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EL HIJO QUE DESPILFARRÓ LA HERENCIA PATERNA
Y EL PERDÓN DE NUESTRO PADRE DIOS.1
Dios nos Ama sin condiciones. Eso significa Evangelio que nos alegra con la Noticia Extraordinaria del Amor de
Dios siempre igual aunque pequemos. En la reunión pasada vimos la injusticia de Dios que muchos rechazan,
cuando el dueño pagó igual a los últimos y a los primeros trabajadores. Las parábolas de la misericordia
presentan un Dios que olvida todo para recuperar los que nada hicieron para encontrarlo, como la monedita y la
oveja perdidas. Aquí Jesús nos presenta al hijo que despilfarró la herencia y regresó a la Casa Paterna no por
Amor sino por hambre. Y hay gran fiesta en el cielo cuando Dios recupera lo que le pertenece. En esta parábola
nuevas luces de Fe iluminan nuestro andar hacia la casa paterna.
El odio entre hermanos es tan antiguo como la humanidad. Caín asesinó a su hermano Abel, a quien odiaba por
ser bueno. A lo largo de la Biblia aparecen disgustos, envidias y peleas entre Isaac e Ismael, Esaú y Jacob,
Moisés y Aarón. Recién formadas las doce tribus de Israel los hijos de Jacob odiaban a José, el hermano bueno
preferido por el padre. En lugar de matarlo lo vendieron a beduinos del desierto. José llegó a ser el mayordomo
del Faraón en Egipto donde luchó por libertar su raza. Años después sus hermanos llegaron con hambre a Egipto
a buscar alimento. La venganza de José fue esconderles en costales llenos de trigo su copa de plata y el dinero
recibido.2 El amor incondicional de José a sus hermanos es en el Antiguo Testamento la mejor figura de Amor
Perdón divinos manifestados en Jesús. Cuentos de hadas presentan a la Cenicienta humillada en su hogar,
después casada con su Príncipe Azul. Cenicienta se vengó recibiendo en palacio a su madre y hermanas, porque
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Lucas 15: 1-32
Génesis: 44: 1-24
quien de veras ama puede perdonar cualquier ofensa. Parecerían injustos el Padre al perdonar al hijo pródigo,
José y la Cenicienta que no fueron esclavos del rencor. En realidad tuvieron el corazón libre para Amar.
Dios hace brillar el sol y caer la lluvia sobre buenos y malos. 3 La gente buena y respetable, los sabios y
sacerdotes de Israel odiaban a Jesús por ser bueno con los malos, marginados, pecadores y prostitutas. En las
Parábolas de la Misericordia Jesús nos enseña que todos, buenos y malos seremos recibidos con el amor del
Padre que recibe al hijo vagabundo que regresa.
Es importante recordar que las parábolas de Jesús no concuerdan con la realidad. En Oriente los padres
ahorraban para su vejez. Solamente después de muerto el padre no el menor sino el mayor recibiría la herencia.
El menor rompe las costumbres de familia pidiendo herencia, y asesta un golpe mortal al padre robándole su
seguridad. No les cabía en la cabeza a quienes escucharon a Jesús que el hijo tuviera semejante osadía, y menos
aún que el Padre entregara su herencia. En Oriente un padre nunca corrió a recibir al hijo ausente. El padre de
mi amigo indio Kumar Pradeep se había recuperado de un infarto. Después de siete años de ausencia su hijo
golpeó en la puerta del hogar y el padre no salió a recibirlo para no rebajarse. En esta parábola el padre arruinado
prepara una gran fiesta al hijo que acabó con su dinero.
Así narra San Lucas esta parábola en el capítulo quinto de su evangelio: Un Padre tenía dos hijos y el menor
pidió su herencia. Mientras en tierras lejanas el hijo despilfarraba su herencia en orgías y mujeres el corazón del
Padre sangraba por el hijo ausente. El niño mimado con el estómago vacío y sin dinero en el bolsillo comenzó a
trabajar cuidando cerdos, animales impuros ante la ley, manchando así su raza, sus costumbres y su Dios. Entre
gruñidos y olor a cochambrera ni siquiera podía comer como los cerdos y pensaba: los sirvientes de mi padre
comen hasta saciarse mientras yo aquí muero de hambre, porque no me dejan comer ni las sobras de los cerdos.
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Mateo: 5: 45
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En días oscuros y noches interminables se repetía: Padre mío, he pecado contra el cielo y contra ti; no soy digno
de ser llamado hijo tuyo. Perdóname y recíbeme como uno de tus esclavos.
Mañana y tarde el Padre observaba desde la colina de su casa el horizonte,
Y sólo veía lejanas polvaredas de las caravanas del desierto.
Lentamente se iba borrando el sol en los senderos,
Mientras el Padre llorando al hijo ausente envejecía triste junto al fuego.
Una tarde al Padre le dio un golpe el corazón al vislumbrar una silueta en lejanía ¿sería su hijo que llegaba?
Cuando se acercó un pordiosero descalzo sus lágrimas llovieron al escucharlo: Padre, he pecado… Con un beso
en la boca el Padre silenció la confesión del hijo. Los esclavos caminaban descalzos, el Padre colocó sandalias en
sus pies, y ordenó a sus sirvientes: Pronto, traigan el mejor vestido, y el anillo de familia para el dedo del hijo
que nunca dejó de ser amado. El Padre ordenó que vecinos y amigos invitaran a vecinos y amigos para una
suntuosa fiesta. Degollaron todos los becerros para alimentar a tanta gente, aroma de los mejores vinos perfumó
la comarca, música de fiesta y soles sin ocaso alegraron valles y montañas para siempre.
Al caer de la tarde, el hermano mayor sin desmontar de su caballo se negaba entrar en casa, ensombreciendo así
la fiesta. El Padre abandonó la fiesta para convencer al mayor a entrar. No he hecho sino trabajar para ti, y ni
siquiera me has dado un cabrito para celebrar con mis amigos. Pero ahora haces fiesta para recibir a este hijo
tuyo que desperdició tu herencia en prostitutas. El menor había salido de la casa paterna sin amor. También sin
amor el mayor había servido, y ahora desprecia al que no llama su hermano sino ese hijo tuyo. Fariseo y esclavo
servil de normas paternas no conoce ni amor ni compasión. Mi muchacho, todo lo mío es tuyo, tú nunca te has
alejado de mí lado, pero tenemos que celebrar la llegada de tu hermano que se había perdido y ha sido
encontrado, había muerto y ha vuelto a la vida. El mayor se pudrió de envidia esclavo del odio, mientras el
corazón libre del Padre amó y perdonó como Dios, sin condiciones.
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Envenenados con odios infantiles creemos imposible perdonar. Resentimientos, como espinas de pescado en la
garganta nos atormentan y paralizan sin tocarlas, y sentimos morir al tratar de sacarlas. Si todavía te esclaviza el
odio pide perdón a Dios con las palabras de Jesús: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.4 Odiar te
envenena mientras tu enemigo camina muy contento; perdonar te sienta bien. Cuando alguien me pisa dice lo
siento, pero soy yo quien lo siente, y quien me ofende, aun sin darse cuenta, no imagina hasta dónde penetró su
puñalada. Hoy la sangre de Abel continúa manchando la humanidad en guerras destructoras de pueblos países y
continentes. No perdamos la esperanza de que tanto humo se evapore y brille un cielo azul que alegre el corazón
de amigos y enemigos.
Como el Hijo que despilfarró la herencia quienes procuramos cambiar recibimos el perdón de nuestro Padre
Dios. El hijo mayor y los esclavos del trabajo y reglas, como fariseos se sienten mejores criticando a los demás.
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Mataron el Amor y así expulsaron a Dios del corazón. Pedro por miedo negó tres veces a Jesús que le pidió tres
veces confesar su Amor para devolverle la alegría. Magdalena pecadora amó sin condiciones y fue mil veces
perdonada. ¿Cómo tratas a la hija embarazada, al amigo endrogado, cómo recibes a quienes acaban de llegar?
Perderse y caer en el camino es humano, fracasa el caído que no se levanta. Al ver un anciano con bastón te
darás cuenta que todos en alguna forma cojeamos. Fuerza de voluntad no derrumba siempre las murallas de tu
cárcel. Ten paciencia contigo, espera que Dios y el tiempo sanen tus heridas. No olvides que quien no perdona
tampoco es perdonado y que quien en horas negras sintió el Amor de Dios se alegra cuando triunfa el enemigo.
No pierde su vida quien no vio las estrellas sino quien murió sin esperanza de verlas antes de morir.
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Lucas 23: 34.
Primera carta de San Juan 4: 8
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Algún día los curiosos preguntarán: ¿Dónde está aquel que respiraba odio y venganza por sus heridas? Como
los ángeles ante la tumba de Jesús resucitado escucharás el canto de victoria: No está aquí, ha resucitado.6
Todos estábamos perdidos. En la Cruz encontramos a Jesús la Verdad que ilumina nuestras sombras, y el Amor
que sepultó la muerte para darnos la Vida con Su Resurrección.
Dios hace salir el sol y caer la lluvia sin distinciones.
Como el Padre abrió su corazón al hijo que despilfarró la herencia
También tu hogar estará abierto para buenos y malos.
Al regresar arrepentidos recibiremos el manto, las sandalias
Y el anillo de los hijos de Dios.
Nos sentaremos al banquete servidos por el Dueño de Casa.
Y con la música del hogar Paterno seremos estrechados
Por el abrazo eterno de nuestro Padre Dios.
Miami, Febrero 2013. Eduardo Pinzón Umaña, S.J.
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Mateo 28: 6