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Alimentación Complementaria:
Un comentario del Comité de
Nutrición de la ESPGHAN.
Documento de Posición
Alimentación Complementaria: Un comentario del
Comité de Nutrición de la ESPGHAN.
Comité de Nutrición de la ESPGHAN: Carlo Agostoni, Tamas Decsi, Mary Fewtrell, Olivier Goulet,
Sanja Kolacek, Berthold Koletzko, Kim Fleischer Michaelsen, Luis Moreno, John Puntis, Jacques
Rigo, Raanan Shamir, Hania Szajewska, Dominique Turck, y Johannes van Goudoever.
RESUMEN
Este documento de posición resume la
evidencia relacionada con los efectos de la
alimentación complementaria sobre la salud.
Se enfoca en niños sanos. Después de revisar
los conocimientos y las prácticas actuales, se
han formulado las siguientes conclusiones:
Los lactantes y niños pequeños que reciben
una dieta vegetariana deben recibir una
cantidad suficiente (∼ 500 ml) de leche
materna o fórmula y productos lácteos.
La lactancia materna exclusiva es una meta
deseable durante los primeros seis meses de
vida del lactante.
Los lactantes y los niños pequeños no deben
ser alimentados con una dieta estrictamente
vegana.
La alimentación complementaria (es decir, los
alimentos sólidos y líquidos distintos a la leche
materna o a las fórmulas para lactantes o de
continuación) no debe ser introducida antes de
las 17 semanas ni después de las 26 semanas.
No existe evidencia científica convincente
de que evitar o retrasar la introducción de
alimentos potencialmente alergénicos, como
el pescado y el huevo, reduce las alergias,
tanto en bebés con un riesgo alto como en
aquellos con un riesgo bajo.
La introducción oportuna de alimentos
complementarios durante la infancia es
necesaria tanto por razones nutricionales
como de desarrollo, y para permitir la
transición de la alimentación con leche a la
alimentación familiar. La capacidad de la leche
materna para satisfacer los requerimientos
de los macronutrientes y micronutrientes
se vuelve limitada al aumentar la edad del
lactante. Además, los bebés desarrollan
gradualmente la capacidad de masticar, y
empiezan a mostrar interés en otros alimentos
diferentes a la leche.
Durante la alimentación complementaria,
más del 90% de los requerimientos de
hierro de un lactante alimentado con leche
materna los deben satisfacer los alimentos
complementarios que deben proporcionar
suficiente hierro biodisponible.
La leche de vaca es una fuente pobre de hierro
y no debe ser utilizada como bebida principal
antes de los 12 meses, aunque se pueden
añadir pequeños volúmenes a los alimentos
complementarios.
Es prudente evitar la introducción temprana
(<4 meses) y tardía (≥7 meses) de gluten, e
introducirlo gradualmente mientras el bebé
está siendo alimentado con leche materna,
ya que esto puede reducir el riesgo de
2
enfermedad celíaca, diabetes mellitus tipo 1,
y de alergia al trigo.
La alimentación complementaria se asocia
con importantes cambios tanto en la ingesta
de macronutrientes como de micronutrientes.
Sin embargo, en contraste con la gran cantidad
de literatura sobre la alimentación con
leche materna y de fórmula, se ha prestado
relativamente poca atención al período de
la alimentación complementaria, período de
cambios significativos en la dieta, así como
su posterior influencia sobre la salud y el
desarrollo.
El objetivo de este documento de posición es
revisar el conocimiento y las prácticas actuales,
resumir la evidencia de los efectos a corto y
largo plazo de la introducción y composición
de la alimentación complementaria sobre
la salud, proporcionar asesoramiento a los
profesionales de la salud y los organismos
de regulación e identificar áreas para la
investigación a futuro. Este documento de
posición se enfoca en los lactantes sanos
nacidos a término que residen generalmente
en poblaciones de clase alta, aunque
reconoce que dentro de esta población hay
grupos y familias con un mayor riesgo de
infecciones y desnutrición. Se enfatizará sobre
la alimentación complementaria durante el
período que abarca hasta los 12 meses de
edad.
DEFINICIONES
La definición de la lactancia materna exclusiva,
de acuerdo a la Organización Mundial de la
Salud (OMS), implica que el lactante reciba
solamente leche materna y ningún otro
líquido o sólidos a excepción de gotas o jarabes
compuestos de suplementos vitamínicos
y minerales, o medicamentos. La lactancia
materna completa incluye la lactancia
materna en combinación con el suministro de
agua o bebidas a base de agua, incluyendo las
soluciones de rehidratación oral.
En esta revisión se utiliza el término
‘’alimentación complementaria’’ para abarcar
a todos los alimentos sólidos y líquidos
diferentes a la leche materna o a la fórmula
para lactantes y preparados de continuación.
Otros términos comúnmente utilizados en
este contexto son ‘’destete”, ‘’alimentos
complementarios’’ y “Beikost”.
La OMS ha descrito al período de alimentación
complementaria como “el período durante el
cual otros alimentos o líquidos se proporcionan
junto con la leche materna” y afirma que
“cualquier alimento o líquido que contiene
nutrientes, diferente a la leche materna, y que
se proporciona a los niños pequeños durante
el período de la alimentación complementaria
se define como alimento complementario’’
La decisión de la OMS de incluir a los
sustitutos de la leche materna (SLM), a las
fórmulas infantiles y de continuación como
“alimento complementario” está destinada
a destacar y fomentar la lactancia materna.
Sin embargo, el Comité considera a los SLM
como alimentos complementarios sin utilidad
e incluso confusos porque los lactantes son
alimentados frecuentemente con SLM incluso
desde las primeras semanas de vida.
RECOMENDACIONES
ACTUALES
Momento de la Introducción de los Alimentos
Complementarios
Las recomendaciones actuales de la OMS
sobre la edad en la que los alimentos
complementarios deberían introducirse se
basan en la duración óptima de la lactancia
materna exclusiva.
Teniendo en cuenta que la fórmula infantil
se define por la OMS como un alimento
complementario, el tema de la edad óptima
para la introducción de los alimentos
complementarios en los lactantes alimentados
a base de fórmula ha recibido poca atención.
A principios de 2000, la OMS realizó una
revisión sistemática sobre la duración óptima
de la lactancia materna exclusiva(1) en la que se
compararon los efectos de la lactancia materna
exclusiva durante 6 ó 3-4 meses sobre la
madre y el lactante. De los 20 estudios
elegibles, sólo 2 fueron estudios aleatorizados
de
intervención
sobre
diferentes
recomendaciones de lactancia materna
exclusiva, ambos realizados en países en
vías de desarrollo (Honduras). Todos los
estudios en los países desarrollados fueron
observacionales. La revisión concluyó
que no existían diferencias entre el
crecimiento de los lactantes amamantados
exclusivamente durante 3 a 4 meses frente
a los amamantados durante 6 meses. Un
análisis de los datos observacionales de un
estudio sobre la promoción de la lactancia
materna en Bielorrusia encontró que
durante el período comprendido entre los
3 a los 6 meses, los lactantes que fueron
exclusivamente
amamantados
durante
6 meses experimentaron menos morbilidad
por infección gastrointestinal que aquellos
exclusivamente amamantados durante 3
meses seguidos por la lactancia materna
parcial, a pesar de que no se encontraron
3
diferencias significativas en el riesgo de
infección respiratoria o dermatitis atópica.(2)
Sin embargo, el grado en que las condiciones y
las prácticas en Bielorrusia puedan parecerse
a las de los otros países europeos puede ser
cuestionado.
Una segunda revisión sistemática, realizada
al final de la década de 1990 y publicada en
2001,(3) se enfocó específicamente en la edad
óptima para la introducción de los alimentos
sólidos, y se incluyeron estudios tanto en niños
amamantados como en niños alimentados
con fórmula. Los autores concluyeron que
no había evidencia convincente para apoyar
un cambio en la recomendación de 1994 del
Departamento de Salud del Reino Unido o la
recomendación (entonces vigente) de la OMS
(ambas a los 4-6 meses).
Después de la revisión sistemática de la OMS
y del comité de expertos, en 2001 la Asamblea
Mundial de la Salud revisó su recomendación
sobre la lactancia materna exclusiva durante
6 meses y la lactancia materna parcial. En
las recomendaciones del comité de expertos
se estableció que la recomendación es para
poblaciones y se reconoció que algunas
madres no podrían u optarían por no seguir
esta recomendación, y que estas madres
también deben ser apoyadas para optimizar la
nutrición de su bebé.(4)
Muchos países han adoptado esta
recomendación para la duración de la
lactancia materna exclusiva, a veces con
calificaciones, mientras que otros países
siguen recomendando la introducción de la
alimentación complementaria entre los 4 y 6
meses.
Sin embargo, existe un desacuerdo entre los
órganos de asesoramiento, incluso dentro
de un mismo país, lo cual refleja la evidencia
científica limitada de los países industrializados
en la que se basó la recomendación de la OMS,
así como el hecho de que la recomendación
es muy alejada de las prácticas actuales de
alimentación en muchos países. Teniendo
en cuenta que la recomendación de la OMS
no es directamente aplicable a los bebés
alimentados con fórmula, algunos países han
adoptado diferentes recomendaciones con
4
respecto a la introducción de los alimentos
complementarios en estos niños.
Sobre la base de los datos disponibles, el Comité
considera que la lactancia materna exclusiva o
la lactancia materna completa alrededor de
los 6 meses es un objetivo deseable (Comité
de Nutrición de la ESPGHAN, en preparación).
En todos los recién nacidos, de acuerdo a sus
necesidades nutricionales, capacidades de
desarrollo, y la relación reportada entre el
momento de la introducción de la alimentación
complementaria y la salud posterior, lo cual
se discutirá más adelante, la introducción de
los alimentos complementarios no debe ser
antes de las 17 semanas ni después de las 26
semanas.
Otras Recomendaciones Sobre la Alimentación
Complementaria
El debate sobre la duración óptima de la lactancia
materna exclusiva ha eclipsado en gran medida la
consideración de los tipos óptimos de alimentos
complementarios. La evidencia sobre el momento
óptimo de la introducción individual de los
alimentos complementarios es deficiente, y las
recomendaciones varían ampliamente entre los
países. Por ejemplo, la mayoría de los países
recomiendan que la leche entera de vaca no
sea introducida como una bebida antes de los
12 meses de edad, mientras que en Dinamarca,
Suecia y Canadá declararon que la leche entera
de vaca se puede introducir a partir de los 9
ó 10 meses de edad. La edad sugerida para la
introducción del pescado o el huevo también
difiere considerablemente, ya que varios países
recomiendan que se pueden introducir a parir de
los 4 a 6 meses, mientras que otros recomiendan
esperar hasta los 9 ó 12 meses.
PRÁCTICA ACTUAL
Las cifras de los diferentes países europeos
indican una amplia variación en la edad de
introducción de los alimentos complementarios,
mostrando marcadas diferencias en relación
a la recomendación actual de la OMS sobre la
introducción de la alimentación complementaria
sólo a partir del séptimo mes. Por ejemplo, el 34%
de las madres en Italia refirió la introducción de
alimentos complementarios antes de los 4 meses;(5)
en Alemania, el 16% lo había hecho a los 3 meses,(6)
mientras que en la UK 2005 Infant Feeding Survey,
se reportó que el 51% de los lactantes habían
recibido alimentos complementarios antes de los
4 meses.(7) Las madres en algunos países podrían
estar retrasando la introducción de la alimentación
complementaria durante más tiempo. Un estudio
mostró que alrededor del 20% de las madres
alemanas pensaban que la lactancia materna
exclusiva debería continuar durante más de 6
meses (E. Sievers, comunicación personal, 2007).
Es probable que factores culturales y económicos
y también aspectos maternos e infantiles sean
responsables de las variaciones en la práctica entre
y dentro de los países. Por ejemplo, la introducción
temprana de alimentos complementarios en los
bebés británicos se asoció con la alimentación a
base de fórmula (en promedio 2 semanas antes
que en los bebés alimentados con leche materna),
edad materna menor y tabaquismo materno.(8)
ASPECTOS BIOLÓGICOS
Y DEL DESARROLLO
DE LA ALIMENTACIÓN
COMPLEMENTARIA
Maduración Fisiológica y Neurológica
La
maduración
fisiológica
renal
y
gastrointestinal que se requiere para que un
bebé metabolice los alimentos diferentes
a la leche, y los cambios necesarios del
desarrollo neurológico para la progresión
segura y efectiva hacia una dieta mixta, se
han revisado en varios informes.(9-11) Los datos
disponibles sugieren que tanto la función
renal como la función gastrointestinal están
lo suficientemente maduras como para
metabolizar los nutrientes de los alimentos
complementarios a la edad de 4 meses.(12)
Con respecto a la función gastrointestinal, se
sabe que la exposición a sólidos y la transición
de un alto contenido de grasa a una dieta
alta en carbohidratos se asocia con cambios
hormonales (por ejemplo insulina, hormonas
suprarrenales) que resultan en la adaptación
de las funciones digestivas a la naturaleza de
los alimentos ingeridos, mediante el aumento
de la tasa de maduración de algunas funciones
o actividades enzimáticas.(13,14) Por lo tanto, la
maduración gastrointestinal es estimulada en
gran medida por los alimentos ingeridos.
Con respecto al desarrollo neurológico, es
probable que, como con cualquier habilidad
motora, se observe una gran variación entre
las edades de los lactantes para la consecución
de la mayoría de los objetivos. Por ejemplo,
alrededor de los 6 meses, la mayoría de los
bebés puede sentarse con apoyo y puede
‘’comer de una cuchara’’ con su labio superior,
en lugar de limitarse a chupar comida
semisólida de la cuchara.
Alrededor de los 8 meses edad, los lactantes
han desarrollado suficiente flexibilidad lingual
como para poder masticar y comer alimentos
sólidos más grumosos en porciones más
grandes. A partir de los 9 a los 12 meses
de edad, la mayoría de los bebés tiene
habilidades manuales como para alimentarse
con pocas adaptaciones, beber de una taza
estándar usando las dos manos, y comer
alimentos preparados para el resto de la
familia (cortar porciones del tamaño de un
bocado y comer con una cuchara o comer
con los dedos). Una consideración importante
es que puede haber una ventana crítica para
introducir alimentos sólidos grumosos, y si
éstos no se introdujeron alrededor de los 10
meses de edad, se puede aumentar el riesgo
de que se presenten dificultades para la
alimentación más adelante.(15) Por lo tanto, es
importante, tanto por razones de desarrollo y
nutricionales, ofrecer alimentos apropiados
para la edad, de consistencia adecuada y por
el método correcto.
El Comité considera que las funciones
gastrointestinales y renales están lo
suficientemente maduras alrededor de
los 4 meses de edad como para permitir a
los lactantes a término procesar algunos
alimentos complementarios, y que hay un
rango de edades en el que los niños alcanzan
las habilidades motoras necesarias como
para comenzar con seguridad la alimentación
complementaria.
Aspectos Nutricionales
Las recomendaciones nutricionales durante
los primeros 6 meses se basan principalmente
en la ingesta de nutrientes estimada para el
lactante alimentado con leche materna, y en
el supuesto de que el volumen de la leche
materna ingerida por dicho grupo de lactantes
se vuelve insuficiente alrededor de los 6
5
meses como para cumplir los requerimientos
de energía, proteína, hierro, zinc, y algunas
vitaminas liposolubles (A y D). Estas áreas
han sido objeto de una revisión de la OMS a
cargo de Butte et al.(16) y una reciente revisión
sistemática realizada por Reilly et al.(17)
Algunos aspectos específicos de la ingesta de
macronutrientes y micronutrientes se discuten
en las siguientes secciones, comprendiendo
los efectos potenciales de la alimentación
complementaria sobre diferentes resultados.
Los lactantes europeos no deberían
experimentar deficiencias de macronutrientes
durante la alimentación complementaria. Al
contrario, pueden estar en riesgo de ingestas
excesivas, un asunto de gran preocupación,
ocasionando un incremento en las tasas
de obesidad infantil. Diferentes patrones
de crecimiento se observan en lactantes
alimentados con leche materna y con
fórmula.(18) Así, a partir de los 3 meses
aproximadamente, en la mayoría de las tablas de
crecimiento actuales, los bebés amamantados
suelen mostrar una desaceleración del
crecimiento, en comparación con el aumento
del crecimiento en niños alimentados con
fórmula. La OMS publicó recientemente
un nuevo estándar de crecimiento para los
niños desde el nacimiento hasta la edad
de 5 años(19,20) basado en el crecimiento de
niños sanos amamantados. En relación con
estos nuevos estándares de crecimiento de la
OMS, la aparente desaceleración en los bebés
alimentados con leche materna debe ser
menos aparente, mientras que la aceleración
del crecimiento observado en los bebés
alimentados con fórmula puede ser más
pronunciada. Sin embargo, estas diferencias
tempranas de crecimiento significan que
los niños amamantados y alimentados
con fórmula son candidatos para iniciar el
período de alimentación complementaria
con diferencias antropométricas y diferencias
potenciales en el desarrollo neurológico y la
maduración renal y gastrointestinal.
Las concentraciones de algunos nutrientes son
generalmente más altas en la fórmula infantil
en comparación con los valores medios de la
leche materna (por ejemplo, para el hierro, zinc,
proteínas). Además, los bebés alimentados
6
con fórmula tienden a ingerir mayores
volúmenes de leche. Sobre una base teórica,
puede parecer sensato ofrecer a lactantes
alimentados con leche materna alimentos
complementarios con alto contenido de
micronutrientes, o introducir tempranamente
la alimentación complementaria. Por ejemplo,
Foote y Marriott(21) han sugerido que la carne
debe ser introducida antes en los lactantes
alimentados con leche materna que en los
alimentados fórmula. Sin embargo, a pesar
de estas consideraciones teóricas, el Comité
considera que la elaboración y aplicación
de recomendaciones separadas para la
introducción de alimentos sólidos a los
lactantes alimentados con leche materna y
fórmula pueden presentar problemas prácticos
y causar confusión entre los cuidadores. Otra
cuestión que requiere de consideración e
investigación es la posibilidad de que los
lactantes europeos que consumen alimentos
infantiles fortificados pueden consumir
cantidades excesivas de micronutrientes,
vitaminas u oligoelementos, como se informó
recientemente para el zinc en niños de los
Estados Unidos.(22)
Los niños que recibieron una dieta vegetariana
o macrobiótica, con nulo o limitado consumo
de alimentos de origen animal, tienen un
alto riesgo para el desarrollo de deficiencias
nutricionales. Los problemas han sido descritos
en detalle en los estudios de lactantes y niños
alimentados con una dieta macrobiótica en
los Países Bajos.(23) Estos niños desarrollaron
deficiencias energéticas, de proteínas,
vitamina B12, vitamina D, calcio, riboflavina,
y los lactantes tenían retraso del crecimiento,
pérdida de grasa y masa muscular y desarrollo
psicomotor más lento. Si la madre seguía
una dieta vegana mientras amamantaba
y no tomaba suplementos nutricionales,
entonces había un riesgo significativo de que
el niño experimentara deterioro cognitivo
grave, y el riesgo se incrementaría aún
más si el niño continuaba con una dieta sin
alimentos de origen animal. Por lo tanto, se
han recomendado suplementos mínimos
semanales con alimentos de origen animal
tales como leche y pescado.(23)
Alimentación con Leche Durante la
Alimentación Complementaria
La lactancia materna continuada se
recomienda junto con la introducción de la
alimentación complementaria. La fórmula
infantil o la fórmula de continuación
pueden complementar o sustituir a la leche
materna. Existen diferencias entre los países
industrializados en la edad recomendada para
la introducción de leche de vaca. La mayoría
de los países recomiendan esperar hasta los
12 meses de edad, pero de acuerdo con las
recomendaciones de algunos países (por
ejemplo Canadá, Suecia, Dinamarca), la leche
de vaca puede ser introducida desde los 9 ó 10
meses de edad. La principal razón para retrasar
su introducción es prevenir la deficiencia de
hierro debido a que la leche de vaca es una
fuente pobre de hierro. Un estudio demostró
que una ingesta de leche superior a los 500
ml/día se asoció con deficiencia de hierro.(24,25)
Algunos datos también han sugerido que
la introducción temprana de la leche de
vaca puede provocar sangrado intestinal
microscópico, pero esto no se ha demostrado
después de los 9 meses de edad. Existen
grandes diferencias entre la composición de la
leche de vaca y la de la leche materna y la de
las fórmulas infantiles. La leche de vaca tiene
un mayor contenido de proteínas, minerales y
grasas saturadas, y una composición diferente
de ácidos grasos poliinsaturados de cadena
larga (LCPUFA), con un bajo contenido de
ácido linoléico, pero una menor proporción
de ácido linoléico con respecto al ácido
á-linolénico que contienen la mayoría de
las fórmulas infantiles. Esto probablemente
explique el hecho de que los niveles de ácido
docosahexaenoico (DHA) parecen ser más
favorables en los niños alimentados con leche
de vaca, en comparación con los lactantes
que beben fórmula infantil sin DHA como
suplemento.(26) Se ha sugerido que la ingesta
de leche de vaca puede afectar el crecimiento
lineal y la presión arterial más adelante y el
riesgo de obesidad, pero la evidencia no es
convincente. También existen considerables
diferencias entre las recomendaciones de
los países sobre la edad en que la leche de
vaca con ingesta reducida de grasa puede
ser introducida. La consideración principal
ha sido que la leche baja en grasa puede
limitar el consumo de energía y por lo tanto
el crecimiento. Sin embargo, con la epidemia
actual de obesidad, que afecta tanto a los
niños en edad preescolar como a los niños de
mayor edad, los beneficios potenciales de la
leche baja en grasa sobre la ingesta de energía
y las preferencias a futuro también se deben
tomar en cuenta.
El Comité sugiere que las recomendaciones
sobre la edad para la introducción de la leche
de vaca deben tener en cuenta las tradiciones
y los patrones de alimentación de la población,
especialmente sobre la ingesta de alimentos
complementarios ricos en hierro y el volumen
de leche consumido. Es aceptable añadir
pequeñas cantidades de leche de vaca a los
alimentos complementarios, pero no debe
utilizarse como la bebida principal antes los
12 meses de edad.
EFECTOS DE LA
ALIMENTACIÓN
COMPLEMENTARIA
Crecimiento
La mayoría de los estudios se han enfocado
en el efecto del momento de la introducción
de los alimentos complementarios sobre el
crecimiento, en lugar de los efectos de los
alimentos complementarios específicos. Existe
poca evidencia de que la introducción de los
alimentos complementarios entre los 4 y 6
meses influya sobre el crecimiento, al menos
en el corto plazo.(1,2,4) La situación se complica
por el hecho de que la alimentación infantil
puede, por sí misma, ser influenciada por el
crecimiento infantil, ya que se encontró que el
peso infantil predice la edad de introducción
de los alimentos complementarios mejor
que el peso al nacer o el aumento de peso
temprano, con introducción de alimentos
sólidos a edades más tempranas en los
lactantes con mayor peso que en los lactantes
con menos peso.(27-29)
Un bajo contenido de grasa en la alimentación
complementaria típicamente resultará en una
dieta con una baja densidad energética. Si la
densidad energética de la dieta es demasiado
7
baja, entonces la cantidad total de comida
necesaria para lograr los requerimientos de
energía puede ser tan grande que el niño no
puede comer lo suficiente, y la dieta se vuelve
demasiado voluminosa.(30,31) En un análisis de
ingesta de grasa y crecimiento realizado en
19 países de Centroamérica y Sudamérica,
se concluyó que el pobre crecimiento fue
observado sólo cuando el contenido de grasa
de la dieta estaba por debajo del 22%.(32) Un
comentario sobre la ingesta de grasas en la
dieta del Comité de la ESPGHAN concluyó
en 1994 que la ingesta de grasa no debe ser
reducida de forma activa antes de los 3 años
de edad, aunque no se sugirió un límite inferior
del contenido de grasa.(33) El uso preferente de
la leche de vaca con un contenido reducido de
grasa (1.5%-2%) se recomienda a partir de los
2 a 3 años de vida.(33)
Con la creciente incidencia de la obesidad
infantil es pertinente considerar si la
alimentación complementaria influye en
el riesgo de sobrepeso y obesidad. En los
estudios de cohortes antes citados, aunque
los lactantes de mayor peso recibieron
alimentación complementaria de forma más
temprana, no conservaron el exceso de peso a
la edad de 1 a 2 años. Sin embargo, en la cohorte
de Escocia, se encontró que los lactantes que
recibieron alimentos complementarios antes
de las 12 semanas incrementaron el exceso
de tejido adiposo a los 7 años de edad,(34)
haciendo hincapié en el potencial de efectos
tardíos sobre la composición corporal, como
se informó anteriormente en babuinos.(35)
Varios estudios de lactantes y niños en edad
preescolar no han podido encontrar alguna
relación entre la ingesta de grasa y el aumento
de peso o del índice de masa corporal.(36-38)
Ningún estudio, a nuestro entender, ha
examinado esta cuestión durante el período
de alimentación complementaria.
8
El consumo excesivo de alimentos
complementarios altamente energéticos
pueden inducir aumento de peso excesivo en
la infancia, lo que se ha asociado con riesgo
de 2 a 3 veces mayor de obesidad en la edad
escolar y la infancia.(39-41) Recientemente se han
comercializado alimentos complementarios
semilíquidos con alta densidad energética
para la alimentación mediante biberón.
Puesto que la alimentación complementaria
altamente energética con biberón, cerca de
1 kcal/ml, puede aumentar notablemente el
riesgo de sobrealimentación, esta práctica
debe ser desalentada.
Varios estudios han examinado la relación
entre la ingesta temprana de proteína y el
riesgo de obesidad. Aunque no del todo
consistente, algunos datos sugieren que la
ingesta de 4 g de proteína por kilogramo por
día (∼ 16% de la ingesta total de energía)
o incluso mayor entre los 8 y 24 meses
de edad, se asocian con sobrepeso más
adelante, mientras que tales asociaciones
no se observaron con la ingesta de proteínas
dietéticas por debajo del 15% de energía.(42)
Existen pocos datos sobre los efectos de
los alimentos complementarios específicos
sobre el crecimiento, aunque Morgan et al.(43)
informaron de un estudio observacional
en recién nacidos a término en el que el
consumo de cantidades mayores de carne se
asoció con un aumento de peso más rápido
durante el primer año. Análisis posteriores
sugirieron que esta observación puede estar
mediada por la ingesta de proteínas en lugar
del consumo energético.
En resumen, el contenido de grasa de la
dieta es un factor importante de la densidad
energética, y el Comité recomienda que éste
debe estar por encima, no por debajo, del
25% de la ingesta de energía. Un nivel más
alto puede ser necesario si el apetito es pobre
o si el niño tiene infecciones recurrentes. A
pesar de las preocupaciones teóricas sobre los
efectos potenciales de los diferentes aspectos
de la alimentación complementaria sobre
el riesgo de obesidad a futuro, la evidencia
disponible no es convincente.
Neurodesarrollo
Se desconoce el período crítico durante el cual
el aporte dietético de nutrientes específicos
puede influir en la maduración de la función
cortical. Aunque la alimentación con leche
humana se ha asociado a menudo con un
mejor efecto cognitivo tardío, pocos estudios
han abordado los efectos de nutrientes
específicos sobre el rendimiento cognitivo.
Dos estudios han investigado el efecto
de adicionar LCPUFA´S a los alimentos
complementarios. Makrides et al (44) mostraron
que los bebés alimentados con leche materna
y que recibieron yemas de huevo enriquecidas
con DHA 4 veces por semana durante 6 a
12 meses tenían niveles de DHA más altos
en glóbulos rojos a los 12 meses que en
quienes no recibieron o recibieron yemas de
huevo estándar. Hoffman et al.(45) asignaron
aleatoriamente a lactantes a un grupo de
tratamiento para recibir 1 frasco al día de
alimentos de destete que contenían yema
de huevo enriquecida con DHA, o al grupo
control de alimentos para niños, de entre
6 y 12 meses. A los 12 meses, aquellos que
recibieron el alimento enriquecido mostraron
un aumento de DHA en los glóbulos rojos, así
como un mayor aumento en la resolución de
la agudeza visual. Dos estudios adicionales
investigaron el papel de la suplementación
con LCPUFA´S de fórmulas infantiles durante
la alimentación complementaria, con los niños
asignados al azar a la fórmula enriquecida con
LCPUFA cuando se les suspendió la lactancia
a las 6 semanas(46) de edad o entre los 4 a
6 meses(47) de edad. Los que recibieron la
fórmula enriquecida tenían significativamente
mejor agudeza visual hasta el primer año de
edad en comparación con aquellos que fueron
destetados con fórmula no enriquecida. Estos
estudios sugieren que la ingesta de DHA
durante la alimentación complementaria
puede influir a corto plazo sobre la función
visual. Sin embargo, se requiere más
investigación para establecer si estos efectos
persisten y si existen efectos más amplios
sobre la función cognitiva.
Dos estudios recientes examinaron el impacto
del consumo de carne sobre el aspecto
neurocognitivo. En un estudio observacional
prospectivo en el Reino Unido, Morgan et al.(43)
registraron el consumo de carne roja y blanca
usando diarios de consumo ponderado
de alimentos para 7 días a los 4, 8, 12 y 16
meses, encontrando asociaciones positivas
entre el consumo medio de carne entre los
4 a 12 meses y entre los 4 a 16 meses sobre
el desarrollo psicomotor a los 22 meses.
Se calculó que un aumento promedio en el
consumo de carne de 2.3 g/día se asoció
con un aumento de 1 punto en el Índice
de Desarrollo Psicomotor de Bayley. En un
estudio aleatorizado en el que se comparó
el puré de carne frente al cereal fortificado
con hierro como los primeros alimentos
complementarios para lactantes alimentados
con leche materna entre 5 y 7 meses, se
observaron índices de comportamiento
significativamente mayores a los 12 meses en
el grupo de la carne.(48) La carne es una fuente
rica de algunos micronutrientes (hierro y zinc)
y ácido araquidónico (el principal LCPUFA de
la serie n-6 , encontrado principalmente en el
cerebro), y estos hallazgos son consistentes
con un efecto beneficioso de algunos
micronutrientes específicos de los alimentos
sobre la función cognitiva.
La deficiencia de hierro se sigue observando
en las mujeres embarazadas y en los niños de
Europa y los Estados Unidos, especialmente
en los grupos socioeconómicos más bajos.
El hierro contenido en la leche materna es
bajo, y la lactancia materna prolongada se
ha asociado con la anemia por deficiencia de
hierro. Por ejemplo, en un estudio chileno, se
presentó anemia (hemoglobina < 110 g/l) en
el 27% de los lactantes de 9 meses de edad
alimentados con leche materna y sólo en el
2.2% y 4.3%, respectivamente, de aquellos
alimentados con 1 de 2 fórmulas fortificadas
con hierro.(49) Los recién nacidos en Honduras
que fueron exclusivamente amamantados
hasta los 6 meses en lugar de hasta los 4 a
6 meses tuvieron significativamente niveles
más bajos de hemoglobina (104 vs. 109 g/l
en promedio) y de ferritina (48 vs. 67 mg/l en
promedio).(50)
Existen pocos datos disponibles sobre la
relación entre ciertos alimentos y el estado
del hierro. En un estudio aleatorizado,
Engelmann et al.(51) investigaron el efecto de la
ingesta de carne en los lactantes alimentados
parcialmente con leche materna entre los 8 y
10 meses y encontraron que un aumento en
el consumo de carne evitó una disminución
de la hemoglobina en infancia tardía,
aunque no tuvo efecto sobre las reservas de
hierro o la deficiencia celular de hierro. Lind
et al.(52) investigaron el efecto del destete
con cereales de diferentes contenidos de
9
fitatos y encontraron poco efecto sobre los
niveles de hierro o zinc. Davidsson et al.(53)
informaron que la biodisponibilidad de hierro
de los cereales infantiles fortificados con
hierro se puede mejorar mediante el uso
de un compuesto con alta biodisponibilidad
relativa y con un contenido adecuado de ácido
ascórbico.
Una declaración previa de este Comité
examinó los requerimientos de hierro durante
la infancia temprana.(54) El Comité llegó a la
conclusión de que no está claro si la deficiencia
de hierro en ausencia de anemia tiene efectos
adversos sobre la función neurológica, y que
la literatura disponible no mostró una relación
causal con la anemia ferropénica moderada.
Hasta que nueva información esté disponible,
se sugirió que se deben tomar medidas para
evitar la deficiencia de hierro, por ejemplo,
mediante la promoción de la lactancia
materna exclusiva, utilizando fórmula
fortificada con hierro cuando la fórmula sea
necesaria, la introducción tardía de la leche
de vaca como la bebida principal hasta el final
del primer año de vida, y la promoción de
alimentos complementarios ricos en hierro.
Aunque la evidencia no es contundente sobre
los efectos adversos de la deficiencia de hierro
moderada y una baja ingesta de LCPUFA´S
sobre el desarrollo neurológico, el Comité
considera conveniente incluir buenas fuentes
de hierro (por ejemplo, carne) y LCPUFA´S
(por ejemplo pescado azul) en la alimentación
complementaria.
Alergias
Los intentos por reducir el riesgo de alergia
mediante modificación de la dieta se han
centrado generalmente en la introducción
tardía o la eliminación de los alimentos
identificados como potencialmente más
alergénicos, aunque existe un interés creciente
sobre la prevención activa de atopia utilizando
componentes específicos de la dieta.
10
Existe buena evidencia de que ciertos
alimentos son más alergénicos que otros.
Estos incluyen los huevos, el pescado, las
nueces y los mariscos. También hay evidencia
observacional de que la introducción temprana
(<4 meses) de más de 4 alimentos se asocia con
un mayor riesgo de dermatitis atópica, tanto a
corto plazo y, más importante, a los 10 años
de seguimiento.(55) Sin embargo, la evidencia
de que evitar o retrasar la introducción de
alimentos alergénicos impide o retrasa el
desarrollo de alergia no es convincente y
está limitada por el hecho de que los datos
disponibles son casi exclusivamente a partir
de estudios observacionales, en lactantes
considerados con un mayor riesgo para el
desarrollo de la alergia. Esto se refleja en el
hecho de que muchos grupos de expertos y
documentos de consenso han concluido que,
mientras los alimentos complementarios
(incluyendo a las fórmulas infantiles con
proteínas de la leche entera de vaca) no
deben ser introducidos antes de los 4 a 6
meses, no se pueden hacer recomendaciones
con respecto a la introducción de alimentos
complementarios en concreto debido a la
limitación y las contrastantes conclusiones
de los estudios disponibles.(56,57) De hecho,
una revisión crítica de la evidencia existente
concluyó que la medida dietética más
eficaz para la prevención de enfermedades
alérgicas, incluso en pacientes de alto
riesgo, es la lactancia materna exclusiva
durante 4 a 6 meses.(58) En claro contraste,
un documento de consenso reciente de la
American College of Allergy, Asthma and
Immunology,(59) enfatizó la necesidad de
directrices prácticas específicas para padres y
profesionales de la salud, sugiriendo que, en
los lactantes en riesgo, la introducción de los
productos lácteos debe retrasarse hasta los
12 meses; el huevo hasta los 24 meses; y los
cacahuetes, frutos secos, pescados y mariscos
hasta los 3 años. Esta posición extrema fue
inmediatamente cuestionada por otros
especialistas.(60) Es importante considerar
las posibles consecuencias nutricionales de
retrasar o evitar algunos alimentos específicos.
Aunque evitar ciertos alimentos, como los
frutos secos y mariscos, es poco probable
que causen daño, la reducción potencial en
la ingesta de LCPUFA´S Omega 3 asociada
con evitar el pescado podría potencialmente
tener consecuencias para la función cognitiva
o la inmunidad. La evidencia reciente sugiere
un papel protector de los diferentes tipos de
LCPUFA´S Omega 3 en la dieta, lo cual plantea
interrogantes sobre el balance neto de los
costos y los beneficios de evitar el pescado,
la fuente natural más rica de LCPUFA´S
Omega 3.(59-63) Una consideración adicional
es que algunos estudios sugieren que la
introducción tardía de ciertos alimentos no
redujo el riesgo de sensibilización alérgica,
y puede en realidad aumentarlo.(64-67) Un
aumento del riesgo de alergia también se
encontró en una de las pocas cohortes que
incluyeron bebés sin antecedentes familiares
de alergia, en quienes la exposición tardía a los
granos del cereal después de los 6 meses de
edad aumentó el riesgo de alergia al trigo.(68)
Sobre la base de los datos disponibles,
el Comité recomienda que los alimentos
complementarios no deben introducirse antes
de las 17 semanas y que los alimentos deben
añadirse uno a la vez para permitir la detección
de reacciones a los componentes individuales.
Teniendo en cuenta los datos disponibles
sobre el retraso o la eliminación de los
alimentos específicos y también las posibles
consecuencias nutricionales potenciales,
no hay evidencia científica convincente de
que eliminar o retrasar la introducción de
alimentos potencialmente alergénicos, como
el pescado y el huevo, reduce las alergias, ya
sea en los bebés considerados en riesgo para
el desarrollo de alergia o en aquellos que no
son considerados de riesgo.
Enfermedad Cardiovascular
Aunque cada vez existe más evidencia de un
efecto cardiovascular adverso a largo plazo del
crecimiento rápido del lactante se sabe menos
sobre el papel específico de la dieta como un
mediador potencial de estos efectos y, en
particular, si la dieta durante el período de
alimentación complementaria puede afectar
posteriormente la salud cardiovascular.
La evidencia relacionada con la lactancia
materna y el riesgo cardiovascular posterior
rebasa el alcance de este artículo.(69,70) El
papel de la ingesta de sal durante el período
de alimentación complementaria no ha sido
extensivamente explorado. Las investigaciones
que demuestran que un exceso de sodio en
la dieta puede aumentar la presión arterial
en los recién nacidos y los niños pequeños,
han sugerido que la lactancia puede ser un
período de mayor sensibilidad a la sal que
otras etapas posteriores de la vida,(71,72) como
se ha demostrado experimentalmente en
animales.(73) Zinner et al.(74) demostraron que
los recién nacidos pueden distinguir entre las
soluciones salinas diluidas y el agua, y que
aquellos con una preferencia por los sabores
salados tuvieron cifras de presión arterial más
altas durante la primera semana y al mes de
edad. En un estudio holandés que comenzó a
principios de 1980, los niños fueron asignados
al azar a un dieta baja o normal en sodio
durante los primeros 6 meses de vida. En el
seguimiento de 15 años, los lactantes del
grupo control tuvieron significativamente una
mayor presión arterial (3.6 mm Hg de sistólica
y 2.2 mm Hg de diastólica) que los del grupo
con una dieta baja en sodio.(75) Curiosamente,
no hubo diferencia en la ingesta media de
sodio entre los grupos durante el seguimiento,
lo que sugiere que el efecto no estaba
mediado por alteraciones en la preferencia de
sal. La preferencia innata por el sabor salado
probablemente sea reflejo de las necesidades
alimentarias en un entorno pobre en sal.
Esta preferencia llega a ser inadecuada en un
ambiente con alta biodisponibilidad de sal, y
la consiguiente habituación puede conducir a
su vez a una progresiva ‘’adicción a la sal”.(76,77)
El papel específico de la ingesta de LCPUFA´S
durante la alimentación complementaria
sobre la presión arterial se evaluó
posteriormente en un estudio en el que los
niños de 9 meses de edad fueron asignados al
azar a un grupo con suplemento de aceite de
pescado durante 3 meses o a otro grupo sin
suplmento.(78) Aquellos que recibieron aceite
de pescado tenían una presión arterial sistólica
ligeramente menor (6 mm Hg), aunque
concentraciones séricas significativamente
mayores de lipoproteína de baja densidad
y colesterol total. Forsyth et al.(79) también
informaron que niños de 6 años de edad,
asignados al azar a un grupo con fórmula
infantil enriquecida con LCPUFA´S desde el
nacimiento hasta los 4 meses de edad, tenían
una presión sanguínea significativamente
más baja (sistólica: 3 mm Hg, diastólica: 3.6
mm Hg) que los alimentados con fórmula no
enriquecida.
11
La ingesta de proteínas también puede tener
un efecto posterior en la presión arterial. En la
cohorte del estudio de Barry Caerphilly Growth,
los niños nacidos entre 1972-1974 y que no
fueron amamantados recibieron diferentes
fórmulas en polvo a base de leche entera de
vaca, las cuales tenían un alto contenido de
proteínas y sodio. Se observó una asociación
positiva significativa entre la cantidad de
leche de vaca entera administrada a los 3
meses de edad y la presión arterial sistólica
durante la edad adulta.(80) Por el contrario, en
un estudio realizado en niños de 2.5 años, la
ingesta de proteína, medida como porcentaje
energético, se asocio de forma negativa y
significativa con la presión arterial sistólica y
la presión arterial diastólica.(81) Sin embargo,
como con muchas otras cuestiones en este
campo, no se conoce la ‘’ventana crítica” para
el efecto del consumo de proteínas sobre la
presión arterial; en particular, no se sabe si la
alimentación complementaria comprendida
entre los 6 a los 18 meses es un tema relevante
al respecto.
Debido al nivel actual de la evidencia, el
Comité considera que no es posible hacer
recomendaciones específicas para la
elección o composición de la alimentación
complementaria de acuerdo a los efectos
cardiovasculares. Sin embargo, como pauta
general, no se debe añadir sal a los alimentos
durante la infancia.
Enfermedad Celíaca
12
El riesgo para el desarrollo de la enfermedad
celíaca (EC) depende de factores genéticos,
inmunológicos y ambientales. Estudios
observacionales recientes sugieren que
la introducción de pequeñas cantidades
de gluten mientras el bebé sigue siendo
alimentado con leche materna puede reducir
el riesgo de EC. Un metaanálisis demostró
que el riesgo de EC fue significativamente
menor en los bebés que estaban siendo
amamantados al momento de la introducción
del gluten (odds ratio de 0.48, IC del 95%,
0.40-0.59) que en los bebés que no recibieron
leche materna durante este período. Tanto
la lactancia materna durante la introducción
del gluten en la dieta, como el aumento en la
duración de la lactancia materna, se asociaron
con un menor riesgo para el desarrollo de
EC. De acuerdo a los principales estudios, no
está claro si la lactancia retrasa la aparición
de los síntomas o proporciona una protección
permanente contra la enfermedad.(82) Más
recientemente, Norris et al.(83) reportaron
que tanto la introducción temprana
(≤ 3 meses) como la tardía (≤ 7 meses) de los
cereales que contienen gluten se asoció con
un mayor riesgo de EC. Este estudio se basa
en una cohorte con riesgo para el desarrollo
de EC o de diabetes mellitus tipo 1, basado
en la tipificación de HLA, o en el antecedente
familiar en primer grado de diabetes mellitus
tipo 1. La experiencia en Suecia mostró un
fuerte aumento de los casos de EC después de
la recomendación de retrasar la introducción
del gluten hasta después de los 6 meses,(84)
con el subsecuente descenso al momento
de reintroducirla (desde los 4 meses).(85)
Ivarsson et al.(86) estudiaron la epidemiología
de esta epidemia y encontraron que el riesgo
para el desarrollo de EC se redujo en niños
menores de 2 años si todavía estaban siendo
amamantados al momento de introducir por
primera vez el gluten en la dieta (OR: 0.59,
IC 95%: 0.42-0.83). También se observó una
disminución del riesgo para el desarrollo
de EC cuando los niños continuaron siendo
amamantados después de la introducción del
gluten en la dieta (OR 0.36, 95% 0.26-0.51). El
riesgo fue mayor cuando el gluten se introdujo
en grandes cantidades, pero el papel de la
edad de introducción no fue concluyente.
Sobre la base de los datos actuales, el Comité
considera prudente evitar tanto la introducción
temprana (< 4 meses) como tardía (< 7 meses)
del gluten, e introducir pequeñas cantidades
de gluten de forma gradual mientras el bebé
está siendo amamantado.
Diabetes Mellitus Tipo 1
Estudios recientes parecen sugerir que la
introducción de antígenos alimentarios
(incluyendo el gluten) mientras los niños
son todavía amamantados, incluso si el niño
es menor de 6 meses, puede tener efectos
protectores duraderos contra el desarrollo de
EC y diabetes mellitus tipo 1, y que ésta puede
ser más importante que el tiempo absoluto
de exposición. Una introducción temprana
del gluten (<3 meses) parece relacionarse
con un mayor riesgo para el desarrollo de
autoanticuerpos contra las células de los
islotes en los bebés con riesgo de diabetes
mellitus tipo 1;(87,88) un estudio también
encontró un aumento del riesgo en los bebés
que se expusieron primero al gluten a partir
de los 7 meses.(88)
Desarrollo del gusto y las preferencias
alimentarias
Se produce una gran cantidad de aprendizaje
sobre la comida y la alimentación durante
la transición de la dieta exclusivamente con
leche a la dieta que se consume en la primera
infancia. La exposición prenatal y postnatal
temprana a un sabor aumenta el placer del niño
a ese sabor en los alimentos sólidos durante
el destete. Estas primeras experiencias de
sabor pueden proporcionar las bases para las
diferencias étnicas y culturales en la cocina.(89)
Estudios de seguimiento longitudinal sugieren
que las experiencias tempranas de sabor
y las preferencias alimentarias durante la
infancia pueden perdurar en la niñez y la
adolescencia.(90) El aprendizaje temprano se
ve limitado por predisposiciones genéticas
en los niños, que incluyen preferencias
innatas por los sabores dulces y salados y el
rechazo a los sabores ácidos y amargos. Los
niños también están predispuestos a preferir
alimentos de alta energía, a rechazar nuevos
alimentos, y para aprender las asociaciones
entre los sabores de la comida y las
consecuencias postprandiales de comer. Estas
predisposiciones genéticas parecen haber
evolucionado durante miles de años cuando
los alimentos, especialmente aquellos ricos
en calorías, eran relativamente escasos. La
selección genética permitió a los humanos ser
destetados por medio de alimentos seguros y
ricos en energía, caracterizados por sabores
agradables, y aumentar su supervivencia en
un medio ambiente desfavorable.(91) Existe
preocupación de que estas preferencias
alimentarias podrían predisponer a los
niños en crecimiento hacia el consumo
temprano de dietas desequilibradas, por
cuanto el entorno actual de los alimentos ha
cambiado enormemente en los últimos años
y ahora se caracteriza por la disponibilidad
de alimentos baratos y ricos en energía con
un alto contenido de azúcar, grasa y sal.(92,93)
Sin embargo, las predisposiciones genéticas
pueden ser modificadas por la experiencia,
y en este contexto, los padres pueden
desempeñar un papel particular e importante.
Beauchamp y Moran(94) examinaron la
preferencia por las bebidas endulzadas frente
al agua en aproximadamente 200 bebés. Al
nacer, todos los bebés prefirieron las bebidas
dulces al agua, pero a los 6 meses de edad,
la preferencia por agua endulzada estaba
vinculada a la experiencia en la dieta de los
bebés. Los niños que fueron rutinariamente
alimentados con agua endulzada por sus
madres (∼25%) mostraron una mayor
preferencia por lo que no hicieron cuando
eran más pequeños. Los padres pueden por
lo tanto desempeñar un papel crítico en el
desarrollo de las preferencias alimentarias.
Se ha demostrado que obligar a un niño a
comer un alimento en particular, disminuirá
el gusto por la comida y que la restricción del
acceso a determinados alimentos aumenta
las preferencias en lugar de disminuirlas.
Por el contrario, la exposición repetida a los
alimentos que no le gustan inicialmente puede
romper con la resistencia.(95) Por lo tanto,
ofrecer los alimentos complementarios sin
azúcares ni sal puede ser aconsejable no sólo
para la salud a corto plazo, sino también para
establecer el umbral del bebé para los sabores
dulces y salados en los niveles inferiores, más
adelante en la vida.
Caries Dental
El consumo de azúcar es el principal factor
de riesgo de la dieta para la formación de
caries dentales. La sacarosa es el azúcar más
cariogénica, ya que puede formar glucanos que
permiten la adhesión bacteriana a los dientes
y limitan la difusión de ácido y amortiguadores
en la placa.(96) La educación nutricional y el
asesoramiento enfocado a reducir las caries
en los niños están dirigidos a la enseñanza de
los padres sobre la importancia de reducir la
exposición elevada a los azúcares aparentes
y ocultos.(97,98) Las recomendaciones incluyen,
entre otras, evitar el consumo frecuente de
13
jugo u otras bebidas azucaradas contenidas en
botellas o empaques especiales, desalentar
el hábito de dar bebidas azucaradas a los
niños antes de dormir, limitar los alimentos
cariogénicos a la hora de comer, y establecer
una buena higiene bucal.(99)
Otros
Mientras que los diferentes alimentos
pueden contener esporas de Clostridium
botulinum, el consumo de miel se ha asociado
repetidamente con botulismo en el lactante.
Por lo tanto, la miel no debe introducirse
antes de los 12 meses de edad, a menos
que las esporas resistentes al calor se hayan
inactivado mediante condiciones de presión y
temperatura elevadas, tal como se utiliza en la
industria.(100)
CONCLUSIONES Y
RECOMENDACIONES
14
La investigación en nutrición infantil se ha
enfocado históricamente en la prevención de
la desnutrición y las situaciones de carencia.
Con el aumento de la prosperidad económica,
estas preocupaciones han disminuido. El
énfasis se ha desplazado hacia el logro de una
ingesta equilibrada de proteínas y calorías y la
prevención del riesgo de enfermedad a largo
plazo. La mayoría de las recomendaciones
actuales sobre alimentación complementaria
no se basa en evidencia científica. Los
esquemas de alimentación para la
introducción progresiva de sólidos durante
el período de alimentación complementaria
en la mayoría de los países se basa en
factores culturales y en la disponibilidad de
los alimentos. Se necesitan más datos para
aclarar los efectos de alimentos o nutrientes
específicos (particularmente micronutrientes)
en el crecimiento, el desarrollo y el estado
metabólico durante este período en el que
el crecimiento y el desarrollo son rápidos. Sin
embargo, existen algunos datos que sugieren
que la composición de la dieta durante el
período de alimentación complementaria, y
el tipo de leche proporcionada, pueden tener
efectos sobre la salud no sólo en el corto plazo,
sino también en el mediano y largo plazo.
• La lactancia materna exclusiva o total
durante los primeros seis meses de vida
es un objetivo deseable. La alimentación
complementaria no se debe introducir en
cualquier bebé antes de las 17 semanas
de edad, y todos los niños deben iniciar
la alimentación complementaria a las 26
semanas de edad.
• El término ‘’alimentación complementaria”
debería abarcar todos los alimentos sólidos
y líquidos distintos de la leche materna
o la fórmula infantil y de continuación. El
Comité sugiere que la inclusión de SLM
como alimentos complementarios es inútil
e incluso confusa.
• Aunque hay razones teóricas del por
qué diferentes tipos de alimentos
complementarios pueden tener beneficios
particulares para niños amamantados
o alimentados con fórmula, el Comité
considera que los intentos de elaborar y
aplicar recomendaciones separadas para
lactancia materna y alimentación con
fórmula pueden presentar considerables
dificultades prácticas y son, por tanto,
indeseables.
•Evitar o retrasar la introducción de
alimentos potencialmente alergénicos,
como el pescado y el huevo, no ha
demostrado
convincentemente
que
reduzca las alergias, ya sea en lactantes
considerados en riesgo para el desarrollo
de alergias o en los que se consideran en
riesgo bajo.
•Durante el período de alimentación
complementaria, más del 90% de las
necesidades de hierro de un bebé
alimentado con leche materna deben
ser satisfechas por los alimentos
complementarios.
Estos
deberían
proporcionar
suficiente
hierro
biodisponible.
• La leche de vaca es una fuente pobre de
hierro. No debería ser utilizada como
bebida principal antes de los 12 meses,
aunque pequeños volúmenes se pueden
añadir a los alimentos complementarios.
•Es prudente evitar la introducción
temprana (<4 meses) y tardía (≥ 7 meses)
de gluten, e introducirlo gradualmente
mientras el bebé está siendo alimentado
con leche materna, ya que esto puede
reducir el riesgo de enfermedad celíaca,
diabetes mellitus tipo 1, y de alergia al
trigo.
• Los lactantes y niños pequeños que reciben
una dieta vegetariana deben recibir una
cantidad suficiente (∼ 500 ml) de leche
materna o fórmula y productos lácteos. Los
lactantes y los niños pequeños no deben
ser alimentados con una dieta vegana.
JPGN 46: 99-110, 2008. Palabras Clave:
Alimentación
complementaria-Alimentos
sólidos-Beikost-Lactancia
maternaRequerimientos dietéticos-Programas de
nutrición temprana para la salud en la edad
adulta. 2008 por la European Society for
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