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Unidad III TRABAJO SOCIAL Y POLITICAS PUBLICAS Complementario 5 CORRELACION ENTRE POLÍTICA Y TRABAJO SOCIAL (*) Escribe Carlos Eroles (a Barrantes) Junio (2003) Motiva mi carta la pregunta de Marcela Jara respecto de la pertinencia de plantear para su trabajo de tesis la correlación entre política y trabajo social, partir del proceso de reconceptualización y la dictadura chilena. La cuestión planteada por Marcela no solamente es pertinente sino que hace a la direccionalidad misma del trabajo social latinoamericano. Desde mi punto de vista el trabajo social asume un compromiso político con la democracia latinoamericana, a partir de la opción por la justicia, la igualdad y los pobres, es decir desde un enfoque de derechos humanos o simplemente no tiene razón de ser como profesión. El año pasado Mario HelLer, un licenciado en filosofía que es profesor en la Carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, plantea en un libro”Filosofía & Trabajo Social: elucidación del campo profesional” Editorial Biblos, Bs. As., 2002 , un debate sobre la caracterización como disciplina del trabajo social. Y siguiendo una tendencia vigente en ciencias sociales, planteó –sin definirse sobre el fondo del tema- que el trabajo social es una ingeniería. Frente a este planteo-que es una de las respuestas posibles al interrogante de Marcela Jara, que la llevaría a desistir de su propósito- yo le planteé en una larga carta que le dirigí a Mario, mi opinión a este respecto, con un rechazo absoluto de esta postura. A continuación trascribo lo que entonces señalaba: “La direccionalidad ético-política del trabajo social, frente a los intentos reduccionistas que lo debilitan”. Por Carlos Eroles 1.- El planteo del tema Nuestra profesión se propuso desde sus orígenes, recurrentemente en diversos momentos de su historia, debatir acerca de su carácter: Así se la definió como una “ciencia autónoma”, como una “tecnología”, como una “disciplina de intervención a nivel de estructuras”, como “una disciplina del ámbito de las ciencias sociales”, como una “disciplina-profesión de la cuestión social”, como un “que-hacer científico que dimana en una direccionalidad ético-política de la cuestión social”. 2.- Trabajo social e interdisciplinariedad o Ingeniería social, las pelotas Hoy cuando la realidad de la crisis nos desborda y se ponen en cuestión los paradigmas clásicos y cuando todavía los nuevos paradigmas no alcanzan un nivel de sustentabilidad suficiente, frente a las situaciones problemáticas que afectan a los sujetos y determinan la emergencia de nuevos escenarios y nuevos actores sociales, se desdibuja el papel y la función de las disciplinas consideradas en forma aislada. Y es entonces cuando cierta ambigüedad en la identidad profesional, lejos de situarnos en un “no-lugar”, nos define desde una búsqueda que lleve a la conformación de nuevos espacios, cuya definición debe buscarse inter y transdisciplinariamente, como una opción que nuevamente, como en el origen del trabajo social, tiene una implicancia ético-política, a mi juicio enraizada con una opción por los derechos humanos. Las tecnologías, son desde este punto de vista insuficientes para asumir este papel crítico y ético-político que proponemos para el trabajo social y que también buscan corrientes de pensamiento en ética aplicada. Son limitadas en su capacidad de accionar al cumplir el papel (acotado) definido para ellas por la racionalidad instrumental. Así lo señala Teresa Matus: “Existen serios obstáculos contextuales para que Trabajo Social siga operando como una matriz tecnológica, ya que ésta se muestra incapaz tanto de superar las limitaciones conceptuales como de asumir críticamente las transformaciones del contexto. De esta forma existe el peligro de establecer viejos códigos de interpretación ante realidades nuevas en la ilusión de la univocidad de una lectura instrumental”1[1] Nos resistimos a jugar un papel de planificadores de la asignación de recursos o de intermediarios entre aquellos bienes(escasos) y las necesidades (insatisfechas), confirmando la miseria de las mayorías, desde la aceptación de su condición de dependientes y desposeídos. Desde la realidad de la crisis, están emergiendo sectores que no pugnan por entrar en el sistema, ni sugieren a priori reemplazarlo a partir de algún metarrelato sino que intervienen en la realidad para generar espacios solidarios y alternativos, a la vera, a pesar o sin tomar necesariamente en cuenta, las políticas públicas. 1 [1] Teresa Matus: “ Propuestas contemporáneas en trabajo social...”, Espacio Editorial, Bs.As., 1999 1 Unidad III TRABAJO SOCIAL Y POLITICAS PUBLICAS Complementario 5 Estos sectores no se asumen como proveedores ni como intermediarios sino como articuladores de nuevas relaciones sociales y nuevos espacios de construcción social y lucha. Son movimientos sociales en el sentido más lato de la palabra. Intentan generar una nueva concepción del poder, con contenidos más cotidianos, culturales y locales que apuntando a lo macrosocial. Por eso con mucho “temor y temblor” hablamos del trabajo social como una (in) disciplina del ámbito de las ciencias sociales dándole a este concepto una triple dimensión: a) como búsqueda (inter.)disciplinaria, a partir de los nuevos escenarios sociales (familiares, de inserción laboral, comunitarios, culturales) b) como una “(inter.)acción de actores”2[2] que buscan nuevos modos de articular las relaciones sociales desde el encuentro (con sentido de otredad en clave solidaria), desde el afecto y desde la afirmación de la identidad. Lo que implica una ética del reconocimiento y la afirmación de los derechos humanos. c) Como reflexión crítica surgida de la práctica social concreta, que niega la posibilidad de construir desde la sociedad programada por el capitalismo tardío del neoliberalismo y plantea la necesidad de contribuir al desarrollo del “otro poder”, o quizás podamos llamarlo “el poder de los otros sin poder”. Desde este punto de vista no son tanto las necesidades sociales el objeto de nuestra acción, sino fortalecer a los sectores populares para que desarrollen formas de “empoderamiento” , que les restituyan su capacidad protagónica. Es decir su potestad para definir qué y cómo sustentar su desarrollo humano, comunitario y social. Y esto lo aprendemos de las prácticas sociales solidarias, que generan economías alternativas (autogestión, trueque, reciclado de basura), soluciones habitacionales (asentamientos, ocupación de tierras, cooperativas de autogestión), organización solidaria (mamás cuidadoras, jardincitos, centros de madres, escuelas y centros de salud popular) y movimientos sociales que disputan poder social (CTA, piqueteros, derechos humanos, ecología, movimientos feministas, movimientos contra al impunidad, movimientos culturales)3[3]. 3.- Los ingenieros no siempre son ingeniosos Al menos no lo son más que los sectores populares. Por eso si este fuera nuestro papel perdemos. Recordemos las palabras de Ecco: “Los intelectuales como categoría son algo muy vago, ya se sabe. Diferente es en cambio definir la función intelectual. La función intelectual consiste en determinar críticamente lo que se considera una aproximación satisfactoria al propio concepto de verdad; y puede desarrollarla quien sea, incluso un marginado que reflexione sobre su propia condición y de alguna manera la exprese, mientras que puede traicionarla un escritor que reaccione ante los acontecimientos con apasionamiento sin imponerse la criba de la reflexión”4[4]. Si el trabajo social se asume como ingeniería social. Si acepta el papel subordinado de cumplir un rol de construcción acrítico de metodologías de abordaje y de modelos de intervención en el marco de las políticas públicas, su papel será aquél, sobre el que nos alertaba Ezequiel Ander Egg en los albores de la reconceptualización:. “una práctica inodora, incolora e insípida”. 4.- Una praxis de derechos humanos Remedando algo leído en relación con la Universidad, yo diría: La dignidad del trabajo social, en el marco referencial de las ciencias sociales, es la praxis, es la intervención a partir de la reflexión crítica. Pero es una praxis con una direccionalidad ético-política que apunta a la transformación social. Y el eje de esa praxis, son los derechos humanos. “Proponemos una nueva conceptualización de las ciencias sociales. Redefinirlas desde el concepto de derechos humanos para que dejen de ser por una parte, funcionales a las exigencias del mercado y por la otra abordajes fragmentarios, que no permiten encarar las nuevas exigencias que plantea una sociedad, llamada en vías de desarrollo, pero que solamente logra aumentar el número de los indigentes, los excluidos, en rigor los desposeídos de ayer y de hoy”5[5]. 2 Tomamos la expresión del Colectivo de Trabajo Social de Chile que la utiliza en el primer capítulo de “Concretar la Democracia”, Ed. Humanitas, Bs. Ass., 1990 3 [3] En Argentina: CTA es la Central de Trabajadores Argentinos, un movimiento social que agrupa a trabajadores sindicalizados, trabajadores informales, desocupados, migrantes urbanos, organizaciones territoriales de vecinos, personas con discapacidad, chicos en situación de calle, etc.; Los piqueteros son movimientos de protesta de desocupados que utilizan como medio de protesta la ocupación de rutas, puentes y calles) 4 [4] Ecco Citado por El Subcomandante Marcos en “Nuestro siguiente programa Oximoron...”, en “El Correo de la Selva, cartas del subcomandante insurgente Marcos”, Retórica Ediciones, Bs.As. 2001 5 [5] “Carlos Eroles: “Los derechos humanos como sustento de la práctica social”, artículo inédito que forma parte de un capítulo de un libro en preparación. Bs. As., 2002 [2] 2 Unidad III TRABAJO SOCIAL Y POLITICAS PUBLICAS Complementario 5 “Y aunque reconocemos como aportes significativos muchos de sus avances, pedimos que se haga el esfuerzo de incorporar la mirada de derechos humanos, como un modo de responder a la conflictividad social que define este agitado comienzo de un nuevo siglo. “En realidad muchos conocimientos aplicados al abordaje de situaciones problemáticas concretas (ética aplicada, bioética, diversas ramas del derecho, salud mental, discapacidad, pobreza e indigencia, género) algunos de los cúales han permitido el desarrollo de prácticas transdisciplinarias, toman hoy a los derechos humanos como criterio hermeneútico6[6] y a partir de este enfoque canalizan tanto la mirada como el marco teórico de las intervenciones”7[7]. Por ello no queremos utilizar el copulativo praxis social y derechos humanos, y preferimos hablar de praxis social de derechos humanos”, Por eso compartimos alguna afirmación de Gustavo Parra: “Los profesionales del trabajo social tenemos el compromiso y la responsabilidad de construir nuestra práctica profesional sustentada en un análisis crítico de la realidad social en la cual intervenimos, en la comprensión de la vida cotidiana de los sectores populares y promoviendo la participación activa de estos sectores, en el compromiso ético-político de nuestra práctica y en el desafío de construir una sociedad democrática. Contribuyendo desde nuestra intervención, a la consolidación de una ciudadanía activa, a través de estrategias de acción viables asentadas en los valores fundamentales del ser humano como sujeto histórico, social y político”8[8] El conocimiento es una tarea insoslayable y para acceder a él hay que respetar la autonomía y la dignidad de la ciencia. Pero en el campo de lo social, hay que construir un conocimiento riguroso y situado, pero no neutro. La objetividad -afirma Eduardo Galeano- la inventaron aquellos que no quieren comprometerse con el dolor humano. Una última reflexión: la importancia creciente de la dimensión cultural en el análisis de lo social. No es nuevo este abordaje. Son muchos los autores y representando un arco muy diverso que se han dedicado a la cultura popular. Entre ellos el maestro Paulo Freire, Mario Margulis, García Canclini y entre los trabajadores sociales descuella la figura de María Mercedes Gagneten9[9]. Tomar la cultura -expresión del pueblo que construye su vida cotidiana- como un eje conceptual implica renovar viejos conceptos de la intervención profesional. Una resignificación de los hechos sociales desde la percepción comunitaria y una nueva visión de la práctica profesional como atravesada por las prácticas populares. Desde esta perspectiva la concepción de interdisciplina exige la incorporación de los actores sociales surgidos de esas prácticas populares. Sin ello son una expresión corporativa, quizás importante tecnológicamente hablando, pero muy limitada en su capacidad de interpretar la realidad.” ______________________ Hasta aquí la transcripción de mis reflexiones sobre el carácter del trabajo social como profesión política, a partir de un compromiso con la democracia y los derechos humanos. Estoy a disposición de Marcela Jara para lo que pueda necesitar. Su intuición es buena. La reconceptualización no ha muerto. Revitalizar y aggionarla para el siglo XXI es un compromiso para las nuevas generaciones de trabajadores sociales. A ellas los que ya somos veteranos en estas lides del trabajo social, les podemos ofrecer vivencias y experiencias. Algo de esto nos proponemos hacer en el mes de octubre en la ciudad de Mar del Plata, cuando por iniciativa de jóvenes de la Universidad Nacional de Mar del Plata analicemos en un seminario, a los treinta y cinco años del Documento de Araxá la vigencia de este pensamiento. 6 [6] Según Paúl Ricoeur un análisis hermenéutico implica una filosofía del lenguaje expresada en la pregunta quién habla; una hermenéutica de la acción (quién actúa) y una determinación ética y moral de la acción relacionadas con las categorías de lo bueno y de lo obligatorio. 7 [7] Carlos Eroles “Los derechos humanos como sustento de la práctica soial”, ob. Cit. 8 [8] Gustavo Parra: “Los proyectos socio-profesionales en el trabajo social argentino...”, en “Nuevos escenarios y práctica profesional...”, (varios autores), Espacio Editorial, Bs. As., 2002 9 [9] María Mercedes Gagneten es docente de la Carrera de Trabajo Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en la Universidad nacional del Litoral y en la Escuela de Servicio Social de la Ciudad de Santa Fé. Su libro más cvonocido es “Hacia una metodología de sistematización de la práctica”, Ed. Humanitas, Bs,.As., 1987 3