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EL ATOMO RUTHERFORD-BOHR J. L. Heilbron Oficina de Historia y la Ciencia y Tecnología, Universidad de California, Berkeley, California, 94720 Bohr solía introducir sus intentos de explicar claramente los principios de la teoría cuántica del átomo con un bosquejo histórico que comenzaba invariablemente con el modelo nuclear propuesto por Rutherford. Era buena pedagogía pero mala historia. El átomo Rutherford-Bohr ocupa la mitad de la línea de trabajo iniciada por J. J. Thomson y concluida por la invención de la mecánica cuántica. El programa de Thomson derivó su inspiración del énfasis peculiar en modelos característicos de la física británica del siglo 19. El átomo de Rutherford fue el último producto de las metas y conceptos de la ciencia victoriana. Las modificaciones de Bohr, aunque en ultimas fatales para el programa de Thomson, le dieron inicialmente mayor ímpetu. Al comienzo de la década de 1920 el enfoque más promisorio de una teoría adecuada del átomo parecía ser la elaboración literal y detallada de la mecánica clásica de múltiples órbitas periódicas. El enfoque tuvo éxito, demostrando en forma inesperada la fuerza de un argumento propuesto por Thomson con frecuencia: Ya que un modelo mecánico es más rico en implicaciones que las consideraciones por las que se produjo, puede sugerir nuevas direcciones de investigación que pueden conducir a descubrimientos importantes. El desarrollo del átomo Bohr-Rutherford es uno de los pocos episodios en la historia de la física del siglo 20 que ha recibido la continua atención de los historiadores. Ya que el método y el propósito de esta historiografía serán tan extraños como sus resultados, puede ser útil indicar como los objetivos del historiador pueden diferir de aquellos del físico retrospectivo o historizador. Ya que la Physical Society ha determinado recientemente establecer una unidad dedicada a la historia, mencionar estos objetivos puede ser actual. El problema más común para un historiador es quizá también su objetivo principal: establecer una periodización. Escoger los periodos, o puntuando la historia es un juego de alto riesgo. Las divisiones resultantes guían o restringen la reconstrucción histórica y, en últimas, la concepción general de una persona educada sobre sí misma y sobre la sociedad. Si hay algo en esta historiografía que corresponde a una revolución en física es la introducción de una nueva periodización. Mucho depende, por ejemplo, en dónde trazamos la línea entre la Edad Media y el Renacimiento. Discrepancias sobre la demarcación no son disputas sobre fechas, sino sobre el contenido y naturaleza de los periodos; y cada posición bien construida se forma, por, y transmite, una visión particular de sociedad, cultura, civilización y naturaleza humana. Ya que la noción de Revolución Científica ha sido asociada con los conceptos tradicionales de Renacimiento y Reforma, la periodización general de los historiadores ha formado, y algunas veces distorsionado, la consideración de los orígenes de la ciencia moderna. La misma conclusión se aplica a las construcciones y divisiones de la historia moderna: la Ilustración, la Segunda Revolución Industrial, la Era Victoriana, los años entre Guerras, etc. La periodización en la historia de la ciencia no necesita seguir, pero nunca debería ignorar, la periodización de la historia general. Con pocas excepciones conspicuas, como la primera historia de la teoría cuántica y el desarrollo del átomo Rutherford-Bohr, la historiografía de la física del siglo 20 ha seguido la periodización provista por físicos. El resultado no ha sido muy satisfactorio. Los historiadores y los físicos retrospectivos no trabajan de ordinario en líneas similares. La verdad de esta frase es clara cuando estos grupos se reúnen. En una conferencia reciente, por ejemplo, los contribuyentes a la física nuclear durante la década de 1930 dieron clase a los que planeaban ser sus historiadores. La mayoría de los físicos aparentemente entendían la división del trabajo como sigue: ellos debían aportar la materia prima, es decir, sus recuerdos del espíritu de los tiempos, anécdotas y episodios, mientras que los historiadores, “que conocen historia y fechas y fuentes maravillosamente”, revestirían el material, para quitar la “maleza... de fechas, fuentes, prioridades”1. Esta creencia es equivocada en dos puntos: (1) El trabajo de un historiador no son nimiedades y (2) los recuerdos no son la primera fuente de la historia. (1) El producto usual del historiador y la base de sus periodizaciones es una reconstrucción racional de eventos pasados. En este respecto su trabajo tiene una analogía formal con la del físico, de quien puede decirse que intenta una reconstrucción racional de la naturaleza. Hay también otras similitudes. Ambos tipos de reconstrucciones se juzgan por su utilidad en descubrir nuevos hechos y en encontrar conexiones inesperadas entre las antiguas; por su fidelidad a las reglas aceptadas de la evidencia; y por su plausibilidad a la luz de la teoría prevaleciente y de la costumbre. Como las teorías físicas, las interpretaciones históricas cambian con el tiempo, algunas veces debido a nuevos descubrimientos, otras veces a nuevos puntos de vista. No es accidente que la física académica moderna y la historia moderna entraron al mundo juntas como alternativas a los métodos escolásticos y curriculares. (2) El historiador necesariamente tiene un punto de vista diferente del físico que rememora. Como descubrió Dirac durante una semana que gasto con historiadores, tenemos interés en precisamente lo que el físico desea (y logra) olvidar, “los varios pasos intermedios y... los senderos falsos”2. Esta preocupación no resulta de un interés perverso con el fracaso. Los senderos falsos tomados en conjunto conducen más directamente a la meta del historiador de reconstruir el estado pasado de la ciencia que el amplio camino, claro retrospectivamente de descubrimiento. Este estado se basaba no sólo en ideas, instrumentos e instituciones antes reconocidas y desde entonces ampliamente olvidadas, sino también en interconexiones en física y entre ella y la sociedad en conjunto y su cultura que los participantes no experimentaron inmediatamente y que puede que nunca hayan percibido. El historiador no será capaz de recordar los detalles de la vida cotidiana y el trabajo, las anécdotas y las pequeñas aventuras, las conversaciones y los encuentros, que hacen la mayor parte de las remembranzas de los participantes. Pero tampoco ese es su asunto. El descubrir y resaltar la evidencia de las interconexiones, especialmente aquellas no aparentes y escondidas a los participantes, constituyen la tarea particular del historiador. El éxito de la empresa puede juzgarse por, entre otras cosas, lo apropiado de la periodización que implica. En el caso presente, la primera historia del problema de la estructura atómica, el primer gran avance no llegó con Rutherford ni siquiera con Bohr, quienes trabajaron en el programa victoriano establecido por J. J. Thomson, sino en los comienzos de los veinte, cuando una nueva generación, que prefería rehacer mas que remendar la física recibida, se hizo consciente. La gran división no fue el átomo de Bohr sino la primera guerra mundial. Desde un punto de vista defendible la teoría de Bohr de 1913 no aparece revolucionaria sino conservadora, y aun retrogradas. Esta noción paradójica se hará valedera después de que volvamos a trazar el origen y el primer desarrollo del átomo Rutherford-Bohr. I. EL PROGRAMA DE THOMSON El trabajo de Bohr y Rutherford fue un triunfo del programa de Joseph John Thomson, quien en 1910 había ocupado por veinticinco años con distinción el puesto mas importante en física del mundo angloparlante, la cátedra Cavendish de Filosofía Experimental en Cambridge. Desde 1903 había estado trabajando las propiedades de un modelo atómico que iba a ser descartado por Rutherford en 1914 como apropiado solamente para un museo de curiosidades científicas. Pudo ser descartado porque Rutherford, construyendo sobre el, había encontrado un sustituto mas útil. Lo que distinguía el modelo de Thomson de todos los otros anteriores era justamente su capacidad de desarrollo. Era el primer modelo atómico que se prestaba a ser refinado por cálculo y experimentacion3. Se sabe que Thomson superó la ignorancia sobre el constituyente positivo del átomo suponiendo que los electrones negativos circulaban en anillos coplanares dentro de una esfera que actúa como si estuviera llena uniformemente con una carga positiva sin resistencia. Este arreglo tenia la gran ventaja de estabilidad mecánica sobre el átomo saturniano -en el que los anillos de electrones van fuera de un núcleo positivo central. El modelo saturniano sugería a los primeros físicos intentar una figura del átomo que contuviera electrones; pero fue dejado de lado después del descubrimiento por uno de los estudiantes de Thomson, G. A. Schott, de que no es estable para desplazamientos pequeños de los electrones en el plano de sus orbitas4. Por supuesto el átomo de Thomson como el saturniano, colapsará eventualmente debido a la pérdida de energía por radiación. Pero, como mostró Thomson, en ambos casos la pérdida puede hacerse despreciable, ya que los electrones igualmente espaciados en el anillo absorben la radiación entre sí. Entre mayor numero de electrones en un anillo, mas pequeña su radiación total. En un principio Thomson supuso que los electrones proveían todo, o la mayor parte, del peso del átomo. Por tanto su numero n en un átomo de peso A debería ser cercano a 1000A. Para comprobar esta hipótesis desarrollo teorías de la dispersión de rayos X y β por los electrones de su modelo atómico. Los experimentos hechos en el Cavendish mostraban que el había sobrestimado en mucho la población de átomos; n resulto ser cercano a 2A, no 1000A. Este fue el primer gran avance en la teoría de la estructura atómica: No solo redujo el número de elementos teóricos a algo como el número de elementos químicos, sino que también mostró que, en cualquier teoría, el constituyente positivo del átomo no podía ser simétrico con el negativo. El obtener una relación mas precisa entre n y A se convirtió en la mayor meta del programa de Thomson. En 1910 J. A. Crowter, usando la ultima teoría de Thomson sobre dispersión β dedujo que n = 3A. Un poco mas tarde Rutherford encontró n = A/2 analizando la dispersión α. Es digno de notar que esa relación, la solución de Rutherford al problema básico de estructura atómica en la teoría de Thomson, sobresale como el resultado principal en un artículo que ahora reconocemos como el anunciador del descubrimiento del átomo nuclear. Es fácil ver que tan cerca Rutherford siguió el análisis de Thomson de la dispersión de partículas cargadas. Comenzó con un modelo casi idéntico al de Thomson (Fig. 1). Fig. 1. Primera página del primer manuscrito de Rutherford sobre el modelo nuclear de la dispersión de las partículas alfa, 1910. Eliminando la frontera atómica, el límite de la carga esférica de Thomson le representaba un obstáculo (Fig. 2); no fue sino hasta el final de su análisis que llego al elegante tratamiento de la órbita hiperbólica con la que estamos familiarizados. Entre tanto había estado adaptando la matemática de Thomson. En su teoría de la dispersión β Thomson había supuesto que la desviación de una partícula al pasar a través de un átomo es el resultado de muchos encuentros con electrones atómicos; y, en consecuencia, que la dispersión observada aún en el caso de un blanco muy delgado resulta de la integración de muchas desviaciones pequeñas. Esta teoría de dispersión múltiple hubiera también funcionado para los datos de Rutherford sobre partículas α donde hay tantos electrones en un átomo como Thomson había pensado originalmente. Pero con n del mismo orden de magnitud que A, entonces como Rutherford se dio cuenta al repetir el cálculo de Thomson los átomos hubieran sido demasiado débiles para hacer rebotar partículas α, rápidas y pesadas, con la frecuencia observada. Si todos los electrones se ensamblaran juntos en un punto, o, lo que Rutherford llego a preferir si la esfera positiva se redujera a un punto, entonces la carga concentrada podría darle a la partícula α el golpe necesario en una sola colisión. La probabilidad teórica de un encuentro suficientemente cercano para dar deflexiones grandes estaba en concordancia con la observación para blancos delgados de oro y platino si la n de un átomo en el blanco se tomara con un medio de su A. Fig. 2. Página de un manuscrito posterior, también de 1910; note la periferia punteada del átomo de Thomson. Una segunda línea principal en el programa de Thomson era explicar las propiedades periódicas de los elementos. Hizo plausible que la periodicidad fuera consecuencia solamente de fuerzas electromagnéticas al examinar la estabilidad mecánica de un anillo de electrones respecto a pequeños desplazamientos de su órbita de equilibrio. Un solo anillo de 2-7 electrones es estable dentro de una esfera positiva neutralizadora; el octavo electrón trae problema y debe ir al centro para alcanzar estabilidad. El noveno electrón también va al centro, donde con su predecesor forma un anillo interior de 2. Thomson demostró que en general el requisito de estabilidad mecánica implica una distribución única de electrones en anillos para cada total de n electrones atómicos. Y señaló las fuertes analogías entre las propiedades de ciertos átomos modelo y el comportamiento químico de los elementos en el segundo y tercer periodo de la tabla de Mendeleev. Una tercera línea se refería a la construcción de moléculas, la unión entre si de átomos modelo. En el caso ordinario de una molécula diatómica de un gas elemental como hidrógeno u oxigeno, Thomson argüía que tiene lugar una transferencia de carga entre los constituyentes inicialmente idénticos. La ilustración del proceso es característica de su método. Imagine que cada átomo idéntico en un encuentro cercano puede parecerse a un balón sellado parcialmente lleno con agua y suspendido de un resorte (Fig. 3) La débil interacción eléctrica puede representarse por un tubo en U que conecta los balones. Ahora el menor desplazamiento de un balón relativo al otro causará un flujo en el tubo en U aumentando el desplazamiento; y la disparidad aumentará hasta que la presión del aire por encima del agua en el balón más bajo iguale la presión que causa el flujo en el tubo en U. El flujo de agua puede tomarse como una transferencia de carga entre átomos modelos idénticos, y la transferencia como unión química. Fig. 3. Analogía de Thomson del enlace químico. Evidentemente tratamos aquí con una analogía de una analogía. Esa era la práctica de Thomson: multiplicar crudas figuras en espacio y tiempo de los procesos físicos o químicos en estudio. De esta forma, dijo, “no solo ganamos un concepto muy vivido del proceso, sino también con frecuencia sugerencias de que el proceso... debe estar conectado con otros procesos, y así se promueven mas investigaciones”5. Los historiadores reconocerán en esta excusa la razón usual para los modelos mecánicos complicados diseñados por la escuela de Cambridge desde Kelvin y Maxwell hasta Larmor y Thomson. Críticos poco amistosos como Pierre Duhen lo describían como el método de la fabrica victoriana6. Su exponente más exitoso, Maxwell contrataba su “color fuerte” con la “palidez y lo tenue” de la representación meramente matemática. La escuela de Cambridge no creía que sus modelos fueran literalmente verdad de la naturaleza ni respaldaban la reducción mecánica ingenuamente. La fertilidad de su invención proveía muchas representaciones del mismo proceso ya que ninguna era única, ninguna podía ser literalmente verdad. Más aun, cuando se forzaba lo suficiente, cualquier modelo en particular eventualmente fallaba. El propósito de modelar no era la verdad sino ideas claras que sugirieran nuevas conexiones y descubrimientos. No es necesario decir que los modelos preñados de conexiones deberían tener tan pocas analogías negativas evidentes como fuera posible, y deberían ofrecer una fácil intuición de los procesos moleculares en espacio y tiempo. Tales modelos pueden llamarse “semiliterales” para indicar que, aunque se entiende que son menos que un simulacro exacto, de todas formas se pretendía que fueran retratos, no caricaturas, de la Naturaleza. II LA INNOVACION DE BOHR Niels Bohr fue un gran admirador de Thomson. En 1911 después de obtener su Ph.D. en Copenhague con una tesis electrónica de metales, Bohr fue a Cambridge a comenzar un año de estudio de postgrado. “Consideré ante todo a Cambridge como el centro de la física”, escribió Bohr después, “y Thomson como el hombre más maravilloso, un genio que había mostrado el camino a todos”7. Bohr estaba infatuado entonces con todo lo inglés, las novelas de Dickens, lo romántico de la universidad antigua, la realización de modelos semiliterales de los descendientes espirituales de Maxwell. En reconocimiento de la fuerte marca británica sobre la física de Bohr, Larmor fue tan bueno como para considerarlo un miembro honorario de Cambridge8. Bohr fue a Cambridge a continuar el trabajo sobre teoría electrónica de metales con el hombre que había iniciado el tema, pero Thomson se había dedicado a otras cosas y Bohr decidió gastar algunos meses aprendiendo los elementos de experimentación con radiactividad con Rutherford en Manchester. El modelo atómico de Rutherford, entonces con un año de edad no había atraído mucha atención. Bohr se interesó cuando descubrió un error en los cálculos hechos por C. G. Darwin, un físico matemático del grupo de Rutherford en Cambridge. Bohr rápidamente se dio cuenta de que el principal resultado de Rutherford, n=A/2, junto con el modelo nuclear, daba respuesta completa al primero de los problemas de Thomson: si la partícula α, que entonces se sabia era helio doblemente ionizado, tenia n=2, era natural atribuir al hidrógeno un electrón, al litio tres, y así sucesivamente. Todo problema relacionado con peso atómico podía asignarse al núcleo junto con la fuente del decaimiento radiactivo. Estas ideas -número atómico e isótopos- se le ocurrieron a otros varios físicos y químicos casi al mismo tiempo. Todos excepto uno habían trabajado con Rutherford. Animado por el éxito, Bohr trató de adaptar el modelo nuclear a las otras preocupaciones principales de la construcción del átomo en Cambridge. Pronto descubrió la inestabilidad mecánica de los átomos saturnianos. Pero mientras antes esta inestabilidad se había considerado fatal, ahora Bohr la tomó como un indicativo de que el modelo nuclear era una buena representación semiliteral del átomo. En su trabajo sobre teoría electrónica había llegado a creer que estaba implicada alguna condición, no reducible, en la estabilidad y precisión de la estructura atómica, no reducible a los principios de la mecánica ordinaria o electrodinámica. Expresó provisionalmente la condición en una forma similar a la hipótesis cuántica de Planck: en el estado estacionario o fundamental, cada electrón atómico se mueve en una órbita determinada por el balance de fuerza en mecánica ordinaria y por el requisito de que la razón de su energía cinética a su frecuencia orbital sea una constante universal. Bohr declaró que tal órbita era estable para desplazamientos pequeños en su plano y por pérdida de radiación, que se había convertido en un serio problema en las poblaciones electrónicas reducidas de los átomos de Rutherford. Al asegurar la estabilidad de sus átomos vía un fíat extramecánico, Bohr trató de resolver los problemas remanentes de Thomson explotando la mecánica ordinaria. Su afán de reemplazar la descripción de Thomson de periodicidad podría quizá medirse por un error elemental al que le había conducido (Fig. 4). Al calcular la energía total de un electrón en un átomo nuclear de un solo anillo, contó la energía potencial dos veces, y así llego al resultado de que la energía total depende del número de electrones en el anillo. Este resultado, que esta en conflicto con un teorema posterior en el mismo manuscrito que correctamente hace la energía total el negativo de la cinética, hizo posible una solución espuria de la estructura periódica. Un nuevo anillo debe comenzar fuera del primero (no dentro, como en la teoría de Thomson) cuando la energía total por electrón se hace positiva. El calculo de Bohr fijo la máxima población del anillo mas interno en siete, exactamente el numero que Thomson había encontrado, y tan cercano a la longitud del segundo y tercer periodos de la tabla de elementos, para sentirse muy motivado. Fig. 4. Cómputo erróneo de Bohr de la energía total de un electrón en un modelo nuclear de anillo único, 1912. Después de descubrir el error computacional que dio origen a esta solución espuria, Bohr definió el estado fundamental de un átomo como la configuración en la que los electrones tenían la mínima energía total consistente con las condiciones fundamentales de sus órbitas. Desafortunadamente, esta prescripción no produjo estructuras reconciliables con propiedades físicas y químicas conocidas. Thomson nunca había confrontado tal situación ya que nunca había especificado la población electrónica de un átomo en particular. Bohr, comenzando de la doctrina de número atómico, conocía exactamente las poblaciones de los elementos más livianos. Sus varios intentos en 1912-1913 para adivinar las distribuciones se basaban más en su interpretación de la evidencia física y química que en la deducción de principios mecánicos o de cualquier otro (Fig. 5). Fig. 5. Conjeturas de Bohr acerca de la distribución de electrones atómicos dentro de anillos concéntricos, 1912/3: N significa carga nuclear y ni el número de electrones en el i-ésimo anillo desde el núcleo. La construcción de moléculas diatómicas de gases elementales también recibió sostenida atención de Bohr. Contrario a Thomson, Bohr creía que la evidencia favorecía una unión no polar en estos casos; en lugar de una transferencia, asumió que cada componente donaba electrones que se compartían. Las estructuras resultantes se mantienen juntas por la danza de electrones que orbitaban en un plano perpendicular al eje que unía los dos núcleos (Fig.6). Aquí también Bohr pudo ser más preciso que Thomson. Al calcular las energías de varias configuraciones en términos de la constante universal indeterminada, Bohr mostró que los átomos de hidrógeno deberían combinarse espontáneamente en moléculas diatómicas y los átomos de helio no. Fig. 6. Modelos de Bohr de enlaces covalentes, 1912. La demostración requería del principio de la mecánica ordinaria de que los sistemas dejados a si mismos tienden al menor estado de energía disponible. Estos temas del programa de Thomson ocupan los dos últimos de los tres artículos sobre la constitución de átomos y moléculas que Bohr público en 1913. La conexión del átomo de Bohr con el de Thomson se ha oscurecido por la circunstancia de que los físicos sólo recuerdan el primero de los artículos, sobre el espectro del hidrogeno. Este artículo está, por supuesto, fuera de la tradición de Cambridge. Thomson no había tomado los espectros como su guía. Tampoco Bohr hasta después de su regreso a Copenhague, cuando los artículos de J. W. Nicholson y las preguntas de un colega danés llamaron su atención a la formula de Balmer. Bohr fue capaz de expandir su teoría para incluir estados estacionarios mas elevados, que también caracterizó con una condición tipo-Planck, y deducir el valor de la constante universal de las fórmulas espectroscópicas. La misteriosa constante llego a ser h/2. Bohr rápidamente rehizo su teoría, comenzándola con tres métodos diferentes de introducir la constante de Planck y produciendo la brillante teoría del espectro de hidrógeno que todos conocemos. Luego vino la parte sobre construcción de átomos y moléculas. El orden de presentación es el inverso del orden del descubrimiento y es un buen ejemplo de los obstáculos colocados en el camino de sus historiadores. En el año entre la publicación de los artículos y el estallido de la primera guerra mundial, que puso fin a la ciencia ordinaria, los físicos no tuvieron tiempo para llegar a un consenso acerca de la teoría de Bohr. Los británicos, que naturalmente la tomaron con la mayor seriedad, en general la consideraron como un avance en el diseño de átomos semiliterales, aunque muchos rechazaron el sacrificium intellectus exigido por el postulado de los saltos cuánticos inanalizables. También la antigua guardia deploraba la condición no mecánica de estabilidad, y trataron de evadirla. Algunos buscaron sistemas capaces de vibrar de acuerdo a la formula de Balmer y tuvieron éxito, en proporción a lo artificial de sus mecanismos9. Thomson, cuya ingenuidad sobresalía cuando se le desafiaba, diseño un modelo de fotoemisión que recobraba la ley de Einstein y dilucidaba la constante de Planck en términos de cantidades mecánicas. Solo era necesario suponer que dentro de ciertas regiones del átomo un electrón podía quedar atrapado entre una repulsión proporcional al inverso del cubo y una atracción proporcional al inverso del cuadrado y que, cuando se desplazara del equilibrio por luz que tuviera su frecuencia de resonancia, cayera en una región de repulsión no compensada y conducido al mundo como un fotoelectrón. En Alemania, donde reinaba un afectado escepticismo sobre modelos atomicos10, Bohr tuvo la buena fortuna de despertar el interés de Arnold Sommerfeld, un mercenario matemático, cuyas virtudes habían servido anteriormente a las novedosas y contradictorias teorías de Maxwell, Boltzmann, Lorentz y Einstein. Debido a su edad Sommerfeld escapo del servicio militar. Con la ayuda de dos estudiantes detenidos en Munich como extranjeros enemigos, P. S. Epstein y A.Rubinowicz, sistematizo las enormes ideas de Bohr y las extendió a un amplio rango de datos espectroscópicos. Impulsando como de costumbre el espíritu de las teorías que desarrollaba, Sommerfeld trabajó los detalles de los modelos semiliterales con órbitas cruzadas y elípticas. Su famoso Ellipsenverein de órbitas en precesión -sistema introducido para representar los espectros dobletes y la estructura fina- tuvo su inspiración en un modelo antes discutido por Schott (Fig. 7). Para el efecto Stark, Epstein diseñó órbitas que corrían alrededor de túneles anulares con segmentos de parábolas como muros11. Fig. 7. Ellipsenverein de Sommerfeld de órbitas electrónicas acopladas. Al final de la guerra el Ellipsenverein de Sommerfeld paso a ser tridimensional gracias a su antiguo estudiante Alfred Landé en dos estructuras extrañas conocidas como Polyedeverbände en una, apropiada para valores pequeños de la carga nuclear efectiva, los electrones se mueven en fases coordinadas en pequeñas órbitas circulares cuantizadas perpendiculares a las diagonales de un cubo (Fig. 8). En la otra, los electrones describen los octantes de un cubo en forma tal que cada partícula llega al final de un arco de 90° que define su octante, donde encuentra otro, que viene en dirección opuesta, y desvía su camino al siguiente segmento de 90° (Fig. 9). La literalidad con la que Sommerfeld tomo estos dibujos es clara en una tarjeta en la que enseñó a Landé los detalles del Ellipsenverein, la “verdadera música atómica de las esferas” (Fig 10)12. Fig. 8. Würfelverband para pequeños valores de la carga nuclear efectiva; los discos representan las órbitas electrónicas. Fig. 9. Würfelverband para valores grandes de la carga nuclear efectiva; el pequeño diagrama muestra la órbita de un único electrón, el más grande da trazas (ABD, DGC, CFB, BEA) de cuatro órbitas que llenan la hemiesfera. En 1921 Bohr volvió al problema de la periodicidad utilizando la Ellipsenverein, el juego armónico enfatizado por Landé, y una conexión a la mecánica ordinaria que llamó el Principio de Correspondencia. Esta vez se aproximó más que antes; con base en estos principios, adivinanza y numerología, predijo que un elemento aun no descubierto, que los químicos buscaban entre las tierras raras era de hecho un análogo del circonio. El subsiguiente descubrimiento del Hafnio en Copenhague en 1922 marco el punto más alto de la marea levantada por Thomson, Rutherford, Bohr y Sommerfeld. Por la misma época Bohr encargo un conjunto de retratos conmemorativos. La figura once presenta algunos de ellos dibujados a escala, con todas las trayectorias en su lugar; en los originales las órbitas rojas significaban valores impares, y las negras valores pares del número cuántico principal. Para apreciar esta música atómica de las esferas, imagínese que los electrones se mueven a lo largo de órbitas mientras que las órbitas mismas rotan y pulsan en una armonía exquisitamente sintonizada. Como sabemos la música pronto se hizo disonante. Fig. 10. Descripción de las transiciones que dan origen a las líneas de rayos-x Kα y Kα’. En menos de tres años se habían inventado dos o tres mecánicas cuánticas que resolvían los problemas de la física atómica en términos totalmente diferentes de los que Thomson había propuesto un cuarto de siglo antes. III PROGRAMA DE THOMSON Y MECANICA CUANTICA El año de 1922, el año del Hafnio y de los retratos, puede tomarse como una época en la historia del problema de la estructura atómica. Así también 1925-6, la fecha de nacimiento de la mecánica cuántica. Otra posibilidad es la Gran División en la historia occidental moderna, la primera guerra mundial interrumpió la secuencia de generaciones profesor y estudiante; hizo pedazos el mundo estable que la mayoría de los académicos había conocido; trajo nuevas oportunidades y objetivos a la ciencia; y rompió la fe en enfoques y soluciones tradicionales. La primera generación de físicos teóricos completamente modernos fue la de Heinsenberg, Pauli, Dirac y Fermi, quienes entraron a la universidad justo después de la primera guerra mundial. Esta nueva generación tenía primero que dominar la sabiduría de sus mayores sobre la naturaleza de los átomos. Aquí también la guerra jugó una parte decisiva al preferir la teoría de Bohr sobre las otras. El conflicto liberó la teoría de sus competidores naturales: posibles diseñadores de alternativas en Francia, Alemania y Gran Bretaña fueron movilizados mientras Bohr y otros neutrales, como Ehrenfest en Holanda, elaboraron el modelo en paz. Se ha mencionado la importancia de la decisión del no beligerante Sommerfeld de moldear los procedimientos lodosos de Bohr en un algoritmo de fácil manejo. La generación de 1920 gastó dos o tres años en dominar y tratar de extender la teoría Bohr-Sommerfeld. Cuando encontraron sus primeras grandes dificultades no tuvieron escrúpulos o ataduras que inhibieran su rechazo al enfoque semiclásico. Este es el porque el destacado rápido desarrollo de la teoría de Bohr inmediatamente después de la guerra pudo colapsar tan rápidamente pidiendo a gritos algo novedoso, una “mecánica cuántica” sin precedentes. Sólo una de las dos principales respuestas a este llamado, la mecánica matricial, tenía sus raíces en la tradición de modelar átomos que hemos venido siguiendo. La otra respuesta, la mecánica ondulatoria, surgió en conexión con la teoría de la relatividad y el problema de la radiación. El iniciador de esta línea de pensamiento, Louis de Broglie, había tenido una educación inusual y esporádica en física durante y justo después de la primera guerra mundial. Al comienzo de la década de los veinte decidió resolver el enigma onda-partícula puesto en pantalla por el descubrimiento del efecto Compton en 1922 asociando un cuanto de luz (o partícula material) con una onda viajera por medio de un reloj interno o vibración asociada con el cuanto (o partícula). Ciertas relaciones relativísticas produjeron ecuaciones entre la energía y el momento del cuanto (partícula) y la frecuencia y velocidad de la onda. Siguiendo una intervención de Einstein, Erwin Schrodinger busco una “ecuación de onda” para las vibraciones de de Broglie con el objeto de estudiar el comportamiento de partículas confinadas en átomos, donde las ondas asociadas estarían altamente difractadas13. En nada de esto ni Bohr ni sus ideas tuvieron una figura prominente. Quizá fue justamente su independencia de estas ideas, su lugar en o más allá de los límites de la física atómica, que permitieron el éxito de Broglie y Schrodinger14. Aquí empieza a tomar forma la paradoja mencionada antes. Las ideas de Bohr no ayudaron en la creación de la mecánica ondulatoria, sino que de hecho se le opusieron. Por fuertes razones Bohr había rechazado el concepto de cuantos de luz y dejado de lado la evidencia en su favor: la radiación libre caía bajo la jurisdicción no de la física cuántica sino de las ecuaciones de Maxwell15. El descubrimiento de Compton no consiguió vencer la oposición de Bohr. Mas que admitir los cuantos de luz, prefirió dejar la conservación de la energía y el momento en eventos microfísicos e individuales. El delineamiento de una teoría de conservación estadística, publicado con los nombres de Bohr, H. A. Kramers y John Slater en 1924, levanto poco apoyo y mucha hostilidad por fuera y aun dentro del círculo inmediato de Bohr16. (a) (b) Fig. 12. Modelos de Bohr de (a) diferentes átomos hasta el xenón y (b) el radio. Más aún, (nuestro autor de la paradoja podía insistir) incluso la invención de la mecánica matricial, aunque debía mucho a Bohr, no provino directamente de la teoría BohrSommerfeld. La exitosa respuesta de Heisenberg al grito de una nueva mecánica comenzó cuando dejo de jugar con modelos semiliterales, o “danzarines”, y el y Pauli pudieron rechazar los productos cada vez mas artificiales del programa de Bohr17. En su lugar, recurrió a una técnica antigua recientemente revivida para tratar los fenómenos de dispersión. En la teoría clásica, la dispersión anómala ocurre cuando la luz contiene una frecuencia muy cercana a la de la oscilación libre de las partículas materiales sobre las que cae. Una suposición elemental sobre estos osciladores casi era suficiente: se suponía que estaban elásticamente unidos y se restablecían debido a una fuerza proporcional a sus velocidades. La aseveración resulta ya que al calcular la fuerza de dispersión en el supuesto de que el oscilador es un electrón, los físicos encontraron que el número de centros activos de dispersión es mucho menor que el número de moléculas presentes. Por tanto la teoría de dispersión, que comparaba a la molécula con un conjunto de osciladores armónicos, presentaba desde el principio una fuerte analogía negativa18. El caso se agravó en la teoría de Bohr. La dispersión anómala ocurría en las frecuencias radiadas por los átomos. Pero estas frecuencias, de acuerdo a Bohr, no relacionan un una forma inteligible en la mecánica ordinaria a las frecuencias presentes en un átomo. En teoría clásica son precisamente las frecuencias de los movimientos electrónicos en los estados estacionarios los que determinan los lugares de dispersión anómala. Aquí la teoría de Bohr disminuyó su triunfo sobre el espectro de hidrógeno. Contrario a la teoría clásica Bohr dio valores para los periodos libres de electrones confinados, y estos periodos no eran apropiados para el cálculo usual de dispersión. Después de que este desagradable hecho se había reconocido en forma definitiva alrededor de 1916, el problema de dispersión se desplazó temporalmente del centro de atención de los físicos que cultivaban el átomo de Bohr19. Regreso al comienzo de los veinte debido a la renovada preocupación sobre la dispersión de la radiación estimulada por el descubrimiento de Compton. En 1924, admitiendo con franqueza la debilidad del enfoque semiliteral de Bohr, Kramers adaptó el viejo esquema asociando con cada estado estacionario del átomo un conjunto de osciladores armónicos con frecuencias libres iguales a aquellas que el átomo podía radiar o absorber en ese estado20. Estos conjuntos de osciladores asemejan una colección de pianos diferentemente afinados, no un átomo cuantizado de Bohr. Kramers fue mas allá de una mera transcripción de la teoría clásica en dos formas. Reemplazo el problemático numero de osciladores por probabilidades teórico-cuánticas de transiciones desde los estados estacionarios; e inventó osciladores con fuerzas negativas para representar “la dispersión negativa”, un fenómeno primero reconocido por Einstein y que aparece de una emisión de energía mas allá de los que un átomo excitado produciría espontáneamente, cuando es estimulado por un campo de radiacion21. La teoría BohrKramers-Slater invocaba un campo inútil, sin energía, que confiere una probabilidad de transición a los átomos que encierra. La “radiación de los osciladores virtuales “conjugados” al átomo A en un estado a contribuye a la probabilidad en que el átomo B en el estado b sufra una transición, siempre y cuando b pueda alcanzarse inmediatamente de a. Heisenberg trabajo con Kramers en el desarrollo de la teoría de dispersión de osciladores virtuales. Luego se dedicó a remover de la teoría todo vestigio de entidades mecánicoclásicas, tales como amplitudes de vibración y frecuencia de oscilación en favor de relaciones entre cantidades teórico-cuánticas exclusivamente. Resultó que estas cantidades obedecían el álgebra de matrices. Ya que los discípulos de Bohr llegaron a la mecánica matricial sólo después de haber abandonado los modelos semiliterales por una forma actualizada de un viejo enfoque de la teoría de dispersión, nuestro autor de paradoja podía argüir que el modelo atómico de Bohr retrasó el progreso en cuanto que desvió la atención de la dispersión y de la técnica de los osciladores virtuales. No hay duda de que el éxito de los modelos semiliterales suprimió el desarrollo de la técnica no solo en la teoría estándar de la dispersión sino también en el tratamiento de la óptica magnetoeléctrica propuesto por H. A. Lorentz y refinada por Woldemar Voigt. En el enfoque de Voigt, el efecto Zeeman anómalo puede describirse y relacionarse a otros fenómenos magnetoópticos al asimilar los electrones atómicos a un conjunto acoplado de osciladores armónicos amortiguados. Voigt concedió que el esquema era un pis aller, ya que el acoplamiento implicado en las matemáticas “eludía una explicación intuitiva [anschaulich]”. Sin embargo, como observo Zeeman, el deseo de “lucidez” no es una objeción decisiva en física, y no parecía haber otro camino para avanzar. “Ciertamente no es sin analogía en otros campos de la física que..., después de brillantes comienzos con problemas especiales, una teoría molecular encuentre dificultades insuperables con unas mas complejas mientras el uso de los principios de la mecánica general y la termodinámica puedan aun aportar progreso”22. Es notable que Heisenberg comenzara su carrera con un intento de rehacer el enfoque de Voigt en lo que entonces pensaba era el espíritu de la teoría cuántica. Este primer esfuerzo se ganó la admiración asombrada de Sommerfeld y una critica continua de Bohr y Pauli23. Hubo otras adaptaciones teórico-cuánticas promisorias de la técnica de los osciladores virtuales. La teoría inicial de Planck podría considerarse así: No tomó sus osciladores como un modelo (semi-)literal de un átomo sino como la representación más simple posible adecuada a su único propósito, un análisis de la radiación de un cuerpo-negro24. Un ejemplo posterior explícito es la justificación teórica de Rubinowicz de las reglas de selección que Sommerfeld había introducido para implementar la teoría cuántica de espectros. Rubinowicz calculó la razón de energía a momento angular radiada por un electrón clásico moviéndose en una órbita elíptica -un Ersatz-electrón, uno “no real físicamente”- y lo comparo a una razón similar para la transición de un átomo cuantizado25. Un ejemplo final, la reinterpretación de Rudolf Ladenburg de la teoría de dispersión clásica, es quizá la más interesante26. Ladenburg publicó sus ecuaciones, que son las de Kramers sin el término negativo, en 1921. La comparación de un átomo cuantizado excitado con un oscilador monocromático era bastante contrario al programa de Bohr y recibió poca atención de Bohr o Sommerfeld hasta que Kramers volvió al problema en 1924. Si deseamos o no ir tan lejos como nuestro autor de paradojas, no deberíamos dejar de reconocer que, con toda su novedad el modelo atómico semiliteral de Bohr fue un último producto de la física victoriana. Sus aspectos conservadores y su triunfo inicial pudieron haber hecho a un lado otros enfoques más radicales a los que, de hecho, los revolucionarios de postguerra echaron mano. Esto no quiere decir que el modelo atómico de Bohr no fuera una contribución de primera importancia en física: fue el mas fino de los instrumentos de la escuela de Thomson tanto para la exploración de la estructura atómica como para el descubrimiento de que los modelos semiliterales del tipo clásico no funcionan en microfísica. La doctrina de Bohr de la complementariedad mal interpretada apropiadamente puede considerarse el último náufrago del programa de Thomson. Por que debería considerarse una teoría de medida, con frecuencia se utiliza como una regla para determinar la capacidad de aplicación de uno u otro conjunto de conceptos clásicos en el dominio microfísico. En la ultima forma ha ayudado a mantener vivos tales seudoproblemas seudoprofundos como como la luz (o la materia) pueden ser tanto onda y partícula. Para resumir: la periodización es crucial al historiador, ya que implica y registra la definición de una era. Las remembranzas de los físicos enfatizan otros temas distintos de las interconexiones sobre las que el historiador construye sus periodos. El historiador debería por tanto cuidarse de la periodización de los físicos. En particular, la teoría atómica de Bohr pertenece al programa de construcción de modelos semiliterales iniciado por J. J. Thomson y basado en los métodos de los físicos victorianos de Cambridge; contrario a la historia ordinaria de los físicos, el año de publicación de la teoría de Bohr, 1913, no marca el punto mas alto o termino de una era revolucionaria que comenzó con la introducción del cuanto por Planck en 1900. Durante la primera guerra mundial la teoría se desarrollo rápidamente debido a la ausencia de competidores naturales. Después de la guerra el átomo de Bohr se convirtió en el vehículo revolucionario en manos de unos cuantos jóvenes que avanzaron al repudiar las bases del enfoque de Thomson-Rutherford-Bohr-Sommerfeld. En la historia de la física, como en la historia general, la primera guerra mundial es el interludio entre los siglos diecinueve y veinte27. 1. Nuclear Physics in restrospect, Editado por R. H. Stuewer (Universidad de Minnesota, Minneapolis, 1979), p. 159-319; cf. P. Forman, Science 207, 517-519 (1980). 2. P. Dirac, en History of 20th century physics, editado por C. Wiener (Academic, New York, 1977), p. 109. 3. Para referencias a la literatura y detalles adicionales ver J. Heilbron en Ref. 2, p. 48-108; y Phys. Today 30, 4 (1977), p. 23-30. 4. . Schott, Philos. Mag. 8, 384-387 (1904). Comparar con E. Yagi, Jpn. Stud. Hist. Sci. 3, 29-47 (1967); y 11, 73-89 (1972). 5. J. J. Thomson, The corpuscular theory of matter, (Constable, Londres, 1907), p. 1-2; cf. Dict. Sci. Bio. 13,363-264 (1976). 6. P. Duhem, The aim and Structure of physical theory, traducido por P. P. Wiener (Princeton University, Princeton, N. J. 1954), pp. 55-104. 7. Para referencias y detalles ver J. L. Heilbron y T. S. Kuhn, Hist. Stud. Phys. Sci. 1, 211-290 (1969). 8. J. Larmor, en James Clerk Maxwell (Cambridge University, Cambridge, 1931), p. 76. 9. Por ejemplo, A. Conway, Philos. Mag. 26, 1010-1017 (1913); W. Peddie, ibid. 27, 257-268 (1914). 10. Sommerfeld a Bohr, 4 de septiembre de 1913, en N. Bohr, On the constitution of atoms and molecules, editado por L. Rosenfeld (Munksgaard, Copenhagen, 1963), p. 1ii; W. Voigt, Ann. Phys. 36, 897 (1911). 11. P. S. Epstein, Ann. Phys. 50, 489-520 (1916). 12. A. Sommerfeld, Atombauund Sektrallinien, 2da de. (Vieweg, Braunschweig, 1921), p. vii. 13. M. Jammer, The conceptual development of quantum mechanics (McGraw-Hill, New York, 1966), pp. 236-270; R. H. Stuewer, The Compton effect (Science History Publications, New York, 1975), pp. 217-312. 14. V. V. Raman y P. Froman, Hist. Stud. Phys. Sci. 1, 291-314 (1969). 15. Comparar Ref. 12, pp. vii, 386; B. R. Wheaton, Ph.D. thesis, Princeton, 1978 (no pulicado). 16. M. Jammer, Ref. 13, pp. 181-188; Heisenberg a Pauli, 8 de junio de 1924, en Wolfgang Pauli, Wissenschaftlicher Briefwechsel, I:1919-1929, editado por A. Hermann et. al. (Springer, New York, Heildelberg, 1979), p. 154; Pauli a Bohr, 2 de octubre de 1924, ibid.,pp. 163-166. 17. E. MacKinnon, Hist. Stud. Phys. Sci.8, 137-188 (1977); D. Serwer, ibid., 8, 189-256 (1977). 18. R. Ladenburg, Ver.Dtsch. Phys. Ges. 16, 765-779 (1914). 19. Por ejemplo, C. Davisson, Phys. Rev. 8, 20-27 (1916); M. Jammer, Ref. 13, pp. 188-191. 20. H. Kramers, Nature 113, 673-674 (1924). 21. N. Bohr, H. Kramers y J. Slater, Philos. Mag. 47, 785-802 (1924); Einstein, Phys. Z.18, 121128 (1917). 22. W. Voigt, Ann. Phys. 24, 196 (1907); P. Zeeman, Researches in magneto-optics (MacMillan, Londres, 1913), p. 186; Voigt, Magnet und Electro-Optik (Teubner, Leipsig, 1908), p. 188. 23. D. C. Cassidy, Hist. Stud. Phys. Sci. 10, 187-224 (1979). 24. Comparar con T. S. Kuhn, Black-body theory and the quantum discontinuity, (Oxford University, Oxford, New York, 1978), pp. 29-30, 35. 25. A. Rubinowicz, Phys. Z. 19, 441-45 (1918); 19, 465-474 (1918); 19, 442 (1913); cf. N. Bohr, Dan. Selk. Math.-Fys. Videnskab. Medd. 8(4), 11-16, 28-36, 67-68 (1918). 26. R. Ladenburg, Z. Phys. 4, 451-468 (1921). 27. Comparar con P. Forman, Hist. Stud. Phys. Sci. 3, 1-115 (1971).