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ALTAR MENSAJE 20160806 Edifica tu vida de altar Lectura Génesis 12: 1-9 “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. 4Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán. 5Tomó, pues, Abram a Saraí su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron. 6Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Saquen, hasta el encino de More; y el cananeo estaba entonces en la tierra. 7Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. 8Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hay al oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová. 9Y Abram partió de allí, caminando y yendo hacia el Neguev.” Aprender Levítico 6: 13 “El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará” Los hombres de Dios que mantuvieron una vida de altar, recibieron promesas, y fueron bendecidos en gran manera. Ellos mostraron a Dios su humillación delante de él, ellos mostraron honra y respeto, y mantenían esa comunión, estrecha con el Señor. Todo aquel que mantenga una vida de altar, será bendición a otros. Abraham fue un hombre de altar, desde que recibió el llamado de parte de Dios, él mostró su humillación, su adoración, su comunión, y su dependencia total de Dios. Dios llama y da promesa. Génesis 12: 1-2 “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.” Dios hace un llamado a Abram para que salga de su tierra y de su parentela y de la casa de su padre, diciéndole que vaya a la tierra que él le va a mostrar. Dios le dice que debe haber una separación, debe haber una renuncia a lo que él estaba apegado. Y haré de ti una nación grande. Lo llamó e inmediatamente le dice lo que hará con él. No es cualquier promesa, es una promesa de multiplicarlo y de hacerlo grande. Y te bendeciré. Esto implica protección y cuidado; darle todo lo que necesite, ser su proveedor. Y engrandecerá tu nombre. Dios se encarga de engrandecer a los que llama; él les da un nombre nuevo. Y serás bendición. El promete a Abram que sería bendición a otras vidas. Esa promesa también es para todos los que le reciben y creen en su nombre. Al igual que Dios prometió a Abram engrandecerlo, y bendecirlo, y que sería bendición, también le da esa promesa a los que deciden seguirlo, obedecerle, y servirle. Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Génesis 12: 3 “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” Bendeciré a los que te bendijeren. La bendición que Dios nos da alcanza a otros. Dios tiene un compromiso con todos aquellos que bendigan y hagan justicia a su pueblo. El dice que bendecirá a los que nos bendijeren. Siempre que alguien hable bien de su pueblo, cuando alguien haga el bien a su pueblo, cuando alguien respeta a su pueblo, hay una promesa de Dios para esas personas: Dios los bendecirá; Dios los sanará, y hará milagros en sus vidas. Bendeciré a los que te bendijeren. A los que te maldijeren los maldeciré. Nadie pude maldecir al pueblo de Dios y quedar impune. El que se mete con el pueblo de Dios, se mete con Dios; y la misma promesa que Dios dio a Abram, también la dio a su pueblo. A los que te maldijeren los maldeciré. Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y edificó altar a Dios. Génesis 12: 7-8 “Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. 8Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hay al oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová. 9Y Abram partió de allí, caminando y yendo hacia el Neguev.” Abram edifica altar a Dios cuando se le apareció, le hizo el llamado y le dio las promesas, se manifestó en la vida de Abram. Este altar era para adorar, honrar, y agradecerle, por sus promesas. Y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová. Por segunda vez Abram edifica altar a Dios, para invocar su nombre; para orar a su Dios. Abram tenía una vida de altar; tenía comunión con Dios; él sabía lo importante de mantener una vida de altar. Dios nos ha llamado para que andemos en sus caminos; él se ha manifestado en nuestras vidas para darnos salvación y vida eterna en Cristo Jesús; debemos levantar una vida da altar, de adoración y agradecimiento, por cuanto él nos ha llamado, ha tenido misericordia de nosotros, y nos ha dado grandes promesas. Edifiquemos altar a Dios, e invoquemos su nombre. ALTAR VISIÓN 20160804 El fuego arderá continuamente en el altar Este mes estaremos hablando de altar. Altar es comunión con Dios, acercamiento a Dios y total dependencia de él. Cuando hablamos de altar, hablamos de consagración, humillación, adoración, y agradecimiento a Dios. Desde Génesis hasta apocalipsis se habla de altar. En este mes Dios nos hace un llamado a tener una vida de altar. Levítico 6: 12-13 “Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz. 13El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará.” El fuego se apaga cuando no hay oración, cuando se descuida esa comunión y ésa búsqueda de Dios; el fuego se apaga cuando hay desobediencia y pecado; el fuego no arderá si primero no se repara o se arregla el altar. El altar es nuestro corazón de donde elevamos nuestras oraciones, nuestro clamor, y nuestras suplicas al Señor. Este altar siempre debe estar preparado, siempre debe tener el fuego encendido. Hay que limpiar el altar; hay que arreglar y preparar el altar, para que el fuego pueda arder. Debemos limpiar y arreglar el corazón; debemos sacar los rencores, sacar los deseos de venganza; debemos sacar las malas intenciones, sacar los malos pensamientos; de esta manera el fuego del Espíritu Santo arderá en nuestro corazón; el fuego del Espíritu Santo arderá en nuestro altar. Pondrá leña en él cada mañana y acomodará el holocausto. Cada mañana debemos acercarnos al Señor, en humillación, en oración, y adoración. Cada mañana hay que disponer el altar, disponer el corazón y todo tu ser para adorar a Dios, para vivir para Dios, y cada mañana debemos estar dispuestos a obedecer a Dios; también es necesario que cada mañana pongamos la palabra de Dios en nuestro corazón, para aprenderla, memorizarla, y para ponerla por obra. Esto es la leña que encenderá el fuego, y lo mantendrá encendido. Cuando haya oración y comunión con el Señor, y la palabra de él abunde en nuestro corazón, el fuego del Espíritu Santo se mantendrá encendido en nosotros. Quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz. Es en el altar, cuando vienes a adorar, cuando vienes a humillarte, donde vas a traer tus confesiones, donde te volverás a Dios, donde te rendirás delante de él; cuando tengas el altar preparado y el fuego esté encendido, tu vida será de olor grato a Jehová; tu humillación, tu adoración, tu oración será acepta delante del Señor. El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará. El fuego del altar no se debe apagar. El fuego arderá continuamente en el altar, cuando tengas temor de Dios para apartarte de lo malo; cuando tengas temor de Dios y hagas lo bueno y lo recto delante de él; el fuego arderá continuamente en el altar, cuando abunde la palabra del Señor en tu vida y la pongas por obra; cuando tengas comunión, oración, humillación y adoración, delante de Dios.