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¡Atención con la sal! La sal es un nutriente necesario para el organismo. Sabemos qué es pero no siempre conocemos que puede llegar a ser nociva para nuestra salud. La sal siempre ha tenido un lugar particular en nuestras comidas. En Roma un esclavo se cotizaba en sal según su peso. El impuesto sobre la sal (gabela) fue instituido por Felipe Vl de Valois en 1340 y no fue definitivamente suprimido hasta 1946. Muy pronto se señalaron límites a las virtudes de la sal. En el siglo XVIII un tratado de alimentos (Lemery) aconsejaba: la sal es conveniente en todo tiempo, en todas las edades y en todas las temperaturas, siempre que se la use con moderación. Al principio, existía "hambre" de sal, especialmente en los vegetarianos. Los que se alimentan con carne no sienten esa hambre imperiosa, la sangre de los mismos es bastante rica en sal. El organismo posee un sistema de regulación situado en el cerebro que tiende a aumentar la ingestión de sal en caso de déficit agudo. Pero, poco a poco el consumo de sal (actualmente 10 g/día) ha sobrepasado ampliamente las necesidades (2,5 a 4 g/día) y ese "hambre" de sal de todas maneras elemental se ha transformado en "gusto de sal". Un consumo elevado de sal provoca una atrofia de las papilas gustativas. El grado de la sensibilidad por el sabor salado aumenta: hay acostumbramiento y el individuo come cada vez más sal. Todo se juega entre los 1 y 4 años. Es por ello, que se debe estar permanentemente vigilante en lo que concierne a la alimentación de los niños. Por otro lado, los bebés tienen necesidades débiles de sodio (57,5 mg de Na/kg de peso/día) y su capacidad de excretar los excedentes de sodio es débil. No conviene por lo tanto salar los alimentos, aunque la mamá piense que no tienen sabor, lo tiene para el bebé que tiene todavía las papilas nuevas. Estadísticamente, se ha observado que la absorción elevada de sal aumenta los riesgos de hipertensión arterial, que también favorece la aparición de enfermedades cardíacas y de hemorragias cerebrales. Debemos precisar que la sal de cocina está compuesta de dos elementos químicos: el sodio y el cloro. Es el sodio que ha sido reconocido como nocivo para la salud si su consumo es excesivo. Un gramo de sal contiene 0,4g de sodio. Seguramente, se pueden citar ejemplos de cierto abuelo que comió mucha sal toda su vida, y no ha tenido jamás ningún problema cardíaco y se murió tranquilamente de viejo a los 97 años. Todos los individuos no elevan sistemáticamente su tensión arterial comiendo mucha sal. En investigaciones de biología celular se ha demostrado que un fuerte consumo de sal aumenta los riesgos de hipertensión en ciertas personas predispuestas. Se puede decir, por lo tanto, que habrá hipertensión cuando hay paralelamente exceso de consumo de sal y predisposición genética. La solución ideal sería hacer un seguimiento sistemático de los individuos sensibles al sodio e instaurar para ellos un régimen pobre en éste. Se sabe que los niños de padres hipertensos tienen una fuerte probabilidad de desarrollar a su vez una hipertensión, pero hacer el seguimiento sistemático en toda la población parece irrealizable en lo inmediato. De todas maneras, el aumento de consumo de sal provoca la elevación de la presión arterial y esto es nocivo aunque ésta no pase el límite de la hipertensión. Los nutricionistas sugieren entonces una reducción del consumo de sal en el conjunto de la población. ¿Dónde se encuentra la sal en la alimentación? Se considera que: - 25% de la sal absorbida se encuentra en estado natural en los alimentos bajo la forma de Na; - 25% se agregan en las preparaciones culinarias en la casa (NaCI); - 50% provienen de la sal agregada durante la transformación industrial o artesanal (Na, bicarbonato de sodio, glutamato de Na...). Entonces el sodio que se encuentra naturalmente en los alimentos es suficiente para nuestras necesidades. Por lo tanto, consumimos tres veces más de sal. ATENCION: En la industria la sal está casi siempre presente; baste señalar que en productos que no pensamos que la contienen, se usa como conservador: bizcochos secos, chocolates en polvo, membrillos, mermeladas, cereales, etc. Por lo tanto, todas aquellas personas que tienen prohibido o muy limitado el consumo de sal deben estar atentos; muchas veces se suprime en la cocina hogareña la sal, pero sin darse cuenta se sigue ingiriendo en productos industrializados. ¿Cómo limitar los aportes de sal? Un lugar donde el consumidor puede determinarla directamente es la cocina familiar. Ciertos alimentos son naturalmente más ricos en Na que otros. Uno puede, entonces, seleccionar. Por ejemplo, evitar ciertas aguas minerales, limitar los crustáceos. También hay que vigilar el agregado de sal en las preparaciones. La mayoría de las veces se salan los platos "a ojo". Es decir, sin medir. Conviene tomar el hábito de utilizar medidas. Como punto de referencia: 1 cuchara de café al ras de sal = 6g 1 cuchara de postre al ras de sal = 13g 1 cuchara de sopa al ras de sal = 24g El porcentaje de Na o de sal de un producto debe siempre estar ligado a la cantidad del producto consumido en el día. Ejemplo: 1 vaso de jugo de tomate a la mañana (1,4 g Na Cl) + 1 vaso a la tarde (1,4 g Na Cl) + 1 vaso a la noche (1,4 g Na Cl) Total = 4,2 g de sal por día. No se debe salar la primera comida de los bebés y solamente con prudencia se debe agregar la sal a medida que crecen, ya que una vez que se convierte en hábito el tomar una cierta cantidad de sal, toda disminución es frustrante. Se debe perder el hábito que tienen ciertas personas de resalar antes de probar el plato. Se puede disminuir poco a poco la cantidad de sal agregada. Después de algunos meses, el gusto se desarrolla nuevamente, y se pueden comer ciertos alimentos no salados sin incomodidad. Para "esconder" la falta de sal y valorizar el gusto de las preparaciones se puede utilizar juiciosamente toda la gama de hierbas aromáticas, las especias, el limón. Ciertos modos de cocido guardan mejor el aroma y el gusto de los alimentos: el cocinar en estofado, a la marmita, a presión, a baño maría o envueltos. La sal gris de mar (o sal bruta) es sal no refinada, también de Na Cl. Contiene, es verdad, más de oligoelementos (especialmente magnesio y hierro) pero en una pizca de sal, la diferencia no es demasiado grande. Además, se corre riesgo de contaminantes y es más cara que la sal corriente.