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Domingo 24 Tiempo Ordinario Ciclo C
Septiembre 15 de 2013
“Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa”
Salmos 51 (50)
«Espíritu Santo
haz que mi corazón
se abra a la Palabra de Dios,
que mi corazón
se abra al bien,
que mi corazón
se abra a la belleza de Dios
todos los días».
SS. Papa Francisco1
Lucas 15, 11-32
11
Jesús contó esto también: «Un hombre tenía dos hijos, 12y el más joven le dijo a su padre: “Padre, dame la parte
de la herencia que me toca.” Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. 13Pocos días después el hijo menor
vendió su parte de la propiedad, y con ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una
vida desenfrenada. 14Pero cuando ya se lo había gastado todo, hubo una gran escasez de comida en aquel país, y
él comenzó a pasar hambre. 15Fue a pedir trabajo a un hombre del lugar, que lo mandó a sus campos a cuidar
cerdos. 16Y tenía ganas de llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. 17Al fin se
puso a pensar: “¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero
de hambre! 18Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; 19ya no
merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores.” 20Así que se puso en camino y regresó a la
casa de su padre.
»Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con
abrazos y besos. 21El hijo le dijo: “Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo.”
22
Pero el padre ordenó a sus criados: “Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el
dedo y sandalias en los pies. 23Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete!
24
Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.” Comenzaron la
fiesta.
1
http://www.vatican.va/holy_father/francesco/audiences/2013/documents/papa-francesco_20130515_udienzagenerale_sp.html
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25
»Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile.
Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. 27El criado le dijo: “Es que su hermano ha vuelto;
y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque lo recobró sano y salvo.” 28Pero tanto se enojó el
hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera. 29Le dijo a su padre:
“Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para
tener una comida con mis amigos. 30En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con
prostitutas, y matas para él el becerro más gordo.”
26
31
»El padre le contestó: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. 32Pero había que
celebrar esto con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había
perdido y lo hemos encontrado.”»
P. Antonino Cepeda Salazar
Algunas preguntas para ayudarte en la lectura atenta…
¿Por qué pidió su herencia? ¿Qué actitudes te sorprenden del padre? ¿Por qué toma tan malas decisiones el hijo
menor? ¿Qué le molesta al hijo mayor?
Algunas consideraciones para una lectura provechosa…
El texto que atendemos ahora está ubicado en la sección del viaje de Jesús a Jerusalén (Lc 9,51-19,27); viaje
importante, porque en él Jesús expresa su firme decisión de entregar su vida, y va formando a sus discípulos.
Las parábolas del capítulo 15 del Evangelio de Lucas han de leerse como un todo. Estas parábolas, al ser contadas
por Jesús, siguen el mismo orden: lo que se tiene, se pierde, se busca/o se espera, se encuentra, y hay una alegría
compartida. Se destaca la alegría, y aunque en la parábola del Padre Misericordioso no se menciona la palabra, se
vive la alegría expresada en una fiesta. También fijémonos en que los elementos perdidos son respectivamente:
una oveja (un ser vivo animal), una moneda (una cosa no viva), el hijo (un ser vivo personal). Por eso, el Padre
respeta a su hijo y no lo retiene ni va por él, pero sí espera con amor su regreso, y sale a recibirlo.
En los primeros vv. 1-3 se dice que Jesús pronuncia estas tres parábolas en función de los escribas y los fariseos
que critican a Jesús porque come con publicanos y pecadores. Recordemos que ya antes Jesús ha llamado a Leví
y ha comido en casa de éste, en compañía de muchos publicanos y pecadores, recibiendo por eso la misma
crítica (Cfr. Lc. 5,27-32).
Atendamos a la Parábola de El Padre Misericordioso, que se desarrolla en tres momentos, centrados
respectivamente en el hijo menor (vv. 12-20), en el padre (vv. 20-24), en el hijo mayor (vv. 25-32), aunque el
padre siempre está presente.
El Padre
Es comúnmente conocida como Parábola del Hijo Pródigo. Sin embargo, al leer con atención el relato, es el Padre
el personaje protagonista. El Padre en sus actitudes y comportamiento parece más una madre que un padre. Uno
esperaría que él fuera exigente y autoritario, que se negará a dar la herencia antes de morir, que reprendiera y/o
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castigará al hijo menor; pero, al contrario, se desborda en muestras de cariño hacia su hijo que “estaba muerto y
ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado” (frase que se repite al final del relato, cfr. v. 32 y que
es clave para la comprensión de esta parábola).
El padre ama a los dos hijos. Es amoroso, misericordioso y paciente con ambos hijos. Ama a su hijo menor; por
eso, no lo somete a un ritual de purificación o a un castigo. Ama al hijo mayor, a quien invita a participar de la
fiesta por su hermano que ha vuelto. Es el hijo mayor el que establece una diferencia. Se niega a participar de la
alegría de su propia familia. El Padre quería ver a los dos hijos sentados a la misma mesa, compartiendo la alegría
de vivir.
Ahora fijémonos en los hijos: El Hijo menor
Él estaba acostumbrado a vivir en la abundancia, recibida de su padre. Enfrentará una doble dificultad: se acabó el
dinero, y hubo una gran hambre. No sólo se encuentra sin dinero, hambriento y solo, sino que es humillado. Es
mandado a cuidar cerdos sin darle ni siquiera comida a cambio del trabajo. Recordemos que el cerdo es
considerado un animal impuro, por lo que cuidar cerdos es una gran humillación para un judío. Pero él es
consciente de la gravedad de sus faltas, que ha perdido el honor de ser hijo; por eso, espera al menos ser recibido
como un trabajador. Y con toda seguridad se desconcierta cuando su Padre lo recibe como hijo, vuelto a la vida.
El hijo mayor:
También es amado del padre; sin embargo, aunque ha permanecido en casa, ha estado anímicamente lejos del
padre. También el hijo mayor necesita volver al padre, y participar de la alegría de la familia; pero, según parece,
se niega a participar de la vida de su hermano menor. E incluso, hubiese preferido convivir y alegrarse con sus
amigos. Se siente con derecho de condenar a su hermano, a quien llama “ese hijo tuyo”, y lo acusa de que se
gastó los bienes con prostitutas. Por eso, es fácil adivinar que el hijo mayor representa a los escribas y a los
fariseos a propósito de quienes Jesús ha pronunciado estas parábolas.
Según esta interpretación es el padre el que se ha mostrado generoso, ha rehabilitado al hijo menor, es el que lo
ha hecho sano. Le ha devuelto la dignidad de hijo. Ningún personaje es presentado por su nombre; esto,
convierte el relato en modélico o ejemplar. Y, ¿la madre?
Comencemos nuestra meditación con las Palabras del Papa Francisco,
“¡Dios es pura misericordia! "Pon a Cristo": Él te espera en el encuentro con su Carne en la Eucaristía,
Sacramento de su presencia, de su sacrificio de amor, y en la humanidad de tantos jóvenes que te
enriquecerán con su amistad, te animarán con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje de la caridad, de la
bondad, del servicio. También tú, querido joven, querida joven, puedes ser un testigo gozoso de su amor, un
testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un poco de luz a este mundo nuestro”2.
2
http://www.vatican.va/holy_father/francesco/speeches/2013/july/documents/papa-francesco_20130725_gmg-giovanirio_sp.html
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Ahora preguntémonos: ¿Cuál ha sido tu experiencia de misericordia? ¿Soy consciente de mi situación de pecado,
o me arrepiento, me convierto, y vuelvo a la casa del Padre? ¿Considero que algún “hermano menor” no merece
ser aceptado como hijo del Padre?
El Señor nos invita a ser misericordiosos, mostrándonos con su ejemplo que Él lo es con nosotros a cada instante,
por este llamado oremos hoy para tener una verdadera conversión al Padre y así poder regresar a su Casa.
Oh, Señor, que tienes misericordia de todos,
quita de mí mis pecados,
y misericordiosamente enciende en mí
el fuego de tu Espíritu Santo.
Quita de mí el corazón de piedra,
y dame un corazón de carne,
un corazón para amarte y adorarte,
un corazón para deleitarse en Ti,
para seguirte y disfrutar de Ti,
en el nombre de Cristo, Amén.
San Ambrosio de Milán (DC 339-397)
Que bueno es poder tener en nuestra mente y corazón la imagen de un Dios que es Papá y nos ama
profundamente y siempre está dispuesto a perdonarnos, por eso decimos llenos de amor y esperanza:
“Ayúdame a permanecer a tu lado Señor”
Como todas las parábolas de Jesús; ésta es una invitación a la acción, al cambio.
¿Cómo puedo ser transmisor de la misericordia de Dios? ¿Qué cosas me invita hoy el Señor a cambiar de mi vida?
“Dios nunca se cansa de perdonar. Nunca.
El problema es que nosotros nos cansamos de pedir perdón”.
Papa Francisco
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