o s círculos representan conos, los puntos bastones cortados perpendicularm ente. de tal modo que en la mácula el elemento fotorreceptor simple— consti tuido por una sola célula— va a una célula ganglionar, mientras que, con forme nos alejamos de la mácula hacia la periferia, cada ganglionar va sucesivamente recibiendo mayor número de terminaciones de bipolares si náxicas (fig. 3). Aunque, como vimos más arriba, hay autores que proporcionan datos que pueden hacer dudar de la exactitud del concepto clásico de duplicidad funcional de conos y bastones, para nosotros, el problema no reside en las características morfológicas que pudieran diferenciar unas células vi suales de otras; podemos admitir, aunque sea con reservas, la teoría de la duplicidad en sus dos aspectos: el puramente morfológico y el químico. E l problema radica, según deducimos de los datos morfológicos hallados en la retina humana, en que hay que admitir una sola vía de conducción de los estímulos ópticos a los centros: un ccno y un cierto número de bas tones ; es decir, un sistema fotorreceptor sería siempre excitado simultá neamente por la lu z ; la excitación global de este sistema sería transmiti da por la bipolar sináxica, la cual fundiría las impresiones recibidas por conos y bastones y las transmitiría, a su vez, a las células ganglíonares. Admitimos, por lo tanto, una duplicidad de sustancia fotosensible, cuyo F ig . 3.-— Esquem a demostrativo de la m archa de las excitaciones luminosas en la región central y periférica de la retina humana. asiento ion conos 3' bastones; pero no una duplicidad d<e danducción de estímulos a les centros. E l estímulo originado al nivel del sistema fotorreceptor por el componente luminoso cromático e incoloro es transmitido por la vía única de las bipolares de F . Balbuena. Con esto no hacemos otra cosa que suponer que la fusión de las impresiones cromáticas y acro máticas tiene lugar a nivel del primer escalón, y no como se ha supuesto hasta ahora, a nivel de las ganglíonares o de los centros. L a gran diversi dad de sensaciones posibles se debería a la capacidad de las bipolares de transformar los estímulos transmitidos por las unidades funcionales en estímulos no sólo de distinta intensidad, sino inclusive de distinta clase, en virtud de “ energías específicas” , tal como para las células ganglionares admitía ya Muller. La disociación, según las diferentes regiones de la retina, entre las diversas funciones del ojo como agudeza visual, sentido luminoso in coloro y sentido cromático, había sugerido la idea de que existirían va rias clases de elementos especializados en una o varias de las funciones retinianas. Los sentidos luminosos incoloro y cromático se encuentran íntimamen te ligados de tal modo, que se hace difícil considerar que exista una abso luta independencia entre ambos. Por eso es también más lógico admitir, como hacemos nosotros, que las sustancias fotosensibles respectivas se encuentran íntimamente ligadas, constituyendo los componentes elementa les de la unidad funcional simple. Y a hemos visto' cómo esa unidad fun cional varía en las diversas zonas de la retina por la diferente propor ción existente entre ambas sustancias fotosensibles. E n todos los casos el estímulo transmitido a las bipolares resultará de la excitación originada por la descomposición, por acción de la luz, de los dos tipos de sustancia; la naturaleza del estímulo estará condicionada por la relación existente entre las sustancias fotosensibles destruidas y sus productos de descom posición. Cada unidad funcional será excitada por rayos de una longitud de onda y una amplitud determinadas que producirán una descomposición de una altura proporcional y una intensidad de impresión correspondien te. Por ejemplo, las unidades rojas originarán el estímulo que dará lugar a la sensación de rojo, con su mayor o menor componente acrcmático, y del mismo modo cada tipo o sistema (amarillo o azul). L a causa de la “ diferente manera de ver” con la mácula y con la re tina periférica radicaría en el hecho de que los elementos visuales que van a iniciar el estímulo son diferentes en ambas zonas. Como veíamos más arriba, en la mácula predomina, con mucho, la sustancia de cono so bre la púrpura visual. De este modo, nos podemos explicar la mayor pre cisión de la visión cromática en la mácula. Sabemos, en cambio, que la apreciación de las variaciones de intensidad luminosa es menor aquí que en la visión más periférica; este hecho se encuentra en relación con la falta de bastones en la unidad funcional y, por lo tanto, de la púrpura v i sual, sustancia cuya destrucción por acción de la luz nos permite medir la variabilidad de intensidad luminosa. E n cambio, la visión cromática en la periferia es menos perfecta, puesto que, como sabemos, hay en el sis tema fotorreceptor menor elemento de percepción cromática o sustancia de V . Studnitz, mientras que es mayor la apreciación de las diferencias de intensidad por la mayor cantidad de púrpura visual existente en el sistema. E l problema de la agudeza visual queda desplazado en úl'itna instan cia a las células ganglionares: la visión de dos puntos próximos como tales puntos separados ¡implica, como clásicamente se admite, la impresión de, por lo menos, tres elementos visuales: uno para cada punto y otro para el espacio de separación. L a transmisión a los centros del estímulo proce dente de los tres elementos visuales excitados se hará, en definitiva, por las células ganglionares, y para que se conserve este poder de discrimi nación es necesario que cada elemento vaya a una ganglionar diferente.; Esto ocurre en la mácula y sus proximidades, pero no en la retina perifé rica (fig. 3). L a agudeza visual y el poder de discriminación aumentan de la periferia al centro; por otra parte, el número de células ganglio nares es mucho mayor en las cercanías de la mácula; se puede admitir una relación entre ambos hechos. Cierto es que también es mayor el nú mero de conos; pero no hay que olvidar que es precisamente la célula ganglionar la que en última instancia ha de enviar los estímulos a los centros. Para que la transmisión de este estímulo a los centos se lleve a cabo, es necesario que la ganglionar sea excitada, excitación que, fisioló gicamente, tendrá lugar a nivel de sus arborizaciones dendríticas. Pero para que esta excitación se produzca, es necesario que el excitante ade cuado (en este caso el estímulo procedente de las bipolares) alcance un cierto umbral, esto es, una intensidad determinada. En la mácula y sus cercanías, el número de sistemas fotorreceptores simples o unidades fun cionales cuyos estímulos van a una célula ganglionar es o uno sólo, o un número muy pequeño de los m ism os; por lo tanto, la excitación de ese o de esos pocos elementos bastará para alcanzar el umbral. E n la periferia, cada ganglionar recibe las terminaciones de varias bipolares, que, a su vez, toman la impresión de sistemas fotorreceptores simples de mayor super ficie (por la mayor cantidad de bastones que le integran); creemos que para que la susodicha ganglionar sea excitada, es necesario que la excita ción que a ella llegue alcance una cierta intensidad, que sólo se lograría por la excitación, por lo menos, de varios de los sistemas fotorreceptores que conecta. Queremos con esto poner de manifiesto la probable presencia de lo que podríamos llamar “ grandes unidades funcionales” , representadas por los campos que abarca cada ganglionar en la proyección reíiniana. En una representación esquemática (fig. 4), los elementos fotorreceptores serían los exágonos (dibujados todos de igual tamaño, para mayor sencillez de la exposición, si bien hay que tener en cuenta que su área aumenta hacia la periferia), que en las proximidades de la mácula constituyen individual mente la gran unidad funcional (en círculo); al irnos alejando de la rnácu- Fig . 5 la, el campo que comprende cada ganglionar abarca dos, tres, cinco...; cada vez un número mayor de sistemas fotorreceptores simples. Las diferencias en la agudeza visual nos las explicamos fácilmente si tenemos en cuenta que en la mácula la visión de dos puntos próximos (figu ra 5) y muy pequeños como tales imágenes distintas, se logra gracias a que cada imagen excita, por ejemplo, un sistema fotorreceptor, que aquí va a una ganglionar diferente, y la impresión es transmitida a los centros con tal diferenciación. En la periferia, los dos puntos se funden en una sola imagen, por la sencilla razón de que sus imágenes retinianas sensi bilizan dos sistemas fotorreceptores que pertenecen a la misma gran uni dad funcional, con lo que la imagen transmitida a los centros será simple y no doble, como en el caso de la visión central. Otro dato interesante, y que nos puede también explicar por otro ca mino la diferente agudeza visual, es que la unidad funcional simple es, en la mácula, una sola célula; pero al irnos alejando de ella va progresiva mente aumentando de superficie al introducirse los bastones como parte integrante de la misma. Para percibir dos puntos próximos como separa dos, es necesario que esa separación sea mayor que para la visión central, para salvar así la mayor superficie de la unidad funcional intermedia. Pero insistimos de nuevo en que siempre, en definitiva, el problema queda despla zado a las ganglionares, para lo cual, hasta que no se posean datos más exac tos acerca de sus conexiones y distribución en la retina humana, no po dremos hacer afirmaciones rotundas. Las variaciones de la agudeza visual con las diferentes intensidades luminosas se explican por la existencia de asociaciones reflejas de diver sas unidades simples, con el fin de reforzar o debilitar; en una palabra, eq u ilib ra el estímulo transmitido a los centros. Este reflejo, cuyas fibras efectoras serán, probablemente, las fibras centrífugas, se lleva a cabo a nivel de la plexifonne interna por espongioblastos que asocian gangliona res y a nivel de la plexiforme externa por células horizontales, que aso cian sistemas fotorreceptores. E n efecto, los sistemas fotorreceptores simples no trabajan aislada mente. Se encuentran íntimamente ligados en su funcionamiento de tal modo, que la excitación de uno de ellos “ pone en marcha” , por así decir, toda la membrana visual. Los diversos sistemas de conducción vertical se encuentran íntimamente relacionados entre sí por intermedio de otros elementos retinianos: bipolares de asociación para la relación con los sis temas inmediatos y células horizontales para la relación a mayor distan cia, así como por la presencia de numerosos plexos, ya descritos por Cajal y reconocidos en teda su importancia por F . Balbuena. Todos estos ele mentos aseguran la unificación de función de los sistemas de células visua les sin que sufra la integridad de la conducción individual. Posiblemente intervengan las relaciones a pequeña distancia, por in termedio de las bipolares de asociación, en la producción de los fenóme nos de irradiación y contraste simultáneo., fenómenos que tratamos de acla rar a la luz de estas ideas. R ESU M EN L a percepción de la luz con sus dos componentes, cromático y acro mático, es función de los sistemas fotorreceptores o unidades funciona les “ conos-bastones” en íntima relación con los elementos vecinos. L a di ferente proporción en que se encuentran las sustancias fotosensibles en los sistemas fotorreceptores de las diversas zonas retinianas, nos explican las diferencias cualitativas entre la visión central y periférica. L a agudeza visual se encuentra, probablemente, en relación con la dis tribución de las células ganglionares. B IB L IO G R A FIA 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. B o l l : Z u r Anatomie und Physiologie der Retina “ Arch. Anat. und Physiol.” 1877. F . B a l b u e n a : Conexiones de los conos y d'e los bastones ai nivel de la capa plexiform e extVrnß de la retina. “ Arch. de Oft. Hisp.A m .” , t. X X X V , pág. 3 3 7 ; julio 1936. K o e l l i k e r : Mikroskopische Anatomie oder Geweblehre des M en schen. Leipzig, 18 5 4 ; vol. II, pág. 648. 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Director: Prof. Dr. Jo sé M. de Corral) L a comprobación de la forma real de las células visuales y especial mente la de los conos no deja de presentar dificultades, a cáusa de la gran rapidez con que se alteran estas células, aunque sé empleen los fija dores más finos de que dispone la técnica histológica. Estas dificultades -—sobre todo manifiestas en la retina humana— son las que permiten de cir a W alls que la verdadera forma del cono pudiera ser, aun hoy en día, desconocida para nosotros. Las características morfológicas descritas recientemente por diversos autores se separan de las típicas formas clásicamente admitidas; tanto és así, que en estos últimos años han aparecido una serie de trabajos qué'llegan a poner en duda la absoluta diferenciación morfológica entre conos .y bastones, admitiendo la presencia de foiinas intermedias (Verrier, Culler y W alls). • ' ' Cierto es que en las preparaciones que se obtienen de retina humana aparecen conos. cuyo artículo externo presenta variantes 'morfológicas y que el núcleo. de los conos de las proximidades de la mácula se aleja de la limitante y se alarga, al tiempo que el pie se redondea y toda la célula llega a adquirir un aspecto hasta cierto punto parecido al bastón. Todas las variedades morfológicas que se han descrito pueden ser, en realidad, atribuidas a alteraciones producidas por los reactivos. Sin em bargo, se considera como constante la situación del núcleo inmediatamen te por debajo de la limitante externa; por eso creemos interesante un caso en el que heñios podido poner de manifiesto la presencia de núcleos de conos situados por encima de dicha capa. Fig. i . — Retina hum ana; m icrofotografía. Método de F. Balbuena. E l ojo había sido enucleado, a un hombre de treinta y ocho años, por herida penetrante en la región ciliar, con grave pérdida de vitreo, no ha biendo presentado el paciente con anterioridad anomalías visuales de nin gún tipo. Las preparaciones se han llevado a cabo empleando la técnica de F . Balbuena. E n las proximidades de la mácula del ojo en cuestión, se encuentran algunos núcleos de conos situados inmediatamente por encima de la li mitante externa. Las características nucleares: forma, riqueza y distribu ción de la cromatina, presencia de un nucléolo, etc., son en la mayor par te idénticas a las del resto dfe los granos de conos normalmente situados. Unicamente algunos de estos núcleos son más pequeños y alargados y en casos de forma ligeramente arriñonada, especialmente en los más cercanos a la mácula (ñgs. 1 y 2). No es esta la primera observación de núcleos ectópicos de conos, pues to que ya con anterioridad Borysiekewics primero y posteriormente Eisler describen esta anomalía en retinas de monos, buey y murciélago. En la retina humana, Culler y Walls la han descrito en un hombre de sesenta y un años. íjí % ifí Hemos practicado el estudio histológico de un ojo enucleado por le siones debidas al empleo incorrecto de los rayos X al tratar un carcinoma F ig . 2 .— A , limitante externa. B, Form as anóm alas de conos. C, conos normales. de párpado superior. Si bien nos faltan los datos exactos de dosificación e historia clínica, creemos de interés este caso por haberse encontrado en él un tipo de lesiones retitiianas no descrito hasta el presente. Hemos po dido comprobar casi todas las lesiones descritas en los globos oculares en estos casos, lesiones de cuya especificidad, por lo menos en su mayor par te, dudamos. Parecen de clara etiología roentgeniana las lesiones típicas de córnea y conjuntiva, muy claras en este caso; pero al lado de ellas se pre sentan cuadros histológicos debidos probablemente a infecciones sobre añadidas y a degeneraciones secundarias. Como métodos de estudio hemos empleado los de Río Hortega, Balbuena y Weigert. En la conjuntiva, aparece una infiltración celular con predominio de células cianófilas, que es especialmente manifiesta al nivel del limbo cor- neal. E 1 epitelio ccnjuntivai aparece engrosado y con sus células superfi ciales sin núcleo (fig. 3), constituyendo una capa semejante a la capa cór nea del epitelio tegumentario. Esta queratinización es un trastorno de cla ra etiología roentgeniana, pues sabemos que los rayos X , con su gran afi nidad por la cromatina nuclear, activan los procesos fisiológicos de pérdi da del núcleo, dando con ello lugar a esta hiperqueratosis, bien estudiada por Peter y Collins. No hemos podido comprobar las lesiones vasculares descritas por Hoffmann. • F ig . 3 .^ D e t a lle del epitelio .conjuntiva). Método d e.F. Balbuena. En la córnea se había originado una pérdida de sustancia, qué condu jo a su.perforación. El'epitelio corneal anterior falta en numerosos sitios y el endotelio posterior está sustituido en algún lugar por células de exuda do qué descansan sóbrela membrana de Descemet. E l mecanismo de pro ducción de las lesiones corneales es el siguiente’: una vez desarrollada la infiltración, que hemos estudiado, a i nivel del limbo,‘se destacan de este punto vasos rodeados de acümulos celulares qué se insinúan entre las fi bras del parénquima y entre la membrana de Bowmann y el epitelio-tcor‘neal, dirigiéndose hacia él centro de la córnea y . dificultando progresiva mente lá' visión. A tiivel de estas manchas de queratitis parenqüiinatosa se originan pérdidas de sustancia, que pronto se funden unas con otras y originan el tipo de lesión ulcerosa descrita por Hoffm ann, lesión muy maligna que conduce a la perforación. E n la esclerótica y coroides aparecen ligeras lesiones sin interés. L as lesiones producidas en la retina no han sido del todo estudiadas, al contrario de lo que ocurre con las restantes partes del globo ocular. La radiosensibilidad retiniana, como la de todo el sistema nervioso, es inte- Fig . 4 .— Corte perpendicular de la retina en las proxim idades de la mácula. 1, capa de los granos externos. 2, cap a de Henle con lesiones en los filamen tos internos de los conos. 3 , plexiforme externa. 4, granos internos. Método de F. Balbuena. rior a la del resto de los elementos del globo ocular, formaciones epite liales y conjuntivas, por lo cual la reacción en la retina no comienza has ta después que la conjuntiva y la córnea han sido lesionadas, dificultan do ya de por sí la visión. E n las células ganglionares se ven apelotonamiento de los grumos de Nissl, vacuolizaciones del protoplasma y picnosis nuclear. En los granos externos e internos no se aprecian trastornos de ningún tipo, únicamente se puede comprobar una infiltración por células de procedencia sanguí nea, que es especialmente manifiesta a nivel de la plexiforme interna. Aparece, sin embargo, una lesión sobre la que hemos de llamar la aten ción, y que consiste en la presencia de engrosamientos y retracciones del filamento interno del cono y la formación en los pies de los conos de unas vacuolizaciones grandes, únicas, que, desde luego, no hemos visto nunca en las retinas sanas. Aparecen estas lesiones en algunos conos únicamente y se pueden comprobar con las técnicas de impregnación argéntica y ani linas. L a deformación y engrasamiento del filamento interno se comprue- Fig . 5 .— Corte perpendicular de la retina. 1, capa de los granos externos. 2, ple xiform e externa con (a), pie de cono normal y (b), pie de cono vacuolizado. 3 , capa de los granos internos. ban especialmente en las proximidades de la mácula (fig. 4 ); los conos de zonas más periféricas de la retina no los presentan. En cambio, la lesión vacuolar se encuentra distribuida por toda la retina (fig. 5) por igual, úni camente se observa que los pies de los conos próximos a la mácula se en cuentran mucho más alterados y en algunos lugares completamente des truidos (fig. 6). E s frecuente al realizar tinciones de la retina que no se tiñan los pies de los conos, dando lugar a imágenes que a primera vista pudieran confundirse con estas vacuolas de que hablamos. Fortin, por ejemplo, describe esta impresión negativa del pie del cono, como forman do parte de sus hipotéticos “ aparatitos dióptricos” ; Balbuena, trabajan- F ig . 6.— Conos de las proxim idades de la m ácula con lesiones en el pie. Método de F. Balbuena. 7 .— D iversos tipos de m acrófagos en el vitreo. Método de F. Balbuena. do en retinas de ojos humanos enucleados por diversas afecciones, encon tró estas vacuolas y supuso su carácter patológico. E l no haber encontrado este tipo de lesión en retinas humanas norma les, obtenidas muchas de ellas en malas condiciones de fijación, y el he cho de que se presente sólo en algunos conos y se pueda comprobar su presencia con las impregnaciones argénticas y anilinas, nos hace suponer su carácter francamente patológico. No queremor decir con esto que este tipo de lesión que acabamos de describir sea específico de alteración por rayos X . Son manifestaciones degenerativas que se encuentran con segu ridad en muchas otras afecciones retinianas, lo mismo que muchas de las lesiones descritas por diversos autores en estos casos. En la región macular presentaba este caso un pequeño desprendimien to y el espacio coriorretmiano estaba ocupado por un líquido ligeramente albuminoso. En el vitreo se comprueba la presencia de gran cantidad de macrófagos (fig. 7). L as lesiones tardías producidas por el empleo inadecuado de los ra yos X : glaucoma y catarata, de observación preferentemente clínica, no han podido ser estudiadas en este caso. E l estudio del cristalino no ha re velado ninguna alteración. TRES CASOS DE ENFERMEDAD DE STARGARDT*1) POR EL Dr. E N R IQ U E S A L G A D O B E N A V ID E S (León) L a manifiesta indecisión observada en la literatura oftalmológica cuan do de individualizar la enfermedad de Stargardt se trata, nos ha hecho considerar interesante exponer ante vosotros estas tres historias clínicas, que bien podrían englobarse bajo el título de “ U n nuevo caso de dege neración macular familiar progresiva” , ya que entendemos que ellos son eslabones de una misma cadena, episodios concatenados que dan sabor definido al síndrome, teoría de síntomas que, serenamente enjuiciados des de una atalaya de cuarenta años, nos llevan a conocimiento más perfecto de esta enfermedad, incompletamente estudiada en el momento actual. E s, en efecto, cierto que siempre que se habla de enfermedad de Star gardt, se describen con todo detalle aquellas manifestaciones subjetivas de su comienzo, cuyo hecho anatómico parece que nos está vedado hasta que, cansada de nuestra indecisión, se hace patente por la lesión macular característica. E n este momento, de claros focos maculares primero y perimaculares después, bien conocido y diversamente interpretado, parece culminar, a través de los diversos autores, el carácter progresivo asignado a un procedi miento que nosotros— con razón o sin ella— queremos ver avanzando de modo lento, fatal e incontenido, hasta que, rebasando los límites perimacu lares en que todas las descripciones publicadas terminan, alcanza las por ciones retínales más alejadas que son propicias a su intención. Basándose en el estudio de los siete casos pertenecientes a dos fa milias que dió a conocer en 1909 (Von G favfes Arch.) y los tres casos en una misma familia publicados en 19 13 (Zeit. f¡iy Augk.), distingue Star gardt con el nombre de “ degeneración macular familiar progresiva” una afección de la retina, que, con carácter familiar, ataca selectivamente la región de la mácula, y cuyas primeras manifestaciones aparecen en la edad infantil o en la adolescencia. Esta primera condición cronológica alcanzaría carácter privativo de las distintas familias, pues parece ser que, dentro de una misma agrupa ción, se manifiesta siempre, bien en la época de la niñez o bien en la de la pubertad. De principio insidioso aparece, como primer síntoma, un déficit de sensibilidad retiniana central, que obliga al enfermo a fuertes iluminacio nes en la visión próxima, y quizá un escotoma para los colores. En un plazo que, a la vista de la literatura, podría fijarse entre dos y doce años, la visión decrece notablemente y la lenta instauración de un escotoma central absoluto cierra este primer período, en el que la oftalmoscopia parece ser totalmente muda y durante la cual no nos fue dado descubrir traza de lesión en el enfermo, que en tal período tuvimos la oportunidad de observar; ni aun recurriendo a la luz aneritra que en estos casos aconseja Terrien. Quizá con más perfectos medios de observación, tales como el oftalmoscopio binocular de Franchesquetti o recurriendo al dispositivo de López-Enríquez, puedan verse los comienzos de esta lesión, que, cuando no es patente, forzoso será que la supongamos De todas las maneras, su comprobación en este primer período debe de ser de una extremada delicadeza, puesto que Bailliart y Valois tampoco han podido verla. Más tarde, y como primera manifestación objetiva, aparecen en plena mácula unos puntitos amarillentos de degeneración retiniana, que no tar dan en verse rodeados de pigmentación anormal. Estos focos, degenerativos y pigmentarios, ostentados con soledad tan absoluta que adquiere caracteres de especificidad, y que, en su lentísimo avance, hemos visto alcanzar la región perimacular más próxima en un lapso de tiempo no inferior a seis años, constituyen la única representación retinal de este segundo estadio de la enfermedad. Pues aun aquellos casos que algunos autores—y el mismo Stargardt— describen acompañados de pequeños focos periféricos de corioretinitis o retinitis pigmentaria, forzoso es reconocer que pertenecen a situaciones más avanzadas y no a este pri mer momento somático en que la lesión foveal aparece sola, pura y des lindada. Nuevas observaciones del mismo atitor, de individuos en los que coin cidían trastornos psíquicos, le dan pie para diferenciar las dos formas de degeneración macular progresiva: con y sin trastornos del psiquismo. Se parados perfectamente los primeros de los casos que Baten describió en 1903 y 19 2 1 como forma particular de degeneración de la mácula aso ciada a trastornos del psiquismo, pertenecientes al grupo de la enferme dad de Tay-Sachs, y de la que la diferenciaría su forma de aparición tardía. Forma pura y forma asociada que el autor individualiza también en tre otras afecciones de cierta semejanza, como la degeneración macular congènita de tipo luètico, que ataca a varias generaciones de una misma familia, y que Best describe acompañada de alteraciones del sentido cro mático: estrabismo, retinitis pigmentaria o sordera. L a misma degeneración paramacular presenil de T ay, observada en 1875 en tres enfermos de cuarenta a cincuenta y siete años, caracte rizada por pequeñas manchas claras paramaculares, y la degeneración en panales de miel, de Doyne, que en forma de focos blancos aparece en el niño o en el adulto, no podrían interpretarse como estados evolutivos de la enfermedad de Stargardt. Forzoso es recordar también a este respecto la clasificación de Leber, en la que, con excepción de la enfermedad de Tay-Sachs. todas las le siones maculares, infantiles y juveniles, están encasilladas como estados diversos de retinitis pigmentaria. Opinión que también sustenta Collins en el Congreso de Wàshington de 1922 respecto a la enfermedad de Stargardt, que hace depender de una abiotrofia del neuro epitelio, ligada a otras manifestaciones de origen central, como la idiocia y la parálisis espinal. Por fin, Behr, englobando las heredodegeneraciones maculares en un denominador común, las clasifica, con relación al momento de sus prime ras manifestaciones, en : x.° Enfermedad de Tay-Sachs o forma demencial del recién nacido. 2.0 Degeneración macular familiar progresiva propiamente dicha, subdividida en forma infantil, forma viril y forma presenil. 3.0 Degeneración macular senil. Después de este resumido recuerdo bibliográfico, nos encontramos con descripciones que, aun las más amplias, no van más allá de las regiones perimaculares próximas. ¿Pero es ésta toda la verdad? ¿E s la enfermedad de Stargardt una entidad patológica cuya progresividad no alcanza más que a la mácula y .sus vecindades? Suponemos que no. La enfermedad en cuestión nos parece estar ani mada de un poder invasor lentísimo, pero constante, incontenido e incon tenible hasta el día, y que, segura de su destino, va hacia él en derechura con ritmo que quizá no pueda aguantar la misma vida del hombre. Suposición ésta razonada con las historias clínicas que expongo: 1.a Isidoro Fernández Bandera, de diez y ocho años, natural de Valderilla (León), hijo de Marcelino y de Rcsa, llega a nuestra consulta un día de 1932. Antecedentes fam iliares: Nos dice que sus padres, que son primos carnales, tienen cuarenta y cinco años cada uno, y, aparte de las enferme dades agudas corrientes, que nunca alcanzaron gravedad, siempre han disfrutado de buena salud. Ambos son de constitución normal y están exentos de toda tara orgánica conocida. De este matrimonio han nacido cinco hijos, mereciendo todos de su madre, en el momento de nacer, el calificativo de “ muy hermosos” , pero que al correr el tiempo solamente uno— la que hace el número tres— se ha librado de manifestaciones degenerativas de diversa índole, y de las que en este momento no hablamos por no incurrir en repeticiones inútiles, ya que ellas irán apareciendo a lo largo de nuestra exposición. Antecedentes personales.—Este enfermo, el mayor de los hermanos, que, sin episodios dignos de mención ni en su vida ni en su salud, llega a los catorce años con buena agudeza visual, empieza a notar de pronto que se le debilita la vista, pero no lo daba importancia, porque su estado le permitía vivir sin molestias, según dice. Con esto y con la también afirmación suya de que unas veces veía me jor con mucha luz y otras le cegaba el sol, nos quedamos sin poder pre cisar más la evolución sintomatológica en los cuatro años transcurridos desde las primeras molestias hasta el momento en que se presenta a nos otros. Estado actual.— Es un muchacho de mediana estatura y buena consti tución. L a cabeza, constantemente dirigida adelante y abajo, como ansiosa de luz, está afecta de un movimiento basculante lateral, en busca del enfo que a cada momento. Las pupilas aparecen en dilatación media y reaccionan, aunque algo torpemente, a la luz y acomodación. Por biomicroscopia aparecen eses vestigios tenues, tan frecuentes, que asentando en lo que Soria llamó gola iridiana, cruzan la pupila de parte a parte. Nada anormal en córnea, cristalino ni vitreo. L a visión con cada ojo, en posición suigénerís de la cabeza y globos oculares, es de un octavo a dos metros. Reconoce los colores de modo satisfactorio, y en las horas crepuscula res dice que ve mejor. En campo visual de límites periféricos normales, aparece un escotoma central, total y negativo, y la oftalmoscopia a imagen recta denuncia la presencia de un solo foco degenerativo, de proporciones discretas, asentan do en plena mácula del O. D. En ojo izquierdo, el m isniC' foco macular, de idéntica forma que su congénere, aunque un poco mayor y un punteado de aspecto pigmentario, no muy abundante, en los aledaños maculares. Las reacciones de Wasserman y complementarias son negativas, asi como la de tufcerculina antigua de Koch. Fondo dé ojo de Isidoro Fernández Bandera. Fondo de ojo de Estébana Fernández Láiz. Visto por ei médico general, nos dice no encontrar nada anormal en los distintos sistemas y aparatos. Este enferme, que calificamos de mentalmente retrasado, es de reaccio nes psíquicas disminuidas. Sometido a tratamiento antiluético, en el que con seis gramos de Neosalvarsán se alternaron sales solubles de mercurio, no se obtuvo ningún resultado. M ás tarde, los tratamientos que lógicamente se nos ocurrieron con yo duros, vasodilatadores, reconstituyentes, vitaminas, etc., sin que con todos ellos consiguiéramos más que asistir impotentes a un proceso progresivo en el que, si las lesiones' no parecían modificarse en ningún sentido, la función decaía con ritmo lentísimo. Cuatro añes duró nuestra observación, pues en agosto de 1936 el en fermo desapareció de modo trágico. 2.a La observación número 2 se refiere a la enferma Teresa Fernán dez Bandera, hermana del anterior, que en la actualidad tiene veintiún años, y a quien vimos por primera vez en mayo de 1936, en el momento en que empezaba a notar las primeras molestias. Las particularidades anamnésicas y de familia difieren bien poco de las de su hermano. Completa salud hasta los catorce años, edad en la que dice haber pa decido una fiebre de carácter grave, a la que atribuye la aparición de los primeros trastornos visuales. Frecuentes dolores de cabeza. Menarquia pcco después, transcurriendo esta función sin alteraciones que merezcan notarse. Cuando la vemos por vez primera, se queja de pérdida de visión, “ y en los días nublados— dice— veo m ejor” . L a visión, sensiblemente igual en ambos ojos, alcanza 1/ 6 ó 1/ 4 di fícil, aunque con niebla. Tiene un escotoma central, relativo para el blanco y total para los co lores. Las pupilas reaccionan bien, en función directa e indirecta, y las le siones de fondo de ojo, que -indudablemente existían, no estuvieron a nuestro alcance. L a investigación serológica fué totalmente negativa. Con el interés y curiosidad que es de suponer, nos disponemos a asis tir a la evolución de este prcceso, que creemos coger en sus comienzos; pero las vicisitudes de nuestra guerra nos hicieron perder a la enferma. Han pasado seis años cuando, con motivo de asistir a otro hermano suyo, colaborando como oftalmólogo con el psiquiatra de León doctor Solís, conseguimos localizarla de nuevo y recuperarla. L a cosas han cambiado totalmente en el sentido progresivo que era de suponer. L a agudeza visual se ha reducido a i / i o a dos m etros; los límites peri féricos del campo visual .son normales; el escotoma se ha hecho absoluto, y sus límites nos son conocidos. Continúa reconociendo los colores, siquiera ante el verde reaccione con dificultad. Las lesiones de fondo de ojo, asentando en región de mácula y perimaculares, son, como las de .su hermano, de tipo degenerativo, con acúmulos discretos de pigmento en sitios no muy lejanos. L a papila está triste, sin que por ello pueda decirse que presente ves tigios de atrofia. Los vasos, que permiten suponer una irrigación normal, son visibles en toda su extensión. E n el momento actual la tenemos sometida a tratamiento, y, aunque nada o muy poco esperamos de él, no somos, sin embargo muy pesimis tas respecto al porvenir de esta enferma, y en ella nos parece ver refleja do el proceso de la otra enferma que reseñamos a continuación, pues con sideramos que, o la vida del hombre es demasiado corta para que esta en fermedad pueda llegar a su éxito, o se detiene de modo definitivo cuando consigue alcanzar ciertas regiones retinales. 3.a Estébana Fernández Laiz, de cuarenta y seis años soltera, natu ral de 'Candanedo (León), a instancia nuestra se presenta en la clínica. E s hija de Juan y Baltasara, matrimonio en el que no existía ningún lazo de consanguinidad y del que nacieron cuatro hijos, dos varones y dos hembras. E l padre disfrutó siempre de buena salud y murió a los treinta y seis años de un episodio febril agudo. L a madre murió a los setenta y siete años de cáncer de estómago. Ninguno de los dos padeció nunca de los ojos, y la viejina tenía al morir una envidiable agudeza visual. Entre los abuelos de ambas ramas no existieron lazos de parentesco, y todos vivieren en buena salud. En ninguno de sus ascendientes ni fa miliares contemporáneos se han dado casos de enfermedad ocular. Por primera vez aparecen éstos en tan numerosa familia con la her mana mayor de la enferma historiada, que murió a los cuarenta y cinco años, no sabemos de qué, y desde su nacimiento fuéj corta de vista, sin que nunca pudiera gastar lentes, porque con ninguno veía mejor. E l segundo y cuarto hermanos tienen buena salud. Antecedentes personales.— Durante su infancia, dice que recuerda ha ber estado •enferma alguna vez, pero siempre de cosas pasajeras, y que hace muchos años que no tiene necesidad de recurrir al médico. Hacia la edad de diez años empezaren a notar, la interesada y sus fa miliares, que cuando jugaba con las otras niñas no podía seguirlas en sus travesuras y se acobardaba porque no veía bien. En la escuela, para ver las letras, tenía que ponerse cerca de la ven tana aun en los días muy claros, única manera de que la disminuyera la neblina que tenía delante. De modo progresivo* y lento, esta neblina fue aumentando hasta llegar a los catorce o quince años, en que ya no veía nada de frente, y, en cam bio, notaba que su vista era mejor por la noche; hasta el extremo que es tando obligada, por sus ocupaciones, a andar mucho por los caminos, pro curaba hacerlo después de ponerse el sol. E l tránsito crítico se produjo con toda normalidad, y no ejerció nin guna influencia sobre su estado. Estado (tchtal..—E n disminución incontenida, pero inapreciable, llega al momento actual esta enferma, que, después de las pérdidas relativamen te rápidas de su juventud, necesita, en un lapso de cerca de cuarenta años, grandes distancias en el tiempo para contrastar su déficit. Por simple inspección se nota una desviación voluntaria de ambos ojos de unos 20o hacia la derecha. L a visión aproximada es de dedos a dos metros, y apenas distingue los colores fundamentales. No hay posibilidad de hacer perimetria cuantitativa, y únicamente se puede colegir que en la posición normal de la mirada empieza a ver al ob servador de la cintura para abajo. Del examen por oftalmoscopia, a la luz oblicua y biomicroscopia, no se deduce ninguna alteración de córnea, cámara anterior e iris, ni tampoco se observa vestigio alguno de la vida fetal. E n cristalino, algunos puntos opacos periféricos, seguramente congénitos, y en cristaloides posterior de ambos ojos, ligera opacidad difusa. En vitrio, cuerpos flotantes muy ricos en cristales de colesterina. E l fondo presenta el aspecto que puede verse en la figura. Acúmulos enormes de pigmento que ocupan toda la región de la mácu la y peripapilar, entrelazados por estrías, también pigmentarias, dando al conjunto aspecto de tupida blonda más bien que de enrejado, y que úni camente poco antes de la región ecuatorial empieza a difuminarse para respetar las partes más periféricas. Los vasos, imbrincándose aquí y allá, ocultos en la mayor parte de su trayecto, tienen aspecto esclerósico, y la papila, amarillenta y sucia, aparece presa entre focos degenerativos. No se ha hecho ninguna clase de investigación serológica, y, por lo de más, el aspecto de la enferma es normal. No existen signos clínicos de lúes ni tuberculosis, y su inteligencia y reacciones psíquicas nos parecen corrientes. Como única terapéutica, no recuerda la enferma más que unas duchas frías que la aconsejaron en su juventud, algunas medicinas por vía bucal de cuando en cuando y dos o tres intentos de comprar lentes a los chama rileros que iban por su pueblo. Esta enferma es hermana del padre de los dos enfermos anteriores * * * Diagnosticado el primer enfermo de corio-retinitis macular, sin más apelativos, fué a la llegada de su hermana cuando, buscando una relación causal, hicimos el diagnóstico de enfermedad familiar de Stargardt, afir mado más tarde con la observación número tres. Existe en estos tres enfermos una igualdad sintomatológica de comien zo y de evolución; son tan idénticas las lesiones oftalmológicas observadas en distintos momentos en los dos primeros enfermos—y lógicamente su puestos en el último— , que necesariamente hay que considerarlos como ramas de un mismo árbol cuya raíz se pierde entre las vicisitudes de tan larga familia o entre la incultura de estas pobres gentes. E s a la vista de la tercera historia clínica, acaso menos estudiada, pero a este respecto más interesante, cuando nos parece ver el tercer estadio de esta enfermedad que nos ocupa, y en el que, en virtud de un poder in vasor no contenido a través del tiempo, en su paso lentísimo son invadidas paulatinamente zonas cada vez más periféricas, para detenerse, quizá, en la tierra baja, donde los conos ya casi tienen representación. Los casos que hemos reseñado .como pertenecientes a la degeneración macular de Stargardt son considerados como de forma pura, porque nin guno de los antecedentes ni datos en ellos recogidos permiten incluirlos entre los psicópatas. Sin embargo, nos parece muy aleccionador el episodio de otro indivi duo de la misma familia— hermano de los dos primeros enfermos— que hemos visto padeciendo estados demenciales, sin que en él pudieran apre ciarse síntomas oculares de ningún género. Inclina esto a creer que puede tratarse en este caso— y aun en aque llos mixtos que describía Stargardt— de una entidad morbosa familiar que, haciendo presa en determinados grupos celulares, se manifiesta, unas ve ces, en forma ocular; otras, en forma cerebral, y dentro de un complejo degenerativo más amplio en las formas mixtas. ¿ Se trata, en verdad, de una degeneración, de una abiotrofia del neuroepitelio retiniano en el sentido que quería Treacher Collins para las dis tintas formas de retinitis pigmentaria? ¿E s, por el contrario, una manifestación de heredo-lues, como afirmó M orax ? L a literatura en este sentido es abundante, y nuestro modesto propó sito de aportar únicamente los tres casos reseñados no nos permite su aná lisis ni adentrarnos en razonamientos que, por otra parte, a nada práctico habían de conducirnos. Nos concretamos a señalar nuestra creencia de no encontrarnos en estos enfermos historiados frente a una manifestación sifilítica más o me nos embozada. CONCLUSIONES 1.a Consideramos la enfermedad de Stargardt como una degenera ción retiniana necesariamente familiar, de comienzo' macular y etiología desconocida. 2.a E l carácter progresivo que la distingue permite diferenciar clí nicamente tres momentos. En el primero aparecen manifestaciones sub jetivas en relación con lesiones refinales patentes sólo ante procedimien tos de observación muy sensibles. E l segunde estadio se corresponde con lesiones retinales macrofórmicas, cuyo carácter esencial es el estar redu cidas al campo macular. E l tercer estadio se caracteriza por focos pigmen tarios y degenerativos que ocupan muy extensas regiones retínales. 3.a L a enfermedad de Stargardt parece tener tendencia selectiva so bre los conos retínales. 4.a Este proceso no conduce a la ceguera total. UN NUEVO CASO DE ENFERMEDAD DE VON HIPPEL («) POR EL Dr. E N R IQ U E S A L G A D O B E N A V ID E S (León) Si, como dice Gracián en su Discreto, no debe hablarse en ambientes doctos más que cuando hay algo nuevo que decir, fuera buena medida de discreción no molestaros en estos momentos, puesto que con mi aporta ción no se avanzará un solo paso en el conocimiento de síndrome tan os curo como la enfermedad de Von Hippel, después del estudio realizado el pasado año por el Dr. Sellas y las luminosas intervenciones de los asam bleístas de Barcelona. Pero, por una parte, la tentadora dificultad del caso y, por otra, la rareza de su observación, no nos permite silenciar este en fermo que hemos estudiado guiados por la mano maestra del profesor Díaz-Cañe ja, a quien fervorosamente agradezco las enseñanzas que con estos y otros motivos me ha proporcionado en su tarea educadora de to dos los días. Se trata del enfermo Emeterio García Fernández, de treinta años, ca sado, labrador y natural de Pobladura de las Regueras (León), en quien Díaz-Caneja nos orientó hacia angiomatosis de Von Hippel. Se presenta en nuestra consulta el día 10 de noviembre de 1942 aque jando disminución de agudeza visual en O. I., que dice empezó a produ cirse acompañada de ligera molestia hace dos meses. E s hombre de buena constitución y no recuerda haber padecido más enfermedad que un catarro intestinal que, a la edad de catorce años, le obligó a guardar cama por espacio de cuatro meses. En sus familiares no se encuentran antecedentes dignos de mención, y sus padres, ya viejines, tienen buena salud. Tiene seis hermanos y todos están sanos. Su O. D., en un todo normal, anatómica y funcionalmente, alcanza el núm. 1, para lejos y cerca, de la escala de W ecker. En polo anterior de Fig . 2 . —-El misino caso diez meses después de la prim era observación. O. I. no se trasparencia A la luz en el sector nota ninguna alteración y los medios refringentes en plena y su visión reducida a 1 /4. refleja puede observarse una zona de marcado tinte grisáceo inferior. Por oftalmoscopia a imagen recta nos encontramos una papila normal en sus contornos y emergencia de los vasos. Del embudo central parte un filamento grisáceo, que por su extremo distal flota libremente en vitreo, proyectando una débil sombra sobre el fondo retinal y que representa a la arteria hialoidea. Dos diámetros más abajo la retina está atravesada en .sentido transver sal por un cordón blanquecino, que recuerda lesiones de las retinitis pro liferantes (reacción neuróglica y conjuntiva, según algunos autores) y sirve de límite entre una porción retinal superior de aspecto normal, aun que su reflejo rojo esté disminuido de tono, y otra porción inferior gri sácea y marcadamente edematosa. L a rama inferior de la vena central, que hasta esta altura presentaba el normal aspecto de los demás vasos, empieza aquí a ramificarse en abun dante proliferación de capilares y al final visible de cada uno de ellos, di minutas dilataciones aneurismáticas, que dan al conjunto aspecto de fino punteado. Dos de estas ramas de la vena central, más largas que las otras, ter minan en dos voluminosas masas de aspecto tumoral, haciendo fuerte re lieve en vitreo y que indudablemente son globos vasculares que proyec tan sombras sobre el fondo. Anastomosadas por su parte superior y sin poder discernir si el vaso continúa o no por su parte periférica, se la ve rodeada de abundantes manchas de tinte violado y dos extensos focos hemorrágicos frescos, que por su color recuerdan los desgarros retínales. E s, efectivamente, el cuadro que Mawas llamó de angiomatosis capi lar quística, siquiera en nuestro caso parezca ser un solo vaso el afectado y éste no alcance en su trayecto un aumento uniforme de calibre. Aunque el enfermo dice que sus molestias son de fecha reciente, la presencia de los tractus blanco grisáceos y de tumores angiomatosos obli gan a considerarlo como lesión antigua e incluirla en el tercer estadio de la división de Mawas. L o alejado de su residencia, perdido en el corazón de los montes de León, hace que sea muy difícil ver a este enfermo con la frecuencia que^ requiere nuestro interés, y cuando lo conseguimos, el día 3 de los corrien tes, o sea diez meses después de la primera observación, la imagen oftalrñoscópica ha variado notablemente. L a vena en cuestión ha aumentado notablemente su calibre, la proli feración capilar tiene aspecto distinto, los aneurismas capilares existentes en menor número y sitio diferente y los dos tumores angiomatosos del principio y que daban verdadero carácter al cuadro se han fundido en uno solo. Los tractus conjuntivos son más reducidos de tamaño, pero en ma yor cantidad, y el fondo, en general, palidece. L a visión central se conserva al mismo nivel o quizá un poco más baja y el sector superior ciego, de su campo visual, no acusa variaciones notables. L a arteria central, que empieza a latir a los 30, no se extigue hasta la presión IOO del oftalmodinamómetro de Bailliar. EL NICOTINATO DE SODIO COMO VASO-DILATADOR EN OFTALMOLOGIA W POR EL Dr. S ER T O R IO S E N N A (Lisboa) L a presente comunicación viene a completar la que leimos en la pasa da Asamblea sobre el ácido nicotinico. Y a entonces decíamos que la sal sódica de este ácido era de más fácil manejo, por ser muy soluble en el agua. Desde aquella fecha tuvimos ocasión de emplear el nícotinato de sodio que, si bien tiene acción idéntica a la del ácido nicotinico, tiene sobre éste numerosas ventajas. Por su gran solubilidad en el agua permite preparar diluciones de has ta 2o y 30 por 10 0 ; cuando se emplean soluciones neutras (ph 7), se pue de aplicar en inyecciones indoloras, intramusculares y subcutáneas, y si se utiliza la vía intravenosa no esclerosa las venas. Como las respuestas reaccionales a la inyección varían en las distin tas personas y no podemos determinar previamente la sensibilidad indi vidual, se comprende la superioridad de poder disponer de ’ soluciones de concentración variada y progresiva. H ay sujetos que reaccionan fuerte mente con 0,01 gr., y otros, en los que con 0 ,10 gr. apenas tienen manifesta ción alguna. Hemos comprobado- también que se produce habituación, y por esto deben emplearse dosis progresivas. En general, comenzamos con 1 c. c. de una solución al 1 por 100, su biendo luego a soluciones al 3,5^ 10 y 20 por 100. Si bien se puede admi nistrar por vía subcutánea, es preferible utilizar la intramuscular, reser vando la intravenosa para los casos en que se quiere actuar rápidamente. L a vía subcutánea produce reacciones muy débiles y tardías. Los tras tornos que acusa el enfermo con la inyección son idénticos a los que expe rimenta con el ácido nicotinico. L a vaso-dilatación cefálica es constante y. cuando la reacción es fuerte, el calor y la congestión bajan al tronco y miembros inferiores hasta los pies. Algunas veces hay aumento de las se creciones salival, nasal y renal, así como del peristaltismo intestinal, con dolor en la región epigástrica. Mas todos estos fenómenos, sin embargo, son inocuos y fugaces. L a duración de las reacciones varía entre 10 y 50 minutos; por tér mino medio, de 20 a 30’. Nunca observamos aumento de la tensión arte rial m áxim a; algunas veces baja 1, 2 y 3 puntos (Pachón), pero la míni ma no varía en general. Empleamos series de 12 a 15 inyecciones, que son lo suficiente para que se produzcan notables mejorías. Se deben repetir las series cuando el estado del enfermo lo aconseje. Con este proceder obtenemos muy buenos resultados, consiguiendo detener o mejorar la marcha progresiva de muchas alteraciones de la circu lación rqtiniana y cerebral. EL D E SPR E N D IM IE N TO DE L A R E T IN A EN LO S A F A Q U IC O S O POR EL Dr. J. R A M O N RO D A O culista del Hospital Provincial de Valencia Habiéndome formado entre los partidarios de la extracción ¡n racapsular de la catarata, el porcentaje de desprendimientos de retina observa do en ¡mis afáquicos coincidía con las cifras que los autores citan en sus estadísticas, que oscilan todas ellas del i al 2,50 por 1O0. Como tan acertadamente ha puesto de manifiesto Saint-Martin, son falsas las estadísticas en este sentido de relacionar qué papel etiológico le corresponde a la operación de la catarata en los afáquicos afectos se cundariamente de desprendimiento de la retina, por el hecho de que los enfermos operados de catarata se pierden de vista en los meses que si guen a la intervención. Por eso, en lugar de considerar los casos de desprendimiento de retina observados en afáquicos, en relación con el número de operaciones de ca taratas practicadas, yo lo he hecho teniendo en cuenta también el número de desprendimientos de la retina observados en afáquicos cada año, en el Servicio de Oftalmología del Hospital Provincial de Valencia, ya que acude aproximadamente el mismo total de enfermos y se opera un pro medio de 300 cataratas anuales. A sí los enfermos operados en el Servicio que se pierden, vienen compensados por los que acuden sin haber sido ope rados por nosotros. Sin embargo, los casos de desprendimiento de la retina observados en afáquicos durante los años 1939 y 1940 en el Hospital Provincial hicie ron subir este porcentaje al 8 por 100 en el año 1939 y al 5 por 100 en el año 1940. N o en todos los casos se pudo precisar la ausencia de algún contratiempo operatorio, pues las historias clínicas de los enfermos ope rados en el Hospital Provincial durante la guerra de liberación desapare cieron del Servicio, y las correspondientes a enfermos no operados en el Hospital no se pudieron recoger completamente. T a l vez por esto sean un poco exageradas estas cifras, pues la com pleta normalidad del acto quirúrgico hubo que juzgarla a posteriori, pero aun así son unas cifras desalentadoras por lo elevadas. Descartados los casos de desprendimiento de la retina que se puedan imputar a una operación de cataratas incorrecta (accidentes operatorios, pérdidas del vitreo, enclavamientcs, fistulizaciones de la cicatriz, etc.), por considerarlos consecuencia de la producción de un proceso flogístico infectivo, retracción del esqueleto del vitreo o de las formaciones fibrosas que sustituyen a las hemorragias y exudados, etc., casi no quedan casos verdaderamente imputables a una intervención in toto correctamente ejecu tada, si no consideramos, con Gonin, como causa del desprendimiento el simple desplazamiento de atrás hacia adelante del vitreo al ir a ocupar el sitio del cristalino extraído. L a primera consideración fué pensar que ia extracción intracapsulat' de la catarata predisponía más fácilmente a la producción de desprendi mientos de la retina que la extracción clásica y que debía disminuir mis entusiasmos por ella e incluso cambiar de método operatorio. N o se tome como inmodestia que no se me ocurriese pensar en primer término en mi falta de habilidad imanual o en una técnica operatoria de ficiente elegida, pues muchos de los enfermos observados en este período no fueron operados por mí, sino por compañeros cuya extraordinaria ha bilidad y competencia me consta. M as no podía olvidar que las estadísti cas de desprendimientos de la retina en afáquicos de los oculistas que practican la extracción intracapsular no pasa en total del 2 por 100. ¿ A qué se debía esta frecuencia de desprendimientos de la retina ? Fué entonces cuando empecé a estudiar más atentamente los en fer mos, antes, durante y después de la operación de la catarata, historiando hasta los más pueriles detalles, anotando y tratando de encontrar exp li cación a las más ligeras complicaciones cuando éstas se presentaban, lle gando al convencimiento de que muchas de ellas no deben ser considera das como tales, sino como imprevisiones por parte del médico, ya que sus causas se pueden tratar y suprimir, y que de haberlas previsto se po dría haber, instituido a tiempo el tratamiento profiláctico conveniente. N o voy a cansaros refiriendo todos los datos recogidos en una atenta, detenida y completa exploración ocular de estos afáquicos enfermos des pués de desprendimiento de la retina. Unicamente citaré los datos más sobresalientes desde el punto de vista etiológico. U n caso refirió haber padecido hemeralopía en los días que prece dieron a la pérdida de visión producida por el desprendimiento. Otro, según el inform e que nos facilitó el D r. Berenguer (médico internista del Hospital Provincial de Valencia), padecía una insuficiencia hepática. Y en otro enfermo, tal vez el más interesante, se apreciaban en la periferia del campo retiniano unos puntos blanquecinos diseminados, juntamente con un adema anular peripapilar, que recordaba las descripciones de las lesiones de fondo citadas por P'illat debidas a la falta de vitamina A . Tan interesante conceptuamos este caso, que el Dr. Chuliá recogió el aspecto de su fondo ocular en este magnífico dibujo acuarela (fig. i). Había que relacionar el aumento de los desprendimientos de la retina observados en esta época en los afáquicos con el estado de desnutrición y avitaminosis que presentaban los enfermos y considerarlos, por lo tan to, como desprendimientos de la retina por avitaminosis A especialmente. Y si hasta ahora, al hablar de lesiones de fondo relacionadas con avi taminosis A , se decía que se trata de hechos no comprobados, de tal ma nera que en el estado actual de nuestros conocimientos apenas si pueden ser admitidos. Recordando estos casos observados y los interesantes ensayos de Hale, así como los de Moore, H uffm an y Duncan, sobre las consecuencias de una eliminación de vitamina A en las cerdas antes de la copulación y en el curso de los primeros treinta días del embarazo, cuyas crías nacieron ciegas o anoftálmicas, había que convencerse de que la causa de estos des prendimientos podía ser ésta. No voy a extenderme sobre este extremo, máxime teniendo en cuen ta que todos conocéis la magnífica comunicación del D r. L eoz a la X I X Asam blea de la Sociedad Oftalm ológica Hispano Americana sobre “ Fenomenología carencial ocular” y la ¡magistral ponencia del profesor García M iranda a la última Asam blea sobre “ Las avitaminosis en oftal mología” . Unicamente quiero recordar que el D r. López Lacarrere ha descrito determinados casos de desprendimiento de la retina en los que no exclu ye una intervención de carencia vitamínica A , y que el D r. A rruga, pre cursor en éste como en otros tantos aspectos de nuestra especialidad, ya en su ponencia sobre “ Etiología y patogenia del desprendimiento de la retina” , del Congreso de M adrid, decía: “ L a retina se desprende cuan do está alterada, pero esta alteración, que a veces es sólo local, va a me nudo acompañada de alteraciones meioprágicas de los órganos antitóxicos.” N o creo, pues, se deba hacer responsable a la operación de la catarata (si ha sido correctamente ejecutada) de la mayor parte de los desprendi mientos que se le atribuyen per el hecho de aparecer después de haber sido practicada, ya que al hablar de etiología del desprendimiento de la retina debemos referirnos estrictamente a aquellos elementos verdadera mente “ primitivos” que preceden o preparan las sucesivas etapas que con ducirán al desprendimiento retínico. L a etiología es aquella parte de la investigación clínica que estudia la “ causa prim a” del desprendimiento retínico. L a patogenia se refiere a la modalidad según la cual la “ causa prima” conduce al desprendimiento de la retina. Esta distinción, que parecerá innecesaria, por cuanto todos co nocemos la neta diferencia que existe entre estos dos capítulos de la clí nica, no lo es hablando del D. R., porque todavía hoy reina la incertidumbre al asignar los límites a la etiología y a la patogenia, por lo que la g é nesis de muchos desprendimientos no se ha podido aclarar completamente. Y si la “ causa prima” del desprendimiento de la retina hay que bus carla en la misma retina y no fuera de ella, como dice Sabbadini (un mis mo traumatismo produce un desprendimiento en unos individuos y en otros no, una misma miopía predispone en unas personas más que en otras al desprendimiento, tal vez por la misma razón que la intensidad de las lesiones miópícas no guarda estricta relación con el grado de mio pía, y del mismo modo que la fluidez del vitreo de los miopes es muy variable según los casos, y es necesario admitir, con A rruga, W eill y V ogt, una predisposición anterior al desprendimiento de la retina). L a operación de la catarata correctamente practicada no puede ser considerada más que como un factor coadyuvante sobre un órgano ante riormente enfermo, en estado de equilibrio inestable y predispuesto por sus alteraciones al desprendimiento de la retina y que guarda su integri dad aparente hasta el momento en que un trastorno funcional suplemen tario revela su predisposición y da la impresión de una enfermedad na cida bruscamente como consecuencia de la intervención. A sí considerada la afaquia, cualquiera que haya sido el procedimien to operatorio elegido, tiene todos los caracteres de un elemento pátogenético y no etiológico. Y a en el año 1941 bajó el porcentaje a menos del 1 por 100, y duran te el año 1942 y lo que va del 43 sólo dos casos de D. R. se han obser vado sobre un total de 536 cataratas operadas. Uno correspondiente a un ojo miope, en el que hubo ligera pérdida de vitreo en el acto operatorio, y otro operado correctamente de catara tas en el año 1939, cuyos últimos datos anotados en su historia clínica so n : 50' 2.50 12 V = 0,900, y que m anifestó haber perdido visión en el año 40, pero que se ha ido defendiendo, hasta que acude a consultar nuevamente en noviembre del 42 para operarse la catarata del otro ojo. En cuanto al pronóstico de la operación del desprendimiento en los afáquicos y a la mayor frecuencia de desprendimientos en operados por extracción intracapsular, voy a referir los hechos. Operados por mí sin ningún éxito los primeros casos de desprendi miento en afáquicos observados en el año 1939, solicité del P rofesor Basterra que operase él también algunos de ellos, para descartar lo que de mi falta de pericia pudiera depender. Reconoció varios de ellos, desechan do uno por inoperable, interviniendo otros dos con igual resultado, lle vando a mi ánimo el sembrío pronóstico que les estaba reservado a estos enfermos. Ante nuevos casos, una vez más recordé palabras de A rru ga al hablar de este tema en M allorca: “ A pesar de todo, delante del porvenir fatal que espera a los ojos atacados de desprendimiento de la retina, debemos operar a menudo a nuestros pacientes aun cuando las condiciones loca les y generales no sean las que deseamos” . Dos de los afáquicos operados sin éxito del desprendimiento de la retina venían a operarse la catarata que padecían en el otro ojo. ¿Q ué hacer? ¿Según qué método operarles? Me decidí a practicarles una extracción extracapsular alcanzando 0,400 y 0,500; a los tres y cinco meses, respectivamente, presentaban un desprendimiento de la retina que 110 operé por las dificultades de explo ración y visibilización de su fondo p>or los restos capsulares. Otros dos casos, previamente sometidos a tratamiento médico con Cebión, Vogan, Campclón, etc., fueron operados del desprendimiento, alcan zando unas agudezas visuales de dos y tres décimas, respectivamente. Y , para terminar, voy a referir el caso del último afáquico operado de desprendimiento de la retina. Se trata de un enfermo correctamente operado de cataratas por e x tracción intracapsular. A l ser dado de alta disfrutaba de una agudeza visual de ocho décimas, previa la corrección óptica correspondiente. A los tres meses se presenta nuevamente por haber perdido la vista de este ojo. Reconocido se le aprecia un amplio desprendimiento de la retina, con un desgarro clásico en forma de herradura (fig. 2-1). Sometido durante un corto período a un tratamiento médico interno a base de Campolón, Cebión y Vogan, le operamos el desprendimiento practicándole siete electrocoagulaciones perforantes que bloquearon el des garro y una amplia electrocoagulación plana (fig. 2-II y III). E n la actualidad este enfermo disfruta de una agudeza visual de siete décimas, a los ocho meses de operado del desprendimiento (fig. 2-IV ). Padece también una catarata en el otro ojo, que creo debe operarse por extracción intracapsular, pues dada la normalidad con que fue ope rado el otro, hay que suponer que en éste ocurrirá lo propio, y caso de sobrevenir también otro D. R .; creo se podría operar más fácilmente por la m ejor visibilización y localización de su desgarro. Creemos, pues, que el pronóstico del desprendimiento de la retina en los afáquicos correctamente operados por extracción intracapsular, no es tan sombrío como hasta ahora veníamos creyendo. LA OPORTUNIDAD OPERATORIA EN EL DESPRENDI MIENTO DE LA RETINA (*) PO R EL D r. H. A R R U G A (B arcelon a) Cuando Gonin dió a conocer su tratamiento del desprendimiento de la retina señaló como una de las condiciones más convenientes la de ope rar lo más pronto posible a los enfermos. E n realidad, era así y es toda vía así con la mayoría de los enfermos que hoy tratamos, aunque ahora no con la urgencia de antes, pues el tratamiento con la diatermia diñere, a mi modo de ver, como mecanismo curativo, de la operación que practi caba Gonin y practicábamos sus discípulos en los primeros años de usar estos tratamientos. Con él no obteníamos más coroiditis- adhesiva que la del borde mismo del agujero practicado con el cauterio, pero la hernia de vitreo hacía que el armazón del mismo sujetase la retina contra la coroides y esclerótica al nivel del agujero, ya que dicho armazón quedaba en el ex terior del globo adherido al tejido1 cicatricial que se formaba. Era, pues, conveniente, usando el termo y el galvanocauterio, operar pronto, ya que, aunque la retina estuviese abombada al nivel del desgarro, .si se acertaba una buena localización, se vaciaba la bolsa y a través del agujero practicado en la coroides y esclerótica, salía, no sólo el vitreo subretiniano, sino el intra-retiniano, que es el que posee armazón, ya que en el espacio subretiniano el armazón del vitreo está destruido. B a jo la idea de la premura en la operación pasamos los primeros años de tratamiento del desprendimiento retiniano; mas al utilizar la diatermia como elemento curativo, la experiencia demostró que en los casos de gran abombamiento de la retina al nivel del desgarro, que no constituía motivo de aplazamiento con el método del cauterio, la diatermia era muchas veces ineficaz porque no quedaba después de la operación la retina en contacto con la coroides, y se obtenían mejores resultados esperando a que la retina se reaplicara. A l practicar la cura de reposo para lograr la reaplicación de la retina, la evolución puede seguir tres m odalidades: en unos casos se obtiene di cha reaplicación, lo cual permite practicar una operación con buenas pro babilidades de é x ito ; en otros continúa estacionario el desprendimiento y en otros sigue empeorando, ya sea en extensión, ya en prominencia. E n el primer grupo, en que se reaplica la retina con el reposo, figu ran los casos con agujeros pequeños, recientes; el número de dichos agu jeros señala mayor gravedad por la multiplicidad de lesiones que pue.de hacer que se desgarre la retina en otros sitios, pero no para el pronós tico de la operación en sí; pues la reaplicación de la retina es efecto de la reabsorción del líquido subretiniano por la coroides, y de la ausencia de movimientos del globo, que son los que facilitan el paso del vitreo a través de los desgarros al espacio subretiniano. Si estos agujeros, aunque 'múltiples, son pequeños, la coroides reabsorta lo que pueda pasar y la re tina continúa adaptada a ella y se adhiere. A parte del tamaño de los desgarros, son factores que facilitan este mecanismo de reabsorción el buen estado de la coroides y el general del enfermo. L as coroides atrofiadas o inflamadas reabsorben poco o no reab sorben. Todos hemos quedado sorprendidos al observar casos en que un gran abombamiento desaparecía en pocos días o hasta en horas, pero se trata de ojos relativamente sanos, sin reacción uveal ni conjuntival y de preferencia en individuos jóvenes o muy sanos. En tales casos, la indicación operatoria, una vez lograda la reaplica ción, es urgente. E n el segundo grupo de casos figuran los ciue permanecen estaciona rios; el tipo arias constante de ellos es el de las desinserciones en la ora serrata. E l borde libre de retina nunca vuelve a su posición primitiva ni con la más exitosa operación, probablemente porque dicho borde se retrae y queda formando el arco de cuerda del sector de ora serrata desinsertada. Q ueda siempre una gran abertura, por la que pasa siempre vitreo, y que no se reduce con el reposo. Si las desinserciones son superiores o laterales, la operación es urgente, sin esperar nada del reposo, procurando formar una barrera donde toda vía la retina está cerca o m ejor contacta con la coroides. Si las desinserciones residen en el tercio inferior, la intervención no tiene urgencia, pues ya es sabido que este tipo de desprendimiento puede permanecer semanas y meses progresando p oco; claro que no se gana nada esperando más que los pocos días que se pueden emplear probando el reposo, que ya hemos dicho no acostumbra a surtir ningún efecto. O tro tipo de desprendimiento que no m ejora con el reposo lo consti tuyen los casos de desgarros pequeños en ojos con coroides alteradas, sea por congestión, sea por atrofia. En el caso de ojos congestionados, ya sean exteriormente (inyección conjuntival), ya interiormente (inyección epis cleral y ciliar), será bueno esperar y emplear la ¡medicación local adecuada: reposo, calor, dionina, atropina, etc. Es un signo poco favorable el que el iris sea difícil de dilatar: denota que existe congestión uveal. E n el caso de ojos con lesiones atróficas o degenerativas de coroides es inútil esperar demasiado con el reposo: hay que intentar la operación si a los dos o tres días no hay manifiesta mejoría. Otros casos que no mejoran con el reposo son los de desgarros e x tensos. En tales casos, la capacidad reabsorbente de la coroides no da abasto a la cantidad de líquido que pasa por los desgarros. H ay que extre mar el reposo, especialmente si los desgarros son del hemisferio superior o súpero externo, y si no hay mejora y la mácula está poco o nada alterada, operarlos, para con el vaciado del líquido subretiniano favorecer una se gunda intervención, a la vez que salvando la visión macular. E l esperar a que el desprendimiento se haga inferior para facilitar la intervención, es pernicioso para la visión m acular: sólo puede aconse jarse tal conducta en los desprendimientos súpero-internos, en los que el nervio óptico preserva la mácula. Son también casos estacionarios, los antiguos en que la coroides, can sada de reabsorber, se atrofia, como se comprueba en todos los exámenes anatomopatológicos de casos de más de año y 'medio o dos de antigüedad. Finalmente, está el grupo de casos que, a pesar del reposo, empeo-, ran: la m ayor parte de ellos son casos como los del segundo grupo, pero con peores condiciones anatomopatológicas. E n ellos, la operación tie ne pocas probabilidades de éxito, pues la intervención, de por sí, es un insulto quirúrgico a la coroides, que es el órgano activo en el proceso cu rativo, y sólo puede .sentarse la indicación operatoria como un mal me nor ; ¡mas quisiera llamar la atención sobre algunos casos raros, en los que el desprendimiento tiene caracteres anatomopatológicos benignos, y, sin embargo, empeoran a pesar del reposo y de ser casos muy recientes. Tengo la experiencia de que en tales casos es m ejor esperar que no ope rar en seguida. Se trata de casos parecidos a los de desprendimiento sin desgarro por coroiditis, y que, como es sabido, no hay que operar, pero que, existiendo desgarro único o múltiple, tendríamos ganas de obturar. Se trata quizá de procesos inflamatorios de coroides, cuyo mecanismo de desgarro es el que mencionaba en mi ponencia de 1933 : por previa adherencia de retina a coroides y ruptura al nivel de la adherencia por presión líquida subretiniana. E l caso es que, sin dejar de investigar las causas de dicha moda lidad clínica, es prudente dejar pasar días y hasta una o dos semanas en reposo para que, al reducirse la bolsa subretiniana, lo cual significa que la coroides puede ayudarnos a la curación, podamos operar con más pro babilidades que anteriormente, En resum en: operar en seguida cuando la retina está cerca de la coroides al nivel de los desgarros, en los casos de desinserciones y en los estacionarios o progresivos, en que la mácula, todavía no alterada, está amenazada. A plazar la operación en los casos de abombamiento al nivel de los desgarros, y de reacción local o de empeoramiento, cuando las con diciones anatcmopatológicas no lo justifican. NUEVO SEPARADOR PARA LA OPERACION DEL DESPRENDIMIENTO DE LA RETINA (*> PO R EL Dr. A N T O N IO PR IO R G U IL L E M (V alen cia) El empleo constante del separador del doctor A rru ga para la práctica de la diatermocoagulación en el desprendimiento de la retina llevó a nuestro jefe de clínica, el profesor doctor Basterra, a concebir un nuevo separador, fundado en la acción propulsora de una simple palanca acodada. E l separador, formado en principio por una lámina rectangular rígida, de tres centímetros de larga por ocho milímetros de ancha y milímetro y «medio de espesor, presenta una acodadura en su parte central, que la con vierte en dos planos formando un ángulo de 45 grados. Esta lámina, en su borde distal de recorte cóncavo, como arco correspondiente a una circun ferencia de 12 milímetros de radio, es el lugar para el apoyo sobre el globo ocular. L a lámina así acodada viene montada, formando también un ángulo de 45 grados, sobre un mango que facilita su manejo. De esta forma, este sencillo instrumento une a su acción separadora al introducirse entre el ojo y sus tejidos vecinos, la acción repulsora o propulsora al bascular el mango, dando lugar a un mayor y ancho campo para el trabajo y una mayor visibilidad de zonas posteriores de la escle rótica. E l instrumento, que fué construido con metal cromado se nos ocurrió en un principio el que fuese de vidrio, con una capa de azogue, para que, al formar espejo por su cara cóncava, permitiera ver por reflexión detalles situados más profundamente. Posteriormente, y con objeto de perfeccionar su acción separadora en las partes laterales del campo, concebimos el poder dotar a esta lámina única de posibilidades de tener una anchura variable mayor o menor, según el espacio útil, lo que conseguimos valiéndonos de un dispositivo de muelle o resorte en espiral, de idéntica forma que el blefarostato del doctor Morax, con lo cual permite que la primitiva lámina acodada, dividida ya en dos mitades en toda su longitud, puedan separarse entre sí de manera suave y constante una vez que ha sido colocado ya en posición el sepa rador. Encontramos de ventajas a este separador, sobre otros conocidos, el que su acción no es solamente por tracción, sino por distensión y propul sión a la vez sobre el globo, dando con ello una mayor amplitud en el campo y una m ejor visibilidad de la región a diatermocoagular. INSTRUMENTAL Y TECNICA PARA LA OPERACION DEL DESPRENDIMIENTO DE LA RETINA (*) (Proyección cinematográfica) J!OR EL Dr, J O S E I. B A R R A Q U E R M O N ER L a perfecta obliteración de las rasgaduras es el fundamento de toda curación quirúrgica de un desprendimiento de la retina, dependiendo aqué lla de la exactitud, de la localización previa de las mismas, y durante la in tervención de la amplitud del campo operatorio, transparencia corneal y repetido control oftalmoscópico. Guiados por estos principios, nuestra técnica es la siguiente: 1.° Exam en oftalmoscópico detenido¡ con midriasis máxima, dibu jando y anotando la extensión del desprendimiento, número y localización exacta de las rasgaduras, zonas degeneradas, etc., así como todos aquellos detalles, vasos, lesiones, etc., que, aunque carezcan de interés patológico, pueden servir de punto de referencia para encontrar fácilmente los des garros en exámenes sucesivos o durante la intervención; son las relacio nes vasculares las que mayor utilidad, generalmente, nos reportan. 2.° Inmovilización del paciente, reposo en cama con vendaje binocu lar durante doce o más horas, transcurridas las cuales, se procede a un nuevo examen oftalmoscópico, anotando los cambios que se observen en la extensión del desprendimiento y examinando si han aparecido nuevos desgarros que pudieran haber pasado desapercibidos. E l reposo debe pro longarse de una manera prudencial: hasta obtener la máxima reducción del desprendimiento. E n los casos recientes son suficientes doce o veinti cuatro horas, precisando algunas más en los casos más antiguos, debiendo intervenirse inmediatamente así que el proceso se estabiliza o si la reduc ción no se presenta. 3.0 Intervención quirúrgica. El cirujano se halla sentado detrás de la cabeza del paciente, teniendo a su derecha el ayudante y a su izquierda F ig . 1.— D oble g a n c h o m u scu la r y se p a ra d o r v a lv a . el instrumentista. Esta disposición es invariable, sea cual fuere el ojo y la zona del mismo a intervenir. Comprende los siguientes tiem pos: F ig . 2 .— C o lo c a c ió n co rrecta del d o b le g a n c h o m u scu lar. a) Asepsia.— Instilación conjuntival y pincelación de la piel de los párpados y regiones vecinas con solución de mercurocromo al 4 por 100, seguida de un abundante lavado con suero fisiológico para arrastrar el exceso y los filamentos de mucina coagulados por el antiséptico. b) Aqninesia.-— L igera del orbicular, a ,fin de. que la contracción de I'ig . 3 .— D is e c c ió n o b tu sa de la c o n ju n tiv a y cá p su la. los párpados no estorbe las manipulaciones, ya que con el uso del doble gancho muscular no precisa separador palpebral alguno, lo que permite F ig . 4 .— G a n c h o m u sc u la r a ca n a la d o . que la córnea quede protegida por la conjuntiva palpebral (figs. 6 y 8) y no sufra descamación alguna su epitelio, estando, por consiguiente, en cualquier momento en óptimas condiciones de transparencia, permitiendo un detallado examen oftalmoscòpico. E s completamente satisfactoria la aquinesia que produce la inyección de 2 c. c. de solución de novocaina su■prarrenina al 2 por 100. L a inyección se efectúa a tres centímetros por F ig . 5.— C o lo ca ció n del d o b le g a n c h o m u scu lar. fuera de la comisura palpebral, a lo largo de una línea de tres centimetros de longitud perpendicular a la hendidura palpebral. F ig. 6.— D iaterm ia p la n a. c) Anestesia.— E l dolor -en las operaciones de desprendimiento de la retina procede de la conjuntiva, de la esclera y de la tracción sobre los músculos rectos oculares, que, aunque suavej muchas veces debemos ejer cer para alcanzar la zona que debe intervenirse. L a anestesia debe, por consiguiente, llenar este triple cometido. Previa instilación de colirio cocaínico al 15 por 100 adrenalizado, in yección de medio c. c. de solución de novocaína suprarrenina, al 2 por 100, en el cuerpo muscular de los rectos que deben ser traccionados; la inyec ción debe efectuarse lo más profunda posible e inyectar la solución anes tésica a medida que se va retirando la aguja, cesando la inyección en el último centímetro del trayecto,' para evitar la infiltración a nivel de la conjuntiva bulbar, que siempre dificulta los tiempos quirúrgicos posterio res; la inyección se simplifica notablemente sujetando previamente el músculo con unas pinzas cinco milímetros detrás de su inserción escleral. Finalmente, inyección intratetoniana de medio o un c. c. de la solución anestésica en la región que debe ser intervenida. De esta forma se suprime la molestia que siempre produce la tracción de los músculos rectos, por ligera que sea, y desapareciendo el tono muscu lar de éstos, nos permite llegar a regiones mucho más posteriores. Conviene esperar diez minutos antes de comenzar la intervención, a fin de permitir una perfecta acción y difusión del anestésico; debe vigi larse atentamente que el enfermo mantenga el ojo cerrado para evitar la descamación corneal, que posteriormente dificultaría el examen oftalmoscópico. Durante este tiempo se procede a la colocación de las tallas de campo y a la del instrumental, sobre la mesa destinada a tal fin; conviene hacerlo siempre en el mismo orden, a fin de encontrar cualquier instru mento sin necesidad de buscarlo. d) Incisión de la conjuntiva y cápsula.— A un centímetro del limbo, en el punto medio del cuadrante a intervenir, sujetando con unas pinzas la conjuntiva y cápsula en el punto medio de lo que será labio palpebral de la incisión, seccionando con la tijera de una sola vez todo el espesor hasta llegar a la esclera, y prolongando' la incisión, si precisa, siempre a un centímetro del limbo, hacia arriba y hacia abajo, hasta medio centímetro de la inserción del músculo recto correspondiente. Sin soltar el borde palpebral de la incisión se introduce profundamente la punta de la tijera cerrada, rozando la esclera de forma que, al abrirla, se desbriden obtusa mente las trabéculas conjuntivas del tejido ocular episcleral, quedando libre la superficie de la esclera (fig. 3). E n este momento debe tenerse cuidado de no lesionar las vorticosas. A cto seguido se introduce la rama derecha del doble gancho (fig. 1) debajo del músculo que le corresponde, y levantando el tendón del músculo vecino con el gancho muscular aca nalado (fig. 4), se introduce la otra rama de aquél siguiendo la canal que a tal objeto posee el gancho muscular (figs. 2 y 5). A l retirar el gancho muscular acanalado, se separa con el mismo la conjuntiva y cápsula de Tenon, pudiendo colocarse fácilmente el separador valva (fig. 1). F ig . 7 .— P orta -ele ctro d o s m etálico. e) Diatermia plana.— (Fig. 6.) Utilizamos electrodo de bola, colocado en un pórtaelectrodos totalmente metálico (acero inoxidable), y, por con- F ig. 8 .— D iaterm ia p erforan te. siguiente, esterilizable en Poupinel (figs. 7 y 10). Intensidad, 25 miliarnperios, y sólo en la zona que corresponde al desgarro. Si con las horas de reposo que han precedido a la operación, la retina se halla muy próxima a la coroides, de form a que sea visible el efecto de la electrocoagulación en superficie, procedemos al primer control oftalmoscòpico; éste, como los sucesivos, lo realizamos a imagen directa, gracias a un oftalmoscopio (tipo F ig , g .— O fta lm o sco p io m etá lico. (O b sé rv e se q u e e l e n ch u fe y c a b le es el m ism o del p o rta-electro d o s). oculus) metálico (figs. 9 y 10), que permite una perfecta esterilización y que funciona con el mismo cable que los portaelectrodos (figs. 7, 9 y 10)* F ig . 10 .— O ftalm o sco p io y p o rta -electro d o s m etálico. (T am añ o com parad o). reduciéndose de esta manera al mínimo las maniobras necesarias para cada control oftalmoscópico. Si la localización no ha sido acertada, debe recti ficarse convenientemente. f) Diatermia perforante.— (F ig . 8.) Si la retina, con el reposo de las horas precedentes, no se ha aplicado lo suficiente para permitir visuali zar el efecto de la diatermia plana, procedemos a practicar en el centro de la zona coagulada una electropuntura antes de controlar oftalmoscòpi camente la exactitud, de la localización, terminando la operación con más o menos electropunturas, según la extensión y número de los desgarros. P ara la electrocoagulación perforante empleamos las agujas de catolisis de V ogt, de mayor o menor longitud, según requiera el caso. L a intensi dad empleada es de 50 miliamperios. En casos de desgarros múltiples, si están muy aproximados entre sí, pueden englobarse en una misma zona de electrocoagulación, debiendo intervenirse aisladamente siempre que la separación entre ellos lo permita, a fin de reducir todo lo posible la acción vulnerante de la diatermia y dejar la coroides que existe entre ellos en las mejores condiciones para reabsorber el líquido subretinal y dismi nuir la exudación coroidea que existe durante las primeras horas después de la operación. g) Suffira.— Continua conjuntival, sin anudar los extremos, lo que, asegurando una coaptación suficiente, facilita retirar los puntos a los p o cos días. Pomada de atropina en el fondo de saco conjuntival inferior y vendaje protector binocular. Nota.— ^Voluntariamente hemos omitido la descripción de los nuevos instrumentos por creer las adjuntas láminas suficientemente demostra tivas. LA HEMORRAGIA DE VITREO EN EL TRATAMIENTO QUIRURGICO DEL DESPRENDIMIENTO DE LA R E T IN A « PO R EL Dr . POYALES L a hemorragia de vitreo aparecida en el curso postoperatorio del des prendimiento de la retina es una, tal vez la única, temible complicación de este tratamiento, ya que frecuentemente anula la visión y en todo caso retarda la recuperación visual, con el consiguiente disgusto del enfermo, ya bastante deprimido por la larga quietud a que es sometido después de la intervención. Dos tipos fundamentales se pueden considerar en esta complicación: la hemorragia, que aparece en el acto de la operación, y la propiamente post-operatoria. E n el .primer caso, no suele tratarse de una auténtica he morragia masiva de vitreo, sino más bien de tipo prerretinal, con idénti cas características a las que ofrecen sus análogas espontáneas. E l origen hay que buscarlo en un vaso retiniano vulnerado por el tratamiento, cosa que muchas veces pedemos evitar ccn una localización exacta del punto a tratar, pero que en otros, y fundamentalmente en aquellos, frecuentes, en que un vaso íntegro hace puente entre los lábios de un desgarro, resulta imposible. Cuando esta complicación aparece, nos encontramos en el primer e x a men oftalmoscópico ¡ntraoperatorio con una mancha hemorrágica de bor des bien precisos, que rápidamente se extiende en superficie, y aun antes, muchas veces, observamos una pequeña hemorragia por las perforaciones diatérmicas. L a conducta que en estos casos he seguido ha sido diatermizar inten samente, con electrodo de bola, la zona sangrante, hasta lograr el cese de la hemorragia y la trombosis del vaso retiniano causante de ella, ya que parece lógico el trccar un peligro cierto e inminente por los menos pro- bables y lejanos dependientes de la caída del trombo. E n la práctica todo esto se ha confirmado, puesto que en ninguno de los casos en que esta complicación se presentó ocurrió la temida hemorragia masiva de vitreo reabsorbiéndose la ya producida y llegando a desaparecer en el plazo de unos dos meses. L a consecuencia necesaria de esta conducta fué la atro fia de la zona de retina irrigada por el vaso trombosado, con el consiguien te escotoma en sector. Pero la auténtica hemorragia de vitreo no tiene nada que ver con ésta. Suele aparecer tardíamente, al sexto u octavo día y a veces más tarde aún. T an así es que muchas veces el primer examen oftalmoscópico nos da casi una garantía de curación, y al segundo, dos días más tarde, nos encontra mos con que la pupila es iniluminable. A pesar de todo esto, he visto al gún caso en que se ha producido esta complicación en el mismo acto ope ratorio. También he observado frecuentemente que cuando esta hemorragia se va reabsorbiendo, aparece una nueva de igual, pero generalmente de menor intensidad; cosa que puede repetirse hasta tres y cuatro veces, sin que en algunos casos encontremos causa local ni general que lo justifique. E l origen de estas hemorragias hay que buscarlo fundamentalmente en el acto operatorio. Dado que .se puede decir que siempre son de origen coroideo, las intervenciones muy vulnerantes, y sobre todo aquellas en que la acción diatérmica se ha extendido a la. región del remolino de las vorticosas (desgraciadamente cosa frecuente), y más aún si en esta región se utilizó la diatermia perforante, son las que mayor porcentaje dan de esta complicación. También hay una técnica que me ha parecido dar mayor número de hemorragias de vitreo. Es la inyección de aire. Actualmente la practico lo menos posible. P ero en aquellos casos en que me parece indispensable, la efectúo introduciendo la aguja por una perforación diatérnrca, que intencionadamente he hecho algo mayor, y que, a ser posible, esté compro bado se halla en el área del desgarro retiniano. Con este proceder evita mos la posible punción de un vaso coroideo, la producción de un desgarro artificial en la retina y las presiones, muchas veces excesivas, a que some temos el globo ocular cuando efectuamos la punción en lá única zona en que es posible practicarla, fuera de la indicada, es decir, al lado de un músculo óculomotor. L as circunstancias de orden general tienen menos valor. L os estados de diátesis hemorrágica, ya de origen hemático, ya de origen vascular, no suelen, cuando no se trata de casos extremos, que por otra parte ni inten taremos operar, dar lugar a la forma masiva, sino a turbideces de vitreo, que a un examen superficial, estaremos tentados a atribuirles un origen ciclítico, pero que el examen microscópico nos revela como netamente fle máticos. E l pronóstico de esta complicación varia mucho. L os casos leves en los que aun se percibe el reflejo rojizo de fondo, si bien sin ningún detalle, curan por completo, sin dejar rastro. Tenemos luego aquellos en los que el examen oftalmoscópico realizado en dirección frontal no consigue ilu minar en absoluto, y, sin embargo, si intentamos examinar las partes más periféricas, conseguimos obtener algún reflejo. Estos casos, así como aque llos, aún más graves, en los que por ningún lado se ilumina el fondo ocu lar, suelen dejar una gran reducción de la agudeza visual, a consecuencia de masas organizadas en el vitreo, que incluso ulteriormente pueden ser origen de un nuevo desprendimiento. Y , por último, nos quedan los casos en los que a la hemorragia se suma gran hipotomia y violeir.a reacción iridociclítica. Cuando esto ocurre, des graciadamente no hay nada que hacer; son ojos perdidos sin remisión. E n cuanto al tratamiento* aquí más aún que corrientemente, es m ejor prevenir que curar. Y o pienso que en el tratamiento quirúrgico del despren dimiento de la retina el factor tiempo es fundamental. A s í es que, en todo enferm o diagnosticado, háyase encontrado o no desgarró, que podemos encontrarlo después— y si no lo encuentro, no opero, salvo consideracio nes de orden social (ojo único, por ejemplo)— , se le practica inmediata mente : i.° Exam en citológico de sangre, pues no hay que olvidar la po sibilidad de una leucemia o de una trombcpenia, hasta entonces asintomáticas. 2.0 Tiempo de coagulación. 3.0 Tiempo de hemorragia. 4.0 Protrombina. ■5.0 Exam en de la resistencia vascular, utilizando el signo de Rumpell- Leede (considero -inútiles las determinaciones de vitamina C en orina y pruebas de sobrecarga, ya que una hipovitaminosis se puede conocer per fectamente por sus consecuencias más aún que por la determinación de la cantidad dé vitamina en el organismo, que puede variar de unos a otros). 6.° Exam en bacteriológico con cultivos de la secreción conjuntiva! y del líquido obtenido del lavado del saco lagrimal. Sin esperar el resultado del análisis, se le inyecta diariamente una de Cimenta o Ccaguleno (5 c. c.), otra de Cebión fuerte y otra de K aran o similar, y una vez los análisis en nuestro poder, si alguna cifra es subnor mal, lo trataremos en consecuencia, teniendo en cuenta que el Cimema actúa fundamentalmente sobre el tiempo de coagulación, el Cebión sobre el tiempo de hemorragia y la resistencia vascular y el K aran sobre las cifras de protrorobina y, por ende, sobre la coagulación. U na vez las cifras normales o normalizadas, continúo inyectando dia riamente Cimema, Cebión y K aran hasta un número de tres de cada una, operando al tercer día, y practicando al terminar la intervención una in yección intravenosa de Cimema de 10-20 c. c., según las circunstancias operatorias. Este modo de actuar presenta, además del efecto profiláctico sobre las hemorragias post-operatorias, una ventaja no despreciable, y es que el campo operatorio se mantiene notablemente seco, cosa muy interesante cuando se interviene, como siempre lo hago, con diatermia. P or esta ra zón, el método también es de aconsejar en aquellas intervenciones en las que la hemorragia, aunque pequeña, pueda constituir una molestia, y fun damentalmente las que se practican en la región lagrimal. E n el tratamiento post-operatorio suprimo el K aran, salvo indicacio nes concretas en contrario, sobre todo en insuficiencias hepáticas, por la razón de que la coagulación nos interesa menos, estando mantenida en parte por el Cimema, y porque es inyección dolorosa e intramuscular, lo cual supone desplazamientos del enfermo, que pueden ser perjudiciales, y se continúa desde el tercero al duodécimo día con Cebión fuerte, ahora en vena, y Cim em a hipodérmico. E s de notar que en estos últimos tiem pos con el Cimema se han producido a veces, a la octava o décima inyec ción, reacciones de tipo alérgico sin gravedad alguna, y que, por lo de más, se pueden salvar sustituyéndolo por el Coaguleno o viceversa. Y ante la hemorragia ya constituida, ¿qué hacer? 'Ante todo, nada nuevo. H asta el duodécimo día, reposo total, en cama, generalmente. Des de el duodécimo al vigésimo primero, repeso en sillón,,, y después, hasta los dos meses, anteojos estenopeicos. Y o tengo el convencimiento de que ■retina que en estos plazos no se adapta, no lo va a hacer porque tengamos el enferm o en la cama. A sí es que considero perfectamente inútil some terle a mayores molestias por la razón de que 110 veajir.os el estado del fon do ocu lar; lo que hayamos conseguido, ya lo veremos si la hemorragia se reabsorbe, sin que podamos influenciarlo con una estancia en cama su perior a los límites mencionados. Durante todo el período de reabsorción de la hemorragia hago deter minaciones periódicas de protroínbina, y si es preciso, se inyecta K a ra n ; el Cebión y el Cimema se siguen administrando a intervalos mayores que los del período propiamente post-operatorio. P or último, queda un gran recurso para activar la reabsorción de la he morragia : la onda corta. Pero únicamente cuando estemes seguros de que el vaso sangrante haya dejado de serlo y como dato clínico que la reab sorción ha empezado, cosa comprobable algunas veces a la lámpara de hendidura. T odo esto ocurre, generalmente, a las tres semanas de produ cida la hemorragia. Si nos precipitamos, podemos, por la acción hiperhemizante de las ondas cortas, agravar enormemente el proceso. Personal mente, puedo decir que una simple turbidez de vitreo se transformó en una hemorragia masiva a las pocas horas de una aplicación extemporánea de onda corta. EL EXAMEN OFTALMOSCOPICO DURANTE LA OPERA CION DEL DESPRENDIMIENTO DE LA RETINA (*) PO R EL Dr. M . L O P E Z E N R IQ U E Z A medida que pasa el tiempo y vamos adquiriendo mayor experiencia en el diagnóstico y tratamiento de la retina desprendida, más vemos agi gantarse la figura de Gonin. Su obra representa uno de los avances más espléndidos y de mayor trascendencia práctica en Oftalm ología. A l paso que esto sucede, y en justa mayor amplitud, cobra grandeza infinita la per sonalidad de Helmholtz, por su inmortal creación del oftalmoscopio. No hay pecado de exageración si afirmamos que la oft'álm'osc'opía lo es todo, en el desprendimiento de la retina; y es por esto que, cuanto tienda a perfeccionar las posibilidades de aquélla, redundará en beneficio del diag nóstico y tratamiento de éste. L ejo s de nuestro propósito hablar aquí de la oftalmoscopia para el diagnóstico del desprendimiento, busca y localización ele los desgarros. Sobre estos asuntos hay mucho escrito y muy bueno; nosotros mismos hemos insistido, más de una vez, sobre la importancia de algunos detalles, tales como (para la busca de los desgarros): el empleo de focos de luz m uy intensa; una terca insistencia en explorar la zona correspondiente a la aparición de la primera sombra o escotom a; el empleo de la iluminación focal y de la hendidoscopia, para diferenciar los desgarros entre otras formaciones similares o pseu-desgarros; el no olvidar la posible— y aun frecuente-— existencia de varios desgarros, etc., etc., junto con el empleo de sencillas variantes que, como la trasiluminación, el examen en decú bito, la ligera presión digital— cuando se trata de desprendimientos peri féricos— y otras muchas pequeñas maniobras pueden ser, y son en reali dad, de indudable utilidad práctica. EL EXAMEN OFTALMOSCOPICO 225 L o interesante es tener presente que nunca se debe escatimar tiempo a un examen oftalmoscópico detenido, no olvidando que del resultado de esta exploración depende toda la conducta a seguir. L a oftalmoscopia, durante el acto operatorio del desprendimiento, no cede en importancia y trascendencia a la oftalmoscopia diagnóstica. L as dos son igualmente fundam entales; la una, diríamos, es el inductor o guía, y la otra, el ejecutor. Y así como de la primera se ha escrito mucho, y de indudable utilidad, de la segunda se ha dicho menos y de poca eficacia. N os referimos, naturalmente, a cómo vencer las dificultades que, du rante el acto operatorio, entorpecen y aun hacen imposible el examen del fo n d o ; inconvenientes tanto mayores— en igualdad de circunstancias— cuanto más se prolonga la intervención. L a córnea humana, como es conocido, no resiste mucho tiempo, sin alterarse, la acción directa del aire; se deseca, produciéndose opacidades difusas del epitelio, que se exfolia, perdiéndose la trasparencia y brillo que la caracterizan. Estas circunstancias adversas aumentan de modo considerable durante la operación del desprendimiento de la retina ya que a una exposición prolongada se añaden el calor de los focos de luz y otros factores medica mentosos y vasculares. A causa de esta opacificación, más o menos grande, de la córnea, la oftalmoscopia se hace muy difícil y aun imposible si la intervención es larga. L a trascendencia de este inconveniente es tan extraordinaria que su pone, nada menos, el peligro de tener que actuar a oscuras, por tanteo, en lugar de hacerlo— como debe ser— a pltfna luz, bajo vigilancia constan te y SIN PRISA. Con el fin de eliminar este peligro, se aconsejan diversos procederes que, si bien lo atenúan en cierta medida, no son lo suficiente para alejar lo del todo. Entre los medios más recomendados figuran el abstenerse de instilar cocaína y la irrigación de la córnea con soluciones fisiológicas. A l gunos colegas prescinden de toda instilación y emplean anestesia general. E n Londres he visto a un famoso oculista operar un desprendimiento en anestesia con evipan sódico, y me pareció observar, como es natural, que no por eso disminuían las dificultades de la oftalmoscopia. Personalmente, he utilizado todos los procederes usuales (salvo el de la anestesia general), y ninguno me satisfizo. Aparte el prescindir de las instilaciones de cocaína-adrenalina y, en general, de todós los vasocons trictores {que no son aconsejables), el chorreo intermitente de soluciones fisiológicas, además de n¡o tener toda la eficacia necesaria (y dando por supuesto que no contribuya a arrastrar la flora conjuntival al lugar en que se interviene), humedece el campo operatorio, obligando a un continuo introducir torundas para secar. A cuciado por la trascendencia que el asunto tiene y convencido de la ineficacia e inseguridad de los procedimientos corrientes, venimos ponien do en práctica, desde hace poco tiempo, el método más sencillo y racional, cual es: el de dejar actuar las defensas naturales del ojo, operando sin blefarostato ni separador alguno de párpados. Anestesiado el ojo y todo dispuesto para la intervención, se coloca un blefarostato, que se dejará actuar sólo el tiempo imprescindible, hasta poner al descubierto la esclerótica; introducir el separador de A rru g a (u otro análogo) y pasar un gancho de estrabismo, o un1 asa de seda, por el tendón más conveniente. Hecho esto, se prescinde dtel blefarostato y se continúa la intervención. Si en algún caso (por el tamaño del globo ocu lar o por la especial situación de la zona a cauterizar) resultase difícil la oclusión de la córnea por uno de los párpados, se obligará a éste me diante un asa de seda, de cuyos cabos tiraremos hasta mantener el párpa do en la posición debida. E l procedimiento, además de sencillo, es de eficacia absoluta y permi te una oftalmoscopia fácil, completamente normal. EXTRACCION DE CUERPOS EXTRAÑOS INTRAOCULARES NO MAGNETICOS BAJO EXAMEN RADIOSCOPICO (■> PO R EL j Dr. SE R T O R IO S E N N A (Lisboa) L a extracción de cuerpos extraños:— -no magnéticos— infraoculares, es una operación de resultados poco satisfactorios, a pesar de los múltiples medios de localización existentes. F ig . i. E l m ejor procedimiento lo constituye la extracción bajo examen radios- cópico, cuando por el tamaño del cuerpo extraño es bastante visible en la F ig . 2. pantalla. Tenemos dos casos de perdigones infraoculares, cuya extracción resultó muy fácil y con una rapidez sorprendente. F ig . 3- F ig. 4. E n el primer caso, el enfermo había sufrido un accidente de caza el t6 de septiembre del 42, alcanzando un perdigón el O . D. Se apreciaba un quémosis conjuntival en la parte superior y una herida perforante de la esclerótica hacia las 2 horas y a unos 6 milímetros del limbo corn eal; fu er te inyección conjuntival y ciliar; pupila en midriasis, viéndose a través de ella una hemorragia que ocupaba todo el vitreo. Cuando regresamos a Lisboa después del Congreso del pasado año, veinte días después del ac cidente, encontré al enferm o con fuerte hipotonia, comenzando la atrofia del globo y apreciándose una masa blanquecina detrás del cristalino que Fig. 5- impedía todo examen del fondo. E l examen radiológico practicado por el Doctor Carlos Santos— según !a técnica de Belot— , mostró un cuerpo e x traño alojado en el vitreo, en cuadrante infero-interno, a unos 9 milíme tros por debajo y un poco delante y por dentro del centro del globo ocular, próxim o a la región ciliar. A un cuando la enucleación estaba indicada, se intentó hacer primero la extracción del cuerpo extraño para enseñan za de casos futuros. Anestesiado el ojo con instilaciones de cocaína e inyección retrobulbar de novocaína-adrenalina, se incindió con tijera la conjuntiva en el cua drante infero-externo, poniendo al descubierto la esclerótica; con un cu chíllete de Graefe practicamos una incisión a unos 10 milímetros del lim bo y de 3 milímetros de extensión, penetrando— en sentido sagital— hasta el vitreo. A través de esta herida, introdujimos una pinza de cuerpos ex traños, que confiamos al Dr. Carlos Santos, quien, al mismo tiempo que F ig. 6. hacía radioscopia— en una pequeña pantalla— , introducía y movía la pin za hasta hacer prese. en el cuerpo extraño, lo que logró, extrayéndole, al cabo de unes segundos. P or la pequeña herida asomó una gota de vitreo,, que seccionamos, y terminamos la operación cerrando la herida conjunti va! con sutura continua. Pasados unos días, y como la atrofia del globo continuaba, practicamos la enucleación. E n el segundo caso se trata de un enferm o de mi ciínica particular, que vino a consultarme el 20 de octubre del 42, a causa de un accidente de caza que lesionó el ojo derecho. Además de fuerte inyección ciliar y conjuntiva!, mostraba una herida circular, penetrante, en el medio de la córnea; hifem a y catarata traumática con rotura de la cápsula. E l examen radiológico practicado por el Dr. Carlos Santos— según el método de Belot— , reveló un perdigón hacia las 3 horas, delante y un poco por den tro del centro del ojo y próximo a la región ciliar. L a intervención se rea lizó como en el caso anterior, haciendo una incisión sagital de unos 3 mi límetros de extensión hacia la 1 1/2 horas y a 10 milímetros del limbo. \ F ig . 7. Introducida la pinza, se le confió al Dr. Carlos Santos, quien, sin dejar de observar la pantalla, extrajo el cuerpo extraño en dos segundos. No se observó pérdida de vitreo y la cicatrización fué normal, retirándole la sutura conjuntival a los ocho días. E l enferm o quedó muy bien, con una catarata ‘traumática y sin molestias. Tenemos otros dos casos de cuerpos extraños (perdigones) alojados en el fondo de la órbita— -junto al agujero óptico— , en les que se ha logrado la extracción por el mismo procedimiento, con una fac'lidad sorprendente, utilizando el modelo de pinzas del Dr. Carlos Santos. E s preciso consignar que el Dr. Carlos Santos tiene una habilidad ex traordinaria y una práctica que pasa de 2.000 casos de extracción de cuer- F ig . 8. pos extraños, alojados en distintas partes del cuerpo y algunos de mucha responsabilidad, tales como los del árbol bronquial, articulaciones, etc., etc. DEL TRATAMIENTO DE LA PANOFTALMIA POR LAS SULFAMIDAS (0 PO R EL Dr. A B U N D IO A L V A R E Z (C iu d ad Reai) Se ha escrito mucho y se tiene una experiencia positiva de la acción de estos medicamentos en las complicaciones del tracoma, en infecciones cócicas de conjuntiva, vías lagrimales, en úlceras sépticas de córnea, etc. P or lo que se refiere a infecciones infraoculares, los estudios son escasos y no se dispone de una práctica suficiente para orientarnos por este proceder terapéutico en tan grave afección como es la panoftalmia. E ntre nosotros, distinguidos colegas (M arín Am at, Ruy Puga, Senna» etcétera), nos han expuesto, en Asambleas anteriores, los buenos resulta dos obtenidos con las sulfamidas, en aplicación local y general, en afección nes de esta naturaleza. De la misma manera nos hablan los trabajos de Cavara Cattaneo, etc., de complicaciones infraoculares de procesos cócic o s ; los de Buldembur y Bhitom, en oftalmías estafilocócicas; los de K noll, en oftalmías traumáticas, entre otros. Lógicamente, es concebible para el ojo igual acción, por esta medica ción, que para cualquier otro órgano, ya que las sulfamidas se distribuyen ubicuamente por todo el organismo. Y a los tejidos oculares, por la rica red vascular de la túnica media, llegan en cantidad suficiente, teniendo los órganos avasculares (córnea, cristalino, vitreo) una gran capacidad de retención,- según nos ha dicho aquí García Miranda. L a única diferencia estriba en la delicada estructura de los tejidos del ojo y su fácil destruc ción cuando en ellos asienta un proceso flogístico, lo que hace que no se pueda obtener una restitución funcional. De donde se concibe que en esta modalidad terapéutica, de igual manera que en muchas otras, lo interesan te es llegar a tiempo; o sea, y empleando un lenguaje bélico, atacar los. primeros para impedir que se implante el enemigo, o paralizar su acción con un tratamiento preventivo si ya ha conseguido establecerse, con lo cuai se facilita la acción defensiva propia del organismo atacado (fagocitos, histiocitos y demás defensas humorales), con posibil:dad de establecer una absoluta normalidad. Teniendo en consideración estas ideas, he tenido ocasión de tratar con las sulfamidas una panoftalmía traumática, cuyos detalles y resultado e x pongo a continuación: Se trata de la muchacha J. S., hortelana, de Almodóvar del 'Campo (Ciu dad Real), que al cultivar su huerta el 15-6-43, le saltó una chinita al ojo izquierdo, produciéndole una discreta herida corneal perforante, a pesar de lo cual siguió trabajando por no tener grandes molestias y conservar la visión. A l día siguiente se le inflama el ojo lesionado, tiene muchos dolores y no ve con él. Dos días más tarde acude a mí, observando el si guiente cuadro clínico: gran aumento inflamatorio del volumen del ojo; gran edema, también inflamatorio, de conjuntiva, párpados y regiones vecinas de la c a r a ; oclusión palpebral incom pleta; conserva, aunque redu cidos, los movimientos del globo o cu la r; no se aprecian síntomas de supu ración; iris contraído, con escasa vitalidad, sin verse nada a través de la reducida pupila; no existe percepción luminosa y es muy intenso el cua dro doloroso. P or radioscopia no se observa ningún cuerpo extraño intra ocular. A nte un cuadro de esta naturaleza, y habiendo rechazado la enferma el criterio intervencionista de distinguidos colegas, inició, a los tres dias de la lesión, un tratamiento' sulfamídico, del cual pienso obtener un resul tado positivo, ya que la infección, aun estando en plena evolución, no está en fase de supuración, y creo posible la lucha contra los gérmenes, que en este caso deben ser los muy variados de la tierra estercolada. A l sentar una indicación sulfamídica etiotropa, como no puede hacerse una deter minación bacteriológica, pienso emplear un preparado que reúna estas condiciones: gran actividad, acción para el mayor número de gérmenes y gran solubilidad y escasa toxicidad que permita administrarlo también a concentraciones eficaces por vía parenteral. Estos caracteres los reúnen los modernos sulfotiodiazoles (Lucosil, Globucid), que no puedo aplicar por dificultad comercial, lo mismo que las sulfodiacinas. Y empleo la sulfacetamida sódica (Albucid), que, aunque no tan activa como los ante riores, por su solubilidad y escasa toxicidad, puede administrarse por vía intravenosa a dosis eficientes. Suministro' diariamente y por ambas v ía s ; los dos primeros días, 6 grs., fraccionados en cinco dosis; el tercero y cuarto, 4 1 / 2 grs.; el quinto y sexto, 3, y el séptimo y octavo, 1 1/2. En total, 30 gramos en ccho días. R esultado: a las treinta y seis horas (nueve gramos), desaparece el edema conjuntival, el de párpados es más blando (lo que permite su oclusión) y cede mucho el cuadro doloroso; a los tres dias (dieciséis gramos y medio), se aprecia una evidente regresión de to dos los síntomas inflamatorios, ceden el exoftalm o y los dolores y el aspec to del ojo es tranquilizador; a los ocho días, ha desaparecido el edema de cara y párpados y ha disminuido mucho el volumen del ojo, disminución P a n o ftalm ia trau m ática de O. I. cu ra d a co n su lfa m id a s. O b sé rv e se el estad o fi n al, de o jo atròfico. que progresa en días sucesivos, molestando únicamente a la enferm a en este período involutivo los dolores de tipo glaucomatoso, que se calman fácilmente con los preparados salicílicos. A l cabo de un mes ha quedado un ojo pequeño, blando, no doloroso, sin ninguna vitalidad y, por tanto, sin peligro de provocar oftalmía simpática. (Véase la figura.) Puede decirse que esta enferma se curó sin necesidad de recurrir a una intervención quirúrgica, gracias a este tratamiento sulfamídico. P o siblemente, de haber perdido unos días más con un tratamiento expectan te, se hubiera establecido una supuración y el caso 110 se hubiera resuelto así. E n efecto, es conocida la acción bacteriostática de las sulfamidas, que inhiben el desarrollo y multiplicación ele los gérmenes. Por otra parte, exis ten sustancias que tienen un?, acción de interferencia (Jailqso) sobre las sulfamidas y que se encuentran en gran cantidad en las supuraciones or ganizadas, siendo producidas por las mismas bacterias, en los distintos esta dos metabólicos, como elementos indispensables para su desarrollo. Estos cuerpos, del tipo del ácido p.aminobenzoico, o del tipo de la metionina (Kohn-H arris), serían verdaderos catabolitos (Rof), a partir de los cuales los gérmenes pueden sintetizar los encimas necesarios para su vida, los cuales son bloqueados por las sulfamidas, pero no cuando existen en ex traordinaria abundancia como en los detritus purulentos. De aquí que, en estos casos, tanto en oftalmología como en cirugía, fracase esta terapéutica para dejar paso a un tratamiento quirúrgico. P or tanto, la base del éxito de toda medicación sulfamídica estriba en la precocidad de su aplicación. CO N CLU SIO N ES i.— En oftalmología, coiiio rama integrante de la Medicina, las sulfa midas tienen las mismas indicaciones generales con las mismas normas terapéuticas e iguales resultados, estando indicadas en las infecciones infraoculares, ya sean de origen externo (traumáticas) o interno (metastásicas). 2.— Debe establecerse, en primer lugar, un diagnóstico preciso, sentar una indicación etiotropa adecuada y emplear una dosificación suficiente, que no debe ser inferior, al principio del tratamiento, de 8 a 12 centigra mos por kg. y día, según los casos. En definitiva, regirse por unas normas puramente científicas, con lo cual obtendremos un resultado en consonan cia con nuestros conocimientos y nunca quedaremos defraudados. Deben aplicarse los mismos cuidados terapéuticos generales: control sanguíneo (anemias, agranulocitosis); suministro de agua bicarbonatada para alcalinizar la orina y prevenir que precipiten los compuestos acetilados deriva dos y obstruyan los túbuli y vías excretoras renales, con el consiguiente peligro de oligurias, anurias, etc., cuyo estudio de control debe también llevarse. Y emplear un tratamiento coadyudante adecuado (piroterapia, proteinoterapia, etc.). 3.— A nte una panoftaknía organizada, el único resultado posible a obtener es la conservación orgánica del ojo. L o ideal sería conservar tam bién su agudeza visua'l. Para esto debe emplearse un tratamiento1 preven tivo en todos los casos en que se presuma, o se inicie, una infección del tipo que nos ocupa. Cuando sea posible se hará también una aplicación sulfamídica local. Si con esto conseguimos evitar el mayor peligro que amenaza a los ojos traumatizados, tendremos todas las posibilidades de curación orgánica y funcional que las lesiones propias del trauma nos permitan. 4.— A l sentar una indicación de esta terapéutica en un ojo lesionado, hemos de hacer previamente un minucioso estudio de cada caso, tanto por lo que afecta a la naturaleza, sitio, tolerancia, etc., del cuerpo agresor, como por lo que respecta a las lesiones causadas por él, desechando aquellos en que, por sus peculiaridades, estén indicados métodos más radicales en evi tación de posibles consecuencias tardías. (Lesiones de zona ciliar, intole rancia de cuerpos metálicos, peligro de oftalmía simpática, etc.). Asim ismo, en aquellos otros de infección masiva por gérmenes muy virulentos (pinchazos con cuerpos sépticos), en los que rápidamente se organiza una fusión purulenta, o en aquellos en que sin ser de tanta virulencia, han llegado a nosotros en fase de supuración, tampoco está indicada una tera péutica sulfamídica conservadora.