Download El siglo XIX no tuvo cien años en el Caribe

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
1804-1898: un siglo que no tuvo cien años en el Caribe.
Yolanda Wood
El siglo XIX no tuvo cien años en el Caribe. Su extensión simbólica puede
indicarse por dos fechas de la mayor significación, 1804 y 1898, por dos
acontecimientos que cambiaron los derroteros de la historia y que indican
un antes y un después para la propiamente americana, fechas que hicieron
de la región caribeña, epicentro de una nueva
época en el mundo
occidental. Quizás sería mejor sería decir que el Caribe volvía a serlo al
igual que en el siglo XV, cuando la llegada de las carabelas colombinas y
las que siguieron después, inauguraron desde las islas del Caribe, la acción
colonizadora que desde ellas se extendió al continente aún innombrado.
Pero en aquel momento, como ha señalado Roberto Fernández Retamar,
fueron otros los protagonistas. Sin embargo, en el siglo XIX, cuando la
Revolución de Haití abrió la acción de signo contrario, la descolonización
en el Caribe insular, ocurrió “el primero y magno acontecimiento en que el
Caribe apareció del todo como actor en el planeta”. (Fernández Retamar,
2004: 12).
La Revolución de Haití y la Guerra cubano-hispano- americana, son los
hitos de una nueva circunstancia que hizo del siglo XIX un momento
esencial del Caribe en el contexto mayor de Nuestra América, la que con
palabras del Apóstol de Cuba, Jose Martí, se extiende desde el Río Grande
hasta la Patagonia, incluidas las dolorosas islas del mar. Un siglo breve y
de gran intensidad por las múltiples implicaciones que tuvieron 1804 y
1898, fechas que anteceden y suceden a la de la independencia de la
América continental que conmemorará en 2010 el bicentenario de ese
magno acontecimiento. Para el Caribe se trató de una independencia
temprana, la Revolución de Haití, primera de su tipo en América y en el
mundo, que sentó las bases de una otra justicia social por sus postulados
1
revolucionarios y extendió las nociones fundadoras de la Revolución
Francesa a un plano, diríamos hoy, tercermundista, por anticolonial y
antiesclavista. De otra parte, la tardía y malograda independencia de la
mayor de las Antillas, frustrada después de treinta años de luchas
mambisas, que culminó con la ocupación estadounidense y la falsedad de
una República mediatizada y neo-colonial. La Guerra cubano-hispanoamericana que cambió el rumbo de los acontecimientos en Cuba y Puerto
Rico, los únicos reductos del colonialismo español en el continente, dos
islas que coincidentemente habían lanzado su grito libertario en 1868: Cuba
en La Demajagua y Puerto Rico en Lares. Con la ocupación, Estados
Unidos inauguró - de manera clara y evidente- su papel de nueva potencia
imperial y expansionista comenzando por su propio continente y desde él
hacia el mundo.
En 1804 y 1898 hubo victorias y de frustraciones en una circunstancia
histórica altamente compleja donde se debatían capitalismo y esclavitud en
el Caribe y se definían las bases de una modernidad -que por su carácterresultó en extremo contradictoria. Ambos acontecimientos serán objeto de
esta conferencia que se propone examinarlos en el entramado
de la
intensidad de ese siglo en el cual, con las palabras independencia y libertad
se gestaron las bases de un pensamiento nacional, que con todos los
matices de la diversidad del Caribe, adquirió rasgos propios en cada país –
en Haití y en Cuba- en el XIX. Un siglo largo – por contraposición al título
que he dado a esta conferencia- si tomamos en cuenta las precedencias y
las consecuencias de estos acontecimientos que se adentraron en el siglo
XVIII y penetran al siglo XX. Ejemplo importante fue la ocupación
durante casi 20 años de Haití por los Estados Unidos en 1915 y la manera
en que se organiza una resistencia y un movimiento nacionalista que tuvo
en Jacques Roumain , Charlemagne Péralt y el indigenismo sus más
genuinas expresiones; mientras que en Cuba, el arte y literatura de fuerte
2
carga social y nacional se desenvuelve conjuntamente a acontecimientos
políticos de la mayor envergadura como la fundación del Partido
Comunista de Cuba en 1925 y las luchas revolucionarias contra el tirano
Machado durante los años 30.
Un siglo muy largo si consideramos que los problemas que en él se
debatieron eran inherentes a la propias desigualdades y conflictos del
régimen de dominación
instaurado desde
la etapas tempranas de la
conquista y colonización, inseparables del sistema plantador esclavista que
definió las sociedades caribeñas como productoras para un mercado
triangular trasatlántico, e intrínsecos al trauma antropológico que ese tipo
de sociedad fundó, basado en la racialización de las relaciones de los
sujetos, colocados en una máxima estratificación social.
Tomando en consideración la compleja intensidad de ese siglo entre los
límites cronológicos de 1804 y 1898, no me detendré en secuencias
cronológicas de hechos y sucesos sólo cuando sea muy necesario, sino que
utilizaré algunas claves para desentrañar las cuestiones del tema que nos
convoca desde una perspectiva histórico-cultural .Es esta la estructura que
les propongo seguir:
o La libertad cambió de signo
o La eternidad simbólica de La Citadelle de La Farrière
o Disputas imperiales y estrategias de poder
o La faz mediática de la guerra que terminó el siglo.
La libertad cambió de signo.
La esclavitud de tantos siglos en el Caribe no pudo subyugar la libertad
imaginativa y creadora de una comunidad de pueblos que ante los avatares
deculturativos buscó sus alternativas de supervivencia cultural, silenció y
gritó, conservó y transformó para alcanzar la condición de pueblos,
“nuevos” según la definición de Darcy Riveiro. El impacto que significó
3
el desgarramiento de la tierra original, la conocida en todo su interior,
podríamos imaginarlo en sociedades de pobladores migrantes y en especial
para quienes constituyeron la mayoría de la población en las islas del
Caribe, los negros traídos como esclavos.
“ Y yo qué hago aquí ?¡ ” Podemos imaginar que esa pregunta debió ser
parte de la impaciencia mayor de aquellos hombres y mujeres traídos desde
África, revelación de aquella tragedia humana del despojo de todo lo que
les era propio y natural….qué hago yo aquí, con interrogación y
exclamación….es una frase de profundo desconcierto, que interpela el
sentido común, que indaga y acusa. Es una frase de cuestionamiento
profundo. El problema del lugar fue una cuestión clave para el hombre
desterrado de África. Cuando se revisitan ciertas obras legadas por artistas
que convivieron con las condiciones de la esclavitud, llama la atención el
modo en que se representan aquellos hombres y mujeres esclavos. El
espacio de la representación, distante de todos sus hábitos y costumbres, los
coloca en situaciones ajenas a ellos mismos pero sin disonancias. Ya sea
desde las piezas de Nicolás de la Escalera o las del puertorriqueño José
Campeche, bien que se aprecie el modo en que tan tempranamente se
documenta esa presencia, el mundo de referencias religiosas, de santos
cristianos y de relaciones celestiales en el que se ubican son totalmente
extraños a aquellos hombres y mujeres. Son individuos situados en
espacios
de
expatriación,
pero
representados
con
una
voluntad
“integracionista” en una especie de “deber ser”, sumidos en un mundo
construido fuera de ellos pero donde están ellos como participantes ajenos
por obligación. Los excluidos por la dominación situados en los contextos
de la hegemonía, que los devaluaba poniéndolos bajo el mandato de la
superioridad social de los amos blancos.
La pintura y el grabado fueron territorios donde se legitimó la historia de
asimétricas relaciones entre aquellos hombres y esos lugares. El arte no
4
representa una disyunción, lo visible es lo real, y el artista lo testimonia
como parte que fue del sector dominante. Todo ocurre en el tiempo de los
sucesos y desde la
representación se perpetúa la situación imperante.
Insertos los esclavos en esos espacios a los que están confinados por las
circunstancias coloniales, la pintura y la gráfica recrearon el status quo.
Aquellas dramáticas circunstancias del conflicto social, cultura y
profundamente existencial del hombre y la mujer africanos en Afroamérica.
. Y qué hago yo aquí?, supone la idea mítica del territorio, el que se
construye también desde la memoria y el recuerdo, El espacio donde se
sitúa el esclavo en la pintura y el grabado, mayormente realizado por
extranjeros, no sólo evade el conflicto de su pregunta ante el no lugar,
aquel del amo esclavista…y yo qué hago aquí… es pregunta y exclamación
a la vez cuando no se sabe dónde uno está , ni tampoco por qué ni hasta
cuándo…la representación no sólo desconoce el conflicto sino que lo
desvirtúa al no distinguir perceptivamente los aspectos polémicos
contenidos en ella, …..Y yo qué hago aquí… en pregunta y exclamación,
debió activar la autoestima de aquellos hombres y mujeres, debió ser
pregunta introspectiva, reflexiva e interior para no levantar sospechas ante
los posibles observadores agresivos que se mantenían alertas ante todo
gesto colectivo y entre las respuestas posibles a esta interrogación, está la
base de la rebeldía esclava, la huída hacia un espacio de libertad. Con el
primer cimarrón surgió ese lugar, y el gesto emancipatorio de los hombres
y mujeres esclavos que tomaron partido por un otro territorio y definieron
un nuevo contexto para ser representados, claro que allí no estaban los
pintores para pintarlos.
Para hacer del espacio desconocido una alternativa a la supervivencia
individual y colectiva, fue necesario observar, diferenciar y homologar.
Remitilogizar, que es volver a construir el mundo, pues el pensamiento
mítico es una forma de conocimiento de la realidad, y es ante ella que se
5
descubren y redescubren los significados simbólicos. Y en ello de manera
cubierta o encubierta se construía un espacio de libertad. Eso ocurrió en el
Caribe, todos sus sincretismos fueron actos liberadores, hubo que restituir
un orden en el caos de tantos imaginarios trans-territorializados. Ninguno
de ellos se reprodujo íntegramente, ni los europeos ni los africanos, todos
se instalaron dejando espacios en blanco que fueron completándose en un
proceso de base inter y transcultural. Con palabras de René Depestre, se
trató de una forma de “cimarronismo ideológico”, por la adaptación de los
esquemas occidentales a las necesidades afectivas tributarias de África.
Todo se produjo de modo intenso y complejo, también traumático.
Pero la palabra libertad cambió de signo en el siglo XIX para las islas del
Caribe y adquirió un sentido legitimador, emancipatorio, colectivo, de
valor humanista en territorios doblemente sojuzgados por la dependencia y
la esclavitud.
Ya no se trataba solo del espacio de libertad de los
apalencados, conquistado por la escapada del sitio opresivo, ni de la
libertad comprendida desde la auto-pertenencia de un imaginario secreto o
del cuerpo como refugio y posesión para el que nada poseía a pesar del
látigo, los perros o los hierros
usados para vulnerar ese territorio
simbólico. Y es que en el cuerpo mismo estaban estampadas todas las
connotadas categorías de marginalidad dentro de las sociedades caribeñas:
las de género, las de raza y las de clase, muy enunciadoras las dos últimas
por la índole racializada de las relaciones sociales. De tal manera que al
pensar el cuerpo como el posible espacio de la libertad del sujeto, en él
estaban instalados en simultaneidad la dimensión simbólica de la relación
individuo-sociedad, y todo lo que ello significa en término de
discriminaciones y segregaciones.
Con la Revolución de Haití la palabra libertad adquirió el valor de un
nuevo signo, al combinar la liberación colonial y la abolición de la
esclavitud. La Revolución haitiana superó así todo proceso independentista
6
precedente y le otorgó una dimensión profundamente ética y humanista al
sentido de la libertad, el de un nuevo humanismo caribeño que
necesariamente tenía que transitar por la emancipación de todos los
individuos, a partir de un cambio esencial en la noción de propiedad y
pertenencia. Se trataba con la abolición de reponer una condición
humanizada al sujeto esclavo que el Código Negro definía como un “valor
mueble”, vendible, comprable, cambiable. En ese nuevo humanismo se
reivindicaba la dignidad humana.
Al respecto precisa Carolyn Fick que en estos aspectos la Revolución
Haitiana puso en tensión las contradicciones filosóficas de pensamiento de
“Lumières” como ningún otro acontecimiento histórico de la época.
Destaca en ese sentido que a diferencia de lo ocurrido en las revoluciones
burguesas de Estados Unidos y de Francia, en la Revolución de Haití…” la
libertad implicaba la destrucción del derecho de propiedad, en la medida
en que los esclavos eran una pertenencia de sus amos… los esclavos que
por definición constituían una propiedad y no tenían existencia jurídica,
eran ahora ciudadanos en una nación que se definía según los principio
universales de la igualdad”. (Caolyn Fick, 2006:142-143)
Este tema, esencial en la proyección revolucionaria haitiana funda otra
perspectiva en las nociones de libertad al hacer, concreta y real, las
condiciones de igualdad ante la ley de miles de hombre y mujeres, lo que
constituyó un verdadero hito jurídico y social para el nuevo estado que
tendría que enfrentar – hasta nuestros días- los retos de una tal osadía.
Esas luchas tuvieron sus símbolos fundadores en hombres-mitos como
resulta frecuente en todas las grandes epopeyas, Mackandal y Boukman,
ambos negros, ambos esclavos, ambos asesinados por el poder colonial en
la colonia más próspera del Caribe en el siglo XVIII. Así, con la
Revolución haitiana aparecen los primeros héroes negros de la historia
americana y del mundo occidental. El primero quemado vivo ante los ojos
7
de muchos que podrían ser la próxima víctima, y el segundo decapitado y
su cabeza mostrada en la plaza pública. Ambos debían ser las seguras
evidencias de la intransigente actitud metropolitana ante todo nuevo intento
de sublevación. Pero las revueltas continuaron y ya en 1791, se considera
iniciada la revolución haitiana cuando la ciudad del Cap Français fue
incendiada por los esclavos insurrectos. Al siguiente año se proclamó la
República francesa y en agosto de 1793, Sonthonax , representante de la
Asamblea en el norte de la colonia de Saint Domingue publica el decreto
de emancipación general de los esclavos en esa región que después se
extendería a las restantes del territorio. Un acto de otorgamiento que no fue
ratificado hasta 1794 por la Asamblea, dominada por los jacobinos. Pero
Napoleón restauró la esclavitud en 1802, después que Toussaint Louverture
había establecido en la Constitución de 1801 la igualdad de derechos de
todos los hombres en la que se expresaba que “no puede existir esclavitud
en este territorio. La servidumbre ha sido abolida para siempre”.
Constitución que se adelantó a cualquier otra en el mundo, ha dicho BackMorss, “… si no en sus premisas democráticas, con seguridad en lo
concerniente a la comprensión racial de la definición de ciudadanía”.
(Back-Morss, 2006:38)
En este nudo cronológico se aprecia algo esencial en la comprensión de
esos momento crítico en que se debate una modernidad profundamente
contradictoria- como ya la hemos calificado-
cuando después de
la
Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, proclamada en
1794 con la abolición de la esclavitud por la Asamblea se produce un
vuelco de la propia situación francesa bajo el mando de Bonaparte al
revocar la abolición ya decretada. Cuando las tropas de Napoleón invaden
Saint Domingue bajo el mando de Leclerc, Toussaint Louverture es
deportado a Francia, donde murió. Pero ya hay en Haití un líder, una gran
revuelta de hombres y mujeres libres que no aceptan regresar a la
8
esclavitud y una constitución con fundamentos legales que otorgaban el
sentido de igualdad de todos los hombres ante la ley. Las tropas de
Napoleón fueron derrotadas por Jean Jacques Dessalines, General en Jefe
de las Tropas independentistas. En su Proclamación de Independencia,
Dessalines dice que la libertad se expresaba en la renuncia para siempre a
Francia y morir antes que vivir bajo su dominación, lo que refrendaba en su
discurso al pueblo de Haití destacando “…es necesario, por medio de un
acto último de autoridad nacional, asegurar para siempre el imperio de la
libertad en el país que nos vio nacer…vivir independiente o morir”. En
estas palabras se erigía un nuevo paradigma libertario en el Caribe con la
legalidad de un poder antiesclavista y anticolonial, dirigido a la formación
de una autoridad nacional y nacía el primer estado moderno de hombres y
mujeres libres en el mundo occidental.
Refiriéndose a este tema en comparación con la Revolución de
Independencia de Norteamérica, Susan Back-Morss señala en su texto
Hegel y Haití que si bien en el país del norte “unos pocos estados
individuales aprobaron la legislación antiesclavista, la nueva nación
concebida en libertad, toleró la inconsistencia monstruosa e inscribió la
esclavitud en la Constitución de los Estados Unidos”. (Énfasis de la autora.
Back-Morss, 2006:36)
Con la Revolución haitiana, según las palabras de Dessalines, se iniciaba
un nuevo imperio en el Caribe, “el imperio de la libertad”, lo que significó
afrontar esa noción en su más completa acepción para países dependientes
y esclavistas dentro de un régimen de dominación colonial. La abolición de
la esclavitud cumplía con el ideal humanista de la libertad universal. Como
se sabe, Francia, después de restaurada por Napoleón en 1802, no abolirá la
esclavitud en sus territorios hasta 1848. De tal manera, con palabras de
Back-Morss, esa libertad de 1804 se ganó por los propios esclavos en Haití
y en ese sentido es la Revolución haitiana en el Caribe la que asume,
9
extiende y amplía los postulados de la Revolución francesa y de la
Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano. De esa
Revolución surgieron un pueblo y una nación que tuvieron en el cambio de
nombre de Saint Domingue a Haití, una suprema expresión emancipatoria y
anti-hegemónica al asumir la denominación indígena del territorio en un
gesto profundamente simbólico de libertad si tomamos en cuenta que desde
los Requerimientos de Indias y el desembarco de Colón con la cruz y con la
espada en las islas del Caribe, el primer enunciado del acto de posesión era
el de nombrar el territorio.
Durante el siglo XIX, y como consecuencia también de la Revolución de
Haití y su nuevo paradigma libertario, el tema negro pasaría a ocupar un
lugar de primer orden en el área del Caribe. Los efectos de la abolición
producían todo tipo de inquietudes y esperanzas de acuerdo con la
contraposición
socio-racial
amo-esclavo
predominante
y
las
contradicciones entre los dueños: esclavistas y antiesclavistas, modernos y
tradicionales. Los esclavos eran conscientes- ha afirmado Eric Williams de que “…la emancipación no se produciría por gracia de los colonos, sino
a su pesar”. (Williams, 1964:180) quien precisa que “ ….en contra de la
opinión popular e incluso erudita…la fuerza social más poderosa y
dinámica en las colonias eran los propios esclavos. Este aspecto del
problema antillano ha sido deliberadamente
ignorado”. Y concluye
diciendo: “El carácter dócil del esclavo es un mito”.
Por eso “… la triunfal revuelta de los esclavos en Saint Domingue fue un
hito en la historia de la esclavitud en el Nuevo Mundo” y tras ella se
impuso el terror entre los esclavistas, el terror de otro Toussaint
Louverture. Y no eran infundados estos temores de los dueños blancos pues
las sublevaciones se hacían cada vez mayores y más intensas. Refiriéndose
a la situación de las colonias inglesas del Caribe, Eric Williams señala que
en 1833, las alternativas eran claras: “…o emancipación desde arriba o
10
emancipación desde abajo. Pero EMANCIPACION… la determinación de
los esclavos era ser libres”. (Énfasis del autor. Williams, 1964:186) La
idea de la libertad se construía como una riqueza al interior del sujeto
esclavo en la situación colonial y ello ponía en crisis las bases mismas del
capitalismo comercial monopolista metropolitano.
Con la caída de la producción de Saint Domingue en el mercado mundial,
la colonia de Cuba encuentra una oportunidad comercial y se produce un
momento de ampliación de la economía agrícola basada en el azúcar y el
café que significó una masiva entrada de esclavos durante la primera mitad
del siglo XIX, lo que hizo a la isla grande, en pocos años, una intensa
productora internacional. Contrastante situación que difiere también en
ciertos aspectos constitutivos al comparar
las sociedades de Saint
Domingue y de Cuba por la índole diferenciada de sus procesos históricos
fundacionales. Cuba fue una colonia de poblamiento desde sus primeros
siglos coloniales, un tipo de sociedad con afluencia de población
metropolitana y en la que la economía de plantación llegó relativamente
tarde en medio y casi conjuntamente con los aportes de la modernización
industrial. Fenómeno que no ocurrió de igual modo en Haití por lo que el
crecimiento esclavista se producía en medio del panorama contradictorio de
una sociedad criolla, con un sector dominante adinerado que entraba en
conflicto con el poder colonial en cuanto a sus ventajas para desenvolverse
con mayor libertad en el mercado internacional. Refiere Ana Cairo que
después de la gran derrota militar de la batalla de Ayacucho, en la sociedad
colonial cubana, al terror que había creado la Revolución haitiana se
sumaba la nueva situación de independencia de la América hispana por lo
que “…de mayo de 1825 hasta 1898, los capitanes generales gobernaron
con facultades extraordinarias. Durante más de 70 años se implementó una
política represiva y en la reconcentración decretada por Valeriano Weyler
la expresión más horrenda de la crueldad genocida. ” (Cairo, 1997:134) En
11
ese contexto de contradicciones se forjó lo que la Dra. Cairo define como
“un corpus ideológico” de ideal emancipatorio y pensamiento liberal
contrario a los mecanismos de dominación empleados por España. De
modo que en el proceso conducente a la Revolución independentista
cubana se destaca la formación de un pensamiento nacional surgido al
interior mismo de las contradicciones económicas, políticas y sociales de
una colonia que se debatía entre la modernidad liberal e ilustrada y lo
monárquico represivo del status colonial de una metrópoli que con palabras
de José Luis Alfonso en carta a José de la Luz y Caballero en 1835 , “reina
contra nosotros una prevención terrible. Resentidos de haber perdido las
Américas se proponen encadenarnos más de lo que nos tienen para que
nunca podamos escaparnos….Qué política tan equivocada” (Citado por
Cairo, 1997:135)
De modo que la palabra libertad que comenzará a adquirir nuevo valor en
la sociedad cubana combinaba diversos sentimientos que debían integrarse
en un ideal en medio de corrientes encontradas que construyeron un
espacio polémico durante el siglo XIX en la isla. En ese debate la palabra
nacionalidad afloraba como un sentimiento común. El 10 de octubre de
1868, se inició la Guerra de Independencia conducida por el abogado
Como Carlos Manuel de Céspedes quien como primer acto de libertad,
emancipó a sus propios esclavos. En 1869, refrendó en la manigua cubana
la Constitución de Guáimaro de la República de Cuba en Armas, que
establecía: “todos los habitantes de la República son enteramente libres”.
Como se sabe España no daría la libertad a los esclavos en sus colonias
hasta 1886. La guerra por la independencia de Cuba se extendería por
treinta años. En el fragor de esas contiendas se forjó el ideal de la nación
que tuvo en muchos de las inteligencias cubanas sus más auténticas
expresiones. Entre ellos fue José Martí, el constructor de un discurso
fundador para la República que buscaba nacer en medio de tan difíciles
12
situaciones. En sus textos se revela una profunda comprensión de los
procesos histórico-culturales de los pueblos caribeños, que aparecen
referidos en su obra bajo denominación de antillanos, hoy diríamos también
Caribe Insular. La antillanidad es raigal en José Martí, en su pensamiento y
en su acción, brota de su propia condición de isleño desde la cual fundó su
conciencia americana. A la independencia de Cuba y a la salvación de las
Antillas dedicó José Martí todo su talento y su vida. Esa voluntad enlaza
su pensamiento con el de los hombres inquietos e ilustres
que le
continuaron.
La descolonización ha sido lenta y traumática en el Caribe, un proceso que
con diverso carácter llega hasta nuestros días. Por eso, el contenido
emancipador del pensamiento martiano mantiene su vigencia. Comprendió
como nadie que “Patria es humanidad” y que ella se hace “con todos y
para el bien de todos”, siendo hombre más que blanco, más que negro, más
que mulato, pues en la palabra hombre estaban contenidos todos los
derechos y que la ley suprema de la República debía ser “el culto de los
cubanos a la dignidad plena del hombre” . Su carta a Manuel Mercado ,
inclonclusa, escrita antes de morir en campaña en 1895 en Dos Ríos al
oriente de Cuba, revela el carácter profundamente antiimperialista de este
hombre que dijo conocer bien al monstruo del Norte porque vivió en sus
entrañas.
En Nueva York, fundó en 1892 el Partido Revolucionario
Cubano, primero de su tipo en el Caribe, que organizaba la independencia
de Cuba y de Puerto Rico, dos islas desde entonces unidas en la batalla
común de la libertad, pues con palabras de Lola Rodríguez de Tío, …”son
de un pájaro sus dos alas”. No alcanzó Martí a ver la frustrada
independencia de los cubanos por la intromisión de Estados Unidos en una
guerra ganada, pero nadie como él comprendió las complejidades que se
avecinaban por la estrategia de poder de ese imperialismo naciente que
13
avanzaría con sus botas de siete leguas y con esa fuerza más sobre nuestros
pueblos de América.
La eternidad simbólica de La Citadelle de La Farrière
La nación haitiana amenazada por las potencias imperiales,
en crisis
económica y política profunda dentro de la situación antes descrita tiene un
símbolo, un monumento de referencia a su resistencia que parece haber
sido hecho para perpetuar el sentido de aquella epopeya revolucionaria, La
Citadelle de La Farrière. Construido al interior del territorio, en el arrière
pays pudiera decirse, en zona rural y con la intención defensiva ante los
peligros que acechaban a la joven nación haitiana.
Desalinnes, como se sabe, se había proclamado Emperador en 1804 e
igualmente lo hizo Henry Cristophe, uno de los personajes más
controvertidos de la historia haitiana. Cómo imaginar tal situación? Cuáles
eran los referentes del poder en la nueva nación haitiana?. Esto fue algo
que impactó la imaginación de Alejo Carpentier al hacer del personaje y los
espacios del Rey Cristopher, parte esencial de ese relato enunciador de lo
real maravilloso americano que es El Reino de este mundo. El escritor
guadalupeño Daniel Maximin indaga en ese sentido sobre un problema de
representación ante la ausencia de un modelo de referencia ancestral
africano en un proceso revolucionario que tomó su forma jurídica y política
de la tradición francesa y donde precisa “la conciencia nacional fue más
una consecuencia de la liberación que su causa”… en ese sentido –precisala cultura no funcionó como emanación creadora de identidad colectiva
pues era una representación deformada, espejo de Europa y de los blancos”.
(Maximin, 2004:21). Por su parte, Laurent Dubois, profesor de la
Universidad de Michigan, contrapone la existencia de una ideología
“royaliste” a una ideología “républicaine” y precisa que desde las
14
sublevaciones de 1791, se observaba en los insurrectos el uso de símbolos
reales mientras que enarbolaban un discurso republicano en sus objetivos
políticos. Esto parece contradictorio, dice, pero el autor no lo cree ya
que…” desde una perspectiva enraizada en el Caribe, se aprecia que la
evocación del rey como aliado de los esclavos fue parte de una larga
tradición política en la región y en la América en general” (Dubois,
2006:134). Considero sin embargo de mucho mayor interés el punto de
vista de Maximin en ese sentido cuando lo interpreta desde la problemática
de la representación. Sin dudas, cuando se piensa en esta situación y en las
peligros de una nueva invasión extranjera, lo primero que salta ante
nosotros como símbolo de la revolución haitiana, es esa arquitectura
impresionante de La Citadelle de La Farrière, declarada por la UNESCO
Patrimonio de la Humanidad y el Palacio de Sant Souci. Ambos
construidos por Henry Christope, ambos impresionantes, y en ellos, como
en casi todo en Haití se entretejen lo épico, lo mítico y lo histórico.
Recuérdese que cuando el personaje carpenteriano Ti Noel llega a Milot
queda sorprendido e impactado ante la escala monumental de las insólitas
construcciones. El palacio estaba ubicado al pie del camino de acceso a la
alta montaña coronada por La Citadelle, situada a 900 metros de altura
sobre el nivel del mar. Verdadera hazaña constructiva, pues ambas
edificaciones se encuentran integradas al conjunto defensivo militar
desarrollado por Christophe en el norte haitiano con el propósito de
defender la revolución de posibles ataques exteriores. A diferencia del
sistema militar realizado durante la colonización francesa, costero y
marítimo, el diseñado por Henry I significaba un cambio de estrategia en
una guerra de resistencia que se orientaba desde dentro hacia fuera, desde
el interior del país hacia sus bordes. La meseta rodeada de montañas sería
un refugio natural para una resistencia masiva que permitiera expulsar a los
15
invasores desde el corazón del país hacia la costa. Las altas montañas
serían puntos de máxima visibilidad y protección defensiva.
Saint Souci reunía las funciones administrativas y de gobierno de la zona
norte de Haití. El palacio quedó inaugurado en 1813 poseía una escalera
monumental de doble acceso y fuente al centro. La capilla realzaba el
conjunto con su cúpula de veinte metros de diámetro. Los jardines y
cascadas artificiales completaban el panorama versallesco. La Citadelle era
más que una fortaleza o castillo en sentido tradicional. Por las dimensiones
de sus espacios interiores, patios y galerías, podría concentrar la población
para la subsistencia ante un ataque y la resistencia militar. El conjunto
estaba defendido por 142 cañones de grueso calibre con un peso
aproximado de tres toneladas cada uno. Muchos de ellos se encuentran
sobre sus zócalos originales con sus sistemas de funcionamiento intactos.
Se puede observar en muchos de ellos que se les eliminaron las heráldicas
metropolitanas ya que mayormente fueron armas ganadas al enemigo y
recuperadas de barcos y fortalezas francesas.
Un velo de misterios cubre la historia de esta edificación. No se conocen ni
sus ingenieros ni arquitectos. Algunas referencias parecen conducir a Jean
Etienne Barré. El baluarte en forma de proa de navío es sin dudas uno de
los ángulos visuales más impresionantes por su verticalidad, altura y
solidez, es conocida como la batería de Coidavid o la Torre de L´Éperon.
Carpentier al referirse a La Citadelle habla de la fortaleza situada en la
cima del Gorro del Obispo y las referencias que da acerca del uso de sangre
de buey en la argamasa de sus muros han sido comprobadas no con
exactitud como procedentes de ese animal, pero sí en las pruebas de
laboratorio se conformó la existencia de sangre en la mezcla constructiva.
Este monumento es real y metafórico, histórico e imaginario como tantas
facetas de la realidad haitiana, pero es el ejemplo por excelencia de una
revolución amenazada, construida a partir de un sistema de representación
16
ajeno que hicieron suyos los haitianos con un sello indeleble, el de la
resistencia y la libertad ante el mismo u otro invasor. Cuando ante ella me
preguntaron los amigos que me guiaban, qué piensas?, sólo tuve una
respuesta, la han construido desde el cielo. No podría parecer una obra
humana en medio de tantas contingencias. La Citadelle de La Farrière es el
eterno símbolo de la utopía humana en el Caribe, de la resistencia y
voluntad defensiva de la nueva nación haitiana surgida en medio de tantas
contradicciones y amenazas.
Disputas imperiales y estrategias de poder
Y es que mientras la palabra libertad construía un nuevo paradigma en el
Caribe, los acontecimientos de 1804 y 1898, y los que tuvieron lugar entre
ellos, testimonian la persistencia de una nueva escalada de las estrategias
del poder imperial. En el acto abolicionista de Sonthonax en 1793, bien que
pueda reconocerse como un suceso trascendente, la historia ha revelado las
reales intenciones de ganar una fuerza de hombres libres para enfrentar la
avanzada inglesa que intentaba -en medio del desconcierto- después del la
sublevación de 1791, apropiarse la colonia más rica de aquellos tiempos,
“muchos colonos blancos y mulatos propietarios de tierra en Saint
Domingue
aspiraban
que
restablecieran
la
esclavitud.”
(Back-
Morss,2006:38). Las ansias expansionistas que acompañaron a la invasión
napoleónica de 1802 en Haití, eran también reveladoras del proyecto de las
campañas del Emperador que resultaron frustradas en el Caribe. La
invasión napoleónica tuvo el apoyo del recién electo presidente Thomas
Jefferson , según indica Thomas C. Sperar en su texto Patrimoine haïtien
(Spear,2004:11) y añade que desde 1802, Jefferson había votado una ley
prohibiendo el acceso a territorio de Estados Unidos a todo esclavo o
liberto que hubiera pasado por la isla insurgente. En 1804 propone el
17
embargo económico a la nación haitiana que se hizo oficial en 1806 y duró
más de medio siglo, hasta 1862 durante la guerra civil. (Spear, 2004:13)
La joven República de Haití triunfadora en la batalla de Vertières, se vería
inmersa en un conjunto de situaciones, todas orientadas desde los grandes
centros de poder para detenerla y hacerla fracasar. No es posible ignorar
que Haití fue el primer país con deuda externa del mundo. Una
indemnización de 150 millones de francos significó el reconocimiento de
su independencia a pagar en cinco años a partir de 1825. En 1838 fue
reducida por Louis Phillipe a 60 millones que Haití no terminaría de pagar
hasta bien entrado el siglo XX. Aún en 1818, ninguna de las potencias
coloniales había reconocido la independencia de Haití.
El territorio haitiano quedó dividido a la muerte de Dessalines entre el
norte, bajo la dirección de Henry Chrtisthope y el sur bajo el mando de
Pétion, quien como primer Presidente de Haití en 1815 brindó asilo a
Bolívar , le facilitó armas y municiones y le pidió que donde liberara un
pueblo, aboliera la esclavitud.
A lo largo del siglo XIX se está produciendo un reajuste de los que Juan
Bosch ha dado en llamar las fronteras imperiales del Caribe. Uno de los
impactos que ha marcado un conflicto ínter-territorial que mantiene una
vigencia hasta nuestros días en el Caribe y que no se inscribe dentro de las
acciones de las metrópolis tradicionales del poder colonial en la región, fue
la invasión en 1822 , que duró 22años, por las fuerzas haitianas al mando
de Boyer.
Pero si bien esos hechos marcaron dinámicas de reordenamiento de fuerzas
estrategias en el espacio Caribe, diseñando una nueva geopolítica no sólo
insular sino también en sus conexiones con los territorios costeros
continentales, si tenemos en cuenta la gran importancia del circuito
comercial hacia el Pacífico y las proyecciones expansionistas de Estados
Unidos que servían de escenario a los reajustes de una región que se
18
encontraba en pleno movimiento. Los acontecimientos de 1898 asociados a
la Guerra de independencia de Cuba fueron de una tal trascendencia que
pueden indicar el fin e inicio de una nueva época marcada por el signo
dominante como potencia imperial de los Estados Unidos. Inauguró lo que
el propio Juan Bosch lo ha denominado, “ el siglo del imperio
norteamericano”, refiriéndose al que se abre entonces y se proyecta hacia el
siglo XX en el Caribe, y desde él hacia un nuevo orden internacional con
el fin de la hegemonía mundial europea en la región bien que la situación
de dependencia continuó a los largo del siglo pasado y continúa hasta
nuestros días con diversas denominaciones en los Departamentos franceses
de Ultramar y en las dependencias holandesas del Caribe insular.
En ese sentido, Cuba fue el primer “ ensayo neocolonial “ al ser despojada
por la ocupación norteamericana de una independencia ganada después de
30 años de guerra. Se trató de la ocupación que duró 4 años bajo un
gobierno interventor norteamericano que después de su partida en 1902
dejó instalada una cláusula en la constitución cubana por la cual Estados
Unidos se abrogaba el derecho de intervención cuando pudieran sentirse
amenazados las personas o bienes de ese país . Se trató de la Enmienda
Platt y sobre este tipo de proceder que se inauguró en Cuba ha dicho Cintio
Vitier que “la filosofía de la Enmienda por primera vez ensayada en
Cuba…se ha convertido en ley casi universalmente aceptada”. (Vitier,
1997:105)
Desde la entrada de Estados Unidos a la Guerra de Cuba, de la que además
quedaron excluidos los cubanos cuando se firmó el Tratado de París que
ponía fin al conflicto con el que las dos partes, ellos y los españoles
entablaron un acuerdo, quedaron entonces en clara evidencia los intereses
estratégicos de Estados Unidos en el Caribe considerado por ellos como el
traspatio de su país. Esta situación coincidía, según José Tabares del Real,
19
con el “pasó del capitalismo yanqui de su etapa premonopolista a la
imperialista” (Tabares del Real, 1997:21) Se inauguraba una nueva era.
La faz mediática de la guerra que terminó el siglo.
Refiriéndose a los acontecimientos de 1898, Miguel Barnet ha dicho
“ganamos una guerra y perdimos un país”, y precisa “ se perdió un país,
pero la nación contra viento y marea , fue creciendo en el sentimiento de
los cubanos que no se resignaron a la derrota” (Barnet, 1997:114) La
nacionalidad cubana existía ya en la música de Ignacio Cervantes, en la
poesía de José María Heredia, en la novela de Cirilo Villaverde y en la
pintura de Esteban Chartrand, bien que llame la atención que en la obra de
algunos artistas como Guillermo Collazo que habían tomado el rumbo de la
manigua y participado en las luchas mambisas, la pintura se mostraba
distante y ajena a la situación nacional a partir de los modelos de
representación del arte europeo imperantes en el gusto del sector
dominante, que era el principal comitente de obras de arte. La arquitectura
no dejó monumentos simbólicos importantes de la contienda por el tipo de
práctica revolucionaria y el tipo de guerra mambisa que se desarrolló en la
campiña cubana. La invasión de Oriente a Occidente, una acción militar de
la mayor envergadura y la Trocha de Júcaro a Morón que fue construida
por los españoles para impedirla- lo que no lograron- es un ejemplo
importante en el orden constructivo militar para tratar de evitar lo que ya
era inevitable, la avanzada de las tropas cubanas a lo largo de todo el
territorio.
Sin embargo la guerra cambiaría de nombre con la entrada de los Estados
Unidos y se conoce en la bibliografía como Guerra cubano-hispano –
americano (el orden de los factores puede variar pero como en las
matemáticas no altera el producto). Esta guerra tuvo una faz mediática de la
mayor importancia que constituye un aspecto fundamental en la
20
permanencia de esos rasgos de una modernidad contradictoria.
Su
desenvolvimiento no escapa al desarrollo que ya había alcanzado la
imprenta en Cuba, las publicaciones periódicas, la literatura de campaña y
con ellas la ilustración, la caricatura y la fotografía. Desde ellas se
construye una imagen del acontecimiento que aporta un gran valor
documental y que a su vez revela una conciencia ideológica que
conceptualiza sobre la guerra y proyecta un ideal de nación en marcos
polémicos donde las voces y las miradas son múltiples no sólo en Cuba
sino también en España y en los Estados Unidos, en este último país la
presencia de la emigración patriótica cubana tuvo una importante presencia
en la dinámica de estos recursos mediáticos. Ante los acontecimientos que
se precipitaban, la prensa actuó hábilmente y de forma muy sensible en el
proceso intervencionista que se insertaba en un panorama de debate
nacional e internacional. El espíritu moderno que impulsó desde un
principio los afanes nacionalistas cubanos vieron en los Estados Unidos
una posible alternativa para el progreso económico asociado al desarrollo
de
la
industria
azucarera.
Igualmente
los
perfiles
democráticos
contrastantes con el tradicionalismo español parecían alentar muchos
espíritus. Eso hizo que en Cuba la intromisión de los Estados Unidos en la
guerra apareciera como alentadora. Sin embargo la prensa de Estados
Unidos difundía el estado de la guerra en Cuba y ponía el énfasis en el
dramatismo de la situación cubana, en la impresión que producía el estado
de la reconcentración de Weiler, lo que a dicho Francisco Pérez Guzmán,
fundamentaría convertir en acción humanitaria la intervención de Estados
Unidos en Cuba. La opinión pública norteamericana era así conducida
favorablemente a la entrada en el conflicto de los Estados Unidos. La faz
mediática del proceso fue utilizada como propaganda y con carácter
sensacionalista, lo que muestra un valor otro de este acontecimiento en la
formación de un sistema de relaciones comunicativas que justificara la
21
acción de los Estados Unidos ante los estadounidenses y ante el mundo. A
tal punto que cuando McKinley decide la intervención militar alega
“razones humanitarias” y el propósito explícito de “pacificar “ la isla de
Cuba. Los Estados Unidos no sólo no reconocieron a los órganos de la
representatividad cubana sino que actuaron a su antojo con evidentes
intereses imperiales pues Cuba era ya a fines de siglo el principal socio
comercial de Estados Unidos y el segundo destino en cuanto a exportación
de capitales. Esta guerra no fue solo ganada en el campo de batalla y en
esta faz mediática pudiera encontrarse en ella rasgos que anticipan modos
de actuación y formulaciones que se aplicaron por primera vez en relación
con Cuba y que han formado parte de un mods operandi que con los nuevos
recursos de Internet y satélites forman parte de estrategias imperiales en
fechas recientes.
Es importante destacar –como lo ha demostrado la Dra. Adelaida de Juanque fueron aquellas manifestaciones identificadas como arte menor ( Juan,
2005:45) , las que dejaron testimonio y evidencia de la contienda libertaria
y de los impactos de la invasión. Fueron la ilustración, la fotografía y la
cinematografía las que construyeron el símbolo más novedoso de toda
aquella contienda. En medio de los acontecimientos de guerra y de luchas
políticas fueron estos los medios que aportan a la contemporaneidad un
universo visual marcado también por todas las contradictorias posturas del
momento. Los apuntes que nunca llegaron a ser obras pictóricas, el dibujo
y el boceto, y las fotografías de la manigua, de los insurrectos son de un
incalculable valor como documento de la época. Y entre ellos fueron de
gran importancia los que se realizaron fuera de Cuba, sobre todo en los
Estados Unidos y especialmente en Nueva York.
El trabajo de periodistas y fotorreporteros, la difusión de estas imágenes
eran de un gran impacto. Todas estas figuras son esenciales para conformar
el panorama de los acontecimientos de esta guerra que tuvo su expresión
22
además en la caricatura que se inaugura desde finales del siglo XIX y
penetra el siglo XX. Destaco la figura de Liborio, personaje de Ricardo de
la Torriente, comentarista de la situación cubana que encarnaba en sí la
imagen del pueblo surgido en 1905, figura imprescindible para seguir el
acontecer de la nación. Un guajiro, con su machete en la cintura y sombrero
de yarey. Liborio expresaba las angustias y los temores de un país que
después de luchar por su independencia la había perdido por la ocupación
extranjera. Con Liborio se instalaron el choteo y la chispa criolla, el
aserrado antiimperialismo del pueblo cubano, bien que se mostraba en él un
escepticismo que estaba también en el imaginario popular de la época.
En este contexto es particularmente importante destacar la existencia de
otro sector muy significativo que fue la actividad editorial a través de un
importante movimiento de periódicos y revistas desde el siglo XVIII desde
la introducción de la imprenta en Cuba, en las que se manifestaron con gran
intensidad las luchas ideológicas e intelectuales según los altos y bajos de
la situación nacional. Durante los largos años de la guerra de
independencia, se implanta la libertad de imprenta con la intención de “
calmar la exaltación patriótica de la época, sin embargo, desató violentas
pasiones políticas” (García- Carraza, 1981:77). Fue notable entonces la
labor de la prensa clandestina que editó proclamas y leyes en los territorios
libre , y la imprenta mambisa que “ se distinguió –ha dicho Ambrosio
Fornet – por su ideología y por su doble condición de empresa no lucrativa
y exclusivamente rural”. El Cubano Libre, apareció en Bayamo en 1868, y
en él por primera vez el patriotismo cubano se expresaba en papel
periódico en una modesta y pequeña prensa. Fue el periódico oficial de la
República de Cuba, el primero. La imprenta mambisa, precisa Fornet, “fue
un instrumento de cultura política que se introdujo en las zonas rurales…el
escenario privilegiado de la historia como el ámbito geográfico y humano
donde se forjaba esa conciencia histórica sin la cual no podría hablarse de
23
cultura nacional.”. (Fornet, 1979:7) Una de las misiones que asumió el
imprenta mambisa fue la de el desarrollo de la educación popular, cuya ley
fue aprobada por el Gobierno de la República en Armas en agosto de 1869
con la que se pretendía la doble transformación del esclavo en ciudadano y
de la colonia en nación. Dos años más tarde se inauguró la alfabetización
en los campamentos mambises y se compuso la primera cartilla para
enseñar a leer y a escribir , en una de sus páginas podrían resumirse todo el
significado de lo que este siglo breve e intenso significó como cambio de
signo en el complejo entramado regional y continental, un siglo en el que la
palabra libertad devino paradigma
emancipatorio para
la región ante
el drama de la esclavitud y las ansias independentistas, y en el que nuevas
estrategias del poder imperial transformaron la correlación de fuerzas y
crearon otras formas de dependencia colonial y semicolonial . Un siglo de
glorias y frustraciones, enunciador y constutivo de un pensamiento que
con
diverso
carácter
proyectará en discursos
-
por
la
fundadores,
propia
diversidad
nacionales
y
caribeña-
se
modernos, y en
problemas de identidad que se expresarán en los ámbitos polémicos del
arte y la cultura.
Independencias tempranas y tardías en el siglo XIX, todas inconclusas en
su tiempo. Ni en 1804 ni en 1898
fueron definitivas porque nuevos
mecanismos de poder instauraron otras formas de dominación y
sojuzgamiento. Como paradojas de la historia el 1 de enero de 1804
triunfo la revolución de Haití, el 1 de enero de 1899 ocuparon la isla de
Cuba los invasores extranjeros y el 1 de enero de 1959, sesenta años
después fue que en Cuba, su independencia, fue efectivamente muy tardía,
pero definitiva.
24
Conferencia impartida en el Diplomado “El Caribe: Epicentro de la América
Bicentenaria: Independencias tempranas y tardías en el Caribe: Haití y Cuba”.
Cartagena de Indias, Colombia, 2010
Referencias:
Barnet, Miguel (1997) “Cuba y el 98”. Debates Americanos: 4. La Habana
Págs. 114-116
Bosch, Juan. (1981) De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe,
frontera imperial. La Habana. Colecciones Nuestros Países. Casa de las
Américas.
Buck-Morss, Susan. “Hegel y Haití“. Casa de las Américas: 242. La
Habana. Págs. 36-58
Cairo Ballester, Ana (1997) “Los intelectuales del siglo XIX y la
humillación permanente”. Debates Americanos: 4. La Habana. Págs 134141
Fernández Retamar, Roberto. (2004) “Por el bicentenario de la
independencia de Haití“. Anales del Caribe: 2004. La Habana Págs. 11-24
Fick, Carolyn (2006) “La révolution haïtienne dans l´Atlantique
révolutionnaire : les enjeux contradictoires de la liberté,de la citoyenneté et
de l´indépendance nationale“. En : Mémoire de révolution d´esclaves à
Saint-Domingue. Sous la direction de Franklin Midy. Montréal. Editions
CIDIHCA. Págs : 141-173
Fornet, Ambrosio (1979). “La imprenta mambisa”. Revolución y Cultura:
83. La Habana. Págs. 6-10
García-Carranza, Araceli (1979) “80 revistas cubanas”. Revolución y
Cultura: 83. La Habana. Págs. 75-82
Juan, Adelaida de (2005) Paisaje con figuras. La Habana. Ediciones
Unión.
25
Maximin, Daniel (2004) “Une île lumineuse dans la nuit noir. “
Africultures : 58. Paris. Págs. 19-22
Navarrete, José Antonio (1987) “La fotografía cubana de las guerras de
independencia: indagaciones”. Temas: 11. La Habana Págs. 67-101
Spear, Thomas C (2004) “Patrimoine haïtien ( Ayti Toma) “. Africultures :
58. Paris. Págs 11-18
Tabares del Real, José. (1997) “Estados Unidos, la sociedad política
norteamericana y el 98”. Debates Americanos: 4 La Habana Págs. 21-32
Vitier, Cintio (1997) “Martí en el 98 de ayer y hoy”. Debates Americanos:
4 La Habana. Págs. 104-106
Williams, Eric (1975) Capitalismo y esclavitud. La Habana. Editorial
Ciencias Sociales
26