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Felices si elegís a Dios
Tema 3º
EXPERIENCIA
Explicad algún hecho o conflicto que haya pasado cerca de vosotros (en el barrio, en el trabajo/
en las familias amigas). ¿Qué actitudes adoptaron las personas interesadas? ¿De qué forma
juzgáis ese hecho y esas actitudes?
¿Cómo se debería haber actuado?
- ¿Qué valora la gente? ¿Qué hace felices a la gente que conocéis? (salud, comodidades, dinero,
convivencia familiar, educación de los hijos,... la fe).
- Y vosotros ¿qué decís que hace feliz?
- Y el Evangelio ¿qué dice que hace feliz?
MENSAJE
Las bienaventuranzas (Mt 5,1-12)
«Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando
la palabra, les enseñaba diciendo:
- Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
- Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán en herencia la tierra.
- Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
- Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
- Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
- Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
- Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
- Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
Cielos.
- Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de
mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será
grande en los cielos; que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a
vosotros”.
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Démonos cuenta en primer lugar, que Jesús anuncia un mensaje de felicidad.
Intentemos comprender entre todos por qué dice: felices los pobres, los que lloran, los
misericordiosos, etc., y démonos cuenta que lo que hace la felicidad no consiste en ser pobre, en
sufrir, en ser humillado, sino que consiste, sobre todo, en abrirse al misterio del amor y la
bondad de Dios que hará que, incluso las situaciones adversas de la vida, sean asumidas
con “ojos nuevos”.
DIÁLOGO CON EL GRUPO
¿Nos damos cuenta que lo que hace feliz es, tal como Jesús hizo y los padres saben hacer, dar y
gastar la propia vida poniéndose al servicio de los demás y de los hijos?
Ante situaciones adversas o difíciles, ¿cómo hemos reaccionado? ¿Nos han ayudado éstas a
crecer? ¿Qué bienaventuranzas nos llaman más la atención? ¿Cómo podemos hacer más felices a
las personas de nuestro alrededor? ¿Se puede vivir según el espíritu de las bienaventuranzas?
¿Cómo?
DIÁLOGO CON LOS HIJOS
Leed con los niños las Bienaventuranzas y explicárselas.
- Habladles de los falsos valores: no sólo pueden ser felices los
ricos, los que gozan de salud, los poderosos y famosos, los
violentos.
- Explicad a los niños que la auténtica felicidad está en ser una
alegría, una bienaventuranza para los demás, y contadles el cuento
de “La Tarta de las Bienaventuranzas”:
* A unos niños les regalaron una tarta para que se la comieran y
les dieron unos tenedores muy largos. No podían usar las manos
para comer y los tenedores eran tan largos que no podían llevarse
la tarta a la boca, de forma que llegaron al acuerdo de darse unos a
otros de comer para así poder comerse la tarta.
La tarta es la felicidad. Uno por sí solo no puede alcanzarla, necesita de otro que se la dé.
- Comentar la Bienaventuranza que os haya tocado y pensad en una situación real para cumplirla.
- Inventad otra nueva:
Bienaventurados los que escuchan, porque serán escuchados.
Bienaventurados los que comparten, porque otros compartirán con ellos.
Bienaventurados los que hablan bien de los demás, porque hablarán bien de ellos.
- Asociad al estudio de las Bienaventuranzas la voluntad del niño de colaborar en la obra de
hacer felices a los que están cerca de él, especialmente a los que parecen solos e ignorados:
compañeros menos capaces, enfermos, ancianos, etc. Para hacer realidad cotidiana el dicho del
Señor: “Hay mayor felicidad en dar que en recibir.” Hch. 20,35.
Durante la semana el niño tendrá en la mesilla de noche este librito, y antes de dormir leerá las
Bienaventuranzas y pedirá a Dios espontáneamente para que todos los niños del mundo sean
felices (bienaventurados).
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TEXTO COMPLEMENTARIO 1º
El comportamiento del hombre nuevo elevado a la categoría de “Hijo de Dios”
La conversión que Jesús pide consiste en amar sin discriminación alguna. Hacer del amor la
norma de vida y de conducta moral significa imponer al hombre algo sumamente difícil. Es más
fácil vivir dentro de unas leyes y unas prescripciones que lo regulan y determinan todo. Es difícil
crear, para cada momento una norma inspirada en el amor. El amor no conoce límites. Exige una
fantasía creadora. Existe únicamente en el dar y en el ponerse al servicio de los demás. Y
únicamente dando es como se tiene. Esta es la «ley» de Cristo: que nos amemos los unos a los
otros como Dios nos ha amado. Este es el único comportamiento posible del hombre nuevo, libre
y liberado por Cristo, invitado a participar del nuevo orden. Este amor se expresa en fórmulas
radicales como las del Sermón de la Montaña: no sólo el que mata, sino también el que se
encoleriza contra su hermano es reo de juicio (Mt 5,22); el adulterio ya lo comete el que desea a
una mujer en su corazón (Mt 5,28); no se debe jurar en absoluto; «sea vuestro lenguaje: "Sí, sí";
"no, no"» (Mt 5,34,37); no resistáis al mal; al que te abofetee en la mejilla derecha, preséntale
también la izquierda; al que quiere pleitear contigo para quitarte la túnica, déjale también el
manto (Mt 5,39-40), etc.
(...)
Predicó el evangelio que significa una gozosa noticia: quien salva no es la ley, sino el amor. La
ley no posee sino una función humana de orden, de creación de unas posibilidades de armonía y
mutua comprensión entre los hombres. El amor que salva, supera todas las leyes y reduce al
absurdo todas las normas. El amor exigido por Cristo supera con mucho a la justicia.
(…)
Su mensaje no es mensaje de ley, sino de evangelio y de amor. El Sermón de la Montaña, en su
actual formulación, pretende ser un catecismo del comportamiento del discípulo de Jesús, de
quien ya ha abrazado la buena nueva y trata de regirse de acuerdo con la novedad que Cristo le
ha traído: la filiación divina.
L. Boff, Jesucristo el Liberador
Ed. Sal Terrae, Salamanca, véase pp.83-85
TEXTO COMPLEMENTARIO 2º
1.- Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Va dirigida a los pobres de espíritu. Los pobres de espíritu son los hombres conscientes de su
pequeñez. Son aquellos que saben reconocer sus debilidades. Tener espíritu de pobre es tener un
espíritu sencillo para reconocer las limitaciones. Si somos capaces de hacer esto, estaremos
abiertos a que Jesús entre en nuestra vida; porque sólo el hombre que reconoce su vacío podrá
ser llenado por algo o por alguien. Pensemos en la postura gráfica de un pobre: con las manos
abiertas, abiertas a recibir: Esa debe ser nuestra actitud.
La recompensa: El Reino de Dios: la felicidad eterna. Pero la felicidad no la da la pobreza; la
da la posesión del Reino de Dios. Seremos felices en esta tierra porque tendremos la esperanza
de alcanzar la felicidad eterna en la otra vida, con la posesión del Reino.
2.- Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Va dirigida a los mansos. Los mansos son aquellos que se dejan guiar por el buen Pastor. La
mansedumbre es una mezcla de humildad y dulzura. Están convencidos de que seguir a Jesús es
lo mejor y se dejan llevar por Él. La mansedumbre no tiene que ver con debilidad de carácter o
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cobardía. Los mansos del Nuevo Testamento no tenían un carácter débil ni eran cobardes. El
mejor ejemplo de mansedumbre lo tenemos en los mártires: dieron su vida por seguir
“mansamente” a Jesús. ¿Crees que los mártires fueron cobardes? ¡Los mártires fueron mansos y
valientes!
La recompensa: “la tierra prometida”, que la conseguiremos en el mundo venidero. Los
cristianos en esta vida somos peregrinos en marcha, caminantes hacia el cielo. Allí poseeremos
la tierra a la que se refiere la bienaventuranza. Esa tierra no se conquista con dureza, violencia ni
a través de las armas sino con mansedumbre y paciencia.
3.- Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Va dirigida a los que lloran. Se refieren a los que sufren con el que sufre, a los que están cerca
del necesitado en su sufrir. Jesús nos llama a estar cerca del que sufre y a consolar a los pobres,
compartir lo que tenemos con los necesitados para transformar la miseria en alegría.
La recompensa: ser consolados por el mismo Dios.
4.- Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Va dirigida a los que tienen hambre y sed de justicia. Se refiere a los que son sensibles ante la
injusticia y tienen el deseo de mejorar el mundo. Desean que la justicia de Dios se implante en la
sociedad y trabajan para hacerlo realidad. Son aquellos que no se cruzan de brazos ante las
injusticias y opresiones (poder, dinero, egoísmos). Ponen su granito de arena por un mundo
justo.
La recompensa: quedarán saciados. Verán colmadas todas sus esperanzas y todos sus sueños.
En el Reino del futuro, hacia el que caminamos, no quedará ni rastro de injusticia.
5.- Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Va dirigida a los misericordiosos. Mateo al hablar de misericordia se refiere a dos actitudes:
disposición a perdonar y motivación para ayudar a los demás. Misericordioso es el que se da y
ayuda a los demás. Se da a los demás no por compasión sino por amor. Es el que acoge a los
otros sin rencor, sin tener nada en cuenta.
La misericordia no es un simple sentimiento. Es una práctica que debe traducirse en algo
positivo: compartir con el necesitado, condescendencia con el débil, perdón al que nos ha
injuriado, servicio al prójimo, disponibilidad, solidaridad, compromiso eficaz con el prójimo. La
misericordia unas veces es perdón y otras es caricia. Y el motor de todo ello debe ser el amor, sin
esperar nada a cambio.
La recompensa: la misericordia de Dios. La gran misericordia de la participación definitiva en
el Reino de Dios.
6.- Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Va dirigida a los limpios de corazón. Los limpios de corazón son aquellos que tienen un
corazón transparente, sin dobles intenciones (pensar de una manera y obrar de otra). Un corazón
limpio es un corazón inocente, como el de un niño, sin prejuicios. Esta bienaventuranza nos
obliga a no intentar a toda costa agradar a los hombres sino a ser honestos a Dios. No debemos
actuar pensando en “el que dirán los demás” ni pensando en el éxito social de nuestro
comportamiento. El corazón se limpia con la buena conciencia, con la fe sin doblez.
Lo contrario de limpio de corazón:
- La persona que no hace lo que debe, sólo por agradar a los demás.
- La persona con prejuicios que es recelosa, desconfiada, siempre temerosa de
que la puedan engañar.
- Quien se expresa con segundas intenciones.
La recompensa: Verán a Dios. Esa visión de Dios se realizará plenamente cuando entren al
Reino glorioso que puso Jesús a nuestro alcance con su Resurrección.
7.- Bienaventurados los que trabajen por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Va dirigida a los que trabajan por la paz. La paz en hebreo (Shalom) es fruto de la justicia.
Estamos llamados a ser constructores de la paz. Pero la paz se relaciona con la justicia. Si no hay
justicia no hay paz. No sólo hay que llevarse bien con los demás. Se debe trabajar porque haya
justicia y reconciliación en las familias y en los pueblos. La bienaventuranza no se refiere a los
pacíficos sino a los que hacen la paz, a los que trabajan por la justicia y por hacer respetar los
derechos de los débiles.
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La recompensa: Serán llamados hijos de Dios. A los que trabajen activamente por la paz y la
justicia en nuestro mundo (familia, amigos, pueblo, nación...) Dios los llamará hijos porque
estarán realizando la misma actividad que el Padre.
8.- Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
Cielos.
Va dirigida a los perseguidos por causa de la justicia. Se refiere a aquellos perseguidos por
causa de Jesús: Hoy día seguir a Jesús es ir contra corriente. Si lo seguimos sinceramente, sin
dobleces, con limpieza de corazón, inevitablemente en algún momento vamos a sufrir por su
causa: podremos quizá sufrir la incomprensión, la burla, la pérdida de algún “falso amigo”,
porque ir al lado de un cristiano puede dar “mala imagen”, ya que eso no está de moda. En
cualquier caso nuestros sufrimientos siempre serán mínimos si los comparamos con los de
aquellos que dieron la vida por el Evangelio.
La recompensa: el Reino de los Cielos. El que sufra por causa de Jesús puede ya gozar en este
mundo de la felicidad que da la esperanza en esa gran promesa de Jesús: alcanzar el Reino.
REFLEXION: REGALAR FELICIDAD
Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le
permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el líquido de
sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación. El otro hombre tenía que estar
todo el tiempo boca arriba.
Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus hogares, sus
trabajos, su estancia en el servicio militar, dónde habían estado de vacaciones.... Y cada tarde,
cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a
su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.
El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas en que su mundo se
ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades y colores del mundo exterior. La ventana
daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños lo
hacían con sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano entre flores de todos los
colores del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje y se podía ver en la distancia una bella
vista de la línea de la ciudad.
El hombre de la ventana describía todo esto con un detalle exquisito, el del otro lado de la
habitación cerraba los ojos e imaginaba la idílica escena. Una tarde calurosa, el hombre de la
ventana describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro hombre no podía oír a la banda,
podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía el hombre de la ventana
con sus mágicas palabras. Pasaron días y semanas.
Una mañana la enfermera de día entró con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin
vida del hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía. Se llenó de
pesar y llamó a los ayudantes del hospital para llevarse el cuerpo.
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Tan pronto como lo consideró apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama al
lado de la ventana. La enfermera le cambió encantada y, tras asegurarse de que estaba
cómodo, salió de la habitación. Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre el
codo, para lanzar su primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la alegría de verlo
él mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama... y
se encontró con una pared blanca.
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El hombre preguntó a la enfermera que podría haber motivado a su compañero muerto para
describir cosas tan maravillosas a través de la ventana. La enfermera le dijo que el hombre era
ciego y que no habría podido ver ni la pared, y le indicó: "Quizás sólo quería animarle a usted".
Epílogo: Es una tremenda felicidad el hacer felices a los demás, sea cual sea la propia situación.
El dolor compartido es la mitad de pena, pero la felicidad, cuando se comparte, es doble. Si
quieres sentirte rico, sólo cuenta todas las cosas que tienes y que el dinero no puede comprar.
"Hoy" es un regalo, por eso se le llama "el presente".
REFLEXION: ¿DÓNDE ESCONDIERON LA FELICIDAD?
En cierta ocasión se reunieron todos los dioses y decidieron crear al hombre y la mujer.
Planearon hacerlos a su imagen y semejanza. Entonces uno de ellos dijo:
Esperen, si los vamos a hacer a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al
nuestro, fuerza e inteligencia igual a la nuestra; debemos pensar en algo que los diferencie de
nosotros, de no ser así estaremos creando nuevos dioses. Debemos quitarles algo pero, ¿qué le
quitaremos?
Tras de mucho pensar uno de ellos dijo: ¡Ya sé! Vamos a quitarles la felicidad, pero el
problema va a ser dónde esconderla para que no la encuentren jamás.
Propuso el primero: -Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo. A lo que
inmediatamente repuso otro: No, recuerda que les dimos fuerza, alguna vez pueden subir y si la
encuentra uno, los otros sabrán donde está.
Luego propuso otro: - Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar. Y otro contestó:
No, recuerda que les dimos inteligencia, alguna vez alguien va a construir una máquina por la
que pueda entrar y bajar y entonces la encontrará.
Uno más dijo: - Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra. Y le dijeron: - No, recuerda que
les dimos inteligencia. Y un día alguien va a construir una nave en la que pueda viajar a otros
planetas y la va a descubrir y entonces todos tendrán la felicidad y serán iguales a nosotros.
El último de todos ellos era un dios que había permanecido en silencio escuchando atentamente
cada una de las propuestas de los demás dioses, analizó en silencio cada una de ellas y entonces
rompió el silencio.
Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren. Todos le miraron asombrados
y preguntaron al unísono: - ¿DÓNDE?
EN EL INTERIOR DE SU PROPIO CORAZÓN, les contestó.
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REFLEXION SOBRE LA NAVIDAD
Era la noche de Navidad. Un ángel se apareció a una familia rica y le dijo a la dueña de la casa:
Te traigo una buena noticia. Esta noche el Señor vendrá a visitar tu casa.
La señora quedó entusiasmada. Nunca había creído posible que en su casa sucediese este
milagro. Trató de preparar una cena excelente para recibir a Jesús. Encargó marisco, cordero,
tartas y vinos.
De repente sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, de rostro sufrido, con el vientre hinchado
por un embarazo muy adelantado.
Señora, ¿no tendría trabajo para darme? Estoy embarazada y tengo mucha necesidad del trabajo.
¿Pero esta es hora de molestar? Vuelva otro día, respondió la dueña de la casa. Ahora estoy
ocupada con la cena para una importante visita.
Poco después, un hombre, sucio de grasa, llamó a la puerta.
Señora, mi camión se ha averiado aquí en la esquina. ¿Por casualidad no tendría usted una caja
de herramientas que me pueda prestar?
La señora, ocupada como estaba limpiando los vasos de cristal y los platos de porcelana, se irritó
mucho: ¿Usted piensa que mi casa es un taller mecánico? ¿Dónde se ha visto importunar a la
gente así? Por favor, no ensucie mi entrada con esos pies inmundos.
La anfitriona siguió preparando la cena: abrió latas de caviar, puso champaña en el refrigerador,
escogió de la bodega los mejores vinos, preparó unos coctelitos.
Mientras tanto alguien afuera batió las palmas. Será que ahora llega Jesús, pensó ella
emocionada y con el corazón acelerado, fue a abrir la puerta. Pero no era Jesús. Era un niño
harapiento de la calle.
Señora, deme un plato de comida.
¿Cómo te voy a dar comida si todavía no hemos cenado? Vuelve mañana, porque esta noche
estoy muy atareada.
Al final, la cena estaba ya lista. Toda la familia emocionada esperaba la ilustre visita. Sin
embargo, pasaban las horas y Jesús no parecía. Cansados de esperar empezaron a tomar los
coctelitos, que al poco tiempo comenzaron a hacer efecto en los estómagos vacíos y el sueño
hizo olvidar los siguientes platos preparados.
A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró, con gran sorpresa, frente a un ángel.
¿Un ángel puede mentir? Gritó ella. Lo preparé todo con esmero, aguardé toda la noche y Jesús
no apareció. ¿Por qué me hizo esta broma?
No fui yo quien mintió, fue usted la que no tuvo ojos para ver, dijo el ángel. Jesús estuvo aquí
tres veces, en la persona de la mujer embarazada, en la persona del camionero y en el niño
hambriento. Pero usted no fue capaz de reconocerlo y de acogerlo.
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