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James CURRAN David MORLEY Valerie WALKERDINE (compiladores) Estudios culturales y comunicación. Análisis, producción y consumo cultural de las políticas de identidad y el posmodernismo Paidós Comunicación – Barcelona, 1998 548 páginas Catalina Gayà Morlà Marta Rizo García Observatorio Migración y Comunicación Portal de la Comunicación InCom-UAB Esta obra ofrece un amplio abanico de temas, ejemplos e investigaciones para seguir de cerca la discusión que se ha generado entorno al debate de los llamados Estudios Culturales. Más concretamente, permite un viaje por muy diversos caminos a través de los cuales esta corriente teórica puede conectar con los debates y problemáticas que emergen del ámbito de la comunicación. La riqueza de este texto viene dada, sobre todo, por la multiplicidad de temas – objetos de estudio— que se nos presentan, y que van desde el feminismo tradicional hasta la posmodernidad, pasando por el cine, la cibernética y la psicología, entre otros. Asimismo, Estudios culturales y comunicación. Análisis, producción y consumo cultural de las políticas de identidad y el posmodernismo muestra un mosaico epistemológico que demuestra la diversidad de enfoques que tienen cabida en los Estudios Culturales. Escrita importantes por del algunos campo de de los los académicos Estudios e investigadores Culturales, esta obra más está estructurada en tres grandes partes. La primera, Teoría Cultural, traza un mapa general de los debates contemporáneos más importantes con el objetivo de entender de forma relacional pero unitaria las teorías sobre la cultura y las prácticas culturales. El texto de Stuart Hall, ‘Significado, representación, ideología: Althusser y los debates postestructuralistas’, empieza con una reflexión sobre la concepción althusseriana de la hegemonía y la dominación, que sirve al autor para defender la vigencia e importancia del concepto de estructura. En el texto, Hall va más allá y propone recuperar el debate sobre el papel que ocupa el sujeto en las teorías modernas de la ideología. Una discusión que se ilustra con diversos ejemplos de prácticas de exclusión que el mismo autor ha vivido en su piel. El segundo texto llega de la mano de Paul Gilroy. En ‘Los estudios culturales británicos y las trampas de la identidad’, Gilroy pone el acento en el papel que ocupan las teorías de la identidad en los Estudios Culturales actuales. Lejos de entender la identidad como algo inmutable e inherente al individuo, el autor la define como un proceso caótico e inestable que necesita de una constante reflexión para garantizar el éxito y la eficacia de las políticas culturales en el actual contexto de incertidumbres. La posmodernidad, un concepto que ha dado como fruto una gran variedad de definiciones y malentendidos, es explicada por David Morley en ‘El posmodernismo: una guía básica’. La complejidad, según el autor, produce una crisis de sentido en las sociedades actuales. A ésto hay que añadir el papel de los medios de comunicación en el aumento de la complejidad. Con un tono menos teorizante, Dick Hebdige nos propone un recorrido por algunos productos y prácticas culturales de las calles del norte de Londres para contraponer estos ejemplos a la actual posmoderndad nihilista que, según él, apunta al final de todas las cosas. El leit-motiv del ‘El objeto imposible: hacia una sociología de lo sublime’ se sitúa en la añoranza, en las devociones de los hombres por sus objetos psicología, el nostálgicos. Enriqueciéndose psicoanálisis y las teorías de las sobre aportaciones la ideología, de la Valerie Walkerdine, en ‘Sujeto a cambio sin previo aviso: la psicología, la posmodernidad y lo popular’, se centra en la formación de la mentalidad de las masas y hace énfasis en la necesidad de la transformación del concepto masa en los debates políticos. En el último texto de esta primera parte, ‘Repensar la comunicación de masas’, James Curran defiende la necesidad de un cambio radical en las investigaciones sobre comunicación. En concreto, Curran explica que los estudios en comunicación deben evolucionar hacia investigaciones centradas en la dimensión social de los medios de comunicación de masas. Así, el autor remarca la importancia de ubicar los estudios de comunicación en un contexto social y cultural amplio que no pierda de vista los conceptos de poder y estructura. En resumen, el contenido de la primera parte de la obra nos acerca a los debates de carácter teórico sobre los pilares en los que se sostienen los Estudios Culturales. La fuerza de estos primeros textos no está en la investigación empírica, si no más bien en un intento de contextualización teórica que sitúa al lector en el crisol de temas y puntos de vista que se trabajan bajo la etiqueta de los Estudios Culturales. Con el título Producción cultural, la segunda parte de esta obra supone un intento de recuperar la atención en los contextos institucionales –también llamados procesos organizativos-de la comunicación de masas. Así, los textos que la forman remarcan las múltiples influencias de los contextos de producción sobre los contenidos de los mensajes mediáticos. Angela McRobbie, profesora de sociología de la Universidad de Loughborough, presenta un estudio en el que demuestra que la relación contenido-producción está estrechamente ligada y ha variado con el tiempo. En el texto ‘More!:nuevas sexualidades en las revistas para chicas y mujeres’, McRobbie rompe con la crítica feroz que la corriente culturalista había hecho a las revistas femeninas y muestra un enfoque optimista. La autora expone que durante más de veinte años los estudios de género y comunicación se han interesado sobre todo por las formas de representación y sus significados y han dejado de lado la experiencia y la interacción social: el espacio de la cognición. Estos análisis hacen referencia a la visión patriarcal, a la imagen estereotipada de la mujer y al contexto opresor a partir del cual se producen las revistas femeninas. La autora afirma que ha habido un cambio importante en el contenido y en la forma de estas revistas y que es necesario reflexionar críticamente sobre las formas de producción de éstas, haciendo énfasis en que están escritas por personas --mayoritariamente mujeres— con un imaginario y unas prácticas culturales concretas. McRobbie expone que actualmente la temática de estas publicaciones se centra sobre todo en las representaciones sexuales y que se debe estudiar el uso de la ironía y del humor con que se tratan los temas. La visión optimista del texto anterior contrasta con el tono más escéptico que se refleja en el artículo de David Hesmondhalgh, ‘Repensar la música popular después del rock y el soul’. Este autor reflexiona entorno a la dicotomía entre la música comercial -de masas-y el arte creativo de las productoras independientes. Situándose al margen de la simplificación que supone toda dicotomía, Hesmondhalgh defiende una concepción del consumo musical como indicador de pertenencia y, por tanto, de identidad grupal. El autor recupera la importancia del ideario estético de la música y pone el acento en el potencial innovador de la música independiente, aquella que no entra dentro de los circuitos de masas. El texto de Yvonne Tasker, ‘Aproximación al nuevo Hollywood’, aborda la situación cambiante de la industria cinematográfica. El cambio, según la autora, viene dado por el paso de un sistema de grandes productoras – caracterizado por la estandarización- a una economía posmoderna que favorece las productoras independientes y, por tanto, que implica el aumento de la flexibilidad y la innovación en técnicas cinematográficas – sobre todo por la emergencia de nuevos lenguajes y géneros. Tomando como ejemplo la industria de Hollywood, Tasker analiza los cambios de estilo en las narraciones cinematográficas, resultantes, en parte, del declive del sistema de manufactura norteamericano independientes, así como y de de la la consolidación emergencia de las de productoras presentaciones multimedia. El último ensayo de este capítulo supone una reflexión sobre la necesidad de entender que la ciencia y la tecnología no existen en esferas separadas de la teoría y la práctica, sino que las dos están involucradas en las prácticas simbólicas y materiales de una sociedad que está dividida en estructuras económicas, de género, raciales, etc. La autora de ‘Feminismo, tecnología y representación’, Sarah Kember, muestra el desarrollo de los estudios feministas sobre epistemología y la contribución de éstos en el debate sobre relación entre género y tecnología. Kember afirma que el poder virtual de la metáfora –la capacidad de concebir y articular una forma alternativa de organizar las cosas— es el que permitirá un cambio en las estructuras de poder y de conocimiento. Así, es necesario tener en cuenta la subjetividad y elaborar un marco de análisis multidisciplinar, que deje de lado el determinismo tecnológico. Si la primera parte de la obra supone un acercamiento al marco teórico a partir del cual trabajan los autores situados en la corriente de los Estudios Culturales, la segunda parte aparece como un abanico de ejemplos de investigaciones empíricas en diferentes temáticas. De alguna manera, los textos de esta parte ponen de manifiesto los debates y las contradicciones internas que han caracterizado los Estudios Culturales desde sus inicios como corriente de pensamiento. La última parte de este libro, Consumo y análisis cultural, empieza con un debate entre James Curran y David Morley, dos de los máximos exponentes de los Estudios Culturales. Se reproduce el artículo que James Curran publicó en 1990 con el título ‘El nuevo revisionismo en los estudios de comunicación: una revaluación’. En este texto, Curran presenta una revisión de los estudios en el ámbito de la comunicación que se han hecho a lo largo de los últimos quince años. El ensayo empieza con una crítica a los estudios -mayoritariamente de tradición marxista-que otorgan gran poder a los medios de comunicación y dan una visión pasiva de la audiencia, que es tratada como concepto abstracto. Curran expone que gran parte de la crítica de estos estudios está influida por el pensamiento de Foucault, que describe que las estructuras de poder están relacionadas y determinadas por las diferentes situaciones –campos— en que se enmarcan. Así, la reflexión sobre los medios de comunicación se complejiza. Pasan de ser esferas de poder monolíticas a ser el resultado de la convergencia de múltiples estructuras y puntos de vista. La influencia de los medios ya no se estudia de forma unidireccional y, en cambio, se destaca el papel activo de los receptores. De la crítica que hace Curran a los estudios que hacen énfasis en la recepción, David Morley publica en 1992 ‘Populismo, revisionismo y los “nuevos” estudios de audiencia’. En este texto, Morley también muestra su insatisfacción ante los estudios que abogan por la apertura de los contenidos de los medios y la “culturización” de los lectores. Morley expone que la recepción depende del capital cultural de cada lector, pero explica que no se pueden dejar de lado los procesos por los que los receptores sienten placer y obtienen significados del material proporcionado por los medios. Ante la crítica que hace Curran de los estudios revisionistas, Morley expone que antes de que éstos recuperasen la vertiente histórica, nadie había advertido sobre la importancia de estas obras y, por tanto, más que una crítica como la que hace Curran, Morley defiende que esta recuperación supone un paso adelante. Con el texto ‘Feminismo y consumo mediático’, Christine Geragthy presenta un ensayo que hace referencia al consumo de material televisivo y cinematográfico desde la perspectiva de género. Geraghty expone la necesidad de contextualizar el proceso de recepción. El esquema que sigue la autora es el del análisis de la figura de la madre en el material cinematográfico y televisivo. Asimismo, expone que la representación de la mujer en el cine es inexistente. La mujer es excluida y la representación está más dirigida al hombre. ‘La cultura popular y la erotización de las niñas’, de Valerie Walkerdine, reivindica la necesidad de explorar la infancia y la erotización de ésta por parte de los medios de comunicación populares en la agenda de las investigaciones de los Estudios Culturales. La autora profundiza en un tema –el de la sexualidad infantil— poco trabajado y muchas veces tratado como un tabú social. La presencia erotizada de las niñas en los medios, las Lolitas mediáticas, hace que la autora reflexione, desde una perspectiva psicoanalítica, sobre la capacidad de cambio y de generación de identidades erotizadas. Esta tercera parte se cierra con el texto ‘Etnografía, antropología y estudios culturales: vínculos y conexiones’, de Garth Staton. El artículo supone la conexión entre los Estudios Culturales y la antropología social británica. De la frontera entre los Estudios Culturales y la antropología –la corriente de la Mass Observation— nacen y se explican muchos de los fenómenos y temáticas de los Estudios Culturales. Staton defiende los análisis que se basan en “la antropología de nosotros mismos”, es decir, en una antropología que tenga como objeto de estudio a las sociedades contemporáneas y en las que el analista (antropólogo-observador-investigador) forme parte de los estudiados. Así, el punto de vista es más complejo: el observador observa y se observa. La tercera parte de la obra muestra como los Estudios Culturales beben de diferentes disciplinas y corrientes teóricas. Así, se destaca la interdisciplinariedad propia de los Estudios Culturales y se hace énfasis en la multiplicidad de puntos de vista –este capítulo empezaba con un debate entre dos de los máximos representantes de la corriente-, en la gran variedad de temas tratados y en la necesidad de no dar la espalda a las aportaciones de otros campos de la ciencias sociales. La comunicación no se puede entender sin el uso de conceptos procedentes de la antropología, la sociología, la psicología y la política, entre otras. En definitiva, Estudios culturales y comunicación. Análisis, producción y consumo cultural de las políticas de identidad y el posmodernismo defiende a ultranza la necesidad de revisar los Estudios Culturales teniendo en cuenta la interdisciplinariedad propia de las llamadas ciencias de la comunicación. Así, los autores que participan en el libro demuestran la urgencia de ampliar el espacio conceptual que nos permite acercarnos al estudio de los fenómenos comunicativosculturales. La comunicación es un campo de campos que necesita de conceptos y puntos de vista ajenos para enriquecerse y hacerse más compleja. Sin duda, la revisión, la autoobservación y la reflexividad desde dentro de la propia disciplina, contribuyen a la expansión de nuestro árbol de conocimiento.