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REAL INSTITUTO ELCANO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES Y
ESTRATÉGICOS
GRUPO DE TRABAJO ASIA-PACÍFICO
Sesión de 24 de octubre de 2005
Relaciones económicas entre España y Asia:
comercio, inversiones y cooperación
Jacinto Soler Matutes
Doctor en Economía, Profesor Asociado de la Universitat Pompeu Fabra
Comentarios
Paul Isbell
Investigador Principal (Economía Internacional) del Real Instituto Elcano
Iliana Olivié
Investigadora Principal (Cooperación y Desarrollo) del Real Instituto Elcano
Ponencia y comentarios presentados en la reunión del
24 de octubre de 2005
Relaciones económicas entre España y Asia:
comercio, inversiones y cooperación
Jacinto Soler Matutes
Doctor en Economía, Profesor Asociado de la Universitat Pompeu Fabra
1. Introducción
Durante la redacción del presente Informe, la prensa diaria se hacía eco de dos noticias
que ponen de relieve los retos para la acción exterior española. Por un lado, la prensa
económica destacaba con preocupación la escalada en nuestro déficit comercial, que
entre enero y junio de 2005 se situaba en la cifra histórica 74.327 millones de Euros.
Por otro lado, los medios generales de comunicación narraban los trágicos sucesos de
Melilla y enfatizaban la necesidad de aumentar la ayuda española a África. Ambos
hechos nos permiten comprobar los desafíos a los que se enfrentan nuestras políticas de
promoción comercial y de cooperación internacional.
En los últimos años la Administración española ha puesto un especial empeño en la
promoción de las relaciones económicas con Asia, cuya principal manifestación ha sido
el Plan Asia-Pacífico, que llega ahora a su segunda edición. El dinamismo económico
de Asia ha contrastado tradicionalmente con la modesta presencia comercial e inversora
de España en dicha región del planeta. Actualmente, Asia concentra el 56% de la
población mundial, el 25% del PIB, el 22% de los flujos comerciales y el 19% de la
inversión directa, según datos de los principales organismos internacionales (Comisión
Europea 2004, UNCTAD 2004). Ante esta situación, resulta legítima y comprensible la
preocupación de los poderes públicos españoles por nuestras limitadas relaciones
económicas.
Este artículo tratará de arrojar luz precisamente sobre la evolución reciente y el estado
actual de estas relaciones económicas, desde la triple vertiente comercial, de inversión y
2
cooperación. A partir del análisis de los datos estadísticos, extraeremos conclusiones
sobre nuestra presencia actual en Asia y los condicionantes de la misma.
2. Flujos comerciales España-Asia: crónica de un “crónico” déficit.
En primer lugar es preciso repasar las estadísticas relativas al comercio exterior de
nuestro país con el continente asiático, a fin de extraer posteriormente conclusiones al
respecto. En este sentido, la evolución de las importaciones y exportaciones entre
España y Asia durante la última década manifiestan un claro dinamismo de las primeras
frente al relativo estancamiento de las segundas, tal y como muestra el Gráfico 1
siguiente.
Gráfico 1 – Valor de las exportaciones españolas a Asia y de las importaciones de Asia
(en millones de Euros)
Exportaciones
35.000
Importaciones
30.000
25.000
20.000
15.000
10.000
5.000
2004
2003
2002
2001
2000
1999
1998
1997
1996
1995
-
Fuente: Secretaría de Estado de Comercio Exterior
Como se aprecia claramente en el Gráfico 1, nuestras exportaciones a los países
asiáticos se sitúa n desde finales de los años noventa en unos 7.000 millones de Euros,
mientras las importaciones se han triplicado, desde los 10.000 millones en 1998 hasta
los 30.000 en 2004. De esta manera, la tasa de cobertura de nuestro comercio con Asia
ha caído en picado, desde un nivel del 51% en 1995 hasta el 27% en 2004. Este valor se
sitúa muy por debajo de nuestra tasa de cobertura total, que rondaba el 71% en 2004,
habiendo descendido también desde 1995, aunque de forma mucho menos dramática
3
(desde el 80%). Así pues, y aunque nuestro comercio exterior sigue siendo por lo
general deficitario, los intercambios con Asia están particularmente desequilibrados. El
Gráfico 2 confirma esta perspectiva. En él apreciamos el relativo mantenimiento de
nuestra tasa de cobertura con la UE y el resto de Europa, la ligera mejora con América
del Norte y África, así como la preocupante caída en América Latina y Asia
Gráfico 2 – Tasa de cobertura de nuestras exportaciones por áreas geográficas
1995
120%
2000
100%
2004
80%
60%
40%
Total
América
Latina
Norteamérica
Resto
Europa
Unión
Europea
Asia
0%
África
20%
Fuente: Secretaría de Estado de Comercio Exterior
Un análisis más pormenorizado de los datos nos permite identificar el origen de tan
grave desequilibrio. Por un lado, resulta evidente como las importaciones desde Asia se
han incrementado de forma muy significativa. Sobre el valor de referencia del año 1995,
las importaciones en 2004 eran 2,90 veces superiores, mientras que las exportaciones
sólo habían crecido en una magnitud de 1,53. Comparando con la evolución general de
nuestro comercio exterior, se confirma como las importaciones de Asia han crecido a un
ritmo muy superior, ya que las importaciones totales en 2004 eran 2,38 veces superiores
a las de diez años atrás (frente a 2,90 en Asia). Nuestras exportaciones totales, en
cambio, eran 2,09 veces superiores, claramente por encima de nuestro crecimiento en
Asia (1,53).
Así pues parece confirmado como el deterioro en nuestra relación comercial con Asia es
consecuencia directa del mayor y menor dinamismo de importaciones y exportaciones,
4
respectivamente, si las comparamos con la media de nuestro comercio exterior. Así
pues, la exclusiva “demonización” de Asia, y China en particular, tan habituales en los
medios periodísticos, tienen una limitada justificación en las estadísticas. El déficit
bilateral con Asia representa desde finales de los años noventa una porción casi
invariable de nuestro abultado desequilibrio exterior, en torno al 36%. Pese al claro
aumento desde el 29% de 1995, el déficit llegó a situarse en un 42% del total en 199798, para descender luego hasta el citado 36%. Tal y como se aprecia en los Gráficos 3 y
4, la composición de nuestro déficit comercial no ha sufrido grandes modificaciones en
el último decenio, siendo la Unión Europa y Asia, por este orden, los principales
responsables del mismo.
Gráfico 3 – Composición de nuestro déficit comercial por áreas geográficas en 1995
África
13%
Norteamérica
16%
Asia
29%
Resto
Europa
5%
Unión
Europea
37%
Fuente: Secretaría de Estado de Comercio Exterior
Gráfico 4 – Composición de nuestro déficit comercial por áreas geográficas en 2004
América
Norte- Latina África
américa 2%
12%
3%
Resto
Europa
7%
Unión
Europea
40%
Fuente: Secretaría de Estado de Comercio Exterior
5
Asia
36%
Si efectuamos un análisis más detallado de la composición del déficit hispano-asiático sí
podemos constatar el protagonismo de China, ya que este país ha reemplazado a Japón
como principal “motor” de la exportación asiática. Tal y como muestra el Gráfico 5
siguiente, los papeles se han invertido entre China y Japón, pues la primera ha pasado
del 21% al 33% del déficit hispano-asiático, mientras que la evolución del segundo ha
ido del 37% al 20%. En términos generales, el desequilibrio español con China
representaba en 2004 el 12% de nuestro déficit total frente al 6% en 1995. Por su parte,
el déficit con Japón ha descendido desde el 11% del total en 1995 al 7% en 2004.
Gráfico 5 – Peso del déficit con Japón y China en el déficit total con Asia
40%
37%
33%
35%
30%
25%
21%
26%
23%
20%
20%
China
Japón
15%
10%
5%
0%
1995
2000
2004
Fuente: Secretaría de Estado de Comercio Exterior
En otras palabras, el desequilibrio con Asia, aún siendo importante porque representa un
tercio del déficit comercial español, no muestra un panorama muy distinto al de otras
relaciones bilaterales. A modo de ejemplo, nuestro comercio con la Unión Europea
(UE) mostró en 2004 un desequilibrio de 25.484 millones de Euros, en claro ascenso
desde 19.871 millones en 2003. Los intercambios con África arrojaron un saldo de –
7.217 millones o el 12% del déficit (especialmente por las compras de energía),
mientras que con América Latina hemos pasado de un ligero superávit en 1995 a un
déficit de 1.118 millones en 2004. Si analizamos los datos por países, nuestro déficit
bilateral más abultado se registra con países europeos, asiáticos y suministradores de
6
hidrocarburos, tales como Alemania (-16.292), China (-7.335), Italia (-5.551), Japón (4.515), Holanda (- 3.604), Francia (-3.174), Rusia (-2.790), Corea del Sur (-2.306) y
Argelia (-2.021).
Otra tendencia a constatar es la relativa al peso del comercio hispano-asiático sobre
nuestros intercambios totales. El desequilibrio antes mencionado tiene como
consecuencia que las importaciones desde Asia tengan un papel más destacado que
nuestras exportaciones hacia dicha zona. Así, en 2004 las importaciones de Asia
representaban el 14,6% del total, habiendo aumentado substancialmente desde el 11,5%
en 1995, mientras que las exportaciones se situaban en el 5,5%, habiendo descendido
desde el 7,6% en 1995. En su conjunto, el valor de los intercambios bilaterales entre
España y Asia se ha doblado desde 1995 (de 23.327 a 57.456 millones), aunque su peso
sobre nuestro comercio exterior total sigue en el mismo nivel. Así pues, el dinamismo
del comercio con Asia no ha afectado en modo alguno a nuestro patrón de comercio,
que continúa claramente dominado por los países de nuestro entorno, tal y como
muestra el Gráfico 6 siguiente.
Gráfico 6 – Peso de áreas geográficas en el comercio exterior español (importaciones y
exportaciones)
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
1995
70% 68%
2004
10%
4%6%
UE
Resto
Europa
6%4%
11%
5% 4%
América América
del
Latina
Norte
5% 3%
Asia
Africa
Fuente: Secretaría de Estado de Comercio Exterior
Nuestro patrón de comercio exterior encaja claramente con los postulados de la “Teoría
de la Gravedad”, elaborada inicialmente por Tinbergen (1962) y contrastada para el
7
caso español por autores como Sanso et al. (1990) y Soler Matutes (2003a), según la
cual el volumen de comercio entre dos países es directamente proporcional al peso
económico de los mismos e inversamente proporcional a su distancia. Por ello, el nivel
de intercambios entre España y Asia, como el existente entre la UE y Asia, es inferior al
que tiene lugar en el ámbito intra-comunitario, aunque la región asiática se mantiene
como el segundo socio comercial de la UE. Cabe tener en cuenta aquí la tendencia
general hacia un mayor intercambio intrarregional dentro de los grandes bloques
comerciales, puesto que tanto en el seno de la UE como de NAFTA o APEC el
comercio entre miembros alcanza el 60-70% del total.
Efectuando una desagregación de las estadísticas comerciales por países, parecen
también confirmarse aparentemente los principios de la “Teoría de la Gravedad”, con
algunas salvedades. Desde el punto de vista de la exportación, nuestros principales
clientes son países de nuestro entorno europeo y con un destacado peso económico. Así,
entre los diez primeros hallamos a siete socios de la UE, pero también a Turquía,
EE.UU. y México. El destacado décimo puesto de México, sin la proximidad europea o
el peso económico de los EE.UU., permite atisbar también el relativo papel de otros
factores como el nivel de inversión, tal y como apuntó Soler Matutes (2003a). Japón y
China aparecen respectivamente en el 17º y 18º puesto como primeros socios
comerciales asiáticos. Nuestras exportaciones a estos países durante 2004 se situaron en
torno a los 1.100 millones de Euros en cada caso, un nivel similar al registrado con
países de menor importancia económica como Brasil, Dinamarca, Rusia o la República
Checa 1 . Aunque algunos de ellos se encuentran más próximos a nosotros (caso de los
tres últimos), el nivel previo de inversión española sí podría ser relevante en el caso
brasileño como motor de nuestras ventas.
Desde la perspectiva de las importaciones, la aplicación del Modelo de Gravedad arroja
también
algunos
interrogantes.
Así,
aunque
entre
nuestros
diez
primeros
suministradores siguen figurando siete miembros de la UE y EE.UU., China y Japón
logran situarse aquí también en este grupo de cabeza, con unas ventas de 8.490 y 5.703
1
Incluso Andorra compró de España mercancías por casi 1.000 millones de Euros,
aunque es un caso excepcional por su proximidad geográfica y dependencia de España
en muchos campos (hidrocarburos, por ejemplo).
8
millones de Euros, respectivamente, cifras similares a las de países más próximos a
nosotros como Holanda (8.490), Portugal (6.737) o Bélgica (6.416). En definitiva, por
tanto, existe una relativa coincidencia en el patrón de exportación e importación, aunque
se confirma como nuestra presencia exportadora en Asia no está en consonancia con el
empuje económico de estos mercados. A la vez que no podemos afirmar que nuestro
nivel general de intercambios con Asia sea limitado, sí existe una clara falta de
competitividad reflejada en el escaso dinamismo de nuestras exportaciones.
3. Flujos de inversión española en Asia: la tendencia es lo que cuenta.
Como hemos indicado al comienzo de este Informe, Asia se ha erigido en uno de los
principales destinos de la inversión directa en el mundo. El último informe de la
UNCTAD (2004) mostraba como la región Asia-Pacífico había captado en 2003 unos
107.300 millones de dólares en inversión directa, o un 19,7% de los flujos totales
mundiales. De esta cifra, la mitad aproximadamente correspondió a China, que en 2003
se había convertido ya en el principal destino inversor del mundo sólo por detrás de
Luxemburgo y superando a los EE.UU. Junto a China, el Sudeste asiático vio aumentar
también su entrada de capitales en un 27% hasta 19.000 millones de dólares, superando
la tendencia bajista registrada desde la Crisis de 1997-98. En 2003, India registró
también un destacado aumento del 24% en los flujos de inversión, aunque su nivel sigue
muy por debajo del de sus vecinos de Asia Oriental.
En esta coyuntura, los flujos de capitales españoles hacia Asia habían mostrado un
inusitado dinamismo durante los años 2001 y 2002, en que las cifras de inversión bruta
directa hacia aquel continente ascendieron a 1.582 y 1.483 millones de Euros,
respectivamente. De hecho, desde 1999 se constataba una cierta tendencia alcista, que
había permitido superar el estancamiento de la inversión en niveles sobre los 20-30
millones de Euros anuales desde mitad de los años no venta. Así, en 1999 se pasaba ya
de 38 a 305 millones de Euros, aunque en 2000 el flujo de inversión bruta caía de nuevo
hasta los 166 millones, para remontar el vuelo de forma espectacular en 2001 y 2002, tal
y como hemos indicado. Esta tendencia positiva de los años 2001 y 2002 se vio
interrumpida bruscamente en 2003, cuando la inversión bruta total descendió hasta los
52 millones de Euros en Asia, en línea con los niveles de los años noventa y muy por
9
debajo de los dos años precedentes. En 2004, la inversión total ha aumentado de nuevo
hasta los 156 millones de Euros, es decir casi tres veces superior a la cifra total de 2003.
Un análisis pormenorizado de los datos estadísticos nos permite, en primer lugar,
cuestionar el “espejismo” de la fuerte inversión de los años 2001 y 2002. Tal y como
indicaba Bustelo (2003), el grueso de aquélla se materializó en un solo país (Japón),
ocultando niveles muy testimoniales en China (5 millones de Euros en 2002), Malasia
(580.000 Euros), Taiwán (203.000) o Corea del Sur (114.000). En términos generales,
la baja intensidad inversora de nuestro país en Asia implica que operaciones
individuales en un país concreto afecten sobremanera a las estadísticas generales. Así, si
descontamos las inversiones en Japón para los años 2001 y 2002, las cifras ascienden a
57,45 y 100,23 millones de Euros, respectivamente, datos más acordes con los
observados para toda la década de los noventa.
Las cifras para los años 2001 y 2002 ocultan también el efecto de la nueva figura
jurídica de las Entidades de Tenencia de Valores Extranjeros (ETVEs), introducida por
la Ley 6/2000 de 13 de diciembre del Impuesto de Sociedades. Las ETVEs permiten
realizar a través de España inversiones en sociedades extranjeras con exención del
impuesto de sociedades tanto sobre los dividendos como sobre las ganancias de capital.
Esta figura, similar al “holding” luxemburgués u holandés, ha sido empleada con
profusión en los últimos años por entidades extranjeras para canalizar inversiones hacia
terceros países. Por ello, no es correcto el cómputo de estos flujos como inversión
“española”, de modo que el propio Registro de Inversiones en el Exterior facilita desde
2001 datos con y sin ETVEs. En el caso japonés para los años 2001 y 2002, el grueso de
la enorme inversión española registrada correspondió precisamente a ETVEs de no
residentes. Si descontamos dicho efecto, las cifras de inversión pasan de 1.582 y 1.483 a
1 y 9,42 millones de Euros, respectivamente.
En los años 2003 y 2004, el impacto de las ETVEs ha sido mucho más modesto, puesto
que apenas existe variación entre los datos de inversión en Asia con o sin dicha figura
jurídica. En cualquier caso, nuestra serie histórica de inversiones en Asia ha considerado
solamente los datos sin ETVEs desde el año 2001, arrojando el panorama del Gráfico 7
10
siguiente. En líneas generales, observamos una tendencia hacia una mayor inversión en
Asia en cuanto a valor (desde los 20-30 millones de los años noventa hasta los más de
100 actuales), que no se traduce aún en un peso significativo de Asia sobre los flujos
totales. Para el periodo 1993-2004 nuestra inversión en Asia creció en definitiva a un
ritmo anual medio del 104% frente al 48% de la inversión total en el exterior.
Gráfico 7 – Valor y peso de la inversión directa bruta española en Asia (sin ETVEs)
350,00
0,80%
300,00
0,70%
250,00
0,60%
0,50%
200,00
0,40%
150,00
0,30%
0,20%
50,00
0,10%
0,00
0,00%
% Total
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
100,00
Inversión total
Fuente: Registro de Inversiones en el Exterior.
El Gráfico 7 muestra también marcados y frecuentes altibajos, debidos a la influencia de
determinadas transacciones puntuales en un contexto ge neral de escasa inversión. En
todo el periodo 1993-2004, el peso de nuestra inversión en Asia se sitúa en un promedio
del 0,52% una vez descontado el efecto de las ETVEs en 2001-02, con un máximo del
0,77% en 1999. Existe por tanto, y pese a los altibajos, una clara tendencia hacia una
mayor presencia inversora de nuestro país en Asia. Una prueba de ello es el Gráfico 8
siguiente, que muestra el peso de la inversión española en los tres principales mercados
asiáticos sobre nuestro flujo de capitales hacia el exterior. En él podemos constatar un
claro avance en los tres países, pese a que, por ejemplo, la inversión en India se
mantiene en niveles irrisorios.
11
Gráfico 8 – Evolución del peso de India, China y Japón sobre la inversión española en
el exterior (%)
0,45%
0,39%
0,40%
China
0,35%
Japón
0,30%
India
0,29%
0,31%
0,236%
0,25%
0,20%
0,15%
0,10%
0,05%
0,10%
0,06%
0,04%
0,001%
0,03%
0,007% 0,02%
0,010%
0,00%
2000
2001
2002
2003
Fuente: Registro de Inversiones en el Exterior
Sobre la distribución geográfica de nuestra inversión en Asia, no podemos observar un
patrón muy claro, puesto que, como hemos indicado, operaciones puntuales en un país
concreto elevan de forma súbita y desmesurada su participación en el total. Tal y como
recoge el Gráfico 9 siguiente, Hong Kong y Singapur han jugado tradicionalmente un
papel destacado como “cabezas de puente” para invertir en la región, con un peso medio
del 32% en los años noventa y un máximo del 77% en 2000, para descender hasta
niveles muy bajos en años recientes (3% en 2003 y 2004), lo cual indica su menor
importancia relativa a favor de una más directa implicación en otros países asiáticos 2 .
2
Esta afirmación es especialmente cierta para el caso de China desde su ingreso en la
OMC, que ha minado el atractivo de Hong Kong como puerta de entrada
12
Gráfico 9 – Peso relativo de distintos países en la inversión española en Asia (sin
ETVEs)
100%
90%
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
RESTO
JAPÓN
FILIPINAS
INDIA
2004
2003
2002
2001
2000
1999
1998
1997
1996
1995
1994
1993
CHINA
HK +
SINGAPUR
Fuente: Registro de Inversiones en el Exterior.
El Gráfico 9 también nos muestra la relativa importancia de Filipinas durante buena
parte del periodo considerado. Entre 1993 y 2004, este país representa de media el 29%
del total invertido, con un máximo del 65% en los años 1995 y 1999, coincidiendo con
las incursiones de grandes empresas españolas de servicios públicos y financieros en el
país. El papel de Filipinas en nuestro patrón inversor resulta desmesurado si lo
comparamos con el panorama mundial, donde aquel país tiene un atractivo inversor más
bien modesto. China, por ejemplo, como primer receptor de capital del mundo en la
actualidad, apenas representa de promedio el 16% de nuestra inversión en Asia durante
1993-2004. Sólo a partir de 2003 empieza a destacar como destino de nuestras
inversiones, con el 62% del total en 2003 y el 40% en 2004.
Mientras en el ámbito comercial, nuestra presencia en Asia no era muy distinta a la de
los países de nuestro entorno - aunque con un mayor desequilibrio -, la diferencia en
cuanto a inversiones resulta notoria. Las teorías clásicas sobre los determinantes de la
inversión directa en el exterior, que arrancan con Mundell (1957), difícilmente pueden
explicar esta situación, puesto que afectan por igual a España y a otros países europeos.
Tanto unos como otros muestran las mismas diferencias en la dotación de factores y los
13
tipos de cambio con respecto a Asia. Por ello, los motivos deberían buscarse en los
determinantes empresariales, de mercado e institucionales. Empleando la terminología
de Dunning (1981), los problemas radicarían en las “ventajas de propiedad” y en las
“ventajas de internalización”, más que en las “ventajas de localización” en Asia, que
resultan evidentes y comunes para todos los países occidentales.
Las “ventajas de propiedad” son definidas por Dunning (1981) como aquellos activos
de las empresas que permiten distinguir sus productos o servicios de los de su
competencia y que se transfieren a un tercer país a través de la inversión directa.
Circunstancias propias de los productos o mercados pueden limitar estas “ventajas de
propiedad” y por ende restringir el alcance de la inversión directa. En este sentido, cabe
recordar, como indica Durán (2004), que el grueso de nuestra incursión en el exterior ha
correspondido a sectores regulados y oligopolísticos, como la energía, la banca o las
telecomunicaciones. Una rápida ojeada a la distribución sectorial de nuestro capital en
el exterior nos permite constatar como en el periodo 1993-2004, aproximadamente el
65% de nuestra inversión ha correspondido a dichos sectores, con máximos del 79% en
1994 y 84% en 1999.
Nuestras grandes empresas han materializado su entrada en nuevos mercados mediante
la compra de sociedades públicas privatizadas en América Latina, así como a través de
alianzas estratégicas y acuerdos de cooperación en Europa (Durán 2004). Una prueba de
ello sigue siendo el hecho de que el 88% de nuestra inversión en el exterior se
materializó en 2004 mediante fusiones y adquisiciones (Dirección General de Comercio
e Inversiones 2005). En Asia, a diferencia de América Latina, dichas oportunidades no
se han identificado de forma tan clara, o simplemente no han existido.
Frente a todo ello, nuestros homólogos europeos actúan en sectores más abiertos a la
competencia, o menos dependientes de las decisiones públicas de ordenación de los
mercados (privatización, desregulación, etc.). Asimismo, las “ventajas de propiedad” de
las grandes empresas europeas son por lo general más sólidas que las españolas, lo cual
facilita su inversión en el exterior. Autores como Stopford y Wells (1972) habían
demostrado ya como industrias muy intensivas en tecnología (medidas por su gasto en
14
I+D) contaban con grados más altos de inversión en el exterior. Durán (2004) considera
que las “ventajas de propiedad” españolas son menos tangibles que las de otros países,
puesto que se basan en activos inmateriales, como marcas (más conocidas en el ámbito
hispano que fuera de él), o bien habilidades directivas y de gestión. Soler Matutes
(2003b) completa esta visión al constatar, con una muestra de empresas españolas con
inversión en China, como sus “ventajas de propiedad” radicaban primordialmente en
conocimientos y métodos de marketing, promoción y distribución, lo cual exige
disponer de recursos humanos capaces de transmitir dichas “ventajas”, cuestión que se
trata a continuación.
Esta dificultad a la hora de hallar nichos de negocio en Asia puede también deberse a la
falta de información y la diferencia cultural. Aunque a priori la lejanía cultural de Asia
con España es similar a la de otros países europeos, en la práctica la endémica ausencia
de expertos sobre Asia en nuestro país y la corta experiencia empresarial actúan como
“círculos viciosos” que coartan la inversión. Como indica Casson (1994), la
incertidumbre en la “aventura exterior” incluye no tan sólo los conocimientos sobre un
determinado país o mercado, sino sobre todo los costes y sacrificios (en tiempo y
dinero) necesarios para su adquisición. Todo ello eleva los costes de transacción a la
hora de invertir y limita las “ventajas de internalización”, definidas por Dunning (1981)
como las asociadas con el proceso inversor frente a otras alternativas de acceso al
mercado (exportación, subcontratación, etc.).
La reciente incursión de Telefónica en China a través de la compra de un paquete
minoritario en China Netcom constituye sin duda una excelente noticia, que contribuirá
de forma positiva a las estadísticas de inversión. Aún así, no podemos olvidar que el
capital invertido en China por nuestra principal empresa es inferior al destinado, por
ejemplo, a un mercado muy menor como la República Checa. Asimismo, la presencia
del operador de telecomunicaciones en China no garantizará de por si un mayor flujo
exportador o inversor desde España, debido a la limitada “capacidad de arrastre” de los
servicios en general3 .
3
El Informe de Sostenibilidad de Telefónica para el año 2003 indicaba, por ejemplo,
como el 88% de sus filiales realizan sus compras a proveedores locales.
15
4. Flujos de inversión asiática en España: del maná japonés a la esperanza china.
Desde el inicio de la recesión japonesa a comienzos de los noventa y tras la crisis
coreana de 1997-98, los flujos de inversión directa con origen en Asia han mantenido
una relativa atonía, muy por debajo de su ritmo de crecimiento económico y de
captación de capital extranjero. Así, mientras en 1998 la inversión total desde aquella
región alcanzó los 59.242 millones de dólares, en 2003 la cifra total se situaba
ligeramente por debajo, en 52.287 millones (UNCTAD 2004). Pese a la actual pujanza
de China continental, Japón y Hong Kong seguían figurando como las principales
fuentes de inversión en la zona, con el 70% del total entre ambos de 1992 a 2003 (42%
para Japón y 28% para Hong Kong). Asimismo, y frente a la creencia popular, China
registraba ya a finales de los noventa un destacado flujo de inversión hacia el exterior en
torno a los 2.000 millones de dólares, que alcanzó su cenit en 2001, con 6.884 millones.
Este máximo coincidió con la salida a bolsa de numerosas empresas públicas, que en
muchos casos debía materializarse a través de sociedades interpuestas en terceros
países, a causa de las restricciones a la participación extranjera en sectores como la
energía o las telecomunicaciones. En cambio, India sí registra una trayectoria
ascendente muy marcada, multiplicando su inversión exterior por veinte, desde 47
millones de dólares en 1998 hasta 913 en 2003 (UNCTAD 2004). Finalmente, Singapur,
Taiwán y Corea del Sur se mantienen durante los últimos años en un segundo gran
grupo inversor - por detrás de Japón y Hong Kong -, con un 6-10% del total para cada
uno.
En este contexto, las cifras de inversión asiática en España resultan claramente
modestas. En el periodo 1993-2003, se registró una media de 111 millones de Euros,
con ligeros repuntes en 1996 y 1998, con 254 y 272 millones, respectivamente. Así la
inversión en España representa tan sólo el 0,16% del capital total vertido desde Asia
hacia el exterior desde finales de los noventa, según los datos de UNCTAD (2004) y del
Registro Español de Inversiones Exteriores. El Gráfico 10 siguiente refleja con claridad
el escaso peso de la inversión asiática incluso en el contexto español, puesto que,
excepto en los dos años 1996 y 1998 citados, su porcentaje apenas alcanza el 2% (y en
muchos casos ni el 1%). Como en el caso de nuestras inversiones en el exterior, el
16
reducido volumen inversor hace que operaciones concretas provoquen marcados
altibajos, como los observados en los años 1996 y 1998.
Gráfico 10 – Valor y peso de la inversión directa de Asia en España
5,0%
300
4,5%
250
4,0%
3,5%
200
3,0%
2,5%
Peso en la
inversión
extranjera
total (%)
150
2,0%
100
1,5%
1,0%
50
0,5%
2004
2003
2002
2001
2000
1999
1998
1997
1996
1995
1994
0
1993
0,0%
Inversión
desde
Asia (mill.
€)
Fuente: Registro de Inversiones Exteriores.
Con el final de la oleada inversora japonesa de los años ochenta, en vísperas de nuestro
ingreso en la entonces Comunidad Europea, el capital asiático ha sido prácticamente
testimonial en nuestro país, sobre todo si exceptuamos las contadas operaciones de
recapitalización de filiales japonesas, que han pesado mucho en las estadísticas de
determinados años (como 1996 y 1998). De hecho, Japón sigue liderando la inversión
asiática en nuestro país, acaparando en promedio el 62% de las entradas de capital desde
Asia en el periodo 1993-2004. En 2004, Japón y Corea del Sur representaron el 29% y
el 13% de la inversión asiática en España, respectivamente, aunque se observaba una
tendencia a la baja, desde los máximos del 90-95% de los primeros años noventa. Como
se aprecia en el Gráfico 11 siguiente, es particularmente notorio el escaso peso de las
inversiones desde Hong Kong y Singapur, auténticas “cabezas de puente” para muchas
empresas del continente asiático con vocación internacional. Como hemos indicado, los
datos de UNCTAD (2004) muestran como ambos enclaves han originado el 38% de la
inversión asiática en el exterior en 1998-2003, cuando su peso en España apenas
alcanzaba el 3% en el mismo periodo.
17
Muy por detrás de Japón, Corea del Sur se consolida como segundo inversor asiático en
España, con un 8% del total de media en el periodo 1993-2003 y un máximo del 28% en
1995. Su peso, por tanto, no dista mucho del que tiene en el panorama internacional,
puesto que en las estadísticas de UNCTAD (2004) representaba el 5% de la inversión
asiática en el exterior. En cuanto a los “nuevos” países inversores, tanto India como
China cuentan aún con un peso casi testimonial en nuestro panorama inversor. La
primera invirtió 381.000 Euros en 2003 y 183.000 en 2004, mientras que la segunda
pasó de 284.000 en 2003 a 967.050 € en 2004. Sin embargo, la inversión india muestra
una clara progresión ascendente desde principios de los noventa (pese al descenso en
2004), mientras la china resulta más errática, puesto que en 1993 mostraba un nivel de
inversión incluso superior al actual (2,2 millones de Euros), similar también al de 1997,
2000 y 2002, mientras que en el resto de años las cifras son netamente inferiores al
millón de Euros.
Gráfico 11 – Peso relativo de distintos países en la inversión asiática en España
100%
90%
80%
RESTO
70%
INDIA
60%
50%
CHINA
40%
COREA
DEL SUR
JAPON
30%
20%
HK +
SINGAPUR
10%
2004
2003
2002
2001
2000
1999
1998
1997
1996
1995
1994
1993
0%
Fuente: Registro de Inversiones Exteriores.
En líneas generales, la evolución de la inversión asiática en España resulta poco
alentadora, pues muestra volúmenes insignificantes y en claro estancamiento, aunque
esta última tendencia es, como hemos observado, general entre los flujos de capital
18
asiático hacia el exterior (UNCTAD 2004). Aunque Japón sigue acaparando la mayor
parte de la inversión, su volumen total ha descendido durante la década de los noventa,
desde más de 100 millones en 1993 hasta poco más de 20 a finales de dicho periodo (24
millones en 2004). Lo mismo puede aplicarse a Corea del Sur, cuyas filiales en España
contribuyen a que en determinados años, como en 2002, las cifras de inversión se
disparen hasta los 15 millones, a pesar de su tendencia a la baja. Frente a ello, ninguna
de las potencias emergentes, como China o India, parece tomar el relevo inversor, a
pesar de la fuerte progresión de esta última. Al mismo tiempo, tanto Hong Kong como
Singapur están prácticamente ausentes en nuestro país como suministradores de capital,
pese a su contrastado papel como puentes hacia el exterior de numerosas emp resas
chinas y del Sudeste asiático, por sus numerosas ventajas fiscales y recursos financieros.
Las cifras relativas a la inversión asiática en España deben también enmarcarse dentro
del contexto europeo. En este sentido, Dicken (2003) indicaba ya como la ralentización
de la inversión japonesa y la caída de la coreana desde su crisis del año 1997 afectaron
substancialmente a la entrada de capitales desde Asia. Así, entre 1994 y 2000, la
inversión asiática en la UE creció tan sólo un 34%, frente al 110% de la inversión total
extranjera. Para los principales inversores asiáticos (Japón, Corea, Singapur), los flujos
hacia la UE representaban entre el 10 y 20% de su inversión total en el exterior, por
detrás de sus principales mercados de destino: los EE.UU. y la propia Asia. En el
panorama europeo, el capital asiático se sitúa por encima del nivel alcanzado en España
(un 6% frente al 2%), con una distribución por países de origen similar a la española en
cuanto a la preponderancia de Japón (70-80%) y el papel de Corea del Sur (3-8%, según
los años), pero con un mayor peso de Hong Kong y Singapur (en torno al 15%), en línea
con su dinamismo inversor a escala internacional.
El estudio de la inversión asiática en Europa arroja no obstante un patrón de extrema
concentración geográfica, según Dicken (2003). Así, el grueso de los flujos se dirige
hacia tres países en concreto: Reino Unido, Alemania y Holanda. La inversión japonesa
de finales de los noventa (tras el “boom” español de los ochenta) si sitúa por ejemplo en
un 37% en el Reino Unido y en un 36% en Holanda, mientras que la coreana se ubica
mayoritariamente en el Reino Unido (38%), Alemania (22%) y Holanda (13%). Como
tendencia preocupante para España, el estudio de Dicken (2003) identificaba ya una
creciente tendencia hacia la inversión en los países del Este europeo. En 1999, por
19
ejemplo, un tercio de la inversión coreana en Europa se destinaba ya a los futuros Países
de la Ampliación.
En un marco de fuerte competencia, España deberá en los próximos años consolidar su
atractivo inversor para los países asiáticos, tanto para con sus socios tradicionales con
amplia implantación empresarial (Japón, Corea del Sur) como con nuevos proveedores
de capital (India, China, pero sobre todo Hong Kong y Singapur). Nuestras “ventajas de
localización” (en palabras de Dunning) corren el riesgo de quedar a medio camino entre
las prerrogativas fiscales, las sólidas infraestructuras y la capacitación humana del
Reino Unido u Holanda, por un lado, y el acceso al mercado de la UE y la buena
relación productividad/coste que ofrecen por otro lado nuestros nuevos socios del Este.
Martín et al. (2002) estimaron ya un importante desvío de inversión desde España hacia
el Este, buena parte del cual afecta sin duda a proyectos productivos de multinacionales
asiáticas. Sin embargo, la excelente ubicación geográfica de nuestro país para las
mercancías en tránsito desde Asia, junto con la congestión de los puertos del Norte
europeo, constituyen una ventaja comparativa que no está al alcance de los países del
Este y que debemos aprovechar. Asimismo, la tan predicada triangulación con América
Latina (Montobbio 2004) debe todavía arrojar resultados tangibles, para lo cual será
preciso dar a conocer sus posibilidades reales en los mercados asiáticos. La escasa
presencia inversora de Hong Kong y Singapur en España, por ejemplo, demuestra con
claridad el desconocimiento que sus empresas y asesores tienen de las posibilidades de
planificación fiscal internacional a través de nuestro país con respecto a América Latina
y Europa.
5. Cooperación: la difícil coincidencia entre ayuda y negocio.
La política española de cooperación internacional y su principal instrumento de acción
(el Fondo de Ayuda al Desarrollo o FAD) ha basculado tradicionalmente entre dos
prioridades difíciles de conciliar a priori, cuales son la promoción de nuestras
exportaciones y la ayuda al desarrollo. Desde las ONGs se ha reclamado con insistencia
la supresión de la ayuda ligada (Intermon Oxfam 2005), sobre la base de que no
contribuye a erradicar la pobreza ni tampoco a la promoción de las exportaciones,
puesto que los destinatarios del FAD representan sólo una pequeña porción de las
20
empresas exportadoras. No obstante, estudios empíricos como el de González y Larrú
(2004) han demostrado la existencia de un vínculo positivo entre créditos FAD y
exportación desde España, especialmente para mercados como China, pero también un
aumento en la deuda externa de los países receptores, lo cual pone en duda su
contribución a la reducción de la pobreza.
Con independencia del impacto real del FAD, cuestión sobre la que volveremos más
adelante, resulta evidente que Asia, y más concretamente China, ha jugado
tradicionalmente un papel importante en su distribución. China ha sido desde su
creació n en 1976 el principal país receptor, con un saldo vivo de 636 millones de Euros
a finales de 2004 (ICO 2005) y casi mil millones de Euros recibidos entre 1977 y 2002
(González y Larrú 2004). El Gráfico 12 siguiente muestra la distribución de los
préstamos vigentes a finales de 2004 por países y áreas geográficas. En él podemos
observar como China, Indonesia y Filipinas constituyen el grueso de la actividad del
FAD en Asia.
Gráfico 12 – Saldos de créditos FAD a 31/12/2004: Principales beneficiarios
Indonesia
7%
Filipinas
2%
China
13%
Resto
Mundo
50%
Resto Asia
4%
Argentina
5%
Marruecos
6%
México
Argelia
8%
5%
Fuente: ICO (2005)
En total, Asia representaba a finales de 2004 el 26% del saldo FAD existente, aunque
China, Indonesia y Filipinas acaparaban el 85% de dicha cantidad, demostrando así la
extrema concentración de nuestros créditos ligados. Pese a los resultados empíricos de
González y Larrú (2004) parece difícil creer que el FAD contribuya de forma
21
significativa a nuestra competitividad exterior, a la vista de los graves desequilibrios
comerciales con Asia observados en la Sección 1 del presente informe. Incluso en un
mercado de discutible relevancia económica como Filipinas, nuestro desproporcionado
desempeño en créditos FAD no nos ha ahorrado un modesto pero vergonzoso déficit
comercial.
Al margen de los créditos FAD, que represent an aproximadamente el 13% de la ayuda
oficial (AOD) española según Intermon Oxfam (2005), la Agencia Española de
Cooperación Internacional (AECI) ha desarrollado un Plan Director hasta el año 2008
(AECI 2004), que cuenta con una serie de líneas de actuació n geográfica. Entre los
“países prioritarios”, que deberán recibir hasta el 70% de la AOD española, figuran
Vietnam y Filipinas, además de muchos otros de Magreb y América Latina. Entre los
“países con atención especial”, por hallarse en circunstancias particulares, hallamos a
Timor Oriental, Afganistán, Camboya y los países del Sudeste asiático que han
padecido el Maremoto de 2004. Finalmente, se crea también una categoría de “países
preferentes”, a los que llegará la ayuda de forma selectiva, enfocada hacia determinadas
regiones o sectores, siendo éste el caso de Bangladesh y China.
En líneas generales es difícil discutir la prioridad de la cooperación española hacia
zonas como Iberoamérica y el Magreb, puesto que se trata sin duda de países muy
afectados por la pobreza y el subdesarrollo. En vista de la austeridad presupuestaria, son
encomiables los esfuerzos por incorporar cada vez más a Asia en esta política. En este
contexto, tampoco podemos rebatir la inclusión prioritaria de Vietnam y Filipinas,
países tan necesitados de nuestra ayuda como India o China. Sin embargo, sí podríamos
discutir el especial desempeño en áreas como la promoción de la lengua y la cultura
españolas, que según Intermon Oxfam (2005) sigue teniendo un peso importante en
nuestra acción exterior, particularmente en Filipinas, y carece de un impacto claro sobre
el desarrollo 4 .
4
La promoción de nuestra cultura en estas zonas de Asia es muy distinta de la
alfabetización en Iberoamérica, donde el español ya es la lengua vehicular y habitual de
la inmensa mayoría de la población.
22
6. Conclusiones.
En un contexto general de pérdida de competitividad de nuestra economía, la Sección 1
de este Informe ha constatado la enorme y creciente brecha comercial con los países
asiáticos. La brecha viene esencialmente impulsada desde China, que ha reemplazado a
Japón como nuestro principal suministrador asiático, aunque difícilmente podemos
culpar a este país de nuestros males. El déficit comercial hispano-asiático sigue siendo
inferior al que padecemos con la UE, al tiempo que nuestras exportaciones hacia Asia
crecen a un ritmo muy inferior al de nuestras importaciones. La dolorosa evidencia de
que padecemos déficit comercial con prácticamente todos los continentes, incluida
América Latina, es la mejor prueba de que el problema radica primordialmente en
España.
Una promoción más intensiva de nuestras exportaciones en Asia debe ir acompañada de
una mejora de nuestra competitividad en todos los frentes, cuestión ésta que afecta más
a las instancias de Industria y Economía que a Exteriores. Junto con ello debemos
progresivamente adoptar una perspectiva más amplia de nuestra relación con Asia. La
Administración británica, por ejemplo, centra su atención en la balanza de servicios y en
la captación de inversiones asiáticas para compensar el crónico déficit comercial,
habiendo logrado que China duplique sus compras de servicios en los últimos cinco
años o que el Reino Unido se convierta en el primer destino de la inversión asiática en
Europa.
En el caso español, nuestras perspectivas en la captación de inversión asiática pueden
verse mermadas por la Ampliación de la UE, que sitúa a los nuevos miembros como
excelente puerta de entrada al Mercado Único, tal y como ocurrió con España en los
años ochenta. Sin embargo, nuestro país sigue contando con ciertas “ventajas de
localización” que, apoyadas por una coyuntura favorable (como el creciente comercio
Asia-Europa y la congestión de los puertos europeos) y una conveniente promoción en
Asia, pueden contribuir a captar nuevas inversiones desde el nuevo epicentro de la
economía mundial. En este sentido, sería conveniente que la recién creada Sociedad
Estatal para la Atracción de Inversiones contara con una amplia representación en Asia.
23
Junto con la ya anunciada apertura de un departamento de la Sociedad en Tokio,
convendría que se crearan puntos de apoyo en Singapur y Hong Kong, importantes
inversores en el exterior, con una presencia casi testimonial en España.
En la Sección 2 hemos constatado como nuestro patrón inversor en el exterior presenta
una serie de peculiaridades que han dificultado el desembarco en Asia y que exigen un
mayor apoyo público y esfuerzo empresarial. Las cifras de los últimos años muestran
una loable tendencia al alza en nuestra presencia inversora en Asia, aunque todavía lejos
del papel indiscutible que juega aquel continente en los flujos mundiales de capital. Su
distribución desigual de los años noventa parece ahora también corregirse a favor de
una mayor coherencia con las tendencias internacionales (con un mayor peso de China).
El hecho de que nuestras grandes empresas operen en sectores estratégicos y regulados
como los servicios y las infraestructuras exige asimismo un mayor desempeño de
nuestros servicios diplomáticos, que podría verse favorecido por la tan discutida
reforma del Servicio Exterior, que le dotará de mayor flexibilidad y especialización.
Para las empresas industriales, en cambio, la clave sigue residiendo en contar con
recursos humanos especializados en tan lejanos y difíciles mercados.
Finalmente, la sección 5 nos ha permitido constatar como Asia juega ya un papel
destacado en nuestra política de cooperación, aunque con una muy marcada
concentración geográfica en China, Indonesia y Filipinas. Sin embargo, no está claro
que la estructura actual de dicha política contribuya de forma efectiva a dos objetivos de
difícil concurrencia, como son la promoción de las exportaciones y la reducción de la
pobreza. Mientras el Reino Unido suprimió la financiación ligada unos años atrás,
Alemania mantiene su uso en proyectos emblemáticos con tecnología pionera 5 , al
tiempo que segregó la asistencia humanitaria y lucha contra la pobreza (agencia DED)
de la asistencia técnica e institucional, desarrollada por la agencia GTZ. Ésta se centra
en cuestiones como la reforma jurídica e institucional6 y ámbitos técnicos que pueden
5
Éste fue el caso, por ejemplo, del Tren de Levitación Magnética “Transrapid” en
Shanghai.
6
Existe, por ejemplo, desde 2001 un proyecto de asistencia a China en desarrollo de
legislación.
24
tener un efecto positivo a largo plazo sobre las exportaciones alemanas 7 . Pese a las
críticas por igual de ONGs y empresarios, los Presupuestos para 2006 prevén un
aumento del 63% en la dotación del FAD, sin atisbar aún una profunda reforma de
nuestra política de cooperación.
7. Bibliografía.
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Durán, Juan J. (2004). “Empresa multinacional e inversión directa española en el
exterior”. Universia-Harvard Business Review, Tercer Trimestre, pp. 114-123.
7
Un claro ejemplo aquí es el lanzamiento en 2005 de un proyecto de cooperación entre
la GTZ y el Ministerio Chino de la Construcción para desarrollar estándares de ahorro
energético para viviendas en sus materiales y equipamientos. Este proyecto entronca
claramente con el potencial de la industria alemana de aislamientos térmicos, materiales
de construcción avanzados y calefacción.
25
González, Mariano y José M. Larrú (2004). “¿A quién benefician los créditos FAD?
Los Efectos de la Ayuda ligada sobre la economía española”. Estudios
Económicos de Desarrollo Internacional, 4 (1).
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Disponible en http://www.unctad.org/en/docs/wir2004overview_en.pdf.
26
Comentarios
Paul Isbell
Investigador Principal (Economía Internacional) del Real Instituto Elcano
Introducción
El texto de Jacinto Soler es una buenísima radiografía de las relaciones económicas
entre España y Asia. Subraya, sobre todo, la escasa presencia de España en Asia y la
mínima interdependencia económica entre nuestro país y la región. Esta débil
interdependencia es incluso más insignificante que la relación económica que mantiene
España con EEUU y, como Soler pone de manifiesto, los intereses españoles están
bastante infrarrepresentados es Asia, particularmente a la vista de los niveles de
interpenetración económica que registran los otros socios europeos con la región.
Soler utiliza el modelo de gravedad para explicar los reducidos flujos de comercio entre
España y Asia, y el análisis de Dunning para explicar la escasa presencia de inversión
española en la zona. Aunque estoy de acuerdo con este planteamiento, creo que a la
vista del tamaño actual de los mercados asiáticos, junto con la gran distancia geográfica
y cultural entre España y Asia, no sería razonable esperar a estas alturas unos niveles de
exportación a la región mucho mayores. Si solo exportamos un 4% del total a EEUU y
solo destinamos un 6% de nuestra IED a aquel mercado, ¿por qué esperar niveles
mucho más altos destinados a Asia?
Por otro lado, por los motivos adelantados por Dunning y Soler, era de esperar que –
siendo las grandes empresas oligopolísticas de servicios en sectores regulados las
grandes protagonistas de la segunda etapa de inversión española en el exterior– la gran
parte de la IED española más allá de Europa fuera a parar durante muchos años a
América Latina y no a Asia. Obviamente, esto no quiere decir que no deberíamos
intentar exportar e invertir más, pero el hecho de que la relación España-Asia está en
esta
situación
no
significa
necesariamente
que
el
patrón
pasado
internacionalización económica de España hasta la fecha haya sido erróneo.
27
de
la
De todas formas, lo que explica el nivel de importaciones desde Asia (14,5% del total
en 2004, frente al 11,5% en 1995 –casi el triple del nivel de exportaciones: 5,5% del
total en 2004 frente al 7,6% en 1995–) y, por tanto, el creciente déficit comercial que
padece España con Asia, no ha sido una evitable negligencia española hacia Asia, sino
más bien el reciente deterioro de la competitividad de la economía española (según el
WEF, España descendió seis puestos en el ranking en 2004, situándose ahora en la
posición número 29) y el gran auge del consumo (posiblemente excesivo, según la
evaluación de muchos analistas). Esta conclusión se ve reforzada por el hecho de que el
creciente déficit exterior español (5% del PIB en 2004, y más del 6% a mediados de
2005) se debe incluso más al comercio con sus socios europeos (40% del total en 2004)
que al comercio con Asia (36% del total). Lo que es más, la falta de competitividad es
un factor clave en el notable descenso de los últimos 10 años, como subraya Soler, en
las entradas de inversión directa procedente de Asia. Aunque cierta proporción de esta
inversión haya sido desviada hacia Europa Oriental como resultado de la apertura
económica en aquella zona y su incorporación en la UE, al fin y al cabo ha sido la
combinación mortal de unos costes relativamente altos y un nivel de productividad
relativamente bajo (junto con el estancamiento en su ritmo de crecimiento) lo que ha
venido perjudicando la posición externa de España –respecto tanto al comercio con Asia
como a las entradas de IED asiática en España–.
Quizá las relaciones económicas actuales de España con Asia reflejan la realidad de la
gravedad económica actual (eg, el tamaño y distancia de Asia), el reciente deterioro de
la competitividad española (inflación, aumento de consumo y apreciación del euro), y
las posibilidades realistas hasta la fecha para la inversión extranjera directa española
(que han hecho que la inversión se haya concentrado en Europa y América Latina). Sin
embargo, si consideramos el futuro crecimiento proyectado en Asia como factor
adicional en nuestro concepto de la gravedad económica, creo que es innegable que, a
partir de ahora, las relaciones económicas con Asia deberían ser más profundas y
extensas, particularmente con los grandes países asiáticos (Japón, India, China y Corea).
Esta es la misma conclusión de por lo menos dos recientes estudios publicados este año:
primero, el “Análisis de mercados exteriores con alto potencial” (elaborado por la
Subdirección General de Análisis y Estrategia de la Secretaría de Estado de Comercio y
Turismo, en el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo) y, segundo, el Índice
28
Elcano de oportunidades y riesgos estratégicos para la economía española (publicado
por el Real Instituto Elcano).
Las economías de Asia en general –pero China, India y Japón en particular– son
“mercados de alto potencial” (según el primer estudio) u “oportunidades estratégicas”
(según el segundo). Pero según ambos estudios, también lo son EEUU y las economías
periféricas de Europa (por ejemplo, los países escandinavos, Portugal, los países del
Este, etc.), mientras que Rusia, el Magreb, Brasil y México (o América Latina en
general) son, según el Índice Elcano, “retos estratégicos”.
Este panorama nos presenta con varias interrogativas que convendría considerar:
(1) ¿Ha sido razonable la evolución (por ejemplo, el patrón geográfico, sectorial, etc.)
de la internacionalización económica de España hasta la fecha? En otras palabras, ¿es el
patrón actual de la internacionalización económica española un reflejo natural de un
rumbo histórico “normal”?, o, ¿es una mera señal preocupante de alguna disfunción
singular en el empresariado o la economía española?
(2) Si la respuesta a la primera de estas dos posibilidades es positiva, entonces,
¿deberíamos profundizar nuestras relaciones económicas con Asia significativamente a
partir de ahora?
(3) ¿Debe tener Asia prioridad para la próxima fase de la internacionalización española
desde la perspectiva del Estado y del empresariado?
(4) ¿Deberíamos diversificar nuestros esfuerzos, tratando a Asia como un objetivo
geográfico más entre otros varios (incluyendo, por ejemplo, EEUU, el Mediterráneo,
etc.)?
(5) Si mantenemos que a partir de ahora sería un error no priorizar a Asia como destino
de inversión y exportaciones, ¿cómo se podría efectuar este aumento de la
interdependencia con Asia de forma sostenida?
29
(6) Y, finalmente, si la evolución de la internacionalización hasta ahora ha reflejado
algunas debilidades crónicas de la economía española, ¿hace falta corregir algunos
fallos en el comportamiento económico de los agentes españoles? ¿Cuáles?
El proceso de internacionalización española
A la primera pregunta tendría que contestar que sí. España ha seguido un camino
bastante lógico y, por ende, normal, en su internacionalización económica desde la
apoteosis autárquico franquista.
La primera etapa de internacionalización (de principios de los 50 a finales de los 60) fue
relativamente tibia y muy desigual, caracterizada por el incremento en las interacciones
con EEUU. Tibia, porque España estaba solo comenzando la tarea de desmantelar la
autarquía franquista. Desigual, porque solo incorporaba una mínima apertura comercial
y una liberalización más amplia respecto a la inversión extranjera (especialmente
respecto a las entradas de IED). Estaba caracterizada por las nuevas relaciones
económicas con EEUU (entre 1953 y 1964 España recibió casi 1.300 millones de
dólares en ayuda económica norteamericana, mientras que el 88% del total de las
entradas de IED en España a la altura de 1966 era norteamericanas) simplemente porque
España se había aliado con EEUU por intereses compartidos en el marco de la Guerra
Fría y, así, los intereses norteamericanos naturalmente aprovechaban para posicionarse
en una España que estaba en el umbral de la transición más que cualquier otro durante
esta primera etapa.
La segund a etapa (de principios de los 70 a principios de los 90) fue intensa y profunda,
caracterizada más bien por la europeización de la economía española –tanto en
comercio como en las entradas y salidas de inversión extranjera (y por un cierto auge en
las entradas de IED asiáticas, como señala Soler)–. La economía experimentó una
profunda apertura externa y una intensa liberalización interna durante esta época, en la
que Europa llegó a ser el origen y el destino de aproximadamente el 70% del
(intensamente expandido) comercio español y de más de la mitad de las entradas y
salidas de IED española. Este desarrollo era normal y de esperar, dado que la gravedad
económica fue intensificada por el hecho de que el principal objetivo estratégico
español de aquella época fue su integración plena y completa en lo que ahora es la
Unión Europea.
30
La tercera etapa (de principios de los 90 a principios de los 2000) fue distinta y
transformadora. La interpenetración con Europa seguía, pero también se extendió para
incluir la fusión monetaria que ha supuesto la adopción del euro y la creación de la
UEM. Pero más allá de Europa, esta época se vio dominada por la gran salida de IED
española hacia América Latina y la transformación de España de un importador neto de
capital a un exportador neto.
La coincidencia de la plena integración de España en el nuevo mercado único con el fin
de la URSS creó las condiciones suficientes y necesarias para esta transformación.
Primero, el fuerte incremento en las presiones competitivas, provocado por la
integración en el mercado único europeo, a las que se enfrentaron ciertas empresas
españolas recientemente privatizadas –o aun en proceso de privatización–,
especialmente las grandes empresas oligopolísticas de servicios, y muchas de ellas en
sectores regulados –las telecomunicaciones y las eléctricas, junto con los grandes
bancos–, generó un incentivo para reposicionarse fuera de España y Europa o para
compensar las perdidas provocadas por la competencia o para fortalecer a estas
empresas para soportar esta misma competencia en España. Estos llamados “factores de
empuje” orientaron a las empresas españolas a mirar hacia fuera. Al mismo tiempo, el
colapso del comunismo y el auge del Consenso de Washington en América Latina
condujeron a la región hacia un amplio proceso de privatizaciones, particularmente
entre las grandes empresas estatales en sectores regulados. Estos “factores de atracción”
orientaron la mirada de las empresas españolas hacia América Latina, donde podrían
penetrar en los mercados a unos precios bastante asequibles, aprovechando lo que
Dunning ha denominado “ventajas de propiedad” (en este contexto tanto las similitudes
lingüísticas y culturales, tan importantes en los sectores de servicios, como las
capacidades de gestión y marketing). Dada la estructura oligopolística de los sectores de
servicios, una vez que una gran empresa decidía entrar en América Latina, le seguían
sus pocas pero grandes competidoras, arrastrando en su estela, en muchas ocasiones, a
otras empresas más pequeñas o en sectores relacionados.
El hecho de que las relaciones económicas con Asia durante estas décadas no se
desarrollaran demasiado no debería sorprendernos. La gran cuestión es: ¿qué pasa
ahora? Creo que el objetivo es claro: seguir el proceso de internacionalización más allá
31
de Europa y América Latina para diversificar los riesgos de la cartera de relaciones
económicas internacionales y aprovechar las grandes oportunidades del futuro.
Esto nos lleva a las preguntas (2) a (5) mencionadas anteriormente. A la vista del gran
tamaño de las economías asiáticas y de su crecimiento previsto, la respuesta a la
segunda pregunta es claramente positiva. Se debería considerar muy seriamente la
posibilidad de lograr unas relaciones económicas más profundas con Asia. Pero a partir
de allí, nada está tan claro. Para lo que se podría denominar una cuarta etapa de la
internacionalización de la economía española, se abren varias posibilidades: ¿debería el
empresariado español –y por tanto la política española– dar prioridad al desarrollo de
las relaciones con Asia? O ¿debería reservar esta prioridad para (1) EEUU (y
Norteamérica en general)?, (2) ¿el Mediterráneo? o, incluso, (3) ¿África y/o Oriente
Medio? Por otro lado, ¿sería más aconsejable seguir a partir de ahora un proceso de
diversificación más equilibrado entre las zonas de unas posibles relaciones más
profundas?
Esta pregunta no es fácil de contestar. Norteamérica, siendo la economía más avanzada
y el mercado homogéneo mayor del mundo (por lo menos de momento), ejerce una
atracción comprensible, como también lo hace el Mediterráneo en general y el Magreb
en particular, por cuestiones estratégicas. Pero no se puede negar que Asia
probablemente vaya a ser la región económica más pujante de las próximas décadas.
También merece la pena considerar las posibilidades de posicionar cada vez más los
intereses españoles en dicha región.
La administración ha dibujado una estrategia general para seguir desarrollando planespaís para algunos de los “mercados de alto potencial” ya identificados. Estos “planes
integrales de desarrollo” ya existen para dos mercados norteamericanos (EEUU y
México), Rusia, y un mercado asiático (China). Pero la administración no ha establecido
prioridades explícitas entre ellos. Sin embargo, en cierta medida, las empresas españolas
ya están contestando a estas preguntas. Hace un mes, Iberglobal, boletín distribuido en
la web, difundió los vínculos de los cuatro planes-país ya existentes; a finales de
octubre, difundió el número de hits que había recibido cada plan hasta la fecha: los
datos revelan un claro interés relativo por el Plan China (957 hits), un interés intermedio
32
por el Plan Rusia (597 hits), y un interés claramente menor en el caso de México (565
hits) y EEUU (460 hits).
Sin embargo, aunque la reciente entrada de Telefónica en China puede reforzar esta idea
de que existe una voluntad cada vez mayor por parte del empresariado español de
apostar por Asia durante la próxima etapa de internacionalización, los últimos
movimientos corporativos efectuados desde España ofrecen un panorama menos nítido.
Los bancos, por ejemplo, parecen estar más interesados en desarrollar los mercados
europeos y norteamericanos que los asiáticos. Es más, algunos académicos expertos en
economía española y su internacionalización opinan que el camino a seguir debería
pasar primero por Europa, después por los EEUU y solo a largo plazo por Asia (véase,
por ejemplo, el reciente libro de Mauro Guillén, The Rise of Spanish Multinationals,
Cambridge University Press, 2005).
Estrategias indirectas
Este debate sigue abierto, pero parece que los requisitos básicos para la futura
internacionalización de la economía española –más allá de una polémica respecto a la
región más óptima para penetrar a corto plazo– serían: (1) una mejora de la
competitividad española para evitar una dañina deslocalización y desviación de
inversiones en el futuro; y (2) una profundización del proceso de europeización de las
empresas españolas, a fin de que puedan aprovechar las economías de escala necesarias
para competir en el futuro, bien en los EEUU, bien en Asia.
Esto quiere decir que las “estrategias indirectas” probablemente serían más eficientes a
largo plazo que las estrategias directas y más tradicionales (por ejemplo, la promoción
del comercio y la inversión de y hacia una zona concreta) para que España logre una
internacionalización razonablemente diversificada. En última instancia, para orientar la
futura internacionalización y facilitar unas relaciones económicas más profundas con
Asia, lo más sensato –aunque pueda parecer “contraintuitivo”– sería poner un mayor
énfasis –desde la perspectiva política– en los deberes que todavía quedan por hacer en
casa.
Esto deberes incluyen:
33
(1) La mejora de la productividad española, en particular, y de la competitividad
en general de la Unión Europea, cumpliendo con los objetivos establecidos
por:
- la Agenda de Lisboa
- el proceso Lamfalussy
- la controvertida Directiva de Servicios
(2) La profundización del mercado único y la mejora de su funcionamiento,
entre otras cosas para facilitar la realización de más fusiones en Europa con
objeto de que las empresas logren una dimensión adecuada para competir en
EEUU o Asia –a pesar de la posibilidad de que algunas empresas puedan perder
algo de su identidad y de su control exclusivamente nacional–. La implicación es
que deberíamos aspirar a ver más campeones europeos en lugar de pensar que
los campeones españoles actuales siempre van a poder penetrar en nuevas zonas
con éxito a largo plazo.
(3) Lograr la mayor apertura posible en el sistema internacional de comercio,
contribuyendo a una conclusión exitosa de la Ronda de Doha, posiblemente a
través de una posición más generosa con respecto a la reforma agrícola tanto en
la UE como en la OMC.
Estrategias directas
En primer lugar, más allá de la opinión o intereses particulares de algunos actores de
promover una zona u otra para el comercio e inversión españolas, debería abrirse un
debate sobre el futuro del proceso de internacionalización de la economía española. El
temario que he tocado muy por encima en estos comentarios deberá convertirse en
objeto de una discusión nacional entre los diferentes estamentos empresariales, las
varias administraciones y la sociedad civil. El Real Instituto Elcano parece un
catalizador ideal para este proyecto.
Por otro lado, mientras que se puede argumentar que para una estrategia indirecta sería
la más adecuada para las grandes empresas, es más difícil mantener el mismo
argumento respecto a las PYMES. A este respecto, el Real Instituto Elcano está
34
empezando a pensar en una colaboración más profunda con el Ministerio de Industria y
Comercio con objeto de diseñar y llevar a cabo un programa de formación para PYMES
en el tema de la internacionalización y, posiblemente, con varias zonas geográficas de
especialización (incluyendo EEUU- las Américas, el Mediterráneo y Asia).
35
Comentarios
Iliana Olivié
Investigadora Principal (Cooperación y Desarrollo) del Real Instituto Elcano
Estas líneas se van a ceñir a comentar el análisis de Soler acerca de al cooperación
española al desarrollo en Asia, dejando de lado otros ámbitos económicos como el
comercio exterior o las inversiones directas.
En el epígrafe 5, el autor sintetiza con gran precisión los rasgos más relevantes de una
cooperación al desarrollo dominada por los créditos FAD (Fondo de Ayuda al
Desarrollo), con todas las características que ello implica: un alto componente de la
ayuda está ligada (esto es, sujeta a la compra de algún bien o servicio español por parte
del receptor de ayuda) y gran parte de la ayuda es reembolsable. Muestra de esto último
es que China, 26º receptor de AOD (Ayuda Oficial al Desarrollo) española neta es, a la
vez, el 2º receptor de AOD bruta, superado sólo por Nicaragua 8 . Además, el impacto de
este instrumento en la reducción de la pobreza ha sido históricamente débil. Otra
característica reseñable es la alta concentración geográfica de la ayuda en la región
(China, Filipinas e Indonesia).
La valoración del autor se concentra en dos aspectos clave de la cooperación al
desarrollo: su composición sectorial y su distribución geográfica, elementos ambos
estratégicos en el impacto de la ayuda en la reducción de la pobreza. En este sentido, si
bien Soler considera razonable la distribución geográfica de la ayuda tanto entre
regiones en desarrollo como dentro de Asia –Asia es, por una serie de motivos, un área
periférica para la cooperación española pero los países receptores dentro del área son
países pobres–, cuestiona el uso de los créditos FAD y, por tanto, la distribución
sectorial de la ayuda.
8
DGPOLDE (2005), “Avance de seguimiento PACI-2004: La Ayuda Oficial al
Desarrollo española en 2004”, Dirección General de Planificación y Evaluación de
Políticas de Desarrollo, Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, 30 de junio
de 2005, http://www.aeci.es/ope/index.htm
36
En la misma línea que este estudio y tratando de responder a algunas de las preguntas
propuestas para este ejercicio (¿cuáles son los retos de la política española?, ¿cuáles son
los países prioritarios?), a continuación se ahonda en las posibilidades de la distribución
geográfica de la ayuda en Asia y en su reparto por sectores.
1. Distribución sectorial de la ayuda al desarrollo en Asia
¿Qué objetivos para la cooperación en Asia?
Aunque resulte obvio, conviene subrayar que la dis tribución sectorial de la ayuda tendrá
que depender, en último término, de los objetivos de la ayuda al desarrollo en la región.
Como se ha repetido en diversas ocasiones, la actual arquitectura de la ayuda descansa,
en términos generales, en los objetivos marcados por la Declaración del Milenio –
Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)– y por el Consenso de Monterrey; unos
objetivos aceptados por unanimidad por la comunidad internacional a principios de esta
década.
Así, no solamente se establece la luc ha contra la pobreza como el objetivo principal de
la cooperación española en la Ley 23/1998 de Cooperación Internacional al Desarrollo:
el Plan Director vigente (2005-2008) se desarrolla sobre la base de la Declaración del
Milenio como objetivo general de actuación.
¿Son éstos un buen marco de referencia para la actuación de la cooperación al
desarrollo en Asia?
Asia oriental está, entre las regiones en desarrollo, relativamente bien posicionada para
lograr los ODM: su dinamismo económico, en relación con la evolución económica
reciente de otras regiones en desarrollo se ha traducido en una mejora de la situación
socio-económica en buena parte de la región. Sin embargo, la enorme disparidad en los
progresos realizados por los distintos países que la componen justifica la concentración
de los esfuerzos de la cooperación internacional al desarrollo en los sectores necesarios
37
para lograr los ODM (sanidad, educación, igualdad de género...) y en algunos países 9 .
Sirva de ejemplo que para el logro del tercer objetivo (igualdad de género en la
educación primaria para el año 2015), el ratio niñas/niños matriculados en educación
primaria y secundaria debería haberse situado, para el conjunto de Asia del Sur, en cerca
de 94% en 2002 mientras que en dicho año este ind icador apenas superaba el 80%.
Así, si bien desde algunos ámbitos –y especialmente coincidiendo con la última Cumbre
de Naciones Unidas– se cuestiona la pertinencia de la batería de los ODM para guiar la
cooperación internacional al desarrollo –particularmente debido a su fuerte acento social
frente a los objetivos económicos–, estas metas sí son pertinentes para una región en la
que, en muchos casos, la mayoría de los objetivos consensuados a escala internacional
están aún lejos de cumplirse.
¿Después del FAD?
Ahora bien, aceptado este marco de referencia para la cooperación al desarrollo en
general y la española en particular, una mayor eficacia de la contribución española en el
logro de los ODM en Asia-Pacífico pasa, necesariamente, por una revisión de la
distribución sectorial de la ayuda española en la región y, por tanto, de los créditos
FAD, tal y como señala el estudio de Soler.
La mayor parte de los créditos FAD se destinan al sector de infraestructuras y servicios
económicos (que recibió 45% de los desembolsos brutos en 2004), concentrándose en el
sub-sector de transportes (carretera, ferrocarril, vía marítima y fluvial y aérea). Sin
embargo, la dotación de infraestructuras y servicios sociales –un sector más susceptible
de tener un impacto más directo en los ODM que el sector de infraestructuras y
servicios económicos– absorbe tan sólo el 28% de los créditos FAD 10 . En otras
palabras, más allá de que el FAD esté ligado, se dé en forma de crédito (y sea, por tanto
reembolsable), no se está orientando sectorialmente al objetivo general que es el logro
de los ODM.
9
Se pueden encontrar datos sobre el grado de cumplimiento, por regiones, de los ODM
en la siguiente página web: http://ddp-ext.worldbank.org/ext/MDG/home.do
10
DGPOLDE (2005).
38
Muy probablemente, una revisión del FAD (o incluso un giro hacia otras formas de
cooperación) está sujeta también a una revisión de la coordinación entre los distintos
agentes de la cooperación española. Las actividades de cooperación que no dependen
directamente del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (como es el caso
de los créditos FAD, que dependen del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo) se
supeditan más difícilmente a la planificación estratégica del MAEC y resulta por tanto
más complejo alinearlas con sus objetivos generales en materia de cooperación.
2. Distribución geográfica de la ayuda española en Asia
Soler acepta, en su análisis, el papel actual de Asia-Pacífico entre las prioridades
geográficas de la cooperación española. Dada la prioridad, por ley, de América Latina y
el Magreb 11 y la creciente crisis económica y social que está padeciendo África
Subsahariana, puede parecer natural el discreto segundo plano que mantiene el
continente asiático –que recibió tan sólo 9,5% de la AOD neta española en 2004–.
¿Está concentrada la ayuda en los países de menor desarrollo?
Sin embargo, cabe preguntarse si, dada esta asignación inter-regional, la asignación
intra-regional está respondiendo a un patrón acorde con los principios generales que
rigen la cooperación española al desarrollo.
Asia-Pacífico se puede dividir en cuatro áreas con rasgos diferenciadores en cuanto a
grado de desarrollo y evolución económica reciente 12 :
•
Asia central, que si bien es el área más desarrollada de Asia-Pacífico está
sufriendo una fuerte recesión económica causa de un aumento acelerado de los
índices de pobreza.
11
Ley 23/1998 de Cooperación Internacional para el Desarrollo.
Olivié, I. (2005), “Cooperación española para desarrollo con Asia-Pacífico” en
Anuario Asia-Pacífico 2004, Fundación Cidob, Casa Asia y Real Instituto Elcano, pp.
341-349.
12
39
•
Asia oriental, con un desarrollo socio-económico comparativamente menor pero
que registra un elevado dinamismo económico que se concentra en algunas
economías como China en el noreste o Tailandia en el sur. Conviven también
países rezagados económicamente como Laos, Camboya o Myanmar en el sur y
Corea del Norte y Mongolia en el norte que registran niveles de desarrollo
similares a los de Asia del Sur.
•
Asia del Sur es, en términos muy generales, la segunda región más pobre del
mundo, precedida de África Subsahariana. Si bien la pujanza económica de
India mejora sensiblemente los indicadores económicos y sociales medios para
la región, la situación socio-económica en Sri Lanka, Bangladesh o Nepal es
muy similar a la de países subsaharianos.
•
Por último están las islas del Pacífico, sobre las que apenas existe información
disponible en las bases de datos de los organismos internacionales pero que
estarían
registrando
un
empeoramiento
de
sus
indicadores
sociales,
particularmente los relativos a la incidencia de la pobreza.
Durante los últimos años, la ayuda española en la región se ha concentrado, como señala
Soler, en Asia oriental, concretamente en China, Indonesia y Filipinas 13 ; precisamente,
algunos de los países más dinámicos de la región y, comparativamente, con buenos
indicadores de desarrollo socio-económico.
Si bien es cierto, como señala Soler, que el MAEC ha incluido entre sus prioridades
geográficas para 2005-2008 a algunos de los países más castigados de la región como
Afganistán, Camboya, los países afectados por el maremoto de finales de 2004 o
Bangladesh, lo cierto es que se trata de países de atención especial (en el caso de
Afganistán, Camboya y los países más afectados por el maremoto) o preferentes (en el
caso de Bangladesh).
Según el Plan Director, son de atención especial los “países o regiones que se
encuentran en circunstancias especiales: por la necesidad de prevenir conflictos o
13
DGPOLDE (2005).
40
contribuir a la construcción de la paz; por la debilidad del respeto a los Derechos
humanos y del sistema democrático y por crisis derivadas de desastres naturales, o crisis
financieras y sociales que generan un impacto perceptible en la estabilización o
incremento de niveles de pobreza en los sectores más desfavorecidos de la población.
En estos países se utilizarán sólo los instrumentos de la cooperación más adecuados
para hacer frente a la resolución del problema que motiva la especial atención hacia ese
país o región.” En definitiva, el objetivo de la cooperación española no es, según el plan
director, apoyar el desarrollo a largo plazo de Afganistán o Camboya sino atender
necesidades concretas en casos de crisis extrema (ya sea social, económica, política o
medioambiental).
En cuanto a los países preferentes, el mismo Plan Director los define como “los países
de áreas geográficas preferentes no incluidos entre los prioritarios, y los países grandes
y/o no dependientes de la ayuda, así como aquellos en los que existan sectores de la
población en condiciones de bajo desarrollo económico y social.” Aunque cabe
cuestionarse la pertinencia de establecer la “no dependencia de la ayuda” como un
criterio de asignación geográfica de la ayuda, la distribución de la ayuda en función del
tamaño del país permite asignar fondos a amplios grupos de población en situación de
gran vulnerabilidad cuya situación de precariedad se esconde en medias nacionales en
niveles aceptables como sería, de forma creciente, el caso de China (y como es el caso
de la mayoría de los países latinoamericanos receptores de ayuda).
Asimismo, según el mismo documento, “A estos países se les dará una atención
focalizada y puntual dirigida a las zonas geográficas y sectores sociales con menor
desarrollo. Se utilizarán los instrumentos más adecuados para hacer frente a la situación
de vulnerabilidad de esos territorios y poblaciones menos favorecidas (...)”. No
obstante, como pone de manifiesto la distribución sectorial de la ayuda, no parecería
que la ayuda española se esté concentrando en las zonas y sectores más vulnerables de
los países asiáticos definidos como preferentes. Por una parte, en China predominan los
créditos FAD mientras que Bangladesh no se encuentra entre los 50 primeros receptores
de ayuda española al desarrollo.
41
Conclusiones
En definitiva, la cooperación española en Asia-Pacífico se enfrenta al doble reto de
racionalizar la asignación de su ayuda a la región, tanto desde el punto de vista sectorial
como desde el geográfico. Ambos retos, ligados entre sí, dependen de un proceso de
normalización, más amplio, de la cooperación al desarrollo que logre coordinar todos
los instrumentos de la ayuda y todos sus actores bajo unos mismos principios y metas
compartidos.
42